Capítulo 2

Harry se había quedado dormido, abrazado a Hermione, exhausto después de haber llorado por largos e interminables minutos. Sus ojos estaban rojos e hinchados, rodeados de profundas ojeras tras las gafas redondas. Líneas blanquecinas corrían por el puente de su nariz, perdiéndose en el cabello de su sien, señalando el camino que habían seguido sus lágrimas. Su respiración salía en largos suspiros exhaustos que se transformaban en débiles ronquidos al salir por sus labios entreabiertos.

En su mente, él estaba soñando, recordando…

Flash Back

Harry soltó un suspiro, contemplando la calle desde la ventana de su habitación en el Caldero Chorreante; era una injusticia que tuviera a un palmo de la nariz el Londres muggle y el Callejón Diagon y no pudiera ir a ninguno de los dos sin que Tom se adhiriera a él como una lapa. No entendía porque él debía sufrir del encierro cuando al prófugo de Azkaban que perseguían no podían atraparlo, y, además, ¿cuál era la gran preocupación?, Harry realmente dudaba que ése tal Sirius Black siquiera se atreviera a acercarse al Callejón Diagon, donde toda la comunidad mágica podría reconocerlo. Es decir, si fue lo suficientemente inteligente para escapar de Azkaban sin ningún problema, ¿qué iba a motivarlo a ser estúpido ahora y ponerse en las manos del Ministerio?

Quizás Fudge sólo quería fastidiarlo a él, pensó Harry, mirando con añoranza a los transeúntes.

Los chillidos histéricos de la tía Marge hacían eco en su memoria cuando la recordaba inflándose como un globo, surcando los cielos mientras el tío Vernon corría tras ella, seguido del horrible perro que siempre lo mordía.

Se lo merecía. Eso y más, se dijo, sonriendo con satisfacción.

Ella no tenía ningún derecho a expresarse así de sus padres. Merlín, ni siquiera su tía Petunia podía hablar así de su hermana; entonces ¿qué le daba el derecho a ésa vieja gordinflona?

Desviando la mirada de la calle, Harry regresó a la cama, sintiéndose deprimido. Si tan sólo tuviera otro lugar al cual ir, pensó. Los Weasley lo recibirían con los brazos abiertos, la familia de Ron ni siquiera dudaría en acogerlo como uno más de los suyos. Los Granger estarían encantados de ofrecerle asilo, una vez superaran el hecho de que un chico viviría bajo el mismo techo que su única hija adolescente; pero si ellos eran como Hermione los describía, Harry acataría todas sus reglas, incluso dejaría de comer dulces, si eso significaba estar a su cuidado.

Pero no era posible, y él lo sabía. Tenía trece años y estaba atorado con los únicos parientes vivos que tenía hasta que cumpliera la mayoría de edad.

Estaba a punto de dejarse caer en la cama, dispuesto a tomar otra larga siesta, cuando escuchó rasguños y lo que parecía una persecución de pequeñas patas al otro lado de la puerta, junto a un chillido de gato. Frunciendo el entrecejo, abrió la puerta de la habitación, asomándose. Su ceño haciéndose más profundo cuando vio una diminuta máquina de matar saliendo disparada detrás de Scabbers, la rata de Ron, perdiéndose en las escaleras.

Unos segundos después, unas voces muy conocidas, resonaron en lo que era la pelea número 1 del año:

— ¡Te lo digo, Hermione, aleja a ésa bestia de Scabbers o la voy a patear!

— No es una bestia, es un gato, por si no los conoces, y se llama Crookshanks.

Los alegatos fueron haciéndose más claros conforme Harry daba la vuelta al pasillo, bajando las escaleras. Una sonrisa de oreja a oreja se formó en sus labios cuando observó a sus mejores amigos al pie de éstas, lanzándose dagas con los ojos, cada uno sosteniendo a su mascota.

La máquina de matar en los brazos de Hermione, ronroneando alegremente contra el pecho de su ama mientras Scabbers luchaba contra el agarre de Ron.

— Crookshanks. Mejor le hubieras puesto Bola de pelo — se mofó Ron.

— Si a bolas de pelos nos referimos, entonces tú…

Saltando en el último escalón, Harry atrajo la atención de sus amigos.

— ¡Harry! — chilló Hermione, sacándole un maullido a Crookshanks cuando lo estrujo contra su pecho.

— Compañero — le sonrió Ron, dejando que Scabbers se escurriera de su agarre y aterrizara en el suelo.

Crookshanks, dándose cuenta del escape de la rata, se liberó del agarre de su ama y arremetió contra el roedor, con su cola en forma de cepillo en lo alto, hondeando como una peluda bandera de batalla.

Harry rio, notando la mirada angustiada de Ron, y la completa ignorancia de Hermione, quien seguía contemplándolo con ojos brillantes de alegría. La sonrisa de Harry se amplió, por fin sintiéndose en casa desde que comenzó el verano.

— Hola.

Fin Flash Back

Todo era diferente antes. Aquel tercer año se reencontraron sin ninguna preocupación más que sobrevivir a las clases. Pero todo cambio ése mismo año, cuando se develaron muchos secretos, y los años siguientes, cuando la guerra se desató.

El sueño cambió, varios años después, a una lejana tarde de verano, cuando finalmente las preocupaciones dejaron de existir…

Flash Back

El sol abrasaba los hombros, pecho y brazos desnudos de Harry mientras caminaba de la casa de Bill y Fleur en Shell Cottage hasta la playa, donde sus amigos lo estaban esperando. Habían pasado tres meses desde que derrotaron a Voldemort, y era la primera vez, desde aquella trágica y victoriosa noche en que la familia Weasley volvía a reunirse por completo. Muchas cosas habían pasado desde entonces, muchas personas tuvieron que irse y arreglar las cosas que abandonaron durante la guerra.

Hermione, por ejemplo. Se había marchado hacia mes y medio para ir en búsqueda de sus padres y regresarles sus recuerdos.

Se habían escrito, se habían comunicado por la red flu, incluso Harry había comprado un teléfono celular y hablaron durante horas, cada vez que quisieron. Pero los días seguían pasando y ya nada era suficiente.

Harry entendía que Hermione quisiera pasar un tiempo a solas con sus padres, después de todo lo que tuvo que sacrificar. Pero Harry la añoraba tan mal como si fuera el oxígeno que necesitara para respirar. Y pese a que hablaron de todo y de nada durante ésas largas semanas, Hermione se había negado a responder la pregunta que desesperaba a Harry cada minuto del día: ¿Cuándo volvería?

Las risas de los hermanos pelirrojos se intensificaron cuando se fue acercando hacia donde habían armado una mesa de picnic, bajo un gran árbol, lejos del agua helada.

Ginny y Luna, quienes se habían vuelto inseparables, estaban paradas a varios metros de distancia, platicando con una joven que le daba la espalda, de cabello castaño y piel bronceada.

Harry se maldijo en silencio cuando su mirada volvió a recorrerla, vagando en cada curva de su cuerpo cubierto por un traje de baño de dos piezas en color negro. Regañándose en silencio por estar babeando por aquella chica, cuando su novia estaba a varios miles de kilómetros de distancia.

— Míralo. Ni siquiera se ha dado cuenta — escuchó la voz de George.

— Te lo dije — se burló Ron.

Harry no los regresó a ver, sin importarle a quien estaban criticando ahora. Seguramente a Bill, por haberse puesto un traje de baño que parecía de surfista hawaiano. O Charlie, quien vestía algo que era casi igual a un taparrabos. Y no mencionar al señor Weasley…

El color corrió a las mejillas de Harry cuando Ginny lo atrapó observándolas, o mejor dicho a aquella amiga que no sabía que tenía, y le comunicó a ésta, quien se giró hacia éste sin darle tiempo a esconderse. Su mundo deteniéndose cuando descubrió que aquella castaña no era otra que su castaña.

— Hermione…

Una amplia sonrisa se dibujó en el rostro de Hermione. Y Harry sintió su boca secarse más rápido que la arena bajo sus pies cuando Hermione empezó a caminar por la playa, hacia él; haciéndolo darse cuenta que se había detenido desde el momento en que la vio sin reconocerla.

Se veía… espectacular. Lucia… preciosa.

Incluso la mera visión de ella tenía pasmado a su cerebro, por eso no notó que ella ya había llegado hasta él y lo miraba entre expectante y confundida.

— ¿Harry?

Un sonido estrangulado escapó de la boca del aludido cuando se atragantó al pasar saliva y querer hablar al mismo tiempo.

— Her-mio-n-e…

— ¿Me extrañaste? — replicó divertida, lágrimas de emoción brillando en sus ojos castaños.

Harry la miró con la boca entreabierta, sus ojos recorriéndola sin dar crédito a sus sentidos. Un latido pasó antes de que la tuviera fuertemente abrazada contra su pecho, sacándole un chillido de sorpresa y alegría que hizo a su corazón galopar de regocijo. Por fin estaba de regreso. Por fin podía abrazarla. Por fin podía respirar. Por fin podía decirle ésas dos palabras que lo habían estado consumiendo desde el momento en que se fue y se dio cuenta que nunca pronunció:

— ¡Te amo!

Las palabras escaparon de sus labios antes de siquiera querer detenerlas, el nudo de añoranza en su pecho se derritió cuando sintió el suspiro de Hermione impactar en su cuello antes de aferrarse a él con más fuerza, no dejando espacio entre sus cuerpos ni para un alfiler.

— ¡Te amo! — respondió. Y sus labios no tardaron en unirse.

Por fin estaban juntos.

Fin Flash Back

Lo habían enfrentado todo, e incluso ahora parecía que no tuvieron las aventuras suficientes.

¿Por qué la cruel ironía se interponía en su camino, después de haber vivido y casi muerto el uno junto al otro?

Una lágrima se liberó de los ojos de Harry, en medio de su sueño, perdiéndose en el cabello de Hermione.

Flash Back

Harry no sabía cómo, ni por qué, pero había sucedido. Una de sus más grandes fantasías estaba haciéndose realidad y él estaba demasiado impactado para siquiera reaccionar.

Hermione era su profesora.

Bueno, era la estudiante destacada de la clase de Leyes Mágicas, y en la que confiaba cada profesor, por lo cual fue la encargada de suplir al profesor de Pociones ése día, cuando un virus estomacal le impidió acudir a clases.

La sonrisa bobalicona que luchaba contra sus labios era casi imposible de retener mientras la observaba caminar de lado a lado frente a la pizarra, haciendo anotaciones, aun cuando podría haber hecho aparecerlas mágicamente. Pero Harry le agradecía en silencio al universo que no lo hubiera hecho así. La túnica que usaba su novia ondeaba cada vez que giraba, y le ofrecía una vista de la falda que tenía debajo y se aferraba a sus curvas.

Una mirada alrededor le dijo que no sólo él tenía problemas de concentración, la mayoría de su clase de Aurores tenía la mirada pegada en los lugares menos platónicos de su novia, pero lejos de querer lanzarles hechizos a diestra y siniestra, le daban ganas de pararse sobre su mesa y exclamar a los cuatro vientos que sí, ella era jodidamente hermosa, y no, jamás podrían a aspirar a siquiera respirar el mismo aliento que ella, porque era su novia.

Su pecho se hinchó de orgullo, sonriéndose con suficiencia.

— Señor Potter, ¿podría repetir ésa última instrucción para el resto de la clase?

Su voz, firme y hasta un poco mandona, envió un escalofrío placentero por la columna de Harry, haciéndolo apretar el borde de su asiento antes de lanzarse sobre ella y borrar la seriedad de su rostro.

Tuvo que aclarar su garganta un par de veces para sacar ésa imagen demasiado gráfica de su cabeza; y, agradeciéndole ésta vez a Merlín, logró alcanzar a leer la última línea escrita, ganándose una mirada de advertencia de aquellos ojos castaños que lo volvían loco.

— Muy bien, pasen por su material para que podamos empezar.

¿Empezar a qué?, se preguntó Harry, sintiendo una gota de sudor correr por su sien. ¿Acaso Hermione le estaba dando bandera verde, ahí en medio de la clase, con todos mirando?; Harry se removió incómodo en su asiento, tomando largas bocanadas de aire.

Lanzando un Accio a la mesa del instrumental, convocó su material, haciendo brincar a sus compañeros, quienes se separaron presurosos antes de que las pinzas y cuchillo atraparan alguna de sus extremidades.

Hermione lo volteó a ver con amonestación, aproximándose a su mesa, abriendo la boca para reprenderlo. Pero apenas llegó a él, Harry se aseguró que ninguno de sus compañeros estuviera al alcance de su oído, usando a Hermione como escudo para que no leyeran sus labios.

— Harry, no puedes…

— No lo hagas. Merlín, Hermione, no me regañes que ya estoy sufriendo las consecuencias.

El entrecejo de Hermione se frunció con confusión.

— ¿De qué estás hablando?

— ¿De qué?… — Harry se humedeció los labios, mirándola de pies a cabeza, notando la blusa blanca de botones que usaba con los primeros dos desabrochados. Estremeciéndose, desvió la mirada, acercándose más a la mesa, tapando su regazo — ¿De verdad no lo notas? — le preguntó con las orejas encendidas.

Hermione lo siguió viendo sin entender, hasta que notó su postura incómoda. La sangre se aglomeró en su rostro y parte de su cuello.

— ¡Harry! — le chistó escandalizada.

— ¡Es tu culpa! — se apresuró a replicar.

— ¡¿Mi culpa?!… — la voz de Hermione salió en un chillido indignado, atrayendo la atención de los demás alumnos. Harry la miró con advertencia — Explícate — le exigió en un susurro.

— Es que, si me hubieras advertido antes, al menos hubiera estado preparado.

— ¿Preparado para qué?, no es como si fuera a aplicarte un examen y castigarte por tu mala nota.

Harry golpeó su cabeza contra la mesa, dejando escapar un sonido atormentado.

— Por favor no hables de castigos, sólo lo empeoras.

Hermione mordió sus labios, tragándose una carcajada.

— ¿Tendré que pedirte que te quedes después de clases?

— ¡Merlín!…

Hermione soltó una risa cantarina.

— Te lo mereces, pervertido.

— ¿Por qué ésta clase?, ¿por qué hoy?… — se lamentó Harry, regresando a verla desde su posición de reojo, notando sus piernas desnudas — Merlín, ¿por qué a mí?

Hermione mordió sus labios, callando su risa.

Fin Flash Back

Uniendo sus manos en medio del sueño, Harry aferró la mano de Hermione.

Flash Back

Harry no sabía que canción era, que estación había logrado captar Hermione en la radio, o siquiera porque lo hizo. Pero ahí estaba, parado frente a ella, con su mano extendida, esperando.

Al principio Hermione ni siquiera pareció notar que él estaba ahí, pero cuando su mirada se conectó con la de él, confundida, Harry no le dio un momento de vacilación, alentándola en silencio. Sus dedos se rozaron primero, yemas contra yemas, enviando un extraño y cálido escalofrío por sus cuerpos cuando sus palmas se unieron, aferrándose el uno al otro.

Harry la ayudó a incorporarse. Notando lo cansada y triste que lucía. Llevando las manos a su cuello, removió el guardapelo que habían cargado por los pasados meses, sin encontrar una manera de destruirlo. Tantos problemas por un objeto tan pequeño y aun así para nada insignificante.

Una vez libre de ésa dura carga, la guio al centro de la tienda, dejando que la música hiciera el resto, pues sus pies parecían tener vida propia, moviéndose en diferentes direcciones. Hermione sonrió débilmente, mirándolo mortificada antes de dejarse ser arrastrada en ése ridículo baile que esperaban calmara, aunque sea por un segundo sus heridas abiertas.

Harry sonrió, disfrutando de las sonrisas de Hermione cuando la hacía girar y se hacía girar a sí mismo, impulsándose de su brazo, escuchando sus divertidas risas. En algún momento la música aumentó de intensidad y ellos dieron vueltas sin parar, sin seguir patrón, aferrándose el uno al otro para no caer.

Sus palmas estaban sudorosas, sus corazones latían acelerados, sus mejillas sonrojadas dolían por las amplias sonrisas, desacostumbradas a ése acto después de varias semanas de angustia.

La radio seguía escuchándose, notas saliendo esporádicamente cuando la señal fue perdiéndose, pero ellos siguieron aferrándose el uno a otro, las vueltas deteniéndose hasta que sólo quedaron ellos abrazados en el silencio de la tienda, sus pies meciéndose débilmente en el suelo.

Harry cerró los ojos, sintiendo la barbilla de Hermione apoyada en su hombro. Los latidos de su corazón erráticos en su pecho, sus brazos rodeando su cintura y los de ella sus hombros.

Su estómago hizo una cosa extraña en su abdomen cuando Hermione acomodó su cabeza mejor en la unión de su cuello y hombro, su cabello acariciando su mejilla, impregnándolo de su aroma a canela y vainilla, y una fragancia a rosas. El perfume que jamás podría olvidar, así pasaran cien años desde aquel primer día que lo percibió.

Hermione una vez le dijo que algún día lo comprendería, porque seguía notando ése aroma en la Amortentia, y él había sido tan ciego durante meses que nunca se dio cuenta. Pero ahora, con ella abrazada a su cuerpo, en medio de la nada, la nube de confusión con su cabeza parecía disiparse lentamente, dejándolo ver al fin la realidad.

Que había perdido a su mejor amiga. Pues acababa de encontrar a la mujer que amaría por el resto de su vida.

Y, sin embargo, no era ninguna perdida, porque tenía la dicha de que ambas fueran la misma mujer. La persona entre sus brazos.

Eventualmente dejaron de mecerse hasta que la radio volvió a emitir un pequeño murmullo de estática. Pero, aunque Harry sabía que debía soltarla y dejarla libre, no lo hizo, al igual que ella no se separó de él, continuando abrazándose. Comprendiendo que así pusieran un continente en medio de ellos, ésa distancia no bastaría para detener el martilleo de su corazón por el otro.

— Hermione…

Un leve asentimiento sacudió la cabeza de Hermione contra su hombro, aferrándose a él.

— ¿Y ahora qué? — su pregunta temerosa le trajo un cosquilleo de nerviosa expectación en el estómago. Y un vacío en la cabeza. Porque no tenía ni idea.

— No sé bailar — respondió Harry estúpidamente, pero supo que Hermione lo comprendió cuando se alejó lo suficiente para verlo a los ojos, su labio atrapado entre sus dientes.

— Podemos aprender juntos.

Harry asintió, emocionado por ése nuevo comienzo. La sonrisa que se formó en los labios de Hermione le robó el aliento.

— Aprendamos juntos — le sonrió.

Hermione soltó un chillido cuando Harry la tomó entre sus brazos haciéndolos girar en ése nueva canción que se escuchaba en sus corazones.

Fin Flash Back

Podían haber elegido a cualquiera, pero se eligieron a ellos. Después de aquel baile, todo fue distinto. Sus corazones ya no latían sólo de miedo, sino de esperanza. De añoranza por ése futuro que estaba casi rozando la yema de sus dedos y podían saborear en la punta de la lengua.

Dejaron que las inseguridades se desprendieran de sus corazones como cuando te despojas de un suéter pesado, dejándolo atrás.

Juntos encontraron el camino a través de la oscuridad y la tristeza. Su amor nació de la amistad, la complicidad, la compañía, de tantas cosas; y emergió victorioso de la volátil guerra.

Flash Back

Por millonésima vez desde que entró en el mundo mágico hacia dieciocho años, Harry odió su fama. Hermione llevaba sintiéndose mal durante las últimas dos semanas, y ésa mañana, después de que por poco se desmayara en la ducha, Harry no la dejó salirse con la suya y la convenció de ir a San Mungo. Únicamente para ser detenidos por una manada de reporteros del Profeta, dirigidos por la infame Rita Skeeter. Harry nunca había golpeado a una mujer, pero cuando aquella bruja, y también en el sentido figurado de la palabra, se había plantado frente a Hermione, casi haciéndole tragar su vuela pluma mientras la bombardeaba de preguntas y acusaciones, Harry estuvo a punto de hacerlo.

Afortunadamente los padres de Hermione les habían sugerido ir a un hospital, porque después de ésa escena Harry no había pensado en algo más. Y St. Thomas no era un hospital malo, después de todo. Si todos los títulos, reconocimientos y premios colgando en aquel consultorio no decían nada de los estudios de la doctora que los atendió, el atento servicio de enfermería era fenomenal; por una razón Florence Nightingale era considerada la madre de la Enfermería y había servido en aquel hospital durante la guerra, su paso por ahí había dejado huella.

Harry tomó la mano de Hermione entre las suyas, atrayendo su mirada preocupada.

— Todo va a estar bien — le aseguró, sonriéndole de manera tranquilizadora.

Hermione mordió su labio inferior, asintiendo.

La puerta se abrió tras ellos, haciéndolos tensarse. La doctora ingresó al consultorio, acomodándose nuevamente en su asiento, con varias hojas de papel en las manos.

Harry sintió la bilis subiendo por su garganta, pero no mostró su evidente nerviosismo.

— ¿Cómo está? — graznó.

La doctora dobló las hojas.

— Es lo que me imaginaba…

Hermione apretó la mano de Harry con fuerza, temblando.

— ¿Qué tengo? — preguntó temerosa.

La doctora los miró con un rostro impasible.

— De acuerdo a los exámenes, su cantidad de glóbulos blancos se encuentra por arriba de lo normal, su glucosa está casi en los límites para ser una hipoglucemia…

Harry apresó la mano de Hermione entre las suyas.

— Refiere náuseas y cansancio también. Y dice que su ciclo menstrual ha pasado de regular a irregular en el pasado mes, hasta inexistente en éste.

Hermione asintió, palideciendo, mirándola con grandes ojos llenos de miedo.

— Pero por supuesto, todo esto es normal en el primer trimestre.

— ¿Normal?

— ¿Trimestre?

Preguntaron Harry y Hermione a la vez, mirándola con confusión.

La doctora los miró con simpatía.

— Está embarazada, señora Potter. Por eso los resultados de laboratorio tuvieron estos valores, y por eso los síntomas. Si mis cálculos son correctos, tiene d semanas de embarazo.

Un sonido estrangulado dejó salir la garganta de Harry, mirándola con ojos dilatados. Hermione sacudió la cabeza, incrédula.

— Pero, no puede ser. El mes pasado…

— Es normal que tengan sangrado durante el primer mes, pero es menos que el de su período.

Hermione la miró taciturna.

— Pero lo intentamos durante casi cinco años. Nos hicimos exámenes. Los medi… médicos dijeron que no podríamos… — compartió una mirada con Harry.

— Muchas veces sucede que cuando dejan de intentarlo, se embarazan.

Hermione palideció, su voz resonando en su cabeza.

— ¿Estoy…?

— Haremos un ultrasonido, ¿de acuerdo?, para ver que todo está bien. ¿Les parece?

Ambos asintieron, como en trance.

Harry no supo si Hermione se quitó su ropa y se puso la bata por si sola o él la ayudó, pero un momento ambos estaban sentados, al siguiente, él estaba parado junto a ella, a un costado de la camilla donde estaba recostada.

Hermione lucía pálida y sudorosa, mirando a todos lados con grandes ojos asustados excepto a la pantalla que la doctora había acercado a la camilla. Harry volvió a tomar su mano entre las suyas.

— Todo estará bien — le dijo. Pero ni él mismo lo sabía. Algo, una cálida emoción, danzaba en su pecho, debilitando sus rodillas. Mas se negaba a dejarla crecer por miedo a la decepción.

— Veamos, no podrá ser abdominal porque es muy pequeño, así que lo haremos vaginal. La siguiente vez ya no será así. ¿Estás lista?

Hermione asintió, mirando el techo. Y Harry lo agradeció, porque él casi se va de bruces cuando observó la larga vara de plástico que la doctora cubrió con un condón y gel. Sus ojos se abrieron como platos cuando la vio desaparecer bajo la sábana cubriendo las piernas de Hermione, dándose cuenta de la mueca de incomodidad en su esposa.

— Hermione…

— Estoy bien.

La enfermera cerca de la puerta, sentada en un escritorio, escribiendo, apagó la luz. Y un instante después la única luz en la habitación era la proveniente de la pantalla.

Hermione desvió la mirada hacia ésta.

— Ahí está — anunció la doctora.

Oprimiendo un botón, el murmullo como de un constante golpeteo llenó la habitación haciendo que Harry y Hermione contuvieran el aliento.

— Ése sonido son los latidos de su corazón. ¿Lo ven?, ésa pequeña forma ahí, ése es él o ella. Ahora veamos si todo está bien… — ignorando la completa estupefacción, siguió con el examen.

Harry respiró agitadamente, sintiendo el temblor de la mano de Hermione en la suya, sus miradas enfocadas en la pequeña forma de bollo que había señalado la doctora. Su hijo. Su bebé. Lágrimas se formaron en los ojos de Hermione mientras sus labios temblaban en una sonrisa llorosa, contemplando la pantalla. Harry depositó un beso en su frente, tragando el nudo de emoción en su garganta.

— Bueno, creo que me equivoque.

Sus palabras fueron como un puñal siendo retorcido en sus pechos, regresando a verla con temor.

— ¿No estoy embarazada?

— Sí, lo está. Pero no es sólo un feto.

— ¿Qué quiere decir?

— Son dos. Tendrán gemelos.

— ¡¿Gemelos?!

Hermione regresó a ver a Harry con ojos brillantes.

— ¡Dos! — su chillido se mezcló con su grito eufórico cuando se lanzó sobre ella, reclamando sus labios en un beso emocionado.

— ¡Gracias!, ¡gracias!, ¡gracias!, ¡gracias! — depositando besos sobre todo su rostro, Hermione rio cantarina, mientras Harry hacia caso omiso de la doctora y la enfermera y continuaba besándola.

— Gracias a ti — repuso Hermione, mirándolo con lágrimas en los ojos, idénticas a las de Harry.

Fin Flash Back

Y la devastadora verdad, es que Harry no sería capaz de seguir si Hermione ya no estaba ahí para compartir su vida.

Ella siempre había sido su impulso. Sin ella, él simplemente se hundiría.


— Abuelo… abuelo…

Una voz lo llamaba, mientras movían suavemente su hombro, pero Harry no quería abrir los ojos y regresar a la realidad. Donde él no podía hacer nada mientras Hermione se debilitaba entre sus brazos.

Quería quedarse en sus sueños, donde eran felices, jóvenes y sanos. Donde no tenían que preocuparse por nada pues podían contra todo.

— Abuelo… mamá quiere hablar contigo — le comunicó Lily.

Rose, la hija de Ron y Luna, la medimaga atendiendo a Hermione.

Harry abrió los ojos con rapidez, sintiendo su corazón acelerarse. Levantando la cabeza, descubrió a la mujer pelirroja a los pies de la cama, mirándolos con un brillo en los ojos que de inmediato se identificaron como lágrimas contenidas cuando lo regresó a ver tristemente.

Harry sintió sus ojos humedecerse una vez más. Su corazón se comprimió en su pecho. Tragando las lágrimas ascendiendo por su garganta.

— James y Jean acaban de llegar, ya lo saben, están esperando afuera — le comunicó.

Sus hijos, pensó. A quienes no habían querido preocupar y dejaron al margen hasta que fue inevitable avisarles. La presión en su pecho se acrecentó, imaginando sus expresiones angustiadas, acompañados por sus respectivas parejas e hijos.

— ¿Qué tan malo es? — le preguntó con la voz ronca, sentándose con dificultad cuando su cuerpo parecía no querer reaccionar.

Rose sacudió la cabeza.

— Rose, por favor…

— Se pondrá bien.

— ¿Qué?

— Se pondrá bien… — repitió Rose, liberando lágrimas de alivio, su barbilla temblando de emoción — Afortunadamente su tipo de sangre es compatible y pudimos hacer la donación… — le informó, una temblorosa sonrisa bailando en sus labios — Sus signos vitales están volviendo a sus valores normales. Sus exámenes de sangre y mágicos están mejorando. Se pondrá bien, tío Harry — completó, sonriendo.

Harry cubrió su boca, callando un sollozo, regresando a ver a Hermione.

— Tenías razón. Tu sangre, de alguna forma, logró revitalizarla. Ella sólo te necesitaba a ti.

Harry sonrió, sacudiendo la cabeza.

— Créame, siempre ha sido a la inversa.

Flash Back

— ¿En dónde diablos se habrán metido ahora? — se preguntó Ron en voz alta, rascándose la cabeza mientras miraba hacia todos lados, en búsqueda de sus mejores amigos.

Harry y Hermione suprimieron una risa, bajando como bólidos las escaleras bajo el resguardo de la capa de invisibilidad, alejándose de las personas que dejaban a sus espaldas.

— Nos perderemos el banquete de celebración — le dijo Hermione, sonriendo de oreja a oreja, sin disminuir su marcha.

— No me importa. Ya he tenido suficientes banquetes en estos últimos siete años. Pero no un "Felices para siempre".

Su respuesta fue recompensada cuando llegaron al final de las escaleras y Hermione lo haló de la mano, haciéndolo detenerse para unir sus labios a los suyos, haciendo latir su corazón de manera desbocada.

— ¿Ahora a dónde?, tú diriges — jadeó Harry sin aliento cuando se separaron.

Una sonrisa traviesa se dibujó en el rostro de Hermione.

— Creo que no alcance a mostrarte bien el bosque de Dean — comentó como sin querer la cosa.

Harry sonrió bobaliconamente, emprendiendo la marcha nuevamente cuando Hermione lo haló del brazo, riendo divertida de su reacción.

— Vamos, antes de que alguien más aparezca — lo apuró.

Pero por primera vez, Harry estaba seguro que no había ningún peligro al acecho; y supo que Hermione también lo sabía. Aunque eso no evitó que ambos siguieran corriendo, alejándose del festejo que sucedía ahí mismo, en Hogwarts, y se despertaba en todo el mundo mágico. Porque al final, sólo ellos dos importaban.

Y estaban impacientes por comenzar su para siempre.

Fin Flash Back

Un par de lágrimas corrieron por sus mejillas cuando un atisbo de sonrisa se dibujó en los labios de Hermione.

Sí, ambos se habían hecho una promesa, y ninguno iba a romperla.


La noche había caído fuera de aquella habitación. Harry dormitaba, sentado en la cama, junto a Hermione, con el álbum de fotografías abierto en su regazo cuando sintió un pequeño movimiento a su costado, donde ella descansaba. Su corazón se agitó en su pecho, viendo sus pestañas revolotear antes de volver a caer.

— ¿Hermione? — murmuró expectante.

Los labios de la castaña se curvaron en una sonrisa, sus párpados aletearon antes de abrirse, regresando a verlo con aquellos ojos que tanto amaba, sacándole un suspiro y una sonrisa de alivio.

— Hola — musitó sin aliento, tomando su mano entre las suyas.

Hermione parpadeó con somnolencia.

— Sí lo recuerdo — musitó con voz cansada.

Harry medio rio, medio sollozo, inclinándose hacia ella, besó su frente.

— Lo sé… — susurró contra su frente, dejando que un último par de lágrimas se liberaran, ésta vez por un motivo completamente diferente — No vuelvas a asustarme así — le pidió con la voz ronca.

— Lo prometo… — replicó con una sonrisa — De mí no te escapas, Potter.

Y Harry sonrió, sintiéndose por fin tranquilo, porque si de algo estaba seguro, es que Hermione jamás rompía una promesa.

Al igual que nunca dejaría de usar ése perfume a rosas que enloquecía sus sentidos.

Fin.