¡Volví! Estoy feliz porque logré mi meta de tener el capítulo listo para esta semana. Gracias a todos los que enviaron reviews para el capítulo pasado, y por favor sigan haciéndolo. Sus comentarios me ayudan a pensar mejor la manera en que muestro lo que ocurre en la historia, y a organizar mejor las ideas en mi mente. Ahora los dejo para que lean el cuarto capítulo, ¡el más largo hasta ahora!

Disclaimer: MLB fue creado por Thomas Astruc, no yo.


Indulgencia

Una sonrisa de suficiencia decoró el rostro del hombre frente a ella, un pequeño colmillo asomándose en la comisura de su boca, entretenido con el shock visible en el rostro de la chica. Lentamente se incorporó, permitiéndose colocar una mano en la cintura femenina una vez de pie, en la típica actitud seductora que solía asumir con ella cada vez que se transformaba en Chat Noir. Marinette se percató entonces de que las manos del rubio ahora poseían garras, que punzaban delicadamente su costado. Un escalofrío recorrió su columna, piel de gallina apareciendo en sus brazos.

-¿Quieres dar una ronda por la ciudad conmigo, mi Lady? – Preguntó Adrien, acercando su rostro al de ella, un suave ronroneo brotando de su garganta – No podemos volar por los tejados como antes, pero podemos seguir pateando traseros de criminales.

Marinette tragó en seco. Esa mirada hipnotizadora, brillante y peligrosa, y la cercanía de su cuerpo parecían querer nublar su mente. Desvió la mirada y respiró profundo, reponiéndose, retrocediendo un paso para poner una distancia razonable entre ellos.

-¿La piedra te da los poderes de tu Miraculous? –preguntó, con reserva, evadiendo la propuesta que le había hecho el muchacho.

-Algunos. –Respondió él- No tengo mi bastón ni el traje, pero tengo la visión nocturna, la agilidad física y una versión menos potente del Cataclysm.

-Entonces, si yo la toco, ¿obtendré una pequeña parte de mis poderes de Ladybug? –preguntó nuevamente la chica, sintiendo su corazón latiendo fuertemente contra su pecho, ojeando con cautela la piedra que reposaba inocentemente en el fondo del cofre.

-Eso creo. –Confirmó el rubio, mirándola con interés- Entiendo si no quieres hacerlo, Marinette. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que te transformaste.

La mujer asintió con la cabeza, mordiéndose el labio inferior, con el ceño fruncido, la vista fija en la piedra.

-Ya había aceptado que mi destino era ser simplemente yo, por el resto de mi vida. – confesó ella. – Vine aquí con la esperanza de recuperar alguna parte de la magia de ser Ladybug, ya fuese mediante un trozo abandonado de historia que me volviera a hacer partícipe de este bello secreto, o encontrándote a ti, Chat. Pero, en ningún momento imaginé que existía algo como esta piedra. Durante años deseé volver a ser una súper heroína, pero ahora…

La muchacha se interrumpió para dejar escapar un suspiro de cansancio. Estaba agotada física y emocionalmente. Demasiadas cosas habían ocurrido en un mismo día.

-¿Qué pasa si luego no soy capaz de volver a la vida que estuve ocho años trabajando para construir? – preguntó en voz alta, más para ella misma que para el hombre que la acompañaba, sin percatarse de que éste desviaba la mirada hacia el suelo, tragando en seco. - ¿Qué pasa si no puedo volver a separarme de Ladybug?

No hubo respuesta para las dudas de la chica en ese momento, a excepción del eco de la cueva y del sonido de su propia respiración agitada. Un incómodo silencio se extendió por algunos minutos, en los cuales Adrien se limitó a alternar su mirada entre Marinette y el suelo, hasta que decidió carraspear y romper la quietud.

-Siempre fuimos la misma persona debajo de la máscara. –dijo, causando que la muchacha se diera la vuelta para verlo a los ojos. – Tengamos o no poderes, nuestras consciencias son las mismas. Quiero decir, nunca te separaste de Ladybug, Marinette. Siempre serás Ladybug, así como yo siempre seré Chat Noir, estemos transformados o no. Por eso no estás obligada a hacer esto, mi Lady. Da igual que tengas poderes o no. –finalizó su pequeño discurso, volviendo a desviar sus ojos hasta el suelo.

Había un pequeño temblor en su voz que acusaba inseguridad en sus palabras, pero Marinette pasó por alto ese detalle, prefiriendo concentrarse en lo que su ex-compañero trataba de decirle.

-Ni siquiera sé si todavía me parezco a la persona que era hace ocho años, ¿cómo podría seguir siendo Ladybug dentro de mí? – dudó nuevamente, sorprendiéndose al escuchar una risa tímida provenir de Adrien.

-Mi Lady, si no nos pareciéramos a quienes éramos hace ocho años, no habríamos podido volver a hablar con tanta facilidad el día de hoy. – declaró el rubio, sonriéndole con la misma calidez que lo había hecho el día en que le había dado su paraguas, el día en que la chica se había enamorado de él. – Aunque admito que ahora eres mucho más elocuente. –añadió, esbozando una sonrisa pícara típica de Chat.

Aquello provocó que Marinette no pudiera reprimir el impulso de reírse, un poco sonrojada, aligerando la tensión de sus hombros y del aire. El silencio que siguió fue mucho más corto y liviano que el anterior, que sirvió a la chica para cambiar un poco el paradigma de su pensamiento.

-Quizás estoy complicándome más de lo necesario. – sugirió, con una pequeña sonrisa. – Esta oportunidad no volverá a presentarse.

El aliento se atoró en la garganta de Adrien cuando Marinette repentinamente procedió a imitar cuidadosamente lo que él había hecho minutos antes, agachándose frente al cofre de marfil e introduciendo su brazo para tocar la piedra. Unos segundos después, la muchacha se incorporó en un fluido y grácil movimiento, tan elegante que parecía parte de una danza, y se dio la vuelta para encararlo. Su cuello, el interior de sus brazos y la palma de sus manos exhibían una gruesa raya roja, semejante a un tatuaje, y sus ojos estaban delineados con algo parecido al kohl negro, al estilo egipcio antiguo, aunque las líneas que salían de sus lagrimales externos se extendían hasta perderse en el borde de su cabello. Ladybug examinó los cambios en su cuerpo, boquiabierta, antes de dirigirle la mirada al rubio, que también la observaba con asombro. En esos pozos azules se reflejaba una inmensa alegría, que luego alcanzó sus labios, curvándolos en la sonrisa más grande que había esbozado en mucho tiempo.

-Te sienta el delineado, mi Lady. – aduló Adrien, con una ceja alzada coquetamente. Lo siguiente que supo fue que la chica había cruzado la corta distancia que los separaba de un salto, y se encontraba estrechando su torso con sus brazos.

-¡Me siento increíble! –exclamó la pelinegra, con un ánimo que no había tenido en meses, retrocediendo antes de que él pudiera reaccionar.

Marinette pasó los siguientes minutos saltando acrobáticamente por toda la estancia, acostumbrándose nuevamente a la agilidad mejorada de sus músculos, antes de que Adrien se cansara de observarla como si de una visión se tratara, y decidiera iniciar un pequeño juego.

-Te apuesto que puedo volver a atraparte. – la desafió, recibiendo como respuesta una risotada de la pelinegra, quien se detuvo sólo un momento para indicarle con un gesto de la mano que intentara acercarse, antes de salir disparada hacia el laberinto de túneles de la cueva, dirigiéndose al exterior.

El hombre se apresuró a correr tras ella, apoyando sus manos en el suelo, adoptando una postura animal que asemejaba un felino salvaje persiguiendo a su presa. Una vez afuera de la cueva y habiendo sorteado el estrecho desfiladero, Ladybug dio rienda suelta a la energía contenida en sus extremidades, corriendo más rápido de lo que podría haberlo hecho normalmente, sin rumbo fijo, únicamente preocupándose de no permitir que Chat Noir la alcanzara. La noche ya había caído casi totalmente sobre el desierto, sólo quedaba una delgada línea de luz amarillenta en el oeste del horizonte, un manto de oscuridad decorado de estrellas adueñándose del resto del cielo.

Una ráfaga de viento frío, casi una hora después, fue lo único que pudo descolocar a la mujer, la repentina sensación desagradable ocasionando que se detuviera en seco y se abrazara a sí misma, tratando de cubrir la piel de sus brazos. Casi inmediatamente, otro par de brazos rodearon su figura desde atrás, con lentitud, mientras el dueño de éstos acercaba su rostro al oído de la muchacha.

-Gané. – ronroneó, riendo por lo bajo cuando Marinette se dio la vuelta y lo miró con el ceño fruncido.

-¡No es justo! – protestó la pelinegra, apartando los brazos de su ex-compañero para tratar de acceder a la mochila que todavía colgaba de su espalda. - ¡Tú no tienes debilidad contra el frío!

Chat pestañeó un par de veces, confundido, antes de recordar algo que le había dicho la muchacha cuando todavía combatían el crimen en París, en su adolescencia.

-¡Oh! Cierto, a las mariquitas no les gusta el frío. – dijo, dejando caer sus brazos para permitirle a la chica abrir su mochila y sacar el sweater que había guardado allí al salir de la ciudad. – En el desierto suele hacer frío durante la noche, fue buena idea traer eso.

-Originalmente era para cubrirme en la ciudad. – explicó Marinette, mientras se apresuraba a ponerse la prenda. – Nos dijeron que no era bien visto andar muy descubierta en público, lo cual me parece un poco absurdo, pero prefiero evitar problemas.

El rubio asintió, fijándose en el patrón rojo con puntos negros que decoraba la tela del sweater de la muchacha, sonriendo con nostalgia.

-Egipto es bastante diferente a Francia. No creo que aquí les hubieran gustado los trajes ajustados que solíamos usar hace años. – comentó, riendo al imaginar ese escenario, haciendo que su ex-compañera riera también. - Llevo tanto tiempo aquí, que ya me acostumbré a la mayoría de las cosas que antes me parecían extrañas.

-En algún momento tendrás que contarme cómo ha sido tu vida luego de mudarte. – exigió Ladybug, recuperando su buen humor al haberse abrigado.

-Oh, tengo varias anécdotas que podrían gustarte. – dijo el muchacho, con una sensación cálida expandiéndose en su interior al saber que a su Lady le interesaba saber de su vida. – Puedo llevarte de vuelta a la ciudad, y en el camino te contaré un par de historias. – añadió, sacando un llavero de auto del bolsillo de su pantalón para mostrárselas a la chica.

Una voz de alarma resonó en el cerebro de Marinette, diciéndole que había algo importante que debía hacer antes de irse, pero estaba demasiado agotada mentalmente para pensar en qué era, y el frenesí de su casi-transformación estaba empezando a pasarle factura. Después de todo, incluso cuando tenía a Tikki a su lado, los poderes mágicos tenían un límite. Asintió con la cabeza, caminando junto a su antiguo compañero de regreso hacia los acantilados donde se escondía la cueva, pasando de largo la entrada del desfiladero por varios metros hasta que divisó un Mercedes todo terreno estacionado junto a la pared de roca.

"Ah, cierto," pensó la chica, "Adrien probablemente sigue siendo millonario".

El muchacho la guio hasta el asiento delantero, cuya puerta abrió ceremoniosamente en un gesto caballeroso, ante el cual Marinette rodó los ojos y dejó escapar una pequeña risa. Una vez sentados los dos y el motor encendido, el auto retrocedió lo suficiente para dar la vuelta, atravesando con facilidad el terreno desértico y entrando en la carretera.

-Debo decir, mi Lady, que admiro que hayas sido capaz de llegar a pie desde la ciudad. – comentó Adrien, cuando llevaban unos minutos andando. La chica se había quedado en silencio, disfrutando la comodidad de su asiento y la frescura del aire acondicionado, ni muy frío ni muy caliente. – Son más o menos cuarenta y cinco kilómetros.

-Al menos ya sé que puedo participar en un maratón cuando vuelva a París. – dijo ella, riéndose, sin percatarse de que la sonrisa del rubio había decaído ligeramente ante sus palabras.

A los quince minutos, iban aproximadamente a mitad del camino. La soledad de la carretera le permitía al conductor ir a ochenta kilómetros por hora constantemente, y tal como prometido, habían pasado ese tiempo conversando sobre su vida en Egipto.

-Así que me escabullí de Nathalie, de los guardias y de los profesores, y empecé a escalar por la parte externa de la pirámide. – contaba el muchacho, animado, acerca de una visita que había hecho a Giza con su clase en su último año de escuela, cuando tenía diecisiete años.

-¿Y no te atraparon? – preguntó Marinette, fascinada. - ¡Eso es ilegal!

-Los profesores y Nathalie se dieron cuenta, pero sólo porque Hadi no podía dejar de señalarme y decirle a los demás chicos que iban a "expulsar a Ricitos de Oro del país". – respondió él, rodando los ojos e imitando con sarcasmo la voz de su antiguo compañero de clase. – Logré tomarme la foto a mitad de la pirámide, pero no llegué hasta la cima porque preferí bajar corriendo antes de que los guardias se percataran también. Obtuve dos semanas de castigo en la escuela, pero al menos gané la apuesta. Eso me parecía lo máximo en aquel entonces.

La pelinegra estaba riendo, pensando en cómo la personalidad de Adrien y la de Chat Noir se habían ido mezclando desde el momento en que el muchacho había dejado Francia. Ella misma actuaba un poco más como Ladybug en su vida diaria –más segura de sí misma, más valiente para la mayoría de las cosas- pero nunca al extremo en que lo hacía su ex-compañero. Ella se había concentrado en separarse de Ladybug, mientras que él se había permitido fusionarse con Chat Noir.

Fue cuando ese pensamiento llegó a su cabeza que se percató de que los ojos del rubio habían vuelto a la normalidad, sus pupilas volvían a ser redondas y su iris verde ya no brillaba con tanta intensidad. Un rápido vistazo a sus manos sobre el volante reveló que las garras habían desaparecido también.

-Un momento, ¿qué pasó con tu transformación? – inquirió, mirando sus propias manos y comprobando que la línea roja seguía allí.

-Pues, el poder de la piedra dura muy poco. – respondió él, con una media sonrisa triste. Con Plagg, habría sido capaz de quedarse casi todo un día transformado mientras no usara el Cataclysm. – Generalmente dura alrededor de una hora, a veces un poco más y a veces un poco menos. Me suele dar tiempo de conducir hasta la ciudad y frustrar un par de crímenes pequeños, y se disuelve cuando voy en camino a casa.

-¿Y no has intentado llevarte la piedra contigo para seguir transformándote en cualquier momento? – preguntó Marinette, calculando mentalmente el tiempo que le quedaba a su propia transformación.

-Una vez lo hice, -comenzó a explicar el rubio, con una expresión un tanto sombría- pero a los pocos minutos la piedra empezó a perder sus colores, lucía más y más oscura, así que preferí devolverla a su cofre por precaución. No sé si es el cofre o la cueva los que hacen que la piedra mantenga sus colores con normalidad, pero me parece riesgoso experimentar con eso sin antes investigar un poco más.

-Entiendo. -dijo la chica, asintiendo- Yo opino que mientras menos se juegue con esa cosa, mejor. Es un objeto mágico desconocido, y no hay nadie que sirva de guía al respecto, así que nunca se es demasiado precavido.

-Concuerdo contigo, pero, ¿te imaginas lo que podría pasar si logramos sacar la piedra de la cueva? – Dijo el muchacho, con un brillo de excitación en los ojos- ¡Podríamos volver a ser Ladybug y Chat Noir, los héroes de París!

Marinette guardó silencio. Una parte de ella quería sumergirse en las fantasías heroicas que por primera vez no parecían estar completamente fuera de su alcance, pero otra parte se sentía turbada ante la perspectiva de volver a asumir una doble vida, cuando se encontraba perfectamente feliz con el rumbo que tomaba su propia vida de civil. Adrien, percibiendo que la chica no mostraba el mismo entusiasmo que él, se sintió incómodo, y un poco culpable. Marinette concentró su mirada en la oscura carretera, pensando que, a pesar de estar en medio de una aventura en Egipto, reviviendo la época más feliz de su vida, en el fondo también deseaba volver a casa con Alya y seguir su rutina.

La chica abrió mucho los ojos, llevándose una mano a la frente.

-¡Alya!


Alumbrando las paredes de roca con la linterna de su celular, excitada y asustada por su nuevo descubrimiento, Alya Césaire exploraba la cueva. Al llegar a los acantilados, había decidido caminar hacia la izquierda, y había acabado por dar la vuelta completa a la pared de roca, que se suavizaba hasta convertirse en una rampa en la parte de atrás, por donde decidió subir hasta la cima. Desde allí, a pesar de la ominosa oscuridad de la noche que acababa de caer, había divisado el desfiladero y los símbolos pintados en la entrada, y suponía que alguien había marcado el lugar de esa manera porque adentro debía haber información crucial sobre Ladybug y Chat Noir. La M le había hecho pensar que podría tratarse de Marinette, pero desechó la idea con rapidez, pues su amiga había decidido marcharse sola de vuelta a la ciudad por la carretera.

Un golpe de culpabilidad la obligó a detenerse por unos minutos. Había sido terca, orgullosa y desagradable con su mejor amiga. Con suerte, la pelinegra la perdonaría pronto, pero no la culparía si decidía no hablarle por más de un mes. A veces la morena podía dejarse llevar por el impulso periodístico de encontrar la verdad, y no se detenía a pensar en las consecuencias. Con un suspiro triste, siguió avanzando hacia el interior de la cueva.

Sus pies, los músculos de sus piernas, su espalda, su cabeza, todo le dolía. El moño en que había recogido su cabello se había deshecho tiempo atrás, los mechones castaños alborotados en todas direcciones se sentían húmedos y pegajosos por el sudor. Quizás habría sido mejor idea escuchar a Marinette. Estaba tan agotada, que estuvo a punto de tomar una siesta en la bolsa de dormir que alguien había dejado en la entrada de la cueva, pero la profunda sensación de peligro que se le acumulaba en el estómago se lo impidió.

Deambulando, la reportera llegó hasta una cámara de roca semicircular, llevándose a la vez un alivio y una decepción al percatarse de que estaba vacía, a excepción de una lámpara de emergencia y… un teléfono celular.

-¡El celular de Marinette! – exclamó la morena, corriendo hasta el aparato y levantándolo del suelo. Le quedaba apenas cinco por ciento de batería, y tenía la linterna encendida.

Preocupada, la chica se apresuró a recorrer todos los pasillos de la cueva, llamando el nombre de su amiga. ¿Marinette había estado allí? ¿Había sido ella en verdad quien había dejado la marca en el desfiladero? ¿Dónde se había metido? ¿Le habría pasado algo malo? Eventualmente, Alya había vuelto a visitar todas las estancias en que había estado antes, incluyendo los túneles, y no había rastro de la diseñadora. Desesperándose, la reportera continuó adentrándose en la cueva en busca de su amiga, hasta que llegó a una cámara circular parecida a las demás, pero ésta estaba llena de objetos desperdigados y agujeros en el suelo. Volviendo a pensar en el mapa que había visto al llegar, pensó que ésta debía ser la estancia que estaba marcada como "Excavación".

Estuvo a punto de darse la vuelta al percatarse de que el lugar estaba vacío, pero entonces algo llamó su atención. En un hoyo en el centro de la estancia se encontraba un cofre de marfil antiguo, con la tapa abierta, y una sensación muy extraña invadió a la chica cuando fijó su vista en el contenido.


Adrien estacionó su auto justo frente al desfiladero, sin molestarse en esconderlo un poco como la última vez, y Marinette estaba abriendo la puerta y saltando de su asiento antes siquiera de que el motor se terminara de apagar. Las rayas rojas y el delineado de sus ojos acababan de desaparecer, apenas un minuto atrás.

-¡Alya! –Llamaba, con cierta desesperación- ¿Dónde estás? ¡Alya! ¡Responde, por favor!

-Podríamos dar la vuelta por encima del acantilado en el auto. – sugirió el rubio, quien había abierto su puerta y había colocado ya una pierna en el suelo arenoso.

Marinette lo miró con el ceño fruncido, considerando su idea en silencio durante unos minutos, antes de asentir.

-¿Puedes hacer eso tú? – pidió, su voz quebrándose un poco, su corazón lleno de culpabilidad- Yo quiero revisar el desfiladero y ver si Alya llegó a la cueva.

-¡Eso no será necesario! – interrumpió una voz femenina que surgía desde el eco del desfiladero.

Marinette y Adrien inmediatamente dirigieron su vista a la fuente de la voz, y un segundo más tarde vieron la figura de Alya Césaire correr hacia ellos con una sonrisa de alivio en el rostro.

-¡Alya! – exclamó la pelinegra, corriendo a su encuentro para envolverla en un abrazo, dejando que un par de lágrimas de alegría se filtraran a través de sus ojos. - ¡Lamento haberte dejado sola!

-Yo no debí haberte hablado así, Mari. – admitió la morena, estrechando fuertemente a su amiga entre sus brazos, antes de separarse lo suficiente para verla a los ojos. – Encontré tu celular en la cueva, ¡estaba preocupada por ti! ¡Pensé que te había pasado algo! – añadió, sacando el dispositivo de su bolsillo y depositándolo en las manos de la diseñadora. - ¿Por qué lo dejaste ahí tirado?

La pelinegra se quedó en silencio, recordando que ella había estado usando el celular como linterna antes de… Oh. Un ligero sonrojo decoró sus mejillas. ¿Cómo pudo habérsele olvidado su teléfono tan fácilmente?

-Yo… yo me encontré a… - trató de explicar, vacilante, mientras alargaba el brazo para señalar al hombre que se encontraba detrás de ellas, observando la escena con calidez.

Alya abrió los ojos como platos al observar con detalle el rostro angelical y el cabello rubio del muchacho, el cual le sonrió, recordando con cariño el rostro y las excentricidades de la reportera que solía administrar el Ladyblog. La mandíbula de la morena casi se desprendió de su rostro al reconocer finalmente la identidad de la persona frente a ella.

-¡Adrien Agreste! – exclamó, las piezas del rompecabezas encajando. Miró directamente a su amiga, cuyo sonrojo se había profundizado al predecir lo que pasaría por la mente de la reportera, sonriendo con picardía antes de susurrar para que sólo ella pudiera escucharla- Por supuesto que olvidarías tu celular en una cueva si te lo encontrabas a él.

El color rojo del rostro de Marinette se intensificó hasta hacerla parecer un tomate. Mientras tanto, el rubio había caminado hasta alcanzarlas, posando sus manos en los hombros de ambas chicas con familiaridad.

-¡Qué casualidad volverlas a ver aquí! – dijo, sonriendo. Casi se sentía de vuelta en la París de su adolescencia. - ¡Sólo falta Nino!

Alya dejó escapar una risita al pensar en el moreno.

-Oh, esto le va a encantar. –dijo mientras sacaba su propio teléfono de su bolsillo, encendiendo la cámara interna y apresurándose a enfocar su rostro junto al de sus amigos. – ¡Tomémonos una selfie para enviársela cuando tenga recepción! ¡Se va a morir de envidia!

Sintiéndose valiente, el muchacho posó para la foto con una sonrisa inocente, posicionándose junto a Marinette y sujetando su cintura con una mano para atraerla hacia su cuerpo. La pelinegra trató de disimular su nerviosismo, pero ninguna de sus acciones pasó desapercibidas para la reportera, que se reía internamente de su amiga. ¡Tantos años después, y aun no podía olvidar a su amor de secundaria!

Con el clic de la cámara, los tres tomaron distancia con una risa despreocupada, para alivio de la diseñadora.

-Bueno, chicas, ¿quieren volver a la ciudad? Como ya le había ofrecido a Marinette, podemos ponernos al día con nuestras vidas en el camino. – sugirió Adrien, señalando con el pulgar hacia su Mercedes.

Un minuto después, el rubio y la pelinegra habían vuelto a sus asientos originales, y Alya los miraba con una sonrisa pícara desde el asiento de atrás. Seguro que Nino estaría de acuerdo con ella en que esta reunión era una jugada del destino. Mientras el auto se encaminaba nuevamente en dirección a la carretera, Alya volteó a ver con ojos turbios por la ventana trasera a la cada vez más lejana figura del acantilado de ocultaba la cueva, y su sonrisa murió en sus labios.


¡Y fin del capítulo!

¿Les gustó? Todas sus opiniones y críticas constructivas son bienvenidas.

Ahora, en respuesta al último reviews de Blue bird:

En realidad Marinette no se embarcó en este viaje para saber de los Miraculos únicamente, ella también quería encontrar a Chat Noir. Sin embargo, nada en lo que está publicado hasta ahora dice que ella no pudo haber hablado con el maestro Fu sobre los Miraculous ;) Gracias por tus reviews, me alegra que te guste la historia!

PD: ¿Alguien más no puede esperar por el estreno de Miraculous Ladybug en latinoamérica? En mi país pasaron el pre-estreno ayer~

Bueno, ¡hasta la próxima semana!

Bye~