Cómo dejar un corazón roto

Fórmula 100% efectiva

Capitulo1. Cómo ser un auténtico estúpido.

Sus ojos parecían estar rotos, a punto de quebrarse en lágrimas. Desde lejos podía escuchar con claridad el sonido de su corazón, era como si hubiera corrido kilómetros en un par de segundos. Sus mejillas estaban rojas y sus labios se contenían uno contra el otro. Vio como ella cerró los ojos por unos segundos, solía parpadear cuando recordaba algo o cuando la realidad se ponía fea como para estar en ella. Él sabía ese pequeño y otros detalles, porque de niños cada vez que ella lo veía a los ojos le decía que le recordaba mucho a alguien, pero no sabía a quién. Por esos tiempos los dos preferían omitir el tema y seguir jugando. Pero ahora ninguno de los dos podía evitar lo que estaba pasando.

Mimi, su prometida y mejor amiga desde que tenía uso de razón, lo había visitado de sorpresa en el castillo de Hogwarts, preocupada porque se había enterado, por su abuela, que los Potter habían cancelado el compromiso con el heredero por razones que no llegaba a comprender con claridad. Claro que la realidad era más simple. Él lo había hecho, había hablado con su madre para que cancelara por él los planes de la boda y, por ende: el compromiso. No podía estar jugando a ratón con dos quesos, ninguna de las dos se lo merecía. Su padre le había enseñado que todas las personas merecen respeto y consideración, todas. Ellas no se merecían nada de lo que él en su inmadurez estaba haciendo. James pensó que después de todo tendría tiempo para escribirle y explicarle, a quien por años fue su confidente, que Lily por fin se había enamorado de él, que su sueño se había hecho realidad y que por extensión su compromiso ya no tenía cabida. Pero cada vez que se sentaba delante del pergamino imaginaba su carita vuelta un tomate, sus ojitos de luna derretirse en llanto y así él no podía. Pero el día D, había llegado. Ella se estaba enterando de la peor manera posible. Ni siquiera podía confiar en que sus mejores amigos le aconsejarían, porque Mimi simplemente no existía para ellos. Únicamente les había dicho que sus padres habían hecho un compromiso con una familia sangre pura antes de que él naciera, que no conocía a quien sería su prometida y que nunca lo haría. Pero era mentira, todo era mentira. Claro que conocía a Mimi, no había nadie más dulce ni más obstinada… Mimi había gastado sus ahorros para viajar desde Francia, solo para encontrarlo en las orillas del lago negro abrazado a la cintura de una pelirroja.

Ella, Mimi, esperó a que la pelirroja se fuera para poder hablar con él. Al menos así lo creía él. La realidad le había pegado en las narices. Ella lo había visto besar los mismos lugares en que la había besado hacía solo unos meses. —"¿Estás seguro Jimmy?" — ella le había preguntado, si en verdad la quería, si en verdad el compromiso que sus familias habían suscrito podía llevarse a un compromiso real. Él sabía perfectamente que Mimi vivía enamorada de él, toda persona que se preciara de conocerla sabía que él, James Potter, era la imagen que colgaba del medallón de forma de corazón en su pecho. Hacía solo unos meses, él seguro que sus avances con Evans jamás darían fruto, pensó que sería adecuado darle una oportunidad a la jovencita de cabellos indomables. Y así fue, pero ella le conocía demasiado bien, por eso no dejaba de preguntarle cada cierto tiempo —"¿en verdad me quieres?"— el insistía en responderle con besos debajo del cuello, en respirar de sus suspiros y sonreírle de lado. Definitivamente ella estaba al borde de la locura por él. No había que ser auror para saberlo. Solo bastaba mirarla. La única heredera de los Granth estaba perdidamente enamorada de su amigo de la infancia y prometido. —"Yo sé que es un compromiso entre familias, Jimmy. Pero, La última palabra la tenemos nosotros" —Ella estaba consciente de que a él los rollos de la sangre no le iban, por eso siempre remarcaba que lo más importante era él y "el amor". ¿Cómo podía si quiera verla a la cara? De esas palabras solo distaban un par de meses… su última carta le contaba sus planes para cuando terminara sus estudios en Francia y volviera a verle… sus cartas, las palabras más bonitas que nadie jamás le dedicaba.

Sus cartas eran extensas, perfumadas con jazmín y canela, como ella olía. Solía preguntarle de todo, por sus estudios, sus padres, sus amigos… ¿Y el qué hacía? Le mentía. James ante esta afirmación sentía que su cuerpo se consumía en el infierno. Un infierno hecho de sus mentiras. Verla ahí, frente a él a punto de romperse era una señal que el sombrero se había confundido, que él debía estar en la casa de las serpientes.

Ninguno de los dos podía hacerse de la vista gorda, el olor y la densidad de la mentira nublaba el ambiente. Quería decir algo lógico algo que pudiera borrar las lágrimas que comenzaban a aparecer por los extremos de sus ojos dorados. Pero todo lo que tenía era una pantalla en negro y el sonido rotundo del silencio. Sintió algo duro en su propio pecho que comenzaba a quemar, no entendía muy bien porqué sus labios temblaban al mismo tiempo que los de ella. Mimi tenía ese efecto en él.

— ¿Por qué me mentiste? — su voz era aguda pero firme, a pesar de verla temblar frente a él. No sabía si era por nervios, ira o dolor. Quizás era todo mezclado. Mimi vestía con el uniforme de Hogwarts, la corbata era de Ravenclaw y su cabello indomable se sujetaba en una cola mal hecha. Seguramente había entrado con una poción multijugos. Lo sabía porque hacía dos cartas, ella urgida de verlo le contaba sus posibles planes para ir a verle, aunque sea unos minutos. —"Tu sabes que los únicos líos en los que me metería serían en los que lleven tu nombre." — Ante este último recuerdo sus pies flaquearon. Mimi estaba enamorada, a veces James sentía que la muchacha lo idolatraba más que al recuerdo de sus propios padres. —"No puedo entrar a tu cabeza…"— le confesó cuando tenían nueve años y jugaban en el laboratorio de su padre. —"Eso significa que te quiero mucho." — Mimi tenía la habilidad de poder entrar en la cabeza de las personas que no quería o de las que no sentía un apego especial, era un don propio de los Granth. Quizás si su mejor amiga le hubiera leído la cabeza desde un principio ninguno de los dos hubiera estado en la situación que en ese momento vivían.

— Mimi…— después de mucho tiempo soltó una palabra ahogado en él. El dolor en la boca de su estómago era más y más fuerte. — lo lamento… yo… Lily— No podía poner en orden sus ideas. Sabía perfectamente que lo que había hecho era una bajeza, poco propio del hijo de Charlus Potter. Sintió la falta de aire a su alrededor, pero pudo armar una frase — Yo no sabía cómo empezar mi carta, yo… te lo iba a contar. Lily… ella… vino un día… me besó y nosotros… — Los ojos de ella ya no podían contener las lágrimas. Era una cascada. Cada una de ellas parecía ser una bala disparada por él hacía él. James Potter no tenía ni la más mínima idea de cómo era ver a alguien que amas sufrir, en especial alguien cómo Mimi. ¿Por qué había llegado a ese punto? ¿Por qué no escuchó a sus elfos domésticos? ¿Por qué no les dijo desde el primer día en el expreso de Hogwarts a Sirius sobre su Mimi? Quizás y Black hubiera entendido.

— No. ¿Por qué me mentiste? — No estaba gritando, era poco propio en ella. Desde chica había sido un volcán. Un volcán de afecto, de ira, de alegría. Verla así, tratando de contener lo que llevaba dentro solo podía ser sinónimo de algo: Miedo. La conocía desde que tenía memoria, y aunque estudiaban a miles de kilómetros de distancia él podría jurar ante tribunal bajo pena de muerte que conocía a su Mimi. — Yo… no quería… lo de Lily sé dio de pronto, yo no sabía cómo …— volvía en sus propias palabras. — Sé que debí hablar contigo, no te merecías esto… Mimi… yo…—

— puedo entender lo de Lily, puede entenderlo porque siempre has hablado de ella conmigo, algo dentro de mí entendía que no me podías querer como yo lo hacía— ella trataba de contener las lágrimas, pero fallaba. — Puedo entender porque cancelaste el compromiso, demonios, …. Ahora que la vi entendí por qué estabas colado por ella desde crio… — su voz era espesa. — nunca me podría comparar con ella. Creo que ni Madelein, mi compañera veela, podría hacerlo…— secó sus lágrimas con sus pulgares. — Yo solo quiero saber ¿por qué me engañaste? — No sabía que le dolía más la sola idea de creer que ha perdido un poco de su cariño o el recuerdo que se merecía sentir el estómago hundido hasta los pies. Sus labios de fresa temblaban, sus ojitos doraditos derramaban más lágrimas a pesar de los intentos de ella de contenerlos. No pudo emitir palabra, aunque hubiera querido, era imposible. Era la definición de un estúpido. Había traicionado a Mimi, su novia, su mejor amiga.

¿Qué le podía decir? ¿Qué palabras debía usar? Si sabía que todo en el olía a mentira… su pecho se oprimía más y más. El día en que le hizo el amor, no debía corregirse. El día en que ella le hizo el amor, porque era ella la real, la auténtica. Ese día él le juro que no haría nada por lastimarla —"No dudes de nosotros"— le había dicho en una cabaña cerca al bosque en donde jugaban de niños. Pero la había traicionado. Y la culpa no le dejaba respirar.

—¿Por qué ni Sirius, ni Peter, ni Remus tienen idea de quién soy? — Sintió un chispazo por toda su columna vertebral ¿Acaso había hablado con ellos? Mordió sus labios, quería decir algo, por más mínimo, pero tenía un nudo en la garganta, sus propios labios temblaban. Sintió caliente correr por su mejilla, la huella de la vergüenza. —¡Contéstame! ¡Que me contestes! — esta vez sí gritó, su cuerpo tenso como una flecha se acercaba a él con la pasión propia de quien tiene el corazón roto.

—porque... porque… nunca les hablé de ti— susurró bajito queriendo que la tierra lo tragara ahí mismo.

— ¿Y las cartas que me escribías? — su voz rota afónica no dejaba de demandarle

— fue mentira— volvió a repasar, sus mejillas estaban ardiéndole.

—¿Y las cartas que recibía de ellos? ¿Las cartas que yo les mandaba? — James no estaba orgulloso, definitivamente, este sería su peor recuerdo como persona. Todo era mentira, él escribía por sus amigos y el mismo interceptaba las cartas que ella les mandaba. Siempre le pareció dulce la forma en que ella intentaba presentarse en su círculo de amistades. Pero eso era algo que no podía permitir. Aunque ella fuer un ángel caído del cielo, no podía permitirlo.

— Ya lo sé… es mentira, todo contigo es mentira...— el llanto espeso y amargado de quien por años fue su mejor amiga laceró su corazón. Con el puño de su sweater secó sus ojos, pero era inútiles. —Lo siento— fue lo único que pudo decir.

— Tu no sientes nada…— Respondió con voz nasal — ¿por qué? Hasta ahora no me has respondido. — Mimi lo miró atentamente esperando poder leer algo en él, pero parecía no comprender muy bien lo que pasaba.

— Yo… nosotros… No quería que ellos supieran que estaba comprometido con una sangre pura, no quería que mis amigos creyeran que yo era igual que los Slytherin… yo… nunca les hablé de ti en los primeros años porque no quería que supieran que…— James estaba dándole lo que por años había callado. Cada vez que ella intentaba visitarlo en vacaciones el coordinaba milimétricamente sus visitas, el día, la hora, el minuto… hasta tenía una agenda especial para que sus amigos nunca llegaran a ver a Mimi. Es que Hermione Granth era la definición de la pureza de la sangre, La sangre de los fundadores corría por sus venas.

— No sigas…— Ella ya no tenía voz.

—Mimi…— trató de acercarse, pero ella retrocedió. La castaña no estaba dolida por haberle encontrado con Lily, bueno sí, pero su dolor se debía a la mentira… Sistemáticamente había creado una máquina de mentiras por más de 6 años.

— Siéntete libre Jimmy, eres libre… Yo no te conozco, tus amigos no me conocen, esto— dijo señalándose. — nunca pasó. Yo no sé quien eres. — dijo con la voz por los suelos. James enseguida entendió que ella le estaba diciendo adiós. Un adiós eterno. Sintió que toda el agua de su cuerpo se esfumaba en un segundo, que sus huesos estaban también por romperse. Él no podía dejarla ir sin más… ella no podía irse… James negó con la cabeza.

— Ahora… sólo quiero que me des el colgante que te di. — James terminó por sentir su propio llanto acumulado en un grito ahogado. El colgante que ella le regaló cuando tenían quince años. Fue el primer regalo que ella le dio después de confesarle que lo quería como más que un amigo. Ella había elaborado alta alquimia, para hacerle un relicario que destilaba luces. Las luces iban de acuerdo al color de su propia aura, por medio de ese relicario podía saber en todo tiempo y lugar cómo estaba ella. Si lo extrañaba una luz dorada se desprendía formando una imagen perfecta de él. Curioso que casi nunca su imagen desaparecía. Pero ahora ella reclamaba eso de vuelta, podía comprenderlo. Pero no estaba dispuesto a aceptarlo.

— No — soltó de inmediato.

— Solo te pido que me lo devuelvas, tu no lo mereces— respondió ella, más calmada, más fría. Tenía razón el no merecía nada de lo que ella le había entregado, sin embargo, el relicario de plata era la prueba más fidedigna que alguien lo había amado, a él y solo a él. Era la prueba de que Mimi era de él. No estaba dispuesto a desprenderse de lo que podía ser lo único que le recordara a ella.

—No— volvió a decir.

— ¿Perdón? No te lo estoy preguntando, quiero que me lo des. — su voz sonaba más a ella misma. Alguna vez ella le había dicho que detestaba llorar, que solo lo hacía cuando no podía contenerse. Odiaba sentirse débil, especialmente porque vivía en un mundo sangre limpia.

—…lo perdí…— mintió sin poder verle a los ojos. Y casi de inmediato se arrepintió porque ella estaba volviendo a llorar más duro y más espeso que antes… Su cuerpo se descompuso por completo. Después de un momento ella habló. — En ese caso— La castaña se sacó el colgante que pendía de su pecho, el mismo que llevaba la foto de James. Con una sola mano sujeto la mano de James y con la otra le entregó el colgante — Pierde este colgante por mí— James se quedó de piedra por unos segundos. Ella limpió con su varita su rostro, pero aún seguía rojo e irritado. Sacudió su uniforme y respiró hondo — No quiero volver a saber nada de ti, Jimmy, pero espero que seas feliz… en verdad espero sí. Espero que te sigan amando como no lo mereces. — Antes de que pudiera decir algo, ella desapareció de su vista. Era sorprendente, nadie podía aparecer ni desaparecer del castillo, pero ella lo hizo. Y tras ella una parte de él.

Miró el colgante que le entregó, lo abrió y reconoció su fotografía de inmediato, era la misma en la que tenía nueve años. —"No seas tonta Mimi, nunca te voy a dejar de querer"— le había dicho él cuando ella había roto sin querer su escoba.

Su cuerpo le estaba pesando, sus ojos le dolían —"¿de verdad?" — recordaba su voz aguda de niña. — "Jimmy, eres a quien más quiero en todo el mundo y si hay otro, seguro que en ese también". Nunca hubiera creído que el dolor de las palabras de su ex prometida le pudieran taladrar la cabeza, de tal forma, que le costara respirar hasta horas después de su partida.


Hola a todos,

Esta historia se centra en no sólo como se rompe un corazón sino también como el amor encuentra la manera de sanar viejas heridas.

Espero dejen su comentario, de verdad me ayuda mucho.

Dlila