ARMONÍA

XVII: EPILOGO

Templo de Athena, Santuario de Athena

Saori y Julián se encontraban tomando el té, mientras Poseidón esperaba a que terminaran de atender las heridas de Sorento. Le complacía la compañía de Saori, pues ella mejor que nadie podía entender los gajes del oficio de ser un dios y un adolescente al mismo tiempo. Bueno, ni tan adolescente. Ya casi tenía dieciocho años. Pero bueno, el caso es que Saori lo entendía.

Pero había un asunto con el que ni la diosa de la sabiduría podía identificarse.

-Oye, Saori- dijo Julián, dudoso, mirando su taza de té, pero sin llevársela a los labios- esto que sucedió con… Hades y Perséfone-

-Extrañas a tu Anfitrite- completó Saori, y Julián asintió. La diosa de la sabiduría esbozó una sonrisa irónica- esa última que le hiciste… digamos que te lo merecías-

-Tú creerías que encontrarla como lo hice la última vez fue suficiente castigo- dijo Julián.

-No el suficiente- dijo Saori, frunciendo el entrecejo.

Julián se sentía avergonzado, pero decidió que sería mejor desviar su conversación hacia Saori, y puso una sonrisa socarrona.

-¿Qué fue eso, Saori?- dijo Julián- ¿te sentiste identificada?-

Saori levantó su puño y le dio un soberbio zape, que hizo que el joven dios se frotara la cabeza.

-No, para nada- dijo Saori- pobre Anfitrite. Pero bueno, lo menos que podrías hacer es ir a buscarla de inmediato-

Julián sonrió tristemente. Sabía que eso tenía que hacer. Se lo debía a su esposa. Dio un sorbo a la taza de té, y se prometió solemnemente para sí mismo, y para la ausente Anfitrite, que tan pronto como volviera al templo bajo el mar, comenzaría su búsqueda, y no se detendría hasta encontrarla.

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Templo de Escorpión, Santuario de Athena

Milo llevó a Cathy a su templo, para que lo conociera. La chica, quien llevaba a Mister Darcy entre sus brazos, sonrió al ver el sitio donde su chico se encontraba todo el tiempo defendiendo. Cathy, quien había sido teletransportada junto con Elizabeth al templo del Patriarca y de regreso, y que nunca había recorrido a pie los Doce Templos, se maravilló por cada uno de los que pasó. Diferentes formas y estilos, y todos hermosos.

-No puedo creer que vivas aquí- dijo Cathy, mirando la hermosa estructura.

-Y tu puedes vivir aquí conmigo, preciosa- dijo Milo, guiñando un ojo. Cathy se echó a reír- mira, esta es la zona donde pasan los otros santos, y donde solemos pelear si es que entra algún intruso. Aquellas son las escaleras, y llevan hacia las habitaciones, la cocina y la sala. ¿Quieres ver?-

Cathy asintió y, tras poner a Mister Darcy en el suelo y tomar la mano de Milo, lo siguió hacia el piso superior, con una sonrisa en su rostro. Milo portaba una sonrisa traviesa también. El perro los siguió alegremente, ladrando contento.

Ruff ruff

-Mira, Cathy, esa es mi habitación- le dijo Milo alegremente, señalando las puertas- ahí es la habitación de aprendices, aún no tengo ninguno. Esa habitación es para invitados. Y esa es la cocina. ¿Deseas algo de comer, amor mío?-

-Me conformaría con un beso. O varios, mi amor- dijo ella.

Milo sonrió de nuevo. Rodeó la cintura y los brazos de su chica con sus propios brazos, y la levantó unos centímetros del suelo, haciéndola reír de buena gana, hasta Milo trastabilló, y ambos cayeron sobre uno de los sofás de la sala, primero Milo y Cathy sobre él. Ambos rieron sonoramente de nuevo, mientras Mister Darcy daba vueltas al sofá y ladraba de contento.

Ruff ruff

-¿Cathy?¿mi amor?- dijo Milo al oído, tras lo cual la besó en el cabello.

-Dime- dijo Cathy, dejándose caer sobre el sofá, junto al santo de Escorpión.

-Toca algo para mi en tu violín- dijo Milo.

Cathy recostó su cabeza en el hombro izquierdo de Milo, mientras en su propio hombro izquierdo colocó el violín y se puso a tocar. Milo sonrió y cerró los ojos. Sintió al pequeño perrito saltar al sofá y acomodarse muy a gusto en su regazo. Milo comenzó a acariciarlo, y Mister Darcy sacaba la lengua, complacido y exigiendo más caricias. El santo de Escorpión sonrió ampliamente. Ahí tenía, junto a él, a su adorada Cathy, a quien jamás pensaba dejar ir.

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Habitación de Saga, Templo de Géminis

Saga estaba tumbado en su cama, mirando al techo, cuando llegó Casandra, con el pequeño Kostas caminando con ella de la mano. El santo de Géminis no se levantó. Solo siguió a su chica con la mirada, con una expresión triste. Casandra la detectó de inmediato, y sonrió tristemente. Se inclinó a su hijo.

-Kostas, ve con tu tío Kanon, y dile que consiga una caja de tenmeacá- dijo Cansandra.

-Sí, mami- dijo Kostas, y salió rápidamente hacia el cuarto del otro gemelo.

Saga lo miró salir, tan rápidamente como sus pequeñas piernas pudieron. Su mirada se volvió a su chica.

-¿Caja de que?- preguntó Saga.

-Tenmeacá- dijo Casandra, y Saga alzó los ojos sin entender- tenme acá-

-Oh- dijo Saga, sonriendo levemente- espero que mi hermano entienda eso. No creo que el cerebro le de para tanto…-

Casandra sonrió y, tras quitarse los zapatos, subió a la cama junto al santo de Géminis. Éste extendió su brazo para abrazarla y atraerla hacia sí mismo.

-¿Qué te sucede, mi amor?- dijo Casandra, pasando sus dedos por las clavículas de Saga, quien cerró los ojos y disfrutó de la caricia con una sonrisa. ¡Ojalá pudiera tenerlas todos los días! Y el suave perfume de su piel.

-Me asusté- confesó Saga al fin- me asusté, por ti y sobre todo por Kostas. Hubo un momento… en el que pensé que los perdería a los dos. Gracias a las rosas de Lydia y a la intervención del maestro Shion…-

-Y a ti también, seguramente- dijo Casandra, levantando su dedo para acariciar su mejilla con suavidad y cariño- Kostas nunca te había visto pelear, no ha parado de hablar de como peleaste, e incluso juega a que tiene un cosmo igual que tú-

-Kostas tiene un cosmo igual que yo. Lo he sentido- dijo Saga, suspirando y cerrando los ojos de nuevo, disfrutando la caricia- y no sé si sería lo mejor entrenarlo para esta vida-

-¿Eso es lo que te preocupa, amor mío?- preguntó Casandra.

-No, no me preocupa eso- dijo Saga- cuando Kostas tenga edad, estoy seguro de que Aioria será un buen maestro para él, como Aioros lo fue-

Casandra sonrió y asintió. Sabía que Aioria, aunque con muy mal genio, sería un maestro ideal para su pequeño. Pero aún no sabía que era lo que estaba molestando a Saga.

-No, lo que me molesta fue que tuve miedo- dijo Saga, volviendo su cuerpo hacia ella, para ahora él acariciar las mejillas de su chica. Tuve miedo de perderte, y de perder a mi hijo. Nunca había tenido ese miedo antes-

La chica lo besó con cariño, y Saga no se retiró.

-No nos pasó nada, gracias a los dioses, y a ti- dijo Casandra- no debes preocuparte por sentir. Es lo que siente Aioros si algo le sucede a Sofi. Y es lo que siente Mu cuando Lydia va a pelear o se mete en problemas. Eso no va a cambiar, tu misión es proteger a Athena-

Saga sonrió.

-No me tranquilizas, mujer- dijo el santo de Géminis.

-Lo sé- dijo Casandra- solo te digo la verdad-

Saga sonrió, y su chica lo besó de nuevo. Cuando los besos se volvieron más profundos y menos inocentes, Saga la empujó suavemente para separarla de él.

-No podemos, mi amor- dijo Saga en voz baja- Kostas está…-

-Con Kanon- sonrió ella.

Mientras tanto, en la otra habitación, un poco alejada de la de Saga, Kanon había recibido a Kostas, había escuchado y entendido su mensaje por completo.

-Kostas, ¿qué te parece si vamos a la ciudad por un helado?- dijo el gemelo menor. Kostas obviamente asintió alegremente. Antes de irse, Kanon tomó uno de sus calcetines y lo colgó del pomo de la puerta de la habitación de Saga. Después de ello, tomó de la mano a su sobrino, y ambos bajaron a la ciudad alegremente.

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Giudecca, Inframundo

Hades había llevado a Elizabeth de regreso a su palacio de Giudecca. Tan pronto como llegaron al Inframundo, la chica notó, para su asombro y su deleite, que sus piernas nuevamente sostenían su peso. Sonrió, feliz por poder caminar de nuevo, tan contenta que se puso a bailar alrededor de la sala del trono de Giudecca, lo cual hizo reír a Hades mientras la seguía con la mirada. Finalmente, Hades la atrajo hacia sí mismo, y ambos se dejaron caer en el suelo de la sala del trono, riendo.

-¿Mi señor Hades?- dijo ella.

-Dime, mi reina- dijo él.

-¿Me perdonas por haber sido tan tonta como para equivocarme así contigo?- dijo Elizabeth en voz baja- no debí escuchar a Zeus y bajar desprotegida a la tierra. Y juro que no te recordaba… antes-

-Lo sé- dijo Hades, besándola en la frente- pero no fuiste tonta. Todo lo que ocurrió fue mi culpa, por insistir en pelear con Athena. Nunca más volveré a hacerlo- la tomó en sus brazos y la llevó a sus habitaciones en el palacio de Giudecca- tienes mi palabra-

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Antenora, Inframundo

Aiacos fue ayudado a regresar a su esfera por Minos, que iba de camino a Ptolomea. El juez de Garuda estaba exhausto, y con un horrible dolor de cabeza. Una vez que se quitó su sapuri y tomó un gran vaso con agua y un par de aspirinas, se dejó caer pesadamente en su cama. Estaba a punto de quedarse dormido cuando alguien llamó a la puerta. Aiacos puso los ojos en blanco.

-Tiene que ser una broma…- gruñó en voz baja, casi arrastrándose a la puerta para abrir. Grande fue su sorpresa cuando al hacerlo se encontró a Violate.

-Vi…Vi…- comenzó a decir Aiacos.

-Te ves terrible, Aiacos- dijo simplemente la joven espectro. Después frunció el entrecejo- no sabía que estabas en problemas, el señor Hades no nos dijo nada. De haber sabido, me hubiera apresurado a ir contigo…-

-No- dijo Aiacos, con un poco más de brusquedad de la necesaria- no, Violate, recuerda que te necesitaba aquí para suplirme-

Violate sonrió levemente, y lo tomó del brazo para hacerlo regresar a la cama. Muy a su pesar, vio que el cuerpo de su chico estaba lleno de enormes y horribles moretones, así como algunas quemaduras, las cuales ya habían sido vendadas y atendidas en el Santuario de Athena. Una vez que Aiacos se acostó, Violate se sentó en el borde de su cama.

-Duerme- le dijo, guiñándole un ojo- si veo que alguien se acerca a molestar, lo muelo a patadas-

Aiacos sonrió. Le gustaba que su chica lo mimara. Suspiró y cerró los ojos, sabiendo que esta vez solo tendría sueños lindos.

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Morphia, Inframundo

Morpheus se encontraba patrullando las puertas de los sueños en sus dominios. Desde hacía doscientos y tantos años, tras un escape masivo de héroes y de un par de santos de Athena, habían reconstruido varias de esas prisiones. A veces, el dios constructor de sueños se deleitaba observando los sueños creados para aprisionar a los humanos.

En una de sus rondas, casi tropieza con alguien que estaba sentado en el suelo en su camino. De pronto se dio cuenta de que no era Icelos u otro de los Oniros, sino el mismísimo dios de la muerte.

Thanatos se encontraba sentado frente a una de las miles y miles puertas con sueños dentro de ellos, observándola atentamente. Una muy especifica. Sonreía tristemente. Después de un par de horas de mirarla estuva satisfecho, y se iba hacia Elysion para regresar al día siguiente.

Esta vez, mientras observaba la puerta del sueño de Agatha, Morpheus se acercó a su lado y, como se dijo previamente, casi tropieza con él.

-¿Señor Thanatos?- dijo el gobernante de Morphia al verlo- ¿otra vez aquí?-

-Sí, Morpheus- dijo Thanatos tristemente, levantándose apesadumbrado- disculpa el inconveniente-

El dios de la muerte se retiró antes de que Morpheus pudiera decir algo más. Una vez que Thanatos se fue, Morpehus se volvió a ver el sueño que el dios de la muerte estaba mirando. Dentro del sueño, Agatha estaba en una biblioteca, pasando sus dedos entre los enormes volúmenes, como si intentara decidir cual de ellos tomar para comenzar a leer. Un par de manos se colocaron en sus hombros. Y, cuando Agatha se volvió, se encontró con unos ojos muy hermosos, que a Morpheus le parecieron extrañamente familiares.

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FIN DEL FIC

¡Hola chicos! Esta actualización hiper mega temprano (un día antes) es en honor a Misao-CG, quien siempre actualiza mega temprano y me hace sufrir porque tengo que sacar pendientes antes de poder sentarme a leer como dios manda. El viernes será un oneshot de Aioria, y el domingo el primer capítulo del nuevo fic, que será de Thanatos y de Kanon. Muchas gracias por todos sus reviews. Nos seguimos leyendo.

Abby L.