Y he aquí el capítulo extra que finaliza esta serie de relatos :') Me siento muy contenta de haberla hecho, puesto que escribí de parejas y de mi temporada preferida de Digimon. Espero, de corazón, que les haya gustado, tanto a mí como escribirla.

Les dejo este pequeño final. Porque los Digimons también se enamoran…

Éste capítulo está relacionado con el número tres, de Jenrya y Ruki. Ocurren al mismo tiempo ;)

Disclaimer: Digimon Tamers no me pertenece, sino a sus respectivos autores (Toei, Akiyoshin Hongo, Bandai, etc, etc.)

Las caras del amor

Capítulo extra: Beelzemon y Renamon

Hana kanzashi: Los "kanzashi" son ornamentos para el pelo utilizados en peinados tradicionales japoneses. Los "Hana Kanzashi" serían estos ornamentos pero con temáticas de flores y cada uno es diferente dependiendo del mes. Por ejemplo, en marzo usan flores de durazno, narcisos, etc.

— ¡Mira qué bonito le queda!

—El negro que te queda muy bien.

Impmon estaba con la cara apoyada en una de sus manos, con fastidio, mientras sus dos queridos Tamers lo vestían para la ocasión: una linda yukata negra con detalles en rojo. No, no estaba para nada cómodo con eso. El Digimon pudo haber cambiado de parecer luego de todo lo que había vivido, pero hay cosas que no soportaba: y esa, era una de esas.

—Y este adornito… —comentaba la niña de cabello castaño, acercándoselo, lentamente, a una de sus orejas.

Impmon no lo soportó.

— ¡No me pongas flores en la cabeza, Ai! —la muchachita se detuvo en seco.

— ¿Por qué? —se extrañó ella, sin entender. El Digimon violeta se sonrojó.

—Es muy vergonzoso —contestó de brazos cruzados.

Ambos hermanos intercambiaron una mirada de confusión, pero luego esbozaron una sonrisa.

—Entonces te lo regalo y úsalo cómo quieras. Iremos con mamá, ella también nos regaló una yukata para cada uno, ¡vamos a comer mucho en el festival! —declaró Ai y, acompañada de su hermano, salieron de la habitación.

Impmon se quedó viendo el adorno de flores: era en tonalidades blancas y amarillas. Al verlo, se preguntó qué tanto estaría haciendo Renamon y si estaría enterada de ese festival.

Ladeó la cabeza, ¿qué podría importarle a él lo que Renamon hacía?

—Tonta zorra —declaró, sonrojado y con cara fastidio, mientras guardaba el adornito que su Tamer le había regalado.

Empezó a anochecer y la familia de los niños, junto a Impmon, salieron hacia la celebración. El Digimon les dijo que los alcanzaba después, ya que quería que ellos se divirtieran de lo lindo con sus padres. Los hermanos querían divertirse con Impmon también, pero les prometió que se les uniría y comerían muchos dulces. Hasta se prometieron enfrentarse en los juegos.

Vio a los humanos perderse en la entrada del templo. Por otro lado, Impmon se subió a los tejados de las casas y vislumbró el hermoso paisaje que daba el lugar: todo cubierto de luces de colores, puestos alegres y gente divirtiéndose a raudales.

Y luego, una silueta celestial, frente a él, a contra luz, ya que estaba de espaldas a la luna.

—No sabía que te gustaran los festivales.

—Siempre tan fastidiosa.

Renamon se sentó a su lado. Ambos estaban en la cima de un tejado rojizo, contemplando el festival y mirando a los humanos alegres que iban de aquí para allá.

— ¿Tus Tamers te hicieron la yukata? —preguntó la zorra, con curiosidad.

—No molestes, es vergonzoso —todo le parecía "vergonzoso" a Impmon.

En ése silencio, el Digimon de pelaje amarillo sonrió para sus adentros y se dedicó a ver la luna, a contemplarla con majestuosidad. El otro, al verla tan embelesada en ese acto, se perdió en la belleza que ésta reflectaba de la luz lunar.

—Conozco un lugar precioso para ver mejor la luna —Renamon se puso de pie—. Sígueme.

— ¿Por qué tendría que contemplar la luna contigo, eh? —Impmon era tan gracioso cuando fingía que nada le importaba.

—Porque a ti también, su luz, te refleja muy bellamente —siempre tenía las palabras exactas que lo molestaban, pero que, también, hacía vibrar su pequeño corazón digital: ¿podía ser tan perfecta esa zorra? El Digimon de piel oscura, tragó saliva y se puso de pie. Renamon empezó a dar saltos de un tejado a otro.

— ¡No puedo así de rápido, tonta! —Y, fastidiado, Beelzemon se hizo presente, alargando sus alas al cielo de la noche—. Ahora sí —declaró con triunfo y orgullo en su timbre de voz.

Hicieron una carrera. La meta: el tejado más cercano donde, frente a él, había un lago en donde la luna se reflejaba maravillosamente.

Se divirtieron. Los humanos encontraban diversión en jugar, comer y ver las luces de colores. Ellos dos, se sentían plenos en demostrarse qué tan geniales eran. La sensación de correr sin una recompensa, de divertirse sin razón y de permanecer un momento único al lado de alguien especial, era algo que ambos Digimons no comprendían racionalmente. Pero sí, emocionalmente. Aunque no con las palabras exactas.

—Ganaste —declaró Renamon, jadeando.

—No lo hiciste mal. Tus piernas son muy buenas.

—Gracias. Es raro verte halagar a alguien —se sorprendió ella, con sus ojos celestes brillando intensamente. Beelzemon volteó el rostro y distinguió el estanque, la luna, un puente y dos humanos en él.

— ¿Esa no es tu camarada? —Renamon entornó los ojos: sí, efectivamente, era Ruki. Estaba con Jenrya conversando de lo lindo. Sonrió y apreció el paisaje—. ¿Qué te pasa, te cansaste? —en su voz, pudo notarlo desafiante, como si quisiera otra carrera. Ella negó con la cabeza.

—Ven a ver la luna conmigo —le hizo un lugar, en donde Beelzemon se sentó. La verdad, es que se aburría mucho.

Puso las manos en sus bolsillos como para hacer algo. Y encontró el adorno de Ai dentro. No pudo evitar un rubor muy leve en su rostro. Giró para ver a Renamon: ¿cuándo había tenido ese adorno en una de sus orejas?

— ¿Qué es eso? —preguntó él, mientras su corazón se aceleraba.

—Un adorno que me dio Ruki —contestó, acercando una de sus zarpas a las flores, y rozándolas con sus garras, delicadamente.

Quiso decirle que se veía preciosa con él. Y se preguntó si también lo estaría con el adorno que Ai le había dado.

Pero se puso muy tímido.

—Vaya, ¡cuántas luces! —exclamó, de pronto, Renamon: ninguno de los dos vieron en su vida los fuegos artificiales. Como Digimons, se quedaron contemplando las luces que explotaban en el cielo. Ambos se sentían raros: estaban emocionados, felices y plenos. ¿A qué se debía esa magnífica sensación de alegría? Beelzemon se puso de pie, de pronto, y ella lo acompañó. Así, veían mejor el espectáculo.

Y Renamon vio a Ruki: ¿qué era eso que hacía? Le provocó un vuelco en su corazón. No comprendía a ciencia cierta qué significaba. Era como un… ¿beso, no? Pero era muy distinto a los que la pelirroja, de vez en cuando, le daba su madre o abuela. Y eran en la mejilla, con cariño. Ese era otro tipo de beso, podía asegurarlo. Se quedó observando entre fascinada y sorprendida cómo ella y Jen parecían decirse muchísimas cosas con ese acto y esas miradas.

—Qué cursis, parecen de esos cuentos que a Ai le gusta leer, con príncipes y princesas besándose como tontos —Beelzemon la sacó de su ensoñación. No lo fulminó con la mirada, sino todo lo contrario: lo miró con cierta ternura—. No me mires así, me dan náuseas —Renamon soltó una carcajada sonora y observó a su Tamer, que miraba con cierta concentración hacia su lado. ¿La habría visto? Supuso que, a esa distancia, no la habría distinguido bien, pero no le importó mucho.

— ¿Por qué no te gusta sentir? —El Digimon con forma de demonio se extrañó ante tal pregunta rara—. Es decir, no pareces estar muy a gusto cuando ocurren cosas agradables.

—No entiendo tu punto ni lo quiero entender —le contestó, apretando en sus bolsillos, el adorno que se moría de ganas por dárselo.

—No es tan malo que te sinceres, de vez en cuando —empezó ella e, inconscientemente, apoyó una de sus zarpas con delicadeza sobre un brazo de Beelzemon. Éste la miró, incómodo, y desvió la mirada hacia otro lado. Se sentía molesto. Pero no era una molestia mala. Era una molestia que sólo Renamon podía producirle.

—Siempre te la pasas diciendo esas cosas —la naturaleza de él, por mucho que cambiara de forma, no dejaría de ser esa: aparentando quién no era. Pretendiendo ser un tipo bruto, cuando en su corazón, la zorra sabía cuánto cariño podía tener dentro. El problema era que no lo expresaba—. ¿Por qué me sigues mirando así? ¡Luces igual que Ai!

Y en su gesto de cruzar los brazos, el adorno salió de su bolsillo y lo atrapó a tiempo. Renamon miró todo en silencio. Cómo le provocaban miles de sensaciones ese par de ojos tan intimidantes…

Ya no tenía escapatoria: con su rostro muy enrojecido, le dio el adorno. La otra lo tomó con curiosidad.

—Supongo que a ti se te verá mejor que a mí —confesó, sin verla. Ella soltó una risita y miraba el adornito de flores amarillas con ternura—. Me voy, les prometí a Ai y Makoto jugar con ellos —y volvió a adoptar su apariencia graciosa de Impmon—. ¡Ni se te ocurra…!

Pero ella fue más veloz, como todos los zorros, anticipados a los movimientos de los demás: le dio un cálido beso en la mejilla. El otro gritó como loco.

— ¡Por eso te digo que eres una tonta! ¡Ahora haces lo mismo que tu Tamer! ¡Malditas costumbres humanas! —se quejaba a los cuatro vientos mientras daba un salto hacia el parque donde estaba el lago (Jen y Ruki ya se habían marchado). Antes de ir en la búsqueda de sus pequeños camaradas, Impmon giró a verla—. ¡La próxima vez no te saldrás con la tuya! —ella sólo lo miraba con una sonrisa dulce. Y, entonces, notó que se puso el adorno de le había dado en la otra oreja, ¿cuándo lo había hecho?—. Te queda bien —dijo apenas audible y sin verla.

Esas últimas palabras llegaron a los oídos de Renamon cuando una suave brisa hizo volar su pelaje. Se sintió complacida. E Impmon, mientras corría al encuentro de sus Tamers, no dejaba de pensar en ella, lo hermosa que se veía…

Y lo irritante, pero dulce, que podía ser.

Cuando el festival terminó, Renamon encontró a las tres mujeres de apellido Makino caminando tranquilamente por la calle. Al verlas, se les unió.

— ¿Pudiste disfrutar el festival? —preguntó Ruki, caminando bastante más delante de su madre y abuela. Su Digimon asintió. Y notó el nuevo adorno en su otra oreja—. ¿Y esa nueva Hana Kanzashi? —se extrañó.

La zorra miraba la luna y las estrellas mientras le respondía.

—Un simpático de alas negras me lo acaba de regalar. Le dijo al viento que supiera que me quedaba bien —Ruki la observó: Renamon siempre se veía preciosa con la luz de la luna, pero esta vez, sus ojos, su sonrisa, su porte, brillaba más que nunca.

La muchacha sólo sonrió, intuyendo de quién hablaba.

— ¿Has disfrutado tú festival? —preguntó, de repente, el Digimon. La otra asintió, algo sonrojada.

—La hemos pasado bien las dos —finalizó Ruki, mientras caminaban juntas, como si fuesen dos hermanas del alma, que por cierto, lo eran.

OoOoOo

Oh, terminé estos relatos :') ¡Apenas vi esta palabra, supe que necesitaba incluirla para Renamon e Impmon! ¿No son adorables? Jaja, me gustan mucho los romances y los dramas que los Digimons puedan tener :')

¡Espero que les hayan gustado estos relatos! No han sido los mejores, pero me he divertido un montón.

¡Hasta otra!