Notas Iniciales: Primero que nada, gracias por atreverse a entrar al contenido de este humilde longfic. Segundo, esto no es para nada una historia relacionada al natural "Osomatsu-san" el cual, aunque fue retorcido desde el principio, siempre fue una parodia. Lo admito, esto no es humor negro, claro que depende de la seriedad que deseen ponerle como lectores. Solamente quería plasmarlos como serían dentro de una trama más oscura jehe porque realmente para mi son esta clase de personajes perversos (por eso los amo) Créanme, lo pensé mucho para publicarlo, espero les guste.

Advertencias: Incesto (lo sé, estoy enferma) y otras parafilias. Violencia. Erotismo y Ooc intencional. Próximamente aplicaré el gore. No habrá activos/pasivos, sólo versátiles (o si gustan llamarles "reversibles") Manejo de diversas clases de pairings (hetero/lesbico/gay)


Introducción.

Gime, se retuerce y jadea de forma inquieta, el calor es intenso y el espacio reducido, demasiado cerca para ser capaz de respirar. Las ropas que fueron echadas a un lado desde un comienzo yacen arrugadas y mal extendidas bajo sus cuerpos sudorosos. El mayor no puede creer lo que está pasando, no habían sido sus intensiones hacer que su hermano menor cumpliese sus deseos luego de que casi se agarraron a golpes durante su última discusión, no planeaba que alzar el puño contra él los hiciera terminar en un beso fogoso y un recorrido apresurado al armario. Es una suerte que los demás no hayan regresado a casa pues no les provocaría el menor placer ser descubiertos en su horroroso pecado, jamas se atreverían a mostrarse ante los demás como las abominaciones en que se convertían cuando estaban hambrientos del otro, quienes pese a estar conscientes de que son hermanos no se detienen cuando esa misma sangre que los emparenta los llama a unirse de forma carnal, les seduce como el mismo demonio camino al infierno, incitándoles a convertirse en algo peor que en las escorias que representaban ser en el mundo real.

—Karamatsu...— el nombre del menor se escapa de sus labios entre jadeos, su voz carece de fuerza y de compostura, está cansado de mantener el mismo agitado ritmo en que su hermano arremete contra su cuerpo desnudo, materializando el sabor a necesidad. El otro prefiere no corresponder, se limita en alzar la vista hacia ese par de candentes ojos que lo miran con fascinación y que desearía jamas se apagaran, se mantuvieran brillantes sólo para él, para nadie más. Asesinaría a cualquiera que se atreviera arrebatárselo. Karamatsu estaba consciente de que cumpliría sus amenazas jamas dichas por su boca atrofiada de tanto gemir el nombre del mayor, lo necesitaba todo —Lo estoy sintiendo... estoy cerca...

Osomatsu se las arregla para pronunciar en el último momento, antes de que el fruto de su orgasmo fuera expulsado y manchara ambos torsos sin consideración alguna, la sensibilidad aún lo aborda por lo que es imposible no jadear levemente cuando Karamatsu se prepara para terminar su tarea, despidiendo su propia marca en el interior del mayor con movimientos más suaves, entorpecidos por el agotamiento que acarrea la ejercitación constante. No abandona el interior cuando sus caricias como notas musicales lo llevan al clímax, prefiere la calidez de aquel cuerpo mientras recupera fuerzas para enfrentar su mayor error en la vida. Quiere decirle todo lo que se ha estado guardando forzadamente en su interior, quiere exteriorizarle a Osomatsu, al menos a él, lo que piensa de esta relación, sobre lo que significa para sus más potentes sentimientos.

—Osoma...— sus palabras son interrumpidas por el par de brazos que rodean su cuello y lo atraen de vuelta al cuerpo bajo él, abrazándolo como si el mayor hubiera presentido lo que externarían sus palabras, la voz tan hermosa, horrorizada, que antes había jugado con su aliento en sus oídos sonidos eróticos para todo su sistema.

—Olvídalo...

—Per-

—¡Sólo olvídalo, ¿quieres?!— exclama aferrándose a los músculos tensos de Karamatsu, tan asustado como el menor por lo que han hecho de forma consciente, sintiendo asco de los sucesos que lo hicieron descubrirse excitado con la proximidad de su pariente cercano, un simple roce o muestra de cariño fraternal que lo llevaba a prolongadas secciones de masturbación en el lavabo. Anteriormente había visto lo mucho que le deseaba en sus tres minutos de borrachera pues cuando visitaban la licorería de Chibita el tiempo se volvía nada en su oportunidad de beber nuevas marcas y causar euforia a su organismo, después de todo qué hacían ellos dos -hermanos y ademas parte de una cadena de sextillizos- a solas comportándose como morbosos, sin ajustar limites en sus conversaciones acerca de antiguas experiencias sexuales; eso sería natural en cualquier familia más no puede creer que sea normal que una simple broma cause graves estragos a sus actitudes, pasando de la libertad de expresión entre ellos a la incomodidad por la presencia contraria. Algo mal dicho que puede interpretarse de diferentes maneras en su vulgar vocabulario, algo letal para sus putrefactas mentes y apetitos tan poco convencionales.

En una vida perfecta, ellos no estarían agonizando por sentir la piel de su hermano contra la suya, no se verían extasiados por cualquier acción sensitiva en el otro ni atentarían contra la vida de otras personas. No existirían celos monstruosos por el favoritismo que mostraban sus otros hermanos menores ni les aterraría imaginarse las caras decepcionadas de sus padres si descubrieran sus más íntimos secretos. Quien fuera el dueño del universo les trajera muerte a sus carnes sobornadas por la lujuria, que el amor enfermizo se destronase cuando sus oscuras manos intentaran contaminar más pieles y sus hermanos menores se alejasen de ellos antes de que fuera demasiado tarde para los seis.

En ese momento sólo eran Karamatsu y él, Osomatsu quería que aquello siguiera de esta manera, que murieran solos en su penitencia de sentimientos incorrectos y fueran llevados por el silencio hasta la tumba.

Pero nada sale como se planea. Una figura tras la puerta corrediza ha visto el suceso y ahora luchaba por que sus calientes lagrimas no crearan una abertura entre sus emociones e impulsos, su garganta seca es vehículo de sollozos denegados, sus labios cubiertos por su mano izquierda incapaz de frenar su necesidad por romper en un llanto que evidenciara su presencia. Solamente se queda ahí de pie sufriendo por lo que sus ojos han visto y que busca negar a toda costa, por lo que su cuerpo siente: una desastrosa culpa cerniéndose en sus sentidos y una excitación inhumana mezclados con sus deseos asesinos más profundos, desconocidos. Choromatsu retrocedió varios pasos lejos de la entrada y por primera vez se molesta en notar el encendedor que estuvo sujetando en su mano derecha, con el cual fumó varios cigarrillos antes de llegar a casa.

Quemar el lugar, asesinar a sus hermanos y, con todos ellos, al malnacido que lo traicionó nunca pareció tan tentador desde que esas ideas aparecieron en su cabeza como espectros en la noche y que habían comenzado a dominar una mente que quería hacerse pasar por madura y responsable. Para los asesinos no hay una edad establecida, el único limite que debe sobrepasarse es el de la cordura, un ideal, una sola persona y entonces se revelaría el producto final. Resultado contundente, inviolable, posesivo, delicioso como la venganza, después de todo no existía nadie en esa familia con el derecho de juzgar sus propios razonamientos, no cuando conocía las atrocidades que hicieron todos y cada uno de ellos a espaldas de los otros creyendo que no estaba de pie un intermediario capaz de jugar las peores piezas que responderían al rompimiento total de la familia Matsuno.

Se alejó del lugar sin perder el tiempo, haciéndolo de la forma más sigilosa que pudo con toda aquella ira dominando su juicio y sin percatarse que su veloz paso creó un ruido lo suficiente fuerte para hacer a Karamatsu levantar la mirada del suelo hacia la puerta, descubriendo la figura inconfundible perderse entre las sombras del pasillo. Siendo de noche habían bastantes posibilidades de que la silueta perteneciera a cualquiera de sus hermanos restantes pero, conociendo de antemano los rastros del aroma de la furia dejadas atrás, sabía que no existía otro candidato más que el tercer hermano.