El dios perro
Capítulo XVI
Ambos, Inuyasha y Kagome, llegaron a las orillas del rio, un lugar más adentro en el bosque. Apenas Inuyasha se aseguró que Kagome había bajado de su cuerpo disminuyó su tamaño. Su pelaje siempre inmaculado estaba cubierto de sangre, le dolía demasiado el cuerpo; sintiéndolo casi entumido por el dolor. Permaneció recostado mientras Kagome le hablaba, no era capaz de comprender lo que le decía, aun así, podía ver su rostro surcado por las lágrimas. Intentó moverse, para que notara que estaba bien, pero poco a poco todo se volvía oscuro.
Kagome estaba asustada, el cuerpo de Inuyasha estaba lleno de sangre y había quedado inconsciente. Rasgó las mangas de su yukata y corrió hacia el rio para humedecerlas, con ellas limpió las heridas de Inuyasha y con otra parte de su ropa que trató de unir en tiras vendó los cortes más graves. Sin saber que más hacer, recostó la cabeza del perro en su regazo, orando para que estuviera bien.
Cuando el sol ya se estaba ocultando Inuyasha aún no había despertado. Kagome se sentía bastante angustiada y asustada, podría jurar que veía sombras moverse entre los árboles, seres acechándolos… mirándolos atentamente.
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Kikyo llegó hasta la aldea luego de unas horas, respiró con tranquilidad al ver que la aldea no había sido destruida. La gente la observaba y murmuraba, ella continuó caminando sin prestar atención a la acción de los aldeanos, se detuvo al llegar a una posada. Los beneficios de ser una sacerdotisa es que te otorgaban hospedaje y alimento gratuito, los aldeanos sentían que si no lo hacían podían hacer enojar a los dioses de la sacerdotisa y era algo que nadie deseaba.
Kikyo se sentó en la entrada de la posada, cuando vio pasar a un grupo de guardias siendo guiados por un monje y una exterminadora de monstruos, entre el grupo vio que encontraba otra sacerdotisa así que sin pensarlo dos veces se puso de pie, y se adelantó a ellos para cortarles el paso.
Miroku y Sango vieron a la sacerdotisa que les dirigía una mirada de reproche y enojo.
-Buenas tardes, bella dama. ¿Se le ofrece algo? – Miroku habló con educación, pero en su voz se notaba el cansancio.
- ¿Son ustedes los encargados de aniquilar a los demonios de este pueblo? - la voz de la mujer era fuerte y clara, lo que atrajo la atención de los habitantes.
Miroku le dirigió una mirada a su esposa antes de asentir con la cabeza.
-Por lo visto no hacen un buen trabajo- les lanzó una fría mirada y después se dirigió a la otra sacerdotisa- En mi camino a esta aldea me he encontrado con un Inugami y su dueña, ellos están muy cerca del pueblo. Usted es una sacerdotisa y sé que me podrá entender-
Kikyo se detuvo un momento para elevar aún más la voz
- sé que comprenderá que estos son los monstruos más peligrosos existen y permitir que estos seres ronden una aldea es un grave error.-
La sacerdotisa asintió.
Mientras que la pareja solo compartió una mirada. El único inugami que rondaba la aldea era Inuyasha y por palabras de su señor no representaba peligro alguno. Sesshomaru les aseguró que era controlado por la hermana de su señora y que esta era una jovencita digna de confianza. Además, con la presencia de la sacerdotisa Midoriko -que se había unido a su grupo hace poco- se sentían ahora aún más a salvo. En su camino de regreso le habían platicado de este ser y ella prometió averiguar si esta criatura era maligna. Ella también les había dicho que a lo largo de los años se había topado con demonios amables y nada peligrosos. Por lo que existía la posibilidad de que Inuyasha pudiera quedarse en el pueblo por un largo tiempo.
-¡Oh, mi bella dama! Si se refiere a un gigantesco perro blanco, no tiene por qué asustarse y menos asustar a los amables aldeanos. Inuyasha, si no mal recuerdo, es la mascota de la hermana de nuestra señora. Nuestro señor Sesshomaru se ha encargado de informar a toda su gente que este ser no es peligro…-
El rostro de Kikyo se deformó por el enojo.
- ¡¿Cómo pueden decir eso?! ¡Yo estuve frente a él y quiso matarme! -
-Pero no lo hizo porque de ser así no tendríamos esta conversación y supongo sin temor a equivocarme, que la joven que estaba con el inugami hizo todo lo posible para detener al animal y lo consiguió, ¿no es así? –
La sacerdotisa guardo silencio por un momento, antes de volver a hablar apretando los dientes.
-¡Ese no es el punto! lo importante aquí es acabar con ese demonio antes de que mate a alguien. –
- Sacerdotisa, entiendo su preocupación. Sabemos que Inuyasha es un oponente muy poderoso, pero nosotros hemos visto que la joven es capaz de controlarlo. Y si nuestro señor ha depositado su confianza en la joven pues nosotros como sus más humildes sirvientes solo debemos obedecerlo y seguir su ejemplo. Ahora si nos disculpa, estamos cansados y deseamos llegar al castillo para descansar. Mi bella esposa necesita bastante un descanso por su actual estado y es mi beber mimarla. – Miroku hizo una reverencia, tomó la mano de Sango y reanudó su marcha al castillo siendo seguido por los guardias que se veían muy cansados, cuando estos se marcharon también lo hicieron las personas que estaban cerca atentos al intercambio entre el monje y la sacerdotisa. La única del grupo que permaneció en su lugar fue Midoriko
-Sacerdotisa…-
-Kikyo, mi nombre es Kikyo- contestó a la muda pregunta.
Midoriko esbozó una tranquilizadora sonrisa.
-Sacerdotisa Kikyo, es admirable su preocupación por esta aldea y le puedo asegurar que sé cuan peligrosos pueden ser los inugami, pero por lo que ellos, Miroku y Sango me han contado tal vez este juzgando mal a este ser. Durante mi vida he llegado a conocer a demonios amistosos y para tranquilizarla le doy mi palabra de que si este inugami resulta ser un peligro yo misma me encargaré de destruirlo. - Midoriko apretó su hombro y se marchó para alcanzar al grupo.
Kikyo los miró marchar, enojada dio media vuelta y se fue a su habitación.
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Inuyasha despertó unas horas después, cuando el cielo estaba cubierto de estrellas, Kagome acariciaba su cabello, dulces caricias que ayudaban a disminuir el horrible dolor de cabeza que sentía. Con esfuerzo logró cubrir la mano femenina con la suya.
-Kagome- su voz sonó pastosa y ronca, le dolí la garganta al tragar.
- ¡Inuyasha! ¡Oh, gracias a dios! ¿Estás bien? No te muevas por favor estas mal herido. –
-Estoy bien, solo fueron unos pequeños rasguños ¿tu estas bien?
-Inuyasha te desmayaste por horas, me tenías muy preocupada, y no es momento para preocuparte por mí, a mí no me sucedió nada grave. –
-Solo me importas tú, Kagome. - Inuyasha se acurrucó más en el regazo de Kagome, aspirando profundo. - ¿Te había dicho antes que amo tu aroma? -
La joven se sonrojó y aumento cuando los ojos de Inuyasha se volvieron a abrir y se encontraron con los suyos.
-Tonto, no es momento de decir esas cosas. – la risa masculina le causó un agradable calorcillo a Kagome en el vientre. - Inuyasha, no te muevas-
Intentó detenerlo al verlo levantarse.
-No te preocupes, me siento mejor. Además, debes de estar hambrienta y con deseos de quitarte toda esa sangre de tu cuerpo. - Kagome no pudo protestar porque Inuyasha ya transformado estaba frente a ella. Suspiró y negó con la cabeza, al final se subió al lomo del perro procurando no tocar ninguna herida. Inuyasha no se movió al ritmo de siempre, pero Kagome guardo silencio, no deseaba molestarlo.
No avanzaron demasiado, pero encontraron refugio en una cueva y afortunadamente un poco más en lo profundo de esta, había aguas termales. El hombre encendió la fogata y dejó a Kagome en la cueva para él encargase de encontrar la cena. Regresó luego con un conejo. Kagome no se había bañado aun porque estaba esperando a que Inuyasha regresara, y porque quería ver que tanto habían sanado las heridas.
Kagome ya en las cálidas aguas se dedicó a lavar con cuidado y ternura el cuerpo del Inugami, las llagas estaban ya casi curadas, pero aún se veían muy dolorosas.
- ¿Te duelen mucho? – Kagome había terminado de asearlo y ahora besaba los labios del hombre. – Me asuste mucho cuando te desmayaste, estúpida sacerdotisa. No la perdonaré, te lastimó demasiado.
- Tranquila, preciosa. Estoy bien. Y ahora mucho mejor al tenerte cerca de mí- la mano de Inuyasha acarició la espalda de Kagome y profundizó el beso, logrando extraer un agudo gemido de la joven.
El dulce sonido desató una gran cantidad de deseo que se expandió por todo el cuerpo de Inuyasha. Inuyasha sentía que el rose de sus labios ya no era suficiente, necesitaba más de Kagome, mucho más. Se había vuelto totalmente adicto a ella. Sus manos deseaban tocar y adorar todo el cuerpo de su señora, quería probar cada rincón de su ser. Sin soportar la tentación sus manos se movieron mucho más debajo de lo que normalmente estaban acostumbradas, saboreó con infinito placer el beso y la sensación de palpar más del hermoso cuerpo femenino.
Sus manos se movían inquietas, causando que Kagome gimiera a cada momento y cuando los labios se separaron, ella lo miró a los ojos, sus ojos chocolates estaban oscurecidos y se veía en ellos el placer que la joven estaba sintiendo. Kagome recostó su cabeza en el hombro de Inuyasha, besando su piel y suspirando por las caricias. Inuyasha imitó a la joven, besó y mordisqueó la piel blanquecina que estaba ante sus ojos mientras sus manos exploraban sin timidez.
Kagome sintió algo duró rosar contra su muslo, algo duro y suave, ella sabía muy bien que era y que significaba. Sintiéndose valiente, Kagome atrapó una de las manos de Inuyasha, este se asustó creyendo que la mujer ya no deseaba que él la tocará, iba a disculparse, pero fue callado con otro beso. La mano fue dirigida hasta el centro de Kagome, un lugar aún más suave, húmedo y cálido. Inuyasha gruñó por tal sensación y masajeó con cuidado tan bello lugar, dicha acción desencadenó en un sonoro jadeo, Kagome cerró los ojos y se mordió el labio inferior. Inuyasha admiró maravillado tal imagen y también cerró los ojos cuando una suave y pequeña mano cubrió su miembro palpitante. Ambos procuraban hacer sentir bien al otro, movían sus manos con lentitud o rapidez buscando aumentar y prolongar el placer. Los sonidos de los besos y gemidos iban y venían por todo el lugar. Cuando se sintieron cerca del clímax ambos aumentaron la velocidad de sus movimientos y cuando al fin lo alcanzaron gritaron el nombre del otro.
Tardaron varios segundos en bajar de esa nube de placer.
-Eso fue increíble- jadeó Inuyasha recargándose en la orilla de pozo termal.
Kagome asintió y se aferró a Inuyasha, sus piernas temblaban y se sentía adormilada por el placer, nunca había sentido algo así, jadeaba con fuerza y escuchaba con satisfacción los roncos jadeos de Inuyasha. Se besaron y acariciaron con pereza. Inuyasha tuvo algunas dificultades para sacarlos del agua, pero lo consiguió, cargó en sus brazos a Kagome que estaba acurrucada contra su pecho. Se sentó sobre sus ropas y con una de estas quitó el exceso de agua de sus cuerpos, luego sin pudor alguno fue por la carne de conejo que habían dejado asarse cerca del fuego, le entregó una parte a Kagome y comieron.
Al acabar de cenar, Inuyasha se acercó a Kagome, la besó una vez más y luego volvió a su forma perruna, la mujer no tenía ropa para cambiarse y nada con que cubrirse porque la que tenía se secaba cerca del fuego además el frio comenzaba a filtrarse por la cueva. Kagome suspiró feliz al sentir el suave pelaje de Inuyasha contra su piel, encontró una posición cómoda para dormir y no tardó nada el entrar al mundo de los sueños.
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Por la mañana Kagome e Inuyasha regresaron al pueblo, luego de desayunar y unos apasionados besos emprendieron la marcha de regreso. Inuyasha iba con una sonrisa boba en el rostro, el aroma de Kagome se había vuelto más dulce y picante, un aroma muy atrayente y seductor, su cuerpo ansiaba repetir lo de la noche anterior.
Kagome por otro lado sentía su rostro enrojecer al recordar y al darse cuenta que ansiaba aún más.
Sin embargo, todo paso a segundo plano cuando una flecha los recibió en la entrada del pueblo. Inuyasha pudo esquivarla. Kagome gruño enfadada cuando vio a la misma sacerdotisa que los atacó el día anterior.
Los aldeanos dejaron todo lo que estaban haciendo y mantuvieron su atención en la confrontación. Kikyo estaba frente a ellos con la cuerda del arco tensa, lista para disparar, sin inmutarse por la auténtica expresión de furia que se apreciaba en el rostro del inugami.
Antes de que todo empeorara, todo se vio interrumpido por la llegada del terrateniente y su esposa, todos los aldeanos hicieron una reverencia y le abrieron paso a la comitiva encabezada por la pareja.
-Veo que ya están de regreso, Kagome e Inuyasha. Rin estaba preocupada por ambos. - Sesshomaru habló sin gran emoción y dejó ir a su esposa que casi corrió a abrazar a los nombrados, luego con toda la elegancia se dirigió a la sacerdotisa. -Bienvenida, sacerdotisa. Mis exterminadores me hablaron sobre su llegada y su profundo desacuerdo con la estadía del inugami llamado Inuyasha, por lo que he venido personalmente para reafirmarle que Inuyasha y Kagome no representan ningún peligro, es más, debo agregar que ellos han sido de gran ayuda. Desde su llegada la cantidad de demonios que atacaban a mis aldeanos se han visto notablemente reducidos. Por lo que si usted desea quedarse en este pueblo por más tiempo le pido que se abstenga de atacarlos.
Sesshomaru esperó por alguna replica, pero solo obtuvo un asentimiento con la cabeza y una rápida reverencia, Kikyo se colgó el arco en el hombro y se marchó del lugar. Roja del enojo.
Sesshomaru regresó la vista hacia su familia cuando escuchó un jadeo y un pequeño grito proveniente de Rin, un charco se formaba a los pies de su esposa y se sostenía el vientre con una expresión de dolor.
-¡Rin!- el siempre frio rostro del terrateniente mostro una gran angustia y preocupación. En segundos estuvo con su esposa y la sostuvo con delicadez, la futura madre se quejaba del dolor y se aferro al cuerpo de su marido. – ¡Preparen todo! ¡Hay que llevarla al castillo!
Los guardias se sobresaltaron al recibir la orden, pero pronto se dieron prisa.
-Sess… Sesshomaru. - El rostro de Rin ya estaba cubierto de sudor y respiraba con dificultad- Due…le
Kagome salió de su asombro y miró hacia el castillo, era una distancia larga y el movimiento agitado en un viaje a toda velocidad en caballo podría no hacerle bien.
Inuyasha miraba la escena arrugando la nariz, un ligero rastro de sangre llegó hasta su muy agudo olfato y la preocupación que destilaba Kagome no ayudaba. Casi saltó cuando Kagome posó de golpe su mirada determinada en él, antes de lograr preguntar la joven ya había captado la atención del nervioso terrateniente y en cuestión de segundos ya estaba volando en dirección al castillo con Kagome y los futuros padres sobre su lomo. Inuyasha no pudo evitar hacer una mueca al sentir parte de su pelaje humedecerse apenas llegara al castillo vería arrastrar a Kagome con él para tomar un merecido baño.
Tal baño llegó unas horas después, para el poderoso inugami resultó imposible separar a su señora de la futura madre. Rin no dejó de llorar o gemir por el dolor por algunas horas y esto empeoró casi a medianoche. El llanto se convirtió en grandes y desgarradores gritos, pero afortunadamente se apaciguaron después de un llanto agudo que resonó por todo el castillo.
El primogénito del terrateniente tenia unos buenos pulmones e Inuyasha se cubrió las pobres y sensibles orejas.
Al menos algo bueno salió de todo ese ajetreo, Kagome estaba increíblemente feliz, pero no dejaba de hablar de lo tierno y bonito que era el bebé de Rin. Estaba tan alegre que no dejaba de darle pequeños besos a cada momento y sus cuerpos rosándose en el agua alegraban de otra forma al peliplata aunque la situación no pasó a otro nivel el inugami -un poco frustrado-continuaba sintiéndose afortunado por ver la bella sonrisa de Kagome iluminar la habitación.
El nacimiento del hijo del terrateniente, Hideyuki como lo habían nombrado sus padres, ayudó bastante a que la gente olvidara el incidente del día anterior que involucraba al inugami y a la sacerdotisa Kikyo. Y como el festival de la cosecha estaba a unas cuantas semanas y se decidió que sería un festejo en grande para dar gracias por la buena cosecha y al nacimiento de un heredero sano y fuerte.
Rin y Sesshomaru estaban orgullosos de su pequeño. Sesshomaru para pasar más tiempo con su familia acababa con prisa sus deberes más importantes y ayudaba a Rin a cuidarlo.
Ahora Inuyasha no solo tenia que compartir a Kagome con el pequeño Shippo, sino que también con la pequeña bola productora de baba y la otra estúpida sacerdotisa que parecía vigilarlo en todo momento, al menos no era como la otra odiosa mujer que había intentado matarlo.
Kagome estaba muy emocionada porque habían descubierto que tenían poderes espirituales, tal vez nunca llegará a tener el nivel de esas sacerdotisas, pero la mujer se encargaba de enseñarle a manejar sus poderes, así como a usar el arco y flechas para defenderse. Inuyasha no pudo evitar bufar ante lo ridículo que le parecía esa idea porque él siempre protegería a Kagome. Aunque valía la pena ese entrenamiento con solo ver los pucheros que hacia Kagome cada vez que fallaba en los tiros y la sesión de besos que recibía cuanto ella acertaba también lo valían.
Tres días antes de festival Shippo al fin pudo liberarse de los cuidados de la anciana Kaede y se enamoró a primera vista del bebé. No le apetecía separase mucho tiempo de él. Inuyasha se alegró bastante de ver al zorrito completamente bien y se sintió ligeramente decepcionado al ver que este ya no pasaba tanto tiempo con él ni con Kagome, pero lo entendía Shippo aún no lo perdonaba del todo y prefería mantener su distancia.
Kagome emocionada por el festival ya que hacia mucho que no asistía a uno, se pasó todo el día en la habitación de Rin y con ellas estaba la vieja Kaede- como le gustaba a Inuyasha llamarla - cuidando de Hideyuki. El peliplata en su forma canina se la pasó durmiendo todo el rato fuera de la habitación. Lo habían echado con el simple argumento de que eran "asuntos solo de mujeres".
Luego de infernales horas de aburrimiento, Kagome salió muy contenta y cargando algunos paquetes contra su pecho. Inuyasha la siguió y olfateaba discretamente los paquetes, no era comida ni nada peligroso. Con calma llegaron a sus habitaciones, Kagome no podía esperar para mostrarle al inugami el contenido de los paquetes, pero como deseaba que esta fuera una sorpresa se obligó a calmarse y guardarlos.
Inuyasha en su forma humana estaba acomodado en una esquina y esperaba pacientemente a la joven, las ansias de tenerla entre sus brazos eran enormes. Después de unos segundos más de espera, Inuyasha decidió mandar todo al carajo. Kagome le había dado permiso para besarla y hace lo que quisiera cuando quisiera entonces lógicamente no habría ningún problema con que él deseara abrazarla y lo hiciera.
Así que en el momento en que Kagome se giraba con la intención de hablarle, Inuyasha la aprisionó y depositó un dulce beso en los labios femeninos, luego otro y otro más. Una pequeña risa escapaba cuando los labios se separaban, Inuyasha retrocedió sin soltarla y pronto estuvieron entre las sabanas.
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La primera en despertarse la mañana del festival fue Kagome y con entusiasmo despertó a Inuyasha. Desayunaron y dieron un paseo por el pueblo, los aldeanos preparaban todo para el festival, había mucho que hacer, pero todos colaboraban lo que hacía que el trabajo fuera rápido y fácil. Ambos ayudaron, aunque Inuyasha de mala gana y a la hora del almuerzo regresaron al castillo para posteriormente prepararse para el evento.
Kagome al fin pudo enseñarle el contenido de los paquetes a Inuyasha y le explicó como vestirse antes de ir con Rin y Kaede, ellas la ayudarían a ella. Inuyasha esperó por ella por largos minutos, deseaba cambiar a su forma perruna para tomar una siesta, pero estaba completamente seguro que Kagome seria capaz de matarlo si arruinaba sus ropas así que se limitó a fulminar con la mirada al suelo, la ropa le era algo incomoda y no tenia deseo alguno de asistir a ese estúpido festival.
Aunque cambio de idea cuando vio salir a Kagome.
Decir que lucía bonita era poco y no le hacía justicia a lo que sus ojos veían, estaba seguro que se veía estúpido porque tardo en darse cuenta que tenía la boca abierta y casi babeaba, pero como impedirlo si Kagome estaba hermosa, y eso que ella de por sí ya lo era. Aunque ese lindo kimono realzaba su belleza natural, esa fina tela negra que abrazaba su cuerpo y acentuaba sus curvas, decorado con racimos de pequeñas flores de sakura que parecían casi reales por sus diferentes tonos de rosa, las mangas de un tono más suave casi blanco, así como el obi atado en un gran moño en su espalda. El rostro femenino había sido maquillado ligeramente y los rojos labios lo invitaban a probarlos. El peinado era sencillo y le daba un aire de inocencia y ternura.
Inuyasha estaba completamente seguro de algo: ese festival seria un infierno para él.
Kagome tampoco podía decir que no se había quedado sorprendida y con ganas de saltarle a Inuyasha encima. El hombre frente a ella estaba magnifico, tan atractivo y apuesto. El yukata que usaba era el típico usado por los hombres, ropa sencilla pero elegante, de un azul oscuro con un obi café claro con algunos detalles en negro. La forma en como la tela se aferraba a su fornido cuerpo lo hacía ver aún más sexy y todo lo anterior sumando su cabello y ojos, lo harían resaltar entre la multitud y atraerían más miradas de lo normal. Definitivamente Kagome se prometió no separarse tanto de él.
Kaede, Rin y Shippo mantenían las ganas de reírse por la forma en como la pareja se comían con la mirada, sería una noche bastante interesante.
Kagome e Inuyasha salieron antes, la joven no podía esperar a ver como lucia el lugar de noche y a pasear por cada puesto. Emocionada tiraba de la mano de Inuyasha y este la seguía sin oponer resistencia pues esta totalmente prendado de la bella chica. Y como predijo… apenas llegaban al sitio donde se llevaba a cabo el festival y él ya estaba gruñendo a los hombres que miraban con lujuria a su Kagome. Su brazo automáticamente rodeo la cintura femenina y luego beso esos labios a los que era adicto. El beso fue correspondido y su pecho se infló de orgullo al sentir como la chica se recostaba contra su cuerpo, más de la mitad de los hombres lo miro con envidia y enojo. Inuyasha solo pudo sonreír con superioridad.
Caminaron de esta forma por un largo tiempo y se separaron solo para el primer evento, donde encontraron a Sesshomaru junto a Rin, Kaede, Shippo y el pequeño Hideyuki. La primera actividad del festival seria en honor al pequeño y Midoriko como sacerdotisa se encargaría de oficial algunas partes del evento. Kagome se separó para ir por el bebé y pronto regresó junto a Inuyasha, por un momento la joven imaginó que el niño era su hijo y de Inuyasha, una idea que le gustó bastante y esperaba que se volviera realidad.
Al finalizar el grupo se separó de nuevo, Rin, su hijo, Kaede y Shippo estarían paseando y disfrutando un poco de la festividad y regresarían al castillo para que el bebé pudiera descansar, no deseaban que enfermara por la fría noche. Sesshomaru se quedaría hasta el final con su gente, eran muy contadas las veces que estaba con ellos y este era un buen momento para estrechar los lazos con los aldeanos.
Inuyasha y Kagome decidieron alejarse del bullicio de la celebración e ir a un lugar algo alejado donde podrían ver las estrellas.
Las veían y formaban figuras con ellas como un pequeño juego. Besos eran robados y en poco tiempo se tornaron en agresivos y desesperados, repartían caricias que hacían elevar sus temperaturas corporales.
De un momento a otro Inuyasha tenía los brazos de la joven sujetando su cuello mientras su cuerpo, un poco más grande la cubría.
Mordisqueaba los jugosos labios femeninos, pasando después al largo cuello donde dejó algunas marcas. Su respiración era errática, y con cada respiración sus pulmones se embriagaban con el dulce aroma de la hembra que tenia entre sus brazos, se sentía caliente y ansiaba probar más de su piel. La volvió a besar intentando controlarse, agudizó sus sentidos y se sintió aliviado al no detectar a nadie cerca. Su pelvis se movió contra ella y extrajo un dulce gemido de Kagome ya que al estar entre sus piernas pudo rosar el centro de la joven.
Su polla adolorida deseaba más de fricción por lo que repitió la acción de nuevo y después sus manos se movieron para hacer a un lado parte de la ropa de Kagome, dejó sus pechos al descubierto y no tardó en atacarlos, los besó, masajeó y mordisqueó. La joven jadeaba de placer y abrazaba su cabeza contra sus pechos deseando aun más.
-Inuyasha… ¡Ah!.- Kagome gimió y jaló sus cabellos, lo besó largamente mientras tironeaba de su yukata, deshizo el nudo de obi y el pecho masculino quedó a su entera disposición, acarició la piel descubierta e invirtió posiciones, ahora Inuyasha debajo de su cuerpo observaba extasiado como la joven soltaba sus cabellos, deshacía el nudo de su obi y le mostraba su hermoso cuerpo, Inuyasha la tomó de las caderas cuando ella intentó levantarse, la chica le sonrió y las movió de nuevo haciéndolos gemir.
-Necesito… levantarme- le jadeó al oído, de nuevo intentó levantarse y lo logró con éxito, el inugami la observó sorprendido cuando se quitó su ropa interior y regresó a su lado, otro beso apasionado e Inuyasha sintió como ella tomaba su erección, la masajeó y la sacó de entre sus ropas, gimió ronco cuando kagome restregó su dura polla contra su húmeda entrada.
El peliplata se alzó y capturó con su boca uno de los senos de la joven, Kagome aun mantenía en su mano el palpitante miembro, alineó la goteante erección y lentamente se dejó caer. Inuyasha gruño por las sensaciones que recorrían todo su cuerpo, el interior cálido de Kagome lo aprensaba con fuerza y el placer era abrumador.
La chica gimoteó y se detuvo, Inuyasha se paralizó al oler sangre.
- ¿Kagome? – el miedo estaba presente en su voz- ¿¡te lastimé!?
-Estoy bien - la chica lo calló con un beso y con un ultimó movimiento Inuyasha estaba enterrado en su interior-
La joven esperó un momento antes de moverse, el peliplata la abrazó aun nervioso y enterró su rostro en el cuello femenino. Gruño. Se sentía tan bien que mordió y beso la piel que estaba a su alcance mientras movía sus caderas. Los jadeos de placer pronto se convirtieron en gritos, Inuyasha sintió como la piel de su espalda era rasguñada.
-Más… ¡Ah, Inuyasha! - el inugami miró el rostro de la mujer que estaba entre sus brazos, la mueca de placer junto a los ojos cerrados fue una imagen que grabó en su mente. -¡Inu…yasha!
Inuyasha sintiendo un deseo irrefrenable, soltó un fuerte gruñido y pronto mordió el cuello de la joven, la herida sangró un poco y Kagome solo sintió un ligero dolor opacado por el placer.
Ver la marca en ese hermoso cuello hizo estremecer de sobremanera al inugami. Y pronto las embestidas se volvieron más fuertes y profundas.
Kagome aulló de placer y tiró del platinado cabello al sentir el cumulo de sensaciones en su vientre estallar. Inuyasha la abrazó más fuerte gimiendo al sentir su esencia caliente derramarse en el interior de su señora, llenándola por completo.
Kagome era suya, completamente suya y sin dudarlo mataría a cualquiera que quisiera arrebatarla de su lado.
Cuando las intensas sensaciones disminuyeron compartieron un beso lento y tranquilo.
-Eso fue maravilloso- murmuró Kagome con una sonrisa en los labios y uniendo su frente con la de Inuyasha. Respiraban agitados y estaban bañados de sudor, pero se sentían totalmente bien.
-Si, completamente. – Inuyasha recostó su cabeza en el pasto atrayendo a la joven con él, rodeó la cintura de la mujer y su mano se paseó por el largo cabello azabache.
Estuvieron largo rato en la misma posición, ninguno deseaba moverse pues la calidez que ambos cuerpos se brindaban era reconfortante. Pero cuando el estómago de Kagome gruño por el hambre decidieron dejar su cómoda posición e ir por comida.
Antes de avanzar Kagome tomó la mano de Inuyasha y entrelazó sus dedos con los del hombre y con una sonrisa cómplice volvieron al festival.
Caminaron tranquilamente, Kagome pensaba que esa era la mejor noche de su vida, se había entregado a Inuyasha y no se arrepentía para nada. Ahora tal vez, solo tal vez este sería el comienzo de su nueva vida, una vida feliz y tranquila al lado del peliplata.
Un fuerte estruendo la sacó de sus pensamientos, la música y las acaloradas conversaciones cesaron. Kagome observó como todos los aldeanos miraban hacia el bosque, el lugar de donde provino ese fuerte sonido y donde se divisaba una gran nube de polvo.
De un momento a otro toda la felicidad se esfumó, los gritos de júbilo ahora eran llantos y gritos de pánico.
18/06/2020
Hola ¿Cómo están?
¿ya todos saben de la secuela de Inuyasha?
Sinceramente cuando me enteré hace semanas no creí que fuera cierto jajajaja no deseaba ilusionarme a lo tonto, pero gracias a Dios si es verdad.
Antes de publicar el capítulo recordé a la hija del Amo bonito y pensé en cambiar el sexo del bebé, pero eso significaba más trabajo y me dio flojera así que acá Sesshomaru tuvo niño. jajaja
Voy a estar rezando para no morirme antes de ver toda la secuela de Inuyasha XD
Besos y abrazos.
Sayonara.
