Disclaimer: inuyasha y sus personajes no me pertenecen, son propiedad de Rumiko Takahashi.
Capítulo 10
Bonfire
Estaba flotando en la oscuridad, era densa, pesada, aplastante, apenas le dejaba espacio para respirar. Su pecho se sentía como una brasa viva, resquebrajada por pequeñas islas calientas que se iban encendiendo en diversas partes de su cuerpo, provocándole un dolor punzante, taladrante casi delirante.
Allí estaba, en alguna parte de su cuerpo, dentro de su alma, recluida. Prisionera entre barrotes invisibles e invencibles. Hasta que llega la luz, si se acerca lo suficiente. Cuando la tocaba, salía libre. Recuperaba el control. Pero temía. El lobo con púas estaba debajo, si se estiraba, aunque sea un solo dedo, el canino estallaría en furia de nuevo. Lo hacia cada vez que intentaba salir de ahí, de moverse, de retorcerse, quería libertad. Pero el lobo no quería dársela.
En cada posesión, la correa que ataba al lobo iba alargándose más y más, hasta estar completamente libre. Se movía con fluidez, mostrándole quien mandaba en ese pequeño mundo oscuro en el que la encerraban cada vez que la poseían. Estaba construido con esa extraña y asquerosa brea negra. El aire era tan denso y viscoso como una gelatina.
Era un mundo fétido, caótico y frio, tres veces más escalofriante que en sus pesadillas, allí podía sentir, oler y moverse a su antojo. Acá, no. El lobo cobraba más fuerza, sus sentidos se hallaban totalmente eliminados y su cuerpo…Parecía atornillado y estancado en una sola posición, la fetal. No podía seguir quedándose de esa manera, debía buscar una solución. Pero lo único real ahí, era el miedo. La sensación del sudor frío y los músculos tensos cada vez que los ojos del lobo se posaban en ella. Jamás había sentido algo similar en su vida, la paralizaba, la dejaba muda y la hacia temblar.
Sabia que tenía que luchar, sino, todo estaría perdido, dependía de ella. Pero hoy, se sentía muy débil. Y la luz…Jamás apareció.
¿Dónde están?
¿Por qué estoy sola?
¿Qué hice?
El aluvión de preguntas buscando un razonamiento lógico, algo que la hiciera entender por qué ella había sido el único objetivo. Pero nada, cero.
Ah,si.
Eres débil.
Muy débil.
La famosa presa fácil. Seguramente, así había pensado su atacante al escogerla, la hija pequeña del Lord, la mariposita de la Lady, la niña mimada del palacio. La única heredera mujer. Intento reír por lo absurdo de la situación, pero, como en sus pesadillas, densas burbujas salieron de sus labios. Sollozó.
Que indigno.
Quería que esto acabase ya…Sollozaba sin control, no le importaba ahogarse, solo quería que terminara. Y como si alguien hubiese escuchado sus lamentos, la luz apareció frente a ella…Estiro su mano y…
Respiró jadeante.
Tosió.
Su garganta buscaba aire desesperadamente.
Y entonces, sus sentidos fueron prendiendo uno a uno. Su olfato fue el primero en regresar, sintió el aroma a jazmines de su madre, el pino de su padre y… Carbón. Lo siguiente que sintió fue un jalón de cabello, un jadeo que reconoció como suyo y sus mejillas mojadas. Oh, estaba llorando en el mundo real también. Su vista fue lo último en volver y deseó cerrar sus ojos con todas sus fuerzas, pero era demasiado tarde, no podía volver hacia atrás.
Y luego escuchó…
— Tú — Alguien, jaló mucho más de sus cabellos, hasta enfocar su vista en su padre. Santísima mierda — Me entregarás a tu hija, si quieres que viva, será mi esclava y unificarás los reinos. — Su padre, ¿era su padre? Su rostro estaba totalmente descompuesto, tenia los ojos rojos, sus marcas totalmente marcadas y estaba segura de que se atravesaría las palmas de las manos si seguía ejerciendo esa cantidad fuerza. Sus nudillos estaban completamente visibles y blancos. Sus dientes estaban a la vista y estaban encastrados de tal forma, que sintió que eran impenetrables.
En dos simples palabras, estaba sufriendo. Y mucho. En sus veinte cortas primaveras, jamás lo había visto de esa manera. Y ella era la responsable. Al carajo.
—Ha- Házlo…— su voz salió áspera. Esto debía acabar y ella se aseguraría de ponerle fin. No sabía para qué quería convertirla en su esclava y estaba segura que sus intenciones no eran para nada inocentes, pero ella daría todo por su familia, por salvarlos, por rescatarlos, para que su padre nunca, pero nunca tuviera que volver a hacer esa expresión. No quería voltear a ver a su madre, porque ese... ese sería su fin. — Házlo, papá…— supliqué en llanto, lo miré a los ojos. Estaba hablando completamente en serio. Sus ojos saltaron de sus cuencas, toda su expresión se transformó en algo desquicial, bestial. Por primera vez, mi padre, me asustó.
—¡¿Pero qué mierdas estas diciendo, Mitzuki?! — El alarido de Senshimaru le hizo dar un respingo ¿dónde demonios estaba? Era un maldito entrometido, no podía girar a verlo para fulminarlo con la poca dignidad que le quedaba. —¡Cierra la maldita boca! — ¿¡Es que no lo entiendes? ¡Maldita sea, es la única solución en la que ustedes se salvan!¡Imbécil! —¡Entiendo tu furia, pero no me parece una razón para semejante ataque! ¡Es una idiotez! — ¿Eh? Así que si tiene una razón…Una idiota al pare..
—Está enamorado de Sesshomaru— ¿Qué? Su mente ya era un caos y estaba embotada, pero definitivamente eso la dejo en blanco… ¿para que la quería a ella entonces, si pateaba para el otro equipo? Esperen… ¿Estaba enamorado de su padre? En serio… ¡De su padre! Esto era el colmo ¡De mi padre, maldito enfermo! Sus celos la comían, ¡su papá era de su mamá y de ella, de nadie más! — Él mismo asesinó a su hermana para que no se lo quitaran, aunque lo hace ver como si fuera su culpa…Y su gran amor, se desposó con una humana, simplemente, enloqueció—Un rugido estalló por la estancia y el ajetreo de cuerpos moverse por la estancia fue lo único que pudo distinguir mientras trataba de digerir la noticia…Lo siguiente que recuerdo fue ver a través de un enorme hueco en la pared.
Luna llena.
Oh, oh. Esto no es bueno.
x-x-x-x-x
Todo pasó en microsegundos, Irasue desgarrando el brazo del enemigo, Sesshomaru atrapando a mitad de la caída a su hija y cubriéndola, los hanyous transformándose en humanos.
La habitación se había sumido en un silencio espectral, la tensión había subido niveles insospechados y lo único que cortaba ese pesado ambiente era el incesante jadeo de Hisoka, junto con sus gemidos. Se notaba que le había dolido. Nadie emitía palabra, no porque no las hubiera, es que simplemente todo había pasado demasiado rápido para que sus mentes pudieran procesar el momento que estaban viviendo. Irasue mantenía sus garras en el cuello del Lord del Este, por si este intentaba alguna jugarreta, su brazo estaba unos metros más allá, enfrente de ella, al costado de Sesshomaru, quien intentaba por todos los medios, apaciguar el sollozo desconsolado de su hija.
Mitzuki no dejaba de llorar, al fin había acabado y no podía estar más cansada, feliz, pero demasiado cansada. Sus dolores corporales se habían multiplicado por mil al volver a ser humana y ahora sentía en plena conciencia su muñeca quebrada, sus costillas…Dioses benditos. De todas maneras, algo no cuadraba, faltaba alguien en la habitación. Como si de una lamparilla se tratara, levantó la cabeza, lo poco que su padre dejaba moverla, y buscó frenética en la habitación. Algo se le estaba escapando, tantos periodos de posesión la habían dejado grogui y que estuviera en pleno estado humano, tampoco ayudaba mucho.
Senshimaru y Hiroshi se habían visto liberados por los tentáculos, al igual que sus primos. Todos estaban jadeantes, con sudor corriendo por sus frentes y sus brazos. ¿Había terminado? Parecía que así era. Miró a su hermano y ambos sonrieron, con todos sus dientes.
— Qué humano tan feo — le susurró Senshimaru a Hiroshi, una risita cansada salió de entre sus labios.
— Imbécil — Fue su respuesta. Después de todo, al quedar ambos en estado humano, eran prácticamente una odisea saber quien era quien, hasta su madre tenía malos momentos al tratar de identificarlos en luna nueva. De pequeños habían hecho mil y una travesuras a su pobre madre. Todo terminaba cuando aparecía su padre, no podían engañar a su extremadamente desarrollado olfato.
Kagome había extendido una mano hacia Izayoi, esta salió de su trance y la miró, le preguntaba con la mirada si estaba bien, como respuesta global asintió. Y sin pensarlo mucho abrazó a su madre. Inuyasha había ayudado a levantar a sus hijos y antes de que pudieran omitir comentario o siquiera acomodarse la ropa, ya los tenia entre sus brazos, apretándolos muy cerca de su pecho. Hacia tiempo que no sentía esa ansiedad de no poder proteger a su familia. No quería imaginarse lo que estaba sintiendo y lo que había sentido Sesshomaru en todo este lapso… Bueno, podría llegar a hacerse una idea y no quiso seguir inmiscuyendo en eso, simplemente dejó ir el pensamiento y se concentró en disfrutar a sus hijos. Levantó la vista y observó a su esposa y a su hija, ellas estaban bien. Su corazón se calmaría por completo cuando los tuviera a todos juntos. Sus hijos respondieron a su abrazo con fuerza. Él sonrió de costado.
Sesshomaru aún mantenía a Mitzuki entre sus brazos.
Rin fue la primera en reaccionar, levantándose para correr hasta su hija. El filo de una espada apareció en su rango de visión, el olor a carne asada y chamuscada la invadió por completo. Era un olor nauseabundo, irritante. La presión en su cuello creció. Esto no podía estar pasando.
— Nadie se moverá hasta que yo lo diga — Exclamó altivo. Rin abrió sus ojos, reconociendo la voz. Esto no puede estar pasando, imposible. Observó la situación en la que se encontraba su Lord y observó a la Inuyokai con desdén. Su barbilla la señaló, totalmente arrogante. — Suéltalo— Irause lo observó. Sus facciones estaban cinceladas en piedra, pero en sus ojos había un completo desprecio hacia el idiota que se presentaba ante ellos. Claramente no tenía más nada que perder. La espada apretó más el cuello de Rin — Si prefieres que tu hijo tenga una esposa sin cabeza a mi me da igual — El aura de Sesshomaru se descontroló, sus hijos estaban a tres pasos de ese grandísimo idiota, pero, otra vez, se hallaban incapacitados para actuar. Era increíblemente frustrante y ya estaba harto de que se repitieran una y otra vez las mismas situaciones. Y claramente, sus contrincantes eran unos cobardes con la inteligencia suficiente para no atacarlo directamente, aunque sus consecuencias iban a ser, por mucho…Las peores. Sesshomaru observó a su madre. Ella soltó al tengu de un empujón, haciendo que este cayera de bruces al piso, jadeando todavía del dolor por su brazo perdido.
— Te tardaste…Kentaro —Escupió el Lord, tratando de recuperar el aliento, se levantó lento y dificultosamente. El general simplemente levanto los hombros en respuesta. Se giró para ver de frente a Sesshomaru, este coloco su cuerpo como escudo para su hija y lo miró con todo el poderío, la arrogancia e indiferencia que poseía. Los labios del Lord del Este se convirtieron en una fina línea, tensa, tirante. A veces, la indiferencia es peor que el odio.
Con pasos parsimoniosos se acercó hasta estar de frente a él. Cada músculo de su cuerpo parecía estar hecho de una masa compacta, impenetrable. Las facciones de todos estaban congeladas, expectantes de lo que ocurriría. De pronto, se hacía difícil respirar y el aire se atoraba en los pulmones, las palmas sudaban y los dientes se encastraban. Esto debe tener un fin, ya.
— No contaste toda la historia — susurró Hisoka. Irasue lo observó, viendo como su mirada se mantenía atento a Sesshomaru y como este, no retrocedía ante su mirada. Su hijo expedía peligro por cada poro de su piel, estaba segura de que cualquier animal aéreo que estuviera a mil kilómetros de la redonda lo había sentido y había huido en dirección contraria. Extraño era que el ave y el toro aún se quedaran, conociendo de lo que era capaz. Estaba dispuesto a matarlo en ese instante y sabía que, si el hechizo llevaba tanto tiempo en consumarse, deshacerse de él, no iba a ser tan sencillo como simplemente destruir la pulsera. Estaba casi segura de que tenían otro As bajo la manga. Suspiró molesta.
— Yukiko fue rechazada frente a todo el pueblo…Eso es cierto — comentó. Todos estaban escuchando atentos. —Y yo estaba feliz— giró sobre sus talones y observó a todos los presentes. Sesshomaru mantenía atento su mirada en él, vigilante, su mano se posó en Bakusaiga, sintió los puños de su hija aferrarse a su kimono. — Me habías llamado la atención desde que entraste al palacio para las reuniones de compromiso — camino por la estancia, acercándose al lugar donde estaba su brazo, Inuyasha lo tomó antes que él. Su mirada se congeló en él y sintió un escalofrío descender por su espalda. No soltaría ese asqueroso brazo por nada en el mundo. El Lord revoloteo sus ojos y volvió a Sesshomaru — No es un secreto mis tendencias en mis parejas, después de todo, no es mal visto en el mundo yōkai — volvió a caminar frenando sus pasos frente a Irasue — Mi hermana me reprendió mucho cuando dije que te quería para mí — se rió desquiciadamente y levanto su único brazo bueno hacia Sesshomaru — Pero tuuuu — se acercó con una rapidez vertiginosa hasta quedar frente a frente — tu volviste una noche a los aposentos de mi hermana, dime…¿Te acostaste con ella? — Los puños en su espalda apretaron más su ropa, sentía la mirada de todos sobre él. Su nuca empezó a picar, sus manos comenzaron a arder. Iba a golpearlo si no se callaba de una maldita vez. El silencio se extendió y comprendió que tenía que responder.
— No lo hice — seco, conciso, real. El alarido ahogado de Hisoka junto con un puño siendo estrellado contra la pared fue suficiente para que todos dieran un respingo.
— ¡No mientas! ¡¿Crees que soy idiota?! ¡¿Crees que no reconozco el olor a apareamiento?! ¡Tu hembra despide ese hedor! — gritó. Un gruñido bajo salió del pecho del Lord, se estaba pasando.
— No fui yo el que se acostó con tu hermana — escupió entre dientes. Hisoka detuvo su movimiento y lo observó, totalmente impactado.
— ¿Qué dices? — lo miraba consternado. Sesshomaru suspiró.
— Ella me llamó por la noche… Tenia que pedirme un favor — Guardaría lo que le pidió para más tarde. Sentía la mirada de su esposa sobre él y jamás le había pesado o quemado tanto su mirada, sabia que no lo juzgaría, pero era conocedor de los celos de su esposa. Suspiró antes de continuar, otro tema más del cual ocuparse — Cuando llegué, ella se despedía de su amante…Allí lo tienes — La tensión acumulada en su mandíbula era suficiente para romper el filo de sus dos espadas juntas. Lord Hisoka giró de lleno ante Kentaro. El seguía manteniendo una mirada imperturbable, pero sus nudillos se habían puesto blancos, su respiración ya no estaba tan tranquila. No hizo falta las palabras.
— Es cierto, pero él no fue la única noche que estuvo allí… ¿o no, Milord? — dijo sarcástico. Sus ojos miraban con sorna y odio a Sesshomaru. Este tomó una respiración profunda, esto iba a ser difícil.
— No, en total, he ido allí unas 4 noches.
— Seshh…—El susurro de su esposa murió en cuanto Kentaro apretó la espada contra su cuello, haciéndola sangrar. Sesshomaru avanzó un paso y sin pensarlo demasiado, desenvainó su espada. Hisoka chasqueó los dedos. Mitzuki reapareció al lado del él, totalmente sorprendida y antes de mediar palabra, el Lord encajó un fuerte puñetazo en la boca de su estómago.
El aire se le atoró, sus manos se dirigieron hacia la zona de impacto y sus rodillas cedieron…Dolió. Dolió muchísimo.
— No va a haber más amenazas — habló claro, serio y rotundo. Su pie se dirigió hacia el costado de la princesa y un chasquido junto a un jadeo resonó en la instancia. — Guarda tu maldita katana— siseó, mirando con odio y locura a Sesshomaru. Tardó en reaccionar, sus manos temblaban, sus dientes ya estaban crecidos, sentía que su cuerpo lo estaba quemando vivo, el veneno en sus garras estaba listo… Hisoka tomo de los cabellos a su hija, levantándola y mostrándole su rostro, el dolor surcaba sus facciones, hacia fuerza para no derramar lágrimas. La guardó con lentitud, con temblor en sus manos, se rasguñó en el proceso. Irasue observaba en silencio… Ese era el último truco que tenían guardado. Habían planeado todo, tan detalladamente, que los tenían atados de pies y manos. Varios gruñidos molestos se escucharon por la estancia. Se podía sentir que la situación se estaba caldeando.
Hisoka mantenía a Mitzuki a su lado, tirando de sus cabellos, jadeante y adolorida. Observó con detenimiento al Lord del Oeste, se notaba a leguas que en cualquier momento estallaría. Debemos ganar si o si, si perdemos…Nos tortura por siglos. Sonrió lánguidamente.
— Este es mi último regalo — mencionó, irónico. — Como verán, la pulsera, no fue destruida — caminó unos cuantos pasos arrastrando a Mitzuki por el lugar— si no se destruye, sigue unida a mí, después de todo, el hechizo requiere mucho de ambas partes — observó a todos los presentes y se detuvo frente al ventanal, que ella se convirtiera en humana, rebajaba el efecto, si la destruían ahora, estaban perdidos, pero ellos no tenían por qué saberlo…— de mi sangre y sus cabellos, hasta que esa pulsera no se extinga — sonrió abiertamente, sádico y desquiciado — ella seguirá bajo mi yugo.
Fue como una sentencia. No había manera de luchar contra eso, era imposible. Irasue observó la luna y luego el brazo el hanyou tenia en su poder. Debe haber un hueco, debe haberlo. Hisoka siguió caminando por la estancia hasta frenar frente a Rin, ella lo miró, altiva. El sonrió.
— De todas maneras… ¿Qué fue lo que te pidió?
— Nada que tu merezcas saber — Sesshomaru estaba jugando con fuego, pero necesitaba otra explosión del tengu para poder arrebatarle a su hija y liquidarlo de una sola vez. De la pulsera y Kentaro se encargarían después, no creía que el general fuera lo suficientemente rápido para lograrlo.
Una risa estridente se escuchó por todo el lugar, el agarre en los cabellos de Mitzuki se aumentó y giró abruptamente, observándolo.
El olor a sangre de su hija le llegó un poco más tarde, el grito de sorpresa de su esposa, y el jadeo de los demás presentes solo fueron cayendo lentamente, como si estuviera debajo de un gran estanque, sin poder procesar del todo lo que estaba viendo. La espada de Hisoka, había atravesado de lado a lado el estomago de su hija. La sangre fluía a borbotones y no aguantó más. Se transformó al mismo tiempo que un cuervo gigante aparecía contra él.
Todo pasó muy rápido, el grito de Kentaro, el jadeo de Rin. Y la lucha encarnizada entre Sesshomaru y Hisoka.
Mitzuki sentía que se iba, que se dejaba ir…Su conciencia era cada vez menor, los pequeños focos en su mente que la mantenían despierta se iban apagando…Uno por uno. Sintió unos brazos que la tomaron con rapidez, se sintió mullida, cálida, y en el vestigio de conciencia que le quedaba observó hacia su salvador.
Gentokka…-x-x-x-
Gentokka se había zafado de los fastidiosos tengus en la enfermería cuando se dirigió a toda prisa hacia el olor de Mitzuki, encontrándose con toda esta escena. Se mantuvo oculto para actuar en el momento preciso y fue cuando el desquiciado de Hisoka se atrevió a levantar su katana y estalló la catombe, que decidió actuar.
Liberó a la Lady noqueando a Kentaro y corrió con todas sus fuerzas hasta el lugar donde estaba Mitzuki, rápidamente corto un trozo de tela de su traje y lo colocó en la herida de punta a punta que tenía en el estómago, era bastante profunda. Un temblor se apoderó de sus manos mientras hacia presión para frenar el sangrado, sintió a la Lady hacer lo mismo, hecha un mar de lagrimas y a los príncipes correr hacia fuera gritando por el médico real. Su temblor aumentó al ver que Mitzuki lo observaba y cerraba sus ojos. No, no,no,no…
Kagome se arrodillo con fuerza al costado de su sobrina, tocó el hombro de Rin y ella con llanto vigoroso y temblor en todo su cuerpo la observó profundamente. No había necesidad de palabras. Pero el general estaba bastante en shock. Tocó sus manos y este la miró acongojado.
— ¿Me dejas mirarla? — susurró lento y suave como en cualquier caso de accidente en la aldea cuando se hablaba con un familiar, pero esta era su sobrina y la situación no era un simple accidente, la sensación en la boca de su estomago aumentó. Lentamente retiro sus manos, dejando ver la gravedad de la herida. Kagome tragó seco. Observó a Rin y luego al general.
— Debemos llevarla de inmediato a la enfermería…
— ¡Ya esta libre el camino! — El grito de Hiroshi resonó en la estancia. Senshimaru estaba en la puerta, armado hasta los dientes mientras Hiroshi amordazaba y amarraba muy bien a Kentaro y lo arrastraba fuera del complejo. Gentokka no lo pensó dos veces y la alzó en vilo, girándose hacia la salida.
—¡Espera! — Kagome lo alcanzo en tres zancadas, se rasgó su kimono y colocó nuevas vendas — llévala despacio y haz presión, de lo contrario… Sus órganos—la voz se le quebró. Y el silencio pareció fulminante en el lugar. Como toda respuesta, el asintió y desapareció por la puerta junto a Kagome, Izayoi, Senshimaru y Hiroshi.
Rin se viró para ver la situación de su esposo…La lucha seguía encarnizada, destrozando cada cosa a su paso. Irasue estaba observando y calculando algo, mientras que Inuyasha buscaba alguna abertura para entrar junto con sus dos hijos.
Entonces lo vió. Sus pulmones se llenaron con anticipación.
—¡Inuyasha! — su gritó desconcertó a todos, incluso a los lores que frenaron la lucha —¡Destruye la pulsera ahora! — Inuyasha la miró dubitativo.
—¡ Pero…
—¡Solo obsérvala y destrúyela! —Rin se sintió un poco indignada. No pondría en riesgo la vida de su hija si no estaba segura de lo que hacía. Hisoka intentó escapar hacia Inuyasha, pero Sesshomaru lo retuvo.
Hijo de su gran madre cuerva
La pulsera tenía brillo, pero era uno débil, casi inexistente, no era ni de chiste el halo fantasmagórico que tenía al principio y sin dudarlo ni un segundo al son de que Hisoka volviá a ser humano, Inuyasha partió en dos la pulsera.
—¡NOOOOO! — Sesshomaru tomó del cuello al Lord del Este y lo retuvo, haciéndolo arrodillar. Estaba usando todo su autocontrol para no degollarlo vivo en ese mismo instante. De la pulsera se desprendió una especia de polvo negruzco verdoso con diferentes brillos, para luego ir perdiendo poco a poco su brillo.
Todo había acabado.
Ya eran libres.
—¿Por qué? — o eso creían. El Lord del Este la observó sin una pisca de compasión. Rin estaba frente a él con la mirada más seria y despectiva que cabía en su pequeño cuerpo. Sesshomaru terminaría su historia por él, para que no quedaran dudas con su esposa, ni darle la oportunidad de mentir al tengu.
— Ha enloquecido en todos estos años, su reino ha decaído y sobrevive gracias a lo que hizo su hermana. — fue Irasue quien lo aclaró. — Yukiko le pidió a Sesshomaru que no desamparará a Hisoka y si podía considerar el desposarse con él. — Rin observó al tengu que parecía anodado.
—¡Eso no es cierto! Mi hermana lo estaba seduciendo cuando yo le dije que me gustaba, por eso la asesine y queme todooo nuestro maldito reino — hizo una pausa mientras sus ojos se cristalizaban… tal vez, entendiendo muchas situaciones— no, no puede ser. Si yo no te tenia, nadie debería tenerte y mucho menos…Procrear, no, no, ella no quería ayudarme— Hisoka empezó a reírse como desquiciado. Claramente no estaba dentro de sus cabales.
— Guardias— la voz de Sesshomaru fue clara. Mientras estos aparecían Hisoka reveló su última razón y fue de todas, la más asquerosa.
— Tu hija podría engendrar uno igual a vos— El puño de Sesshomaru se estrello con fuerza contra la mejilla de Hisoka. Rin lo tomó de la manga, dispuesta a calmarlo y a calmar sus nauseas. Los guardias aparecieron y se lo llevaron fuera de la habitación.
Rin se refugió en el pecho de un Sesshomaru consternado y asqueado, pero aliviado.
Ya todo terminó y su familia estaba a salvo.
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Tanto tiempo, disculpen la demora! Me gradué en la facultad y estuvo a pleno con eso! Pero ya volví, ya solo queda el epílogo!
Las saludo con mucho cariño, Yumi.
