Recuerdo que cuando era muy pequeño, cada viernes mi madre asistía a reuniones sociales con mujeres de la clase alta, al ser ella del mismo mundo buscaba intereses parecidos, tener alguien con quien charlar mientras mi padre se mataba trabajando en el hospital; me molestaba mucho que me dejara solo con la nana pero tiempo después, ya de grande, vine a comprender lo aburrido que era para ella estar todo el tiempo en la casa sin nada que hacer y aunque no me dejaba solo, yo como todo niño era muy posesivo, sin importar cuántos berrinches hiciera igual se iba y todo por divertirse, aunque cuando regresaba la notaba muy decepcionada, decía que todas eran unas "tontas superficiales", llegó un punto en el que quiso tirar la toalla pero, fue justo en ese momento que conoció a Kuchel, concordaron tanto que en poco tiempo se convirtieron en las mejores amigas; después de verse dos veces, me llevó a su casa para que la conociera…

Nos encontrábamos en el auto, el chófer dirigiéndose a un punto desconocido para mí, y mi madre observando mis expresiones, su rostro reflejaba sus pensamientos, unos muy manipuladores. -Cariño, te vas a divertir.-

-Lo dudo mucho…- Agaché la cabeza deprimido.

-Ay, pinta ese ánimo.-

-Me voy a aburrir, tú platicarás cosas de adultos que yo no entiendo.- Dije con pesadez.

-Pero si tú no estarás conmigo.- Expresó alegremente.

-¿Qué? -

-Kuchel me platicó que tiene dos hijos casi de tu misma edad.- Continuó.- Así que te la pasarás muy bien.- Sentí alegría emerger de mi interior.-

-¡¿Enserio?!- Exclamé emocionado, a lo que ella asintió.

-Así que quita esa cara, queremos llevarnos bien todos, ¿sí?-

-¡Sí!-

-Muy bien…oh, parece que ya llegamos.- Miré hacia delante y vi mucha vegetación y un portón enorme, la familia de la amiga de mamá eran personas con mucho dinero y poder, de niño no comprendía el nivel de reconocimiento político, económico y social que portaban, algo que de generación a generación se traspasaba y crecía más y más; sólo bastaba con que desearan algo, tronar los dedos y todos se postraban a sus pies; eran y son personas muy aferradas a conseguir lo que quieren y eso los había llevado al éxito.

-Mamá hace diez minutos dijiste que habíamos llegado.-

-Si hijo pero, no tenía idea de que fuera tan grande.- Pasaron otros diez minutos más, para que por fin lográramos ver una mansión enorme.- Ahora sí, ya estamos aquí.-

-Ya era hora…- Me apachurre fastidiado en el asiento.

-Vamos, no olvides que tienes que sonreír.-

-Si…- El chofer estacionó el carro en el estacionamiento principal, había bastantes autos y todos eran de lujo.- Mamá, no me dijiste que había una fiesta.- Mi madre se rió de mis inocentes palabras.

-Ja, ja, no hijo, los autos son de mi amiga.-

-Oh.- Sin tomarle importancia, esperé paciente porque nos detuviéramos para bajar. Nos acercamos a la puerta la cual era enorme y estando a unos pocos metros de ella se abrió por completo.

-¡Hola!- Vi a una mujer de estatura media, delgada y bastante hermosa, su cabello negro y suelto contrastaba mucho con pálida su piel.

-¡Kuchel!- Mi madre corrió a abrazarla como si no se hubieran visto en mucho tiempo, teniendo su cabeza recargada en su hombro, la mujer me observó a mí y me sonrió con gentileza, sentí mis mejillas arder, parecía un ángel.- Este niño debe ser Eren.- Dijo mientras soltaba a mi madre, se acercó a mí y me tomó de las mejillas.- Wow, pero que ojos tan enormes, son como dos grandes esmeraldas…mucho gusto hijo.- Sostuvo mi mano con cariño, yo seguía atrapado en una clase trance.

-Hijo te están hablando, saluda.- La voz molesta de mi madre me hizo reaccionar, solté un "ah" sin querer lo cual provocó una risa divertida de Kuchel.- Es encantador, a mis hijos les gustará.- La forma en que se refirió a mí, se me hizo de lo más extraña, como si fuera un objeto…la mujer nos guió por la casa, había un mural enorme en el techo, por todos lados podías ver un montón de pinturas y esculturas, los Ackerman amaban el arte más que cualquier -siendo o no de prestigio- familia que podías encontrar en el país, mi madre sin llegar al nivel de participar en subastas y acumular colecciones famosas, era muy fan de ese tema, amaba la lectura, visitar museos e investigar, Kuchel había hallado una excelente oyente, se resultaban ser ambas excelente compañía, la "casa" era muy grande así que, ella se limitó mostrarnos sólo las partes que eran necesarias recorrer, llegamos a una clase de patio muy hermoso, ahí se encontraban al rededor toda clase de juegos para niños que sólo podías encontrar en pequeños parques temáticos, en medio de todo había juegos normales como resbaladillas, columpios y frente a nosotros en la entrada, una pequeña alberca de arena, mi madre y yo miramos curiosos a dos personitas que se encontraban sentados en ella, al parecer estaban tan entretenidos construyendo formas, que no se percataron de nuestra presencia, la luz y la distancia nos cegaban, así que apuradamente pudimos distinguirlos un poco.

-¡Levi! ¡Rivaille!- Kuchel les llamó para que se acercaran, sin embargo no hubo reacción, ni siquiera se dignaron en voltear. – Ay esos niños…- Dijo con insinuante molestia.

-No te preocupes, es mejor que sigan disfrutando del juego, de seguro cuando se aburran vendrán.- Expresó mi madre tratando de tranquilizarla, pero la mujer no se veía del todo convencida.

-Eren.- Kuchel se agacho ligeramente hacia mí.- ¿Me harías un gran favor?- La observé atento. -¿Podrías ir a jugar con ellos? Soy consciente de que merecen tu apatía, pero también quiero que comprendas que son chicos muy solitarios, el trabajo me imposibilita pasar tiempo con ellos, aunque van a una escuela mixta, todo el tiempo están juntos y no hablan con nadie, por favor, tú eres mayor que ellos, ¿podrías cuidarlos? Deseo que seas como su hermano mayor.- Mi madre y yo nos advertimos muy asombrados.

-S-Sí…disculpe, no me molestaría serlo pero, ¿por qué yo?- Kuchel sonrió de una forma un tanto especial.

-Por esa razón quiero que lo seas.- Señaló mis ojos.- Lo sabía, nunca me equivoco, eres un chico muy inteligente.- Agrandó más su sonrisa y pude notar un peculiar brillo en sus corneas suscitando me a comprender a lo que se refería.

-¿Se puede juzgar a una persona por eso?- Ahora fue su turno de reaccionar con desconcierto.

-Sí, claro que si, sólo es cuestión de que lo domines.- Acarició mi cabeza suavemente para después relajar su postura.- Entonces ¿Lo harás?-

-Sí, cuente conmigo.- Corrí hacia los niños emocionado, a pesar de tener sólo 11 años, cerrar un trato con un adulto me hacía sentir muy maduro. Me encontraba a un metro de distancia de los niños cuando me detuve en seco, los aprecie lentamente, sus atavíos eran muy finos, trajes de marineritos iguales a la medida, camine lentamente para verlos mejor y me agache frente a ellos, sus pieles pálidas y sus cabellos negros, yo pensaba que Kuchel era muy hermosa pero ellos se encontraban en otro nivel, fue imposible no sentirme confundido, jamás creí que un niño pudiera ser más lindo que una niña, uno de ellos levanto la cabeza, cruzamos miradas, quedé estupefacto, pequeños ojos grises me penetraban, tan vacios pero encantadores, me sentí cautivado por ellos aunque fue un efecto que duro poco, volvió su atención a su juego y es así como me convertí en un adorno, era como si una barrera alrededor de ellos me impidiera penetrar el ambiente; llenaban cubetitas, arrojaban la tierra, sus manos palmeaban hasta formar torres, me impresionaba la sincronía con la que lo hacían pero era más impactante el gran parecido que tenían, a mi corta edad, era consciente de la existencia de gemelos idénticos pero ellos rebasaban las expectativas, bueno eso pensé hasta que uno al darse la vuelta, golpeo accidentalmente una de las torres causando su derrumbe, fue un lapso de segundos en los que no se movieron ni emitieron ningún sonido, hasta que el causante del desastre comenzó a llorar desconsoladamente mientras su hermano lo miraba fijo sin ninguna expresión, de pronto alzó la mano, pensé que lo consolaría pero no fue así, le dio un tirón de cabellos tan fuerte ocasionando que sus lamentos se convirtieran en gritos, me sentí alarmado y arrepentido por limitarme solo a presenciar la escena, entonces para detenerlo, tomé su mano bruscamente y le grite.- ¡No te atrevas!- El niño por primera vez se giro a verme, su expresión era de fascinación.- ¡Fue un error, no debes de lastimarlo!- Estaba casi seguro de que me mandaría un manotazo, más no fue así, sus ojos tornaron de un tono brillante por las lagrimas a punto de salir, los dos terminaron llorando a la par, me quede quieto analizando la situación hasta que escuche a alguien acercándose, me giré y era Kuchel, su semblante preocupado me hizo pensar que le molestó mi actitud, rápidamente volví mi atención a ellos y sin saber muy bien lo que estaba haciendo, los abracé tiernamente.- Ya, ya, lo siento, no quise gritar es solo que…no me gusta ver a dos hermanos peleando.- Al parecer eso los calmo porque dejaron de llorar.

-¿Qué sucede aquí?- Sentí mis manos temblar de los nervios, de seguro la había decepcionado.

-Ah…l-lo que paso es que…-

-Nada.- Los niños me interrumpieron.

-¿Qué dijeron?-

-Mamá no pasa nada.- Respondieron cortante.- Sólo estamos jugando así que no molestes.-

-¿Seguros?-

-Sí.- Su madre los vio con duda.

-Eren.- Regresé mi atención a ella.- Si algo te está molestando, por favor…-

-¡Ah! N-No se preocupe, enserio, todo está muy tranquilo je, je.- No ocultó su expresión suspicaz, es como si estuviese decepcionada por fallar en ganar mi confianza, como si de esa forma lograra leer mis pensamientos entrecerró más los ojos, remarcando así las líneas de cansancio, a pesar de ser muy joven, no mentía al decir que llevaba una vida ajetreada, en aquel entonces no comprendía del todo, por lo que solo imagine que así era su rostro…a pesar de mi corta edad, era mucho más maduro que otros niños, pero esas "señales" que me mostraban que algo no encajaba en todo con esta familia, eran demasiado para mi mente infantil.

-Mamá.-Hablo uno.- Dimos una orden, vete.- Con un tono de voz muy intimidante corrió a Kuchel, su reacción fue de miedo, se dio la vuelta y se fue rápido sin decir nada; impactado era una palabra que se quedaba corta para nombrar el sentimiento angustiante que me embargaba, a pesar de no entender que sucedía, podía sentir hostilidad en el aire. Un poco acobardado, hice lo mismo que la mujer, enderece mi espalda y me di la vuelta.

-Hey…- Detuve mi cuerpo en seco. –Tú te quedas.-

-¿Eh?- Me encontraba muy abrumado.

-No me hagas repetirlo.- No sabía que debía hacer, Kuchel era su mamá y una adulta pero aún así, actuó de esa forma, yo en cambio soy…Mordí mis labios frustrado y obedecí, me regresé a mi posición inicial sin cuestiones, estuve así por minutos hasta que la incomodidad me ataco y tuve que hablar.

-Sé que es raro que apenas me presente…H-Hola, soy Eren, y es un gusto conoc…-

-Ya sabemos quién eres.- Expresó el mismo que mando a volar a Kuchel y le jalo el cabello a su hermano, fue fácil notar que a diferencia de él, el otro niño tenía una actitud mucho más pasiva.

-¿Y ustedes cómo se llaman?-

-…-Me ignoraron, seguían sumidos en su juego.

-¿No les gusta su nombre?-

-…Eres un juguete muy ruidoso.-

-¿Eh?-

-Lo juguetes no hablan, así que cállate.-

-¡Yo no soy eso!- Los dos hermanos se miraron al mismo tiempo sorprendidos para después sonreír con malicia.

-…Todo lo que vemos nos pertenece.-

-¡No! ¿Quién te crees?-

-...-

-¡Están locos! Me voy.-

-No puedes.-

-Claro que si puedo.-

-No puedes.-

-Sí puedo, mira cómo lo hago.- Repito la acción de momentos atrás, me doy la vuelta.

-DETENTE.- Mi cuerpo quedó completamente petrificado mientras una sensación de terror recorrió mi columna hasta hacerme tambalear. – Mírame.- Mis rostro siendo dominado por sus autoritarias palabras, volteó a su dirección. Ambos notaron el miedo plasmado en mi rostro, y rieron.- No puedes contradecirnos.-

-¿Por qué?- No tenía sentido.

-No lo sé, pero ahora eres nuestro y tendrás que hacer todo lo que digamos.- Sabía que estaba enfrentando a lo desconocido pero mi rebeldía me pudo más…

-¡Estás mal si crees que te haré caso!-

-Oh.- Exclamó con cierto interés.- Pruébalo.- Con mucho esfuerzo, me coloqué en una postura normal.

-Ves te dije que podía…-

-¡Siéntate!- Caí de sentón al suelo, mi mente no lograba procesar cómo lo hacía.

-¡¿Cómo rayos?!-

-Dije que no lo sabemos. -Ellos eran raros, es como si te controlaran.- Piensa que somos unos fenómenos, ya no nos importa.-

-No lo creo.- Ante mis palabras volvieron a mirarse confundidos.- El tener poder nos les da derecho a pisotear a los demás.-

-Así que poder…-Ambos, que hasta este momento habían sostenido sus palas de arena, las soltaron para levantarse, limpiaron sus rodillas de forma sincronizada, y se acercaron mí, yo aún seguía tirado en la tierra. -Si dejamos de ordenarte, ¿nos harás caso?-

-Sí, es un trato justo.- Extendieron su mano a la par, y las tomé para ayudarme a levantarme.

-Debías escoger…- Murmuró el más callado.

-¿Por qué? Los dos fueron amables, no podía rechazar a ninguno.- Ambos me sonrieron un poco sorprendidos. "Vaya, así que también pueden reír normalmente", pensé.

-Vayamos a jugar.- Concluyó el mismo; me tomó de la mano izquierda y el otro de la derecha, al parecer me dirigirían a su pasatiempo predilecto.

-Me parece bien, pero antes me gustaría saber sus nombres.-

-¿Mamá no te los dijo?-

-Sí, pero no mencionó quien era quien.-

-Soy Levi/Rivaille.-

-¿Eh? No hablen al mismo tiempo, ¿tu eres…?- Señale al niño pedante.

-No me señales.- Me regañó en un tono mandón.- Soy Rivaille.-

-Oh ya, entonces tu eres Levi…- Mi atención se desvió al nombrado, este me respondió con una sonrisa.

-¡¿Por qué a él lo llamaste por su nombre?!-

-…No entiendo.-

-¿Cómo me llamo yo?-

-Rivaille…-

-Sí, lo sé, bobo.- Me soltó molesto y se dio media vuelta, ofreciéndome la vista de su espalda, noté que sus orejas estaban rojas.

-¿Cuántos años tienen?- Ante mi pregunta, regresó a su posición inicial.

-Ash, no sabes nada.- Primero actúa como un bebé llorón y ahora es tan altaneros, tan rarito.-

-Oye Levi.- Me dirijo al tranquilo.- ¿Qué edad tienes?-

-Ocho añ…-

-¡Hey! ¡¿Por qué me sacas de la conversación?- Comenzaba a fastidiarme.

-Porque veo que no tienes ganas de responder, mejor le hablo a tu hermano…- Se quedó petrificado por varios segundos, para después apretar sus manos de ira mal contenida.

-No es justo, siempre te prefieren.- Empujó bruscamente a Levi haciendo lo trastabillar.

¡Oye déjalo en paz, él no te hizo nada!- Rápido me coloqué en medio de los dos.

-¡Ya son dos veces que lo defiendes!-

-Porque hace un rato, tampoco era justo que lo lastimaras.- Sentí que discutía con un niño de cuatro años, por algo ridículo.

-¡No es cierto, él te gusta, a mí en cambio, me odias!- A medida que hablaba, sus ojos se volvían hinchados.

-¿Eh? Nunca dije eso…tienes una actitud mala, pero no te odio.-

-De seguro, te gusta más que yo.- Culminó en lágrimas. Todo pasó tan rápido que no tenía idea del lío en el que me metí y mucho menos tuve tiempo para pensar en lo que estaba a punto de hacer; volví a abrazarlo, eso hacía mamá cuando estaba triste.

- Apenas hoy te conozco, no llegues a conclusiones; eres grosero y prepotente, pero no me desagradas.- Lo solté y miré su rostro, había dejado de llorar, me giré hacia Levi y le dije. – Tu, Rivaille y Levi me gustan por igual.- Juraría que a ambos les brillaban los ojos, mi inocente declaración había sido bastante inesperada…