Página en Blanco.

Segunda Parte.

Tambaleante, ensangrentado y muerto de hambre, sed y cansancio, nuestro héroe finalmente llegó al palacio donde a este punto ya debía estarse celebrando su funeral, razón por la cual las calles en el pueblo estaban completamente vacías.

Sabía que la única razón por la cual no había colapsado en el camino fue por el Dragón de Hielo prestándole fuerzas para seguir adelante, de otro modo nunca podría haber escapado de ese río y sus fuertes corrientes, nunca podría haber caminado las dieciocho horas que lo separaban de su amada Ciudad Capital. Por eso estaba inmensamente agradecido.

Por fin llegó a la sala del trono donde su esposa estaba llorando sobre un ataúd vacío rodeada de sus devastados compañeros, su familia, que lo creyeron muerto cuando cayó a ese río llevándose al peor enemigo del reino con él, su espada firmemente enterrada en el pecho descorazonado de aquella plaga.

Su esposa fue la primera en verlo, su rostro empapado en lágrimas que abruptamente se detuvieron solo para ser reemplazadas por una gran sonrisa llena de feliz incredulidad en lo que corría hacia él, abrazándolo con tanta fuerza que hizo doler sus heridas y huesos cansados, pero la felicidad de estar finalmente en casa y ver los rostros llenos de alegría de sus amigos y todos los ciudadanos que una vez lo despreciaron pero hoy lo veían como a un amado líder opacaba cualquier otra cosa.

Después de tanto tiempo, de una vida tan dura, de heridas tan dolorosas y cicatrices que tal vez nunca dejarían de doler… por fin podría descansar.

EL FIN.

Karin suspiró con satisfacción al leer por enésima vez el final del último capítulo de su libro favorito. Aún quedaba el epilogo donde contaba la coronación y la última reunión entre el protagonista y el Dragón de Hielo, pero tendría que leerlo luego porque ya había perdido demasiado tiempo leyendo y realmente debería comenzar a hacer la cena. Aún era temprano, pero quería preparar una cena muy elaborada y deliciosa para su empleador, que era el responsable de escribir tal obra que la llenó de esperanzas sobre una vida mejor cuando la leía entre las oscuras paredes del orfanato.

¿Quién diría que terminaría viviendo con el escritor de su libro favorito, el que indirectamente la alentó a desear una mejor vida y creer que era posible conseguirlo?

¿Y quién diría que terminaría absurda y estúpidamente enamorada de él?

Cuando comenzó a vivir con él no creyó que nunca fuera capaz de verlo como a algo más que su escritor favorito o su jefe, teniendo en cuenta su personalidad de anciano pese a ser solo cinco años mayor que ella, pero rápidamente se dio cuenta que él solo era maduro en la mayoría de los aspectos y sin embargo podía ser infantil de vez en cuando, rabiando por las cosas más estúpidas y siendo un poco ingenuo en temas como las mujeres o la socialización.

Siempre le pareció guapo, desde el primer momento en el que se tropezó con él cuando corría por su vida (sí, tan guapo era que incluso aterrorizada de morir no pudo evitar comérselo con los ojos por un par de milisegundos), y sabía que había muchísimas chicas que matarían por vivir con él aunque sea como su empleada doméstica, pero se prometió a sí misma que no caería como una más del montón de desesperadas.

Su promesa no le duro mucho, solo un par de meses antes de que cayera redondita como otra de sus acosadoras que a veces venían a merodear la casa. Bien que no lo acosaba… o más bien se contenía de mirarlo como una psicópata cada vez que estaba cerca, pero aun así acabó convirtiéndose en otra de las tantas enamoradas de Hitsugaya Toshiro. ¿Patética, verdad? Ya lo sabía.

Había comprado un libro de recetas con parte de los ahorros que venía haciéndose desde que comenzó a trabajar para él, y ahora mismo estaba muy concentrada en no arruinar la cena pues quería contentarlo. Recientemente había comenzado a trabajar mucho en su nuevo libro y estar sentado tanto tiempo frente a su portátil lo hacía sentir muy agotado, así que ella ponía su mayor esfuerzo en tener una cena deliciosa ya lista para cuando saliera con el apetito por los aires. Realmente no se merecía todo lo que él le pagaba, teniendo en cuenta que ya la mantenía dándole vivienda y alimentos, pero insistía en darle un sueldo digno y eventualmente dejó de quejarse. Después de todo… un día tendría que marcharse, así que ahorraba todo lo posible para cuando tuviera que partir al mundo y valerse por sí misma.

Solo faltaba un mes para que cumpliera los dieciocho años, y apenas lo hiciera buscaría otro trabajo, buscaría un departamento que rentar y dejaría de aprovecharse de la nobleza de su escritor favorito, que podría conseguirse una empleada mejor que no rompiera platos ni quemara la cocina de vez en cuando, aparte de ser una cocinera mucho mejor que ella. Quizás una cocinera tan buena como su madre o Yuzu solían ser…

Se detuvo en medio de picar los vegetales, sus ojos llenándose de lágrimas con solo el recuerdo de su familia. Era algo que siempre había pasado desde que quedó huérfana y sin nadie, solo que con el paso de los años dejó de ser tan frecuente. Pero desde que habló de eso con Toshiro, pese a que la verdad no dijo mucho, estaba empezando a pasar más seguido.

Tomó aire y parpadeó rápidamente para alejar las lágrimas, volviendo a concentrarse en hacer la cena.

Una vez terminó, puso la mesa y fue a golpear la puerta de la oficina de su jefe que, ya sabiendo que era la hora de cenar, le dijo que iría a la mesa en cinco minutos, por lo que ella le advirtió que más le valía no olvidarlo otra vez o entraría allí y lo jalaría de la oreja antes de retirarse sabiendo que eso lo convencería de no volver a dejarla plantada.

No sabía por qué, pero él realmente no la quería ahí adentro desde que empezó a escribir su nuevo libro. Sabía que confiaba en ella para no divulgar por ahí lo que pudiera leer, o al menos eso esperaba, así que quería creer que solo estaba nervioso por su nuevo libro o bien era de esos escritores que odiaban que vieran lo que escribía. En fin, lo importante era que la amenaza de entrar a su oficina sería suficiente para que no olvidara que necesitaba comer para vivir otra vez.

Afortunadamente no se equivocó, en cinco minutos él llegó y sirvió la comida para que pudieran cenar juntos, uno de sus momentos favoritos en el día… igual que todos los momentos en los que estaba con él.

Agh, maldita sea, sí su yo pasada pudiera escucharla ahora sin duda la abofetearía.

-¿Y cómo va el libro?- preguntó luego de que conversaran respecto a la nueva receta y lo bien que le quedó.

-Bien, debería terminarlo a fines del próximo mes sí sigo a este ritmo.-

-Oww, y yo que quería la primera copia del libro para mi cumpleaños.- bromeó.

-Tengo algo mejor que ese libro barato para ti en tu cumpleaños.- le dedicó una de sus fugaces sonrisas, esta con un toque misterioso.

-No desprecies tu libro, ese será mi trabajo.- rió, aunque estaba intrigada. –No tienes que darme nada, ya sabes, haces mucho por mí como para además estarme regalando cosas.-

-Tú me regalaste algo por mi cumpleaños.- señaló.

-Un pastel quemado no te obliga a regresarme el favor.- contrarrestó ella secamente.

-Aparte que odio el pastel.-

-Aparte que odias el pastel.- gimió recordando con vergüenza ese día, aparte las risas de su abuelita y su hermana no la hicieron sentir mejor. –Más razón para que no te sientas obligado a darme nada.-

-No me siento obligado, simplemente quiero hacerlo.- la miró con tanta intensidad que tuvo que bajar la mirada y concentrarse en su comida para que no notara su rostro enrojecido.

-Umm… ehh… ¿Quieres postre?- cambió de tema.

-Claro.-

Pasó un mes y su cumpleaños llegó, aunque también era el cumpleaños de Yuzu y eso la hacía sentir deprimida, pero luchó por no mostrarlo cuando se levantó ese día y tuvo el desayuno ya listo en la mesa y Toshiro esperándola con su portátil abierta en lo que escribía sin parar como en las últimas semanas desde que estaba llegando a los capítulos finales.

-¿Hiciste el desayuno?- preguntó asombrada y un poco desconfiada, sabiendo lo mucho que odiaba cocinar.

-Claro que no.- al verla de inmediato hizo un par de clicks y cerró la portátil. –Hinamori vino temprano y lo preparó para ti, además también te dejó esto como regalo de cumpleaños antes de tener que irse a trabajar.- levantó una bolsa decorada con moños y una bonita tarjeta con brillitos y se la tendió.

Karin no pudo evitar sonreír ante el detalle de la hermana mayor de su jefe. Ella le recordaba mucho a Yuzu.

-Es… muy bonito.- sacó con sorpresa el vestido blanco. En realidad no era para nada su estilo, pero bien podría probar algo nuevo. –Luego me lo probaré. ¡Ahora a comer!- era lindo no tener que cocinar por una vez.

La comida estaba deliciosa, por supuesto, mucho mejor de lo que ella podría preparar con su nivel actual, y pronto terminaron y el Hitsugaya insistió en juntar la mesa y lavar los platos él por lo que Karin, luego de desistir de protestar, decidió ir a probarse el vestido.

Realmente era algo que nunca elegiría para sí misma, mas no le disgustaba en lo absoluto. Era largo hasta por debajo de las rodillas con falda suelta y un lazo alrededor de la cintura. El escote en V no era demasiado revelador, y las mangas largas de color blanco trasparente colgando hasta sus rodillas dejando al descubierto sus hombros se veían bastante bien.

Sip, le gustaba.

-Te ves bien.- casi brinca en su lugar al escuchar la voz masculina detrás de ella.

-¡Toshiro!- chilló molesta al voltearse y verlo en su puerta. -¡No entres así! ¡¿Qué tal si seguía cambiándome?!-

-Pues no deberías dejar la puerta abierta, entonces.- la miró con burla cuando se quedó con la boca abierta. –Vine a ver sí ya estabas lista y veo que sí, así que vamos.-

-¿Eh?- lo miró confundida. –Solo estaba probándome el vestido, iba a volver a cambiarme. ¿Y a dónde se supone que vamos?- abrió las puertas de su armario para buscar un atuendo menos susceptible a que lo arruine por su naturaleza inquieta. Sin embargo, las puertas se cerraron y él la miró con el ceño fruncido.

-Te ves muy bien así, así que solo busca unos zapatos decentes y baja, estamos llegando tarde.- sin más abandonó la habitación, dejándola muy confundida y muy roja, mirándose de nuevo al espejo.

¿De verdad se veía "muy bien" para él?

Una sonrisa estúpida cruzó por su rostro, solo para desaparecer al mirarse en el espejo y ver lo idiota que parecía sonriendo de aquel modo por una pequeñez. Rápidamente se puso unas botas blancas de tacón bajo largos solo hasta un poco por encima del tobillo que Rangiku había comprado para ella, tomó un pequeño bolso de correa fina blanco que la editora también había comprado para ella, guardo su celular recién comprado, un poco de dinero y al bajar a la cocina también metió unas cuantas mentas y otros dulces, simplemente porque le gustaban los dulces.

Llegó al recibidor y se quedó con la boca abierta al ver a Toshiro. Él normalmente siempre se vestía semi-formal, pero ahora, aunque tenía el mismo estilo formal-pero-no-del-todo, el jean negro ajustado, la camisa negra ajustada con unos cuantos botones desabrochados, la bufanda blanca y los lentes de sol sobre su cabello siempre rebelde lo hacían ver tan…

-Umm… tal vez no deberíamos salir…- murmuró apenas recobró la capacidad de hablar.

-¿Hmm? ¿Por qué lo dices?- frunció el ceño.

"Pues porque no es seguro que estés en público sin al menos dos docenas de guardias que te cuiden de chicas hormonales", pensó.

-…Nada, olvídalo.- dijo, no queriendo avergonzarse más a sí misma. Afortunadamente él eligió usar su auto esta vez, como pocas veces ya que a ambos les gustaba caminar, y cuando llegaron a su destino ella no pudo evitar confundirse. -¿El aeropuerto?- lo miró dudosa.

-Vamos.- solo dijo. Salieron del auto y él tomó una mochila del asiento trasero y partieron a tomar un vuelo, aparentemente. Abordaron un avión y ella miró atentamente todo a su alrededor. -¿Es la primera vez que viajas?- preguntó sentándose a su lado.

-No… viaje antes, pero era muy pequeña y realmente no lo recuerdo.- se encogió de hombros.

No recordaba el viaje, solo la playa y jugar con sus hermanos en la arena, o irse hasta lo más hondo donde no había olas sobre los hombros de su padre, saludando presumida a su hermana que se había quedado en la orilla con su madre. Todos riendo, todos felices, todos juntos. Vivos.

-Karin ¿estás bien?- sintió una mano en la mejilla y salió bruscamente de sus pensamientos mirando a la expresión preocupada de Toshiro, que estaba secando la lágrima que rodaba por su mejilla sin que siquiera se haya dado cuenta.

-Lo siento…- normalmente apreciaría su toque, pero estaba demasiado avergonzada por llorar como para poder mirarlo a la cara, así que apartó su mano y subió las piernas al asiento, recostándose en el respaldo y dándole la espalda para no hacer algo estúpido como lanzarse a abrazarlo en público como si tuviera cinco años.

Al poco tiempo se quedó dormida, aunque se despertó poco después de una hora cuando llegaron a su destino.

-Bienvenida a la isla Shikoku.- murmuró él en voz baja una vez bajaron del avión.

-¿La isla Shikoku?- lo miró con los ojos muy abiertos. –Wow… Pero ¿por qué estamos aquí?- estaba un poco confundida.

-Ya lo verás.- la tomó de la muñeca y comenzó a jalarla. –Ven, tomaremos un taxi.-

Incluso en esa pequeña isla, el escritor del famoso Dragón de Hielo era reconocido por sus lectores, que lo detuvieron varias veces en medio de su camino felicitándolo por su obra y pidiéndole un autógrafo. Un par de chicas se le encimaron intentando alejarlo de Karin, pero finalmente él pudo alejarlas y paró rápidamente un taxi al que se subieron rápidamente para escapar de aquellas locas.

-Bueno, eso fue divertido.- rió dentro del vehículo, aunque por dentro aún quería ahorcar a las dementes.

-Esperó no volver a tener que lidiar con otras fanáticas de ese tipo.- se frotó las sienes. –No quiero que nadie arruine tu día.-

-No lo harán.- aseguró conmovida.

No había forma de que su día pudiera arruinarse sí él permanecía a su lado.

Llegaron a las afueras de la ciudad Matsuyama al pie del llamado Monte Katsu, donde varias personas estaban haciendo fila para abordar un teleférico que los llevaría a la cima. Tenían cabinas y asientos individuales para ir. Ella señaló emocionada los asientos individuales, pero Toshiro los miró con desconfianza y la jaló hacia la cabina, donde pagó y se subieron junto a una familia de turistas.

El paisaje fue hermoso mientras subían, Karin miró admirada el paisaje, intentando ignorar a la ruidosa familia hablando algún idioma extranjero que no tenía ni idea cuál podría ser.

Una vez bajaron, miró curiosa a su alrededor y jadeó al darse cuenta de la razón por la cual estaban allí.

Reconoció de inmediato la estructura de cuerpos interconectados, los colores monocromáticos y la altura de hasta tres pisos del gran palacio que tenía frente a ella. ¡Era exactamente como se describía al palacio de Ciudad Capital en Dragón de Hielo!

Miró con la boca abierta a Toshiro, que tenía una pequeña sonrisa de suficiencia en su rostro.

-Veo que reconoces el palacio.-

-¡Por supuesto que sí!- estaba prácticamente brincando en su lugar. ¡Era como estar en uno de sus sueños, pero en la vida real! ¡Este era el lugar donde se desarrollaban la mayoría de los eventos importantes en el libro! ¡Y estaba aquí con el autor mismo! -¿Te basaste en el castillo de Matsuyama para hacerlo? ¡¿Por qué a nadie se le ocurrió?!- él lo había descrito de modo tan exacto que plasmó en su mente la imagen exacta que tenía el castillo frente a ella.

-A los japoneses de las grandes ciudades ya no les interesa tanto su propia historia.- suspiró con tristeza. –La mayoría conoce a esta isla solo por sus aguas termales, pero cuando mi abuela me trajo aquí por mi cumpleaños me enamoré de ese palacio.-

-¿Y me trajiste por mi cumpleaños?- lo miró con una sonrisa probablemente más estúpida que cuando le había hecho un cumplido.

Él siempre hacía tanto por ella. ¿Realmente podían culparla por estar completamente enamorada como otra de las dementes en su lista de fanáticas? Fue inevitable, y sí no se hubiera enamorado antes probablemente se habría enamorado ahora.

-Algo me decía que te gustaría.- comentó divertido.

-¡Me encanta!- ya le estaban doliendo las mejillas por tanto sonreír mirando de él a ese precioso lugar de ensueño.

-Te gustara aún más el interior.-

-¡¿Podemos entrar?!-

Sí, podían, aunque había que pagar un precio bastante alto, pero valía la pena. Era como un museo de historia realmente interesante, hablaban mucho de los samuráis ¡y hasta te dejaban vestirte como uno! Había varios tipos de vestimenta, pero ellos eligieron los shihakusho negros.

-Estás son las ropas con las que describí al ejército del Gotei como su uniforme predilecto.- dijo él una vez salieron de los vestidores. –Y estos los Haoris de los capitanes.- se dio la vuelta enseñándole mejor el haori sin mangas con símbolos negros en el borde y los kanji de Matsuyama en la espalda.

-Sí, me di cuenta.- sonrió un poco presuntuosa ante su mirada de complacida sorpresa. –Cuando te dije que amo tu libro, lo dije en serio.- rió, sabiendo que probablemente estaba sonando como una fan obsesionada. Y tal vez lo era.

Pasaron un gran momento paseando por el palacio en sus ropas de samurái, incluso Toshiro se sumó a una demostración que estaban haciendo unos profesores de Kendo a sus alumnos y para sorpresa de todos los derrotó, dejándola sumamente impresionada. Aun así él fue muy respetuoso con los profesores y sus alumnos, les contó acerca de su fascinación por el kendo y como había ganado varios premios en su época de estudiante de secundaria y preparatoria, y hasta les enseñó algunos de sus trucos. Eso la impresionó aún más. Él era un perfecto caballero.

Siempre creyó que se enamoraría de algún chico rebelde y divertido, con una motocicleta y aún más fanático que ella por el futbol, pero en su lugar cayó por un intelectual anticuado que estaría más cómodo habiendo nacido el siglo pasado, con una obsesión ridícula por la limpieza y levantarse a la cinco de la mañana a hacer ejercicio por dos horas obligándola a ya estar despierta y con el desayuno listo para él a las siete, cosa que la molestaba muchísimo al principio aunque eventualmente se acostumbró. Le gustaba seguir las reglas en su gran mayoría y repudiaba cualquier cosa parecida a una motocicleta, aparte que el futbol estaba en su top 3 de deportes, justo debajo del kendo y las peonzas (sí, él consideraba esa aberración un deporte). Y ella lo amaba, en todos y cada uno de esos aspectos y en más.

Era una chiquilla estúpida que acababa de cumplir dieciocho, pero sabía que lo que sentía era muy fuerte y sí no era amor, entonces no sabía qué demonios podría ser.

-¿Karin?- salió de sus pensamientos al escucharlo llamarla. –Vamos a cambiarnos. Ya es hora de almorzar.-

-Oh, de acuerdo.- sonrió por enésima vez en el día. Mañana el rostro iba a dolerle mucho.

Salieron del castillo Matsuyama y él sacó de su mochila una manta y la tendió bajo la sombra de un árbol, luego sacó un recipiente llenó a reventar de emparedados y Onigiri, seguramente también preparados por Momo-san.

Tuvieron un agradable día de campo, que se volvió más agradable cuando compró más comida y algunas bebidas para llenarse aún más puesto que los dos comían como bestias. Hablaron de todo por mientras, ella incluso se atrevió a contarle algo que normalmente la habría hecho llorar como una niñita tonta sin derramar una sola lágrima.

-¿Hoy es el cumpleaños de tu hermana también?- preguntó él con sorpresa, luego frunció el ceño. –Por supuesto… es tu hermana gemela, lo olvidé por un momento.- se vio un poco culpable. –Debe ser duro para ti celebrar un día como este, lamento sí en algún momento te hice sentir mal.-

-Claro que no.- aseguró agitando las manos frenéticamente. –Este ha sido uno de los mejores días de mi vida, te lo aseguró. Estoy muy agradecida contigo, por todo. Nunca podrías hacerme sentir mal, todo lo contrario, tú… yo… yo te… te estoy muy agradecida.- se mordió la lengua para no decir algo estúpido. –Este ha sido el mejor cumpleaños que he tenido en años. De verdad… te lo agradezco mucho.- juntando todo su valor, le dio un rápido beso en la mejilla como muestra de su agradecimiento, fijando luego su vista en el castillo para que no viera su rostro ardiendo en llamas.

Una vez abandonaron el Monte Katsu, viajaron a otra ciudad en la pequeña isla, la ciudad de Takamatsu, para visitar el parque Ritsurin, donde abordaron una barca tradicional solo para ellos dos cuando Toshiro pagó un poco extra, les dieron uno de esos simpáticos sombreros de bambú y fueron conducidos por un hombre con otro sombrero de bambú que remó a través de las lagunas hablando solo para señalar lugares y contar curiosas historias, guardando silencio cuando ellos estaban teniendo una conversación o admirando a los bonitos peces a menos que fuera la hora de señalar un lugar importante.

Fue maravilloso. Todo fue maravilloso. Tan hermoso, brillante, como un sueño, haciendo ver su vida pasada como una oscura pesadilla. Todo con Toshiro era perfecto.

O lo sería de no ser porque su mente no dejaba de recordarle que él hacía todo esto solo por ser su jefe y considerarla como una hermanita o algo así. Aunque le gustaba ser querida por él. Tomaría lo que podía conseguir.

Cuando el sol se estaba poniendo en el horizonte, abordaron un avión para regresar a su ciudad y ya a las ocho de la noche estuvieron de regreso en su casa, tan cansados, llenos y satisfechos que se saltaron la cena y fueron directamente a dormir.

Esa noche soñó con él, con haberlo besado mientras estaban en esa barca, admirando los hermosos paisajes, con que él le hubiera correspondido y hecho su día aún más perfecto, con que, ahora que era oficialmente una adulta, pudiera dejar de verla como una niña, una simple mocosa como solía llamarla.

Era una lástima que fuera imposible.

.

Con una sonrisa tan grande como sus nuevas alas recién restauradas, nuestra heroína tomó la mano de su compañero arcángel, lista para regresar a los cielos y retomar su puesto para servir de nuevo al Dios creador con orgullo.

Sin embargo, antes de que pudiera emprender vuelo, sintió una gran mano envolverse alrededor de su delgada muñeca. Su felicidad de repente se hizo añicos. Su sonrisa desapareció al voltear y ver al mortal que amaba, el que tanto la había ayudado.

—No te vayas —suplicó el vidente, sus ojos más brillantes que los de un humano promedio suplicándole quedarse.

—Debo. El creador me concedió otra oportunidad. No puedo rechazarlo después de todo lo que hizo por mí, por ti —intentó explicarle sus razones. También quería explicarle lo mucho que quería quedarse, pero eso no ayudaría a que soltara su muñeca.

La mano de su compañero arcángel seguía sujetando la suya, tirando levemente como un insistente recordatorio de que debía partir, nada como el gentil agarre del vidente, que estaba dándole la oportunidad de soltarse en cuanto quisiera mientras la hacía sentir lo mucho que no quería que lo hiciera.

—Me dijiste que el creador siempre hacía todo por una razón. Entonces ¿por qué razón hizo que te amé? ¿Solo para alejarte de mí al final? —sus ojos se llenaron de frustración –. Nunca lo he cuestionado, ni una sola vez, por más descabelladas que fueran las visiones que me enviaba, siempre confié en él. Quisiera confiar en él ahora, pero… —cerró los ojos dolorosamente.

—¿Y qué visión te envió ahora? —preguntó en un susurro, sabiendo que él siempre tenía una nueva visión cada vez que le preguntaba.

—Por primera vez, parece que estoy mirando al pasado en lugar del futuro —abrió los ojos y la miró con tristeza–. Porque todo lo que puedo ver es mi vida aburrida detrás de un escritorio, tal como antes de que tú llegaras. Solo veo una vida sin ti… y no quiero verla. Me niego a verla —sus palabras salieron recubiertas de rabia y frustración.

Ella lo miró con anhelo, no queriendo nada más que saltar a sus brazos y besar su mejilla como en aquella ocasión cuando se perdieron en el bosque y comieron bayas de un arbusto, o tal vez besar sus labios como él besó los suyos en medio de su travesía a hablar con el rey de los mares. No obstante… era muy consciente de la mano de su compañero tirando de la suya, recordándole que no pertenecía a ese lugar. No pertenecía con él.

¿Qué debería hacer?

Toshiro examinó con ojo crítico la última página que había escrito de su nuevo libro todavía en proceso.

Ya estaba en pleno junio y sin embargo no había podido terminar el libro a finales de mayo como había sido el plan original. Simplemente llegó a este punto de la historia y fue como sí alguien usara un insecticida para matar a la abejita que había estado zumbando felizmente en su mente dándole idea tras idea para continuar con su historia.

Ahora su inspiración estaba con las alas destrozadas ¡las páginas estarían llenas a reventar, pero su mente estaba en blanco, totalmente ajena a cómo podría continuar el libro!

Estaba casi en el final, y ya sabía cómo quería terminarlo… pero no veía una manera de saltar de donde estaba ahora a donde quería estar para su final perfecto.

Maldición. Se había dejado llevar demasiado mientras escribía, no fue lo suficientemente cuidadoso a la hora de planear la estructura de la historia. Probablemente se merecía estar en blanco ahora mismo. Eso no significaba que se sintiera menos frustrado, sino todo lo contrario más bien.

Suspiró y decidió ir a ver a Karin.

Ella comenzó a estar un poco más distante con él en las últimas semanas, una de las razones por las cuales su capacidad para escribir el romance que quería se había desmoronado. No es que fuera a admitirle eso a nadie.

Fue a la sala, donde normalmente a esta hora estaba mirando televisión o leyendo, pero no encontró nada más que su celular en la mesita frente al sofá. Probablemente había ido por un bocadillo o algo, así que se sentó en el sofá a esperarla.

Mientras esperaba, de repente su celular vibró y la pantalla se encendió, a lo que no pudo evitar leer la primera línea del mensaje que acababa de recibir con su rápida capacidad de leer antes de que este se desvaneciera.

"¿Cuándo planeas mudarte aquí? El departamento ya está disponible así q…"

¿Qué?

Sintió como sí su corazón se hubiera detenido por un par de segundos.

¿A qué se refería esa persona? ¿Por qué le preguntó cuándo planeaba mudarse? ¿Por qué hablaba de un departamento? ¡¿De qué demonios estaba hablando?!

Sus pensamientos se vieron interrumpidos al notar a Karin entrando a la sala con una bolsa llena de caramelos. Ella también lo notó y de inmediato se tensó, como siempre que estaba a su alrededor últimamente.

-¿Pasa algo?- preguntó sentándose a su lado incómodamente.

-Es lo que me estaba preguntando.- su voz salió más fría y distante de lo que pretendía, pero no le importó. –Acaba de llegarte un mensaje, tal vez quieras leerlo.-

-¡¿Revisaste mi celular?!- pareció a punto de enterrarle los caramelos en los ojos.

-No, solo no pude evitar ver la notificación.- frunció el ceño. -¿Qué demonios, Karin? ¿Estás buscando departamento?- ella se quedó con la boca abierta, mirándola sin saber qué decir por varios segundos, antes de también fruncir el ceño.

-¿Y qué sí lo estoy haciendo? Ya soy una adulta, no tienes que seguir cuidándome, Toshiro.- se cruzó de brazos y apartó la mirada.

-¡Pues para ser una adulta te estás comportando como una maldita mocosa ahora mismo!- estalló sumamente molesto por el modo en el que le habló.

¿Es que no significaba nada para ella? ¿Lo abandonaría tan fácilmente sin siquiera darle una digna explicación? ¿Qué no le había demostrado con creces lo mucho que le importaba? ¡¿Cómo podía tratarlo así?!

Ella volteó a verlo con rostro sumamente herido.

-¿Una maldita mocosa? ¿Así es cómo me ves?- sonrió amargamente. –Ya lo sabía, pero gracias por la confirmación.- bajó la cabeza. –Ya no puedo más, Toshiro… Creí que podría, pero no puedo. Tengo que salir de aquí.- arrojó la bolsa de caramelos a un lado y tomó su celular. –Y ya tengo a donde ir.- murmuró luego de leer el mensaje. –Ya no necesitas cuidar de mí.- le dio la espalda.

-¿Así que ya no me necesitas?- preguntó con un nudo en la garganta al verla retirarse de la sala. -¿Simplemente te iras?-

Se detuvo a mitad de camino, abrazándose a sí misma.

Volteó lentamente, la luz del pasillo contiguo dándole una extraña aura de luz que la hacía ver como todo un ángel a sus ojos. Un ángel sumamente triste.

-Me has ayudado mucho, Toshiro… pero ya es hora de siga adelante sin ti.- sonrió hermosamente, desgarradoramente. –Dame unos dos días y me habré ido, podrás contratar una empleada más competente.- sin más volvió a darle la espalda y se marchó de la sala a paso veloz.

Él solo pudo mirarla con impotencia, queriendo detenerla y rogarle que se quedara. ¿Pero por qué hacerlo? Sí no quería quedarse no podía obligarla. Siempre fue difícil hacerla cambiar de opinión, y después de esa pelea se quedó sin fuerzas para luchar contra su enorme terquedad.

Así que la dejó ir.

Pasaron los dos días y ella terminó de empacar sus cosas, recibió su última paga y se marchó de su vida sin que presentara una sola queja al respecto.

Esa misma noche fue capaz de terminar su libro.

¿Qué debería hacer?

Los ojos del vidente no dejaban de observarla atentamente, sin perder de vista su rostro lleno de dudas. Su agarre en su muñeca era cada vez más débil, mientras que el de su compañero en su mano solo se hacía más y más fuerte a medida que los minutos avanzaban irrefrenables.

Finalmente, tomó su decisión.

—Perdóname —susurró, librándose del agarre del vidente —. Sabes lo que siento por ti, pero… eres un mortal. Una relación entre nosotros nunca podría funcionar, no podríamos…

—¡Ha funcionado! Una relación entre nosotros ha funcionado por meses, incluso en medio de esta guerra hemos sido felices. Has sido feliz a mi lado —afirmó.

—¡Pues ya se acabó! —gritó fuera de sí, incapaz de soportar un segundo más de ver su rostro devastado —. ¿No lo entiendes? ¡Ya no te necesito! ¡Cumpliste tu propósito como herramienta de los cielos y ahora puedes vivir normalmente tu vida mortal! ¡Y como el creador te ha mostrado, yo no estoy en ella!

Con un último vistazo al rostro pasmado del hombre que amaba, extendió sus alas y emprendió vuelo como hace tanto no lo hacía, siguiendo a su complacido compañero que no dejaba de repetirle que hizo lo correcto al dejar atrás al mortal.

Recordó cuando fue arrojada del cielo, las heridas de sus alas recién arrancadas todavía ardiéndole en la espalda, el dolor por la pérdida de su familia carcomiendo su alma. Esa fue la primera y última vez que sus ojos se permitieron derramar lágrimas desde que era una niña, mientras atravesaba las nubes cayendo a las tierras pecadoras dejando atrás todo lo que alguna vez conoció. Ahora estaba regresando a los cielos, atravesando las nubes para recuperar su dignidad perdida y ser premiada por el Dios creador, y sin embargo las lágrimas estaban deslizándose por su rostro, exactamente como la última vez.

La aventura había terminado y logró salir victoriosa. No obstante el dolor seguía ahí, y no se iría por el resto de su inmortal existencia. Afortunadamente era una guerrera y sabía lidiar con otra carga en sus hombros a la hora de servir al Dios creador, pero en momentos como estos, cuando nadie podía juzgarla por su debilidad, se permitió llorar.

EL FIN.

Hitsugaya miró complacido los últimos párrafos de su libro.

No era lo que había planeado originalmente, pero quedaba bien de todos modos. No todo tenía que tener un final feliz ¿verdad? Tal vez perdiera algunas fanáticas por esto pero mejor para él, menos locas acosándolo cada vez que asomaba la cabeza fuera de su casa.

No se molestó en hacer un epilogo como había planeado, simplemente envió el libro a su editora a la mañana siguiente y finalmente se permitió deprimirse encerrándose en su habitación hasta que Matsumoto vino dos días después para chillarle lo sumamente cruel que fue al darle a esa hermosa historia de amor un final tan deprimente. Y de paso también se puso a chillarle cómo fue capaz de permitir que Karin se escapara antes de haberle dado siquiera un nie… sobrinito y que era tan malo y cruel con ella por no haberle informado al respecto. También chilló muchas otras cosas, pero dejó de prestarle atención cuando mencionó a Karin, optando por seguir limpiando la casa sin siquiera fingir que la escuchaba ya que ahora no tenía empleada doméstica.

Unas semanas después de que su libro fuera publicado masivamente a lo largo de todo el país, las criticas empezaron a llegar.

Los críticos estaban enamorados de su narrativa desde Dragón de Hielo, y con Ángel Guerrero tampoco se mordieron la lengua a la hora de alabarlo en ese aspecto, también en prácticamente todos los otros. Lo único que todos parecían tener en común era una gran inconformidad con el final.

"Inesperado" había sido lo más suave que recibió. "Decepcionante, trágico, desgarrador, ¿cómo te atreves? y ¿es en serio?" eran las opiniones más populares entre los pocos críticos que hicieron algo más que solo ser lambiscones al respecto y las más populares entre los lectores, aunque estos también estaban frenéticos suplicando por una segunda parte que él se había negado rotundamente a escribir nunca pese a que incluso Matsumoto y Hinamori le rogaron por ella.

Dos meses después de la publicación de Ángel Guerrero, alguien tocó a su puerta, y decir que se sorprendió al ver a Karin en el otro lado sería la subestimación del siglo. Se quedó completamente anonadado, mirando con el rostro desencajado en asombro a la chica que amaba frente a él.

Ella sostenía su libro recién publicado entre sus pequeñas manos, y se veía inusualmente tímida, con sus ojos pegados en el suelo y sus mejillas levemente coloreadas de rosa.

-¿Karin?- susurró atónito.

-T-Toshiro…- finalmente lo miró a la cara, solo para sonrojarse profundamente y volver a apartar la mirada. –L-leí tu libro… Ángel Guerrero… L-lo l-leí.- tartamudeó nerviosamente.

-Oh…- frunció el ceño. ¿Solo por eso había regresado? –Y… ¿qué te pareció?- preguntó sumamente incómodo, sin saber qué más decir. Ni siquiera sabía cómo se sentía ahora.

-Fue… bueno… triste.- alzó la mirada por fin. –Hubo una escena que me gustó especialmente…- abrazó el libro contra su pecho. –El beso en aquella barca mientras buscaban al rey de los mares…- él amplió los ojos. Había olvidado eso. ¿Acaso ella se dio cuenta que…? –Toshiro… ¿soy el ángel?- su pregunta lo dejó sin aliento.

Mierda. Mierda. Mierda. ¡Sabía que había sido demasiado obvio en esa parte! ¡Debería haberla cambiado! ¿Por qué fue tan estúpido? Ahora ella seguramente creería que era un pervertido acosador o quizás querría demandarlo o quién sabe qué. ¡Pero que imbécil!

-N-no…- intentó negar patéticamente, completamente nervioso por haber sido descubierto.

-Y tú… ¿eres el vidente?- dio un paso más cerca de él, sus ojos fijos en los suyos, mirándolo de tal modo que lo dejó sin aliento. No se veía disgustada, indignada u horrorizada como había pensado que estaría, todo lo contrario, parecía esperanzada, expectante… ¿feliz? Sus ojos lo miraban con anhelo, el mismo anhelo con el que sabía que la estaba mirando.

Perdido en su mirada, no pudo evitar decir nada más que la absoluta verdad.

-Sí.- admitió en un susurro. –Nunca habría sido capaz de escribir una historia de amor… a menos que experimentara el amor por mí mismo.- dio un paso más cerca de ella. –Esa escena… el beso en la barca… fue inspirada en lo mucho que quería besarte cuando fuimos a la isla Shikoku en tu cumpleaños.- otro paso.

-Es extraño…- ella le dedicó una pequeña sonrisa mientras sus narices se rozaban cuando dieron un último paso, eliminando la distancia entre sus cuerpos. –También quería besarte. Y ¿sabes? Describiste a la perfección mis sentimientos en el final…- su mano se levantó para acariciar tiernamente su mejilla. –Tampoco quería irme. Quería luchar mis batallas por mí misma, sin depender de ti, ser una guerrera… pero también quiero quedarme contigo. Tú eres mi salvador… para mí tú eres mi ángel.- y entonces lo besó.

Fue como sí todos sus problemas de pronto se disolvieran en el aire. Todo voló de su mente excepto la sensación de sus labios contra los suyos. De repente todo estuvo bien con el mundo, tan bien que ni siquiera le importó cuando un paparazzi tomó al menos diez fotos con flash de su beso con su joven ex empleada, solo rió junto con ella y la jaló dentro de la casa para que pudieran seguir con lo suyo en privado.

Tal vez sí haría una secuela de Ángel Guerrero después de todo, ahora que sabía que su ángel personal sí amaba al vidente lo suficiente como para luchar por su amor, incluso contra las reglas de los cielos, incluso teniendo en cuenta su inmortalidad.

Oigan, la abejita estaba zumbando otra vez.

Era bueno tener a su musa con él una vez más. Y no pensaba volver a dejarla ir.

EL FIN.

Holaaaaa! :D

Y aquí tienen la conti de Página en Blanco! El fic q nunca entendere por q les gusta tanto xD

Espero no haberlas decepcionado :')

Para las q no lo saben, hice una votación en mi página de facebook para q eligieran a qué fic le haria una continuación primero, y este salió ganador! La verdad creí que me costaría más y sería más largo y complicado, y por un momento estuve muy tentada a terminarlo con Karin abandonando a Toshiro, pero entonces pense q ustedes no dejarian de molestarme por otra conti y decidi seguir e.e Y la verdad la solución fue más facil de lo q creí xP Solo imagine la reaccion de Karin al leer el libro y me di cuenta q notaria facilmente q Toshiro estaba basandose mucho en ellos y eso la haría muy feliz y ni siquiera lo pensaria dos veces antes de correr a él :P Les doy esta explicación por si habia quedado alguna duda uwu

Ojala q les haya gustado y los personajes de Tite Kubo!

Recuerden que las amo mucho! Por cierto, ya pase las 300 historias en mi cuenta, aunq solo en general, por los OS HK solo voy 274 owo Solo se los menciono porq si nwn

COMENTEN! *o*

CELESTE kaomy fueraaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!