Fairy Tail pertenece a Hiro Mashima


Anteriormente…

Natsu se inclinó hasta mi oído, deslizando su lengua cálida por el contorno de mi oreja —No he hecho más que empezar…— Susurró lascivamente.


Capítulo 10

Entrégate a mí

Natsu se introdujo en mi interior, cada vez más rápido y más profundo, sin apenas dejarme tiempo para acostumbrarme a su tamaño. Sentía como si mi interior se estuviese desgarrando y quemando lentamente, provocándome un dolor agónico que nunca hubiese creído que existía. Mis gritos resonaban en la habitación, mi sangre manchaba las sábanas. Si las cosas no cambiaban, esto no iba a terminar bien para mí. Las pocas veces que el dolor me permitía abrir mis ojos, mi única visión era la sonrisa animal de Natsu, sus colmillos afilados amenazantes y sus ojos negros hambrientos a través de mis lágrimas.

A juzgar por su expresión, sabía que él no se iba a detener por mucho que suplicase. Tenía que hacerle entrar en razón de alguna forma, con algo que realmente haga despertar su interés. Ni siquiera me atrevía a hablar, intimidado por su rostro y sus jadeos animales de placer, pero reuní las pocas agallas que me quedaban para no morir aquí mismo. Silencié mis gritos de agonía para intentar hablar —¡Te lo ruego, DETENTE, estoy perdiendo demasiada sangre!, yo podría-…

Pero mis palabras murieron en mis labios cuando fui amordazado por la mano de Natsu, interrumpiendo la única esperanza que tenía. Ni siquiera podía respirar correctamente por la presión, y no era algo que necesitaba en este momento —Cállate— Susurró con voz ronca mientras daba otra fuerte y profunda embestida dentro de mí —Te lo mereces—

Natsu sujetó mis tobillos y llevó mis piernas por encima de sus hombros, acelerando su ritmo. Sus movimientos se volvieron mucho más bruscos y profundos que antes, provocando que la apertura sangrase en mayor medida. Grité y grité, empezando incluso a notar una inconfundible molestia en mis cuerdas vocales, pero el dolor era inhumano, no podía soportarlo —¡POR FAVOR, HARÉ LO QUE QUIERAS!— Exclamé en un último intento desesperado, separándome de su mano con un brusco movimiento de mi cabeza.

Para mi sorpresa y alivio absoluto, él detuvo sus embestidas. Abrí los ojos, solo para encontrarme con una sonrisa macabra que ni siquiera había presenciado en las películas más terroríficas —¿Ah, sí?— Cuestionó con lentitud, saboreando el momento. Tragué saliva al darme cuenta de lo que acababa de provocar. Natsu movió la mano hasta mi mandíbula, alzándola suavemente. Pero eso solo incrementó mi miedo —¿Tienes idea de lo que acabas de decir?— Habló con una voz calmada y siniestra.

No sabía qué hacer, y tampoco a qué se refería, de modo que asentí débilmente, mordiéndome el labio inferior. Ante mi respuesta, su sonrisa sólo profundizó —¡Heh!— Rió brevemente entre dientes, retirando su miembro de mi interior. Una pequeña queja escapó de mis labios, pero rápidamente sentí cómo el ardor aminoraba, todavía impresionado por haber conseguido evitar la situación. Sin embargo, él no se retiró de mí por completo, todavía me encontraba apresado bajo su cuerpo desnudo —Entonces, ¿Por fin has aprendido cuál es tu lugar?— Susurró, prácticamente rozando mis labios.

Al principio, sus palabras me desconcertaron… Pero la realidad no tardó en golpearme, así como las palabras que yo mismo había pronunciado momentos antes —¡E-ESPERA YO NO QUERÍA…!— Intenté enmendar mi error, pero mis declaraciones se esfumaron cuando algo en su mirada me reveló que no lo aceptaría —…No quería decir…— Susurré débilmente, siendo incapaz de terminar una vez más.

Sus ojos se entrecerraron, mostrando su descontento. Natsu sujetó furiosamente mi mentón, obligándome a conectar nuestras miradas —¿Me estás tomando el pelo?...— Su voz sonó amenazante como la muerte misma. Mi cuerpo experimentó el miedo una vez más, por lo que me vi obligado a negar con la cabeza, temiendo repentinamente por mi vida. Con eso, un gruñido desconfiado resonó en el fondo de su garganta, y si no supiese que ese sonido provenía de él, habría descartado inmediatamente que fuese de procedencia humana. Me sentía como estar acorralado por un dragón, un dragón al que tenía que entregarme si quería vivir.

Natsu se inclinó hasta el hueco de mi cuello, dejando pequeños mordiscos ascendentes hasta alcanzar mi oído. Aspiró aire profundamente una vez allí —Puedo oler tu miedo— Susurró con una voz mortal, sintiendo contra mi piel como su vil sonrisa regresaba a su rostro —Si estuviese en tu lugar, haría caso a tu instinto de supervivencia— Habló como si me leyese la mente, y nada más lejos de la realidad, a decir verdad.

Mi cuerpo se tensó todavía más, si eso era posible. Odiaba admitir que era más inteligente de lo que pensaba… Sabía cómo manipular a una persona, y mi mente inundada por el terror sólo deseaba abandonar mi cuerpo para que él hiciese lo que quisiera.

—Si te portas bien, no habrá más dolor— Me aseguró con su tono siniestro. Realmente no me fiaba en absoluto, pero no deseaba provocar su enfado. Renunciando a todos mis principios y a mi moral, abandoné todo intento de resistencia y me entregué a él. Natsu profundizo una sonrisa de suficiencia cuando dejé mi lucha por completo, levantando mis piernas una vez más y posicionándolas sobre sus hombros. El ritmo fue lento cuando volvió a introducirse dentro de mí, haciendo honor a su parte del trato... Sin embargo, todavía podía sentir los remanentes de dolor. Tuve que hacer mi mayor esfuerzo por mantenerme relajado, con el fin de evitar un dolor mayor.

Esta vez, él permitió que mis paredes internas se acostumbrasen a su tamaño. Fue más gentil de lo que había esperado que fuese, y yo realmente empezaba a sentir un leve cosquilleo cada vez que empujaba en mi interior. Cuando Natsu notó que estaba preparado, su delicadeza se desvaneció y fue sustituida una vez más por su lado salvaje, embistiéndome con fuerza y empujando mi cuerpo repetidas veces. Sus movimientos rápidos y profundos creaban dentro de mí la incontrolable necesidad de gritar con todas mis fuerzas, lo cual pareció satisfacerlo. Yo no quería esto, no podía aceptar que este monstruo me provocase una sensación tan increíble y única, pero no es como si tuviese otra alternativa.

Percatándose de mi conflicto interno, Natsu interrumpió repentinamente sus embestidas —Admítelo, se siente bien, ¿verdad?— Preguntó de forma arrogante, burlándose de mi excitación con leves movimientos de sus caderas. No quería darle la razón por nada del mundo. Agité mi cabeza en negación absoluta, pero mi cuerpo se tensó inevitablemente por la interrupción de aquel placer maravilloso —¿Ah no?— Cuestionó con sorna, empujando su longitud hasta el fondo de una sola vez. Un audible gemido abandonó mis labios sin consentimiento cuando su miembro golpeó contra mi punto sensible.

—M-Más…— Rogué sin pensar.

—¿Más qué?— Natsu siguió burlándose con lentos y tortuosos movimientos, todavía insatisfecho con mis súplicas.

—N-Necesito más…— Susurré débilmente

Se inclinó hacia mí en una nueva posición, tocando ahora nuestros torsos desnudos —Buen chico— Dijo contra la piel de mi cuello, obligándome a exhalar un breve suspiro con la presencia de su cálido aliento. Él reanudó sus movimientos en mi interior sin apartarse de mí en lo más mínimo, creando un tipo muy diferente de placer. Sentí su mano moverse hasta mi propio miembro, donde comenzó a ejercer movimientos rápidos y contundentes. Siendo honesto, me sentía como si estuviese en el paraíso.

Con las últimas embestidas, noté como algo caliente llenaba mi interior. Natsu mordió mi cuello con intensidad conforme liberaba, dejándome una notable marca. Para mi vergüenza y satisfacción, yo tampoco pude evitar llegar a mi límite poco después, liberando sobre mi propio cuerpo desnudo.

Natsu jadeaba de agotamiento, tratando de recuperar las fuerzas —Eres tan jodidamente apretado…— Susurró con cansancio, mientras movía una de sus manos hasta el cinturón que me ataba a la cabecera, liberándome tras deshacer el nudo —Y eso me gusta... Gray—

Mis muñecas y brazos se aliviaron al instante por la libertad, pero estaba demasiado agotado como para procesar correctamente sus palabras. Nunca me había sentido de esta forma, pero mis ojos se cerraban prácticamente por sí solos. Al final, no pude hacer nada para evitar caer en la inconsciencia del cansancio.