Maya XIII
Miró su reloj una vez más. Las ocho y un minuto. El partido ya habría comenzado oficialmente. La exposición también lo había hecho, por supuesto.
Maya llevaba en el MOMA desde las siete y cuarto. Tenían que colocar los cuadros en los sitios correspondientes y comprobar que tuviesen buena visibilidad. Les habían dicho que aunque no tuviesen que ir con sus mejores galas, se pusiesen elegantes. Esa era la razón por la que lucía un estúpido vestido negro con tirantes, por la que se había rizado el pelo con especial cuidado y por la que había tardado más de cinco minutos en maquillarse. Aun así decidió ponerse también la chaqueta de cuero que Shawn le había regalado. Cualquiera que la viese diría que era la Barbie motorista.
Se quedó al lado de sus obras bebiendo un refresco tranquilamente. Al contrario que los demás no tenía nadie a quien recibir. No había que hacer un drama de ello… al final había sido ella la que le había pedido a Riley que no viniese. Se preguntó si estaría en las gradas del campo de béisbol en aquellos momentos animando como una loca a Zay y a Lucas. ¡Seguro que sí!
Esperaba que ganaran el partido, realmente lo esperaba. Sabía lo mucho que Lucas necesitaba una subida de autoestima. Le resultaba cada vez más extraña la situación con Lucas, era como si algo en su relación se hubiese roto. Jamás pensó que pudiese pasar. Pero lo peor de todo seguía siendo a pesar de ello, que él no estaba bien. Constantemente se llamaba idiota a si misma por preocuparse antes porque él fuese feliz que porque lo fuese ella misma, pero no podía evitarlo. Era algo superior a ella.
No podía evitar pensar que parte de la razón por la que su relación había cambiado era porque más que enfadados estaban dolidos. Ella le había herido a él al sacar a relucir un pasado que aún no estaba preparado para afrontar y él la había herido a ella al abandonarla. Y la estúpida coincidencia de que el partido y la exposición coincidiesen no hacía más que aumentar la distancia entre ellos. Maya era consciente de que esa distancia podía hacerse más y más grande si lo seguían ignorando. No podía evitar sentirse como una mierda ante la idea de que su futuro no incluyese a Lucas: una cosa era no tener una relación romántica con él (cosa que daba por sentada) y otra muy distinta era no tener ninguna relación. Era como si cada día que pasaba Lucas cada vez estuviese más borroso, ya ni siquiera le llamaba Huckelberry.
Decidió que necesitaría algo más que un simple refresco de limón para aguantar aquella noche.
-¡A la mierda! –exclamó para sí acercándose a la mesa de bebidas y cogiendo una copa de vino disimuladamente.
Solamente había una persona que se había dado cuenta de aquel gesto. Una persona que se estaba acercando a ella en aquel momento.
-¿Menores bebiendo? ¡No sabía que las exposiciones oficiales de los museos permitiesen esto! –oyó cómo decía una voz conocida.
Maya fijó en él sus ojos azules y parpadeó varias veces para comprobar si era un sueño o la realidad.
-¿Qué haces tú aquí?
