Los segundos se hacían minutos, los minutos horas, y ahí continuaba, sola, la habitación cada vez se hacía más y más pequeña.

Estaba agobiada, desesperada.

Me levanté y agarré el pomo de la puerta con la esperanza de que éste se girara y me liberara, pero no eran tan tontos, cerrada.

Corrí hacía la ventana y la abrí, asomando medio cuerpo por ésta, un 4º piso, si me tiraba me rompía algo o me mataba. Miré hacía arriba, había una cornisa a la que me podía sujetar y tal vez subir a la azotea, seguramente habría alguna escalera de emergencía en el lado trasero del edificio.

Apoyé las rodillas sobre la corsina de la ventana y lentamente sujetandome a los laterales me levanté hasta alcanzar la cornisa que daba a la azotea. Por un momento quedé colgando sujetada al cemento, con los piés pataleé algo en la pared en lo que apoyarme y impulsarme. Enganché una tubería y usando toda la fuerza que pude subí. Quedandome tumbada en la azotea tratando de recuperar el aliento.

Me levanté rapidamente buscando con la mirada la escalera, estaba, efectivamente, al otro lado. Corrí en esa dirección y mirando antes por si alguien estaba por ahí comencé a bajar, tratando de esquivar las ventanas.

Cuando estaba a punto de llegar abajo, escuché una voz gritando desde el interior de la habitación.

- ¡NO ESTÁ! ¡LA CHICA NO ESTÁ! -escuché. El pánico me invadió y corrí, saltando el útimo tramo de escalera.

Ví que estábamos rodeados de montaña o carretera, opté por la montaña. Corriendo me adentré en el bosque apartando las ramas, no me atrevía a mirar atrás.

Pero la suerte no parecía acompañarme, un grito desgarrador se escapó de mis labios, mi pierna se había quedado atrapada en un cepo para osos, sangraba y dolía muchisimo.

Caí al suelo de culo, creía hasta poder sentir el hierro rozando el hueso. Lágrimas de mis ojos comentazon a brotar sin control, lloraba y gemía de dolor.

- ¡Joder! -escuché tras de mí, cuando mi mirada borrosa se giró hacia el sujeto que corría hacia mí, caí inconsciente.

Cuando pude abrir los ojos de nuevo, me encontraba en esa odiosa habitación de nuevo, me incorporé rápidamente provocandome un mareo horrible.

Miré a mi alrededor, estaba sola.

Tenía la pierna vendada, pero eso no era lo que me preocupaba, llevaba una camiseta blanca enorme, y nada debajo. Me habían cambiado de ropa, me sonrojé hasta las cejas, y por puro instinto me cubrí el pecho, quería levantarme, pero cuando ya tenía una pierna fuera la puerta se abrió.

- ¿Qué crees que estás haciendo? -dijo Sasuke cruzado de brazos, apoyado en la puerta mirandome fijamente.

Yo, como si fuera un muñeco a cuerda, volví a meterme en la cama, con la cabeza agachada, mirando mis manos que jugueteaban nerviosas.

Escuchaba como sus pasos se acercaban a la cama lentamente.

- ¿Te das cuenta de lo que has hecho es increiblemente estúpido? -dijo de repente.

Tragué saliva y agaché mas la cabeza, me sentía como cuando de pequeña hacía una trastada y el profesor me regañaba.

- Mirame -ordenó con la voz endurecida.

Con un nudo en la garganta y los ojos llorosos alcé la mirada, viendo su rostro enfurecido. Mi labio inferior empezó a temblar, debía parecer una niña pequeña, parecía debil.

- ¡Levántate! -gritó.- Necesitas una corrección de disciplina... -no me gustó nada como sonaba eso.

Sin poyar la pierna mala, lentamente me puse de pié, sujetando con las manos el borde de la camiseta para que no se levantara.

- De rodilas... -dijo girandose y quitandose el cinturón de un tirón. El sonido del cuero deslizandose rápidamente del pantalón de Sasuke me hizo estremecer. - ¿No me has oido? -

Automáticamente y con cuidado me coloqué de rodillas, mi cara ardía, sólo quería mirar al suelo y cubrir mi cara con mis mechones de pelo.

- Mirame... -repitió. Levanté la cabeza con los ojos cerrados fuertemente.

Noté el cuero duro del cinturon rodearme el cuello, y el frio metal cerrarse bajo mi barbilla. Sentí que el cinturon sobrante se caía sobre mi pecho, y escuchando los pasos rodearme comencé a temblar.

Sujetó con fuerza mis manos detras de mi espalda, atándolas con fuerza, haciendo que un gemido de dolor se me escapara.

Cuando se paró frente a mi de nuevo abrí los ojos con miedo, viendo como en sus manos reposaban dos pequeños objetos metálicos. Los cuales dejó en la mesilla cuidadosamente.

- Dí "Aaaaa" -dijo con sorna.

Abrí la boca lentamente dejando ver un piercing que me hice a espaldas de mi padre y que hizo sonreir con lujuria a Sasuke. Con un pañuelo de seda largo me amordazó, provocando que un par de lágrimas traicioneras escaparan de mis ojos.

- Shhh... no llores... -dijo mientras me subía la camiseta, haciendo que me removiera y suplicara que nó entre balbuceos. Me miró con dureza, ordenando a mi cuerpo a detenerse en seco. Terminó de subir la camiseta dejandola tras mi cabeza, mostrando todo mi cuerpo desnudo. Ví como se giraba sobre sus pasos y recogía los objetos metálicos de nuevo. Pude ver con más claridad lo que eran, parecían una especie de pinzas pequeñas unidas por una cadena.

Con una de sus manos agarró uno de mis pezones pellizcándolo suavemente, endureciendolo y dejándome expuesta con mis gemidos lastimeros. Cuando éste estuvo duro, se puso al trabajo con el otro, corriendo la misma suerte. Y con los ojos muy abiertos ví como acercaba a mí esas pinzas, aprisionando mis pezones doloridos, y provocando un cosquilleo por todo mi pecho. Yo sólo lloriqueaba.

Como guinda del pastel tiró de la cadenita que unía ambas pinzas, incitandome a gritar y empapando la comisura de mis labios de saliva que escapaba.

Agarró una venda y cubrió mis ojos, aún conmigo llorando, y puso en mis oidos unos auriculares con música, privandome de todos los sentidos que pudieran darme una pista de lo que ocurría a mi alrededor.

Tan sólo sentí la vibración de los pasos en el suelo, me había dejado sola en la habitación.

Al cabo de unas horas mis pezones se habían dormido y el cansancio me podía, las rodillas me dolian. Reposé la cabeza sobre el borde de la cama y por culpa del cansancio me dormí, expuesta a todo lo que pudiera rodearme, sin que yo me enterara.

La música cedió de repente, despertandome de un saltito. No oía nada, tal vez fuera la batería del objeto que emitiera el sonido. Pero un par de pasos acercándose me hizo estremecer, habían pasado horas, por fín me soltarían ¿no?