-Cásate conmigo-

Las palabras de Wang So retumbaban en la cabeza de Hae Soo; pero no eran las únicas, también la atormentaba el recuerdo de aquella incómoda conversación con Yeon Hwa en la que la princesa se aseguraba la futura esposa del rey y sobre todo lo que le dijo Ji Mong: que ella no era una fuente de fortaleza para su amado.

Trataba de recordar sus años en la secundaria cuando le enseñaron la historia de Goryeo, no venía a su mente el nombre de la esposa de Gwangjong, ¿siquiera había tenido una?, obviamente sí, lo poco que podía recordar es que después de matar a todos sus hermanos y sobrinos, los siguientes monarcas descendían de Wang So ¿también descenderían de ella? Ya había cambiado la historia del reciente rey, y por tanto la de Goryeo y Corea, a esas alturas Jung, Wook, Baek Ah y Won deberían estar muertos y la realidad no podía ser más diferente. Había modificado la historia de su país y seguía ahí, en el cuerpo de Hae Soo pero con el alma de Go Ha Jin, ¿qué podría hacer otro cambio como el de aceptar casarse con él?

-No puedo…-suspiró Hae Soo con una notoria tristeza. No le importaba lo que Yeon Hwa le hubiera dicho, así la hubiera amenazado de muerte se habría casado con él; el problema era Ji Mong, el astrólogo talentoso y consejero del rey; si él había dicho que no debía casarse con su amado era por una razón celestial.

-¿Por qué no?- So estaba anonadado, habían pasado una noche maravillosa recorriendo las calles de Songak tomados de las manos, rezaron juntos frente a la maqueta de una carpa, símbolo de fertilidad, incluso estaban en su lugar especial. Entonces, ¿por qué diablos le había dicho que no?

-Ahora eres el rey, necesitas de aliados políticos fuertes y parientes poderosos para mantener el trono y proteger a los que amas- argumentó la doncella con lágrimas en los ojos pero la voz firme, no podía darse el lujo de titubear. So la miró desesperado, era la misma mirada con la que hacía más de cinco años le había robado su primer beso; la tomó fuertemente de los brazos y la obligó a verlo directamente a la cara, el corazón de Hae Soo se aceleró al sentir como las manos del rey temblaban sobre sus brazos, respiraba agitado casi bufando como si estuviera conteniendo muchísima ira.

-¿Crees que no soy un rey lo suficientemente fuerte para conservar el trono por mi propia cuenta? ¿En verdad piensas que necesito de una familia política poderosa para protegerlos?- masculló entre dientes Wang So sin dejar de mirarla.

-Claro que no, eres un hombre muy fuerte…-dijo suavemente la novia del rey- Pero yo no soy una fuente de fortaleza para ti, todo lo que puedo ofrecerte es mi amor eterno y te prometo que nunca voy a dejarte solo- hablaba tranquila, incluso pudo zafarse lo suficiente para acariciar la mejilla de So donde estaba escondida la cicatriz. Estaba destrozada por dentro, cada palabra que decía la mataba un poco, pero no podía demostrarlo.

-¿Por qué dices eso?- So quitó la mano de Hae Soo de su rostro y la envolvió con la suya- ¿Con quién estuviste hablando?- el rey sabía que su mujer nunca diría algo como eso a menos que alguien la convenciera de que era verdad. Casi podía darse una idea de quién era.

-Yo misma me di cuenta. So, recuérdalo, ¿por qué tu padre te mandó a Khitan por un año entero? ¿Por qué tuviste que irte casi tres años de Songak para supervisar la construcción del castillo de tu hermano? ¿Recuerdas por quién fue que tuviste que humillarte ante él mientras el cadáver de Mo flotaba sobre el agua?- ahora estaba enojada, no con él, sino con ella y esos recuerdos tan dolorosos. No soportó más y comenzó a llorar- Si me caso contigo, tendría que esperar todos los días a que me llamaras ante ti, casi no nos veríamos y no podrías protegerme todo el tiempo; si tus enemigos saben que soy tu debilidad me usarán a mí para que te rindas ante ellos…y tú…tú no puedes permitir que eso suceda…-

Wang So soltó su brazo y su mano, dio un paso atrás y comenzó a caminar el círculo rascándose la nuca. A Hae Soo no le gustaba verlo así, parecía un lobo enjaulado esperando su comida diaria o su libertad, sabía que su amado no era tonto y que seguro estaba meditando todo lo que ella le había dicho para finalmente aceptar la propuesta de ella. Unos segundos después paró en seco frente a ella y dio su opinión.

-Es cierto que por protegerte me sometí a la voluntad de otros y sí, Hae Soo, tú eres mi más grande debilidad- dijo con tanta serenidad estas palabras, con tanta seguridad que la joven pudo sentir como su corazón se partía en dos; miró abajo para confirmar el daño, no había nada que salvar- Pero…también eres mi mayor fortaleza…-

-¿Qué?- de un momento a otro, las piezas de su corazón comenzaron a acomodarse de nuevo, esa no era una respuesta que esperara escuchar.

-Te lo estoy diciendo de dos modos: cómo siento yo que tú me das fuerzas y cómo voy a convencerte de que es cierto. Soo, cuando alguien está tan solo y triste como yo durante tanto tiempo, endurecer tu corazón es el modo más fácil de no volver a sentir dolor…pero tú, hasta que te conocí no había tenido el valor, ni la fuerza para abrir mi corazón de nuevo, si no hubiera sido por ti jamás me habría encariñado tanto con Eun y con Jung, habría sido impensable para mí que Baek Ah fuera mi mejor amigo, en ese entonces el único hermano que tenía un lugar en mi corazón era Mo y por ti pudieron entrar los demás. Si no te hubiera conocido jamás habría amado a nadie, Soo. Eso puedo asegurártelo- So la miraba fijamente con amor y devoción, ¿estaba tratando de decirle que gracias a ella ahora contaba con aliados?- Es cierto que cuando estás pasando por momentos difíciles debes ser fuerte, pero para tener buenos momentos también hay que serlo y obtuve mi fuerza del amor que me dabas, de tus reclamos tontos y tu valentía- El rey había pensado que era el momento perfecto para besarla, pero al ver la cara de Hae Soo llena de angustia se detuvo, era hora del significado connotativo de "fortaleza".

-Pero yo no tengo nada más para ofrecerte, la princesa Yeon Hwa…- So golpeó fuertemente el árbol al lado de ellos cuando mencionó tan despreciable nombre, ahora estaba seguro de quién le había metido tanta estupidez en la familia.

-¡Yeon Hwa no tiene nada que ofrecerme! ¡Ni como mujer ni como…!- gritó furioso, comenzaba a hartarle la terquedad de su mujer.

-¿A qué te refieres con que no puede ofrecerte nada políticamente? Es una princesa…- Hae Soo no comprendía nada, pero un ligero rayo de esperanza comenzaba a asomar desde su corazón.

- He investigado. La familia Hwangbo sólo pudo regresar al palacio gracias al matrimonio entre Wook y tu prima. Los Hae son una de las familias más poderosas de Goryeo, están a cargo de las fronteras con Kitán; además, tu hermana mayor es la segunda esposa del nuevo emperador de Kitán- dijo finalmente con un tono severo.

-¿Qué?- Soo todavía no estaba consciente de cuántos parientes tenía, pero una hermana mayor casada con el emperador de Kitán era demasiado para ella.

-Fue una estrategia por parte del emperador Shizong de Kitán para controlar a los Hae y evitar otro intento de traición como el de hace siete años. Mañana por la mañana llegará al palacio y negociaremos la paz entre ambos reinos, y si es posible, una alianza. Soo, si me caso contigo estaré emparentando con la familia real de Kitán, se acabaran los conflictos y las guerras con ellos, obtendré un ejército poderoso para defender Goryeo y una familia fuerte para proteger el trono- So hablaba con entusiasmo y seguridad, pero Hae Soo estaba mareada, era demasiada información para ella y So lo malinterpretó como una duda de ella- Si lo quieres ver de este modo, Soo; me conviene casarme contigo-

Wang So tenía la habilidad de dejarla muda con una mirada o unas cuantas palabras, pero cuando combinaba ambas, Hae Soo quedaba completamente a su merced. Las razones que la había dado eran lógicas y tenían fundamentos, recordó que en sus últimos momentos, Myung Hee mencionó que ella había forzado un matrimonio con Wook porque lo amaba y quería ayudarlo a volver al palacio; si lo que So decía era cierto (y seguro que sí porque no era un hombre que se llenara la boca con mentiras) y emparentaba con los Hae al casarse con ella sería más sencillo proteger la frontera, un ataque de Kitán hacia la familia de ella sería un ataque directo al rey que contaba con los ejércitos de las familias Yoo, Wang y de los Kang de Shinju; serían muy estúpido si se metieran con él. Si lo veía de ese modo, entonces el matrimonio de ambos era casi una obligación para sacarse ese peso de encima y concentrarse en seguir estabilizando el gobierno y ayudar al pueblo. El rey Gwangjong que ella recordaba había mantenido el poder a punta de matanzas y nunca tuvo aliados, ahora sí, tal vez (sólo tal vez) le sería permitido cambiar la historia un poco más.

-Si me caso contigo, ¿me prometes que Goryeo estará a salvo?- declaró solemne.

-Te lo prometo- respondió So con una sonrisa llena de seguridad.

-¿Y me prometes que, si me caso contigo, nunca volverán a usarme para hacerte daño?-

-De eso puedes estar segura-

-¿Me prometes que no seré una reina que espere a que su marido la llame y pase sus días en soledad?- eso era lo que más le preocupaba a Soo.

-Tú no serás una reina como las otras, Soo. Tú pasarás tus días a mi lado en la sala del trono junto con Baek Ah, Ji Mong y Jung para solucionar los problemas que azotan esta tierra. Tienes unos pensamientos muy adelantados para esta época, pero es justo lo que necesito para cambiar las cosas- aseguró So plenamente confiado- Voy a decírtelo una última vez y espero que después de todo lo que te he dicho me des una respuesta satisfactoria: ¿Quieres casarte conmigo?

Al demonio Ji Mong, al demonio Yeon Hwa, ambos habían sufrido demasiado y finalmente tenía la oportunidad de estar juntos y ser felices, y no sólo eso, también tenían la posibilidad de hacer de Goryeo un reino aún más majestuoso sin la necesidad de un derramamiento de sangre.

-Acepto feliz la propuesta de matrimonio de su majestad- Soo hizo una reverencia y lo miró feliz.

So la miró extasiado, tan feliz como cuando ella lo besó y aceptó los sentimientos de él. Todo estaba tomando su lugar, había salvado a Goryeo de la tiranía de Yo y esa era su recompensa: ser feliz al lado de la mujer que amaba. La tomó por la cintura y la acercó a él, era un movimiento que Hae Soo ya esperaba y aprovechó para posar sus manos en el pecho del rey, latía tanto y tan contento como el suyo. Se miraron con un amor y una devoción imposibles de describir, sólo existían ellos dos, su infinito amor y el lago que había presenciado sus mejores y peores momentos. En Soo todavía quedaba un poco de la chica moderna del siglo 21 a la que le hubiera encantado ver a So de rodillas y con un hermoso anillo dentro de una cajita negra; pero sin duda eso era mucho mejor, y sí tenía un símbolo de su compromiso con él, sólo que lo había dejado en sus aposentos al creer que el resultado de esa noche sería diferente. So no quería dejar de mirarla, adoraba perderse en esos grandes ojos cafés que sólo ella poseía, con delicadeza limpió las lágrimas con sus pulgares y sostuvo la cara de su amada unos instantes antes de besarla con pasión. Soo respondió el beso ansiosa y feliz, abrazaba a So por la espalda y lo acercaba a ella, desesperada por sentirlo más cerca, más suyo, y él había soltado su rostro para aferrarse a la cintura de la joven como si fuera a lo único que pudiera sostenerse en ese momento para evitar caer, y en realidad era así.

Volvieron al palacio tomados de la mano y sin que los guardias los vieran utilizando el pasadizo secreto por el que Eun y Seon Dook habrían huido de no haber sido custodiado años atrás y daba acceso directo a Damiwon. Soo sentía su corazón palpitar con tanta fuerza que temió desmayarse, ¿en serio estaba bien lo que planeaba hacer? ¿Debería reconsiderarlo? Las dudas la atormentaron hasta que llegaron a Damiwon y la dulce mirada de su prometido le hizo saber que era lo correcto casarse con él. La joven dama no quería actuar como una vanidosa, pero el rey tenía razón; Yeon Hwa podría ser muy hermosa, pero no era nada lista y su corazón era frío y ambicioso, tal y como el de la reina Yoo, no tenía nada que ofrecerle a Goryeo como reina, toda la responsabilidad recaería en los hombros de So quien ya había tenido que soportar bastante durante el reinado de sus dos hermanos anteriores. No, definitivamente estaba bien que ella fuera la futura reina de Goryeo.

-Puedo llegar a mis habitaciones desde aquí, pyeha. Muchas gracias por tan maravillosa velada- agradeció Soo en un dulce tono haciendo una leve reverencia.

-Mañana comenzará tu preparación para el ritual de bienvenida. Nos casaremos en una semana- anunció So sin hacerle caso a su despedida.

-¿Una semana?- Soo recordaba que la boda de Eun y Seon Dook había requerido de una larga ceremonia en la que él tuvo que entregarle un ganso al general Park y posteriormente éste recitó unos votos, la vestimenta de Seon Deok era específica para la ocasión, pero estaba tan nerviosa, feliz, poco preparada o un poco de todo, que cometió varios errores que pasaron de largo durante la boda. ¿Cómo podría estar lista en una semana siendo que la presión que recaía sobre ella era mucho mayor por ser la esposa del rey?

-Sinceramente, me gustaría casarme contigo mañana mismo- confesó con sarcasmo- Pero la futura reina de Goryeo no puede cometer errores durante la boda ¿entiendes?- dijo con ternura golpeándole ligeramente la frente como lo había hecho años antes al decirle que no se rindiera mientras era dama de la corte.

-¡Auch! Sí, lo entiendo- se quejó Soo sobándose la frente.-Buenas noches, pyeha- la joven se disponía a ir a sus aposentos quejándose de lo infantil que el rey podía llegar a ser en ocasiones, cuando sintió la mano firme de So tomándola del brazo haciéndola girar hasta quedar frente a frente.

-En realidad- el tono de voz de So era grave y seductor, había colado su mano libre hasta la cintura de ella para acercarla más a él- Esta velada sólo terminará cuando yo lo diga, Soo; y todavía hay algo más que quiero hacer contigo- confesó acariciando el rostro de su novia.

Las mejillas de Soo se tornaron rojas cuando comprendió a qué se refería el rey. Le parecía irónico que cuando vivía en Seúl nunca se le había pasado por la mente tener relaciones sexuales antes del matrimonio, pero no lo pensó ni dos veces para entregarse a So semanas atrás en la hacienda que Yo le había entregado como recompensa por matar a Eun. Aunque sus acciones siempre le provocaban una risa tímida cuando los recordaba en solitario, las insinuaciones del rey la cohibían. Goryeo había convertido a esa chica efusiva e impulsiva en una dama educada y reservada a la que le parecía pecado entregarse a un hombre sin estar casados; pero todavía quedaba algo de Go Ha Jin en Hae Soo que le recordaba una y otra vez lo mucho que amaba a So y que mientras ellos dos estuvieran de acuerdo en hacerlo, no había problema. La prometida del rey le sonrió con ternura y él comprendió a la perfección que estaba aceptando su propuesta; la tomó de la mano y se dirigieron juntos a los aposentos del rey.

En cuanto llegaron a las grandes puertas detrás de las cuales dormía el rey, los recibieron un par de soldados que mostraron sus respetos a So agachando la cabeza mientras saludaban con un fuerte y sonoro "Pyeha".

-Levanten la cabeza- declaró solemne, los soldados obedecieron- La dama Hae Soo pasará la noche conmigo; nadie tiene permitido entrar o llamar a la puerta hasta que amanezca, ¿entendido?-

-¡Sí, pyeha!- declararon al unísono los soldados, posteriormente abrieron las puertas y volvieron a inclinar la cabeza mientras So y Soo entraban, sólo la levantaron una vez cerradas las puertas.

Soo conocía muy bien ese lugar, había dormido con anterioridad ahí, justo el día en que comenzó a ser tratada como una princesa sólo por ser la mujer del rey.

-Ponte cómoda, debo hacer algo- le dijo con ternura So. Ella asintió, su prometido desapareció detrás de un gran biombo dorado con un dragón rojo pintado en él.

Soo comenzó a quitarse los aretes, el anillo, la horquilla y los postizos que habían utilizado las damas de la corte para lograr un recogido de trenzas tan voluminoso, mientras se los quitaba, observó la armadura colgando detrás de la cama del monarca, sólo recordaba habérsela visto puesta una vez, cuando Wook y Yo planearon su rebelión mientras el rey Taejo agonizaba; en la mesa debajo de la armadura estaban las máscaras que So había usado para esconder su cicatriz, ahí mismo acomodó sus aditamentos una vez terminó de retirárselos, recordó que una vez había ido de visita al Museo de historia de Seúl cuando estaba en secundaria; su profesor había organizado la excursión con sus alumnos con el objetivo de que aprendieran mejor la historia de su país con una actividad dinámica; habían visto varios retratos antiguos y amarillentos, vestimentas antiguas y una que otra réplica de pergamino; pero no vieron ninguna máscara. El símbolo del temido "Perro-lobo" en Goryeo eran las máscaras que cubrían el tercio izquierdo de su rostro, todo el mundo lo identificaba con sólo verlo y sabían quién era el portador de tal sobrenombre, Ha Gin nunca había sido buena en historia, ni nacional ni internacional, pero de sus vagos conocimientos y recuerdos sabía que varios reyes y reinas eran conocidos por sus nombres y sus apodos: Iván "El terrible", Catalina "La grande", Luis XIV "El rey sol", Pedro "El grande", Nicolás "El sanguinario"; pero no recordaba en ningún momento que el Gwangjong sobre el que le habían enseñado fuera llamado "El perro-lobo". Miró intrigada las máscaras y delicadamente las rozó con las yemas de sus dedos.

-Éstas deberían ser reliquias muy valiosas que se expondrían en el museo…- las miró todas; no eran muchas, So no había conservado todas las que tuvo a lo largo de su vida, reconocía la negra con gris, la más grande que le cubría también la nariz, una negra más pequeña con líneas doradas, una dorada con relieves que era con la que lo había visto por primera vez después de regresar al palacio y otra completamente negra con plastas y clavos plateados, la máscara con la que lo conoció- Pero al museo al que fui no tenía máscaras en su exposición, ni placas en las que contaran que a Gwangjong lo llamaban "Perro-lobo"- sus pensamientos comenzaron a atormentarla, ¿cuántos cambios había sufrido la historia a raíz de su llegada y sus acciones?- ¿Será posible que el Gwangjong que yo estudié y el que amo sean dos hombres diferentes?- una tenebrosa conclusión abarcó su mente por completo: el primer Gwangjong nunca tuvo una cicatriz, jamás fue enviado con los Kang de Shinju, se quedó en el palacio y creció ambicionando el…

-Soo- el dulce llamado del rey, que se encontraba detrás de ella, la devolvió a la realidad. Hae Soo se dio la vuelta y se topó frente a frente con la cicatriz de la discordia, miró fijamente esa marca rojiza durante unos segundos; definitivamente el primer Gwangjong no tenía una ¿Entonces el hecho de que los príncipes siguieran vivos era a causa de esa cicatriz y no de ella? Descartó la idea, no tenía sentido; Ji Mong –aunque nunca se lo hubiera dicho claramente- la habría traído a Goryeo con ese propósito, pero se estaba casando con el rey y le aterraba estar borrando su propia existencia al cambiar la historia, buscó en los rincones más profundos de su memoria el nombre de la esposa del tirano, nada; sólo podía recordar que la primera letra del nombre de la reina era "D" y que era una princesa antes de casarse.

-Yeon Hwa- pensó impulsivamente, no conocía a ninguna otra princesa que viviera en el palacio y ella se aseguraba prometida del rey. Sí, probablemente el primer Gwangjong al no tener cicatriz se quedó en el palacio y terminó casándose con Yeon Hwa convirtiéndola en la reina "D-algo".

-¿Estás bien?- preguntó con suavidad So al ver a su amada tan aturdida.

-Sí, yo…sólo pensaba…-contestó despabilándose.

-¿En qué?-

-Pyeha, si nunca hubieras tenido tu cicatriz y hubieras crecido en el palacio… ¿Cómo habrías sido?- preguntó al fin. Tenía que saberlo, necesitaba saber qué clase de hombre hubiera sido So de no haberse ido nunca lejos de su familia.

-No lo sé, no me imagino siendo de otro modo- contestó tranquilo y sonriente.

-Por favor, piensa un poco ¿Qué habrías hecho de no haberte ido nunca de aquí?- suplicó Hae Soo.

-No sé, tal vez…tal vez mi relación con mi madre hubiera sido mejor…- respondió rascándose con nerviosismo la cabeza tratando de imaginarse una vida completamente diferente a la suya.

-Un rey tirano con una madre tirana que lo aconsejara. Tiene sentido, seguro fue la reina Yoo la que tuvo la idea de matar a los príncipes- sopesó en silencio.

-¡Ah! No sería tan buen guerrero, estoy seguro de eso- afirmó con entusiasmo, como cuando un niño da la respuesta correcta a la pregunta de su maestro.

-Y, ¿qué más?-

-Bueno, tal vez hubiera estado en Damiwon con mis hermanos ese día que saliste de la piscina termal en los baños- dijo seductor acercándose mucho a su mujer. Las mejillas de Soo se encendieron, seguro no se la estaba tomando en serio- Tal vez, sólo tal vez, me habrías mirado a mí primero antes que a cualquiera de mis hermanos; tal vez yo hubiera sido el único para ti desde ese momento y tú mía desde ese instante…

-Tuya desde ese…¡Eso es!- Soo iba a aceptar los labios de So cuando otra conclusión llegó a su mente: Ella no era Hae Soo, era Go Ha Gin, la primera Hae Soo conoció a un Gwangjong sin cicatriz; algo sucedió que no pudo salvar a los príncipes, ni a Goryeo y Ha Gin había sido transportada en el tiempo para corregir el error de su vida pasada. Dos Gwangjongs, dos Hae Soos y una sola línea temporal alterada drásticamente.

Entonces supo que no había nada que temer, la historia de la Corea en la que nació Ha Gin había sido cambiada drásticamente, el cuerpo de la joven moderna se había ahogado de seguro y su alma ya no tenía a dónde ir, ahora pertenecía a Goryeo y ahí se quedaría para siempre. Había salvado a los príncipes de la muerte, a Goryeo de un reinado lleno de sangre y en cambio les había dado un rey bueno y sabio; sí, estaba haciendo lo correcto, ella debía ser la reina de él. Rodeó el cuello del rey y lo besó apasionada derramando lágrimas de felicidad que So sintió en sus mejillas.

-Soo, ¿por qué estás llorando?- preguntó asustado él cuando se separaron.

-Estoy feliz, pyeha. Goryeo tiene un maravilloso rey, tus hermanos están a salvo y yo…yo me quedaré contigo, para siempre- dijo con completa alegría. So le sonrió de vuelta, ella le acarició la cicatriz con delicadeza y agregó- Te has quitado el maquillaje.

-Me indicaste que debía lavarme la cara todas las noches antes de dormir porque el maquillaje podría arruinar mi piel- rodeó la cintura de Hae Soo con su brazo y la acercó a él- Y yo siempre hago lo que tú me dices-

En ese momento, las palabras del rey eran cálidas y expresaban una total confianza, pero había que tener cuidado, Soo también las interpretó como una amenaza, si no sabía ser una buena reina eso podría afectarlo a él. So comenzó un nuevo beso y la cargó para rodear la cama y finalmente acostarla con delicadeza sobre la misma.

-No defraudaré tu confianza, seré la reina que tú y Goryeo se merecen- afirmó en sus pensamientos.

La ropa comenzaba a estorbarles, So se desprendía de la suya con rapidez pero a Soo la desnudaba de a poco, disfrutando cada fracción de su cuerpo y tratándola con la misma delicadeza de la primera vez; se deleitó pensando que después de una semana podría disfrutar de ella cada noche y nadie podría recriminárselo, incluso se planteó decretar que el cuarto de la reina y el del rey fueran el mismo; pero eso ya vendría luego, en ese momento Hae Soo estaba lista para entregarse a él nuevamente y no quería perder más tiempo.

Se posicionó sobre ella cuidando mucho el balance del peso de su cuerpo, no quería lastimarla o que se sofocase, Soo acomodó sus piernas a los lados de las caderas de So indicándole que estaba lista para recibirlo; no fue necesario mucho esfuerzo para que el rey entrara por completo en su mujer llenándolos a ambos de un placer indescriptible.

-Pyeha…-gimió Hae Soo al sentirlo moverse con lentitud.

-No…-susurró él, se detuvo un momento y acarició con delicadeza el rostro de su amada- Llámame por mi nombre, de ahora en adelante, llámame por mi nombre…- pidió So, todavía no terminaba de acostumbrarse a que sus hermanos lo llamaran "Pyeha", mucho menos su amada Soo, sabía que era una formalidad del palacio; pero él en ese momento no sentía que estuviera en el palacio, no se sentía el rey, sólo era un hombre común que estaba haciendo el amor con la mujer que más amaba. Con o sin la corona, So siempre sería el hombre que más amara a Hae Soo.

-De acuerdo, So- susurró ella asintiendo ligeramente. Wang So sonrió satisfecho y continuó con su lento vaivén.

Conforme la incomodidad daba paso al placer, Hae Soo le pedía a su amado que aumentara el ritmo de las embestidas, no sabía si estaba haciendo tal petición de manera consciente, pero So obedecía. El sudor perlaba sus frentes, las piernas de la joven rodeaba la cintura del rey y se besaban con intensidad; el sonido de la voz de Soo gimiendo liberaba en él un instinto salvaje que lo obligaba a ser más brusco, más apasionado, le daba la confianza de besar el cuello de su amada y acariciar sus pechos; a Hae Soo podía darle mucha vergüenza al comienzo, pero una vez se hacían uno, se tomaba la libertad de arañar la espalda del rey y llamarlo entre gemidos. Combinando todo lo anterior era obvio que no pasaría mucho tiempo antes de que ambos alcanzaran el clímax casi al mismo tiempo, So se dejó caer unos minutos sobre Hae Soo tratando de recuperar aire, le temblaban las piernas y tenía el cuerpo sudoroso; por su parte, la joven liberó el cuerpo del rey dándole la oportunidad de dejarse caer al lado de ella, respiraban agitados y no podían contener su felicidad, lo que habían hecho no podía considerarse pecado para los Cielos, ella era su mujer y estaba bien que se entregaran el uno al otro aunque no estuvieran casados; su amor iba más allá de cualquier contrato.

So ladeó la cabeza para ver a Hae Soo y ella lo imitó, la lujuria había pasado y sus hormonas estaban regresando a su estado normal dando paso a la timidez de encontrarse desnudos, una al lado del otro y recordando dos o tres cosas que hicieron o dijeron y no sabían si arrepentirse o no ello. Soo estaba sonrojada y miraba a su prometido directamente a los ojos, lo que más le gustaba a ella de él eran sus ojos rasgados y expresivos, y su boca pequeña y gruesa que pareciera siempre estar lista para darle un beso. So sonrió con timidez hacia Soo y se levantó para alcanzar su ropa interior y la de ella.

-Toma, hace frío- le dijo con ternura ofreciéndole las prendas a Hae Soo, ella las tomó con timidez cubriendo sus pechos con una mano, So rió al verla hacer eso, pero comprendía que para una joven educada de Goryeo, que un hombre que la viera desnuda debía darle vergüenza; aunque no dejaba de parecerle absurdo.

El rey se vistió rápidamente, Soo quería seguirle el ritmo pero las suyas eran prendas más complicadas de poner, So terminó ayudándole a ponérselas y le cepilló el pelo. Una vez estuvieron vestidos, se acostaron en la cama real y durmieron abrazados mientras las pequeñas velas que iluminaban la habitación del monarca se consumían lentamente.

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A So le hubiera encantado contemplar por más tiempo el rostro de Soo mientras dormía, la joven se veía tan hermosa con el pelo suelto y a So le fascinaba retirarlo con delicadeza de su cara para verla mejor. Hubiera dado lo que fuera por permanecer a su lado más tiempo; pero no era posible. Ya había amanecido y el emperador de Khitan no tardaría en llegar, debía prepararse para recibirlo apropiadamente. Depositó un fino beso en los labios de su prometida y Soo despertó con esta muestra de afecto.

-Buenos días, So- susurró ella con felicidad.

-Buenos días, Soo- respondió él.

-¿Qué hora es?- Soo se sentó en la cama y estiró los brazos reprimiendo un bostezo.

-Amaneció hace menos de dos horas. El emperador Shizong estará aquí al mediodía, debo ir a prepararme-

-Muy bien. Yo iré con Woo Hee o a caminar un rato-

-En realidad…-repuso So mirándola con malicia- Tú vienes conmigo-

-¿Qué?, pero ¿por qué?- bastante vergonzoso era ya de por sí el recuerdo de la noche anterior para ella como para seguir complaciendo las perversiones de su prometido.

-Todavía no he designado una nueva Dama Superior en Damiwon y ella es la única que puede asistir al rey en su aseo personal- el tono de voz del rey era sarcástico y malicioso, como si disfrutara de su propia habilidad para incomodar a Soo- Por lo tanto, tú debes ayudarme a estar listo para cuando llegue el emperador-

Las mejillas de Soo estaban más rojas que el atardecer, no podía creer lo que So le había dicho, pero tenía razón hasta cierto punto.

-¿Me estás pidiendo que…me bañe contigo?- cuestionó Hae Soo en un susurro.

So sonrió torcidamente y rodeó a la joven con su brazo izquierdo.

-¿Sabes? No había pensado en eso- dijo sarcástico- Pero no es una mala idea- su voz era seductora y grave, perfecta para poner nerviosa a la futura reina.

-¡Era una broma, demonios! ¡Aish!- Soo se levantó rápidamente de la cama del rey mientras él reía a carcajadas.

-Si esto es así ahora, pf…¡No me imagino cómo será nuestra noche de bodas!- se burló sin contener la risa.

Soo no lo volteó a ver, estaba muy molesta y avergonzada por lo que dijo, tal vez se lo hubiera tomado mejor si no fuera una joven tan tímida. Se palmeó el pecho, su corazón estaba muy agitado y debía calmarlo, aunque a estas alturas ya no sabía cuando palpitaba a causa de su enfermedad o por culpa del rey. Al darse cuenta de lo pesada que había sido su broma, So se levantó y abrazó delicadamente a Soo por atrás rodeando el estómago de ella con sus brazos.

-Ya, Soo, no te enojes conmigo. No quise ofenderte, es sólo que te amo tanto, te deseo tanto que no quiero alejarme de ti ni un instante- confesó con ternura.

-Pero al menos por hoy tendrás que hacerlo- dijo ella volteando la cabeza para verlo.

-¿Qué?-

-Yo aún no soy la reina, no puedo estar ahí mientras hables con el emperador Shizong- explicó con serenidad- Pero a partir de la próxima semana, será extraña la ocasión en la que no nos vean juntos- Soo posó su mano sobre la de So que se aferraba a ella y con la otra acarició su rostro desnudo. La joven le había dado indicaciones claras al entonces príncipe que no podía dormir con el maquillaje puesto y debía lavarse la cara cada noche, la anterior no fue la excepción y habían hecho el amor con la cicatriz visible; pero a ella no podía molestarle menos.

-Exacto, serás oficialmente mía y nadie podrá negarlo.- dijo besando la mano que le acariciaba la cara- Pero aún así tienes que venir conmigo.

-¿Qué?-

El rey soltó a su novia y la tomó fuertemente de la mano dirigiéndose a la puerta dónde custodiaban los guardias. A Hae Soo le pareció una locura salir y caminar hasta Damiwon en ropa interior, pero en realidad no compartía tal pensamiento con So, quien ya había abierto la puerta y la jalaba afuera, ninguno de los guardias se atrevió a alzar la mirada. Las mejillas de la dama de la corte ardían a causa del rubor que la situación tan embarazosa le había provocado, el rey de Goryeo se pasaba por el palacio en ropa interior sin pena alguna y era obvio, cuando alguien se cruzaba en su camino agachaba la cabeza y se hacía de lado, probablemente ni siquiera notaran que no estaba adecuadamente vestido. Hae Soo agradeció que llegaran rápidamente a Damiwon, So entró con toda naturalidad, prácticamente arrastrando a Soo detrás de él; la primera en verlos fue Chae Ryung, quien bajó inmediatamente la mirada al verlos vestidos tan ligeramente.

-Buenos días, Pyeha- saludó Chae Ryung con una reverencia- Buenos días, Dama de la Corte Hae-

-Chae Ryung, de ahora en adelante dirígete a Hae Soo como Princesa Hae Soo- ordenó con firmeza y después volteó a ver a su amada con ternura- Esta mujer es mi prometida y será tratada como tal a partir de hot que designe una nueva Dama de la Corte Principal-

Todas las damas de la corte presentes en ese momentos miraron sorprendidas a la pareja, algunas que apreciaban a Hae Soo y sabían de sus sentimientos hacia el rey se alegraron de tan grata noticia; otras que envidiaban lo rápido que había subido de estatus después de ser una simple lavandera la miraban con desprecio, pero no se atrevían a decir nada en presencia del rey.

-Felicidades, Pyeha- dijo Chae Ryung renovando su reverencia tratando de cortar la tensión del ambiente, las demás damas la corearon.

Soo logró por fin zafarse del agarre del rey y tomar un poco de aire, So la miró confundido por la forma tan brusca en la que se había soltado. Recuperó la compostura y una vez tuvo suficiente oxígeno en sus pulmones habló con el tono tan educado que usaba como Dama de la Corte Principal.

-Pyeha, con gusto prepararé el baño para ti; pero te pido me des unos minutos para alistarme, no puedo servir a su Majestad en ropa interior- lo único en lo que podía pensar Hae Soo era "No digas nada pervertido".

-Muy bien, comeré algo en lo que estás lista; pero no tardes- aceptó sonriente.

Soo hizo una pequeña reverencia y se dirigió a Chae Ryung y a dos damas de la corte cerca de ella.

-Preparen arroz, carne, verduras hervidas y pasteles de aceite y miel para su Majestad, no demasiados porque no voy a tardarme y tiene una visita muy importante en una horas, no puede recibir a su invitado con dolor de estómago y sírvanle té de hojas frescas- So la miró sorprendido y ella sólo sonrió- Es su favorito- agregó en un susurro apenas audible para los demás.

-Sí, Dama Hae- asintieron las damas de la corte.

Hae Soo se despidió del rey con una reverencia y se dirigió a su cuarto mientras So iba a sentarse a una de las mesas de Damiwon predispuestas para la familia real. La habitación no había cambiado en nada, todo seguía en su lugar, sólo estaba un poco más limpia gracias a las damas de la corte. Se dirigió a su ropero y sacó ropa interior nueva y el hanbok gris y verde exclusivo de la dirigente de Damiwon; lo sostuvo unos momentos entre sus manos y lo vio con tristeza, vino a su mente la Dama Oh y no podía evitar sentir que estaba viviendo el destino que le correspondía a ella.

-Si tan sólo el rey se hubiera casado con ella, aunque no la hiciera reina, probablemente no habría sufrido tanto- abrazó el hanbok con fuerza mientras unas lágrimas salían de su rostro- Gracias, Dama de la Corte Oh. Le prometo que su sacrificio no será en vano. Nadie va a volver a sufrir mientras yo esté aquí…nadie-

Al momento de dejar la ropa sobre la mesa para comenzar a cambiarse, su manga izquierda se deslizó dejando a la vista la cicatriz que se había hecho a los 16 años para evitar casarse con el rey Taejo; nunca se lo dijo a nadie, pero una vez estuvo cerrada la herida, comenzó a aplicarse el ungüento que Wook le regaló para tratar de rebajarla un poco, sabía que nunca desaparecería por completo como la de su cuello porque era más grande. Recordó lo que le dijeron: Una mujer con cicatrices no puede ser esposa del rey. Siempre le pareció una completa tontería sin sentido, pero ahora le preocupaban las consecuencias que esa apenas visible marca podía causar. Sin perder más tiempo, abrió la caja donde guardaba sus cosméticos.

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So estaba terminando la última taza de té que la tetera podía llenar, el desayuno que Hae Soo le ordenó había sido lo suficientemente variado como para no hastiarlo y en cantidades exactas para satisfacerlo. No cabía en su propia felicidad, por fin lo tenía todo –no es que hubiera ambicionado el trono antes, pero ser el rey le permitía proteger a los que amaba- sólo una semana más y Hae Soo sería completamente suya por decreto de los Cielos. Sin embargo, un molesto pensamiento llegó a su mente; la mañana anterior Wook se había presentado ante él alegando que una mujer con una cicatriz no podía ser reina. Maldito estúpido, pensó cambiando su semblante alegre por un visiblemente molesto, él era el rey y una gran cicatriz marcaba su rostro, no le hubiera importado tener que dejar de usar maquillaje si eso significaba poder tener a Hae Soo a su lado sin que lo fastidiaran; aunque si lo pensaba mejor, el comentario de Wook podía ser utilizado en su contra acusándolo de cuestionar la capacidad del rey para escoger a su reina. Rió para sus adentros, se lo guardaría para más tarde.

-Pyeha- lo llamó Hae Soo vestida adecuadamente para atender al rey- Disculpe la tardanza, tu baño está listo- indicó con una leve reverencia y las manos juntas a la altura del estómago.

-Perfecto- dijo satisfecho, ni siquiera se molestó en recriminarle a Hae Soo por los treinta minutos que lo tuvo esperando. Chae Ryung y la mujer del rey le abrieron paso y se dirigieron a la piscina de baño real.

Soo y Chae Ryng fueron las únicas que atendieron al rey mientras se lavaba el cuerpo, pero sólo la amada del rey le lavó el cabello. No cruzaron palabra alguna, ambos estaban demasiados inmersos en sus pensamientos (sin mencionar que no querían decir nada inapropiado en frente de Chae Ryung) cuando pasaron a la habitación dónde se vestía y se peinaba al rey, Wang So y Hae Soo entraron solos. Ella fue muy cuidadosa mientras usaba una toalla blanca para secar el pelo del rey y lo peinó con dedicación, le puso la horquilla exclusiva del rey y continuó con su tarea. Al lado de ellos colgaban los ropajes reales, Soo sólo tuvo que ayudarle a acomodarse la ropa de tal modo que no le incomodara, So se encargó de todo lo demás; ya casi estaba listo, sólo faltaba cubrir la cicatriz con maquillaje y Hae Soo ya tenía todo listo.

Con la práctica, ambos ya no necesitaban de muchos minutos para maquillar la marca del rey, las palabras de Wook retumbaban en la cabeza de So mientras su novia le daba los últimos detalles a su cara, harto de la angustia que sentía, tomó la mano de Hae Soo para que le prestara atención a sus palabras.

-¿Qué pasa, So?- preguntó Soo angustiada ¿había hecho algo mal? No, So no la trataría así por equivocarse con algo; además, era una experta del maquillaje, no tenía margen de error.

-Quiero que hagas algo por mí- pidió severo, mirándola directamente a los ojos- La cicatriz de tu brazo, maquíllala siempre, no permitas que se vea nunca- lo último que dijo sonaba más como una súplica que como una orden, Hae Soo lo tiernamente y le sonrió con complicidad.

-¿Cuál cicatriz, Pyeha?-

So sonrió ampliamente y dejó que Hae Soo terminara el trabajo, en cuanto dejó la brocha sobre la mesa le dio un apasionado beso, ambos estaban tan concentrados en el sabor del otro que no escucharon a los guardias anunciar la llegada de Jung, quien entró en la habitación y tuvo que presenciar cómo su hermano mayor besaba a la mujer que amaba, reprimió el ataque de celos que surgió desde el fondo de su corazón y cumplió con su tarea.

-Pyeha- llamó Jung con firmeza, sin sonar hostil; la pareja se separó de inmediato y trataron de recuperar la compostura.

-¿Sí? ¿Qué se te ofrece, Jung?- dijo So aclarándose la garganta.

-El emperador Shizong de Khitan está a las puertas del palacio, espera a que su majestad esté en el salón del trono para poder entrar- anunció con solemnidad.

-Muy bien, gracias Jung- el hermano menor del rey hizo una reverencia en forma de agradecimiento, el rey se dirigió a Hae Soo- Prepara té, licor y comida para el emperador y para mí, por favor- le pidió sonriente.

-Por supuesto, Pyeha- respondió Hae Soo haciendo una reverencia.

Wang So salió de la habitación acompañado por Jung, quien con una furtiva mirada captó la enorme sonrisa que dibuja la boca de Hae Soo. Bufó triste al ver que su guerra estaba perdida.