Hola a todos :D

Vengo trayendo una pequeña historia de varios capítulos con una pareja nueva para mí y pues, me estoy aventurando xP Ojalá sea de su agrado *cruza los dedos*

Éste fic va dedicado a Ficker D.A.T., de quién he tomado el reto con la siguiente consigna:

Pairing: Yamakari (pueden interferir todos los otros personajes, a decisión propia del autor)

Características: Hikari es la elegida de la luz. Pero tengo la teoría (implantada en mí por el fic de Angelique, a quien le debo reviews a lo loco) de que es más acertado definirla como equilibrio. Desvarío. Lo que me importa de eso es que los equilibrios son difíciles de mantener, y fluctúan de tanto en tanto. ¿A qué viene todo esto? Hikari cae a un pozo en esa fluctuación. El porqué, decisión del autor, puede que incluso no esté explícito en la historia. Eso sí, tiene que caer al extremo. Ya estuvo en su época más 'luminosa', ahora toca su contrapartida. Lo peor, nadie lo nota, porque en esa vorágine ella aprendió a aparentar. Pero se va mucho a 'dormir a lo de amigas'. Nadie sospecha de nada. De a poco (no es necesario que aparezca todo esto, pero es el back-up en base al cual pido la historia) empieza a caer a peores. Hasta que se encuentra con drogas. Medio 'inocentonas' por así decir primero, cada vez peores y más adictivas. Un fin de semana, en el que ella decide 'irse a la playa', también con amigas, cae a un concierto, totalmente pasada. Ahí tiene un encuentro inesperado. Yamato fue al mismo lugar. Él no está pasado por así decirlo, pero tampoco está en sus cabales completos. A partir de ese encuentro, puede pasar cualquier cosa. ¿Ambos salen adelante? ¿Se hunden todavía más? ¿Confiesan o lo mantienen como su secreto? Su relación al principio debe ser superficial, lo que pase más adelante, si evoluciona o no, lo decide quien tome el reto.

Género: Drama. Si quieren otro más, adelante. El único que pido esta vez no es Humor.


Disclaimer: Ni Digimon o sus personajes me pertenece.

Summary: Había una delgada línea entre la luz y la oscuridad y un equilibrio que, muchas veces, es difícil de conseguir. Caer hacia la oscuridad resulta sencillo para ella; salir de ésta es lo que supone un reto y el único que podría lograrlo está acostumbrado a las sombras. Dedicado a Ficker D.A.T. :D


Capítulo 1:

«Chica Niebla»

¿Cómo percibir la oscuridad…, cuando ella era tan silenciosa, tan cautelosa…? Sólo se debía a una cuestión de segundos cuando la luz se atenuara y con un parpadeo, todo se volviese negro. Amortiguas la velocidad en la celeridad del andar por miedo a la ceguera y sin percibirlo, la quietud te apodera, absorbe, como si de brea fuese.

Sí..., así se sentía.

―No te preocupes, hermano ―Había dicho con su característica tranquilidad, consiguiendo que detrás de la línea Taichi suspirara cansino―; el proyecto para el semestre me tomará más tiempo de lo previsto. Me quedaré unas noches más por aquí.

Entiendo ―Dijo su hermano, rendido ante la idea de que su hermana menor seguirá sin volver a casa―. Ey, si necesitas algo, no dudes en pedírmelo.

Sonrió aunque su hermano no pueda verla. Había un tono balsámico en sus palabras, porque ella no dudaba en que él acudiría a ella, de pedírselo. El problema estaba en que no quería.

―Lo sé, gracias ―Miró a su alrededor cuando sus pies llegaron a la parada de ómnibus―. Debo colgar…; debemos tomar un bus de regreso a la casa de mi compañera.

Claro, cuídate ―Hikari respondió igual y colgó la llamada, mirando a su lado donde no había más que un asiento vacío.

La idea de mentirle a su hermano le resultaba imposible los primeros meses, pero con el tiempo, lo que inició como una necesidad, se hizo costumbre. Mentir y fingir era una de ellas.

El ómnibus se detuvo delante de ella y sus puertas le fueron abiertas. Se puso en pie para abordarlo, aunque la dirección que la llevaría no era la casa de aquella compañera que le había dicho a Taichi. Con los auriculares puestos, se dejó conducir hacia el lugar al que solía acudir últimamente.


Las ruedas del vehículo público chillaron al detenerse y la brisa de la noche la golpeó cuando la puerta se abrió, dejándole frente a la misma calle en penumbras que la saludaba todas las noches.

Las personas caminaban a su alrededor, todas enfrascadas en su vida, en sus problemas, mientras ella sólo podía avanzar como agua entre todos, acostumbrada a aquella sensación de saberse invisible.

Uno de los tantos errores de Tokio, como la de las demás grandes ciudades, era el tiempo; todos y cada uno con una vida cronometrada que no hacía más que avanzar…, todos y cada uno metidos en una cinta automática en la que sólo los hace correr a una dirección y ni siquiera saben el por qué.

Se sintió engreída con tales pensamientos, pero aquella era una de las razones por las que había detenido sus pasos y frenarse ante esa fluctuación descontrolada.

La vibración de su teléfono móvil le había anunciado la llegada de un mensaje. Tomó el móvil casi con necesidad y una pequeña sonrisa se torció en sus finos labios. Guardó de regreso el aparato y sus pasos se aceleraron con dirección al sitio que aparecía en el mensaje.

«Bodega Mitsuguri»


Vio la iluminación de la bodega mencionada; siempre que él le escribía era para denominarle un lugar nuevo al cual acudir. «Era necesario moverse con sutileza en éste tipo de negocios» solía decir él. Con cada lugar nuevo, su cuerpo se había acostumbrado a reaccionar de cierta manera. Sus pasos se aceleraron un poco más hasta llegar al callejón donde se encontraría la entrada disimulada al que acudía y donde estaba la cura para su alma.

Tocó la puerta y la rendija en ésta se corrió para dejar entrever un par de ojos oscuros, escudriñando a la recién llegada. Sólo bastó un segundo para que volvieran a cerrar la rendija, oyendo seguidamente al seguro quitarse y permitiendo que la puerta metálica se abriera, enseñando una luz opaca que le indicaba el camino a seguir.

Le sonrió al hombre que la recibió y en silencio caminó por donde ya sabía, sintiéndose más a gusto allí que en cualquier otro lugar, por más que la sensaciones de desolación y abandono que las paredes corridas, restos de basura (cigarrillos, comida, algunas ropas) y personas embriagadas en ellas mismas, le brindaban.

Dobló a la derecha y se llevó la mano a la perilla de la primera puerta, la abrió y una capa de humo golpeó su rostro, metiéndose a su interior con un suspiro.

―¡Ey, Hika-chan! ―La voz tras el humo la guio hasta una mesa redonda donde cinco hombres yacían sentados alrededor de ésta, con cigarros de hierba entre sus dedos como cartas de póker; varias mujeres se paseaban entre ellos, con ropa diminuta y algunas con senos al aire. Los movimientos se veían lentos y supo que la fiesta dio inicio sin ella―. Siempre es un placer verte, hermosa.

Sonrió al hombre que no era muy mayor a ella, con su cabello rubio y sus ojos celestes brillantes, volcándose en ella.

―El placer es mutuo, Wall ―Lo vio sonreír y enseguida se puso de pie para ir a ella, olvidándose de los otros cuatro hombres.

Wallace Borton acudió a la recién llegada, extendiendo sus brazos hacia ella, rodeándola y apresándola. Se había acostumbrado a sentir su cuerpo, su aroma. Se dejó abrazar y recibió un beso en los labios con la gracia que lo caracterizaba.

―No pude esperar a entregarte esto, linda ―susurró al sacar de los bolsillos de sus pantalones, una pequeña bolsita con un polvo blanco en ella.

Los ojos de Hikari se iluminaron y él sonrió al ser dueño de esa felicidad.

―¿Cuánto te debo?

―Una noche en mi cama ―Le susurró contra su oído, enviándole esas descargas de energía que erizaban su piel. Sonrió y lo miró a los ojos.

―Duermo contigo, Wallace ―Le respondió ella con su sonrojo en las mejillas.

―Pero te vas con el alba, Hikari… Eres más escurridiza que la niebla, mujer. A veces creo que no te tengo para mí…

Nadie podía tenerla, en realidad; irónicamente, ni ella misma podía. Sonrió y se acercó a los labios del rubio para depositar en ellos, un tierno beso. Su relación con Wallace Borton era tanto comercial como romántica, con una lógica que sólo a ellos les funcionaba, porque estaban seguros que entre tanta podredumbre, lo suyo era real.

―Te espero en tu apartamento entonces ―Susurró Hikari con sutileza, casi sin despegar sus labios de los de Wallace y consiguiendo que su aliento, lo emocionara más que todas las mujeres en aquella sala.

Se retiró de allí entonces, feliz por dos motivos: uno, porque ya tenía lo que había ido a buscar…; dos, esa noche podría disfrutar de los dos únicos vicios que la hacían sentirse un poco más viva.


Inhaló profundamente y exhaló un suspiro que sólo externalizó el placer que sentía en esos momentos. Esa descarga de energía y de paz entremezcladas era lo que la había congregado fuera de esa monótona vida que llevaba, circulando un camino que ni siquiera sabía si era el suyo y actuando como si de un autómata fuera, esperando poder ganarse la aprobación de desconocidos.

Era en ese cuarto oscuro, con pocos muebles, una cama deshecha, un sofá viejo y droga a montón, donde ella congregó sus últimos meses de vida y se cimentó junto al hombre que le hizo desconectarse de aquella realidad ficticia que se autoimpuso.

Dejó caer la cabeza contra el respaldo del sofá y su sonrisa no podía sino crecer, al igual que sus pupilas. Miraba el techo con virutas de colores y su respiración se tornó más apacible.

Sintió los labios de Wallace contra su cuello y una pequeña risita salió de ella. Cerró los ojos, sintiendo los besos del hombre en su piel, mientras las manos de éste iban desabotonando su camisa.

―Me gusta verte así…, libre ―Susurró contra la piel de su esternón, cuando la camisa yacía completamente abierta. Los labios de Wallace plasmaron más palabras contra la tierna piel de sus senos, pero ella ya estaba demasiado lejos como para entenderlo.

Se abrazó a él cuando Wallace se puso encima y ambos cayeron en el sofá, donde su espalda era el soporte de ambos cuerpos que iban camino a quedarse sin ropa.

La celeridad de sus latidos iban en aumento y su voz se oía cada vez más aguda, con cada caricia, con cada mordida, con cada rasguño. Aunque dijera que le gustaba acostarse con el Borton, la cocaína se la arrebataba para hacerle ella el amor, mientras él sólo era poseedor de su cuerpo.

Gemidos, sudor, movimientos erráticos era una de las tantas cosas que ella había aprendido con él; sabía que hacer el amor era muy distinto a tener sexo y pues, poco ya le interesaba esa diferencia mientras estaba drogada. Sólo se dejaba abandonar en aquella emoción carnal mientras su mente yacía a años luz de distancia.

Entonces amanecía, ella se daba una ducha, juntaba sus cosas y se marchaba.

Con Wallace a prendió en carne la diferencia entre una despedida y un «hasta la siguiente noche», como también a marcharse del cuarto que la vio intimar como si saliera de un centro comercial.

Cuando la oscuridad te absorbe, no lo hace de inmediato. Ella es como un sedante que de a poco va nublando tus funciones hasta que te das cuenta que no ves nada, no sientes nada y hasta a veces ni siquiera eres consciente que ya te ha engullido hasta los pies.

Caminaba con los primeros rayos de sol encima suyo, camino al trabajo que consiguió para costear sus estudios y en un principio, cumplía esa función, hasta que todo dejó de parecerle correcto y se aventó al vacío sin fondo conocido en busca de algo que le dijera qué debía hacer.

Llegó hasta la panadería donde trabajaba y la saludó una sonriente Miyako, quien tenía la tarea de barrer la recepción.

―Hikari, llegas temprano ―Saludó la de lentes. La castaña sonrió a su saludo y se quitó la mochila del hombro para ir hasta el mostrador.

―Me levanté temprano ―Apremió con sencillez, depositando sus cosas en el mostrador―, después de todo, Yuri me ha cubierto el turno el otro día.

―Sabes que lo haría sin problema, después de todo tenías que estudiar para tu examen. ¿Cómo te ha ido, a todo esto? ―Preguntó, acercándose a ella.

Hikari sólo bastó un parpadeo para responder.

―Espero que bien; aún no nos dan la nota ―Mintió y se le daba muy bien; tenía una sonrisa muy convincente que se erigía por más destruida que se pudiese sentir por dentro.

―Pues estoy segura que aprobarás ―Dijo camino a dejar los utensilios de limpieza en su respectivo lugar― ¡Oh, por cierto, Mimi me ha dado unas entradas para un concierto mañana! ¿Te gustaría ir?

Hikari, que estaba inmersa en hacer la contabilidad del día anterior, miró a su amiga cuando ésta se posicionó delante suyo.

―¿Me escuchas?

―Lo lamento. ¿Decías algo?

―¿Segura que duermes bien? Pareces muy ida ―Hikari rio por lo bajo, intentando no mostrarse nerviosa. Si Miyako supiera cuan veraces eran sus palabras―; te decía que Mimi me regaló entradas para un concierto mañana.

―¿De verdad? ¿Quién tocará?

―Una amiga suya; ¿recuerdas a Ruki Makino? Pues ella ―Hikari sólo asintió a sus palabras y recibió las entradas que le hizo entrega su amiga―. Será en la playa Odaiba.

―Suena divertido ―Y lo era. Quería hacer algo diferente e ir a la playa no sonaba tan mal.

―¡Perfecto! Le diré que iremos.

La llegada de algunas personas las interrumpió para que cada una cumpliera su papel en la panadería.


―…Y es por eso que no podré ir a casa, hermano ―Comentó Hikari tras la línea. Comenzaba a sentirse un poco mal por estar postergando su retorno a casa.

Si me dices que estarás con Mimi y Miyako, me quedo más tranquilo.

Hikari rió un poco.

―¿Cuándo te has vuelto papá?

Él también rio tras la línea.

Comienzo a asustarme de mí mismo ―Ella sostuvo un poco más su sonrisa, extrañando a su hermano, aunque haya pasado algunos días fuera de casa―. Escucha, estaré fuera de la ciudad por una reunión del trabajo; puedes marcarme al móvil.

―Lo sé ―Tragó un poco con dificultad―. ¿Cómo están papá y mamá?

Preguntan por ti, como siempre ―Él rio un poco por lo bajo―. Están hartos de mí, así que vete armando una buena excusa, Hikari.

―Gracias por eso.

Ey, soy tu hermano favorito, ¿o no?

―Eres el único.

Esa es mi chica ―Ella rio y miró a sus espaldas, donde Miyako seguía atendiendo a unos clientes más. Faltaba poco para cambiar el turno y cuando ella debía marcharse a su estudio de arte; o mejor dicho, a fingir que lo hacía.

―Bien, te llamo luego.

Claro; cuídate.

Observó un momento la pantalla de su teléfono y pensó en su hermano mayor. No quería hacerle daño, pero sabía que su distancia lo hacía de una manera indirecta; no sólo a él.

Quizá ella estaba pidiéndole demasiado a todos.

Quizá nadie se percató de ella porque era una excelente farsante.

Quizá nadie sospechaba sus verdaderas intenciones, por eso todos actuaban con normalidad frente a ella.

Ella no parecía ser notada por nadie, no era comprendida como un problema y por ende, pasaban de largo.

Amaba a su hermano, amaba a sus padres, pero ellos no notaban lo que ella estaba tratando de gritar…; pero si era justa, ni siquiera ella lo sabía.


¡Ey, un poco de drama y droga no hacen mal, ¿no?! xD

Espero que les haya gustado este primer capítulo. Trataré de subir la continuación en unos días.

Sin nada más que decir, me despido :3

Beso a todos~