Harry Potter pertenece a J.K. Rowling. Moi realmente solo se aprovecha de sus noches de insomnio

Este fic participa en el topic "¡Feliz cumpleaños!" del foro "La Noble y Ancestral Casa de los Black

Personajes: Draco Malfoy/Harry Potter.

Género: Romance.

Advertencias: Slash/EWE. Este fic contiene escenas homosexuales e ignora el epílogo de manera espectacular. Si por alguna razón esto te incomoda. ¡HUYE! Si eres amante del Drarry, bienvenido seas a este pequeño fic. Dicho está; sobre advertencia no hay engaño.


¡FELIZ CUMPLEAÑOS, ESTRELLA!

De todo corazón, te deseo lo mejor de lo mejor en este día. Ojalá esta historia se asemeje un poco a lo que pediste. Con mucho cariño, aquí tu historia.


Reflejos

Por:

PukitChan

I

Del cómo Draco Malfoy en realidad no niega sus sentimientos

El Ministerio estaba casi vacío cuando él llegó. No era necesario que llegara tan temprano, Draco lo sabía, pero prefería hacerlo así. De esa manera, mientras recorría los largos y aburridos pasillos llenos de adornos innecesarios, no tendría que forzarse a saludar o hablar con alguien. Merlín sabía que lo suyo nunca habían sido las conversaciones; no estaba acostumbrado a escuchar a alguien que no fuera él mismo. Quizá por eso le gustaba ser inefable. Al tener tantas labores que debían hacerse con extremo cuidado y discreción, podía mandar al diablo a cualquiera que quisiera preguntarle algo. Era bonito. Podía odiar a la gente y nadie le recriminaría por eso.

Aun así, Draco sabía que aquello solo fuera una grandiosa manera de mantener el perfil bajo. ¿Lo había beneficiado? Bastante. ¿Era un trabajo interesante? Por supuesto. Pero, ciertamente, el niño que alguna vez había sido jamás imaginó terminar de esa manera: refugiándose en el Departamento de Misterios cuando toda su vida había sido criado con la idea de que el mundo debía admirarlo. Acostumbrarse a un mundo que lo miraba con desconfianza al descubrir que tenía tatuada la Marca Tenebrosa fue difícil. ¿Qué, se creían superiores que él? ¿Pensaban que podía lanzarles maldiciones oscuras a diestra y siniestra en cuanto dejaran de vigilarlo? Si lo pensaba con detenimiento, era ridículo. Durante la guerra había quedado claro que él no era bueno en ello. No había sido educado para luchar. ¡Hasta Vincent había tenido más bolas que él al momento de maldecir a otros!

Aunque no es como si un muerto pudiera enorgullecerse de eso.

Cansado, Draco decidió cambiar el rumbo de sus pensamientos y concentrarse en lo que realmente debía hacer. Era martes y alguien tenía que dar mantenimiento a la Sala de los Cerebros. Había pocos inefables que gustaban de ese trabajo porque los malditos cerebros eran agresivos y atacaban a morir, así que solían hacer pequeñas apuestas para asignar semanalmente esa labor. Y, por supuesto, él había perdido en la última ocasión. Todo era culpa de Helen y sus estúpidos métodos para evadir responsabilidades, decidió.

Mientras maldecía a todo inefable existente, Draco finalmente llegó a la entrada del Departamento de Misterios. Era una sala circular, famosa por confundir a todo aquel que no estuviera autorizado para entrar. Y allí, donde se suponía que no debía encontrar nada más que puertas sin manija, Malfoy descubrió a dos aurores mirando hacia todos lados, con todo el aspecto de estar perdidos. Como si no supieran exactamente cómo habían terminado allí.

Aunque no eran cotidianas y mucho menos normales, las escasas visitas de los aurores solo auguraban líos para los inefables porque, generalmente, casos que no podían resolver pasaban automáticamente a ellos. Al Departamento de Misterios. Casos complicados, claro. Y algo en el enorme objeto que protegían, cubierto por una fina seda, le decía que era una de esas situaciones.

—¿De verdad tenemos que dejarlo aquí? Deberíamos echarle otra miradita…

—Aunque el jefe nos ordenó traerlo aquí, también pienso que deberíamos quedárnoslo. ¡Es genial! ¿Cómo puede asegurarnos que los inefables lo trataran bien? ¡Ni siquiera sabemos lo que hacen aquí!

Draco no alcanzó a hacer otra más que entornar sus ojos, pues justo cuando se acercó con la lengua llena de palabras filosas, una de las puertas se abrió. De ella emergieron Saul Croaker, su jefe, y Weasley, más pelirrojo y pecoso de lo que Draco recordaba. Además, algún rango superior debía tener el otro, porque de inmediato los aurores guardaron silencio y desistieron de ver lo que había debajo de la seda.

—Potter me mandó una lechuza informándome al respecto… —dijo Saul con la expresión seria que solamente utilizaba cuando algo era de verdad importante—. Supongo que…

La presencia de Draco interrumpió las palabras que le dirigía a Ron, quien, por un momento, pareció haberse tragado una grajea sabor moco al divisarlo también. Draco no se inmutó. Era rara la ocasión en la que se encontraban, pero había hábitos de la infancia que eran difícil de erradicar. Más que odiarse, parecía que habían encontrado cierto placer en despreciarse mutuamente.

—¿Una nueva adquisición? —preguntó, acercándose a propósito al objeto. Sabía que Weasley se enfadaría, pero no podía hacer nada contra él: no estaban en su área, donde solía pavonearse junto con Potter. Allí, técnicamente, era Draco quien tenía más poder.

—El jefe de los aurores lo ha mandado. Cree que es más seguro que esté resguardado aquí.

—¿Eso cree? —cuestionó Draco, divertido, algo que de inmediato hizo a Weasley gruñir como loco.

—No sabes qué está ocurriendo aquí, Malfoy, largo. ¡No es de tu incumbencia!

Los dos aurores se miraron entre sí de tal modo que le hicieron creer a Saul que Harry los había mandado exclusivamente para detener una posible pelea entre Malfoy y Weasley. Aun así, dudaba que fuesen una buena elección; se veían demasiado novatos y asustadizos. Terminó confirmándolo cuando uno de ellos, el más nervioso, dio un paso hacia atrás y pisó la seda que cubría el objeto, dejándolo a la vista de todos. Un suave suspiro brotó de sus labios, pero no le importó demasiado. Los aurores, sin duda alguna, ya habían visto el objeto, y tarde o temprano los inefables también lo harían. Al menos aquella torpeza había servido para algo: Draco y Ron dejaron de pelearse, uno por admirar el objeto y el otro por palidecer, como si hubiera fallado por completo en su misión.

—¿Un espejo? —Aquello no era lo que esperaba ver Draco. Por su manera defensiva de comportarse, se imaginaba que escondían algo mucho más grandioso.

—El espejo de Oesed —aclaró Saul, con expresión sabihonda, analizando el hermoso y viejo objeto—. Había leído de él, pero nunca antes lo había visto. —Miró hacia Ron y preguntó—: ¿De verdad quieren dejarlo aquí?

Ron hizo una mueca. Resultaba evidente que él no estaba de acuerdo con eso.

—Harry lo ordenó.

—Draco, te quedarás tú con el espejo.

—¡¿Qué?! —gritó Ron, mirándolo enojado. Draco quiso decir algo, pero al no saber cuáles eran las propiedades mágicas del espejo, supuso que Saul le había mandado a hacer esa tarea solo porque él no quería hacerlo—. ¡Él no puede…! ¡Harry no querría…!

—Auror Weasley —interrumpió Saul, seriamente—. Desde el momento en el que el jefe Potter decidió que era mejor conservar aquí el espejo, este ha quedado bajo mi supervisión y la de mis inefables. Si tienen alguna queja de cómo manejo este Departamento, vayan con el Ministro. Ahora, por favor, retírense… ustedes ya han pasado demasiado tiempo aquí.

En contra de su voluntad, a Ron no le quedó más remedio que obedecer. Draco casi sintió lástima por los novatos que lo seguían como cachorritos asustados, porque sabía que se desquitaría con ellos. Sin embargo, la lástima no le duró demasiado tiempo porque Saul, con una sonrisa satisfecha, miró hacia el espejo y asintió.

—Hoy tengo que cuidar a los cerebros —dijo, intentando escabullirse de una tarea que, presentía, iba a resultar completamente aburrida. La mayoría de los objetos que llegaban prometían tener una gran historia, pero solo pocos resultaban ser buenos. Sin embargo, era su trabajo verificarlo.

—Helen puede hacerlo. —Saul sonrió, y aquello no auguraba nada bueno. No le gustaba eso de él… lo hacía ver espeluznante—. Usa la Sala del Tiempo y estudia las propiedades mágicas del espejo. Cuando hayas terminado, asígnale un área. ¿De acuerdo?

Draco hizo un ruidito de inconforme aceptación que Saul optó por ignorar mientras desaparecía tras una de las puertas. De mala gana, Draco hizo levitar el objeto y se dirigió al lugar mencionado por su jefe, siendo uno de los que él menos soportaba. Con sus brillantes diamantes y un tic-tac interminable proveniente de los cientos de relojes que la adornaban, la Sala del Tiempo lo único que hacía era recordarle los errores de su pasado. Lo presionaba. Le hacía pensar que todo su esfuerzo había sido en vano.

—Maldita sea… —murmuró, colocando el espejo en el primer espacio disponible que encontró. Durante un largo rato no hizo otra cosa más que mirarlo a la distancia. Parecía un objeto bastante antiguo, aunque imaginó que alguien lo había usado recientemente: no había rastro de polvo en él. Era el tipo de cosa que su madre amaría tener en casa, por esos adornos tan intrincados y elegantes. Al acercarse un poco más, Draco notó una inscripción:

Oesed lenoz aro cut edon isara cut se onotse

¿Cómo había dicho Saul que se llamaba? ¿Oesed? Bueno, eso explicaría el nombre, por muy raro que sonara. Suspirando pesadamente, Draco no pudo evitar preguntarse cómo averiguaría sus propiedades. Pensó en los todos espejos mágicos que había conocido a lo largo de su vida: estaban los de mansión Malfoy, que solían mirar a la habitación en donde estaban ubicados y hacían comentarios sobre las personas que reflejaban. Estaban los malditos, que encerraban a sus víctimas en ellos. También se había visto reflejado en uno que tenía las figuras de los dementores talladas en su marco; aquel espejo le había mostrado lo peor de sí mismo. Y aunque no tenía ganas de descubrir qué haría este en particular, supo que solo tenía una opción si quería terminar pronto: acercarse y ver su reflejo. Solo eso. Después de todo, nada en esa imagen podría ser peor de lo que ya había vivido.

Obviamente estaba equivocado. Armado con su varita y listo para repeler cualquier hechizo que fuese utilizado en su contra, Draco se acercó. En un principio, solo vio a un hombre de aspecto cansado. Sin embargo, palideció al notar que el Draco del reflejo poco a poco sonreía y miraba hacia otra dirección. Luego, otra figura apareció: Harry Potter. Instintivamente, Draco miró a su lado, encontrándose solo. Lo que sea que estuviera reflejando el espejo, solo parecía ser un lejano espectáculo que hizo palpitar su corazón cuando Harry, el Harry del espejo, tomó la mano de Draco, lo estrechó contra su cuerpo y lo besó. Fue una caricia suave y tierna, y Draco encontró casi repulsiva la expresión de ñoños enamorados que tenían ambas imágenes. Demasiado tarde se dio cuenta de que en realidad debería sentirse impactado e indignado porque ese puto espejo estaba mostrándole cómo se verían él y Potter besándose. Y eso… eso…

Maldita sea… ¿qué era eso? Era… Era…

Oesed.

Forzándose a alejar su vista de la ridícula escena, donde Harry y él estaban abrazándose, Draco miró la inscripción. Oesed. ¡¿Cómo no se había dado cuenta antes?! Allí, al revés, decía Deseo. Tuvo que inspirar profundamente para lograr concentrarse, leer la inscripción y, al fin, entenderla.

Esto no es tu cara sino de tu corazón el deseo

Cerró los ojos y quiso quedarse así lo que le restaba de su existencia. Al final decidió que era estúpido estar haciendo un drama por algo que ya sabía desde hacía mucho tiempo: estaba enamorado de Harry Potter. Lo estaba, maldita sea, claro que lo estaba. Le gustaba ese idiota incapaz de peinarse como Merlín mandaba. Le gustaba encontrárselo en los pasillos del Ministerio y molestarlo, pero no como molestaba Ron Weasley, sino molestarlo de tal modo que Harry terminase sonrojado. Le divertía mirarlo y comprender que el otro no estaba acostumbrado a ser el centro de atención de alguien. Le excitaba imaginárselo en cuatro, follándolo, y permitiendo que él lo follara en cualquier parte del Ministerio, como si fuesen unos críos calenturientos en Hogwarts.

Pero, sobre todas las cosas, le gustaba que durante todo el tiempo que llevaba coqueteándole a Harry Potter, este jamás lo había detenido. Potter podía levantarse contra todo un ejército de dementores y magos oscuros, pero no sabía cómo seducir. Aunque, Draco tenía que admitirlo, no era algo que le molestaba. De hecho, le excitaba la idea de que el elegido todopoderoso, creador del bien y de todo lo que fuese bonito, sollozara por su atención.

Ese estúpido espejo en realidad no tenía la razón.

¿Besarse como colegiales inocentes? Absurdo. Draco no quería eso con Harry. Él quería más, mucho más. Quería comérselo, doblegar su voluntad. Quería besarlo hasta el cansancio y follar hasta que ninguno de los dos pudiera más. Las cosas cursis no habían nacido para ellos. No. Entre ellos debía haber pasión y rabia. Debía haber magia estallando. Debía ser como un choque; un golpe que los despierta y enoja, haciéndolos maldecir y gritar.

Lo que Draco quería de Harry Potter iba más allá del apasionamiento y la ternura. Y, maldita sea, ese espejo no le diría que aquello se quedaría como un ridículo anhelo de su corazón, porque Draco lo iba conseguir.

Lograría que Harry Potter estuviera con él.


Autora al habla:

Querida Estrella, ojalá este pequeño fic se asemeje aunque sea un poco a lo que tú pediste. Es pequeño, tiene tres capítulos (que ya casi termino de escribir), y espero que te guste. Lamento haberlo publicado tan tarde, pero ojalá llegue a tiempo. ¡Felicidades!

Muchas gracias a quien se anime a leer y más gracias si les nace un review para esta breve historia.

¡Besos! ¡Excelente inicio de semana!