¡Hola! Les traigo un nuevo fic para que se entretengan un poco más con las historias sobre esta pareja, hace tiempo me vino la idea, pero no había tenido el tiempo para escribirla, un día me decidí y salió esto, no pude soportar más no publicar y bueno… aquí está.
Sin más, aquí les dejo el capítulo…
Capítulo I: El encuentro
La fatiga del día era insoportable, el calor ardiente en el planeta rojo era hasta un extremo soportable, pero había días en lo que se elevaba unos cuantos grados haciendo el clima hostil. Las murallas del castillo se calentaban de a poco con el avance de la mañana, las paredes formadas por piedra oscura daban un aire imponente, frío por dentro y caluroso afuera, el grosor de las grandes paredes no permitía al calor entrometerse dentro de la fortaleza. El ajetreo había dado comienzo desde que los primeros rayos de sol tocaban la superficie del planeta, grupos de naves surcaban el cielo iniciando con eso las purgas de otras estrellas. Asesinar a la población, saquear y llevarse consigo todo lo valioso eran los pasos a seguir en una misión, todo se resumía en conquistar, expandir la lista de planetas que habían sido tomados por ellos, los seres despiadados sin corazón, asesinos natos interestelares con una reputación más que respetada, conocidos hasta el más recóndito sitio del universo.
-¡Uhhh! ¡Maldita sea!- exclamó la muchacha al sentir el filo de una navaja cortar su piel dolorosamente.
¿Qué sucede hija?- preguntó un señor que estaba cerca para ver la razón por la cual se quejó la chica. El anciano es el padre de la joven, llevan aproximadamente unos seis meses en el planeta de los salvaje como ella solía llamarlo, viviendo como animales en un calabozo que el Rey "gentilmente" había acondicionado para que lo usaran como laboratorio, en las plantas de arriba habían cuartos de laboratorios sofisticados donde solo trabajaban extraterrestre que llevaban muchos años sirviendo a los Saiyajin, ellos a pesar de estarles entregando al pie de la letra todo lo que les ordenaban y en tiempo record durante medio año, aun no se ganaban un puesto más arriba en su escala de confianza.
-No es nada papá, solo me corté.- confiesa levantándose del piso donde estaba arrodillada instalando unas piezas dentro de la nave que estaban construyendo antes de cortarse. De pronto unas gotas de sangre cayeron al piso en señal de que el sangrado aumentó, el hombre mayor se dirigió a ella para revisarla, tomó su mano y vio que la herida atravesaba toda la palma.
-Esto tiene que tratarlo un doctor Bulma.- dijo el científico Briefs aun examinando la herida.
-No, no iré a la enfermería.- contradijo, subir a hasta allá implicaba tener que atravesar los pasillos oscuros del castillo y más de una vez que tuvo que ir casi a la fuerza a recibir el material que se les entregaba para los trabajos encomendados, se ganó no solo una, sino casi todas las miradas devoradoras de los Saiyajin que se cruzaban con ella, eso le asqueaba de sobremanera y entre más los evitaba mejor. No le había comentado nada a su padre por no preocuparlo por cosas que no habían pasado a mayores, pero tampoco era ciega ni tonta, sabía que si algún día se encontraba sola con uno de esos salvajes asquerosos podían violarla sin piedad e incluso matarla, había escuchado los rumores de algunas sirvientas que llegaban a dejarle sus alimentos que muchas mujeres de diferentes razas morían en manos de esos sujetos, que eran despiadados incluso cuando poseían a las hembras, ella no quería ni iba a pasar por aquello, por eso prefería morir desangrada antes de ser profanada por uno de esos malditos.
-Tienes que hacerlo hija, estás perdiendo mucha sangre y esa herida puede infectarse en algún momento.- volvió a insistir su padre mientras iba a una de las mesas y tomaba un paño que luego lo puso en la palma de la peliazul para cubrir la herida.
-Papá.- lo llamó con desgano en su voz, sabía que su padre tenía razón y aunque no quisiera tendría que ir a curación.
-¿Si?- preguntó en tanto amarraba la tela alrededor de la mano blanquecina de la muchacha.
-Te quiero.- dijo sonriendo feliz para luego darle un abrazo y salir. Su padre era lo único que le quedaba en ese planeta, su madre murió durante el viaje de transporte en las naves Saiyajin hacia el planeta Vegita, no resistió la inanición de un poco menos de un mes por la que los hicieron pasar, su madre murió a los 15 días, con hambre, con sed, deshidrata…solo sobrevivieron aquellos que tenían buena resistencia y aguantaron los maltratos ocasionados por los Saiyajin y el hambre que tuvieron que soportar, su padre y ella no habían salido con vida de la situación por esa razón, cuando la peliazul vio muerta a su madre su decisión fue concisa, en un golpe de atrevimiento osó ofrecer los servicios de ella y de su padre a cambio de un poco de comida, no iba a permitir que él tuviera el mismo destino que su madre, si tan solo hubiera hablado antes su mamá estaría viva, de cierto modo se sentía culpable por lo ocurrido, lloraba a solas cuando podía, algo le decía que ella pudo evitar esa tragedia. Cuando los Saiyas escucharon su propuesta convinieron en aceptar y les entregaron un poco de comida hasta que arribaron en el planeta rojo, así es como desde hace medio año trabajaban para los salvajes.
Caminó a paso rápido sosteniendo su mano herida a través de las murallas que formaban los pasillos oscuros del palacio y subió por las escaleras una planta arriba de las mazmorras, un sujeto extraño de color verde le abrió la puerta del final de las gradas que daban a la primera planta. Apresuró el paso y ya podía ver al fondo una puerta blanca, era la única de ese color ya que todas eran de un negro plateado, había habitaciones de los dos lados, unas cuatro por cada sector y en el centro se encontraba la clínica. Pasó de lejos cada puerta y sin tocar antes se adentró al ala médica, sentía su corazón galopar a todo trote y su sangre ser bombeada con fuerza, se relajó al ver a al alienígena vestido con bata blanca… era el médico de turno.
¿Qué la trae por aquí señorita Bulma?- saludó alegre un sujeto con forma de pulpo color violeta, varias veces ella había llegado por uno o varios moretones ocasionados como siempre en su trabajo, sabía que su simpatía la hacía agradable para la mayoría de los seres con los que se había relacionado, además era mable, se mostraba alegre y es que aparte de todo eso era una chica atractiva, apenas tenía 14 años y su cuerpo comenzaba a desarrollarse, hace un año atrás fue que comenzó a menstruar, su madre muy alegre le ayudó a orientarla con todo lo relacionado a su periodo e incluso le había hablado sobre cómo protegerse cuando iniciara su actividad sexual, en su momento sintió mucha vergüenza pero agradecía ahora todo lo que le enseñó, no sabía que ahora ella ya no estaría para orientarla más, cada vez que la recordaba un nudo se formaba en su estómago y las lágrimas salían automáticamente, la culpa la golpeaba con remordimiento, ni tan siquiera pudo despedirse de su cuerpo, se había quedado dormida por el cansancio mientras viajaban a través del espacio, no sabía si era de día o de noche pero cuando despertó y quiso moverla la sintió fría, entró en pánico llamando la atención de los soldados Saiyajin y cuando estos fueron a revisar a la mujer dijeron que había muerto, sin tapujos la tomaron y la sacaron de la habitación donde permanecían todos los humanos que reclutaron como esclavos del planeta tierra, aunque ella hiciera un berrinche, pataleara y gritara sabía que no iba a obtener nada de esos sujetos, simplemente optó por llorar en silencio en el pecho de su padre que había despertado con el alboroto al ver que los Saiyas entraban y revisaban a su esposa, no lo soportó, lloró hasta quedarse muda, su progenitor la consolaba, de él no vio salir ni una lágrima, él si era fuerte. Extrañaba a su mamá enormemente, pero tener a su papá vivo junto a ella la reconfortaba grandemente y de él se sujetaba para poder superar cada día.
-Me corté con un objeto filoso.- dijo mostrando su palma al sujeto que se acerca a ella para examinarla, quitó la tela que la cubría y vio su herida desbordar mucha sangre.
-¡Oh! Bulma ven a sentarte.- ofreció prontamente llevándola a una camilla, le ayudó a subirse por el banquillo y la sentó ahí.- No te muevas, regreso en un momento.- dijo para luego desaparecer en un pequeño cuarto dentro de la habitación, en ese lugar había una puerta al fondo y otra a la derecha, curiosamente se pregunto que había en ella, es que donde el médico se metió sabía que se trataba de la bodega donde almacenaban los medicamentos e insumos necesarios ¿Pero y la otra?. Su duda desapareció cuando sintió las punzadas atacar su carne abierta y vio venir al doctor.
-Esto te va a doler tan solo un poco.- dijo absorbiendo la sangre de la peliazul con una gasa, la quitó y cuando estaba limpia sacó un aparato con forma ovalada que encendió, este emitió una luz parpadeante color lila y casi como si fuera magia, así lo catalogó la chica, su herida se fue cerrando hasta que su piel quedó como si nunca hubiera existido ahí una lesión. Elevó la mano sorprendida frente a sus ojos.
-¿Qué clase de magia es esto?- preguntó totalmente sorprendida.
El sujeto rio por lo bajo y se puso de pie guardando el objeto en una cajita.- No es magia Bulma, solo es tecnología proveniente de mi planeta.
-Pero nunca me habías curado de esta forma.- dijo aun en transe observando el lugar donde antes hubo un corte.
-Solo sirve para las heridas.- respondió tajante yendo nuevamente al pequeño cuarto donde guardó el aparatito volviendo en seguida.
-Te lo agradezco mucho.- dijo dedicándole una sonrisa, de un salto bajó de la camilla y se despidió con gesto de mano de su amigo, sí, el alíen había entablado cierta amistad con ella.
Salió nuevamente de la habitación y el frió se apoderó de su piel, se abrazó a sí misma y se encaminó a paso apresurado tal y como había llegado, bajó su cabeza sin voltear hacia ningún pasillo, por suerte era casi hora del almuerzo y todos debían estar dirigiéndose a los comedores. Recordó que había visto al Rey tan solo una vez, pero eso le bastó para saber que era un tipo cruel, si sus soldados lo era su gobernante debía ser peor ¿No? Así lo dedujo ella, era frío como el resto de esa raza, no era como los Reyes de su planeta, bondadoso y dispuesto ayudar a las personas de escasos recursos brindándoles protección y alimentos, no, este sujeto se portó errático cuando los soldados la llevaron ante él para informarle sobre lo que ella había asegurado en la nave, que era inteligente y los podía ayudar al progreso tecnológico de su planeta a cambio de alimentos. El monarca solo le indicó lo que tenía que hacer en siete palabras "por tu bien, no hagas nada estúpido", luego la sacaron casi a rastras del lugar y la llevaron con el jefe de los científicos para que él le informara las funciones que ella y su padre tenían que cumplir.
Sus días siempre eran iguales, trabajar desde las primeras horas de la mañana hasta casi la media noche, dormían poco con tal de demostrar ser eficientes y capaces de sacar el trabajo encomendado en poco tiempo, así se mantuvieron con vida durante esos seis meses y de ser posible así seguirían, de a poco ella y su papá se iban acomodando a los horarios de trabajo y les resultaba menos costoso cada pedido hecho por el jefe de laboratorio, desde que llegaron se llevaron bien con el tipo, era un ser raro de color verde, alto y serio pero demasiado factible a la hora de entablar una conversación con él, por lo menos no habían tenido ninguna clase de inconvenientes hasta el momento, su nombre era Piccoro.
La hora de la comida sinceramente era una de sus favoritas, compartía con su padre y se distraían un poco en sus conversaciones, desde que su madre murió no lo había hablado con él y no por su culpa, su padre siempre que mencionaba algo que tenía que ver con su mamá y aunque fuese indirectamente relacionado a ella, lo miraba bajar la cabeza y ponerse demasiado triste, así que mejor le evitaba hacerlo sufrir más de lo que ya él internamente soportaba, no necesitaban hablar de ello, la culpa la carcomía de cierta forma, no dejaba de pensar en que si tan solo hubiera ofrecido antes el trato a los Saiyajin su mamá estaría con ellos, intentaba no pensar en eso, sus labores le distraían en gran medida, sabía que su madre estaba en un lugar mejor y que su padre era de alguna forma feliz junto a su persona, sin él no habría tenido el valor para enfrentar a los soldados Saiyajin y jurarles que ella era una científica y que podía ayudarlos a crecer tecnológicamente. Lo único bueno en todo esto, era que durante esos meses de arduo trabajo había aprendido mucho de su progenitor, le encantaba seguir enriqueciéndose de todos los conocimientos necesarios para llegar a ser una científica tan exitosa como su papá o quizá algún día poder superar a su maestro.
Llegó al pie de las escaleras y el soldado que siempre vigilaba quien entraba y salía de los calabozos la dejó pasar sin problemas, había llegado a salvo y con su herida curada. Al entrar al calabozo- vivienda asignado miró a su padre sentado en un banco y recostado sobre sus brazos en una mesa, no creyó haberse tardado tanto tiempo, caminó hasta él y buscó una manta para taparlo, el clima era aun más frió bajo el subsuelo donde se encontraban, esa mazmorra que había sido su hogar desde hace seis largos meses.
Así pasó el tiempo, el estar ocupada hacía los días más cortos que de costumbre y la rutina ya no les parecía tan irritante como al principio, cerca de su celda había otras ocupadas por las esclavas del castillo, se llevaba bien con ellas, incluso más de alguna vez le pidió a una de ellas que le consiguiera ropa… lo más parecido a la terrícola, muy amablemente la mujer le obsequió varios conjuntos, no todo era malo, se sentía bien cuando compartía momentos con todo el personal en el mísero comedor asignado para los trabajadores en un rincón de las mazmorras. Un año después y con los avances que ellos supieron hacer en el planeta fueron "ascendidos" por el Rey, los trasladaron hacia la primera planta del castillo junto al jefe de los científicos, ahora estaban trabajando de la mano de Piccoro, todo iba mejorando para ellos, ya no tenía que comer prácticamente las sobras de comida fría que les deban cada día. Ahora se sentía más cómoda y se alegraba que su padre ya no tuviera que dormir en ese pedazo de camilla que era puros alambres solo cubierta por un cuero de algún animal desconocido. Tenía una cama "normal" y ella ya no podía pedir más, haría su vida en ese planeta, no habría de otra y conformarse era lo único que le quedaba. No tenía la libertad que deseaba, pero por lo menos ya no eran tratados como perros. Pasaron otros seis meses, concluyendo así año y medio, Bulma había cumplido sus 15 años mientras trabajaba, eso la desalentó un poco, recordó como celebrara sus anteriores cumpleaños junto a su familia y amigos en la tierra, comiendo pastel y todo era sonrisas, juntó fuerzas y siguió sin distraerse más de su labor, no tenía por qué atormentarse con eso cada día de su vida.
Pasaba el tiempo y la tecnología iba creciendo como la espuma, las naves eran más rápidas, los tanques de recuperación de los Saiyajin regeneraban sus cuerpos más eficazmente y en menos tiempo que los obsoletos que ellos tenían, habían renovado las cámaras de entrenamiento reforzando los muros con materiales altamente resistentes, entre otras mejoras, incluso el propio Piccoro le había comentado que ellos habían sido la ayuda principal para sacar adelante todo el trabajo estancado que tenía desde hace tiempo, él era el único que se reunía con el Rey para hablar sobre los proyecto futuros.
Era un día normal de trabajo, la peliazul estaba sentada frente a un gran mesón con muchas piezas minúsculas regadas por todas partes, era buena científica más no ordenada, siempre su padre la reprendía de forma cariñosa por ello, llevaba casi dos horas intentando perfeccionar un chip, con una lupa colgando frente a sus ojos y las pinzas en sus manos manipulando las piezas se encontraba cuando sintió una extraña sensación, se sintió observada y apartó la vista un momento, miró hacia atrás pero no vio a nadie, movió su cabeza de lado a lado en negación convenciéndose a sí misma que solo era su imaginación, seguramente el cansancio la estaba haciendo enloquecer, volvió a concentrarse en lo que hacía y otra vez, se sintió expuesta y dejando la pinzas en el mesón se giró completamente observando tras ella, nada, solo un técnico se encontraba ahí junto a su padre a unos cuatro metros, pero no, ellos no eran los que le provocaban esa sensación, resignada suspiró profundo y volvió a girarse frente a la mesa, tomó las pinzas y decidió seguir con su labor.
-¡Bulma!- la llamó Piccoro y de un respingo soltó las pinzas haciéndolas sonar estrepitosamente sobre la mesa metálica.
-¡Maldita sea! Vas a matarme de un susto.- chistó la chica llevándose una mano al pecho.
Piccoro la miró sin prestar mayor atención y sin tomarle importancia habló.- Necesito que vayas a la reunión que tengo con el Rey… ahora.- dijo sin moverse de postura tras ella.
Bulma pasó la mano por su frente para limpiar el sudor y se quedó mirando al sujeto pensativa-¿Qué?- preguntó anonadada.- El jefe de científicos es el encargado de eso.- agregó poniéndose de pie.
-Lo sé, pero yo estaré ocupado, el príncipe hace unas horas que regresó después de irse al espacio por un año.
-¿El príncipe?- interrogó insegura.- Nunca oí hablar de un Príncipe.- dijo poniendo sus manos en su cadera y ladeando el rostro en señal de confusión.
-Bueno, yo tengo que hablar con él y ponerlo al tanto de todo lo ocurrido con respecto a los proyectos, tú debes ir con el Rey.- indicó dándose la vuelta.- Ahora Bulma.- puntualizó al ver que la muchacha no se movía de su lugar.
Dio un pequeño sobresalto en su lugar y corrió tras el extraterrestre que salía a pasos ligeros del laboratorio.- Pero no sé nada Piccoro.- comentó siguiéndole el paso.
-Subes a la segunda planta por las escaleras del ala oeste, le dices al guardia que vas en mi nombre, representándome, y que te deje pasar, el Rey solo va a preguntarte sobre cómo vamos avanzando con los proyectos y si él tiene algo en mente sobre uno nuevo te lo hará saber.- explicó de manera rápida, se tuvo un momento y se giró para ver a la muchacha.- Se que puedes.
-Mejor manda a mi padre, él podrá con esos sujetos, ellos me ponen la piel de gallina con solo verlos.- dijo abrazándose a sí misma.
-¿La piel de qué?- preguntó no comprendiendo los dichos de la peliazul.
-Nada, yo me entiendo.- dijo elevando su vista y posándola en el sujeto que le ganaba por mucho en estatura.
-Tu padre se encarga de ensamblar las maquinas, tú haces los bocetos de las maquinas, sabes lo que yo sé, así que ve, el Rey se enojará conmigo sino apareces pronto.- La peliazul arqueó una ceja en señal de confusión.
-Le dije que irías tú.- atinó a decir.
-Pero… ¿Por qué no vas tú con el Rey y yo con el Príncipe? Tal vez me entienda mejor con alguien de menor edad.- dijo suponiendo que el hijo del monarca era joven, aunque no lo sabía, simplemente fue una idea loca de su cabeza.
Piccoro sonrió por lo bajo.- Si conocieras al Príncipe no opinarías lo mismo.- soltó conociendo él muy bien el temperamento del muchacho.
-¿Qué?- preguntó no comprendiendo.
-Nada, ya vete.
No quiso alegar más, suspiró resignada y se dio la vuelta sin mediar más palabras con el jefe de científicos. Caminó en dirección al ala oeste del castillo y tal como Piccoro lo dijo subió por las escaleras, el individuo que estaba vigilando la puerta no era una alienígena ¡Era un Saiyajin! Lo sabía con solo ver su cola enroscada a la cintura, su estómago se retorció y su cuerpo se tensó nerviosa, no veía uno hace mucho tiempo, por el área de los laboratorios no rondaban esos sujetos, el soldado la reconoció con sola verla, la había visto junto al científico verde un par de veces cuando vigilaba sigilosamente los pasillos cerca del laboratorio, su color de ojos y cabello no habían pasado desapercibidos para él, desde hacía varios meses que habían trasladado al anciano y a la mujer hacia el recinto principal donde se llevaban a cabo los proyectos y desde entonces su ojos habían recorrido sin tabú la anatomía de esa extraña criatura. No solo él había caído en los encantos de la terrícola, muchos de sus compañeros la vigilaban de cerca sin ser descubiertos por nadie del ala científica, todos se disputaban a la científica para ver quién la tomaría primero cuando se diera la oportunidad. Se les hacía una belleza exótica, ese color de cabello, sus ojos y su nívea piel…Ummm cuanto deseaba él estrujarla. Le dio paso abriendo la puerta y ella se adentro un poco dudosa, el lugar era quizá cinco veces más grande que el departamento de tecnología, caminó y observó el piso brillante en color negro, las paredes eran de un vino oscuro y los ventanales que se extendía desde el techo hasta el piso en una sola de las paredes estaban cubiertos por unas gigantescas cortinas verde musgo. Al fondo del pasillo miró una capa color roja, los hombros anchos y el pelo en punta hicieron recordar a la peliazul la ves en que vio al Rey Saiyajin, lo reconoció al instante y trotó por el enorme salón hasta llegar al sujeto.
-Rey.- dijo inclinándose, no era tonta, sabía que ese hombre el gobernante de ese planeta y estar frente a él era solo cuestión de suerte, pero de igual forma nadie quería estar en sus zapatos, el temperamento de esa raza sabía que era inestable, lo supo cuando miraba a los soldados cruzar unas pocas palabras mientras viajaban por el espacio hasta ese planeta. Sabía que se enojaban con poco y que si algo no les gustaba asesinaban sin piedad a cualquier ser vivo.
-Un minuto tarde.- se escuchó la voz grave resonar en todo el lugar, contuvo la respiración y grande fue su sorpresa al ver al Rey girarse para encararla.
Un momento, no recordaba al Rey tan joven ¿Sería porque se había quitado la barba y el bigote? Bueno, de todas formas se veía raro sin él, aun recordaba su espesa barba color rojiza canela adornar su rostro. Rio mentalmente a carcajadas, pero por fuera solo se limitó a curvar sus labios en una sonrisa.
-Lo siento.- dijo bajando la mirada sin dejar de sonreír.
-Así que… Tu eres la extraña criatura que ha puesto de cabeza a mis soldados.- soltó de repente posando sus ojos en ella, cuando ella elevó la vista lo observó serio, con sus brazos cruzados se miraba imponente, desprendía una fuerza que no supo explicar, por algo era el Rey Saiyajin, su porte daba honor a su título, aunque… no había comprendido lo que dijo.
-¿Disculpe?- preguntó confundida frunciendo sus delgadas cejas, su sonrisa se borró al instante en que lo escuchó hablar.
-Mis soldados tienen gusto excéntricos.- continuó hablando, bajó dos escalones que lo separaban de ella y cuando lo tuvo enfrente sus miradas se alinearon, el Rey Vegeta no era tan alto como lo creyó, era tan solo pocos centímetros más alto que ella.- Al igual que yo.- completó la frase caminando a su alrededor sonriendo complacido.
-No lo comprendo, Rey Vegeta.- habló la peliazul cuando él se posicionó nuevamente frente a ella.
-Para ser una científica eres bastante tonta.- indicó sin deshacer su postura.
Iba a decir algo cuando la puerta se abrió, la peliazul volteó hacia atrás y vio al sujeto idéntico al que tenía al frente, pero… ese si era tal y como lo recordaba, abrió sus ojos en sorpresa y cuando lo tuvo al frente simplemente se limitó a inclinarse en forma de saludo.
-Siento haberte hecho esperar, pero tenía otros asuntos que atender.- dijo el Rey caminando hasta sentarse en lo que parecía el trono, era un enorme sillón de roca liza blanquecina y los apoya brazos en color dorado.- Espero que mi hijo no te haya incomodado.- continuó hablando y entonces el golpe de la realidad la condujo a una deducción, el hombre con el acababa de confundir con el Rey era… era el… el Príncipe Saiyajin ¡Que ciega había sido! Claro… con razón se miraba tan joven a como lo recordaba.
-Príncipe, debo informarte junto a la científica Bulma sobre los avances tecnológicos que se han dado durante tu ausencia.- habló el monarca dirigiendo la vista a su retoño de 24 años.
Bulma recordó que Piccoro iba a reunirse con el Príncipe ¿La abría el engañado para que fuera en su nombre? Sintió su sangre subir a la cabeza, se sentía enojada… era claro que iba a reclamarle por enviarla hasta esos sujetos, y por mentirle.
-Dejemos eso para después.- dijo el joven Saiya sin apartar la vista de la humana frente a él.- ¿Qué ha pasado con mi harén?
La peliazul salió de sus anteriores pensamientos en cuanto oyó hablar al muchacho… ¿Qué había dicho el Príncipe? ¿A qué se refería con eso de harén?, se preguntó al escuchar esa palabra.
-Eso debemos hablarlo en privado Príncipe Vegeta.- aseveró el monarca agravando su voz en señal de disgusto.
Tienen el mismo nombre,pensó la peliazul asombrada no solo por ese descubrimiento, sino por el gran parecido entre ellos, el más joven solo era la copia nueva del viejo.
-No.- contrarrestó el joven.- Lo que voy decirte incluye a la terrícola.- dijo decidido viendo ahora a su padre.
Bulma lo vio fijamente al escuchar sus palabras ¿Qué pretendía ese sujeto?
-Habla.- dijo el Rey sabiendo bien que no se quitaría el joder del mocoso al insistirle hablar frente a la mujer científica.
-Quiero a la humana como mi esclava personal.- soltó sin tapujos.
Bulma se paralizó al escuchar eso, ¿Una qué? ¿Una… una… esclava?, se preguntó internamente ¡Ella era una científica no una esclava de ningún Príncipe!, había nacido para crear, no para hacerle la cama a un engreído alíen.
-Hijo.- habló despacio y buscando las palabras para hacerlo comprender que él necesitaba a esa mujer sirviéndole en el área tecnológica no muerta en la cama de su retoño como todas las otras esclavas sexuales que su hijo se cogía, porque supo al instante que ese era el objetivo de él… follarse a la terrícola.- Bulma me sirve más en los laboratorios que en tu cama.
-¡Que!- chilló la peliazul sin reservas al escuchar cómo la disputaban sin precepto como si de decidir sobre qué utilidad le darían a un objeto se tratara.
-¡Guarda silencio!- sentencio el menor saltando su vista de su padre a la chiquilla y luego nuevamente sobre el Rey.
-Es por eso que debemos hablar sobre los avances del planeta Príncipe Vegeta, la humana y su padre han levantado el planeta… la necesito con vida, sé cómo eres.- respondió manteniendo su postura calmada, sabía que si aceptaba entregarle a la científica iba a morir en manos de su hijo como las demás, una mujer Saiyajin podía soportar sus tratos porque su complextura era fornida, pero las mujeres extraterrestres eran demasiado finas… exiguas a su ver.
-No cambiarás de opinión ¿Cierto?- indicó el Príncipe Vegeta sin apartar la mirada rabiosa de su parte.
-Me conoces.- respondió y para cuando volteó a ver su hijo ya estaba saliendo por la puerta ¿En qué momento se había vuelto tan rápido? El entrenamiento por el espacio lo había hecho cambiar, no solo físicamente, sino que también se miraba más desarrollado, ya había alcanzado la mayoría de edad y era todo un hombre, pero seguía siendo un mocoso caprichoso, sabía que no desistiría de pedirle a la humana como esclava personal.
-No hagas caso a sus palabras.- dijo ahora dirigiéndose a la pálida muchacha.
-¡Es un cínico!- chilló la peliazul poniéndose completamente roja por la furia.
-No hables así de mi hijo… puede costarte la vida.- gruñó poniéndose más serio de lo habitual.
-Rey Vegeta… lo siento.- dijo disculpándose mientras agachaba la mirada.- Pero es descortés hablar sobre mí de esa manera.
El hombre sonrió de lado y observando a la chiquilla se puso de pie.- No tienes ni idea en lo que te acabas de meter humana.- confesó acercándose un poco.- Mi hijo no descansarás hasta conseguir lo que quiere.
Sintió su pecho encogerse, se percibió pequeña ante esos tipo dominantes ¿Qué quería en sí el Príncipe con ella? Menciono lo de esclava personal ¿Pero a que se refería con eso? ¿Qué incluiría ser su esclava? Sus ojos se humedecieron, era una humillación para ella que la trataran así, pero no iba a llorar y menos delante del Rey, absorbió literalmente sus lágrimas conteniéndolas dentro y levantó su rostro digno.
-Rey Vegeta.- lo llamó determinada…como era su personalidad.- ¿Podemos hacer un trato?
-Te gusta jugar con fuego científica.- respondió esbozando una sonrisa, podía darse la oportunidad de escucharla, de no haberlo hecho un año atrás su imperio no hubiera crecido tan rápidamente como lo ha hecho y Piccoro le había informado que la mente brillante tras las mejoras era la humana, que con ayuda de su padre habían conseguido lo que ningún otro había hecho a lo largo de los años.- Te escucho.
-¿El Príncipe pretende algo malo?- preguntó con miedo y duda mezclada, pero su subconsciente le gritaba que tenía que actuar y protegerse de él, cuando hablaba sobre ella con su padre lo pudo distinguir como un peligro para su ser, no iba a dejar que él cumpliera su objetivo, su sexto sentido la alertó, supo que no era nada bueno.
-Para él no… pero a ti te puede causar la muerte, eres débil y mi hijo no tiene tacto para tratar a sus esclavas sexuales.- respondió con total naturalidad que descompuso a la humana. La piel se le puso como hielo y su corazón latió con fuerza ¿Con que de eso se trataba? Apenas iba a cumplir 16 años en un par de meses ¡Aun era una niña maldita sea! El Príncipe había resultado ser todo menos eso. Trató de mantener sus nervios controlados y después de un silencio incómodo suspiró pesadamente antes de hablar.
-Mi trato es.- suspiró profundo otra vez, vaciló un instante y posó su mirada en el hombre.- Ofrezco ser el doble de lo eficiente que he sido hasta ahora a cambio de protección.
El Rey no pudo evitar reírse a carcajadas, podía notar la tensión en ella, entendía que temiera a su primogénito, incluso la reputación del muchacho no era nada buena, pero debía reconocer que la mujer era valiente ¿Proponerle un trato de ese estilo a él?...vaya...- Ni yo podría protegerte de mi hijo.- confesó dándole la espalda a la muchacha.
-No puedo seguir trabajando así, Rey usted conoce a su hijo y sé que sabe que si nadie interviene va a conseguir lo que quiere… no quiero morir.- habló desesperada tomando por la capa al Saiyajin al ver que se alejaba de ella, cuando él se giró lo soltó al instante.
-Por ser el doble de eficiente, podría tratar de persuadir al Príncipe.- comentó serio como meditando la situación.- Así que no te preocupes.- habló seguro, la peliazul le volvió el aire al cuerpo y se relajó un poco, con la protección del monarca sobre ella podía sentirse un poco más segura, pero de todas formas no iba a comentarle nada a su padre, no quería preocuparlo con el problema que había conseguido menguar con su trato, aunque sabía que tenía que esforzarse más de lo que lo hacía, pero ella era Bulma Briefs, todo le era posible.
El Rey Vegeta no volvió a hablar sobre el tema con su hijo, pero sabía que algún momento el Príncipe iba a insistir, mientras no le dijera nada todo estaba bien… o eso es lo que él pensaba. Después de la "reunión" caminó rápidamente ignorando al guardia, fue hasta donde Piccoro que lo encontró en tanto entró al laboratorio, furiosa le reclamó y él le explicó que el Rey decidió el mismo hablar con su hijo sobre los avances, que se lo había hecho saber en cuanto él ingresó a la habitación designada para la reunión y que no tenía caso ir él a charlar con el monarca siendo que ella ya se encontraba ahí, además que el Rey Saiyajin no puso objeción alguna cuando él le comentó que la muchacha de la que le había hablado estaba esperándolo para reunirse con él, la peliazul entendió a la perfección, relajándose un poco le platicó sobre lo que hablaron con el Rey, claro que omitiendo el "incidente" que pasó con el heredero.
Transcurrió un largo año más, concluyendo ya con dos años y medio de haber llegado al planeta, el cumpleaños número 16 de Bulma había sido celebrado con su padre con chistes y mimos de parte de su progenitor, no deseaba nada, solo que su papá se mantuviera con ella, él renovaba sus fuerzas al recordar las intenciones que el Príncipe tenía en su contra. No lo había vuelto a ver desde hace un año, no supo cual fue el paradero del heredero durante ese tiempo, suspiraba tranquila al saberse segura, no supo cómo, pero el Rey había logrado evitar que su hijo llevara a cabo su objetivo. Tuvo algunas reuniones más con el Rey, no porque ella quisiera, simplemente era cuando Piccoro concertaba con que ella sabía más que él sobre el desarrollo de ciertos proyectos. No le preguntó al soberano cómo había conseguido alejar a su hijo de ella, aunque la duda rondaba su mente.
La peliazul por su parte se estaba esforzando al máximo, dormía poco y eso estaba haciendo estragos en ella, se sentía un tanto débil por las mañanas debido a las pocas horas de sueño, su papá siempre le recordaba que su turno había terminado pero ella insistía en quedarse a avanzar los proyectos para al siguiente día tener menos labores que hacer, cosa que no sucedía pues a diario trabajaba duro, le mentía sí, pero se evitaba decirle la verdad por la cual se vio obligada a reducir sus horas de sueño. El laboratorio por suerte contaba con una puerta al fondo, que daba hacia la derecha con el comedor de los empleados y a la izquierda con las duchas y los dormitorios, gracias a su esfuerzo y al de su padre podían ahora disfrutar de esos beneficios, nada se comparaba con el calabozo donde había iniciado a laborar.
Cansada respiró dejando varios circuitos completos sobre la mesa, se levantó estirando su cuerpo, la puerta de los dormitorios se encontraba a unos 10 metros de su posición, hasta para alcanzar a cruzar el lugar y llegar a ella se sentía debilitada, a esta hora todos yacían profundamente dormidos, bostezó rendida, sus ojos casi se cerraban solos sin poder evitarlo, calculó que debían ser cerca de las dos de la madrugada pero que de igual forma debía terminar el último circuito. Al frente del laboratorio se encontraba una bodega donde tenían almacenadas los insumos, solo le quedaba un circuito por terminar y el estaño para unir las piezas se le había acabado, arrastrando sus pies se movió hasta la puerta principal, la abrió y salió al pasillo que estaba casi totalmente a oscura, no le importó pues conocía el lugar. Caminó despacio para no tropezar, llegó del otro lado y cuando tomó el pomo de la puerta de la bodega sintió unos dedos ejercer presión en su mano, antes de que pudiera gritar otra mano tapó su boca. Quiso zafarse de su atacante pero no pudo, aunque pataleó no obtuvo su liberación, intentó gritar para que por lo menos alguien la escuchara y posiblemente la ayudara pero ni eso salía de tan apretada que tenía la boca, los sonidos bajos resonaban en su garganta al intentar pedir auxilio, más no salieron por sus labios.
Entró en pánico cuando sus pies ya no tocaron el piso y la mano que le sujetó de la muñeca anteriormente ahora la había tomado por la cintura, buscó aferrarse a algo cuando sus pies ya no se apoyaron en nada sólido ¿Sería una pesadilla? ¿Estaba volando? Lo peor es que no podía ver absolutamente nada, solo percibía el agarre en su boca, en su cintura, y un firme cuerpo pegado a sus espaldas. De pronto sintió sus pies tocar suelo pero antes de que pudiera dar un paso una puerta se abrió y fue empujada dentro de esa habitación, cayó de golpe al piso.
-Ahhh ¡Diablos!- se quejó sobando su cadera.
-No deberías convocarlo.- escuchó esa vos en la oscuridad cerca de su oído, rogó a Kami estar equivocada, rogó que no fuera quien se imaginaba, cerró sus ojos tan fuerte como pudo.
Una luz se encendió y dio a conocer la figura de su atacante, abrió sus párpados tan solo un poco y escuchó unos pasos acercarse a ella hasta posicionarse enfrente, no quería ver de quien se trataba, solo deseaba irse de allí y meterse a su cama. Subió la mirada lentamente y pudo reconocer las botas blancas, ¡Maldita sea! Es un Saiyajin, pensó dando un respingo en su sitio al reconocer la vestimenta habitual de esos seres, guió su mirada y pudo ver el emblema real que había visto en la armadura del Rey y el Príncipe, cuando identificó el rostro su mayor temor se reveló.
-¡Príncipe!- exclamó, buscó con la mirada la puerta y la encontró tras ella, gateó hasta la salida y poniéndose de pie tomó la perilla girándola.
-Si das un paso más serás polvo.- habló el Saiya y una luz a sus espaldas relumbró, se volteo y lo miró con su mano estirada hacia ella y con una esfera de energía apuntándola, sabía que si esa cosa la tocaba iba a desintegrarla al instante, ya había visto a los otros Saiyajin hacer eso durante la invasión a su planeta. En contra de todo giró su vista nuevamente hacia la puerta, miró la perilla y supo que de eso no podía escapar, volvió el pomo hacia atrás lentamente hasta que escuchó el seguro caer a su posición, se dio la vuelta y lo observó desvanecer la bola entre sus dedos.
-¿Qué… quiere… de mí?- dijo tartamuda, si, estaba temblando de miedo ante él, no le gustaba para nada mostrarse vulnerable, pero ese Saiyajin en especial le transmitía maldad pura y temía por su vida, el Rey se lo dijo, ella podía morir en sus manos si él no se controlaba ¿Dónde mierda estaba el Rey?
Una sonrisa se marcó en su rostro y se acercó a ella hasta quedar a pocos centímetros, posó sus ojos y miró su cabello, era demasiado extraño ese color, bajó escudriñándola y concordó en que su cabello era del mismo color que sus ojos, la recorrió sin reservas apreciando sus pechos, su pequeña cintura y sus torneadas piernas que se dejaban ver con ese corto ropaje que traía. Caminó hasta posicionarse a sus espaldas y relamió sus labios al ver el trasero respingado de la muchacha.
-No estás nada mal, ya veo porque mis soldados no dejan de hablar de ti.- confesó aun tras ella.
-¡Eres un pervertido!- chilló enojada tuteándolo, cuando se giró para bofetearlo él ya no estaba, se quedó con la mano levantada en el aire mientras lo buscaba con la mirada.
-Y tu una atrevida.- susurró en su oído, percibió sus vellos erizársele y un espasmo recorrerla, de pronto sintió el frió y sus pezones endurecerse. El Príncipe tomó con su mano enguantada su mano aun en el aire y la atrajo hasta su estrecha cintura posándola con presión, con su otra mano apartó el cabello que cubría la nuca de la chica, Bulma se dejó asir sin moverse ni un centímetro, estaba tan nerviosa que temblaba como una hoja de papel y no podía reaccionar. La cola del Saiyajin se desenroscó de cintura y la usó para acariciar el muslo desnudo de la humana. Un salto acompañado de un gritito salió de la boca de la peliazul al sentirse atacada por el miembro peludo.- ¡No grites!- aseveró sin deshacer la postura tras ella. Aspiró el aroma dulce de su cuello y sin esperar más le dio el primer mordisco suave, la joven se removió, no quería ser tomada por ningún macho y menos a la fuerza, su vida no daba para pensar en esas cosas aun.
El Príncipe Vegeta tomó con ambas manos la cintura de la terrícola, sus grandes palmas rodearon casi por completo su cintura y la atrajo hacia él pegándola con fuerza a su cuerpo. La cola del Saiyajin subió sin reservas hasta posarse sobre la intimidad de la terrícola, Bulma salto por el acto al sentirse tocada de esa forma y sus ojos comenzaron a humedecerse al darse cuenta que el maldito quería tomarla.
-¡No! No quiero esto.- exclamó angustiada tratando de zafarse, Vegeta posó una mano en uno de sus pechos oprimiéndolos con fuerza, se sentían suaves, blandos… exquisitos. Apretó su cadera contra el trasero de la muchacha con el objetivo de que sintiera su miembro duro contra ella y lo consiguió, Bulma comenzó a agitarse inquieta. Ese maldito monstruo iba a violarla, lo haría, el mismo Rey le dijo que ni él podía salvarla de su hijo, durante varios meses la mantuvo a salvo ¿Cómo? No lo supo, pero el monarca estaba cumpliendo con su palabra y ella con la parte que le correspondía del trato ¿Por qué ahora él la atacaba? No había intentado nada durante todo este tiempo. Sus lágrimas se escurrieron con premura, ni su propio padre podría defenderla de ese maldito, su peor pesadilla se estaba convirtiendo en realidad.
RinPink Susaiyajin: Espero le den una oportunidad a este nuevo fic, estaré actualizando cada 7 o 10 días, dejen sus reviews para ver qué les parece la historia… los quiero Chain n.n