Disclaimer: Todos los personajes le pertenecen a JK Rowling, la trama a la genia de Bex-Chan.

Este capítulo fue corregido por Nanaa04(Nat)


HUNTED

Capítulo XXXVI:

Estrellas

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La pequeña Shelly Warrington era una hermosa mezcla de sus padres, completo con los ojos azules cielo de su madre y el pelo color chocolate de su padre. Draco alzó una ceja ante la niña de dos años y medio cuando ella caminaba con parsimonia sobre sus piernas que iba aprendiendo de a poco alrededor de su sala de estar, alejándose de la presencia siempre protectora de su padre para darle a Hermione una mirada curiosa.

—Grande —dijo con su pequeña voz, señalando con su dedo gordo a su madrina.

—Bueno, en eso no se equivoca.

Los ojos de Draco se movieron a su bruja en el sillón opuesto mientras ella comenzaba a reírse, poniendo una mano delicada por sobre su estomago hinchado y mirando a la niña con cariño.

Él quería suspirar aliviado.

Hermione estaba atravesando por una etapa muy maliciosa de su embarazo y había estado preparada para lanzarle un Avada hace menos de dos horas atrás cuando él había señalado que otro suéter no le quedaba bien. Fue un error tonto, lo sabía, pero se le había escapado. Temiendo por su propia vida, había insistido en que Amelia y Caleb vinieran con su hija, sabiendo que su inminente asesinato era menos probable con algunos testigos alrededor.

Si había una cosa que había aprendido sobre el embarazo, era que los hombres estaban jodidos desde el primer día.

Había millones de libros dedicados para preparar a las mujeres para los síntomas inevitables y las hormonas, pero todavía tenía que encontrar un manual que indicara a los hombres cómo lidiar con ellos.

La etapa de los antojos había estado bien, aunque había algo muy inquietante el ver a tu novia crear viles mezclas que consistían en tocino y chocolate o chips cubiertos de crema. Después de algunas semanas de algunos besos que sabían extraño, sus enervantes hábitos alimenticios se habían calmado, aunque tenía un fetiche constante con la mermelada; una conserva que previamente había odiado.

La etapa de llanto había sido agotadora, y Draco había tenido que esconder ese control remoto para evitar que Hermione llorara con los anuncios de la protectora de animales y cualquier otra cosa que tuviera una leve dosis de riesgo. Incluso se vio obligado a tomarse algunos días cuando ella comenzó a llorar cada vez que se iba a trabajar por las mañanas.

La etapa cachonda, cruelmente las más corta de todas las etapas, había sido jodidamente genial. Su consejo para cualquier futuro padre era no dejarse llevar por una falsa sensación de entusiasmo. El sexo había sido en cualquier parte y en cualquier momento durante dos semanas completas, antes de llegar a la etapa de enojo. Convencido de que ella seguiría razonablemente cachonda una mañana, la había despertado con esperanza de un "rapidito" antes del trabajo, y ella por poco no le arrancó la cabeza.

Él había guardado su varita en un armario en una noche particularmente mala; solo para estar a salvo.

Ahora la veía con un sentido total de asombro. Estaba casi lista, y cuando tenía una sonrisa sobre su rostro como la que tenía en este momento, le sentaba perfectamente. Observó el anillo antiguo en su dedo y logró detener la mirada de afecto que amenazaba robar sus facciones. Ella estaba conversando animadamente con Amelia mientras Shelly continuaba su pequeño viaje hacia las dos hijas de Muggles y era llevada al regazo de su madre.

Se dio vuelta de mala gana cuando sintió que Caleb le empujaba el brazo. —Cincuenta galeones a que tu primogénito termina en Gryffindor —murmuró en voz baja.

Draco frunció el ceño y volvió a mirar a su ahijada, quien ahora estaba extendiendo las palmas de sus manos sobre el duro abdomen de Hermione mientras que Amelia trataba de explicar de que había un bebé adentro.

—Cien Galeones a que Shelly estará en Hufflepuff —replicó él sarcásticamente, estrechándole la mano con un tirón firme. —Será mejor que recuerdes esto en nueve años.

—¿Niño? —Shelly preguntó de repente, y Draco regresó su mirada a las tres mujeres.

—Todavía no lo sabemos, ángel —Hermione explicó lentamente. —Podrás ver en dos semanas.

—¿Tienes algún presentimiento de lo que puede ser ? —Amelia preguntó con una sonrisa cómplice, acariciando distraída el cabello de su hija.

—Bueno, yo creo que es una niña —contestó la bruja, mirando a Draco. —Pero Draco está convencido de que es un varón…

—Porque es un varón —dijo él, dándole una mirada de confianza. —Te apuesto cincuenta galeones.

—¡No voy apostar por nuestro hijo que todavía no nació! —espetó enojada, no viendo la mirada de desconcierto que compartieron los hombres. —De todas maneras, no. En verdad no creo en toda esa basura sobre que la panza alta significa varón o lo que sea.

—¿Y qué hay de los nombres? —Amelia continuó. —¿Todavía no han pensado en ninguno?

—Bueno, —la otra bruja exhaló. —Draco quiere mantener su tradición familiar utilizando la astronomía, y realmente me gusta la idea. El único problema es, que los nombres de varones son bastantes limitados. Me gusta Thuban, y de hecho está en la constelación de Draco, lo que me parece bastante genial…

—Es un nombre horrible de eme —Draco frunció el ceño, sabiendo que tenía que cuidar el lenguaje alrededor de Shelly después de un poco de práctica. —No entiendo que está mal con Scorpius…

—Ese nombre roza la crueldad infantil —ella contra atacó rápidamente, habiendo luchado en esta pelea varias veces en las semanas previas. —Especialmente porque el bebé puede llegar a ser de hecho de Escorpio.

—¿Qué hay de los nombres de niñas? —la otra bruja intervino, reconociendo los comienzos de una discusión inducida por el embarazo cuando veía una.

—Acordamos de llamarla Lyra —Hermione suspiró, reclinándose en el sofá con un fuerte gemido. —Mataría por una copa de vino en este momento.

Draco sonrió ante el comentario, pero vaciló cuando sintió algo que golpeaba su tobillo, y un gemido felino robó su atención. El entusiasmo de Shelly fue instantáneo y se esforzó para salir del agarre de su madre y fue directo a la mascota pelirroja.

—Probablemente quiera comida —dijo su prometida, y él notó el cansancio en su voz. —Llévate a Shelly, Draco. Sabes que le encanta acariciarlo.

—Está bien —él gruñó, levantándose de su asiento. —Vamos, Shelly —dijo, manteniendo vigilado de cerca a la brujita mientras los seguía a él y al gato a la cocina.

A pesar del próximo nacimiento de su propio hijo, él seguía sintiéndose un poco incómodo alrededor de su ahijada, y estaba satisfecho en dejar que Hermione la colmara con devoción de su parte. Le entregó a Shelly una pequeña bolsa de golosinas para gatos y observó cómo ella hacía su rutina habitual; sentándose de piernas cruzadas sobre el suelo y alimentar a Crookshanks con risitas inocentes y ojos asombrados.

Él se cruzó de brazos y se reclinó contra la mesada; frunciendo el ceño cuando una ola de nociones inquietantes lo inundó. Y no era la primera vez. Cuanto más se acercaba la fecha límite/la fecha de dar a luz de Hermione, más inadecuado y desprevenido se sentía. Convertirse en padrino había sido lo suficientemente desalentador, así que Merlín sabía cómo lidiaría con ser padre.

Observando a la pequeña de dos años, recordó lo rápido que se había sentido protector y consciente de su bienestar. Se uniría a Caleb en un peligroso alboroto si alguien alguna vez ponía un dedo sobre la niña, pero eso no era suficiente. Estaba bastante seguro que los niños requerían afecto, y eso ciertamente no era su punto fuerte.

Por otra parte, Caleb era difícilmente cariñoso, y era un padre brillante. Si su primogénito lo adoraba tanto como Shelly adoraba a Caleb; sería un hombre muy afortunado.

—Bebé pronto —la pequeña de pelo oscuro capturó su atención, y él bajó la mirada para encontrarla viéndolo expectante. Con una risa breve, se agachó así estaba a su altura, y ella inclinó la cabeza para mirarlo con ojos sonrientes.

—Sí —él asintió lentamente, despeinando un poco su cabello. —Bebé pronto.

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—Ow — Hermione se quejó en voz baja, pasando sus palmas suaves por su abdomen tenso. —Pequeño y travieso cabrón, ¿no es así?

—¿Me estás hablando? —su prometido le dijo del baño, su voz fuerte y por sobre el bajo estruendo de la ducha.

—No, —ella contestó, acomodándose cuidadosamente en la cama y respirando hondo. Escuchó que se cerraba el agua y Draco entró al dormitorio con una toalla atada a sus caderas. Ella se mordió el labio inferior y miró las líneas siempre seductoras de su torso, decorado con gotas que la hacían sentir sedienta. Pero otra punzada en su estómago robó sus ideas lujuriosas.

—¿Estás bien? —preguntó cuando ella se encogió por el dolor, estando en su lado en un instante. —¿Qué sucede?

—Nada —le dijo calmada. —Alguien está un poco inquieto esta noche…

—Te llevo a San Mungo…

—No seas tonto —lo regañó, tomándolo de la mano y apoyándola contra su bulto animado. —Ves, todo está bien. Ella solo se está moviendo mucho…

Él se está moviendo mucho —argumentó, extendiendo la palma un poco más.

—Ya veremos —la bruja sonrió, dándole un beso rápido. —¿Me puedes pasar mis notas, por favor? Tal vez ayude a distraerme.

Él rodó los ojos agitado pero de todas maneras se las pasó, sabiendo que nunca era sabio discutir con una bruja embarazada quien podría alcanzar su varita. Supuso que tenía suerte. Al menos ahora ella estaba trabajando en temas de igualdad, habiendo renunciado a su posición de Auror; algo por lo que él estaba infinitamente agradecido. Ahora estaba feliz revoloteando entre su trabajo de P.E.D.D.O y sus propias oficinas que trabajaban con la igualdad de oportunidades para los hijos de Muggles y Mestizos. También tenía otros proyectos, y él a menudo se preguntaba cómo lograba mantener todo en línea.

Pero parecía estar feliz, y eso era suficiente para él.

Él solo deseaba que ella se tomara un descanso de su habitual personalidad de ratón de biblioteca, pero eso era obviamente demasiado pedir.

—No me mires así —ella le advirtió. —No quiero retrasarme…

—Estás de licencia por maternidad—le recordó, descansando la manos sobre su estómago antes de escucharla sollozar. Movió los ojos para encontrarla dándole una de sus miradas extrañas. Otra vez. —¿Qué?

—Lamento haberte regañado antes —ella murmuró, poniendo la palma sobre sus nudillos. —Son solo…

—Las malditas hormonas —terminó por ella, sonriendo cuando su estomago volvió a vibrar. —Sí, lo sé.

Ow, ow, ow, ow…

—Ow —ella siseó, expulsando una respiración temblorosa. —No voy a dormir mucho esta noche.

Él frunció el ceño. —Mañana me voy temprano —le dijo calmado, pero sabía que ella podía ver su inquietud.

—Vas a ir a volver a verlo. —No era una pregunta. Ni tampoco una acusación. —Han pasado tres años, Draco…

—Sé que no te gusta…

—No me tiene que gustar —replicó ella rápidamente. —Simplemente no entiendo qué estás intentando obtener. Él ha contestado la mayoría de tus preguntas…

—No es suficiente —murmuró amargadamente, pero sus dedos se movieron para darle una caricia lenta a su estómago duro. —Esta será la última vez. Después de que él nazca, no regresaré más. Lo prometo.

Eso pareció satisfacerla, ya que le dio una sonrisa de agradecimiento. —Gracias —suspiró, y luego le dio un golpe juguetón en su brazo. —Pero deja de decir él.

—Es un varón —afirmó. —Sé que lo es.

—Sobre los nombres de varones —ella dijo calmada, y él observó una expresión bastante serena en sus rasgos. —¿Qué te parece Caleum?

Él ladeó la cabeza y la contempló por un momento. —¿Es una estrella?

—De hecho es una constelación —lo corrigió rápidamente, y él reconoció ese tono estudioso con un suspiro de cansancio. —No una muy conocida, lo admito, pero está ahí. Está en el hemisferio celeste austral y estoy bastante segura que está junto a Pictor y Columba, aunque podría ser…

—Granger —él interrumpió, mirándola aburrido.

—Lo siento —se mordió el labio, mirándolo esperanzada y cubriendo su mano un poco más. —Entonces, ¿qué te parece?

—Caelum Malfoy —él probó, dándole a su panza redonda una sonrisa reflexiva.

—Te gusta, —ella sonrió, evidentemente disfrutando su victoria. —Me doy cuenta. Entonces ¿tenemos nuestro nombre de varón?

—Supongo que sí.

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Él odiaba dejarla cuando seguía durmiendo, y la culpa lo siguió todo el camino a Azkaban. El bebé había seguido moviéndose sin descanso casi toda la noche, y si bien él había logrado dormir cinco horas, estaba bastante seguro que ella apenas había descansado una hora cuando él se había ido.

—Te ves hecho mierda —el guardia conocido comentó mientras marchaba por el sombrío corredor.

—El niño ya nos está dando problemas con nuestros patrones de sueño —Draco se encogió de hombros, tapando un bostezo.

—No sabía que ya había tenido el bebé…

—No lo ha tenido —él frunció el ceño, metiendo las manos en los bolsillos mientras el habitual frío comenzaba a envolverse a su alrededor. —¿Ya está adentro?

—Sí, está adentro —el guardia asintió, señalando la puerta con una expresión de aburrimiento. —Adelante.

Con un pequeño gesto de su rubia cabeza, Draco abrió la puerta empujándola con el hombro y marchó hacia la habitación para mirar al único residente con el ceño fruncido. Zabini apenas levantó la cabeza para saludarlo, pero apenas podía hacer algo en estos días.

Ahora habían dejado de encadenarlo a la pared. En su lugar, estaba mágicamente atado a una silla, aunque Draco se tenía que preguntar qué necesario eran las restricciones.

La verdad era que Blaise ya no era un peligro para nadie. No era útil ni como adorno.

Después de años de palizas constantes y brutales, el cuerpo de Blaise se había finalmente rendido y dejó de responder a los hechizos de curación. Ambas piernas estaban paralizadas; una infinitamente quebrada de un ángulo antinatural que Draco había causado él mismo. Sus brazos estaban en un estado similar, solo podían moverse lentamente, y uno estaba en una posición rara después de que su hombro había sido permanentemente dislocado. Otra vez, por Draco.

La piel oscura de su rostro estaba deformada con cicatrices dispersas y abolladuras violentas, y su pelo negro estaba coronado con algunas canas prematuras. Estaba débil por los largos periodos de inanición intencional y castigos por privación de sueño, y uno de sus ojos se había puesto blanco por la ceguera.

Estaba fracturado. Quebrado. Un semi humano cuyo cuerpo nunca más volvería a funcionar apropiadamente, y Draco sabía que la mente también estaba a punto de morir.

Bien.

Esta era el arte de Draco. Una obra maestra Malfoy.

Un extraño conglomerado de orgullo, enojo y decepción siempre lo inundaban cada vez que lo miraba, y hoy sería la última vez. Por ese motivo, se permitió unos minutos para examinarlo, permitiendo que los recuerdos nostálgicos se unieran con las cicatrices relevantes.

Eventualmente, Blaise había sangrado la verdad. Todos los detalles habían sido anotados y guardados en los expedientes del caso. La implicación de Blaise con el Movimiento Vendetta había sido explorado y habían lidiado con los ataques en Europa. Sus negocios en la Industria del Quidditch le habían permitido viajar con relativa facilidad, y le había hecho a Draco saber que incluso su conexión con él había hecho las cosas un poco más simples.

Esa había sido la razón de su pseudo-amistad. Esa había sido la razón por la que Blaise lo había mantenido cerca con falsas lealtades. Incluso había confesado la esperanza que tenía que Draco se sentiría eventualmente seducido por los antiguos ideales de los Sangre pura.

—¿Recuerdas la última vez que vine a visitarte? —preguntó al hombre condenado lentamente.

—Sí, —fue la respuesta vacilante —hace algunas semanas.

Había sido hace cuatro meses; una indicación más de su mente deteriorada.

—¿Recuerdas lo que sucedió? —Draco dijo bruscamente; mostrando impaciencia en sus rasgos.

—Me hiciste esta cicatriz —él contestó, moviendo la mano temblorosa en un punto a lo largo de su mejilla. —Y esta…

—¿Recuerdas lo que te dije?—¿Sobre el embarazo de Granger? —él confirmó con un gesto aburrido. —Sí, recuerdo cómo casi me ahogué con mi propio vomito…

—Suficiente, —el mago pálido frunció el ceño, pasándose los dedos por el pelo. —A estas alturas deberías haber aprendido a no irritarme…

—Bueno, las opciones de entretenimiento en este lugar son un poco insuficientes…

—Fue hace cuatro meses —él interrumpió. —Estuve aquí hace cuatro meses atrás.

Una mirada de resignación y derrota sofocaron el rostro de Blaise; extrañamente realzado por su piel mutilada. Sabía lo que venía. Sabía que su cordura se estaba resquebrajando; derritiéndose como hielo en el verano.

—¿Por qué sigues viniendo aquí, Malfoy? —preguntó tenso. —He contestado tus preguntas…

—Y las respuestas no fueron satisfactorias —Draco frunció el ceño, inhalando una respiración entrecortada —Vine aquí a mirar el espectáculo.

—Entonces adelante con eso.

—Hoy no —él murmuró, negando con la cabeza. —Esta vez no…

—¿Y qué es exactamente tan especial esta vez? —preguntó, un espasmo incesante sacudiendo su cabeza a un lado.

—Es la última —dijo Draco simplemente, estudiando la mirada confundida que se cruzó por el rostro del prisionero. —No regresaré después de hoy.

El pánico se mezcló con la confusión, y por un momento Blaise se veía como un niño olvidado. —¿Por qué?

—Porque voy a ser padre, —afirmó, una cálida llama parpadeó en su estómago mientras decía las palabras en voz alta. —Y los padres no torturan a las personas…

—El tuyo lo hizo…

—¡Entonces esa es una razón más por la que no lo haré! —él espetó, un gruñido amenazador jugando con sus labios. —He hecho lo que quise contigo. ¡Mírate! ¡No eres nada! Tu cuerpo se ha rendido y tu mente te seguirá en breve…

—Esto es quien eres, Malfoy —dijo el mago con cierta dificultad. —Puedes tratar de jugar a la familia feliz con Granger todo lo que quieras pero soy la prueba viviente de que te queda algo de maldad…

—No es maldad —le discutió Draco fríamente. Terminantemente. —Soy un maldito humano. He hecho lo que es necesario; lo que te mereces…

—Y todo por el amor de una Sangre sucia —Blaise frunció el ceño, respirando hondo, acción que lo hizo encogerse por el dolor.

Las uñas de Draco se clavaron en su palma mientras consideraba darle una bofetada con el dorso de su mano. Pero no.

—No me volverás a ver nunca más —prometió fríamente, y con un gruñido de despedida se marchó.

Él nunca sabría que sus visitas le habían proporcionado a Blaise un sentido de rutina, y sin eso, él finalmente se deslizó a un estado mental que estaba más allá de la esfera de la ayuda. Y los guardias lo ignoraron y permitieron que su cerebro se marchitara y llorara con una locura desesperada.

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Draco fue por un largo paseo antes de regresar al trabajo; pasando por un camino desconocido solo para aliviar los últimos pensamientos siniestros que siempre parecían perdurar después de una reunión con Zabini. Esa era una de las ventajas de ser jefe de su departamento, además Caleb estaba más que capacitado de contener el fuerte hasta que él regresara. Supuso que ahora era alrededor de las diez de la mañana, lo que significa que solo había perdido una hora. En todo caso, era normal.

Y la normalidad era un lujo.

Si bien su trabajo estaba lejos de ser aburrido ya que todavía tenía que seguir lidiando con muchos magos oscuros,rápidamente se había establecido en una vida con una cantidad apropiada de emoción. Una vida que se sentía lo más cercano a lo normal que alguna vez conseguiría.

Todo parecía normal en el Ministerio mientras caminaba por los conocidos pasillos y se cruzó con los rostros habituales. Estaba capaz un poco más tranquilo de lo que había esperado pero los patrones del Ministerio fluctuaban como marea desiguales, y eso era parte de la razón del porqué disfrutaba trabajar aquí. Entrando a su departamento, frunció el ceño cuando vio que la oficina de Caleb estaba vacía. Estuvo a punto de preguntar a algunos de sus empleados por su paradero cuando su amigo irrumpió en la sala luciendo como si acabara de regresar de un partido de Quidditch de siete días.

—¿Dónde-dónde diablos te habías metido? —dijo agitado salvajemente. —¡Te he estado buscando por todos partes!

—¿Qué demonios…?

—Hermione está en trabajo de parto.

Los pulmones de Draco se expandieron y sus rodillas amenazaron con ceder. Había escuchado las palabras, pero su cerebro se negaba a comprenderlas.

—Mierda —él murmuró, justo cuando sus extremidades comenzaron a volver a moverse. Luego salió corriendo. —¿Dónde…

—¡San Mungo! —Caleb gritó por delante, sus piernas le ardían para mantenerse al ritmo de la adrenalina de Draco. —Amelia está con ella…

—¡Mierda! —gritó, empujando a un lado a un mago bastante debilucho mientras iba en estampida hacia la Red Flu. —¡Se adelantó dos semanas!

—¿En verdad estás sorprendido que el primer hijo de ustedes sea impaciente?

Su amigo no pudo evitar una burla sarcástica cuando finalmente vieron las chimeneas, pero Draco apenas lo escuchó. Sus nervios y la urgencia estaban nublando sus sentidos hasta el punto que nada se sentía siquiera cerca. Solo un horrible contorno borroso a su alrededor mientras tomaba el polvo y gritaba el nombre del hospital.

Las llamas verdes lo succionaron completo.

Conocía el camino del pabellón de maternidad. Había estado allí cuando Shelly había nacido. Sus piernas lo llevaron; sus músculos le ardían con su ritmo frenético. Vio a Amelia hablando con una Medibruja y sintió que su pecho ardía de terror cuando vio la mirada sombría en sus rostros.

—¿Dónde está? —espetó con un aliento tembloroso.

Amelia lo miró detenidamente. —Draco…

—¿Dónde demonios está?

—Sr. Malfoy —la otra bruja interrumpió, y él la estudió con una mirada condescendiente. —La Srta. Granger está adentro…

—¡Déjeme verla! —exigió. —¡Ahora!

—Lo siento pero no podemos…

—¿Qué demonios…?

—Sr. Malfoy —ella exhaló cansada. —Hemos tenido un par de complicaciones…

—¿Complicaciones? —él repitió, mirando a Amelia, quien asintió triste.

—El bebé corre peligro…

—Tiene que dejarme entrar…

—Pero tenemos las cosas bajo control…

—¡DÉJEME ENTRAR EN LA MALDITA SALA!

—Sr. Malfoy —la Medibruja le dio una mirada ansiosa pero seria. —Necesito que entienda que los Sanadores no pueden dejarlo entrar…

—¡Y necesito que usted entienda que es mi prometida la que está ahí! —gritó, mirando a la bruja mayor. —Ella me necesita ahora…

—Ella está bien —la bruja insistió, poniendo nerviosa un mechón canoso detrás de su oreja. —Todo está saliendo bien, pero va a tomar un tiempo. Regresaré a buscarlo si algo cambia.

Lo que sea que fuera a decir quedó ahogado en la superficie de su lengua. Aprovechando su silencio, la Medibruja huyó de su vista y él quedó solo con una grave sensación de impotencia. No podía verla. No podía hacer nada para ayudarla. Y había complicaciones. Complicaciones. Sentía cómo el enojo chispeaba dentro de él, pero se apagó cuando una pequeña mano tiró de sus dedos.

Ni siquiera se había dado cuenta que Shelly había estado con su madre.

Ella levantó la cabeza e hizo mohín con su boca. —Sonríe —dijo, un poco torpe por su edad.

Él miró fijo a la pequeña por un momento antes de que sus ojos cambiaran a la pareja casada, ambos mirándolo preocupado e inseguros. Él se tambaleó hacia atrás, cayendo a una de las sillas de espera, el rostro entre sus palmas.

Un pensamiento nubló su mente, y se concentró hasta que su cabeza le dolió, aunque le había jurado a Hermione que nunca haría esto. Se obligó a sí mismo a entrar en la mente de su prometida y tuvo un segundo para ahogarse en su pánico y miedo antes de que sintiera que ella lo apartaba.

Pero su miedo había dejado una cicatriz en su mente.

«Te amo»

No tenía idea si ella había recibido su mensaje mental.

Sabía que todas las salas tenían encantamientos silenciadores, pero juraría hasta el día que se muriera que las vibraciones de sus gritos lo alcanzaron y le provocaron escalofríos en su espalda.

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Habían pasado nueve horas. Eran casi las diez de la noche, y todavía no habían noticias. Solo esperando y solo jodidamente suponiendo lo que estaba sucediendo.

Potter, su esposa Weasley y su exasperante hermano habían llegado. Le había tomado cada último suspiro de su control para no estrangular a sus dos inútiles amigos, pero había logrado reinar en sus puños palpitantes.

No había abandonado la silla.

Él había sentido a alguien sentarse junto a él y al instante supo que era su madre. Olía a la Mansión, y él le dio una mirada agitada de reconocimiento. Sus costillas estaban pesadas con plomo para hacer otra cosa.

—¿Sabes? —ella murmuró, poniendo una mano maternal sobre su hombro. —Lo mismo sucedió cuando naciste. Viniste antes y me tomó doce horas…

—¿Así que es otra maldición de ser un Malfoy? —espetó ásperamente, masajeándose el puente de la nariz.

—Estoy intentando decirte que todo va a estar bien —ella explicó. —Estas cosas suceden bastante a menudo…

—Solo déjame en paz —le dijo, su tono bajo y fatídico.

Él pudo ver que ella estaba apunto de ofrecer más palabras de consuelo vacías así que él apartó su mano y se levantó de su asiento. Alejándose de la pequeña multitud que había comenzado a reunirse, dejó que sus pies lo condujeran por los pasillos largos y demasiado limpios hasta que se metió en una habitación vacía y se dirigió directamente a la ventana.

La abrió de golpe y se apoyópesadamente contra el alfeizar, permitiendo que la brisa de noviembre atravesara su piel. Hermione había tenido razón; su primogénito iba ser de Escorpio.

Observó el cielo de la noche y estudió las estrellas; arrugando la frente con la carga de un padre que todavía no había conocido a su hijo. Miró las constelaciones conocidas. Orion. Cancer. Tauro. Ahora eran todas tan irrelevantes, como si alguien simplemente hubiera desparramado azúcar en la parte posterior de sus parpados. O tal vez el polvo de tiza que aun tenían que cambiar de la pizarra.

Miró por sobre su hombro cuando escuchó que la puerta se abría. Eso fue bueno, aunque no lo admitiría. El aislamiento tendía a arañarle el cerebro hasta que sangraba ideas peligrosas.

—Caleb —lo llamó secamente. —Siempre fuiste un imbécil sabelotodo.

—Gracias…

—¿Cuál es Lyra? —preguntó, señalando con la cabeza hacia el cielo cubierto de estrellas.

Caleb frunció el ceño pero se acercó a la ventana y buscó los patrones conocidos. —Lyra está junto a la tuya —murmuró cuidadosamente, apuntando el dedo hacia la noche. —¿Ves esa estrella muy brillante? Esa es Vega, es la estrella principal de Lyra.

La mirada atormentada de Draco se posó en ese lugar por unos segundos antes de dejar escapar un aliento congelado. —¿Y dónde está Caelum?

El otro hombre ahogó un gruñido. —Caelum es bastante débil —murmuró, arrastrando los ojos por los hemisferios. —Pero está ahí. ¿Ves esas dos estrellas ahí? Esa es Eridanus, y Caelum está justo debajo. Esas cuatros estrellas allí.

—Son débiles —asintió con los labios crispados.

—Ella va a estar bien —Caleb afirmó en un tono que era engañosamente seguro. —Y el bebé también.

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Ya habían pasado doce horas, y Draco se encontró de regreso en su asiento, observando cómo Shelly dormía en el regazo de su padre junto a él. Ahora era menos claustrofóbico. Los Potters y Weasleys se dirigieron a la sala de espera de los visitantes después de que Caleb fulminó con la mirada al grupo de pelirrojos y les aconsejó que le dieran a Draco un poco de espacio.

Él apenas notó cuando dos Sanadores dejaron la habitación, y la Medibruja estaba de nuevo delante de él; esta vez con una sonrisa prometedora que se sentía extraña entre sus pensamientos negativos.

—Ahora puede entrar y verlos —le dijo. —Todo está bien.

Él simplemente la miró por unos segundos antes de que su cuerpo volviera a funcionar solo. Vaciló con pies torpes y frenéticos hasta que estuvo en la habitación, y sus ojos preocupados se posaron de inmediato en ella. Sintió que su interior se hacía nudos y se plegaba en un desorden que dolía.

Ella estaba brillando por el sudor; su pecho se levantaba en suaves olas mientras respiraba. Estaba sonrojada, con manchas rosadas brillando sobre su piel, y su cabeza estaba inclinada hacia a un lado, de frente hacia él. Pero sus ojos estaban cerrados; y eso detuvo sus pasos. Él no sabía por qué pero necesitaba que los abriera; para darle la bienvenida y alentarlo a que entre a la habitación.

Y lo hizo. Abrió lentamente los ojos y le sonrió.

—Hey —exhaló ella débilmente, y él corrió a su lado.

—Hey —él murmuró, tomando su mano egoístamente y apretándola con fuerza. —¿Cómo te sientes?

—Como si el Expreso de Hogwarts me hubiera pasado por encima —confesó ella, pasando los dedos perezosamente por su mandíbula. —¿Ya lo viste a él?

Draco parpadeó. —¿Él? —repitió, sus ojos se redondearon en unos círculos de color gris piedra. —¿Es un varón?

—Sí —ella sonrió, acomodándose para sentarse. —Tenías razón.

—¿Dónde está?

—Justo aquí —dijo ella con una risa suave, la mirada confundida pero ansiosa de él siguió su mano.

Entonces se dio cuenta de la pequeña cuna al otro lado de la cama, y avanzó vacilante hacia ella. Su respiración se detuvo cuando miró dentro de la cuna improvisada y vio el meñique y la tenue corona de cabello rubio. Su cabello. Oculto con la seguridad de una tela blanca, solo pudo ver el rostro de su hijo y sus pequeños puños mientras él jugueteaba y hacía pequeños sonidos de lloriqueo; confirmando que definitivamente era real.

Un recién nacido.

Su hijo recién nacido.

Caelum.

—Maldición —murmuró, acercándose un poco más. —Esto es extraño.

—Lo sé —escuchó que Hermione murmuraba, y él se giró para verla mordiéndose el labio con un destello de entusiasmo en su mirada. —¿Qué está haciendo?

—Durmiendo —contestó, volviendo a mirar la cuna. —Es tan jodidamente pequeño…

—Draco…

—Jota pequeño —se corrigió rápidamente, bajando las cejas al pensar cuando movió un dedo consciente para acariciar la mejilla del bebé.

—Bueno, se adelantó un par de semanas —le recordó, estirando la espalda así podía ver a su hijo. —Pero se pondrá al día. Tráelo aquí.

Él le lanzó una mirada escéptica. —¿Está bien si lo levanto?

—Él está bien —le aseguró. —Solo ten cuidado con su cabecita.

Draco supo que estaba temblando un poco, no confiando en sus manos para sostener a Caelum seguro. La cabeza de su hijo cabía en la palma de su mano mientras se concentraba únicamente en mantener sus acciones fluidas y controladas. Se quedó quieto por un momento, solo sosteniendo el ligero pero significante peso antes de pasar cuidadosamente su hijo a los brazos de su prometida.

—Quiero otro —se apresuró en decir, mirándola a los ojos para mostrar que hablaba en serio. —Tal vez un par más…

—¿Qué, ahora? —ella se rió, inclinando la cabeza y sonriendo cuando Caelum cerró lentamente su puño alrededor de su dedo. Siendo honesto podía decir que ella nunca se había visto tan deslumbrante como lo estaba en ese momento. —Por cierto, también te amo, incluso aunque hayas usado Legeremancia en mí…

—Ellos no me dejaban entrar…

—Lo sé —ella suspiró, su sonrisa, como siempre perdonando. —Solo…mantén tus promesas en el futuro.

Él sabía de lo que ella estaba hablando, sobre sus visitas a Blaise, y sus ojos absorbieron su familia, él supo que el nombre del que alguna vez fue su amigo nunca volvería a salir de sus labios. Draco lo borraría de su mente, hasta que no fuera más que un susurro de un recuerdo que nunca podría ser alcanzado.

—Te amo —le dijo con seriedad, pasando sus dedos por los finos cabellos de la cabeza de su hijo. No se lo decía a menudo; de hecho casi nunca, pero parecía apropiado, y quería asegurarse que ella lo supiera antes de que la horda de admiradores entrara a la fuerza.

—Lo sé —ella susurró, inclinándose para darle un beso desesperado, que fue rápidamente interrumpido por el sollozo de un bebé.

Él sintió la sonrisa de ella sobre sus labios cuando Caelum Malfoy lanzó sus primeros llantos saludables.

—Será mejor que te acostumbres a esto.

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Notas de Traductora: Yyyyy….colorín, colorado otro fic terminado ;-)

No saben el conjunto de sensaciones que tengo al completar otra traducción, esa sensación de vacío que uno cada vez siente que termina algo de leer, pero sobre todo siento un gran agradecimiento hacia todas ustedes, gracias a todos lo que le dieron favorito y siguieron la historia capítulo a capítulo, pero principalmente gracias a aquellas lectoras que dejaron reviews; hay muchas de ustedes que dejaron comentario prácticamente en todos los capítulos y por eso estoy eternamente agradecida….¡Son unos ángeles!

A continuación les dejo una nota de mi beta Nanaa04(Nat) que estuvo conmigo durante toda la historia y gracias a ella pudieron tener una mejor lectura, gracias también a Lightfeatherxa por haberme ayudado con un par de capítulos

Notas de Nanaa04(Nat): Y... se acabó; Muchas gracias a todas las lectoras por acompañarnos en estos meses, siempre pendientes de cada actualización. Cuando Sandra me pidió que la ayudara a editar y corregir este fic me emocioné mucho ya que es uno de mis favoritos y espero que sea el de ustedes también. Espero leernos pronto.

Bueno, ya me voy despidiendo de esta obra que nos trajo la genia de Bex-Chan, todo un icono en el mundo Dramione en inglés, recomiendo todas sus historias, las mayoría las traduje yo, y su superclásico "Aislamiento" que lo pueden encontrar en el perfil de Ashamed Kawaii, y que junto a otra gran traductora Albaa terminamos de completar.

Ha sido un absoluto placer. No hay manera de expresar lo agradecida que estoy por haberme acompañado en este proyecto. Nos seguiremos viendo con muchas historias más de nuestra pareja favorita, no me van a sacar de encima muy fácilmente. Un besote y un gran abrazo para todas ustedes. ¡Las quiero muchooo y nos seguimos leyendo!