"Si tuviera el valor suficiente, hace muchos años que yo estaría muerta.

Años en los cuales siempre ha habido una esperanza de esperar un algo bueno, el algo mejor que se ansía cuando tocas el final del pozo, pero que nunca llega. Ese algo que está por venir, no es sino más sufrimiento, más crudo y espinoso aún que los anteriores.

La vida no es justa, es hablando mal una puta mierda, no tiene ningún sentido vivir para seguir el mismo camino de borregos para acabar igual: odiando a la familia, sufriendo puñaladas de cada "amigo", siendo sustituido cada breve lapso de tiempo por otra persona, no tener familia porque los padres divorciados dejan de ser padres, o ni siquiera nunca lo fueron, odiando cada cosa que nos rodea porque es insoportable.

Injusticias, trampas, odio, miseria, odio, odio, odio...

La gente se escandaliza cuando alguien dice que quiere morir, lo acusan de querer llamar la atención, en mi opinión, tener el valor suficiente de gritar a pleno pulmón que uno quiere morir, debería ser suficiente para plantearse qué funciona mal. Pero no, se le devalora, como todo esta vida que no tiene ningún mínimo de atención a menos que se encuentre tras una pantalla luminosa con teclas.

Demasiada maldad en el mundo como para abrir los ojos ante ella, es mejor contagiarse y tratar a los demás como una mierda, vanagloriándonos de ser superiores. La vida da asco, ser bueno no funciona, ser malo tampoco, nada funciona. Sólo funciona morir.

La muerte es hermosa si se piensa desde un punto de vista objetivo: se acabó el sufrir, se acabó el dolor, se acabaron las traiciones, el sentirse abandonado por una familia de mierda que nunca ha sabido quererte como es debido, se acabo todo eso.

En un alarde de optimismo, muchos dirán "pero también se acaban las cosas buenas". ¿De verdad compensa en la vida un leve momento alegre comparado con mil de lágrimas? ¿En serio compensa vivir amistades que van a joderse por cualquier cosa, sufrir desprecios de tus seres más queridos?

No merece la pena, si la mereciera, el mal y el bien estarían equilibrados y no tendríamos que hacer uso de la patética excusa de "todo depende del punto de perspectiva", frase hecha más que nada para engañarnos, o "lo mejor está por llegar" cuando no hay nada mejor esperando, nos atiborramos de sucedáneos sólo para auto convencernos de que debemos esperar, esperar aún más inútilmente para "ver" si un algo maravilloso llega.

Y luego, el enfado, parece que eres un criminal por querer bajarte del tren.

La gente de cada círculo sólo te atiende si sueltas algo tremendista que choque demasiado como para que posen sus ojos en ti "¿morir? Pero ¿qué dices?" y hay que agachar la cabeza porque nadie nos da el voto de credibilidad. Nadie cree que hay personas que desean la muerte y no precisamente a la ligera. Pero la cobardía humana nos evita querer dar el salto y acabar con todo, el miedo al dolor también contribuye, no es fácil tirarse por una ventana, saltar a las vías de un tren, o ingerir una a una pastillas que a saber cuántas son necesarias para el fin. Esa cobardía y el mecanismo de preservar la vida innato en el ser humano, son dos flotadores salvavidas que nos sostienen aún en el juego.

Vivimos por vivir, más que por querer vivir, ya que no tenemos otra opción.

Nos tienen clavados por la espalda en este punto y quitar la chincheta es muy complicado. Lo más gracioso de todo es que la gente justifica sus malas acciones culpando al otro, si alguien quiere morir el entorno procura pisarlo aún más en lugar de indagar sobre el problema. Porque así es este mundo, tremendamente hipócrita y egocéntrico, sólo entonces cuando aparece un cadáver la muerte cobra sentido y la vida se vuelve más triste. Podrían haber actuado para ayudar pero no quisieron, y luego vienen las lamentaciones. Pero lamentarse tarde no sirve de nada.

Por lo que a mí respecta, pienso en morir casi a diario, muchas veces al día, pienso en cómo debe ser esa genial sensación de libertad, de paz eterna, de descanso sin dolor a continuar andando por un camino de espinas. Y para variar, otra noche de insomnio pensando en que ojalá tuviese la suerte de morirme espontáneamente, quizás así me llorarían una media hora y a otra cosa, porque los vivos lo hacen.

Pero no será así, ni tendré esa suerte.

Si tuviera valor, podría dar un paso hacia el descanso eterno, pero por lo pronto estoy clavada aquí.

Y no sé cómo salir."

Hinata suspiró frente a la pantalla de su ordenador, había tenido un día más en el que la idea de la muerte se acomodó en su cabeza, sacudiéndola hasta el punto de querer explotar. Siempre había tenido un carácter tímido, siempre procuraba ser buena persona, buena amiga, buena hija...cualquier cosa que pudiera hacerse bien. Y de pronto, su vida había dado un gran giro inesperado: con su padre todo era un rechazo constante, la novia de su padre nunca solía tratarla como era debido (delante de su progenitor obviamente disimulaba), fueron muchas las veces que Hinata trató de pedir ayuda a su padre, pero éste hizo oídos sordos a la realidad recriminando su actitud. Con su querido primo Neji había tenido malas palabras numerosas veces por temas familiares, lo cual terminó en una gran discusión donde se dijeron palabras demasiado feas como para mantener esa especial relación que tenían en un principio.

Ese suceso fue uno de los más dolorosos y había llorado mucho por ello.

Respecto a sus amigas, nunca le tomaban en serio, siempre se burlaban de ella por su actitud tímida y prudente, nunca solía ser escuchada, simplemente era utilizada como diario andante de Ino y Sakura, que fluían en un "yo, yo misma y mi circunstancia" permanente.

La frustración aumentaba, era evidente, y para colmo, la única persona que había amado con locura: Naruto, nunca había sido capaz de corresponderla.
A sus veintidós años, Hinata se sentía perdida en un sinsentido, no lograba encontrar una razón buena, de peso, para vivir. Parecen temas muy sencillos, pero cuando una persona no encaja en ningún colectivo social, no es escuchada, es sometida a numerosos desprecios y no consigue un punto firme de apoyo, todo a su alrededor se desmorona sin remedio.
Tan cansada estaba de ser ignorada, que decidió mostrar su verdadero yo de forma anónima en Internet, dando creación así a un blog que comenzaba a ser bastante frecuentado: "En la Mente de lo Oscuro".

En él escribía cada oscuro pensamiento, cada reflexión sobre los demás, absolutamente todo. Su contador de visitas aumentaba últimamente a mayor velocidad, muchas personas dejaban comentarios aludiendo sentir lo mismo que ella.

Hinata pensaba que era irónico que en un mundo tan grande, tan poblado, muchos se sintieran solos, vivieran experiencias similares y que por añadido, también quisieran suicidarse.

Esa idea le daba lugar a dos conclusiones: que el mundo estaba destinado a ser así, y las mismas situaciones se repetirían constantemente, o que el ser humano estaba programado para hacer daño.

Fuera de este espacio virtual en el que se sentía libre, Hinata retomaba su carácter tranquilo y sosegado, ese blog constituía una descarga de frustración, y sólo cuando escribía en él sobre la muerte paradójicamente se sentía viva.

¿Cómo era posible sentirse vivo hablando sobre la muerte? Tantas contradicciones resultaban casi divertidas. Publicó su último escrito y no tardó en recibir comentarios sobre ello.

Sonrió para sí, al menos en ese espacio sí que era valorada, que ya era algo. Se levantó y se preparó para salir, su padre estaba a punto de volver con su odiosa novia y no quería verlos allí salvo el tiempo estrictamente necesario.

Cepilló su hermoso pelo azulado varias veces y se dispuso a salir por la puerta. No tenía un plan definido por lo que optó por buscar a sus dos "amigas".

Al salir a la calle se relajaba paseando, andando tranquilamente y disfrutando de la pureza del aire. Observaba cualquier cosa que veía en el camino y sonreía para sus adentros pensando en cómo sería la vida de esos completos desconocidos. Se imaginaba historias agradables y divertidas.

Unas voces interrumpieron su paseo.
-¡Eh, fantasma! -gritaba la voz aguda que ya sabía de sobra quien era.

-Te estábamos buscando -saludó la otra voz.

Al girarse se encontró a Sakura e Ino corriendo hacia ella, odiaba ese horrible mote que le habían puesto cruelmente entre las dos. Le solían llamar fantasma porque decían que su presencia era imperceptible, además su blanca piel no ayudaba en absoluto. Puso los ojos en blanco y respiró con paciencia, era posible que no lo dijesen con maldad pero para ella era una lacra que llevaba encima a pesar de decir siempre que lo odiaba.

-Justo ahora iba a ir a buscaros… -musitó en voz baja.

-¡Tenemos plan para esta noche y no puedes decirnos que no! -chillaba Sakura colocando su cabello rosado-. Iremos a un local nuevo esta noche.

-Nos han invitado unos amigos y no puedes negarte, pocas veces entrarás ahí -aseguró Ino-. Eso sí, vendrás a mi casa para que te vistamos, no se te ocurra venir con esa ropa aburrida de siempre.
La joven agachó su cabeza algo triste ¿qué tenía de malo su ropa?. A ella le gustaba...

-C-claro, iré sin falta...

-Estupendo, a las diez ven a mi casa, y ahora vamos a comer, que Sakura tiene que contarnos sus novedades.

Caminaban hacia una cafetería cualquiera con paso tranquilo, pero el interior de Hinata hervía en incomodidad...nunca le preguntarían qué tal estaba, nunca advertirían ese tono triste en sus ojos, ni esas ojeras de no dormir muchas noches deshaciéndose en lágrimas.

Sólo podía cargar su inadaptación al mundo en la espalda. Con pesar pero obligada.

Suspiró y siguió hacia delante, al fin y al cabo, la vida es siempre continuar.