Disclaimer: Ninguno de los personajes de la saga Harry Potter me pertenecen, son propiedad de la ingeniosa J. K. Rowling. Sólo me pertenecen los personajes restantes y el fic. Sólo por diversión.


Las calles de la gran ciudad de Londres se encontraban mojadas por el gran temporal de lluvia que se cernía sobre ella en las últimas semanas. Aun así, la tempestad no iba a ser impedimento para que Narcissa Malfoy, viuda del empresario Lucius Malfoy, se trasladara a las instalaciones del gran conglomerado Illusion Enterprises.

Después de algunas vueltas por la ciudad, la lujosa limosina se estacionó al fin frente a una gran construcción de infinitos ventanales donde el portero aguardaba para escoltarla con un gran paraguas al interior del lugar.

Con paso elegante la rubia ingresó al imponente edificio donde los trabajadores la saludaron respetuosamente al pasar, llegando a su mente buenos recuerdos en los que ella venía muy bien acompañada de su esposo. Momentos maravillosos que para su desgracia no volverían, y todo por culpa de aquel accidente de avión que acabó con la vida de su amado hace trece años.

Al llegar al último piso, los ejecutivos la recibieron con exagerada amabilidad, a excepción de Minerva McGonagall, la secretaria del área de presidencia. Era una mujer sexagenaria, de cabello negro con algunas canas y de cálidos ojos verdes. Trabajaba para el consorcio desde su instalación y desde entonces había demostrado con su labor que era apta para el cargo y que era digna de la confianza que le habían encargado sus jefes. Y por tantos años de servicio, se había ganado un lugar especial en las familias.

─Buenas tardes señora Malfoy ¡Qué alegría verla nuevamente por acá!

─Buenas tardes Minerva ¿Se encuentra John en su oficina?

─El señor Granger la está esperando. La señora Jane está con él.

Después de agradecerle a la secretaria, Narcissa se dirigió hacia la doble puerta de roble blanco en donde una placa que rezaba "John Granger ─ Presidente de ILENT", en letras doradas, adornaba el portal.

─Narcissa querida, bienvenida ─saludó animadamente un hombre de cabello cobrizo y ojos color miel al ver entrar a su socia─. Te estábamos esperando.

─Lo sé, Minerva me lo informó ─respondió la rubia acercándose a su castaña amiga para saludarla con un beso en cada mejilla. Con gracia, tomó asiento en el oscuro sofá de tres, al lado de la mujer─. He de suponer que Jane ya te dio un abreboca sobre lo que vengo a plantearte.

─Así es, y puedo asegurarte que me tomó por sorpresa tu planteamiento ─dijo John Granger con una sonrisa divertida mientras tomaba asiento en el otro sofá que estaba frente a ellas, separado solo por una cristalina y pequeña mesa─. Ha transcurrido tanto tiempo desde esa idea que, si mal no recuerdo, era un asunto sin importancia. ¿Té? ─preguntó el hombre mientras se servía, ambas mujeres asintieron.

─Tienes razón, no le habíamos dado la importancia que merece, hasta ahora. Gracias ─expresó la mujer al asir la taza con la cálida infusión.

─ ¿Y se puede saber por qué ahora si tiene importancia?

─Porque, además de que es lo mejor para nuestros hijos, también es lo mejor para el conglomerado ─respondió Jane agregándole un poco de leche a su bebida.

El cobrizo frunció el ceño, mirando de hito en hito a su mujer y a su amiga─. ¿A qué se refieren?

─Nos referimos a la situación lícita del conglomerado ─explicó Narcissa mientras le daba un pequeño sorbo a su té─. Legítimamente ILENT está dividida en dos: las acciones Malfoy y las acciones Granger. Cuando llegue el momento de tu retiro, alguno de nuestros hijos tendrá que tomar el mando del consorcio. Y para evitar una discordia de capitales, uniremos a nuestras familias... legalmente. No podemos permitir que el patrimonio que tú y Lucius forjaron con tanto esfuerzo sea destruido por malas decisiones.

John estaba totalmente sorprendido, definitivamente no había esperado eso─. ¿En serio quieres hacer válido aquel concordato verbal?

─Corrección mi querido amigo, el concordato es válido. ─Narcissa sonreía como el gato de Cheshire al ver el rostro desencajado de su socio─. Yo solo quiero que se haga cumplir.

¿Desde cuándo aquellas mujeres le habían dado validez a aquel chiste? Se preguntaba el incrédulo hombre. Porque eso había sido en el pasado, un chiste. Todavía recordaba aquel domingo cuando Lucius sugirió aquella ocurrencia. "Yo tengo un magnífico caballero y tú muy pronto tendrás una princesa. ¿Por qué no los casamos?" había dicho su rubio amigo sin poder contener la risa.

─ ¿Cómo...?

─ ¿Recuerdas aquel acuerdo matrimonial que Lucius y tú hicieron? ─preguntó Jane con cierto aire tentativo.

─Por supuesto que lo recuerdo, lo hicimos cuando nació mi princesa. Tomamos demasiado ese día ─respondió pensativo─. Pero era un documento sin validez.

─Pues te tengo noticias, John ─intervino Narcissa con presunción─. Lleve ese olvidado papel a un juez que es muy amigo mío ¿y qué crees? El documento estaba muy bien estructurado, lo suficiente como para ser legalizado inmediatamente con él.

─ ¿QUÉ HICISTE QUÉ? ─gritó el empresario saltando sin querer de su asiento─. ¿Acaso te volviste loca Cissy? ¡Ese documento establecía muchas tonterías! ─chilló al borde de la histeria.

─ ¡Haznos el favor de calmarte, John! ─le espetó la ojiazul señalándole el sofá tras de él. Después de una batalla de miradas el castaño se sentó, se tomó el resto de té que estaba en su taza para servirse nuevamente, lamentándose no poder tomar algo más fuerte─. Leí cuidadosamente el documento y, a pesar de estar borrachos al momento de su creación, las pautas estaban muy bien establecidas.

El castaño respiró hondo, tratando de calmar el instinto asesino que tenía en esos momentos─. Querida Narcissa ─esbozó una mueca que pretendía ser una sonrisa─, ¿Te das cuenta del problema en que nos has metido? ¿Te das cuenta que, POR UN CAPRICHO, podemos perder ILENT? ─inquirió con rabia contenida.

La rubia negó divertida con su aristocrático dedo índice─. No mi querido socio, la norma que establece que ILENT pasaría a repartirse a beneficencia si los herederos no aceptaban el casamiento fue cambiada.

─ ¿Y qué norma va a sustituir esa? ─preguntó receloso.

Ahora fue Jane la que intervino─. Pues, si nuestros hijos no acceden al matrimonio, perderán todo derecho sobre el conglomerado. Así nosotros no perderíamos el poder sobre el consorcio.

─Y sabes lo que significaría para ellos esa cláusula ─agregó la rubia con una sonrisa maliciosa─. Así que no debes preocuparte, nosotros estamos salvados.

John suspiró aliviado, por un momento pensó que por una tontería podría perder 28 años de arduo trabajo.

─Admítelo, es un sueño que tenemos todos, incluyendo a Lucius donde quiera que esté.

─Bien, admito que estoy de acuerdo con ustedes sobre lo beneficiosa que sería esa unión. ─Jane y Narcissa sonrieron satisfechas─. Pero no creo que tenga que recordarles que nuestros hijos son mayores de edad y que pueden tomar sus propias decisiones ─razonó el castaño dándole un gran sorbo a su olvidada bebida.

─Accederán John. ─el semblante de Narcissa cambió a la seriedad con rapidez─. Si son inteligentes, como estoy segura que lo son, comprenderán el alcance de esta unión.

John la miraba fijamente, allí estaba la gran Narcissa Malfoy, una mujer encantadora en muchos aspectos pero calculadora cuando se trataba de los intereses de su familia.

─Bien, ustedes ganan. ─el hombre suspiró cansado─. ¿Cuándo les informaremos a los chicos?

La rubia se levantó de su asiento y alisó una arruga imaginaria de su traje negro de Dolce & Gabbana─. Mi hijo regresará de Francia en unos días, organizaré una cena fuera y allí les diremos.

─Me parece perfecto ─aplaudió la castaña levantándose también.

─Entonces creo que ya todo está dicho. ─John siguió el ejemplo de las féminas y dejó la taza junto con las otras.

─Así es querido amigo. ─Narcissa le sonrió satisfecha─. Será mejor que comencemos la junta de una vez. Tengo una reunión ineludible con una casa de caridad a las cinco.

El moreno se dirigió a su escritorio para hacer una breve llamada─. Los ejecutivos están en la sala de juntas. Ya podemos pasar ─anunció al terminar la comunicación.

Jane y Narcissa salieron de la oficina entretenidas en una nueva conversación, mientras el hombre negaba con la cabeza. Cuando aquellas mujeres tenían una idea en mente, no había poder humano que se la sacara.

"Si estuvieras aquí amigo mío".


¿Seguimos?