"From the sky, I look down upon. There is no need to be lonely anymore.
Strongly, powerfully, wake me up. Use the desire as fuel to burn my heart.

Faraway from the earth a shining planet. If you raise your head up, notes, songs and sounds would walk through you slowly.

...Just like a shooting star."

1.0.

Sabía lo que debía hacer.

.

.

.

Primero Destruye

.

.

.

Todo.

Él mismo desapareció.

Oscuridad.

Nada más.

Su conciencia flotaba a la deriva perdida en un vacío perpetuo.

El pasado no importaba.

El dolor no existía.

.

.

.

Luego crea

Una luz en la lejanía le obligó a regresar. Una luz solitaria en aquel mar de tinieblas. Una luz difusa que, poco a poco, fue tomando forma.

Algo en la distancia llamó su atención. Podía distinguir siluetas en ella. Parecían dos personas. Un chico y una chica. Estaban... bailando.

El sonido de la música, tintineo de copas y gente conversando llegó de golpe a sus oídos. Su consciencia aterrizó con brusquedad en aquel lugar remoto, tomando por fin el control de su cuerpo. Durante unas milésimas de segundo observó mareado cuanto le rodeaba. Luego volvió la vista a esas dos personas y pudo reconocerlas, moviéndose en la distancia al ritmo de la música.
Eran perfectos.

Una voz familiar le sacó de su ensimismamiento. El corazón le dio un vuelco y se giró para comprobar que no eran imaginaciones suyas; que era su voz y no la de otra persona.

No lo eran.

Allí estaba ella.

Marinette, de pie, a su lado, luciendo un vestido de coctel de color rojo intenso que hacía juego con sus mejillas encendidas.
Aguardaba expectante, con un brillo esperanzador en sus asombrosos ojos azules, mientras sujetaba con fuerza un pequeño vaso que contenía una bebida blanquecina.

Adrien la observó con los ojos bien abiertos, incapaz de hablar o reaccionar. Sólo podía mirarla.

Contuvo la respiración.

No era un fantasma. Era ella de verdad. Ella en la noche de la fiesta.
¿Era aquello posible? ¿Había vuelto atrás en el tiempo? ¿Era ese el poder de ambos miraculous combinados?
No. No era eso. Él había hecho aquello. Lo había querido así. Había formulado un único deseo con todas sus fuerzas y este le había sido concedido. Se había propuesto destruir todos los errores que le habían llevado a ese fatídico final y rectificarlos. Todo en una misma acción.

Tragó saliva. El corazón le palpitó frenético.

Marinette estaba preciosa. Más bonita que nunca. Casi había olvidado lo atractiva que estaba aquella noche. Habían pasado muchas cosas desde entonces. Recordaba que no había podido quitarle el ojo de encima; que había tenido que evocar su amor por Ladybug en muchos momentos para hacer la vista a un lado. Pero ahora conocía la verdad. Ladybug y Marinette eran la misma persona. Ahora tenía aún más motivos para no dejar de mirarla; para no separarse de ella.
Quería abrazarla, besarla, repetirle una y otra vez lo mucho que sentía todo el daño que había ocasionado. Sin embargo, por la actitud que ella presentaba, dedujo que esa segunda oportunidad que se le había concedido implicaba haber borrado los recuerdos de la chica, todo lo vivido en los últimos días, todo lo sucedido tras ese preciso instante que estaban compartiendo. El momento de su primer gran error.

"Primero destruye. Luego crea... Algo diferente."

Marinette seguía mirándole, esperando por algo. Sí, le había oído hablar. ¿Pero qué era lo que había dicho?

A Adrien le costó un infierno poder centrarse únicamente en aquel momento, olvidándose de todo lo demás. De todo lo que sus ojos habían contemplado en los últimos minutos: Destrucción y muerte. Le resultaba casi imposible mantener a raya el impulso por lanzarse, estrecharla finalmente en sus brazos y sentirla con vida. Tardó varios segundos en poder reaccionar.

-Perdona, me he distraído. ¿Decías algo?

Marinette parpadeó confusa y sus mejillas se incendiaron incluso más, si es que eso era posible. Adrien pudo leer en su rostro que no era esa la respuesta que esperaba, y tuvo miedo de haberla fastidiado otra vez. No podía permitirlo. Tenía que evitar a toda costa que Marinette se marchara de su lado.

A la chica le temblaron las manos y apretó un poco más el vaso que sujetaba.

Tomó aire.

Adrien aguantó la respiración.

-Sí, te preguntaba si quieres bailar. -concluyó ella.

"¡Ah! ¡Es cierto! ¡Era eso!" -se sorprendió el otro.

Se sintió tan aliviado al oírla, que sus labios se curvaron ligeramente hacia arriba y no pudo evitar dejar escapar una pequeña risa.

Marinete frunció el ceño, no sabiendo cómo interpretar aquella reacción y luego bajó su mirada, avergonzada. Pero para su sorpresa, Adrien le tomó de las manos y le quitó el vaso que llevaba, para dejarlo sobre la mesa.

-Vamos. -le instó él, sin soltarla.

La chica le observó sorprendida con un brillo de absoluta felicidad en sus ojos.

-¿De verdad? -sonrió encantada.

Adrien le devolvió la sonrisa y asintió.
Entrelazó sus dedos con los de ella y tiró de su mano en dirección a la pista de baile. No pensaba soltarla. Nunca más. Había roto la maldición.

Atravesaron el gran salón, no pasando desapercibidos para muchos ojos que se volvieron curiosos hacia ellos.
Sin dejar de mirarla, Adrien posó una de sus manos en la cintura de la joven y la atrajo hacia él con suavidad.

Marinette se humedeció los labios, intentando aplacar su nerviosismo. Podía sentir el cuerpo de Adrien pegado al suyo, su calor. Aquel mínimo contacto se le antojaba como la mejor de las caricias. Estaba temblando de emoción. Aún con todo fue capaz de apoyar la mano que le quedaba libre sobre el hombro del chico. La dejó allí inmóvil, rígida, como si la tela de la chaqueta del joven pudiera quemarla si la desviaba un sólo milímetro. Miles de mariposas parecían aletear a la vez en su estómago.

-¿Estás bien, Marinette? - preguntó él, empleando un tono que denotaba preocupación. Había comenzando a guiarla al ritmo de la música.

-S...sí. -contestó a duras penas.

-Estás temblando. -advirtió.

-Estoy nerviosa. -confesó.

Adrien pudo ver en sus ojos que acababa de arrepentirse de que esas palabras hubiesen escapado de sus labios con semejante facilidad.

-¿Ayudo en algo si te digo que yo también lo estoy? -le dijo él.

La chica le miró incrédula y ahogó una risa.

-¿En serio? Tu corazón no parece estar apunto de abandonarte. El mío está dando tantos tumbos que a lo mejor se me sale del pecho y huye en dirección a casa. -Marinette se mordió la lengua y un color incluso más intenso afloró en sus mejillas. -pero... ¿qué estoy diciendo? -se horrorizó en voz baja.

-No, por favor... Que se quede donde está. -le pidió él. -No puedes imaginarte lo que me ha costado poder recuperarlo.

-¿Eh?

-N..Nada. No es nada...

-¿El qué? -quiso saber. -¿De qué hablas?

Adrien chasqueó la lengua.

-¿Sabes eso que dicen sobre los gatos? ¿Que tienen siete vidas?

Marinette frunció el ceño, sin comprender a qué venía aquello.

-Creo que acabo de gastar una. -continuó. -Pero ha valido la pena.

Aproximó una de sus manos al rostro de la joven y le apartó un mechón de pelo, colocándoselo tras la oreja. Ella abrió los ojos de par en par, no pudiendo creer que aquello le estuviera pasando a ella. Adrien prolongó esta caricia hasta llegar al lóbulo, donde Marinette tenía puesto el pendiente. Uno circular de color rojo. Sonrió satisfecho y no pudo evitar darle un ligero toque al miraculous, aliviado por que lo tuviera de vuelta.

-¿Qué... qué haces? -le cortó esta, poniéndose a la defensiva.

-Perdona.

Adrien apartó la mano, cohibido.

Había estado apunto de perder el control. Le resultaba extremadamente difícil ignorar el hecho de que ella fuese Ladybug; de saber con toda seguridad que estaba enamorada de él, y continuar comportándose como el Adrien a quien ella creía conocer. Después de todo lo que habían pasado, que únicamente él fuera conocedor de sus secretos era una tortura.

No pudo soportarlo más.

-Marinette... -comenzó entonces, notando que le fallaba la voz al pronunciar su nombre. El corazón le latía desbocado, podía escucharlo palpitando en sus oídos, preparándose para lo que estaba apunto de preguntarle. - ¿Me dejarías... besarte?

La chica abrió los ojos de par en par, incrédula.

-¿Qué? -balbuceó.

Tenía que haber oído mal. Se lo había imaginado, seguro.

Sin embargo, este le observaba con tanta intensidad y decisión que empezó a creer en que no había sido así; que las intenciones de Adrien eran precisamente las de las palabras que había escuchado.
Algo había cambiado en él. Había una determinación en sus ojos que nunca antes había visto. El brillo confiado de su mirada no parecía suyo... sino de otra persona.
En ese momento, sucedió algo que la joven no esperaba. Algo verdaderamente terrible. En lugar de rendirse a lo que su corazón llevaba tantos meses anhelando, otro rostro muy diferente al de Adrien cruzó por su mente y un miedo atroz se apoderó de ella.

Las rodillas le fallaron y Adrien tuvo que sujetarla con fuerza para que no se viniera abajo.

-¿Estás bien? -inquirió él.

Aquella no era la reacción que esperaba.

La chica se apartó de su lado, respirando con dificultad. Negó repetidas veces con la cabeza.

-¿Marinette? ¿Qué pasa?

-Lo siento, Adrien. -se disculpó, retrocediendo. -Yo... Yo... Necesito tomar el aire. -dijo apresurada. Dio media vuelta y se fue a toda prisa para el horror del otro.

Acababa de volver a hacerlo. Había vuelto a pasar.
Marinette había vuelto a abandonarle. ¡De la misma forma! No... ¡Era aún peor!
De nuevo Adrien Agreste la había fastidiado. Pero, ¿Por qué? ¿No se suponía que iba a decirle que estaba enamorada de él? Sintió como la ansiedad lo devoraba por dentro una vez más. El miedo por perderla se hizo cada vez más latente. Entonces, sin perder ni un segundo más salió tras ella.

Marinette atravesó el gran salón perdiéndose entre la multitud e ignorando a Adrien que la llamaba repetidas veces por su nombre. Pasó junto a Alya y Nino, que bailaban animados. Ninguno de los dos se fijó en ella. Menos en la agitación de su rostro contraído por el miedo. Finalmente pudo atravesar la puerta que daba a la salida y el frío aire nocturno la envolvió, sofocando su malestar.

Cuando por fin se vio sola, lanzó un gritó de frustración a la noche y se llevó una mano al pecho, donde su corazón latía precipitado.
Estaba ardiendo. Toda ella.

-¿Marinette, estás bien? -escuchó la voz de Tikki que le llamaba desde su bolso. -¿Qué sucede? ¡Adrien iba a besarte! ¿Qué ha pasado?¿No era eso lo que querías?

La chica se volvió hacia su kwami con los ojos abiertos de puro pánico.

-Es que... -comenzó, hecha un manojo de nervios. -yo... Sí... pero... mi... él...

-¿Qué ocurre? Tranquilízate, Marinette. Habla despacio.

La chica esbozó una mueca y se mordió el labio confundida. Negó varias veces con la cabeza y caminó de un lado a otro hasta que finalmente pudo hablar.

-¡Ese estúpido gato apareció en mi mente! -exclamó, completamente ida.

-¿Eh? -preguntó sin entender. -¿Qué gato? ¿Te refieres a Chat Noir?

-¡Sí! -confesó azorada, llevándose las manos a la cabeza. -Adrien me miró de esa forma tan... tan... ¡Él! No sé por qué, pensé en Chat Noir... y... y no pude besarle. ¡Ay, Tikki! ¡¿Qué me pasa?! ¡Acabo de rechazar un beso de Adrien por su culpa! No es posible que me guste. -gritó sofocada. -¿Verdad? Dime que no puede gustarme. Dime que es sólo una coincidencia causada por los nervios.

-Bueno... ¿y por qué crees que te puede gustar? -prosiguió la kwami.

-¡No lo sé! Tal vez... tuve miedo de perderle si besaba a Adrien. Como si fuera a engañarle o algo así. -habló atropellada. -Lo cual no tiene ningún sentido... Porque no es que me guste de esa forma. ¿O sí?

-¿Marinette?

La voz de Adrien la sorprendió por la espada, interrumpiendo la conversación que tenía con su diminuta amiga.
Esta se quedó helada, inmóvil.

El chico caminó lentamente hasta donde ella estaba. Parecía preocupado y arrepentido. Volvía a ver en él al Adrien Agreste del que se había enamorado en una tarde de lluvia, a la salida de la escuela. Y aunque por un lado su corazón le decía que pertenecía sin lugar a dudas a la persona que tenía delante, por otro muy diferente quería sucumbir al que era su compañero de batalla; que como todo buen felino se había abierto paso en su corazón tan cauto y sigiloso, que no había notado su presencia hasta ser demasiado tarde. No estaba segura de querer permitirlo. Eso implicaba tener que olvidar a Adrien y no quería hacerlo. Pero... ¿Cómo dividirse en dos?

-Perdóname, por favor. -fue lo primero que le dijo este. -Creo que he vuelto a estropearlo todo.

Adrien iba a añadir algo más, pero se fijó entonces en la expresión y la pose de Marinette, con el bolso abierto, tal y como si la hubiese pillado infraganti haciendo algo indebido. Frunció el ceño extrañado, recordando que la había escuchado alborotar.

-¿Va todo bien? -quiso saber. -¿Qué estabas haciendo?

La chica dirigió una mirada fugaz al lugar donde se escondía su kwami.

-Nada.. Sólo... Hablaba con mi bolso. -resolvió demasiado rápido, sonando tan estúpida como parecía. Sonrió, o más bien lo intentó, y cerró este con un sonoro "clac".

"Genial, ahora Adrien pensará que estoy mal de la cabeza." -se dijo esta. -"No sólo le rechazo un beso, sino que además me pilla actuando como una lunática. ¿Podría ser peor? Tierra trágame."

El chico reparó en el bolso, luego miró a Marinette y sonrió en comprensión.

-Ah, así que es eso. -asintió. -Si lo necesitas, os dejo más tiempo hablando a solas.

Sí, era peor. Para colmo se reía de ella.

-Sé que he sonado como una loca, pero no lo estoy. -dijo algo molesta. -Es sólo que...

-No me pareces una loca, Marinette. -aseguró este. -Yo también hablo con mi bolsa de clase bastante a menudo. Hoy no la llevo, así que hablo con el interior de mi chaqueta.

La chica se cruzó de brazos y le fulminó con la mirada.

-No tiene gracia, ¿vale? Sólo estaba nerviosa. -sentenció. - Han sido los nervios.

-Lo digo en serio. -continuó el otro, sin maldad. -La mayoría de las veces sólo me habla para meterse conmigo, insultarme, decirme que me odia o pedirme queso. Sobre todo lo último. Pero en el fondo me tiene cariño y nos llevamos bien. -sonrió.

Casi sin darse cuenta, la chica curvó ligeramente los labios en una sonrisa, devolviéndole el gesto. Después de todo Adrien era un buen chico que prefería reírse con los demás y no de ellos. Tenía un don natural para conseguirle dar la vuelta al asunto, restándole importancia, haciendo que la situación se volviera menos incómoda.

-¿Y bien? ¿Puedo preguntar de qué hablabais tú y tu bolso? -preguntó. -¿O mejor no saberlo?

Esta suspiró largo y profundo y se sentó en las escaleras del edificio, pensativa. Por un lado quería contárselo todo, por otro no. Durante unos segundos no dijo nada. Así que Adrien se sentó junto a ella y aguardó paciente por su respuesta.

-Es que... -comenzó.

-¿Qué?

Marinette enrojeció hasta las orejas antes de poder hablar.

-Me gustas. -admitió finalmente, con la vista clavada en el suelo. -Desde hace tiempo.

El corazón de Adrien comenzó a palpitar frenético y un ligero rubor apareció también en sus mejillas. Lo había dicho. Por fin lo había dicho.

-No hay nada malo en eso, que yo sepa. -sonrió complacido.

-¿No? -inquirió ella, mirándole directamente. Estaba apunto de rendirse nuevamente a esa sonrisa, cuando la imagen de Chat Noir volvió a asaltarla. Un terrible pesar se instaló en su corazón. -Es que... Cuando me preguntaste si podías besarme... -negó con la cabeza. - ... me acordé de otra persona.

El rostro de Adrien se ensombreció, nublado por la preocupación.

Marinette se llevó las manos a la cabeza y enterró su rostro entre los brazos. Una mezcla entre desasosiego y vergüenza se estaba apoderando de ella poco a poco.

-¡Estoy tan confundida! No sé qué me pasa.

-¿Otra persona? -inquirió Adrien en un susurro, recordando todo lo vivido en los últimos días.

Todavía tenía el pulso acelerado, palpitándole en los oídos. Los nervios le impedían respirar con normalidad. Tomó una buena bocanada de aire antes de continuar:

-Te refieres a... ¿Chat Noir? -terminó a media voz.

Marinette se volvió hacia él no creyéndose lo que acababa de escuchar. No era posible. Que Adrien acabase de pronunciar la identidad de su compañero carecía de todo sentido, de toda lógica. Sin embargo había acertado.

Lo miró con los ojos abiertos de par en par, incapaz de salir de su asombro.

-¿...Qué? -musitó atemorizada.

-Es por él, ¿verdad? -adivinó Adrien con una amplia sonrisa.

La joven, incapaz de decir nada, tragó saliva.

-Tiene sentido. -prosiguió este. -Me pasó lo mismo. Creí estar sólo enamorado de Ladybug hasta que descubrí que tú y ella sois la misma persona. Un corazón no puede dividirse en dos, ¿verdad?

Marinette abrió la boca de par en par en una mueca de profundo horror. Miles de pensamientos cruzaron por su mente en un sólo segundo: Adrien había descubierto su identidad. No sabía cómo podía ser posible, ni cuándo, ni de qué modo, pero lo había hecho. Eso no era bueno. Nada bueno. Luego, ¿acababa de confesar que le gustaba Ladybug? ¿Y qué demonios había querido decir con eso de...?

Algo terrorífico interrumpió sus quebraderos de cabeza, volviéndolos incluso más preocupantes.

Al principio creyó que se trataba de un fantasma y estuvo apunto de gritar. Un ser siniestro y oscuro emergió del cuello de la chaqueta de su compañero de clase, y flotó a toda velocidad por encima de sus cabezas.

-¡No aguanto más! -exclamó el ser, tapándose los oídos. -¡Mira que llegas a ser empalagoso! Una palabra más del estilo y te prometo que vomitaré, ¡Y no será una bola de pelo! -amenazó a su compañero.

-Ah, sí...este es Plagg. -les presentó Adrien, a disgusto.

La chica lo contempló aturdida, analizando su apariencia. Más que a un fantasma, se asemejaba a un diminuto gato de ojos verdes, grosero y parlanchín... ¡Un kwami!

-No... es... posible. -balbuceó, señalando al kwami, a Adrien y a su anillo en alternancia. -¡Tú eres... eres...!

Marinette ahogó un grito.

-¡Chat Noir! ¿Sorprendida? -terminó el kwami por ella. -No deberías. Dicen que los artistas tienen una gran imaginación. Pero vosotros dos tenéis la mente atrofiada. -le dijo con malicia. -Por cierto Lady, ¿Dónde guardas a Tikki?

El bolso de Marinette se abrió al momento y esta asomó su pequeña cabecita.

-Hola Plagg. -saludó, sin más. -No deberías haber hecho eso. Va contra las normas.

-¡Al cuerno con las normas! ¡Me tienen harto! ¿Tienes idea de todo lo que he tenido que hacer en estas últimas horas? Con lo que cansa combinar poderes. Estoy que desfallezco y el idiota de aquí sólo me alimenta con sus tonterías amorosas.

-No seas quejica. Es nuestro trabajo. -le reprochó la otra. -Si duermes y no alborotas se te pasará.

-Anda, vamos. -le dijo, flotando hacia esta para luego tirar de su diminuta manita. -Ya he tenido suficiente.

-¿Qué haces? No podemos alejarnos. -le espetó, preocupada.

-Sólo un par de metros. Para no tener que oírlos.

Tikki le lanzó una divertida mirada a Marinette y le guiñó el ojo en gesto de complicidad, antes de alejarse con el kwami del gato.

La joven, que todavía no había conseguido reaccionar del todo ante tantos descubrimientos, se giró hacia Adrien algo cohibida. El chico permanecía a su lado con los nervios a flor de piel. Temeroso de que, ahora que Marinette conocía buena parte de la verdad, pudiera rechazarle. Por un momento sus ojos se encontraron, luego él fijo la vista al suelo, bastante abochornado.

-Eras tú. -logró hablar ella. -Todo este tiempo. ¡Eras tú!

-Sí. -confesó él con timidez.

Un incómodo y largo silencio se hizo entre los dos.

-Marinette...

-¿hmm?

-¿Todavía te gusto? -alcanzó a preguntar, preocupado.

Las mejillas de la joven enrojecieron al momento.

No dijo nada.

-¿Cómo lo descubriste? -quiso saber ella, refiriéndose a su identidad. No parecía molesta, pero sí había acusación en su tono de voz.

Adrien no contestó. Su expresión cambió al instante por una más seria y triste. Marinette se dio cuenta y supo que, pese a todo, el descubrimiento no había sido intencionado, como hubiera podido parecerle. Si no que tenía un trasfondo mucho más complejo y doloroso.

-No quiero hablar de eso... todavía. -murmuró compungido. -Perdóname. -agregó, con un brillo acuoso en la mirada.

La chica esbozó una media sonrisa. Buscó su mano y entrelazó sus dedos con los suyos, para sorpresa de él.

-Está bien. -sonrió. -Gato tonto.

Adrien le devolvió la sonrisa, cómplice. Estrechó con algo más de fuerza su mano. Mucho más pequeña que la suya.

-¿Quieres volver a entrar y bailar conmigo, My Lady? -pronunció de la misma forma en la que sólo Chat Noir sabía hacerlo. - Sea cual sea tu decisión, no pienso dejarte sola en toda la noche.

Marinette dejó escapar una risa antes de perderse en los ojos de su compañero.

Y justo en ese preciso instante, el mismo en el que una mariposa oscura debió de haber cruzado el cielo nocturno, los dos se besaron.


FIN

Este es el final. No pidáis más de aquí. Un escritor tiene que saber cuándo ponerle el punto final a su historia y este es el momento. En unos minutos voy a añadirle el cartelito de "Complete" a la historia y se me saltarán las lagrimitas.

Este capítulo... es una estafa, ¿verdad? UXD Pensé que leyendo este último o bien te encanta la historia o la detestas con toda tu alma. Pero realmente esto es lo que se me ocurrió en un principio. Incluidas las ñoñerías. Aunque he de decir que soy más Plagg que otra cosa. ¿A vosotros qué os ha parecido? ¿Os ha gustado? ¿Os esperabais esto? (Sé que algunos sí, pero no quise daros la razón) ¿Os habéis sentido timados con el final? ¿Tenéis ganas de vomitar y no precisamente bolas de pelo?

Ha sido un placer leer vuestros comentarios a lo largo de todo el Fanfic. Gracias a todos vosotros hemos llegado hasta aquí, y me gustaría poder seguir leyendo vuestras impresiones en mis próximas andaduras por el fandom. Tengo pensados dos Oneshot y un Longfic :) Que llegarán... pronto, pronto.

Pase lo que pase, sabed que sois los mejores. ¡Os quiero! :D
Feliz día de la rosa y el libro!