Aviso:Universo Alternativo. Historia inspirada en la serie para televisión "Life Unexpected". Todos los personajes pertenecen a JK Rowling.
Prólogo.
Lily Evans estaba orgullosa de decir que a los 31 años había logrado tener una vida perfecta.
Trabajaba en el periódico más importante del mundo mágico, El Profeta, era la encargada de escribir la columna más exitosa de éste, "El Mundo Según Lily" en la que hablaba acerca de todo, sus opiniones muy francas e inteligentes acerca de temas tan serios como la política o tan triviales como la mejor película muggle de la semana, también era una viajera empedernida por lo cual cada cierto tiempo la columna era adornada por una muy colorida descripción sobre la húmeda Selva del Amazonas o las soleadas Playas de España. Y lo que nunca podía faltar en sus columnas era alguna demostración (grande o pequeña) del orgullo que sentía por su antigua escuela Hogwarts y su casa Gryffindor, Lily adoraba escribir anécdotas sobre sus años en ese lugar. Su hogar.
Lily también estaba orgullosa de decir que tenía a dos chicos maravillosos en su vida, su novio Adam Pevertine y su mejor amigo Severus Snape. Adam era un joven de su edad que también trabajaba en el Profeta, sección de deportes específicamente, se habían conocido hacía cuatro años durante la copa mundial de Quidditch que se había llevado a cabo en Irlanda. Ella particularmente no era muy fanática de ese deporte, más bien lo detestaba, pero nunca se perdonaría no darles a sus lectores su perspectiva del evento más importante del año. Ella y Adam eran la pareja perfecta, eran apuestos, exitosos y simpáticos, él estaba loco por Lily y ella… Bueno, ella le tenía mucho aprecio.
Su mejor amigo, Severus, era totalmente diferente a Adam. Era callado y misterioso, casi al punto de ser frío, no tenía muchos amigos y no era precisamente apuesto pero a Lily eso no le importaba. Sev había sido su mejor amigo desde que era una niña, había sido el primero en decirle que era una bruja y habían pasado juntos todos sus años en Hogwarts… Excepto por un pequeño período que Lily siempre estaba tratando de olvidar. Como fuera, Severus era el mejor amigo que Lily hubiese podido desear, siempre estaba ahí para ella, para escucharla y apoyarla, era como el hermano que nunca había tenido.
Pero Lily también tenía un secreto. Un secreto que, como todo en su vida, era perfecto. Y no porque fuera bueno, sino porque durante los últimos 14 años se había encargado de que nadie lo averiguara, las únicas personas que tenían conocimiento de este secreto eran su madre y su hermana, con las cuales prácticamente nunca hablaba pero que nunca se atreverían a revelarlo.
Aquel secreto era de esos que cambian vidas, de esos que pueden alterar totalmente el equilibrio del tiempo y del espacio… Bueno, no tanto así pero sí podía alterar bastantes cosas.
Era un secreto en el que Lily solía pensar durante las noches cuando estaba sola o cuando veía un partido de Quidditch por obligación, y siempre que pensaba en eso sentía como algo picaba en su corazón y su estómago se volvía un nudo… Pero nunca se permitía sentir eso durante mucho tiempo. No tenía sentido. Había tomado una decisión irreversible y había sido para el bienestar de todos los involucrados… Incluso de aquellos cuyo bienestar no le importaba mucho.
Pero en fin, de no haber guardado ese secreto su vida no sería tan perfecta como lo era. Y si de algo estaba orgullosa Lily Evans era de eso, de su perfecta y organizada vida, la cual nunca nada ni nadie alteraría.
James Potter estaba muy orgulloso de decir que su vida era genial.
Era el dueño del mejor bar deportivo de todo el callejón Diagon… Bueno, tal vez un bar que rara vez logra llenarse por las noches no se considere como el mejor pero a él le gustaba bastante, sí era cierto que daba más perdidas que ganancias pero no era como si necesitara el dinero, James era asquerosamente rico y lo seguiría siendo hasta el último día de su vida, ya saben, privilegios de nacer en una de las más antiguas familias del mundo mágico.
Claro que dueño de un bar no era como sus maestros y padres lo habían imaginado al graduarse, él lo sabía, ¿Cómo no saberlo? Si su padre se lo recordaba a cada bendita oportunidad que tenía. Sí, sí, ese era él, James Potter el mago más talentoso y fracasado de todos los tiempos, lindas palabra de un padre para su hijo, ¿verdad? Realmente él no le daba importancia, sabía que esa amenaza de desheredarlo y quitarle el edificio donde tenía el bar era un cuento muy viejo que nadie se creía.
Una de las cosas que James más amaba de su bar era los dos pisos vacíos que tenía arriba y que había convertido en un cómodo departamento para que él y su mejor amigo/hermano/colega merodeador, Sirius Black, vivieran. Sirius y James siempre habían tenido muchas cosas en común pero "decepción para la familia" no había sido una hasta que James había cumplido 25 años, "bienvenido al club, compadre" habían sido las palabras de Sirius, quien trabaja como bartender en el bar de James.
Además de Sirius, James tenía dos mejores amigos/hermanos/colegas merodeadores más, tal vez no tan cercanos como Black pero era prácticamente lo mismo. Remus Lupin y Peter Pettigrew tenían vidas un poco más ordenadas y decentes que sus dos amigos, el primero siendo profesor de defensas contra las artes oscuras en Hogwarts, su antigua escuela, y el segundo teniendo un trabajo estable en el ministerio de magia, específicamente en La Oficina para la Detección y Confiscación de los Hechizos y Objetos Defensivos Falsos. Los cuatro juntos habían formado el grupo más revoltoso y popular de Hogwarts, "Los Merodeadores" conocidos por ser amados por toda la escuela y por sus infinitas bromas, las cuales seguían haciendo de vez en cuando a pesar de ser adultos responsables y maduros… Bueno, al menos Remus lo era.
Los Merodeadores también tenían un secreto, uno muy serio y que por muchos años había sido casi doloroso… Pero que a los quince años habían logrado convertir en algo divertido e increíble, claro que esto no cambiaba que este fuera posiblemente el segundo secreto mejor guardado de todo el Mundo Mágico, uno cuyas consecuencias incluían cárcel. Claro que nunca se preocupaban por eso, eran Los Merodeadores, preocupación no estaba en su vocabulario… Bueno, tal vez en el de Remus.
Pero lo que James más amaba de su vida era el hecho de que fuera suya y que podía hacer con ella lo que quisiera y eso le encantaba, tener las riendas de su vida y poder manejarla a su gusto. Esa era la principal razón por la que nunca se había casado, no iba a dejar que nadie controlara su vida, mucho menos una mujer, lo suyo eran las relaciones de una noche… Había aprendido por las malas que el amor es un juego de perdedores, pero el como lo había aprendido era un secreto.
¿Qué? ¿No lo había dicho? James Potter tenía otro secreto aparte del mencionado anteriormente, un secreto que ni Sirius sabía. Era un secreto que lo avergonzaba y lo enfurecía… Pero sobretodo lo lastimaba, por eso nunca se permitía pensar demasiado en eso, al fin y al cabo nunca le volvería a pasar, no iba a dejar que le pasara.
Porque su vida era genial y ningún estúpido secreto con 14 años de longevidad podía arruinarlo. No mientras él pudiera evitarlo.
Harry Potter no estaba orgulloso de su vida. Para nada. ¿Qué orgullo podía haber en ser un huérfano que vivía bajo una escalera? Bueno, por ahora era una escalera, por lo que Harry sabía eso podía cambiar en cualquier momento.
Porque así había sido siempre su vida, 14 años de incertidumbre y mudanzas de un hogar adoptivo a otro, de un orfanato a otro. De hecho aquel armario debajo de las escalera en casa de los Rosewood estaba bastante bien, era pequeño e incómodo pero al menos era solamente suyo, a los 12 había tenido que dormir en un colchón en una habitación con 15 niños más, había aprendido a apreciar la privacidad.
Harry no tenía secretos, no tenía un trabajo exitoso y tenía pocos amigos. No había nada de perfecto o genial en su vida… Bueno, él consideraba la misteriosa cicatriz sobre su frente bastante genial, quiero decir, tenía forma de rayo, ¿Qué puede ser más genial que eso?... Tal vez saber de donde venía.
Saber cualquier cosa sobre su origen hubiera sido más que aceptable para Harry. Lo único que sabía era que su madre lo había entregado a servicios sociales el mismo día de su nacimiento porque era una adolescente que acababa de graduarse de la escuela y que ni siquiera tenía novio. Por eso último Harry ni siquiera había sabido si su apellido era legítimo hasta hacía unos pocos meses.
Harry no sabía nada. No sabía porque tenía esa cicatriz, porque el color de sus ojos era verde esmeralda y porque éstos eran tan defectuosos que prácticamente no veía nada sin sus anteojos. No sabía porque su madre no lo había querido y porque su padre no la quería a ella. No sabía porque nadie lo había adoptado nunca, no sabía que había mal con él. Pero hacía unos meses que había decidido que eso no iba a importarle más, si sus padres anónimos habían podido continuar con su vida sin él, entonces él podía hacer lo mismo.
Desde hacía ya unas semanas que Harry había decidido que no dejaría que su vida siguiera siendo manejada por personas a quien no le importaba, no más hogares de adopción basura ni orfanatos. Iba a darle un giro real a su vida. Haría lo que quisiera finalmente, no estaba muy seguro de que era lo que quería pero sabía que estaba destinado para algo grande, lo sentía en lo más profundo de su ser.
Harry Potter sería un nombre que el mundo mágico recordaría, él estaba decidido a eso y no permitiría que nadie siguiera poniendo freno a sus sueños. Sí, Harry estaba decidido a cambiar su vida y sabía que haría lo que fuera para lograrlo, lo que no sabía era que al cambiarla, también cambiaría la de otras personas.
Para bien o para mal, las vidas de los involucrados en esta historia ya no serían tan perfectas o geniales como habían pensado… ¿O quizás sí?
Hola! Bienvenidos a mi primera historia sobre Harry Potter, si llegaste hasta aquí por fa déjame saber que te parece, acepto cualquier crítica o sugerencia, gracias!