N/A: Dedicado a Miki Villegas :) 3


Capítulo 4

Movía su pie nervioso, miraba pero no observaba lo que hacían los Oni, sentía un palpitar molesto en su pecho, casi podía jurar que chocaba con su caja torácica, empujando a tal punto que poco a poco se subía a su garganta y lo vomitaría en cualquier momento. No sabía cuánto tiempo había pasado desde que había llegado al otro mundo, lo único que tenía presente era oír de una vez si lo que esa niña decía era verdad. Constantemente se preguntaba en qué haría una vez que tuviera la respuesta ¿Algo cambiaría si fuera verdad? La duda lo asaltaba a momentos pero rápidamente la olvidaba al concentrarse en que no, nada pasaría porque su mujer ya estaba muerta y la chiquilla no era más que eso, una chiquilla.

―Han muerto muchas personas…―susurró Goku, notablemente cansado y hambriento, giraba hacia Vegeta esperanzado de oír un "vámonos", pero lo único que veía era determinación. El saiyajin no se movería hasta obtener su respuesta y eso significaba que ya podía ir asumiendo el regaño que Milk le daría.

―Creo que lo encontré―comentó cansado el Oni de un cuerno― ¿Bulma Brief, terrícola?―preguntó levantando la cabeza del libro, Goku asintió mirándolo apenado, podía ver sus grandes y marcadas ojeras después de leer sin descanso. Y es que cuando lo intentaron, Vegeta fue muy claro en precisar que no habría descansos hasta que dieran con la respuesta. ―Bien… estado del alma, reencarnada―afirmó sin dejar de mirar la hoja de papel amarillento por el paso del tiempo.

― ¿R-reencarnada?―balbuceó sorprendido― ¡Eso es genial! ¿Sale en dónde está?―preguntó ansioso, Goku giró hacia Vegeta para sonreírle y ver su emoción, pero lo único que vio fue a un saiyajin serio y estático, casi parecía un cuerpo sin vida, como si fuera una estatua.

―Uhm―el Oni leyó por unos minutos más, impacientando a ambos saiyajin que aunque Vegeta parecía estar ausente, estaba atento a cualquier información―esto es raro.

― ¿Qué?―preguntó con la voz golpeada, haciendo respingar a los presentes―Dilo de una maldita vez.

―C-claro, claro… no se altere―pidió suplicante, suspiró agotado y continuó hablando―es que sale que su alma fue reencarnada en el mismo año de su muerte, en cosa de horas. Las almas tardan en purificarse y luego reencarnar ¿Qué pasa con ésta? Y reencarnó en el mismo planeta, en un cuerpo femenino otra vez ¡Qué extraño es!

―Vaya…―murmuró sin entender del todo lo que hablaba el Oni― ¿Qué harás, Vegeta?

―Vámonos―ladró sin mirarlo. El saiyajin de melena alborotada parpadeó un par de veces y luego giró hacia los Oni, uno se estaba quedando dormido y el otro bostezó sin cubrirse la boca.

―Deberíamos pasar donde Dende, para que nos diga dónde está.

―Esto no es de tu incumbencia, Kakarotto. Vámonos―dijo con calma aparente, mirándolo fijamente y el saiyajin alto por un momento pensó que se le lanzaría a morderle. Había visto antes al príncipe saiyajin enojado, incluso incontrolable por su maldad pero nunca tan amenazante como ahora, no necesitó incrementar su poder, lanzar alguna bola de energía o transformarse, bastó una mirada fría e intimidante para silenciarlo. Se acercó a él sin abrir la boca, tocó su hombro y se despidió y agradeció al par de Oni, para finalmente tele-transportarse de vuelta a la Tierra.

― ¿Qué es lo que harás…?―preguntó cuándo llegaron, pero el saiyajin orgulloso ya había levantado vuelo. ―Pfff… supongo que irás a verla. ―sonrió melancólico sin dejar de ver la estela que el príncipe había dejado en el cielo.


(…)


Mientras volaba sin dirección, no dejaba de pensar en ella, en esa joven. Ella no era su mujer ¿Qué implicaba que tuviera su alma? ¿Qué significaba a grandes rasgos? ¿Qué consecuencia tenía para él y su familia? Era una niña, no tenía la sangre de sus hijos ni había vivido un matrimonio con él, no era su Bulma pero no dejaba de pensarla. Sus gestos, su altanería, su… belleza. Era ella. Si obviaba ciertas diferencias como el color de pelo y juventud, era ella pero a la vez no ¿En qué se convertía si la volvía a ver? ¿Estaría engañando a su esposa por eso? Bulma ya no estaba, y esa niña no era Bulma, de eso estaba seguro pero a la vez no podía dejar de pensar en que se le parecía mucho. Demasiado.

La confirmación de que la niña no mentía, que los recordaba, hacía que todo fuera más complicado aún. No podía negar ni dejarla como una farsante, no podía olvidar ni darle la espalda a la situación, no podía evitar sentirse más confundido y dolido. Si asumir que su mujer había partido le fue doloroso y difícil, que le sacudieran todo ese sentir nuevamente le traía más problemas, sobre todo ahora que le restregaban en la cara que ella había vuelto, cuando no era así. Sólo era su alma, nada más, la niña tenía una vida, una familia y esa no eran ellos. Y aun así… ¿Por qué buscaba desesperadamente el ki de su hijo?

No quiso asumirlo. No quiso reconocer que lo seguía porque debía hablar con él, porque su hijo le creyó a la niña desde el comienzo ¿Qué podía obtener de Trunks? Información… ¿Comprensión? Era normal refugiarse en su familia cuando algo andaba mal, pero él no estaba acostumbrado a hacerlo, solo con Bulma y desde su partida que ya no tenía con quien buscar consuelo, incluso con su muerte, no se refugió en sus hijos. Y ahora lo buscaba… tragó saliva, ansioso, necesitaba entender de alguna manera sus sentires y la situación, qué hacer, qué paso dar, qué sentir o pensar. El príncipe estaba hecho un lío.

Detuvo su vuelo abruptamente al sentir el familiar ki de su hijo, frunció el ceño al notar su elevación de poder y no tardó en encontrar su dirección. Para cuando llegó al lugar en que creyó sentirlo, estaba sobrevolando en unas calles desconocidas repobladas de casas pequeñas muy juntas entre ellas. Frunció el ceño mirando el lugar, se detuvo en una esquina solitaria al ver un vehículo que reconoció, el de su hijo. El auto parecía estacionado sin hacer nada, pero apenas llegó a volar sobre él, el vehículo partió. Se quedó mirando el espacio ahora vacío, giró hacia la dirección en que Trunks se había ido y luego hacia la opuesta y entonces se quedó paralizado al ver la melena larga de color lila que reconoció al instante. La niña estaba entrando a una de esas casitas a unas dos cuadras de dónde él estaba sobrevolando, ni siquiera lo pensó y voló en su mismo recorrido.


(…)


―Estoy en casa…―murmuró desanimada al cerrar la puerta detrás de sí. Se quitó los zapatos de escuela y subió el pequeño eslabón. Caminó lentamente hacia la escalera, intentando obviar la irritación que sentía al ver esa diminuta escalera. Antes no le molestaba la casa siendo Rena, ahora como Bulma, la odiaba.

―Bienvenida, hija―se asomó su madre desde la cocina con unos paños en sus manos. La adolescente asintió en su dirección, no pudo hablarle ni saludarla, quiso seguir su camino pero la voz de la mujer se lo impidió―Rena… ¿Así te viniste de camino a casa?―preguntó escandalizada. Bulma se detuvo y observó su apariencia, no vio nada malo en ella, giró hacia su madre y antes de preguntar la mujer se le acercó dando grandes zancadas― ¿Es que no tienes vergüenza?

― ¿De qué hablas?―preguntó frunciéndole el ceño.

― ¿De qué hablo? Mira tu pelo desordenado―se le acercó lo suficiente como para invadir su espacio, Bulma retrocedió un par de pasos topando con la escalera, tuvo que afirmarse del pasamanos para no caer―y ¡Esos botones desabrochados! Te he dicho lo que provocan las mujeres, anda a cambiarte ahora. No quiero volver a verte así, Dios te está mirando.

―Hacía calor―se defendió, intentando no reírse por su discurso―me daré un baño.

No oyó su respuesta, subió hasta la segunda planta y caminó hacia su habitación. Una vez dentro, cerró la puerta con seguro y lanzó la mochila al suelo. Observó el orden de su cuarto y frunció el ceño, su madre entraba todos los días a ordenar y limpiar, cada cuaderno, cada peluche, cada prenda en su lugar… a regaños y golpes había entendido desde niña a no alterar ese orden. Daba un repaso a su infancia, y comprendía lo fría y desagradable familia que tenía ahora. Su padre, un ser severo, que hablaba solo cuando algo no le parecía. Su madre, la que no se callaba nunca y vivía comentando lo pecaminosas que eran sus vecinas y las mujeres que asistían a la iglesia. Su hermano mayor, un tipo burlesco y abusivo, que siempre le quitaba las cosas y vivía sometiéndola, ahora que era Bulma, todo ello le molestaba demasiado, como Rena aprendió a soportarlo y como Bulma, no creía poder hacerlo.

Caminó hacia la ventana y corrió la cortina, abrió las puertecitas dejando entrar la brisa fresca de la tarde, algunos mechones sueltos se movieron junto a la corriente. Miró el árbol que la saludaba todos los días, impidiéndole mirar más allá de sus frondosas ramas.

―Estúpido árbol―gruñó. Se dio media vuelta y sin desabotonar su blusa se la quitó, la dejó caer al suelo y siguió con el botón de su falda. Rápidamente se deshizo de cada prenda de su uniforme y ropa interior. Caminó desnuda por su cuarto, cosa que Rena nunca hizo y que Bulma estaba acostumbrada a hacer. Fue hacia su armario para sacar unas toallas limpias y antes de poder cerrarlo, quedó mirando su reflejo en el espejo de una de sus puertas.

Con ambas manos tomó su larga melena, la amontonó en su cabeza, simulando un corte estilo "bob". Con lo enredado que estaba, el corte le quedaba fatal, suspiró fastidiada y lo dejó caer, la cascada lavanda pastel chocó de golpe con su espalda desnuda. Sus grandes ojos bajaron hasta sus senos, y el enojo creció; ver su cuerpo desnudo era una tortura, cada parte le molestaba más que la anterior, sus senos no eran pequeños pero les faltaba desarrollarse, su físico era como el que tuvo alguna vez siendo Bulma Brief, antes hubiera buscado las esferas del dragón con tal de ser más joven, y ahora, ver su rostro aun infantil, sus senos pequeños y sus caderas sin haber experimentado ningún parto, le frustraba. Era una adolescente, su hija estaba más desarrollada que ella ¿Cómo Vegeta la iba a tomar en serio luciendo así? Sacó las toallas y su bata de baño con movimientos bruscos, y dio un portazo. El armario completo se sacudió, se puso la bata y salió de su cuarto.


(…)


Entre las ramas de un viejo árbol del patio de la casa de la chiquilla, estaba él. Miraba con ojo crítico todo el lugar, era una casa más pequeña de la que imaginó pero su estudio no duró demasiado cuando oyó como las puertas de una ventana no muy lejos de él se abrían de golpe. Se sobresaltó sobre la rama gruesa que le servía de silla y alcanzó a afirmarse del tronco, movió su cabeza intentando ver entre las hojas hasta que la encontró, a ella, a no más de dos metros y medios de distancia. La joven estaba en el segundo piso-si es que podía llamarlo así-no tuvo tiempo de estudiarla ni esconderse, ella ya le había dado la espalda y eso lo alivió. Se escabulló un poco entre las hojas, para poder verla mejor cuando la niña se alejó de la ventana, pero no se movió ni un centímetro más cuando la encontró en medio de un diminuto cuarto, desvistiéndose.

No se dio cuenta que abrió la boca, ni que la observaba sin perderse detalle de sus movimientos. El descuido con el que dejaba caer las prendas le recordó a su Bulma, pero su cabello largo le recordaba que no era ella, su pelo y su cuerpo se lo gritaban. Frunció el ceño molesto, desvió la mirada por unos segundos pero su curiosidad pudo más y volvió a mirarla, no pudo negarse que algo se le removió en el interior, sin embargo, no quiso analizarlo en ese momento. Mientras ella jugaba frente a un espejo, no dejaba de mirar su piel pálida, era tan pequeña… se preguntó si acaso él era más alto que ella, desde la distancia le parecía serlo. Siempre le fue atractivo el cuerpo de su mujer, y el de la niña le llamó la atención pero no a ese nivel, porque su cuerpo se lo volvía a recordar, esa chica que decía ser su Bulma era una niña. A sus ojos no era más que una mocosa, una mocosa que le inquietaba.

Observó su vida, su entorno, conoció a las personas que componían su familia y a la única conclusión que llegó, es que esa joven llevaba una vida miserable. La vio vestirse, organizar sus cosas y ociar en su habitación hasta dormirse sobre las cobijas, esparramada de piernas abiertas y con la brisa que entraba de la ventana. No esperó demasiado hasta volar al interior del cuarto, escondió el asombro al oler el lugar, la fragancia dulce e infantil le hizo sentir mareado. Caminó hasta ella, se quedó mirándola unos minutos. Su pelo estaba suelto y ocupaba casi toda la cama, de cerca pudo corroborar el parecido con su hija, pero mayormente con su mujer. El parecido que lo confundía. No quiso quedarse más, la tomó sin mayor esfuerzo con un brazo y con el otro levantó las cobijas, la acostó con suavidad y cubrió con las mantas hasta su barbilla. Miró su rostro unos segundos más, sin creer lo que estaba viviendo y a la vez, intentando asumirlo. Ella era real, la niña no mentía, bufó por lo bajo molesto consigo mismo y giró sobre su talón para largarse.

―Quédate un poco más―su cuerpo entero se tensó, sintió el nudo en su garganta y su abdomen pesado. Giró con calma aparente para poder enfrentarla pero su sorpresa mezclada con susto, murió cuando la vio con los ojos cerrados y respirando pausadamente. «Habla dormida…» pensó, arrugó sus cejas incómodo ¿Cómo era posible que se pareciera tanto a ella y a la vez no fuera ella? ―entrena conmigo…―abrió sus ojos de par en par al escucharla, de pronto sentía que todo daba vueltas. Aquello, aquello se lo decía su esposa cuando quería que se quedara con ella por las mañanas ¿Entonces? ¿Era ella? ¿Era su mujer? ¡¿Por qué diablos le pasaba eso a él?! Irritado, salió dispuesto a escapar pero se detuvo en la ventana. No lo pensó demasiado, salió y antes de volver al árbol, cerró ambas puertas. Y su huida quedó en el olvido y sin premeditarlo, cuidó de su sueño desde la distancia, sentado en la incómoda rama.


(…)


―Puedes irte, mamá―le sonrió falsamente.

―Dijiste que Hana vendría a buscarte―le respondió sin mirarla, concentrada en la calle. Bulma suspiró, le había mentido a su madre diciéndole que se iría a quedar el fin de semana donde su amiga para que pudieran hacer un proyecto de biología, y con lo aprehensiva que era la mujer, no dudó en ir a dejarla a la escuela que era el supuesto punto de encuentro―se está tardando la muchachita.

―Mamá―comentó molesta―Hana tenía cosas que hacer ¿No deberías ir a preparar la cena?―la mujer frunció el ceño y giró hacia su hija, la miró de pies a cabeza y asintió conforme. Bulma en cambio se contuvo para no gritarle, su madre se había quedado en el siglo pasado y la hacía usar vestidos largos o pantalones anchos, cualquier prenda que no destacara y sobre todo, fuera decente, que no exhibiera ni un centímetro de piel, incluso en verano. Nunca había ido a la playa o piscina por lo mismo, su madre estaba empecinada en criar una "niña decente".

― ¿Y a qué hora iba a venir tu amiga?―preguntó mirando su reloj de pulsera.

―Tenía que pasar por unos encargos, no sé cuánto tarde―comentó segura de su mentira―descuida mamá. Me comportaré y no daré de qué hablar.

―Bien. Llámame al llegar a la casa de tu amiga―Bulma asintió, la mujer se despidió con un beso en su mejilla y volvió a casa.

Pudo respirar tranquila una vez que la vio doblar en la esquina y perderse en la siguiente calle, miró su atuendo avergonzada. Era una adolescente que vestía con prendas pasadas de moda y no necesitaba ser una adolescente para apenarse por su ropa ¡Era tan fea! Suspiró y prefirió apresurarse, su hijo la estaría esperando donde siempre.

Sintió la misma alegría de siempre al verlo, él la recibió sonriente y afectuoso. Viajaron por toda la Capital Este para poder llegar al departamento de Trunks, un penthouse en el edificio más alto de la Capital Oeste. No necesitaron pasar por un estacionamiento, en la terraza, el automóvil volador cupo a la perfección y el Presidente de la Corporación no tardó en encapsular el vehículo.

Hace mucho tiempo que no veía tanto lujo, la joven miró emocionada la terraza donde podía ver toda la ciudad desde su lugar. El estilo del penthouse era elegante y a la vez simple, había una piscina no muy lejos de ellos y antes de poder hacer el intento de acercarse, oyó un chillido dentro del interior del inmueble.

― ¡Bulma! ¿Qué ropa es esa, cariño?―volteó rápidamente al oír la dulce y aguda voz de su madre. Sonrió ampliamente y corrió en su dirección, la mujer no alcanzó a abrir los brazos para recibirla cuando fue bruscamente abrazada por la adolescente. Se tambalearon por el impulso, pero Trunks, quien las miraba emocionado, alcanzó a sostenerlas para que no cayeran―Hija mía… no sabes cuánto te extrañé…

―L-lo siento mucho―balbuceó, apegando su rostro al pecho de su madre. Recordó vagamente cómo los trató siendo su hija bilógica cuando era una cría, eso cambió al madurar y ahora, al ser nuevamente una adolescente, no volvería a repetir esa tontería. Estaba viviendo una oportunidad única, volver a sentir el calor de sus seres queridos y estar con ellos, ser partícipe de su vida, era un regalo que no quería desperdiciar. Se abrazó con más fuerza a la anciana que lucía un corte moderno de color ceniza en su cabello, fue imposible no pensar en su hija y en Vegeta. Volvía a tener una oportunidad… tenía que conseguir que la aceptaran, quería poder amarlos sin reservas.

Trunks las hizo entrar luego de unos minutos del intenso abrazo. Bulma no se centró en la sala de estar en particular, pero si en el anciano que sentado la esperaba, con una sonrisa gentil y mirada amable. Corrió hacia él, se sentó en el suelo y lo abrazó para poder quedar a su altura. A su padre se le notaba demasiado la edad, no como a su madre, y estaba segura que si no fuera por la situación cómoda con la que vivía desde hace tanto tiempo gracias a su trabajo y logros, su vejez no sería la misma y probablemente hubiera muerto antes que ella.

―Dios… el parecido es…―Mai no pudo terminar su idea. Se quedó de pie al lado del abuelo de su esposo, cubriendo su boca, sin dejar de mirar a la muchachita.

―Mai…―murmuró Bulma al soltar el cuello de su padre―estás muy linda―la mujer le sonrió en respuesta, a pesar de su notable juventud y cambios como su peinado y color de cabello, seguía siendo igual a la Bulma que conoció cuando trabajaba para el Emperador Pilaf, como cuando vestía ese atuendo tan bonito estilo árabe. Claro, era más fácil decir que se parecía a Bra, ya que nadie sabía que ella la había conocido en esa época, siendo mucho mayor que la madre de su esposo.

―Y… usted demasiado joven―sonrió en respuesta―cuando Trunks me contó, no lo podía creer―comentó mientras se sentaba junto a su hijo en el sofá más cercano, su madre se ubicó en el respaldo de la silla de ruedas que usaba su padre y ella se quedó dónde estaba, sentada en el suelo apoyada en las piernas de su viejo padre.

― ¿Y sus hijos?―preguntó al darse cuenta que solo se oía una melodía como ruido ambiente y fuera de eso no había más sonido que ese. ―Trunks nunca me hablaste de tu familia ¿Soy abuela?

―N-no―respondió su hijo―es que no hemos tenido hijos. ―Bulma los miró sorprendida, la pareja había pasado los treinta años, ella había tardado en embarazarse e incluso tuvo a Bra más o menos a la misma edad que ellos. Sonrió divertida al verlos, supuso que el tema seguía siendo vergonzoso para ambos lo que no entendía mucho, ella nunca fue tímida y Vegeta tampoco.

― ¿Y no piensan tenerlos?―preguntó curiosa. Cuando el semblante de su hijo se apagó y el de Mai se entristeció, entendió que había algo más que timidez― ¿Qué ocurre?

―No puedo ser madre―confesó su nuera―nos hemos hecho tratamientos, pero nada resulta―terminó diciendo con una sonrisa triste. Bulma observó a su hijo, quien miraba a su esposa lleno de afecto, entendía que con la nobleza que caracterizaba a Trunks, éste apoyaría en cualquier situación a su mujer. No podía sentirse más orgullosa de él, siempre sintió que su bebé era un ser tan distinto a ella y Vegeta, era superior en todo sentido. No era tonta, tanto Vegeta como ella tenían defectos pero en su hijo no los veía. Era imposible no sentir calor en su pecho al mirar a la pareja, y sin pensarlo, habló.

―Déjenme ayudarles―los cuatro en la sala la quedaron viendo, notablemente confusos, por lo que prefirió hablar sin pausas, para no alargar la situación y-según ella-darles una buena noticia rápidamente―podría prestarles mi útero. Ser de vientre de alquiler para ustedes.

― ¡¿Qué estás diciendo, mamá!?―preguntó sorprendido. Mai miró perpleja a la jovencita, le fue extraño escuchar a su esposo llamar así a la niña, por cuestión de apariencia netamente, era difícil de acostumbrarse pero para Trunks parecía algo normal y fácil de aceptar.

―Lo que oíste―respondió segura―hay tecnología para hacerlo y el dinero. Si quieren ser padres, puedo ayudarles―dijo sonriente―yo feliz pasaría por ese proceso, otra vez―susurró lo último.

―Mamá…―negó sacudiendo su flequillo lacio―eres una adolescente y no dejaré que hagas eso. ―sentenció mirándola con seriedad, Bulma frunció el ceño, dispuesta a hablar pero el joven prosiguió sin darle tiempo a responder―estamos bien con Mai, es algo que ya tenemos hablado. No tienes por qué sacrificarte.

―No es un sacrificio, Trunks―murmuró en voz baja―no tengo problema alguno y quizá cuando cumpla la mayoría de edad podría ser, pero deberían considerarlo.

―Muchas gracias por tu oferta―contestó Mai con rapidez, para zanjar el tema. Sabía que Trunks no cedería al respecto, cuando el presidente de la Corporación tomaba una decisión, no cambiaba de parecer. ―lo pensaremos.

―Como quieran―soltó alzando la barbilla― ¿A qué hora comemos?

―Pasemos al comedor―murmuró su nuera poniéndose de pie. Bulma fue ayudada por su hijo para poder levantarse y siguió de cerca a la mujer de pelo negro. Trunks guío la silla de su abuelo, mientras que su abuela se acercó a su hija y la abrazó, caminando juntas por su hogar. Trunks admiraba en silencio a sus abuelos, esposa y madre, sin dejar de sonreír al verlos. Si su hermana y padre sintieran la dicha que él sentía en ese momento, no dudarían dos veces en aceptar a la adolescente. Al ver a su madre después de saber que su padre había ido a verla, creyó que la joven estaría más alegre y se lo contaría, si nada le había dicho era porque nada había pasado. Podía entender de todas formas a su padre, seguramente por la curiosidad se le acercó, era pronto para que él la aceptara. Solo esperaba que su madre no sufriera por ello, nunca fue paciente, mucho menos cuando se trataba de su padre. Sonrió divertido al recordar tantas discusiones entre ambos.

A momentos, la joven se sentía extraña… mientras reía y comía junto a su familia, sentía que no era parte de eso. Se confundía, quería creer que era debido al tiempo que estuvo sin ellos ¿Era eso o su vida como Rena le pesaba más de lo que creía? Un extraño malestar le oprimió el pecho, de pronto ver a Trunks como su hijo se le hizo incómodo. Observaba al hombre mirar con amor a su esposa, a sus abuelos e incluso a ella, sobre todo a ella misma y empezó a dudar ¿Estaba bien meterse en su vida? sabía que fue parte de ella antes pero ¿Ahora? ¿Tenía el derecho de volver a exigir un lugar entre ellos? ¿Incluso con ese cuerpo? De pronto se le quitó el hambre, miró el plato refinado y dejó el tenedor a un lado. La presión en su pecho no se iba, por más que intentaba olvidar esas ideas, la inquietud no se disipaba.

― ¿Estás bien?―le preguntó su hijo―te ves cansada ¿Quieres ir a recostarte un momento? Preparamos una habitación especialmente para ti―comentó preocupado. Una siesta, sí, eso le haría bien. Siempre que dormía soñaba con su vida pasada, y al despertar lo sentía todo tan reciente que su voluntad se sentía más fuerte que nunca. Eso le hacía falta.

― ¿Te quedarás aquí?―preguntó decepcionada su madre― ¿Por qué no vienes a la Corporación? te sentirás cómoda en tu espacio―Bulma observó su plato, miró los vegetales y el tenedor, pensativa, el silencio se prolongó entre los presentes pero la joven no pudo responder. «Mi espacio… ¿Realmente sería mi espacio?» ―no te preocupes por Bra y Vegeta, aun no nos morimos, todavía podemos mandar en nuestra casa jo jo jo―rio fuerte la mujer, haciendo que los demás se contagiaran con su humor. Trunks, a pesar de reír junto a los demás, se quedó mirando preocupado a su madre que, seguía mirando su plato, sin unirse a las risas colectivas.

«Bra… ella. Podría verla…» pensó; levantó su mirada del plato y observó a su madre, sin pensar en la respuesta, habló con su impulsividad innata―Pero… ella no quiere verme.

―Tendrá que acostumbrarse―habló su padre, su voz avejentada se hacía notar entre todos.― ¿Quieres verlos, verdad?― entreabrió sus labios de modo inconsciente, él tenía razón. Quería verlos, a pesar de sus dudas, de sus miedos y de su incomodidad momentánea, quería verlos. Quería saber de ellos.

«Quiero verlos… los necesito. A ambos. A todos. Si los veo… podré estar segura, sabré realmente quien soy. Rena o Bulma… sabré a quien le pertenece este cuerpo», se dijo, y asintió al mismo tiempo que cerraba sus ojos y se percató que tenía las pestañas húmedas, estaba llorando. Movió su mano por inercia hacia su ojo derecho, con la yema de sus dedos palpó sus pómulo y párpado inferior mojados, corroborando su llanto inconsciente pero que al notarlo, lo soltó con más ganas. Fue su madre quien se levantó primero, para confortarla. Tenía vergüenza, no quería levantar la mirada y prefirió esconderse en el pecho de su madre, sintió un peso extra en el abrazo que sostenían, pero no se molestó en ver qué pasaba.

Trunks no se negó a los deseos de su madre y aunque se había entusiasmado preparándole la habitación junto a su esposa, prefería verla feliz y su llanto lo había desarmado emocionalmente. Pocas veces vio a su madre derramar alguna lágrima, no era algo a lo que estaba acostumbrado y verla ahora le rompía el pecho. No había prisa… ella no se iría y podían repetir esa visita en cualquier momento, él no pensaba dejarla ir. 16 años sin ella habían sido suficientes.


(…)


Llegaron al gran domo antes de que atardeciera. Trunks fue a dejarlos, y se quedó con ellos unos minutos antes de irse. Tanto para la joven como para el presidente de la empresa, les era difícil de despedirse. Eran en esos momentos en que Bulma no dudaba ni se sentía mal, donde estaba más segura que nunca de qué era lo que quería, cuando estaba con su hijo, ella no pensaba en otra cosa que ser su madre y esos destellos de inseguridad quedaban en el olvido. Desde que había visitado por primera vez la Corporación que esas dudas habían terminado, o eso creyó.

Recordó a su madre actual-todo era tan enredado-y fue al primer teléfono que recordaba, de su mochila sacó una libretita donde tenía el número de Hana, a la cual llamó rápidamente. Había olvidado avisarle a su madre que había llegado pero para su suerte, su amiga la cubrió mintiéndole a su madre cuando la llamó a la casa de su amiga, diciendo alguna excusa para esconder su engaño. Quedó de contarle la verdad en el colegio, no sabía bien qué decirle pero ya se le ocurriría.

―Hija, ven a cambiarte esas ropas tan feas―murmuró la mujer de pelo platinado―puedes usar algo de Bra… esa niña nunca bota nada―se quejó suspirando.

―Espero que no se moleste―respondió siguiéndola por los pasillos de la Corporación.

―Ya no la usa, no debería molestarse―Bulma no respondió, si fuera su ropa, aunque no la usara, si le molestaría que alguien más se la ponga sin pedirle permiso. Pero era mejor no negarle nada a su madre.

Después de cambiarse por unos jeans simples pero modernos y un top con estampado, la joven fue libre de pasear por la casa. Algunos criados se quedaban observándola sorprendidos, Bulma ya imaginaba que tipo de cuentos estaban surgiendo por su repentina llegada, pero no se preocupaba, cada trabajador tenía un contrato estricto sobre la privacidad de la familia que no podían quebrantar. Sin dejar de mirar a su alrededor, mientras amarraba su largo cabello en una coleta alta, notó que muchas cosas seguían igual de siempre. Quizá habían modernizado algunos sistemas, como el de la ventilación, calefacción o iluminación, pero a grandes rasgos todo estaba igual. La misma decoración que ella había ordenado y supervisado antes de caer enferma. Esos días no se sentían tan lejanos, mientras miraba hacia el patio desde una ventana de la primera planta, se preguntó si aquello seguía así por ella, o porque nadie se dio el trabajo de cambiar las cosas. No sabía qué opción le incomodaba más. Respiró profundamente, cada minuto que pasaba en la Corporación la hacía sentir más confundida, el inmueble no le traía más que recuerdos pero no por ello se sentía dueña de ello. Sabía que no los había vivido como tal y tenía la sensación de estar usurpando memorias, ver en el jardín una piletita de plástico y a Trunks siendo un bebé juguetear en el agua, o ella tomando sol luciendo un provocativo bikini para seducir a Vegeta, le parecía todo tan lejano y a la vez tan cerca. Todo era tan confuso para la adolescente que no sabía qué paso dar ni qué pensar.

Y aun así, sonrió al pensar en sus intentos de seducción… Le había costado demasiado atraer a Vegeta a su cama, al menos más que a un hombre normal porque ninguno la rechazaba, pero no Vegeta. Él siempre se le escapó de los parámetros normales, porque no era normal. Y era eso lo que le gustaba de él. Dejó de mirar la ventana así como al pasado, a su pasado, y siguió con su paseo. Dio esa caminata tan familiar, sus pasos se fueron acelerando al acercarse a esa sala que tantas veces visitó por diferentes motivos, se le formó un nudo en la garganta al oír el motor de la gravedad funcionando. Él estaba allí, como tantas veces. Él siguió su rutina incluso sin ella… y eso estaba bien ¿No? Pero ¿Por qué se sentía mal al pensarlo? Se detuvo en frente de la puerta con el cartel "Gravity Room", sentía su pecho dolido y caliente, la inseguridad parecía pan de cada día con su cuerpo actual, era una mala costumbre de Rena, lo sabía, y la culpaba a ella al sentirse fuera de lugar, al sentir que al final ellos habían seguido su vida sin ella y sin ella estaban bien. Era lo correcto, era normal y lo mejor que hubieran seguido su vida pero no dejaba de pensar que era injusto. Que ella no los había querido dejar y le había tocado hacerlo.

Se dio la media vuelta rápidamente, pero el ruido de la puerta al abrirse detrás de ella la detuvo. Giró sobre su talón con el corazón en su garganta, los latidos eran molestos pero la expectación por verlo era más preocupante para la joven. Fue cosa de segundos, donde la joven al voltear y verlo, escupió con rapidez sin siquiera concentrarse en sus gestos, sorpresa o lo que fuera que pasara por la mente de Vegeta.

― ¡Me invitaron!―soltó a la defensiva, dando un respingo en su lugar y mirándolo con los ojos bien abiertos pero su ceño arrugado y sus labios fruncidos.

―Me da igual―respondió él, sin demostrar lo mucho que se le apretujó el pecho al ver sus muecas tan iguales a las de su mujer. No quiso mirarla más, dio un paso al lado y se alejó, caminando rápidamente, intentando restarle importancia a su presencia.

―Eso… ¿Eso significa… lo que creo?―preguntó en un susurro, pero él no se detuvo ni le respondió. Sin embargo, para la joven era una respuesta clara y reveladora:

Él no la rechazaba… tenía una oportunidad para recuperarlo.

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N/A: Lamento mucho el tiempo que tardé en actualizar este fic, pero como muchas las que leen este fic y leen los demás que hago, saben el motivo. En fin, creí que podría subirlo ayer pero llegué tan cansada a casa que no pude. No sé si lo sientan lento o rápido, pero a pesar de que muchas esperábamos más interacción entre ambos (Vegeta y Bulma) sentí necesario especificar otros detalles, como la relación con sus padres y el cómo se sienten con todo esto. Ahora Vegeta sabe que Rena no es una falsa pero aun así no es su Bulma y no la aceptara tan fácil. Así como veo, quizá sea un fic más largo de lo que pensé xD

En fin, gracias a quienes leen y dejan rw, no recuerdo si los contesté antes, es que soy olvidadiza para otras cosas que no sean mis historias xDDD ni mangas y series 9-9

Perdón la mala ortografía, las letras extras o faltantes.

Nos leemos!