Sinopsis: Las riñas entre Draco y Hermione llegan a su zenit durante su pubertad. Después de una caótica fiesta ilegal organizada por algunos alumnos de séptimo, los dos jóvenes deberán aprender que sus actos ya no son un simple juego y que éstos pueden llegar a tener serias consecuencias.

Disclaimer: Los personajes y lugares descritos en esta historia son propiedad intelectual de JK Rowling.

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Juegos de adultos

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La sala de menesteres se encontraba abarrotada aquella noche. Una larga barra, varias zonas con butacas y una amplia pista de baile habían sido concebidas por los alumnos de más experiencia en cuanto a las salidas nocturnas se refiere. Entre la multitud de estudiantes, un sospechoso grupo de Slytherins observaba de forma sibilina a su presa, la cual se encontraba sola en la barra.

–Yo lo hago –murmuró Blaise haciéndose paso entre sus compañeros sin borrar una sonrisa depredadora, la cual contenía toda la excitación de estar haciendo algo terriblemente inmoral.

Blaise se deslizó entre la multitud con la característica elegancia de las serpientes. Sin que cierta castaña se percatase, el moreno se sentó a su lado y pidió una copa al chico Hufflepuff de cuarto que se encargaba de las bebidas. La Gryffindor le había dado la espalda a la barra para observar al resto de alumnos que bailaban y saltaban como locos. A su vez le había dado también la espalda a su vaso, que permanecía momentáneamente abandonado en la barra.

Blaise sacó de su bolsillo un par de píldoras y sonrió placenteramente al comprobar que la chica tenía la mirada perdida en la multitud, absorta en sus propios pensamientos. De un ligero movimiento el joven dejó caer ambas pastillas dentro del refrescante zumo de calabaza de su acompañante.

Fue en ese mismo momento cuando Hermione Granger se giró sobre si misma hacia la barra, deteniéndose a medio camino al encontrarse a Zabini a unos centímetros de ella.

–Además de sangresucia, aburrida –le atisbó él en un intento desesperado de desviar la atención. Acto seguido se levantó y desapareció entre los cuerpos danzantes.

En estado de shock por el repentino y carente de sentido insulto, Hermione tomó temblorosa su vaso de zumo de calabaza. No solo había tenido que hacer la vista gorda con aquella estúpida fiesta con la cual ella no había estado de acuerdo desde un principio, sino que además ahora tenía que aguantar los insultos del imbécil de Zabini, de coña.

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–¿Te ha visto? –le preguntó a gritos Malfoy a su amigo una vez este hubo regresado.

–¡¿Qué?! –exclamó Zabini al no entender ni una sola palabra a causa del desmedido volumen de la música.

–¡Está bebiendo! –interrumpió Pansy haciendo que todo el grupo dirigiera la mirada hacia Hermione Granger. Draco rio ampliamente.

–Ahora solo queda esperar –sentenció él tomando un sorbo triunfante de su copa.

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Después de terminarse su vaso y localizar a su amiga Hermione abandonó la barra sintiéndose más cansada que nunca. La fatiga de un día lleno de problemas empezaba a pasarle factura.

–¿Te encuentras mejor? –le preguntó Ginny a Hermione al alcanzarla. Hermione había pensado que el zumo la ayudaría a recobrar la energía y así poder disfrutar de la fiesta junto a su amiga, así como ella le había pedido tantas veces que hicieran.

–No mucho, creo que me voy a dormir –contestó la Gryffindor usando un tono lastimero. Solo dormir y olvidarse de todo la ayudaría a estar en forma de nuevo.

–Hermione... – le suplicó la menor de los Weasley con la mirada.

–Otro día Ginny –le prometió ella sabiendo que a la próxima debería dar lo máximo de sí misma para hacer feliz a su amiga. La pelirroja asintió comprendiendo el largo y agotador día que Hermione había tenido. – Nos vemos mañana, ¡pásatelo bien!

Ginny respondió la tibia sonrisa de Hermione con un apretón en el brazo. A continuación, Hermione agradeció el gesto y se dirigió hacia la salida.

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Aquella misma mañana Hermione había amanecido como cualquier otro. Sin embargo, la lechuza dejando un paquete encima de su desayuno había sido el primer indicio de que aquel no iba a ser un día normal.

Al desenvolver el paquete Hermione descubrió por sorpresa algunos de los objetos personales que había dejado en su casa. Junto a estos venía una carta de sus padres.

Hermione necesitó leer varias veces las líneas que su padre le había destinado de aquella forma minuciosa y detallada tan característica de él. Y no fue por su manera de escribir que Hermione necesitó repasar el contenido de aquella carta, sino por el significado de aquel envío.

Los padres de Hermione le enviaban a su hija todas las pertenencias que posiblemente necesitaría durante sus no esperadas vacaciones en Hogwarts. Esto se debía a que el Sr. y la Sra. Granger habían sido incluidos en un programa de protección que el mismo Dumbledore había creado para esconder a los posibles objetivos de las tropas del Señor Oscuro.

Hermione ni siquiera pensó en que se había quedado sin sus esperadas vacaciones en los Alpes, solamente intentó buscar respuestas a todas las preguntas que la carta formaba pero no respondía. Aquello era precipitado, extraño y confuso. ¿Cómo algo tan importante se lo transmitían por carta?, ¿a dónde se dirigían sus padres ahora?, ¿cuándo volvería a saber de ellos?, ¿por qué Dumbledore no le había explicado nada si ella lo había visto por el colegio en repetidas veces aquella última semana?, ¿de verdad había escrito su padre aquella carta?

Eran demasiadas preguntas y preocupación acumulada para la psique de Hermione. Sin pensárselo dos segundos Hermione recogió sus cosas y se despidió de sus amigos. Hablaría con Dumbledore lo antes posible.

La joven Gryffindor salió disparada del Gran Comedor antes de que empezaran las clases. Podía permitirse llegar tarde por aquel motivo.

–¡Hermione! –escuchó la castaña exclamar su nombre detrás de sí. Muy a su pesar reconoció perfectamente rápidamente al portavoz y sentía que en ese preciso momento no tenía ganas de lidiar con él. Siguió andando haciéndose la sueca.

–¡Espera Hermione! –Marcus se situó al lado de la chica en cuestión de segundos. –¡Llevo llamándote desde que has salido del comedor!

–Ah, hola Marcus –lo saludó ella distraída sin detener su marcha–. No te había oído, ¿cómo estás?

–Bien, bien. ¿Sabes algo sobre el trabajo de Encantamientos? –preguntó él de pronto sin venir a cuento pero no por ello menos excitado.

–Sí, estaba esperando a que Filch colgara la lista para inscribirnos en grupos para poder empezarlo.

–¡Qué bien! Entonces te alegrará saber que esta mañana nos he apuntado a los dos juntos, ¿te parece bien verdad?

Hermione detuvo en seco su carrerilla. ¿Qué si le parecía bien? ¿Qué si le parecía bien?! Una cosa era aguantar su estúpido y enfermizo flirteo cada dos por tres, pero otra cosa muy distinta era que ese tipejo le arruinase su trabajo. Sin ánimos de ser cruel Hermione sabía reconocer que Marcus no era especialmente un cerebrito... sus notas dejaban constancia de ello. Pero por si eso no fuera suficiente, Marcus era tozudo y petulante a partir de comentarios y opiniones absurdas que la sacaban de quicio. Definitivamente eso era lo peor. No le importaba tener que hacer un trabajo entero ella sola, ni que otra persona se llevase su mérito. Al fin y al cabo es lo que siempre pasaba cuando trabajaba con Harry y Ron... Pero al menos ellos no la atrasaban con discusiones sin sentido ni correcciones totalmente fuera de lugar.

–Claro que me parece bien –contestó ella sin saber cómo negarse. Hermione retomó de nuevo su camino con más velocidad. Después de hablar con Dumbledore pensaría la manera de rechazarlo.

–Genial. ¿A dónde vas? –Hermione suspiró mentalmente con hastío.

–Al despacho de Dumbledore –contestó ella con sequedad esperando dar por terminada la conversación de una vez.

–¿A qué?

Hermione necesitó hacer un esfuerzo titánico para mantener la calma. No era para tanto... no era para tanto...

–Oye Marcus, tengo bastante prisa, si eso hablamos luego y nos ponemos de acuerdo con lo del trabajo, ¡adiós! –Hermione salió corriendo sin darle oportunidad de despedirse. Se sentía mal por ser tan maleducada pero quería pensar que no había tenido otra elección.

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–La he perdido –sentenció Blaise al percatarse de que no divisaba a la castaña entre la multitud de fiesteros.

–Joder Blaise –murmuró el rubio con el ceño fruncido mirando a todos los lados de la sala. Sin más dilación los dos jóvenes empezaron a hacerse paso entre la gente.

–¡Ahí, ahí! –exclamó el moreno señalando a la Gryffindor que se encontraba bajando las escaleras que dividían la Sala de los Menesteres en dos pisos. Los dos echaron a correr al mismo tiempo para no perderla de nuevo de vista cuando de pronto vieron que la chica se había detenido al pie de las escaleras.

–¿Con quién habla? –preguntó Blaise sin obtener respuesta alguna del rubio, quien también observaba detenidamente a la pareja de Gryffindors desde lejos.

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–¡Hermione! –exclamó Marcus deteniendo el intento de huida de la chica.

–Hola Marcus –saludó ella lo más cortés que pudo. La castaña sabía que aquella mañana había sido demasiado desagradable con él.

–¿Ya te vas? –preguntó él tambaleándose un poco al intentar mantener el equilibrio.

–Sí... –contestó ella con más dificultad de lo que esperaba. Desde que se había despedido de Ginny un súbito mareo se había apoderado de ella. Miró con pesadez a su compañero de casa intentando elaborar una respuesta más decente y sin embargo, a pesar de que las palabras estaban en su cabeza, sentía que era incapaz de expresarlas.

–Ni hablar... –contestó él con una sonrisa que no prometía nada bueno.

De un brusco movimiento la tomó de la cintura y la arrastró hacia la pista. Hermione sintió en ese momento que si no hubiera sido por el apoyo de Marcus, ya se habría desplomado al suelo. Cuando quiso darse cuenta ya había recorrido la mitad de la sala a cuestas de Marcus.

–Marcus... no –susurró ella notando su paladar dolorosamente seco al hablar. Quería irse a dormir, estaba agotada y empezaba a encontrarse fatal.

El chico se pegó a ella mientras bailaba al ritmo de una canción techno. Hermione intentó separase de él en vano. La gente de su alrededor se había tornado en una borrosa y confusa mancha.

–¡Hermione! –exclamó una voz dulcemente familiar detrás de ella– ¡pensaba que te habías ido!

Hermione notó unas pequeñas manos que la agarraban del brazo y tiraban de ella. Después de dejarse arrastrar por aquellas manos femeninas sin mucha resistencia, Hermione se encontró de pronto sentada en las butacas del segundo piso al lado de su amiga Ginny.

–¿Se puede saber qué hacías bailando con Marcus? ¡Sí me has dicho miles de veces que es un plasta!

Hermione hizo de nuevo un esfuerzo para enfocar la vista y reconocer las pequeñas manos de su ahora más que nunca apreciada amiga Ginny. La chica la observaba preocupada mientras Hermione intentaba elaborar una respuesta.

–¿Hermione te encuentras bien? –le preguntó finalmente Ginny al ver que su amiga no contestaba a sus preguntas.

–No… –contestó la castaña débilmente.

–¿Qué te pasa?

–No lo sé... –consiguió decir la castaña reflexionando por primera vez sobre lo anómalo de su estado.

–¿Qué notas? –Ginny tomó del mentón a su amiga para mirarla a los ojos. –¿Tienes dolor de cabeza, de estómago...? –Hermione negó con la cabeza pesadamente. – ¿Has bebido algo?

–Zumo de calabaza.

–¿Nada más? –Hermione volvió a negar con la cabeza. Exasperada Ginny levantó la vista casualmente cuando de repente se cruzó con la punzante mirada de Zabini. La pelirroja desvió la suya rápidamente haciéndose la despistada.

–¿Has hablado con algún Slytherin durante la fiesta? –preguntó la pelirroja observando al mismo tiempo de reojo a Zabini y a Malfoy, quienes se encontraban de pie a unos metros de ellas, los dos demasiado concentrados en las Gryffindor…

–Escúchame Hermione, ¿has hablado con algún Slytherin? –repitió la pregunta de nuevo. Hermione volvió a negar con la cabeza.

–Aunque... –empezó a decir la muchacha ante la mirada expectante de Ginny– me ha insultado...

–¿Quién? –preguntó Ginny ansiosamente sabiendo que llegaban al quid de la cuestión.

–Z..z-a..zab...

–¿Zabini?! –terminó el nombre del culpable más furibunda que sorprendida. Hermione afirmó esta vez.

–Sangresucia aburrida... alg... así. Sí. Estaba sentada y de repete… ¡puf! Est…estaba Zabini ahí, no sé cúando…

Ginny había dejado de prestarle atención al resto de explicación de Hermione. Con furia levantó la mirada enfrentando la mirada de Zabini. Éste la desvió rápidamente.

–Serán gilipollas...

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–Oh mierda, mierda... nos han pillado –susurró Blaise desviando la mirada de las chicas.

–¿Tú crees? –preguntó Draco mirando de reojo a ambas.

–Sí, creo que sí... la pelirroja se nos ha quedado mirando... –Draco seguía comprobando de reojo alguna actitud extraña en las chicas.

–Creo que estás paranoico Blaise, ¿cómo lo van a saber?

–Lo juro, nos ha mirado de forma sospechosa. –Zabini tomó del brazo a Draco y se alejaron de inmediato unos cuantos metros cuando vieron la figura de Harry Potter aparecer en escena.

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Aquella mañana Harry le había preguntado a Hermione como le había ido su cita con Dumbledore en cuanto la joven pisó la clase. Hermione resopló molesta.

–Simplemente no ha ido, Dumbledore no estaba en su despacho. –La castaña dejó caer todos sus libros encima del pupitre del de al lado de su amigo.

–Habla con McGonogall, quizá ella sabe cuándo podrías hablar con él –sugirió el moreno instantes antes de que Snape entrara en el aula.

–Abrid el libro por la página dos-cientos seis –ordenó el profesor interrumpiendo de inmediato la conversación. Sin rechistar, todos los alumnos abrieron sus libros por la página indicada. Snape parecía especialmente de mal humor y nadie quería perder puntos a lo tonto. –Las propiedades del díctamo –empezó a explicar el profesor– son básicamente curativas. Puede aplicarse directamente en la piel o puede ser consumida. El consumo de la misma es útil para la curación de heridas poco profundas. La planta es comúnmente conocida como arbusto ardiente, ya que en ocasiones libera vapores inflamables. Hoy veremos una poción en la que este ingrediente es fundamental en su elaboración. Tenéis treinta minutos para realizarla.

Sabiendo que treinta minutos era muy poco tiempo en cuanto a pociones se refiere, todos los estudiantes se pusieron rápidamente manos a la obra. A pesar de que el trío había empezado con mucho entusiasmo, al cabo de veinticinco minutos Harry se había abstraído completamente de la elaboración para ojear con pasotismo el libro de pociones mientras que sus dos amigos discutían acaloradamente.

–¿Estás segura de que hemos de poner tanto bezoar? –preguntó Ron a Hermione por quinta vez en la elaboración de dicha poción.

–Sí Ronald, ¿desde cuándo he demostrado yo que puedas dudar tanto de mi criterio? A mi parecer suelo estar en lo correcto –espetó Hermione con tono amenazador.

–Ya pero es que en el libro pone... –Hermione miró con furia a su amigo haciendo que éste se callara al instante.

–Se ha terminado el tiempo –anunció Snape levantándose de su escritorio. Seguidamente éste empezó a pasearse entre medio de los pupitres de sus temerosos alumnos. Hermione distinguió un casi imperceptible esbozo de sonrisa en el momento en el que el profesor observó la poción que ellos tres habían elaborado. – Deberían saber que el arte de las pociones no consiste solo en seguir unas instrucciones... Este tipo de resultado suele suceder cuando los alumnos dejan de lado sus obligaciones en cuanto a esta asignatura se refiere…

–No hemos dejado de lado su asignatura, profesor –contestó ofendida Hermione provocando un suspiro de resignación de Ron.

–En ese caso siento decirle que el lamentable resultado es entonces todavía más preocupante... debería esforzarse un poco más señorita Granger, memorizar libros no lo es todo en esta vida.

Snape dio media vuelta y se dirigió de nuevo a su escritorio. Hermione no se sentía aquella mañana capaz de enfrentar al profesor y sus ataques gratuitos.

Para el alivio de todo el alumnado la clase quedó dispensada. Al salir Ron se había esforzado en olvidar la pelea con Hermione para consolarla después de su humillación pública. La castaña agradeció sinceramente el gesto.

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Blaise Zabini se sintió a salvo al perder a las dos chicas de vista. Quizá Draco tenía razón y solo eran paranoias suyas. El chico notó de pronto un dedo que golpeaba de forma impertinente su espalda. Al darse media vuelta se encontró frente a frente con una furibunda pelirroja que lo observaba de forma peligrosa. Pues al final resultaba que no estaba loco…

–¡Tú! ¡Los dos! –gritó la muchacha en tono reprobador y acusatorio.

–¿Qué pasa? –preguntó Blaise con sorna sin esconder una amplia sonrisa. El chico avanzó un paso esperando el retroceso de ella. Sin embargo la pequeña de los Weasley no se movió ni un centímetro.

–¿Qué le habéis hecho a Hermione?

–No sabemos de lo que estás hablando –contestó de nuevo Zabini mientras Draco ponía una mueca de falso fingimiento.

–No te hagas el tonto Zabini, ¿qué le habéis dado? –Ginny temblaba como una hoja. El Slytherin no sabía si era de miedo o de furia. Aunque sin saber por qué apostaba por lo segundo.

–No le hables de esa manera, ¿es que a vuestros padres ni si quiera les llegó para pagaros una buena educación? –intervino Draco rodeando a la chica.

–Ahora mismo me importa un comino tus estúpidos comentarios Malfoy –respondió Ginny sin siquiera mirarlo– decidme que le habéis dado para llevarla a la enfermería.

Zabini se agachó hasta quedar a la altura de la Gryffindor. – Ya te hemos dicho que nosotros… no... le hemos... dado... ¡nada!

Ambos se rieron con sorna ante la exasperación de la pelirroja. Lo que sucedió después nadie lo esperaba, ni si quiera la pobre de Ginny quien actuó impulsivamente. Sintiendo el rostro del moreno tan cerca, la joven cogió impulso antes de propinarle un buen cabezazo al Slytherin. Antes de poder recobrarse del dolor y el shock, Ginny salió corriendo sabiendo las consecuencias del inesperado ataque.

–¡Joder! –exclamó Zabini sosteniéndose la cabeza con ambas manos. Pocos segundos después de la huida de la pelirroja Draco reaccionó y decidió ir detrás de ella.

Los dos empujaban la gente sin miramientos haciéndose rápidamente paso. Una vez Draco hubo salido de la sala, miró a ambos lados del pasillo y vio como la pequeña de los Weasley giraba en ese preciso momento por la esquina del lado izquierdo.

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Hermione apenas notó cuando la pelirroja de su amiga había dejado de prestarle atención. No fue hasta que ésta la soltó que Hermione se percató de que había alguien más conocido con ella.

-¡Harry! ¡Menos mal que te encuentro! –había exclamado Ginny al ver a su amigo. Ginny hablaba rápidamente, demasiado rápido para que Hermione pudiera comprenderlo. El discurso de la Gryffindor era para Hermione disperso y confuso.

–¿Sabes quién puede haber sido? –preguntó el niño que vivió notablemente alarmado.

–De eso me encargo yo… Quédate con ella, ahora vuelvo… No. No sé lo que es… ¡No sé Harry, invéntate cualquier excusa!

Hermione ya no prestaba ningún tipo de atención a la conversación. Solo quería disfrutar de esa sensación de ligereza que notaba en todo el cuerpo. Sus brazos y piernas eran extremadamente ágiles. Era una sensación agradable.

De pronto la castaña se percató de que ya no se oía la voz de Ginny. Esta vez unas manos más fuertes la agarraron de la cintura, ayudándola a levantarse. Hermione se acurrucó en aquellos cálidos brazos que la envolvían. Después de andar a lo que Hermione le parecía muy poco, el ruido, la calor y toda la gente que desde hacía horas los rodeaban había desaparecido, dejando paso al frío y oscuro pasillo.

–Hermione mírame. –La chica decidió hacer caso a aquella orden llena de ternura.

–Harry... –susurró ella feliz.

–Sí soy yo... voy a mojarte un poco la cara, ¿sí? No te asustes.

Hermione notó un gran frescor en su rostro. Luego en su nuca. La sensación era muy agradable pero incluso con aquello Hermione no estaba menos aturdida. Seguía mirando sin ver y escuchando sin oír.

–¿Estás mejor? –preguntó Harry todavía sosteniéndola. Hermione se percató de que se encontraban en algún baño. ¿Qué planeaba Harry? Tampoco es que a ella le importase demasiado. Podía aparecer Filch y colgarlos del revés con unas cadenas como castigo que no le importaría.

–Uhhmum...

–Vamos.

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Al salir de clase de pociones Draco observó cómo Hermione se había separado de sus dos mejores amigos. Molestarlos a los tres era entretenido pero molestarla solo a ella sin sus dos guardaespaldas oficiales interrumpiéndolo era mucho mejor. Aquella era sin duda una muy buena oportunidad para fastidiarla.

–¡Eh, Granger! –la interpeló él posicionándose al lado de la chica, siguiendo el ritmo de su paso. –Mi primo Nathaniel tiene libre este fin de semana. Podrías quedar con él y hacer clase de repaso. Ya sabes, el que va a primero.

–¿Quieres que yo le de clase a tu primo? –Hermione se había detenido y miraba con consternación al rubio. El chico sonrió de forma maliciosa.

–Me refiero a que él te haga clase a ti, teniendo en cuenta tus resultados en pociones de las últimas semanas… sería lo más adecuado. –Hermione rodó los ojos y siguió con su camino.

–Muy ingenioso Malfoy. Estoy segura de que tú también podrías darme clases de ese humor tan inteligente que tienes. – Con una sonrisa todavía más amplia el chico la alcanzó de nuevo.

–Puedo enseñarte muchas más cosas que eso. A tener clase por ejemplo, algo que le falta a tu casa en general… y a tus amigos en particular.

Hermione siguió caminando en silencio. No iba a caer en su provocación. Estaba resultando un día horrible, y no permitiría que Malfoy lo empeorase. Lo único que ahora importaba era hablar con Dumbledore. La suerte se puso de parte de Hermione cuando ésta divisó a Mc Gonagall doblar la esquina a lo lejos. Ensimismada en su objetivo Hermione no se dio cuenta del palpitante enfado originándose en su compañero.

–Aunque dudo que puedas aprender algo así teniendo en cuenta que eres una vulgar sangresucia –espetó él repentina y verdaderamente molesto por como la Gryffindor lo estaba ignorando.

–Claro, cuando quieras –contestó ella sin haber escuchado ni palabra de lo último que le había dicho el rubio. –Tengo que irme Malfoy, hasta otra.

Hermione corrió detrás de McGonogall dejando a un Slytherin fuera de sus casillas. ¿Es que no había insulto que pudiera herirle los sentimientos? Se había metido con su físico, su inteligencia, sus amigos, su familia… y desde hacía un tiempo que ella solo lo ignoraba. Habían quedado muy atrás esas rabietas en las que la Gryffindor chillaba a pleno pulmón con lágrimas en los ojos.

De pronto Draco sonrió con malicia. Se le había ocurrido algo. Era arriesgado… incluso ilegal. Quizá cruzaba los límites, ¿pero que más daba si por fin Granger reaccionaba de una vez por todas ante él? Podía dejarlo en manos del destino… lo llevaría a cabo esa misma noche sólo si Hermione aparecía en la fiesta secreta que habían montado los de séptimo. Pero entonces apenas tenía unas horas para terminar de perfilar su plan. La perfecta y correcta Hermione Granger se sentiría tan humillada que no podría ignorarlo más. Si sus palabras ya no tenían efecto, sus actos lo tendrían. Tenía que contárselo a Zabini lo antes posible. Era el único que podía ayudarlo a conseguir lo que quería.

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–Maldita niñata... –murmuró Zabini con la varita en alto. El moreno andaba con precaución por los oscuros pasillos del castillo. No sabía que diría si se llegaba a encontrar a algún profesor haciendo guardia, pero la necesidad de encontrar a la escurridiza de Weasley y vengarse era demasiado fuerte como para dejarlo estar.

De pronto escuchó unos ruidos al final del pasillo. Tanteando la pared se fue acercando lenta y sigilosamente. Por un momento dudó en seguir su camino. ¿Y si realmente era algún profesor? El centenar de puntos que le quitarían a su casa le importaba poco en comparación al castigo que podían imponerle. Finalmente suspiró aliviado y complacido cuando distinguió la figura de Potter llevando a rastras a la sangresucia.

Blaise sonrió al cerciorarse de que el niño que vivió no se había dado cuenta de su presencia. Se acercó sigilosamente por detrás preparada para atacarlo por la espalda cuando de pronto el Gryffindor se giró abruptamente con la varita en alto.

–¡Expelliarmus!

La varita de Zabini voló unos metros atrás dejando desarmado al moreno. El chico tardó en encontrar su varita más de lo que hubiera querido debido a la profunda oscuridad. Una vez se hizo con ella, reanudó la caza de los dos Gryffindors que habían huido corriendo en cuanto lo habían desarmado, ¿cómo coño lo habían oído seguirlos?

Para su sorpresa, no tardó en encontrar a Harry Potter esperándolo solo en medio del pasillo. Blaise admiró el astuto plan de Potter. Escondiendo a Granger no tendría ninguna desventaja en un duelo.

–Aquí me tienes –susurró Harry de forma amenazante. El Slytherin se detuvo en mitad del pasillo dejando unos metros de distancia entre ambos.

–¿Dónde has dejado a la sangresucia?

–Deduzco que has sido tú quien la ha drogado… –comentó Harry intentando ahogar la rabia que sentía en su interior–. Muy valiente por tu parte. No te preocupes, te haré pagar por ello pronto aunque por desgracia, no va a ser esta noche.

–¡Petrificus totalus!

–¡Expelliarmus!

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Draco se recostó contra una de los muros de piedra del pasillo respirando con dificultad a causa de la agotadora carrera. La maldita rata pelirroja se le había escapado por poco. Había estado tan cerca... y de pronto había desaparecido.

Su única opción era volver a la fiesta a por Blaise, ¡qué desastre! Todo su plan se había ido al garete. Dudaba en poder idear algo así de nuevo en un futuro.

En un principio había pensado en usar un hechizo confundus para ridiculizarla en público. Podía imaginarla al día siguiente llena de rabia en su contra. Sin embargo un hechizo de aquel tipo sería fácil de identificar por parte de los profesores. No… debía ser algo más elaborado. Blaise terminó de perfilar la idea. Había oído hablar de algo que los muggles llamaban drogas y podían tener tanto efecto como uno de los peores hechizos de magia negra. Aquellas cosas tan pequeñas resultaban ser más peligrosas que una poción elaborada por Longbottom. ¿Pero dónde podían conseguir algunas antes de que llegara la noche?

Draco se había sentido muy satisfecho de la ayuda de Blaise hasta que éste se había ido de la lengua con los otros Slytherins. Por suerte pudo deshacerse de ellos en cuanto Granger abandonó la barra. Tenía claro que esa humillación solo le pertenecía a él.

De vuelta al quinto piso creyó escuchar unos ruidos extraños. Alarmado se detuvo durante unos instantes y escuchó con atención. ¿Y si era el majara de Filch? No oyó nada. Decidió seguir con su camino cuando escuchó de nuevo el mismo ruido. Esta vez lo oyó más claro. Con precaución fue guiándose por el extraño ruido hasta encontrarse delante de una estatua. Después de examinarla con detenimiento descubrió detrás de ella una agradable sorpresa.

–Bingo... –murmuró con satisfacción al ver a su presa favorita, Hermione Granger, tirada en el suelo seminconsciente.

–¿Qué tal Granger? ¿Cómo va tu visita por los cielos? –Draco se agachó de cuclillas para estar a su misma altura.

–¿Harry...? –balbuceó ella agarrándose a la túnica de él. El rubio apartó la mano de ella con desdén. Ese maldito de Potter siempre de por medio.

–No, sangresucia... Draco Malfoy.

Hermione se removió inquieta con el ceño notablemente fruncido. Eso estaba mucho mejor…

–I...I...

–¿Sí...? –le invitó él a continuar complacido por el pésimo estado de la castaña.

–Imbécil –terminó diciendo ella después de un gran esfuerzo.

–Drogada y aún con ganas de pelear, ¿eh? –dijo él provocándola todavía más. – Sí, Granger, drogas... drogas de tus queridos muggles, irónico, ¿no?

La poca parte de consciencia que le quedaba a Hermione se alarmó notablemente al oír esa palabra. ¿Ella estaba drogada? No podía creerlo, la sola idea le daba ganas de vomitar, ¿de dónde las había sacado?

–¡Guau! ¡Granger! ¡Vaya pupilas! Deberías verte –siguió hablado él sin dejar de observarla. – ¿Sabes? Todo ha ido mejor de lo que esperaba. Te tengo completamente a mi merced, ¿no tienes miedo?

–Vete al infierno, Malfoy.

El chico soltó una ligera carcajada. Era la primera frase que la chica conseguía decir entera desde que se habían encontrado. Sin embargo todavía no era suficiente, quería seguir provocándola. El Slytherin la levantó del suelo sin esfuerzo. Quería más, mucho más.

–Granger... –susurró él en su oído– ¿Quieres que te bese?

Hermione abrió abruptamente los ojos encontrándose frente a los grises del Slytherin. El rubio rio ante la reacción de ella.

–¿Quieres? –Hermione negó con la cabeza. – Por supuesto que no quieres, ¿me odias verdad?

Draco acercó sus labios a los de ella hasta juntarlos suavemente en un roce. Con la punta de su lengua lamió los labios de ella ligeramente. Luego empezó a morderlos. Finalmente Hermione giró la cabeza separando sus labios de los de él.

–No... –susurró débilmente.

–¿No? –repitió él arqueando una ceja. – ¿No me odias Granger?

–Me eres indiferente… –contestó ella con una sonrisa maliciosa. A pesar de su condición Hermione también sabía cómo jugar sus cartas. Con una sola frase había conseguido que el chico se tensara. El Slytherin se pegó todavía más a ella. De nuevo volvía a notar esa rabia invadiéndolo.

–No pienso parar hasta que no puedas odiarme y despreciarme más –concluyó él abalanzándose de nuevo a su boca. Hermione no opuso resistencia. Esta vez el rubio introdujo su lengua buscando salvajemente la de ella. Hermione seguía el mismo compás desenfrenado con la misma efusividad.

Draco sentía que había perdido el control de la situación. Necesitaba parar pero no podía controlarse. El rubio deslizó una de sus manos bajo la falda de ella. Necesitaba que Granger se negase, no podía seguir haciendo aquello, tenían que parar. Pero Hermione no lo detenía y eso lo excitaba todavía aún más.

–Dime que me odias –le exigió él sin poder evitar usar un tono de súplica. La chica se negó aumentando así su frustración. – Dímelo…

Su mano acariciaba el interior de sus muslos acercándose a la fina tela que evitaba que Draco acabase de perder toda la razón. A cada nueva caricia Hermione dejaba escapar tenues gemidos que incentivaban un roce más íntimo.

–Te odio Malfoy… –terminó cediendo ella– te odio mucho…

El chico se separó lo suficiente como para poder verla a los ojos. Arrepentido se cercioraba de que su mirada confirmaba sus palabras. Lo odiaba más que nunca.

–No me encuentro bien –admitió ella después de haber recobrado el aliento.

Draco levantó su varita. Era cierto que su idea inicial había sido usar drogas muggles, pero teniendo en cuenta su entorno sabía que era imposible conseguirlas en una tarde. En ese momento de frustración que compartieron Zabini y él mismo, Draco recordó algo que había leído en uno de los libros del despacho de su padrino. Se trataba de un tipo de poción ligada a un simple, pero no por eso menos poderoso, encantamiento. Al elaborarse la poción el mago le otorgaba a ésta efectos sensoriales específicos, los cuales una vez ingerida dicha poción podían controlarse a su merced, de manera que el mago no solo podía potenciarlos tanto como quisiera sino que además podía eliminarlos completamente sin dejar rastro alguno.

Finite Incantatem.

El Slytherin observó cómo Hermione recuperaba sus sentidos poco a poco. Por su parte, la joven notaba como aquellos extraños y pesados efectos abandonaban su cuerpo. No fue hasta que estos desaparecieron casi por completo que Hermione se dio cuenta de lo realmente mal que había estado apenas unos minutos atrás.

–Eres lo peor –sentenció ella antes de atisbarle un puñetazo a la serpiente. Draco retrocedió unos pasos a causa del impacto, chocando contra la estatua detrás de la cual se escondían.

–Joder Granger… –masculló él limpiándose la sangre que había empezado a brotar de su labio.

–No vuelvas a acercarte a mí en la vida.

Hermione se fue a paso apresurado. A pesar de que no podía recordar con claridad las últimas horas de aquella noche la chica recordaba a la perfección el rato que había pasado con el rubio. Era imperdonable. Su actitud había sido imperdonable. ¿Cómo podía haber permitido aquel acercamiento después de todo lo que había sufrido todos aquellos años?

La Gryffindor se dejó caer en su cama sintiendo como la humillación recorría cada parte de su cuerpo que el rubio había tocado. Lo peor, nunca podría perdonárselo. Ofuscada en estos pensamientos Hermione se durmió sin percatarse de que la cama de su mejor amiga Ginny seguía vacía.

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A la mañana siguiente Hermione fue la primera en levantarse. A pesar del estado pésimo en el que se había encontrado la noche anterior, Hermione no notaba ningún tipo de efecto secundario.

La Gryffindor fue también la primera en ducharse y la primera en salir de la sala común. Sabía que había ido con sus amigos a la fiesta y que había vuelto sin ellos, lo cual le sugería que seguramente tendría que dar explicaciones. Muchas explicaciones que debía cavilar antes de meter la pata. ¡Y qué manera de meter la pata! Se le ponían los pelos de punta cada vez que recordaba el tibio roce de la mano de Malfoy entre sus piernas… No. Debía evitar ese hilo de pensamiento. Se enclaustraría en la biblioteca durante días para conseguirlo si hacía falta.

Entre estanterías llenas de libros la hora del desayuno llegó para Hermione muy a su pesar. Evitar la situación eternamente sería imposible y además estaba hambrienta.

Al entrar al Gran Comedor vio como sus amigos se levantaban apresuradamente de sus respectivos bancos al verla. Sus caras de preocupación desmedida no entraban en el esquema de Hermione, ¿a qué venía aquella reacción desmesurada?

–¿Dónde demonios estabas? –preguntó Harry notablemente irritado. Hermione se sentó en su sitio habitual intentando no perder la compostura.

–He ido a la biblioteca, necesitaba recoger unos libros para el trabajo de Encantamientos…

–No, –la cortó el moreno– dónde estabas ayer.

Había llegado el peliagudo momento para Hermione. Por suerte había tenido varias horas para pensar su estrategia.

–Dónde estabais vosotros, dirás. Me desperté en medio de un pasillo y no había nadie.

La castaña notó como la irritación de sus amigos disminuía con su respuesta. Tenía que tantear el terreno, había muchas cosas que seguían confusas en su cabeza. Ginny fue la primera en sonreírle.

–Le di una paliza a Blaise, ¡tendrías que haberlo visto! –exclamó la pelirroja entusiasmada. Harry resopló sin poder evitar que se le escapara una sonrisa de medio lado.

–Sí, y yo me lo perdí todo –añadió Ron molesto. Hermione seguía sin entender nada.

–Eso te pasa por pasarte la noche pegado a Brown, ya sabes que si quieres un poco de emoción es al lado de Harry…

–¿De mí?! –exclamó el chico consternado– Cuando yo llegué la cosa estaba torcida desde hacía rato. –Ginny rodó los ojos y sonrió sabiendo que no podía rebatir al moreno.

–¿Alguien puede explicarme qué pasó anoche? –los interrumpió esta vez Hermione esperando una historia cohesionada y coherente.

–¿Qué es lo que recuerdas? –preguntó Ginny con curiosidad.

–Realmente muy poco… nada con sentido.

–Fuimos a la fiesta que habían organizado los de séptimo en la Sala de los Menesteres, –Hermione asintió dando por entendido que esa parte se la sabía de sobra– y resulta que en el momento que fuiste a tomarte algo en la barra, Zabini aprovechó un despiste para echarte algo en la bebida.

Hermione se quedó boquiabierta. No recordaba ni haber estado en la barra ni haber visto a Blaise Zabini.

–¿Y tú como sabes eso? –preguntó Hermione sin caber en su asombro.

–Cuando te vi bailando con Marcus super pegados deduje que pasaba algo raro, entonces fue cuando…

–¿Qué bailé con quién?! –la interrumpió de nuevo Hermione en shock. Hasta ese momento Hermione había pensado que nada de lo que no recordaba podía ser peor de lo que recordaba…

–Tranquila, no pasó nada. –Hermione suspiró aliviada. –Marcus te estaba acosando como de costumbre y te libré de él. La cuestión es que cuando me dijiste que Zabini te había insultado empecé a ligar cabos… además el muy idiota y el imbécil de Malfoy nos miraban de una forma tan descarada que era imposible no sospechar algo.

Hermione intentó controlarse y no actuar de forma extraña ante la mención de Malfoy. De momento no sabía cómo lo que le estaban contando sus amigos había acabado en aquello, pero por la actitud de sus amigos parecía que no sabían nada al respecto.

–Cuando llegué yo ya te había hecho efecto lo que te habían dado –continuó Harry–. Cuando Ginny se fue te abalanzaste a mí y nos quedamos abrazados durante un tiempo. –Hermione se sonrojó furiosamente.

–¡Yo no recuerdo nada de eso! –se justificó la castaña avergonzada. El moreno soltó una carcajada.

–Eso yo lo vi –intervino Ron por primera vez en la historia sonando algo irritado.

–Te llevé al baño de los prefectos con la esperanza de que se te pasase lo que fuera que te hubiesen dado pero seguías igual de mal, así que decidí llevarte a la enfermería.

Hermione se quedó pensativa durante unos segundos. Eso le sonaba, recordaba vagamente el baño y cómo Harry había cuidado de ella.

–A todo esto, ¿estás segura de que Zabini me echó algo en la bebida? –preguntó Hermione recordando que el tema de Marcus había interferido en la explicación de su amiga. – ¿O es una deducción tuya?

–Estoy tan segura como que él mismo lo confesó, pero ahora vamos a eso.

Ginny sonrió de nuevo de aquella manera que hacía que Harry sonriese con ella. Harry se colocó bien las gafas antes de continuar con la narración.

–La cuestión es que en el camino hacia la enfermería, Zabini dio con nosotros e intentó atacarnos por la espalda. Una táctica muy Slytherin.

–¿Y tú Ginny? ¿Estabas con nosotros? –preguntó Hermione confusa.

–No, cuando Harry llegó a la fiesta te dejé a su cuidado y fui en busca de Malfoy y Zabini. Obviamente lo negaron todo. El caso es que me puse algo violenta con ellos y tuve que huir. Al poco rato había conseguido despistarlos así que decidí ir en vuestra búsqueda pero ya no estabais en la fiesta.

Hermione prefirió no pedir explicaciones sobre lo que su amiga consideraba ponerse violenta. Había cosas que era mejor no saber.

–Como estaba diciendo, –continuó Harry– el muy rastrero intentó atacarnos por detrás pero no fue muy difícil rechazar su hechizo, aproveché el momento en que buscaba su varita para huir y dejarte a salvo detrás de una estatua.

La historia por fin empezaba a cobrar sentido. Posiblemente era en aquel sitio que Malfoy la había encontrado. A su pesar, no recordaba cuanto tiempo había pasado entre un hecho y otro.

–Se estaban peleando cuando llegué yo por pura casualidad –siguió Ginny–. Zabini había petrificado a Harry cuando lo chisté desde atrás. ¡Tendrías que haberle visto la cara cuando se giró! Después de haber petrificado a Harry se pensaba que lo tendría fácil conmigo el muy inocente… lo tenía contra el suelo cuando le dije… "más vale que me digas qué le habéis dado a Hermione si quieres que tus padres te reconozcan estas navidades cuando vayas a verles…". ¡Lo desembuchó todo! Lo de que había sido idea de Malfoy…

–Lo de que habían pensado en usar drogas muggles… –continuó Harry.

–Lo de que se habían colado en el despacho de Snape para conseguir una receta que conseguiría un efecto parecido –siguió enumerando Ginny.

–Y que Malfoy había conseguido granular la poción en forma de píldoras para que pareciese más auténtico.

–Cómo y cuándo se había acercado a ti y te había echado la poción en la bebida… En definitiva –concluyó Ginny– todo lo que necesitábamos saber para poder ayudarte. Pero cuando dejamos a Zabini petrificado en medio del pasillo y fuimos a por ti, ya no estabas donde Harry recordaba haberte dejado…

–Incluso llegué a pensar varias veces que me estaba equivocando de sitio –añadió el susodicho recordando la angustia que había sentido al no encontrar a su amiga.

–Volvimos a la fiesta pero no estabas allí, así que decidimos ir a las habitaciones y te encontré en la cama durmiendo. Intenté despertarte pero no hubo manera de hacerlo sin levantar sospechas. Parvati estaba ojo avizor y no queríamos que nadie más se enterase… Así que pensamos en usar el hechizo que Zabini nos había dado para anular los efectos esta mañana, ¡pero habías desaparecido de nuevo!

–Hemos ido a la enfermería pero tampoco estabas –continuó Harry recuperando el tono de preocupación de al principio.

–Siento haberos preocupado chicos…–admitió Hermione sintiéndose verdaderamente culpable. Había estado tan ofuscada con lo de Malfoy que había obviado por completo que sus amigos pudieran haber estado tan preocupados.

–¡No es tu culpa Hermione! –La reconfortó Ginny abrazándola al mismo tiempo. – Habíamos decidido esperarte en el desayuno y si no hubieras aparecido hubiéramos ido a hablar con los profesores… ¡por suerte has aparecido sana y salva!

–Cosa que me hace pensar –intervino Harry de pronto claramente desconcertado–, según Zabini los efectos de las píldoras solo desaparecen cuando tu cuerpo las expulsa de forma natural o bien, con un contrahechizo. Es imposible que lo primero sucediese tan pronto, así que me pregunto, ¿cómo recuperaste la consciencia en el pasillo, Hermione?

Hermione tragó con dificultad. A Harry nunca se le escapaba alguna… eran demasiados años de paranoia detectando intentos de asesinato por parte de Voldemort como para que se le escapara algo tan obvio.

–Cuando recuperé la consciencia en el pasillo seguía encontrándome muy mal, pero de alguna manera conseguí llegar a nuestra sala común. Por la noche fui al baño y esta mañana ya me encontraba a la perfección.

Hermione suspiró aliviada mentalmente cuando vio que su explicación era bien recibida.

–No puedo creer que dejemos las cosas así –espetó Ron furioso. – Envenenaron a nuestra amiga con vete a saber qué intenciones. ¡Que las cosas acabaran bien no significa que podrían haber acabado muy mal! No podemos dejarlo así.

–Te aseguro que tu hermana le dio una lección a Zabini que nunca olvidará, Ron –intentó tranquilizarlo el moreno. El pelirrojo seguía con el cejo fruncido.

–Y yo no podré olvidar la sensación de hoy de no saber si Hermione seguía vagando inconsciente por el castillo, ¡por Merlín! ¿No os dais cuenta de que se han pasado muchísimo de la raya?! ¿Es que acaso no lo pasasteis mal al verla en el estado en que estaba? Os recuerdo además de que Malfoy no ha pagado por lo que ha hecho.

El discurso de Ron sumió al grupo en un pesado silencio. Tanto Harry como Ginny habían contemplado varias veces la idea de denunciar el suceso, sin embargo, no tenían prueba alguna que demostrara su acusación. Los Slytherins habían sido muy astutos usando aquel tipo de magia. Hermione debía convencerlos de que era una mala idea.

–No quiero que esto nos lleve a una guerra con ellos. Solo les provocaremos para que hagan algo peor…

–¿Peor?! –exclamó exasperado el pelirrojo. –O quizá si no hacemos nada verán que tienen el camino libre para seguir atentando contra nosotros. No, me niego. No esperare de brazos cruzados a que nos hagan otra jugarreta, si a esto, se le puede llamar jugarreta. Porque me parece una broma mucho más pesada que una simple trastada de críos.

Hermione no podía negar que Ron estaba siendo de lo más elocuente, ¡y qué momento había escogido para ser tan persuasivo! La Gryffindor observó cómo Harry y Ginny parecían sospesar las palabras del pelirrojo. En otra situación, incluso ella misma hubiera sido la primera en sugerir en denunciar los hechos pero lo que había pasado con Malfoy complicaba las cosas.

Había demasiadas cosas que no entendía ni quería entender. No podía negar que en algún momento se había dejado llevar por la situación, pero no estaba segura hasta qué punto había sido a causa de la poción que había ingerido. Se sentía avergonzada y a la vez furiosa porque él había provocado su estado y abusado de su condición. A la vez no entendía como Malfoy había cedido en deshacer el hechizo sin poner demasiada resistencia. El batiburrillo de emociones que sentía solo daba a pie una posible actuación, evitar el tema hasta que sacara algo en claro.

–Quizá podríamos… –comenzó Harry en una tentativa de idea que quedó rápidamente castrada por la impetuosidad de Hermione.

–Quizá nada, Harry. No haremos nada. En caso de que vuelvan a planear algo iremos a denunciarlo directamente a los profesores. Para empezar, el motivo principal de que no podamos hacerlo ahora es porque todos estábamos en una fiesta que no estaba permitida ni contemplada dentro de las reglas del colegio. Los primeros en romper las normas fuimos nosotros, así que no tenemos ningún derecho en quejarnos.

–Eres demasiado dura contigo misma, Hermione –confesó Ginny notablemente contrariada. – Asistir a un evento ilegal al que casi todo el mundo ha asistido no te quita el derecho de denunciar que alguien haya intentado aprovecharse de ti. Probablemente nos castigarían, pero definitivamente, si pudiéramos probarlo el mayor castigo sería para ellos. No creo que otra cosa fuera justa.

–En los años que llevo viviendo en la comunidad mágica he aprendido que dicha sociedad no destaca precisamente por la justicia...

–¿Qué quieres decir? –preguntaron los dos Weasley al unísono.

–¡Vamos! –exclamó Hermione irritada– Esclavitud, tortura en las cárceles, juicios improcedentes contra un menor… ¿continuo? La lista es muy larga, necesitaría más de un desayuno para explicarme bien.

–Ya estamos otra vez con lo mismo… –rebatió Ron exasperado.

–Chicos, no nos desviemos del tema –intervino Harry intentando apaciguar los ánimos. – La opción de recurrir a los profesores queda descartada. ¿Y si nos vengamos nosotros?

–¡Mucho mejor! –exclamó Hermione con sarcasmo.

–Es lo que llevo diciendo desde un principio –sentenció Ron fatigado.

–Basta –explotó finalmente Hermione–. He dicho que no. La víctima fui yo, así que yo decido que se hace. Siento muchísimo haberos causado tantos problemas, os recompensaré por ello, pero no tenéis ningún derecho a decidir por mí. Se acabó la discusión.

Hermione cogió su bolsa y salió disparada del Gran Salón sin percatarse de que varias miradas seguían su recorrido desde unas mesas más allá de la suya.

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–Parece que la sangresucia no ha amanecido bien después de la fiesta de anoche –comentó Pansy con una sonrisa de satisfacción gravada en el rostro. Tanto Blaise como Draco ignoraron el comentario y volvieron la vista a sus platos.

–¿Se puede saber que os pasa?! –exclamó frustrada la Slytherin– Desde ayer que estáis rarísimos. ¿Me explicaréis de una vez qué pasó con la sangresucia que os tiene tan amargados?

–Ya te lo hemos dicho un millón de veces –respondió Blaise con cansancio–. No pasó nada, la perdimos de vista y no pudimos seguir con la broma. Fin de la historia.

–¿Entonces dónde pasasteis la mayor parte de la noche? –siguió instigando la morena con tono acusatorio– Os busqué por la fiesta y no estabais.

Ninguno de los chicos respondió a la acusación. En la noche anterior, después de ver marchar a Granger, Draco había decidido volver directamente a su cuarto cuando por el camino encontró a su amigo Blaise petrificado en el suelo. Ni Draco había preguntado cómo Blaise había acabado hechizado en medio del pasillo, ni Blaise había preguntado quién le había propinado un puñetazo a su amigo. Sabiendo que ambos tenían algo que esconder, volvieron a sus respectivas camas sin mediar una sola palabra. El rubio se curó su herida y ambos intentaron sin mucho éxito sumirse en un profundo sueño.

–Sois insoportables –determinó finalmente Pansy dándole la espalda a los dos chicos para entablar conversación con el grupo de chicas de cuarto que se sentaban a su derecha.

Los dos chicos terminaron su desayuno en silencio. La humillación no era algo que a los Slyhterins les gustase demasiado compartir.

Pasaron dos semanas en las que Hermione intentó ordenar sus pensamientos. Sin embargo pronto se dio cuenta de que era una tarea inútil. Había demasiados cabos sueltos como para llegar a una conclusión coherente. No entendía el motivo por el cual el chico había actuado de aquella manera, ni que tenía que ver aquello con sus intenciones iniciales al drogarla. Ni si quiera sabía si había alguna relación entre ambas cosas. No conocía bien a Draco Malfoy, así que era imposible intentar adivinar sus pensamientos o acciones.

Aun así la Gryffindor tenía clara una cosa. Malfoy no había actuado bien, y si todavía le quedaba algo de respeto a sí misma, era algo que debía hacérselo saber. A pesar de que la chica se esforzó para encontrar un momento en el que poder hablar a solas, las circunstancias parecían no estar a su favor. Cuando uno de los dos estaba sólo, el otro iba acompañado.

De esta manera llegó el último día de clase antes de las vacaciones de Navidad. Aquel día Hermione había concertado una cita con Dumbledore para hablar sobre lo de sus padres. La incertidumbre la corroía desde el día que había recibido el paquete con todas sus pertenencias junto a la carta misteriosa de su padre. Mc Gonagall le había asegurado que hablaría con el director lo antes posible, sin embargo, este parecía estar más ocupado de lo habitual, ya que le había dado esquinazo en más de una ocasión. Bajo la promesa de la profesora de que todo estaba bien y tenía una explicación, Hermione esperó pacientemente el día que el director había prometido reunirse con ella.

–Hola profesora –saludó Hermione a Mc Gonagall al cruzarse con ella delante de la gran gárgola de piedra.

–Hola querida. El profesor Dumbledore acaba de llegar, quizá tendrás que esperar unos minutos antes de que te haga pasar, no eres la única alumna que ha ido a verle.

Después de esta advertencia Hermione le dio las gracias y subió por la escalera de piedra. Estaba algo enfadada por todo el tiempo que había tenido que esperar hasta poder recibir una respuesta. Pero todo eso ya no importaba, por fin podría hacer todas las preguntas que la habían carcomido aquellas semanas.

Al terminar de subir las escaleras Hermione se quedó en shock al observar que el alumno del cual Mc Gonagall le había advertido era ni más ni menos que Draco Malfoy. Este se giró al escuchar sus pasos y en seguida volvió a darse la vuelta.

Hermione resopló molesta. Así que seguiría ignorándola como había hecho las últimas semanas. Allí de pie Hermione notó que las fuerzas que había conseguido juntar aquellos días se habían desvanecido por completo. No sabía cómo empezar, ¿y si no decía nada?, ¿y si olvidaba el tema y dejaba las cosas como estaban? No. Hacía tiempo había tomado una decisión, y no volvería a tener una oportunidad como aquella.

–Lo que hiciste aquel día estuvo mal. –Hermione miraba la pared distraída cuando notó como la mirada de él se clavaba en ella–. Lo de hechizarme y lo de besarme sin mi consentimiento, las dos cosas. He pasado las últimas semanas intentando decidir qué hacer al respecto y a la vez he tenido que soportar el mal humor de mis amigos…

–Saben ellos que… –la interrumpió él con algo de angustia en su tono de voz.

–No –contestó ella sin dejar que él terminase–. No voy a denunciarte a los profesores, ni si quiera voy a vengarme ni dejar que lo hagan mis amigos. Lo que sí creo es que al menos merezco una disculpa…

–Lo siento.

–No Malfoy, una disculpa sincera.

Hermione se giró por primera vez para mirarle a los ojos. Había repasado mentalmente aquella situación miles de veces y aún así nada estaba yendo como ella había planeado. Estar con él a solas la ponía más nerviosa de lo que esperaba.

–De hecho, –prosiguió él sin desviar la mirada– es una disculpa sincera. Lamento todo lo que pasó aquella noche y me arrepiento sinceramente. Si creyese lo contrario, créeme, estaría burlándome de ti en vez de pedirte perdón.

Hermione se sorprendió de lo fácil que había resultado todo. En su mente había imaginado comentarios sarcásticos y dañinos por parte del rubio. Tanta madurez repentina la abrumaba un poco.

–Gracias.

Los dos se sumieron en un silencio incómodo. De alguna manera la relación entre ellos había cambiado desde hacía tiempo. Draco lo había descubierto la noche de la fiesta. Hermione por su parte, justo en aquel momento. Los dos en cierta manera habían madurado. Ya no eran críos, de manera que ya no podían seguir tratándose como tal.

–Enhorabuena por el trabajo de Encantamientos –la felicitó repentinamente el Slytherin con un tono neutral poco adecuado para una felicitación. Hermione se quedó confundida durante unos segundos.

–Gr-gracias. He de reconocer que no fue fácil conseguir buena nota esta vez –admitió la Gryffindor recordando cómo finalmente había tenido que lidiar con el pesado de Marcus e incluso cambiar cosas a escondidas para conseguir un buen resultado.

–La mejor, ¿no? O al menos eso ha dicho Flitwick en clase hoy…

–Sí… eso ha dicho.

La puerta al despacho del director se abrió sorprendiendo a ambos. Albus Dumbledore contempló a los dos estudiantes con una ligera sonrisa.

–Estaba preocupado por hacerla esperar Srta. Granger pero veo que estaba usted bien acompañada. –La joven sonrió con educación mientras que el rubio ignoró el comentario. –Sr. Malfoy, si viene a por las llaves que le prometí aquí las tiene.

El hombre le cedió las llaves ganándose el agradecimiento del Slytherin. Seguidamente el muchacho se marchó por las escaleras mientras que Hermione entraba al despacho del director.

Al terminar la reunión Hermione salió del despacho del director menos nerviosa de lo que había entrado pero más apesadumbrada. El director le aseguraba que era una medida provisional para las vacaciones de Navidad, pero Hermione aventuraba una inestabilidad política muy desalentadora. Si el consejo escolar juntamente con el ministerio de educación había decidido tomar esas medidas tan drásticas no era para tomárselo a broma.

De ese modo Hermione empezó sus primeras vacaciones de Navidad en Hogwarts. La joven pensó que era el momento ideal para disfrutar de los escasos ratos de tranquilidad fingida que le quedaban junto a sus amigos. Al fin y al cabo, presentía que la adultez estaba a punto de explotarle entre las manos.

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