*Felicidad, de ella se deriva el Eudemonismo: Justifica todo aquello que sirve para alcanzar la felicidad.

Sí, te he querido como nunca.

¿Por qué besar tus labios, si se sabe que

la muerte está próxima,

si se sabe que amar es sólo olvidar la vida,…?

Vicente Aleixandre, Soy el destino.

El hombre se sienta en una roca al otro lado del lago, desde donde puede ver el castillo, a pesar de que la mañana es fría, el sol hace relucir las nuevas torres reconstruidas de la guerra. Trae puesto un sobre todo café, debajo del que se puede apreciar un saco azul y pantalones negros, sonríe.

A cuestas carga un maletín de algún material sintético, al abrirlo una ave extraña que parece una combinación de águila y lechuza, sale de él, el hombre le ofrece su brazo para que se pose, el ave lo hace. Le acaricia el pico, tiene plumas plateadas brillantes y en el borde de las alas algunas azules, sus garras son doradas. De su bolsillo saca un pequeño paquete, el ave la toma y el hombre alza el brazo para que esta emprenda el vuelo.

La majestuosa ave atraviesa el lago sin aletear, sus garras rozan el agua y entra por las altas ventanas del Gran comedor mucho antes que el resto de las lechuzas, su tamaño y color hacen exclamar a todos los presentes con admiración, en lugar de dejar caer el paquete, va hasta una de las mesas, cuando aterriza parece que hace una reverencia con las alas extendidas y coloca el encargo frente a ella.

Ella lo observa con fascinación y curiosidad, con el pico el ave empuja el paquete, quiere que lo abra-

Lo toma con cautela y acaricia al ave, esta le permite tocarla. La profesora McGonagall en la mesa de profesores se levanta y mira a los demás, como si conociera de alguna manera aquel hermoso híbrido y supiera que es peligroso.

Al abrir el paquete, encuentra una recordadora con humo blanco, ella no ha olvidado nada, además encuentra una nota doblaba cuidadosamente.

"Mi amada Luna.

Te presento a Arnold, y te informo que no se va a marchar hasta que leas esto. Puede ser un poco testarudo, pero a ti no te hará daño. No puedo hacer nada más que suspirar y esperar que te encuentres bien. Tuve que irme, no para huir, pude quedarme en Hogwarts, contigo… Pero sé que tú mereces algo más que yo. Fui a casa de mi abuela materna, a buscar el otro lado de mi familia que no me avergüenza, aunque mi padre me haya educado para que sí lo hiciera.

Mi abuelo era un famoso naturalista, yo tengo muchas cosas que se parecen a él y decidí explorarlas, cambié mi nombre y mi apellido, todo lo demás sigue siendo igual, aunque ahora me dejé la barba, espero que te guste la próxima vez que me veas. Decidí convertirme en magizoologista, he ido a América y visto algunas cosas que desfallezco por mostrarte, Luna… En cada paso que he dado, sólo he pensado en que tan lejos estoy aún de tus brazos.

Te envío una recordadora por si me olvidas, sepas siempre que estoy atado a ti por más que un juramento, eres lo único que he amado en mi vida, te amo más que a mi mismo. Aunque a veces pienses que mis pasos te alejan, confía en que todo cuanto hago es para no volver a separarme de tu vida.

Me he dado cuenta que la soledad destella en un mundo sin amor, y yo me siento más vivo y más completo porque llevo tu corazón conmigo, lo llevo en mi corazón.

Siempre tuyo.

Rolf Artemis Scamander".

Las lágrimas se deslizan por las mejillas de la chica —¿No me olvidó? —pregunta como si el ave pudiera responderle. Toma una frambuesa rosa y la desliza contra sus labios, besa el pico del ave, el relieve de su boca se queda marcado, se acerca al ave y susurra algo que nadie puede entender.

Con un violento aleteo, el ave vuelve a elevarse y sale por la ventana más alta. La rubia aprisiona la carta contra su pecho, tiene el propósito de buscarlo, esperarlo… O morir en el intento.

El ave atraviesa el lago hacia el brazo en alto que lo espera, Theodore Nott, ahora Rolf Scamander se quita la capucha, tiene una herida larga atravesándole la frente, el cabello más largo y algo de barba, observa el beso en el pico de su ave con dulzura, besa encima del azucarado color rosa brillante y sonríe ampliamente, abre la maleta para que el ave entre en ella y como un remolino que se disuelve, desaparece.

Muchos años después, Luna Lovegood despertaría en un hermoso loft, sola en una inmensa cama de sábanas blancas, con un camisón amarillo y el cabello suelto se levantaría y entraría al baño estirándose.

Por la venta en la que entra el sol, observa la gran ciudad de San Francisco en la que vive desde que se graduó de Hogwarts un año después que todos sus amigos. Baja las escaleras de madera y camina hasta la cocina, prepara y bebe un té de raíces extraño que sólo a ella le agrada, observa que han dejado un sobre por su puerta, sonríe al pensar que sus amigos dejaron de usar lechuzas para mandar el correo.

Vuelve a su habitación sin dejar de observar el sobre sellado con el escudo de los Weasley, aparta el último ejemplar de "Nuevos animales fantásticos y donde encontrarlos" escrito en gran parte por ella, de la mesa frente a la ventana, hace un movimiento con su varita y el sobre se empieza a abrir, tiene una delicada tarjeta que parece del color de las perlas.

— ¿Otra boda? —le dice. Está recargado en la puerta del baño, viste un jean desgastado… Únicamente. Tiene los brazos cruzados sobre su pecho, el cabello despeinado— ¿Tus amigos no se cansan de emparentar? —le pregunta acercándose, le quita el sobre de las manos y lo lee— ¿Granger y Weasley? —avienta el sobre a la basura— Era obvio —se estira.

Ella lo ve con la atención que una persona miraría una figura sagrada. Se levanta, camina a él, pone las manos en su pecho y se pone de pie para besarlo.

— ¡Eso es asqueroso! —grita una voz aguda, infantil. Una cabecita rubia se asoma por la puerta de la habitación.

— ¡Te lo dije Lysander! ¡Cuando no hacen el desayuno pasa eso! —grita otro pequeño. No tienen más de tres años, son idénticos, rubios, con el cabello como su padre, los ojos de su madre, piel de porcelana.

Ellos se separan— ¡Qué hacen aquí, diablillos! —uno corre— ¡Lorcan! ¡Ten cuidado! —escuchan un golpe y luego el llanto.

— Siempre pasa —suspira la rubia.

Rolf se apresura a bajar, a su hijo no le ha pasado nada, sólo tiene un golpe en la frente. Luna ayuda al otro pequeño a bajar con cuidado tomándolo de la mano.

— Haré té para todos —dice la rubia con el mismo tono ensoñador que mantuvo siempre.

— ¡No! —gritan los tres al unísono, luego ríen.

Rolf se pone en cuclillas frente a los gemelos— Si van a la cocina y ponen la mesa, yo hago el desayuno —guiña un ojo, ellos ríen y obedecen. Se estira de nuevo— Entonces ¿Ahora si iremos a la boda?, ya que a la de Potter no fuimos.

Luna sonríe— No saben nada de mi vida… Creo que tendré que explicar… Quien eres… y… Ellos —mira en dirección a la cocina.

La toma de la cintura— Sólo diles que te enamoraste de mí, tu eres naturalista, yo magizoologo, es bastante obvio.

— ¿Y si te reconocen?

— Los mato a todos —intenta besarla.

— ¡Theo! —grita— Perdona… Rolf.

Se besan.

La cabecitas se asoman por la puerta— ¡Que asco! ¡¿Otra vez?! —gritan al unísono.

Rolf suspira con exasperación— Están ganando que mamá les comparta un delicioso Té de Raíz...

Camina a la cocina, el piso es de madera al igual que el techo, las paredes son de ladrillos de colores cálidos, todos los gabinetes y el comedor son blancos, con su varita el chico hace que los sartenes vayan a la estufa que se enciende sola, en una olla se vierte leche y comienza a pintarse marrón sin necesidad de agregarle nada, una cuchara se mueve en lentos círculos, el lugar se impregna de aroma a chocolate.

Luna se sienta junto a los pequeños, observa que su esposo sonríe— Siempre pensé que la comadreja se casaría con, Pansy… O algo así —dice mientras un huevo flota hasta su mano, parte el cascarón y lo vacía sobre una sartén—. No supe nada de ella ¿Crees que haya cambiado de identidad o algo?

Ella suspira— No lo creo —ve la espalda de él y aún puede recordar como tomó todas sus cosas y se embarcó en cuanto terminó el colegio fuera de Londres, hasta América, donde sin cita previa, mientras caminaba por el puente que unía el barco con el muelle, el hombre más bello que hubiese visto en su vida, la estaba esperando, recargado contra un poste de madera, con una mano en el bolsillo. La recibió elevándola por los aires y con un beso profundo, mientras susurraba "te extrañé".

Sale de su entonación, encuentra un plato con huevos, tocino, dos panqueques cubiertos de jalea de zarzamora frente a ella.

— ¡Oye! —gritan los gemelos— ¡¿Por qué mamá siempre va primero?!

Rolf ríe— Porque ella me vio primero —la besa. Los pequeños hacen gesto de asco, al instante los platos flotan frente a ellos, y una jarra va hasta sus tazas a llenarlas con espumoso chocolate caliente.

Luna contempla su plato— No creo que Pansy haya hecho lo mismo que tú.

Un escalofrío le recorre la columna vertebral, aún recuerda el rostro cadavérico de Pansy Parkison, aquella slytherin en otros tiempos hermosa, altiva, sonriente, rodeada de amigas...

La última vez que Luna la ve, es a la orilla del lago, poco antes de que terminara febrero y las hojas comenzaran a retoñar en los árboles, la nieve aún no terminaba de derretirse, decían que era el peor invierno de Hogwarts, desde hace mucho tiempo.

Pansy camina por los pasillos desiertos en la madrugada fría, la luna brilla y se ve más grande que nunca. Su memoria poco a poco vuelve a ella, cada recuerdo doloroso sólo le provoca una punzada de reproche que se guarda en su pecho. Recuerda el pasado como ocurrió e incluso los suceso que no vivió, su mente confunda sabe que hizo algo que debe reprocharse y en el fondo no lo entiende.

El último mes, la morena deja de ir a clase, pasa las horas sentada en un viejo escritorio al fondo de la biblioteca escribiendo en un pergamino. Hace una lista y al terminar el día, la rompe.

Sabe que hizo una estúpida apuesta con Alden, para conceder su deseo de la infancia de acercarse a Weasley, funcionó. Recuerda su piel, su aroma, sus besos, sus manos deslizándose por toda su existencia. Cierra los ojos, aún puede sentirlo ¿la realidad? Nunca aceptó la apuesta, alejó a Ron, él se refugió en los brazos de la sangre Sucia, Alden se fue de Hogwarts dos días después.

Sabe que discutió con Malfoy… El bebió, terminó siendo rescatado por Astoria Greengrass, se escribieron y de alguna manera terminaron juntos, él volvió a Hogwarts por la chica. Ella nunca estuvo comprometida con él, su padre nunca salió de Azkaban.

Sabe que Ronald Weasley Murió, cayó de una torre y ella dio su vida a cambio de que él volviera. Le regaló su amor.

Ahora no puede sentir amor por nada, nunca podrá hacerlo, tampoco siente dolor o tristeza. La profesora Collingwood se lo dijo:

"Puedes aferrarte al amor que sientes por él… O vivir sin amor el resto de tu vida reía. Aunque te amen, no podrás volver a amar a nadie."

Sonríe sin gracia. Le resulta curioso cuan parecido se siente el amor al recuerdo del amor, y aún más curioso… Que un recuerdo sea suficiente para seguir viviendo.

"— Si tu mueres, tu amor morirá contigo siseaba en cada palabra, entonces él recordará todo."

Arruga el pergamino en su puño, escucha pasos. Hace un movimiento con la varita y se vuelve pequeños pedazos, casi polvo. Son dos chicas Hufflepuff, probablemente de cuarto año besándose a escondidas entre los lúgubres estantes de libros empolvados. Debería decirles algo, pero no le interesa.

Ni si quiera puede matarse, entonces no tendría sentido. Lo que ella quería es que él fuera feliz.

Se recuesta en la cama con los pies colgando, sin quitarse el uniforme, mantiene las manos sobre su vientre. Desearía tanto poder llorar, o al menos estar furiosa. Odia ese momento en el que no puede dormir y sólo piensa en Weasley, como se veía comiendo, o jugando en los jardines… O caminando. Como se ve la ropa sobre su cuerpo y lo imagina desnudo, amándola. Se muerde los labios, se obliga a abrir los ojos.

En ese momento, se da cuenta que está más pálida, tiene las ojeras marcadas, ha bajado de peso… Se coloca un sobre todo negro y sale de la mazmorra cuando es de madrugada.

Decide caminar hasta la oficina de aquella profesora que le arruinó la vida al presentarle la fuente.

— Esa maldita fuente —dice en voz baja.

La puerta se abre levemente antes de que pueda tocar. Todo está oscuro, la profesora está sentada en una esquina, se camufla en la oscuridad, los rayos de la luna entran sin tocarla por una enorme ventana abierta, Pansy jamás había visto luz en aquel lugar, además de la de las velas.

— Nada es coincidencia —susurra Angel con un tono casi triste, mira por la venta melancólicamente. Parpadea con lentitud y se fija en la slytherin, no sonríe, no sisea— ¿Cuando lo supiste? —pregunta.

La chica no se mueve, se queda entre los pupitres mirando sin expresión en su rostro— Ni si quiera sé si es real —le contesta.

— No sentir te hace ver el mundo más claro —vuelve a ver a la ventana, lleva una de sus manos temblorosas a su boca.

— ¿Hiciste lo mismo que yo, verdad? —Se acerca, queda de pie frente a la ventana, mira hacia afuera— Tampoco puedes sentir.

Angel traga saliva— Cuando dejé de sentir, comencé a hacer hechizos prohibidos, ya no tenía nada que perder.

— ¿Él sigue vivo?

La profesora sonríe y se pone de pie— Para mi desgracia.

— ¿Y te odia?

— Cree que me odia —sisea—no sabe que alguna vez me amó.

Pansy la mira— ¿Quieres que muera?

— Después de todo lo que hice… Creo que saber la verdad en su lecho de muerte, nos pondrá a mano —camina entre las sombras— yo podré perdonarlo y él a mi. Entonces yo también podré morir.

Unas escaleras se mueven para posarse detrás del escritorio.

Pansy no se vira, sigue viendo la ventana— ¿Por qué me lo cuentas? ¿De qué sirve?

Angel sigue caminando— Porque tú ya te vas… Y a donde vas, no importa lo que lleves.

Escucha una puerta, sabe que ella ya no está. Tiene razón

Siempre cargará con lo que hizo, con el vacío y mantiene el consuelo que amo a Ron Weasley con todo su ser. Camina hasta la puerta y decide salir del castillo, no lleva nada más que lo que trae puesto, no necesita nada.

Nada sirve estar en las sombras acosándolo, el estará bien el resto de su vida hasta su lecho de muerte y ella, sin sentir, puede hacer lo que quiera y quiere hacer una última cosa.

Decide ir a la orilla del lago donde intentó conquistarlo… Sabe que lo va a encontrar y así sucede. Él está mirando la nada, no se ve triste, mantiene una boba sonrisa. Hasta que siente su presencia, se pone de pie empuñando la varita, tiembla. Ella se descubre, el baja la varita.

— Sé que no debo estar aquí… —dice. Después de todo, ella es prefecta.

— No importa —dice. Sus cuerpos permanecen a un metro de distancia.

Él mete sus manos en los bolsillos del pantalón, no trae la túnica, sólo el suéter y la corbata colgada a cada lado del cuello.

— ¿Qué haces aquí?

— Me voy de Hogwarts.

El chico frunce el ceño— ¿Y quieres insultarme por última vez? —sonríe.

Pansy desea sentir, porque desea seguirlo amando— ¿Qué hubiera pasado si hubiéramos sido amigos, Ron?

Una punzada toca el interior del pelirrojo, que lo llame por su nombre resulta tan extraño y familiar…

Niega— No lo sé… Yo hubiera sido tu amigo —traga saliva, con la cabeza mirando el suelo alza la mirada—, aún puedo serlo, si quieres.

Ella se acerca— Como ya me voy y eres la última persona de este asqueroso lugar al que voy a ver… ¿Me darías un regalo? —el asiente, se acerca más— Si te digo la cosa más extraña del mundo, prometes no hacerme preguntas y ¿creerla por completo?

Ron se rasca la cabeza completamente extrañado— Eso creo...

— Yo… Ron…

Se muerde el labio, no es capaz de hacerlo. No tiene sentido. Pero de alguna forma quiere que él lo sepa.

— Me has gustado desde el primer momento en que te vi —sonríe, aunque no siente alegría—, escribí… sí, eso es… Escribí una historia en la que tu estabas muy triste y eso te llevaba hasta mi.

Él ríe ampliamente— ¿Y cómo termina la historia?

— Te mueres —dice sin interés.

Se carcajea y se acerca más— Es un excelente final.

— Ese no es el final —corta la distancia que hay entre ellos, puede sentir su cuerpo pegado al de él—. Yo hago algo estúpido y te salvo, pero a cambio de eso tu no recuerdas que me amas y yo no puedo volver a sentir.

— Es una gran historia —sin saber por qué la toma de la cintura, se encorva para mirarla a los ojos—. Si ese fuera mi caso, daría mi vida por recordar que te amo —sus ojos se llenan de lágrimas, no sabe por qué.

La chica acaricia su cabello, el día en el hielo aparece en su memoria, era una de las escenas que no recordaba. Abre la boca, siente su aliento, cierra los ojos "Quédate conmigo", repetía.

— Quédate —susurró el chico—, no tienes que irte…

— ¿Creerías cualquier cosa que te diga?

—Justo ahora, sí, prometí hacerlo —sonríe.

Quizás por inercia, por impulso, por instinto, se encorva y la besa, suave, dulce, como nunca ha besado a nadie. Son en los momentos en que Ron se siente aturdido que hace este tipo de cosas, lo hizo con su novia Lavander, lo hizo con Granger… Lo hace ahora, Pansy sabe que no es real, que es un impulso absurdo, no tiene que ver con nada de lo que ella haya sentido o de lo que él hubiera sentido por ella.

Y sin embargo se deja besar, la sostiene de la cintura.

Debe dejarlo ir. Pone sus manos en el pecho del chico, lo mira los ojos, el no la suelta. Su rostro sereno, desea que permanezca así siempre.

— Lo último que te dije en mi libro, fue Yo también te amo, Weasley. —susurra.

Se separa de él.

Ron ríe, como nunca—Podemos seguir hablando de esto… Mañana —sus mejillas se encienden— si tu quieres —la suelta. No entiende que le pasa.

— Ya veremos Weasley —su tono frío vuelve a ella—, todavía soy Prefecta, así que mete tu trasero en la cama.

Se carcajea— Descansa, Pansy.

Él se aleja. Lo ve caminar encogido por el frío. Saca su varita y le apunta mientras se aleja.

Hace un lento círculo— Obliviate —susurra. Una lágrima se desliza por su mejilla izquierda, no comprende por qué.

Ron se detiene, mira a ambos lados como si fuera a cruzar una carretera, rasca su cabeza y vuelve a encogerse para seguir avanzando al castillo. Ella no quiere que nada lo torture, ni si quiera el recuerdo que en verdad lo amó. Quita de su memoria lo suficiente, para que él piense al despertar que estuvo en el lago, solo. Como tantas otras noches.

— Te amo, Ron —susurra. Sonríe—, sé feliz.

Se coloca la capucha, abrocha el botón del cuello, y con su varita atrae una pequeña balsa que la llevará del lago al mar abierto. No mira atrás, ni por última vez. Mientras se aleja, como una sombra creada por la luna, saca un pedazo de pergamino de su bolsillo, hace que aparezca una pluma que no necesita tinta y escribe.

"Sólo en la agonía de despedirnos somos capaces de comprender la profundidad de nuestro amor"

Forma lentamente una pequeña grulla, en cuanto esta lista parece que esta toma vida, la pone en su mano y luego la sopla en dirección al castillo.

Ron Weasley la encobraría entonces posada sobre su cama, la abriría y por algún motivo que nunca comprenderá, la guardará entre sus cosas, justificará la acción con descuido, no le dará importancia, no hurgará en de quién es ni como llegó ahí, ni si quiera que quiere decir.,,

Hasta muchos años después, en su lecho de muerte junto a su esposa, sus hijos, sus amigos… Mientras la muerte lo consume. Demandará que busquen aquel papel, los recuerdos lo golpearán más fuerte que la falta de aire. Sabrá que él está muriendo, sólo porque ella ya ha muerto y deseará con todas sus fuerzas, que existan otras vidas para volver a encontrarla. Así dejará la vida, con aquel pedazo de pergamino apoyado contra su corazón inerte.

Fin.