¡Hola, mina-san! Bueno, este fic ya lo había subido antes, pero terminé borrándolo por unos fallos XD y porque quería hacerle varios cambios. Espero que sea de su agrado para los que no la han leído.

PD: No lo pongo en Crossover porque realmente no me gustan esas secciones.

Ni Digimon ni Fate/Stay Night me pertenecen, son de sus respectivos dueños.


Capítulo 1:

.

.

.

.

.

.

Me encuentro en alguna especie de bosque oscuro e inmenso. No recuerdo con claridad cómo es que llegué aquí pero creo que cuanto antes descubra donde estoy, antes lograre salir. Los árboles son tan altos que no puedo distinguir el cielo con claridad, pero supongo que debe ser muy tarde ya que mi visión es casi nula. No puedo emitir sonido alguno a pesar de intentar gritar y pedir ayuda, solo siento como si una batalla se estuviera desatando no muy lejos de aquí. Las luces que aparecen de a ratos me lo demuestran.

Voy caminando lentamente hasta el lugar de donde provienen esos ruidos, no quiero alertarlos con mi presencia, por el momento. Con cada paso que doy puedo sentir un aura de poder que me abruma pero no hace que me detenga, ya puedo escuchar los ruidos con claridad. Son choques de espadas acompañados con gritos de batalla. Puedo distinguir que son dos, un hombre y una mujer. Me acercó más rápidamente hasta tenerlos a no más de veinte metros de distancia y distinguirlos con claridad, gracias a los destellos que liberan sus espadas ya que de otra manera no podría ver nada.

¡Ríndete ahora, Lancer!—la mujer habla con una furia y valentía que no es habitual ver en alguien de apariencia tan frágil como ella.

¿Crees que puedes ganarme?—el sujeto se ve más imponente que ella, pero no se la ve asustada ni mucho menos.

Como respuesta, la mujer de cabello rubio vuelve a arremeter contra él, causando que todo el bosque se ilumine por una fracción de segundos, que son suficientes como para el hombre, que ahora veo bien sujeta una lanza, note mi presencia y decida esquivar a la mujer para dirigirse hasta donde estoy a una velocidad que no me permite reacción. Cierro los ojos al ver que no puedo hacer nada más que esperar el golpe.

¡Master!

.

.

.

.

.

—¡Daisuke!

El grito de mi hermana logra despertarme abruptamente para liberarme, para mi alivio, de aquella pesadilla. Me reincorporó levemente de la cama solo para ver a Jun adentrarse en mi habitación con rostro malhumorado.

—¿Qué te dije de entrar a mi habitación?—ella me ignora mientras parece buscar algo entre mis cosas, cuando me levanto, con el cuerpo algo adormecido aún, para detenerla puedo ver como saca su mp3 que tomé prestado sin su permiso de mi mochila y me mira con enojo.

—¿Y qué te dije yo de tomar mis cosas sin mi permiso, tonto?—solo me encojo de hombros mientras la veo marcharse, obviamente insultándome todo el trayecto hasta la puerta, la cual cierra con brusquedad—¡Y apúrate ya, se te hizo tarde!

Tarde. Me fijo en el reloj de mi muñeca y compruebo que tiene razón. Rápidamente me dirijo a la ducha y la prendo mientras me voy desvistiendo, en un par de minutos término de ducharme y en cinco más estoy en la cocina con el uniforme escolar y el cabello algo despeinado, llevándome lo que encuentre a la boca sin oportunidad de saborear bien pero sé que estoy llegando tarde. Me despido de Jun sin escuchar respuesta y bajo hasta la puerta a toda velocidad, por las prisas olvidé llevar mi teléfono. Sigo corriendo hasta que calculo que no me falta mucho para llegar a la secundaria. No quiero llegar tarde, pero tampoco voy a aparecerme todo sudoroso de tanto correr.

Han pasado varios años desde que tuvimos nuestra última aventura digital. Ya todos tenemos estamos más crecidos, en mi caso tengo 17 años y asisto a la secundaria de Odaiba, pero eso no quiere decir que ninguno haya dejado de ver a nuestros amigos digimons ni nada de eso, solo que tenemos nuestras vidas y ya no es tan bien visto el andar con un digimon por lo que decidimos visitarlos cada cierto tiempo.

Sigo mi camino hasta poder ver a lo lejos a Takeru, mi amigo. No ha cambiado demasiado a cuando nos conocimos e incluso sigue usando ese gorro tan feo que casi parece estar pegado a él, solo creció unos centímetros más y está algo ejercitado debido a que forma parte del equipo de básquet de la escuela. Al alcanzarlo lo saludo con un asentimiento de cabeza mientras intento que esta sensación de disgusto se vaya de mí. No puedo culparlo, pero eso no quiere decir que no lo haga.

—Daisuke, ¿Cómo amaneciste?—pregunta mientras ambos comenzamos a caminar.

No respondo y a él no parece importarle, supongo que ya se acostumbró mi comportamiento. Me habla sobre unos incidentes sobre escapes de gas que hay últimamente pero se calla al ver que no parezco interesado. Seguimos uno al lado del otro en silencio hasta que llegamos a la entrada del instituto y nos separamos ya que suele ir con sus compañeros de equipo antes de clases, lo cual me hace reflexionar sobre algo.

—¡Hey, TK!—se voltea en mi dirección, mirándome extrañado—¿¡Qué hora es!?—revisa su celular y me dice que aún faltan veinte minutos.

Mierda.

Como pensé, Jun se vengó por haber tomado su mp3 y, de alguna manera, cambió la hora de mi reloj. No sé muy bien que voy a hacer ya que Ken no suele venir temprano, nadie que no pertenezca a un club lo hace. Suspiro con resignación mientras decido que sentarse a esperar bajo un árbol es buena idea. Una vez que estoy allí me recuesto obre el césped y cierro los ojos un momento, no pudiendo evitar recordar ese sueño que, aunque fue muy real para mí, no lo era. Es un sueño recurrente que vengo teniendo pero no sé qué significa exactamente.

—Que aburrido, si Jun no hubiese tomado su mp3 ahora podría estar escuchando música…

Me lamento un poco el no poder seguir en el club de soccer. Hace dos años era una joven promesa del equipo del instituto y todos decían que llegaría a jugar en algún club importante de Japón, lamentablemente una fractura me dejó fuera varios meses y, para cuando me recuperé ya no era el mismo Daisuke de antes. Supongo que junto con mi toque se fueron mis ganas de divertirme.

Aunque creo que las pocas ganas que tenía se fueron aquel día, hace bastante tiempo ya. Me encontraba algo desanimado luego de que el entrenador me dijera que ya no estaba al nivel del equipo y que ya no contaría conmigo para el año siguiente, fui a ver si pasar un rato con los chicos me subía el ánimo, y fue ahí que los vi. El rubio que decía ser mi amigo y la chica de la cual estaba enamorado desde que hace años estaban besándose apasionadamente en la cancha de básquet. Sentí que algo se rompió dentro de mí y me marché sin que notaran de mi presencia, no había motivo para hacerlo. Sabía que ese enojo era injustificado porque una parte de mí ya sospechaba algo cuando ambos coincidían cuando no iban a visitarme al hospital, pero el verlos fue una confirmación, y una muy dolorosa.

Desde aquel entonces me fui alejando de todos, necesitaba olvidarme de ese sentimiento que solo daño me haría. Al principio podía notar como intentaban incluirme a las reuniones grupales, pero no tenía la fuerza como para asistir y las rechazaba, luego de un tiempo dejaron de insistir y creo que, en algún punto de mi sufrimiento, logré salir del hoyo pero no intenté acercarme otra vez, ni a Takeru, ni a ella.

Ni tampoco volví a ser el viejo Daisuke.

RING

El anuncio de que las clases están por comenzar me despierta de mi ensoñación. Me reincorporo de mi cómodo lugar, me sacudo las hojas que quedan en mi ropa y me revuelvo mi cabellera castaña, sintiendo la ausencia de los googles que tanto tiempo tuve.

—¿Cómo estas, Daisuke?—antes de llegar a mi salón, en el pasillo me encuentro con Ken. Tampoco ha cambiado mucho en apariencia, pero ha hecho un gran avance en su comportamiento y es mucho más sociable que antes..

—No me quejo, ¿Dónde está Miyako?—no puedo evitar sonreír de lado al ver como los colores suben a su rostro mientras tartamudea algo inentendible.

—Yo…ella…¿Por qué debería saberlo?—es muy tímido cuando se nombra a esa cuatro-ojos.

—Será porque sales con ella ¿No?—ellos llevan ya un tiempo saliendo y son la parejita, oficial, del grupo de elegidos. No hubiese sido posible si no le insistíamos a Miyako el porqué de repetir un año con lo inteligente que era. Al final confesó todo y Ken no tardó en admitir que estaba enamorado de ella desde hace un tiempo. Como yo, él estaba guardándoselo desde hace mucho; la diferencia era en como terminó cada uno.

—Hikari quería hablar con ella y se la llevó…—murmura.

Asiento como respuesta.

Entramos en clases y estas pasan con una tranquilidad que me abruma y hacen que me den ganas de salir corriendo. Además de que vuelvo a sentir picor en mi pie derecho, como si mi lesión no quisiera desaparecer. Lentamente me recuesto sobre mi pupitre y me quedo dormido casi al instante.

Estoy en el mismo lugar que las veces anteriores, solo que esta vez tengo al sujeto de la lanza parado frente a mí con una sonrisa algo macabra mientras se prepara para empalarme. Puedo ver cómo, en una fracción de segundos, su arma se aproxima a milímetros de mi pecho. Y despierto.

—¡Motomiya!

Abro mis ojos, respirando agitadamente y notando como todos me miran con cierta preocupación que luego pasa a ser burla al ver que dormía y, suponen, tuve una pesadilla. Intento ignorar sus molestas risas.

—¿Qué sucede, sensei?—a pesar de aparentar tranquilidad, sé que estoy hecho un manojo de nervios al ver como la sensei, que parecía muy enojada porque estaba durmiendo en su clase, ahora está algo preocupada y me aconseja que vaya a enfermería.

—¡Yo lo acompaño!/¡yo voy con él!—escucho un par de voces que hablan al unísono pero no puedo distinguir a sus dueños. Me sostengo el pecho, dejando escapar un jadeo, siento un pinchazo que esta vez me asegura que no era un sueño lo que acabo de tener.

—Que lo acompañe uno solo.

Me quedo sentado en mi asiento, intentando calmarme, hasta que veo como ella se me acerca y me toma por los hombros. Su perfume me hace desconcentrarme de mi dolor mental y me dejo guiar hasta la puerta. Una vez fuera, me mira con preocupación.

—Dai, ¿Estas bien?—solo asiento con ligera confusión. Mi cerebro no acaba de procesar nada y no respondo a sus siguientes preguntas. Una vez que logro estabilizarme, me suelta y yo vuelvo a tomarme el pecho con miedo. Me pregunta algo, pero no logré entender que decía, por lo que respondo por inercia.

—Sí, Hikari.

A pesar de que le digo que estoy mejor, insiste en llevarme a enfermería y lo logra. Me mantengo en silencio durante todo el trayecto y cuando la enfermera de la escuela me pregunta cómo me siento no respondo, en parte porque estoy aturdido y también porque no estoy seguro de que me pasa realmente. Me ofrece que descanse en una camilla y no me resisto, aunque lo último que quiero ahora es dormir.

Le doy las gracias y le digo que vuelva a clases pero se rehúsa y toma asiento a mi lado. Fijo mi vista al techo, intentando hacer que se sienta ignorada y se vaya, pero no parece molestarle que no la mire porque se pone a hablar de cosas que para mí tienen poco sentido y no me interesan, por lo que asiento y digo que sí cuando lo considero necesario.

—…¿Tu qué crees?—asiento sin tener ni idea de que dijo, solo pienso en la lanza atravesándome y causándome dolor.

Ella ríe y por fin la miro.

—¿Qué?

—No estas prestándome atención, Dai. Acabo de preguntarte que pensabas de que Mimi tiene pensado cambiarse el color de su pelo y me dijiste que sí.

—Oh…lo siento…

Ella nota que mis disculpas no son sinceras.

—Dai, últimamente siento que tienes la mente en otro lugar. Ya no te conozco—me río internamente, porque, ni yo mismo me conozco—Ya no asistes a las reuniones, no sales con nosotros e incluso, creo que me evitas.

—No lo hago—digo rápidamente, aunque sé que está en lo correcto.

—Sí lo haces, esta es la conversación más larga que tenemos desde hace meses—me mira con reproche y me quedo callado porque sé que, sabiendo lo que guardo, terminare diciéndole que sí, tiene razón, que la evito porque me duele ver que quiere a Takeru y no a mí, incluso aunque no lo demuestren ante mí ni ante el resto sé que son pareja y lo mantienen en secreto. Que también creo que me estoy volviendo loco y desde hace unos días llevo soñando lo mismo una y otra vez. Solo le respondo volviendo a mirar al techo.

La oigo suspirar mientras el ruido de la silla es lo único que se escucha, pero no oigo la puerta y entonces miró hacia donde estaba ella, notando que no se encuentra allí pero que sigue en la habitación, sentada a los pies de la camilla donde me encuentro.

—¿Estás enojado conmigo?—pregunta. Puedo notar su voz ahogada.

—No—sinceramente, no creo estar enojado con Hikari, no tiene la culpa de que yo la ame y ella ame a Takeru. Tampoco el rubio tiene la culpa, la tengo yo por enamorarme de alguien que ya tenía su destino escrito con otra persona ¡Vamos! todos sabíamos que ellos tarde o temprano terminarían juntos, solo que yo aun así me hice ilusiones.

—¿Qué sucede entonces, Dai?—me suplica con la mirada que le conteste, casi puedo ver lágrimas en sus ojos. Y me siento mal, no sé qué hacer, si le digo la verdad…no, pero tampoco se me ocurre que decirle. Miró por la habitación en busca de algo que me ayude, pero nada. Y no quiero que llore.

—Yo…estoy algo desanimado porque me siento un inútil—no digo la verdad, pero no es del todo una mentira—Sabes que mi vida era el equipo de soccer y ahora siento que no me queda nada…además, no quería estorbarlos con mis problemas. Mi pie aun molesta, no puedo andar muy rápido ni estar parado mucho tiempo, solo les estorbaría.

Mi lesión me dejo secuelas y aun me cuesta caminar, siento molestias por lo que corrí hoy pero no suelo hablar de ello. El doctor dijo que me equivoqué al intentar reingresar al equipo tan rápido y que por eso estaban los dolores, pero igual ya no podría volver a jugar igual. Hikari parece satisfecha.

—Dai, tonto, ¿Cómo crees que nos estorbarías? Eres nuestro amigo—me reprocha con ternura—No debiste apartarte así, nos tenías preocupados a todos.

En parte, creo que tiene razón ya que solo hablaba de seguido con Ken porque es mi mejor amigo, pero por otro lado creo que ella no comprendería lo que sentí en ese momento e, incluso ahora, siento. Sé que quizá no es la forma de olvidarme de mis sentimientos pero, funciona para mí.

—Ahora que lo pienso, hoy podríamos ir al cine, ¿Qué te parece?—podríamos, se refiere a ella, Takeru, Ken, Iori y Miyako. A pesar de hablar ahora con Hikari, aun siento que no es momento para eso. Tengo que negarme lo más amablemente posible, inventando sobre una cita con el doctor.

Para mi suerte ella comprende pero dice que no me libraré la próxima y las veces siguientes a esa. Solo le sonrió, pero mi sonrisa se borra cuando escucho su celular sonando y se disculpa para entrar al baño a hablar con "una amiga". Sé que no es una amiga, ni siquiera es una chica, es Takeru y no puedo evitar enojarme porque se va a hablar con él. Sin decir nada, me reincorporo y me marcho de la enfermería. Lejos de ella.

Si, lo sé, me comporto como un niño.

No quiero volver a clases por lo que decido que me iré a la cancha de soccer a practicar unos tiros. Sé que soy un cabezota que no se recuperara nunca de su lesión pero unos tiros al arco nunca vienen mal, por lo que tomó una de las pelotas del salón de deportes y me dirijo al punto de penal. Suspiro antes de caminar hacia la pelota y golpearla lo más fuerte que puedo con mi pierna sana. Que no es la mejor.

—Mierda…

La pelota se va por encima del travesaño y se pierde afuera del campo por lo que me veo obligado a ir a buscarla. Lo reintento varias veces más pero siempre son tiros muy malos, incluso los que entran a portería son pésimos. Me siento en el césped e intentó ignorar el dolor mental y físico que siento.

Si mi reloj esta adelantado veinte minutos, eso quiere decir que ya no falta mucho para terminar la jornada escolar por lo que iré a las últimas clases, aun sabiendo que puedo cruzarme en los pasillos con Hikari y me preguntara la razón por la que me marché sin decirle nada y luego no fui a clases. Tengo suerte de que la cancha de soccer es la más alejada del edificio principal.

Por suerte, no me cruzo con nadie relevante y asisto a clases de manera tranquila, más despierto que nunca. A pesar de pasar lentas las horas, terminan de una vez y me dirijo a la salida, evitando a los demás alumnos con rapidez. Llevo mi mochila en mis hombros y camino en dirección a la puerta. Me quedo de piedra al ver a todos los elegidos (al menos los de mi generación) charlando con diversión y riendo de algo, pero eso no me importan demasiado sino el ver como Takeru besa cariñosamente a la castaña enfrente de todos, lo que me supone que oficializaron lo suyo. Quizá fue hoy, o hace una semana, no hablo lo suficiente con ellos como para saberlo, y Ken no me dijo nada.

—Por fin…—murmuro amargamente mientras, de repente, ya no tengo tantas ganas de irme de aquí. Casi como un salvavidas, una voz conocida me habla a mis espaldas.

—Motomiya, ¿Cómo estás?—me volteo para ver al capitán del equipo de kendo. Si no recuerdo mal se llama Yuki.

—Yuki, bien, ¿Qué sucede?—no nos llevamos muy bien. En la época en la que era fanático del deporte solíamos ser rivales porque peleábamos por quien era mejor en su disciplina. Pero de eso hace ya un tiempo. Si hay algo que sé de este sujeto, es que le encanta ordenar y pocos lo hacen mejor que él debo admitirlo, además de que nunca busca a alguien solo porque sí.

—Directo al grano, me gusta—se acomoda su cabellera anaranjada mientras sonríe, como si fuera divertido—¿Te acuerdas aquella vez en que te ayudé y me dijiste que me debías una?—asiento—Bueno, creo que es la hora de que me des una mano.

Aunque creo ya hacerme una idea de que quiere, no me niego porque significaría pasar por la salida de la escuela y tendría que ver y soportar a Takeru y Hikari haciéndose mimos. Eso es algo que todavía no acepto, incluso todavía tengo en mi mente la primera y única vez que los vi de esa forma, hasta ahora.

Como supuse, Yuki quería que limpie el club de kendo y, para su sorpresa, no me negué. Me tomaría un rato largo pero no me importaba llegar tarde, ya le explicaría a Jun lo sucedido. Es bueno el hecho de que mis padres hayan decidido revalidar sus votos y quisieran irse de segunda luna de miel, ya que la primera había sido un fracaso.


Unas horas después…

Jadeo de cansancio.

Ha sido duro pero por fin he limpiado todo el lugar y creo que jamás podría volver a limpiar algo así. Decido que ya terminé con lo que Yuki me pidió y ahora si puedo irme a casa, no hay problema de encontrarme con nadie ya que, con certeza, sé que soy el único estudiante que aún permanece en la escuela.

—¡!

Para mi sorpresa, un ruido hace eco en mis oídos y me alarma. Uno que conozco bien. Es como metal contra metal y, sin pensarlo mucho, me dirijo al lugar de donde viene. Corro lo más rápido que mis piernas me dejan y llego al patio escolar, topándome con una imagen que varias veces la he visto en mi cabeza. Pero hay algo diferente. Hay dos sujetos que luchan ferozmente a una velocidad que, incluso para un digimon, debe ser difícil de alcanzar. Uno tiene el pelo blanco y el otro lo reconozco al instante. Es el de la lanza.

—¡Debo irme de aquí!—me maldigo al notar que lo dije muy alto, lo suficiente como para que ambos noten mi presencia. Pero no me interesa que me hayan visto, solo sé que debo irme antes de que el lancero me mate, por alguna razón que conozco bien solo me importa él y no el otro. Puedo escuchar una voz femenina, pero no me detengo ya que siento como si el desconocido estuviera detrás de mí.

Entro al edificio principal y corro hasta las escaleras, subiendo rápidamente e ignorando el dolor de mi pierna. No me detengo hasta llegar al tercer piso, solo para ojear la ventana y notar que ambos extraños han desaparecido. Probablemente no estén muy lejos.

—¿Así que eras tú el que estaba haya abajo?—no, no, no, no puede ser. Mis ojos se encuentran con los de ese tipo de mis sueños, que me ven con diversión mientras balancea su lanza de un lado a otro, yo solo me quedo estupefacto y retrocedo un par de pasos—Que mal, no es nada personal, niño, pero tengo que matarte.

Sin esperar a que yo le diga algo, ese sujeto me apuñala como en mi sueño, pero esta vez el dolor es mucho más real que en ese entonces y no solo es mental. Mi cuerpo se retuerce de dolor y siento la sangre escurrirse de la herida que me acaba de hacer, resbalo y caigo al suelo, sobre mi propia sangre. Comienzo a ver todo borroso, distinguiendo la silueta de mi asesino alejarse. Luego ya no siento nada.

Y después despierto.

—¿Qué…ocurrió?—me reincorporó con dificultad, tomándome la herida. Solo que no hay herida. Reviso mi uniforme solo para ver que, como ya había notado, no tenía ninguna herida de muerte, pero mi alivio se fue rápido al ver toda la sangre que había en el piso, y en mi uniforme. Eso solo significaba que había sido real.

Limpie lo mejor que pude la mancha de sangre en el piso e intente disimular las que tenía en mi ropa. Todo lo hice apresuradamente porque tenía miedo de que ese sujeto apareciera. Salí a toda velocidad, sin importarme nada, a pesar de lo confuso e irreal de la situación en la que me encontraba.

—¡Llegue!—quería avisarle a Jun sobre el posible ataque que haría ese sujeto si comprobaba que yo estaba con vida aun pero comprobé que no estaba, lo cual no era malo ya que estaba segura lejos de mí. Me senté en el sillón de la sala mientras me tomaba la cabeza intentando procesar todo lo ocurrido hace unos minutos.

RING

Vi mi celular sobre la mesa y lo tomé. Revisé y noté que tenía varias llamadas perdidas y mensajes de todos mis amigos, incluso de Taichi. No respondí ninguno y solo me mantuve reflexionando hasta que, para mi mala suerte, la luz se fue y quede a oscuras. Maldije en voz baja, sabiendo que ocurría, me dirigí a la cocina y tomé el cuchillo más grande que tenía, aun sabiendo que no se comparaba con tener a Veemon a mi lado pero era mejor que nada.

Salí al patio trasero de la casa y al mismo tiempo pude escuchar como alguien rompía una de las ventanas del piso de arriba. Empecé a respirar agitadamente mientras esperaba a que apareciera de una vez por todas. Me sorprendí al sentir como alguien me pateaba la espalda y me hacía romper la ventana corrediza e ingresar por la fuerza, pudiendo sentir los vidrios rotos debajo de mi cuerpo. Me reincorpore con rapidez y lancé el cuchillo en su dirección, lo cual no fue muy inteligente porque con un movimiento de su arma la arrojó lejos de él.

—¿Cuántas vidas tienes, niño?—seguía con su sonrisa divertida que tanto me empezaba a molestar—No importa, no fallaré esta vez.

—¿Qué quieres de mí?—pregunte, retrocediendo hasta que mi espalda chocó con la pared de la cocina.

—Te lo dije, nada personal, pero no puedo dejar que vivas después de lo que viste—pero si no vi nada, maldición.

Esquive con rapidez su estocada, y aproveche para correr hacia afuera. No fue lo más sensato, pero corrí hasta el invernadero de mi madre (En realidad, del antiguo dueño, pero eso no importa ahora) pero sentí como estaba a centímetros de mí y di un salto para ingresar y terminar tirando varias macetas que cayeron sobre mi cuerpo. Pude ver que en el piso había una especie de círculo dibujado pero no sabría identificar de qué se trataba y no tenía interés de hacerlo. Mi atención estaba en el sujeto de ojos rojos que ingresaba tranquilamente al invernadero y me veía con seriedad.

—Ya está, esto se alargó demasiado—así que no era un sueño lo que tuve en clases, sino una premonición. Es idéntica a cuando me regañaron en clases. Me encuentro en el suelo, incapaz de hacer otra cosa que ver como prepara su lanza para empalarme, puedo ver como la lleva hacia atrás y luego la dirige a mí con velocidad. Cierro los ojos a la espera del final.

—¿¡Que demon…

Al escucharlo maldecir y seguir vivo, abro mis ojos. Los tengo como platos al ver como el sujeto de la lanza es arrojado varios metros afuera del invernadero por una mujer. Pero no es cualquier mujer.

Es la de mis sueños. Una mujer de baja estatura, su pelo rubio sostenido en un moño con un listón azul, fríos ojos verdes y, lo que más resalta en ella, una especie de vestido azul combinado con una armadura. No demuestra sentimiento alguno luego de atacar a ese tipo y solo se voltea para mirarme con seriedad mientras empuña algo en su mano, pero no logro ver que es.

—Servant Saber—su voz es igual de fría que su mirada—He atendido a tu llamado.

—¿Q-qué?—a pesar de estar algo atónito por la situación, logro hablar.

—Tú me invocaste, Master. Soy el Servant Clase Saber, puedes decirme Saber—me había quedado sin palabras, esa chica despertaba algo en mí que no lograba identificar con seguridad. Sin duda ella no era un digimon.

.

.

.

.

.


¿Bueno? ¿Malo? ¿Pésimo? ¿Qué les pareció? No olviden dejar reviews para saberlo y con gusto los responderé. Nos leemos en el siguiente capítulo.

Saludos!

ShadowTails98 se despide!