Holiii, he venido a traeros un nuevo capítulo.
Estoy en plena época de exámenes en la universidad (dichosos exámenes online) y aprovecho este momento de paz (tuve un examen hoy a la mañana) para terminar de escribir el cap que llevaba a medias para poder subirlo. Dicho esto, os aventuro que el próximo tardará hasta por lo menos que termine los exámenes (en julio) porque tendría que escribirlo de cero, mientras que a este solo le faltaba el final.
Espero que os guste ^^
Detective Conan pertenece a Gosho Aoyama.
Capítulo 36: El espía del FBI
...
La sombra apareció de pronto en el pasillo, sin miedo a ser descubierto ni la más mínima intención de esconderse. El almacén estaba totalmente a oscuras, incluso si quería mantenerse escondido, no le resultaba muy difícil hacerlo entre aquella penumbra. Además, sabía perfectamente donde se encontraban sus objetivos.
El policía y el científico habían salido corriendo del laboratorio improvisado alertados por su primer disparo. A pesar de que su intención había sido acabarlos a ambos allí mismo sin que siquiera llegaran a notar su presencia, debía reconocer que la agilidad y rápida reacción del agente del FBI lo había sorprendido. Sin embargo, pese a los esfuerzos del policía no tardó mucho en volver a encontrarlos. Se notaba que sabía lo que hacía y debido a eso todavía no había logrado capturarlos, pero no podía competir contra él. Después de todo, conocía exactamente su ubicación.
El estúpido agente del FBI no podía ni imaginarse que les hacía colocado un rastreado. Por mucho que se escondiesen, por mucho que corriesen, aquella oscuridad no era más que un aliado para él.
Volvió a comprobar el localizador. Estaban al otro lado de la estantería. El juego del escondite estaba a punto de terminar y todas las cartas estaban de su lado.
Sin hacer ruido se acercó al borde de la estantería, comprobó la recámara de su revólver y ajustó el silenciador. Primero tenía que disparar al policía. No volvería a cometer el mismo error de apuntar al científico. Una vez el estadounidense estuviera muerto, matar al otro sería mucho más sencillo, probablemente ni siquiera tendría tiempo a reaccionar antes de que apretase de nuevo el gatillo.
El arma estaba lista. Volvió a comprobar la localización en su visor: el punto rojo no se había movido de su escondite. Ni siquiera se habían dado cuenta de que estaba a escasos dos metros de ellos.
Jaque Mate.
Con movimientos rápidos el asesino dio un paso al frente, se adentró en el pasillo y desde esa posición levantó el arma dispuesto a apuntar a las dos siluetas oscuras que tenía delante.
Pero para su sorpresa descubrió que en aquel pasillo no había absolutamente nada.
Primero se sorprendió al encontrarse un pasillo desierto. Lo siguiente que se le ocurrió fue comprobar su visor para descubrir que efectivamente el localizador decía que el policía tenía que estar justo delante de él a unos 2 metros.
No fue hasta que vislumbró un teléfono móvil tirado en el suelo justo en el lugar donde su visor situaba a su enemigo que comprendió que le habían tendido una trampa. Y que había caído de lleno en ella.
Lo siguiente que notó fue el duro golpe de una barra de metal impactar contra su cabeza a su espalda. Después se desmayó.
-o0o-
—Casi se me sale el corazón. —Comentó Murakami, saliendo de entre las estanterías cuando el cuerpo del asesino finalmente cayó inconsciente al suelo. —No pensé que tu plan fuese a funcionar tan bien. Bien hecho, chico.
Jonathan resopló, tratando de calmarse. Tenía que reconocer que a la hora de la verdad se había puesto muy nervioso. ¿Y si lo escuchaba acercarse por detrás? ¿Y si no caía en la trampa? ¿Cómo tenía que golpearlo? No quería matarlo pero necesitaba dejarlo inconsciente. Y la pregunta más importante: ¿Y ahora qué?
Dejó caer la barra de metal al suelo, la cual resonó por todo el almacén, y se apresuró a registrar el cuerpo inconsciente de su persecutor.
Iba vestido para la pelea, tenía un chaleco antibalas y llevaba dos pistolas, una la que tenía en la mano, y otra escondida en la cadera. Jonathan le quitó ambas, una se la guardó para sí, la otra le quitó las balas y la tiró lejos. Vestía de negro, lo que lo ayudó a camuflarse en aquella oscuridad, tenía la cara tapada hasta la nariz y un visor mediante el cual probablemente estuvo rastreándolos. También se lo quitó y de un pisotón lo hizo trizas en el suelo. También le revisó las botas y encontró un cuchillo metido en la izquierda. Aquel hombre era un auténtico arsenal.
Después de eso cogió la cuerda que le tendía Murakami y que habían encontrado entre las cosas del almacén y lo maniató, con las manos a la espalda, y lo amarró a una de las estanterías, comprobando que no pudiera moverse por mucho que tirase y se resistiese.
Todavía no se había atrevido a casarle la máscara, pero tenía una idea muy clara de qué se iba a encontrar. Quizá por eso le daba más miedo hacerlo.
—¿Deberíamos dejarlo aquí y largarnos? —Preguntó Murakami, sonando nervioso.
Jonathan sabía que quedarse allí quietos era peligroso porque nadie le aseguraba que aquel asesino trabajase solo.
Necesitaban llamar a Edogawa para contarle demasiadas cosas. Pero había un problema: acababa de descubrir que su teléfono probablemente estuviera interceptado por la organización. Si lo llamaba corría el riesgo de que la organización volviera a enterarse de sus planes.
Solo de pensarlo se le ponían los pelos de punta.
Pensó todas esas veces en las que el inspector le había repetido que no utilizase su teléfono personal. Que usase teléfonos desechables para contarle las cosas importantes.
La cabeza de Jonathan era un auténtico caos intentando recordar qué llamadas había hecho usando ese teléfono y cuales había usado el que le había dado Edogawa.
Sabía que hasta el incidente de la explosión del laboratorio forense había sido muy precavido, pero después de eso las cosas habían sido tan precipitadas que poco a poco se fue olvidando de tener cuidado. Mismo ahora ni siquiera tenía encima el teléfono desechable.
El mensaje que le había mandado previamente a Edogawa lo hizo con el personal y eso quería decir que tenían que contar con que la organización ya sabía que habían encontrado a Murakami y que habían descubierto que el APTX estaba terminado.
Ahora necesitaba una forma de contarle a Edogawa la nueva información, sobre Julian y sobre el espía del FBI, pero estaba claro que con su móvil no podía ser. Necesitaba encontrar una forma de llamar y ni Murakami ni el asesino llevaban encima otro teléfono.
La opción lógica era dejar al hombre inconsciente allí atado y salir a buscar ayuda. Llamar a la policía y su superior y poner en orden la situación.
Pero aunque lo sabía no era capaz de que sus pies le obedecieran. Seguía quieto en el mismo sitio, de pie frente al hombre inconsciente, con la mirada clavada en la máscara que cubría su rostro.
—Quiero hacerle un par de preguntas cuando se despierte. —Respondió al ver como Murakami empezaba a ponerse nervioso ante su silencio.
—¿Vamos a esperar a que despierte? —Murakami se sobresaltó. —¿Estás loco? ¿Y si se suelta?
—Está bien atado. No podrá soltarse.
—Estás subestimando a la organización. Este hombre hará cualquier cosa para lograr su objetivo. Es mejor que nos marchemos. —Insistió, claramente asustado.
Jonathan dudó. Lo que Murakami decía era cierto. Pero había tantas preguntas para las que quería una respuesta que simplemente era incapaz de moverse del sitio.
Cerró los ojos y se paró a pensar un segundo en sus posibilidades de volver a dejarlo inconsciente si lo peor sucedía y como decía Murakami el hombre se liberaba: ninguna.
Chasqueó la lengua y se agachó para terminar con aquello de una vez por todas. Con un movimiento rápido y sin darse tiempo a dudar apartó la máscara que todavía cubría el rostro del asesino.
—Me preguntaba cómo era posible que fuera capaz de encontrarnos tan fácilmente en medio de este enorme almacén totalmente a oscuras. Siempre me pregunté porque parecía que la organización siempre sabía nuestros planes. Por qué sabían a qué hora exacta Haibara y Edogawa iban a entrar en el laboratorio forense. Por qué, pese a que se suponía que mi teléfono móvil era nuevo, me fallaba tantas veces, se saltaba las alarmas y llegaba tarde al trabajo. Pese a que siempre te metían conmigo por eso, nunca me hubiera parado a pensar que todo fue por tu culpa, Jack.
El rostro que se escondía tras la máscara quedó al descubierto, confirmado todas sus sospechas. El asesino que habían mandado tras ellos y el espía que había dentro de FBI no era otro que su compañero de equipo: Jack.
—Desconfié de ti al instante, aunque se supone que éramos amigos. —Jonathan chasqueó la lengua. —En cuanto me di cuenta de que había un espía supe que eras tú. Menuda mierda de amigo soy, ¿no? Que ni siquiera pude creer en los cinco años que trabajamos juntos.
—Y que lo digas, Jonathan. ¿Qué clase de amigo golpea a otro en la cabeza? —Escuchar esa voz hizo que se sobresaltase de pronto.
El cuerpo no se había movido para nada, ni siquiera lo había escuchado tomar aire para hablar. Sin embargo, sus ojos estaban abiertos y lo miraban con sorna y malicia desde el suelo. Jack había despertado y Jonathan empezaba a pensar que haber esperado por ello no era tan buena idea.
—Los amigos tampoco se apuntan con armas de fuego entre ellos. —Respondió, utilizando el mismo tono irónico que había usado él.
—En realidad, mi querido Jonathan, no es a ti a quien quería matar. —Se defendió. —Mi objetivo es ese hombre. Déjame matarlo y no me obligues a tener que matarte, amigo.
—¿Te crees que voy a creerme eso? No vas a moverte de ahí hasta que llegue la policía.
—Si de verdad hubieras querido detenerme más te hubiera valido matarme. ¿O enserio crees que no puedo soltarme?
Jonathan titubeó un segundo ante el tono y la seguridad con el que el hombre maniatado escupió esas palabras. Tuvo que recordarse a sí mismo que estaba desarmado e inmovilizado.
Jonathan respiró hongo y sacó la pistola que le había robado del bolsillo. Con tranquilidad tomó aire y lo apuntó de frente al tiempo que añadía:
—¿Qué sabe la organización? Si tú fuiste quien colocó el micrófono y el localizador en mi teléfono, quiere decir que eras tú quien escuchaba y luego informaba a la organización ¿Qué les contaste?
—Como si te lo fuera a contar. —Se jactó. —Y no me apuntes con eso que es de mal gusto. Ambos sabemos que no te atreverás a apretar el gatillo.
Jonathan chasqueó la lengua y tratando de demostrar que hablaba en serio apretó el gatillo y descargó una bala en el suelo en el hueco que quedaba entre sus piernas.
Pero en lugar de conseguir intimidarlo solo hizo que Jack se echase a reír.
—¿Ves? Lo que yo decía. No eres más que una farsa mal montada.
—No me hagas enfadar, Jack. Dime lo que quiero saber.
El hombre volvió a echarse a reír.
—Para empezar, Jack ni siquiera es mi verdadero nombre, ¿pero sigues empeñado en llamarme así? Eres tan inocente que me resulta gracioso. No estás hecho para este trabajo, Jony.
—¡Cállate! —Gritó y estuvo a punto de lanzar otro disparo de advertencia, pero no quería desperdiciar más balas. Estaba claro que aquello era inútil.
—¿Sabes? Siempre me resultante gracioso. Trabajando tanto para conseguir el favor de un mocoso. Ah, pero ahora ya sabes que en realidad no es un mocoso, ¿no? Tienes razón, ahora es un mentiroso.
—El inspector siempre ha digo alguien digno de mi respeto. —Replicó mordiéndose la lengua para no decir nada que no debía. —Siempre trabajó por el bien de la justicia. Me da igual qué cosas haya ocultado por el bien de eso.
—Tienes la cabeza llena de pájaros, Jonathan.
—¿Y entonces tú? ¿Qué es lo que tienes tú en la cabeza? Trabajas para una organización criminal. ¿A cuántas personas has matado? ¿A cuántas personas estáis planeando matar? Si es que no ves un problema en ello, es que no eres humano.
Desde su posición de sentado, Jack… no, probablemente no debería referirse a él por ese nombre, ahora es simplemente un asesino. Desde su posición de sentado el asesino volvió a echarse a reír.
—¿Humano? Tienes razón, igual ya no soy humano. Pero me da igual, ¿Sabes? —Volvió a reírse con ironía. —Empecé a este juego hace mucho más de lo que piensas. Jonathan, probablemente no tienen idea pero te he conocido por muchos más años de los que tú me has conocido a mí. ¿Cinco años? Yo he estado siguiendo a Kudo Shinichi desde el mismo día en el que la anterior organización calló. A él y a todos los posibles candidatos a acabar trabajando a su lado. Y siempre supe que serías especial, Jonathan. Lo admirabas más que nadie y podías hablar japonés. Era obvio que Kudo iba a elegirte para acompañarte en esa pequeña obra de teatro que la organización tenía preparada para él. Así que decidí acercarme a ti. Tengo que reconocer que fue divertido.
Escucharlo decir eso no era para nada divertido. ¿En qué momento pensó que quería esperar a que se despertase? ¿En qué momento pensó que podría tener una conversación normal con él? Aquel no era el hombre que había conocido. El hombre que conocía no existe y nunca existió.
—¡Chico, haz algo! —La voz asustada de Murakami escondido un par de metros más atrás lo sacó de sus pensamientos. —Vuelve a dejarlo inconsciente o lo que sea, pero no te quedes atontado mirándolo.
—Si quieres librarte de mí vas a tener que matarme, Jonathan. Pero los dos sabemos que no puedes hacerlo.
—Estas atado. No vas a conseguir asustarme. —El policía frunció el ceño. —La policía llegará en cualquier momento, para entonces no tendrás escapatoria.
—Eso es mentira. Sabes que tengo tu teléfono hackeado, pero no sabes quién puede escucharte. No llamarías a nadie por miedo a que descubran donde estás y qué está pasando.
Jonathan trató de mantenerse impasible para no darle el gusto de confirmarle que había dado justo en el clavo.
La mejor opción era salir de allí a toda velocidad, pero su subconsciente de dejaba de gritarle que en el momento que le dieran la espalda a Jack estarían acabados.
Se alejó unos pasos de donde estaba el otro atado, para intentar hablarle a Murakami, quien lo miró acercarse recelosos.
—¿Quieres sobrevivir, verdad? —Le susurró tapándose la boca con una mano para que Jack no pudiera leer sus labios —¿Sabes que la mejor forma para salir de esta es obedecer mis órdenes verdad?
El asintió temeroso.
—Ve a la entrada del centro comercial. Hace apenas unas horas hubo un caso de asesinato en la planta de arriba, puede que todavía quede algún policía por la zona. Diles que vas de parte del Detective del Oeste Hattori Heiji.
El hombre lo miro suplicante, probablemente con miedo de moverse y alejarse a cualquier parte. Probablemente ya no confiaba en nadie. A Jonathan tampoco le gustaba la idea de dejarlo solo, con la suerte que tenía igual escapaba y le perdía la pista. Y aun había muchas cosas que necesitaba preguntarle.
—Ajjj, mierda. —Masculló con cansancio. Se pasó una mano por la cara tratando de serenarse y pensar en sus posibilidades.
Ninguna, en realidad.
O dejaba allí solo a Jack, o mandaba a Murakami a buscar ayuda. No tenía otra forma de ponerse en contacto con nadie.
Aunque en realidad había otra opción, pese a que no quería pensarlo. No era capaz de tomar esa decisión y menos bajo la mirada desafiante de Jack. Casi parecía como si se estuviera mofando de él por no ser capaz de hacer nada, y probablemente era lo que estaba haciendo. Jonathan no quería darle el gusto de dejarse manipular por él.
De pronto escuchó un ruido. Un sonido hueco y desagradable como si algo se hubiera roto de golpe. Una milésima de segundo después, cuando vio la sombra a sus pies moverse, se dio cuenta de que ese ruido había sido exactamente eso: el sonido de la mano de Jack al romperse. El muy loco se había dislocado el dedo pulgar para poder liberarse de su amarre.
La sombra oscura se puso de pie a una velocidad sorprendente y arremetió contra él. Jonathan tardó demasiado en reaccionar y recibió el placaje de frente, cayendo al suelo con el cuerpo del otro quedando encima de él. Al caer soltó sin querer la pistola, la cual se deslizó por el suelo unos metros lejos de ellos.
Jack se lanzó sobre su cuello y hubiera logrado rodeárselo por completo con aquellas aterradoras manos dislocadas de no ser porque el agente del FBI consiguió interponer sus propias manos en la trayectoria.
Agarró a Jack fuertemente por la mano que tenía dañada y la apretó con la clara intención de hacer daño para intentar conseguir recuperar la ventaja que al caer al suelo de espaldas había perdido. Pero el asesino ni se inmutó y eso solo consiguió que otro escalofrío le cruzase la espalda.
—¿Qué pasa Jonathan? Sabes que nunca me has ganado en una pelea cuerpo a cuerpo. Ríndete. —Escupió con odio e ironía.
El policía se revolvió inquieto y resopló tratando de contraatacar.
Jack tenia una fuerza que no parecía humana y poco a poco empezaba a ganarle y a acercarse peligrosamente a su cuello, así que Jonathan reunió todas las fuerzas que le quedaban y le pegó un cabezazo que por fortuna acertó en la nariz. Escuchó otro ruido seco y sintió como el hueso cedía bajo el peso de su frente, rompiéndole la nariz.
Esta vez sí que Jack soltó un quejido de dolor y su visión se nubló por unos segundos, así que se llevó una de las manos por instinto a la cara, momento que el policía provechó para girarse rápidamente sobre sí mismo y quitárselo de encima.
Después valoró sus opciones, que si antes ya eran pocas ahora eran ninguna, no ahora que sabía que atarlo definitivamente no iba a servir de nada porque encontraría la forma de soltarse incluso si tenía que dislocarse los hombros.
Solo una, y ya había quedado claro que no tenía más opción.
Se enderezó rápidamente, aprovechando los dos segundos que tardó Jack en recuperar la concentración, corrió hasta donde había ido a parar el arma cuando el asesino lo tiró al suelo y la recogió, apretándola con fuerza en sus manos. Resopló, balanceó el arma y tomó una decisión.
Levantó el brazo y apuntó. Dudó solo durante una milésima de segundo, durante la cual el rubio lo miró un poco (solo un poco) sorprendido. Después disparó.
La bala impactó de lleno, Jack apenas había tenido tiempo de ponerse de nuevo de pie y mucho menos reaccionó a tiempo como para esquivar el disparo. Soltó un quejido ahogado y Murakami pegó un grito asustado y sorprendido desde el escondite a donde había corrido en cuanto la pelea empezó. El hombre herido cayó al suelo estrepitosamente, golpeándose las rodillas contra este y aterrizando prácticamente sobre su costado. Inspiró con gravedad y de seguido empezó a reírse ruidosamente.
—Eres un hijo de puta. —Masculló entre carcajadas.
Jonathan sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Acababa de pegarle un tiro en la pierna y él se estaba riendo.
—¡Jonathan! —Gritó cabreado.
Intentó levantarse, ahogándose un grito de dolor, pero Jonathan actuó más rápido y lo volvió a tirar al suelo, luego volvió a atarlo rápidamente, lo cual no fue tarea fácil porque pese a estar herido el hombre se las apañó para presentar pelea.
Una vez lo tuvo maniatado de nuevo, esta vez asegurándose de que no pudiera soltarse ni aunque se dislocase la otra mano, guardó el arma en el bolsillo y llamó a Murakami.
—Nos vamos. —Le dijo.
—¿Lo vas a dejar así?
—¿Ahora sientes pena por él? —Preguntó seriamente, lanzándole una mirada cansada al científico.
Este negó con la cabeza, dubitativo.
—Nos vamos. —Repitió, agarrándolo por el hombro, obligándolo a darse la vuelta y echar a caminar hacia la salida del almacén.
En cuanto salieron del campo de visión de Jack el joven policía empezó a sentir como por fin empezaba a respirar de verdad y sus hombros se destensaban. ¡Qué miedo acababa de pasar! No se podía creer lo que acababa de pasar.
Salieron corriendo del almacén y Jonathan se digirió a la cabina de seguridad, donde sin dar muchas explicaciones le cogió el teléfono y marcó el número de su inspector.
"También tengo que llamar a una ambulancia" pensó mientras se ponía el teléfono al oído esperando a que Edogawa contestase.
Después de todo no era un asesino a sangre fría que pudiera dejar como si nada a alguien morir desangrado.
…
Continuará...
¡Que levante la mano quien sabía que el espía era Jack! Sí, lo sé, soy demasiado predecible.
Este es otro de esos detalles que creé desde el principio y que, a la tonta e ingenua yo de dieciséis años le parecía una idea genial e infalible, pero a medida que iba escribiendo la historia me iba arrepintiendo cada vez más de hacer algo tan obvio e infantil. Pero ya no había forma de cambiarlo.
Probablemente no lo recordéis pero el primer capítulo (sin contar el prólogo) empieza con Jonathan llegando tarde a comisaría porque no le había sonado el despertador (que es su móvil). Ahí fue donde toda esta trama empezó. Además de que siempre fui muy cantosa y obsesiva con el teléfono móvil de Jonathan.
Nos leemos en el próximo capítulo.
