COINCIDENCIAS

XI. EPÍLOGO

Morphia, Mundo de los Sueños

-De acuerdo…- dijo Aria, rodando los ojos- eso fue muy raro…-

Minos se echó a reír. Tras pedir autorización a Hypnos y a Morpheus, Minos había acompañado a Aria al mundo de los sueños, y le había presentado a Albafica y a Agasha. Cierto, ya los había visto antes, pero esta vez sus tataratatara...abuelos le dijeron como se habían conocido y como las cosas habían... progresado entre ellos. Aria no quería saber. Como no se esperaba eso, se había asustado mucho en un principio, aunque después realmente había disfrutado mucho conocerlos. Y cabe mencionar que Minos se había burlado mucho de ella al ver su expresión asustada.

-Basta…- le dijo Aria, dándole un empujón, mientras que Minos caminaba junto a ella y reía en voz baja. Minos siguió sonriendo, y la rodeó con su brazo, atrayéndola hacia sí mismo mientras caminaban de regreso a la Octava Prisión del Inframundo.

-Es gracioso como doscientos y tantos años después tus tatarabuelos pueden darte traumas de la infancia- se echó a reír Minos.

-Arggg... basta- dijo Aria, dándole un codazo en las costillas. No le dolió, al contrario, lo hizo reír más. Ante su mirada acusatoria, el espectro dejó de reír.

-Oye, Aria- dijo Minos, su expresión un poco más seria- ¿porqué corriste hacia mí cuando recordaste? Sabías que era muy peligroso el sitio donde estaba…-

Como respuesta, Aria se soltó de él y tomó su cara entre sus manos. La piel blanca de Minos se tornó roja ante el contacto, pero la chica solo sonrió y lo besó. Minos sonrió también, abrazando a Aria y atrayéndola hacia sí mismo.

Los dos se separaron tras un largo beso.

-Quisiera que te quedaras conmigo, Aria- dijo Minos, de pronto bajando la mirada tristemente, aunque sin soltarla- pero me temo que nada crece en el Inframundo, y tu amas demasiado las flores y las plantas. No hay nada de eso en el Inframundo, y creo que te pondrás muy triste-

-¿Es en serio?- dijo Aria, parpadeando sorprendida.

-Sí, el Inframundo es el mundo de la muerte- le dijo Minos- excepto un pequeño jardín en la segunda prisión, nada crece aquí, y…-

-No, no es eso, tonto- dijo la chica, sacudiendo la cabeza- ¿es en serio que quieres que me quede contigo?-

-Más que nada en el mundo- dijo Minos, pero bajó la mirada también, tomando las manos de la chica y entrelazando los dedos con ella.

-Supongo… que podríamos hacer un jardín en el Inframundo- dijo Aria, pensativa- claro, si realmente quieres que me quede contigo. Y tendría que ver como ir a mis clases en la universidad, y…-

Minos estaba tan feliz porque Aria estaba considerando quedarse con él que la abrazó, alzándola levemente del suelo y dándole algunas vueltas. Ambos se echaron a reír, hasta que el espectro volvió a ponerla en el suelo.

-¿Estás segura?- dijo Minos, sin poder dejar de sonreír- soy un espectro, tengo mañas, soy imposiblemente desordenado y no hay poder humano que me levante antes de las ocho de la mañana. Si no me crees, puedes preguntarle a mi lugarteniente, Lune-

-Muy segura- sonrió Aria, poniendo sus manos en sus caderas- si es que pueden soportar mi locura por las plantas y las flores-

-Seguro que también a la señora Perséfone le encantará la idea, Ari- le dijo Minos en voz baja, rozándole la nariz con la punta de su dedo índice en un gesto travieso- además, yo sería infinitamente feliz-

Aria lo miró con adoración, y volvió a lanzarse a abrazarlo. Minos fue atrapado desprevenido, y por el empujón ambos cayeron al suelo. Ambos rieron de nuevo, y la chica lo besó con cariño, cosa que no le molestó ni un poco al espectro.

-Ejem…- un ruido los interrumpió. Ambos levantaron la vista y miraron que los espectros de Minos, liderados por Lune, los estaban mirando, algunos con las cejas levantadas y otros aguantándose la risa, sobre todo por la extraña situación en la que se encontraba su capitán. Lune les lanzó una mirada de desaprobación, pero no dijo nada más.

-Eh… creo que tenemos que reportarnos en Giudecca- dijo Minos, ruborizándose levemente, y ofreciéndole su brazo para llevarla.

x-x-x

Habitaciones de Afrodita, Olimpo

Athena jugaba con sus dedos nerviosamente. Si bien no le quedaba la menor duda de que había hecho lo correcto con respecto a Deimos para proteger el mundo, sabía que Afrodita podía llegar a ser un poco aprensiva con sus hijos. La diosa de la sabiduría suspiró antes de llamar a la puerta.

-Pasen- Athena escuchó la voz de la diosa desde el interior.

Las habitaciones de Afrodita eran impresionantemente hermosas y excesivamente decoradas. La diosa parecía tener una extraña fijación con los colores rosa y blanco, pero todo a su alrededor era realmente exquisito. Athena sintió quizá un poco de envidia al ver la fabulosa habitación, aunque era un poco excesivo para su gusto. Se acercó a la diosa.

Afrodita estaba tumbada en uno de los numerosos divanes, cepillándose sus largos cabellos dorados. Athena no entendía su obsesión por peinarse: sus cabellos se veían más que perfectos. Inconscientemente Saori se repasó el cabello con sus dedos, como para no verse tan desordenada en comparación, fallando miserablemente.

-Athena, que agradable sorpresa- sonrió Afrodita al verla, irguiéndose sobre el diván- ¿a qué se debe tu visita?-

Athena volvió a jugar con sus dedos, pero hizo un esfuerzo por dejar de hacerlo y cruzarse de brazos.

-Tengo algo importante que decirte- dijo Saori- como ya sabes, hace como un año, la chica de uno de mis santos logró cerrar a Phobos-

El rostro de Afrodita se ensombreció un poco.

-Sí, lo sé- dijo ella- Phobos y Deimos se han comportado muy mal. Desde esa ocasión te dije que no tenía ningún inconveniente con que lo castigaras como creyeras conveniente-

-Hace un par de días también detuvieron a Deimos- continuó Athena de la misma manera.

-Y sostengo lo que dije en ese momento, Athena- dijo Afrodita- mis hijos se han comportado muy mal, y merecen ser castigados-

-Hablando de eso- continuó la diosa de la sabiduría- estaba pensado… pedirle a mi padre Zeus que se lleve a cabo un juicio, formalmente, para castigar a ambos por sus esfuerzos contra mí, contra Poseidón y contra Hades. También los dioses egipcios como Nancy… quiero decir, Hathor, quieren presentar sus quejas contra Deimos-

Afrodita no dijo nada. Apretó el labio levemente, y puso los pies en el suelo. Su rostro era imposible de descifrar, incluso para Athena. Finalmente, la diosa respiró hondo.

-No me gusta esto- dijo Afrodita- pero sé que tienes razón. Deberías hacerlo. Si llegas a convencer a Zeus de llevarlo a cabo, estaré de tu parte y no haré nada para proteger a mis hijos. Estoy de acuerdo contigo con que deben ser castigados para que desistan en sus esfuerzos contra ti y los otros dos-

Athena sonrió.

-Lo siento mucho, Afrodita- dijo Athena.

-No te preocupes mucho, pequeña- dijo Afrodita- sabía lo que hacía cuando me metí con Ares. Y hablando de él, es de él de quien te tienes que cuidar-

Athena hizo una mueca. Claro que sabía que, después de que Phobos y Deimos estuvieran fuera del camino, iba a ser Ares quien vengaría a sus hijos. Suspiró.

-Estaremos preparados- dijo Athena- gracias por todo, Afrodita-

Las diosas se despidieron, y Athena salió de las habitaciones de Afrodita, con toda la intención de regresar al mundo humano. Mientras caminaba por los jardines del Olimpo, se encontró con una escena que no había visto en mucho tiempo.

A unos pasos de donde se encontraba la diosa de la sabiduría, se encontraban los gemelos Apolo y Artemisa. Athena sonrió y se dispuso a acercarse a ellos para saludarlos, cuando notó algo extraño. Los gemelos estaban peleando. La diosa incluso parpadeó para aclarar su vista, para ver si no se había equivocado.

Apolo empuñaba su lira, y estaba cruzado de brazos, con una expresión entre molesta y triste. Hubo un momento incluso en el que el dios dejó caer la lira al suelo, haciendo un ruido extraño. Pero Artemisa era quien la sorprendió: la diosa de la luna estaba realmente furiosa, fuera de sí. Sus ojos estaban casi desorbitados y sus mejillas enrojecidas de enojo.

-Ya tengo una mejor idea de donde está- dijo Artemisa entre dientes- ¡no puedes esconderla para siempre, Apolo! Y cuando la encuentre…-

-Ya tuviste tu represalia con los culpables, hermana- dijo Apolo- ¿no puedes dejarla en paz?-

-¡No!- gritó Artemisa- eres un…- pero se interrumpió, al ver a Athena mirándolos. Los gemelos respiraron hondo para calmarse, e intentaron pretender que no estaba pasando nada.

Athena solo los saludó con una sonrisa y una leve inclinación de su cabeza, para después apresurarse a salir del Olimpo. Mientras se alejaba, escuchó a los gemelos reiniciar su pelea y sus gritos. La diosa se encogió de hombros. Ya lo averiguaría más tarde.

x-x-x

Giudecca, Inframundo

Hades se irguió sobre el trono mientras miraba alternadamente a Minos y a Aria. El juez del Inframundo había ido a pedirle permiso de dejarla quedarse con él en el Inframundo, con una manera de entrar y salir de su reino en libertad para poder acudir a sus clases de maestría en la universidad. Una vez que él y Perséfone escucharon el relato sobre quien era Aria, todo lo que había pasado en Atenas y los planes que Minos y la chica tenían, la diosa de la primavera se puso de pie emocionada.

-Yo estoy a favor- dijo Perséfone, aplaudiendo un par de veces, emocionada, y se alejó del trono y bajó los escalones. Hizo que Aria se levantara y la abrazó, haciendo que la chica se enrojeciera- tienes que plantar un jardín aquí en Giudecca. Bueno, después de que pongas uno en Ptolomea, claro. ¡Me encanta la idea!- se volvió a Hades- le vas a dejar que Aria se quede, ¿verdad?-

Minos sonrió levemente. Hades jamás, jamás diría que no a su reina. Pero esperaba que el mismo dios entendiera lo importante que Aria era para él. Estaba perdidamente enamorado de ella. Y no se dio cuenta como pasó.

-Está bien- dijo Hades- bienvenida al Inframundo, Aria-

-Gracias- sonrió la chica.

Unos pasos detrás de ellos, estaban los otros dos jueces, acompañados de Violate y de Victoria.

-Oye, Rada- dijo Victoria en voz baja- ¿quien es ella?-

-¿De dónde salió?- preguntó Violate, un poco más directamente, haciendo que Aiacos disfrazara su risa como una leve tos.

-Minos nos contó la historia más extraordinaria- dijo Aiacos, mirando de reojo a Minos, quien ayudaba a Aria a levantarse y la abrazaba con cariño. Violate también sonrió. Ambos estimaban mucho al espectro de Grifo, y estaban genuinamente felices de que estuviera feliz.

x-x-x

Entrada al Santuario de Athena

Aioros estaba con los brazos cruzados y una expresión molesta. No le hacía nada de gracia que Sofi estuviera charlando con ese tipo, Lucca. Pero sabía que no tenía nada que temer: al contrario. Casi sentía lástima por el hermano de Aria. Casi.

No pasó mucho tiempo cuando ellos regresaron, Lucca y Sofi, seguidos de Aria y de Minos, éste último tirando de la oreja del italiano sin piedad, para total diversión de su chica.

-Aioros, Lucca tiene algo importante que decirte- dijo Sofi en un tono severo, y se volvió a el chico italiano, alzando las cejas y con sus manos en las caderas.

-Aioros... yo... lamento mucho los problemas ocasionados- dijo Lucca- lamento haberte mentido sobre mi relación con Sofi, lamento haberte hecho sentir mal...-

-¿Y qué más?- dijo Minos, tirándolo de la oreja de nuevo.

-A modo de disculpa, no hablaré ni molestaré a Sofi de aquí en delante- dijo Lucca, cabizbajo.

-¿Y qué otra cosa?- añadió el espectro de Grifo.

-Y yo iré personalmente a Italia a decirle a mi mamá que Aria se quedará con Minos en el Inframundo- terminó de decir el chico.

Aioros alzó las cejas ante esto último, sin entender.

-A mi madre no le va a gustar nada que me quede con Minos- dijo Aria, intentando en vano aguantarse la risa- le va a gritar y gritar por horas...-

-Casi quisiera ver eso- dijo Minos, pensativo, pero depsués se echó a reír- no, la verdad no-

Aioros sonrió, y extendió el brazo para abrazar a Sofi, mientras veían a Lucca salirse cabizbajo del Santuario, arrastrando los pies.

-Tal vez sentiría algo de pena por él... si no hubiera querido mantenerme alejado de mi chica- dijo Aioros en voz baja. Sofi sonrió y apoyó su cabeza en el hombro del santo dorado.

-No merece tu compasión- dijo Minos, borrando su sonrisa. No se le había olvidado que estuvo de acuerdo en que borraran la memoria de Aria, aunque eso la pusiera en peligro. Se merecía todos los regaños que su madre le iba a dar. Incluso, Minos se arrepentía de no haberle dado una patada en el trasero, pero creyó que ya sería demasiado.

x-x-x

Narvik, norte de Noruega

Dos meses después

-Minos, no veo nada- se quejó Aria, mientras caminaba tambaleándose en la nieve- es casi la media noche, llevo encima ocho capas de ropa para mantenerme cálida en este congelador, y no me dejas caminar…-

-Esa es la idea, que no veas nada- dijo Minos detrás de ella, cubriéndole los ojos con las manos y sonriendo ampliamente- son solo unos pasos más, lo prometo-

-Aish…- se quejó la chica, mientras caminaba, casi tropezando cada dos o tres pasos, para total y completa diversión del espectro. Éste la había convencido de ir con él a Noruega, porque tenía algo que mostrarle. A Minos le llenaba de nostalgia la noche despejada y cubierta de nieve, le recordaba la noche en la que casi había muerto.

-Espera aquí, no te muevas, ¡y no abras los ojos!- dijo Minos, deteniéndose. Aria gruñó e intentó cruzarse de brazos, cosa que no logró con todos los trapos que tenía puestos encima.

-¿No podíamos venir en julio o en agosto?- dijo Aria- para que no estuviera haciendo tanto frío-

-No, porque no podrías ver lo que quiero mostrarte- dijo Minos en un tono sabiondo- teníamos que esperar hasta Septiembre-

Aria sonrió, intrigada. ¡Ya quería saber de que se trataba? Con un suave gesto, sintió que Minos la tomó en sus brazos y la depositó en el suelo, o mejor dicho, en algo acolchonado y cálido en el suelo. Podía percibir un cierto aroma a chocolate caliente, que hizo que sus tripas se retorcieran de hambre. Minos rió a unos centímetros de ella, y la abrazó.

-Ya puedes abrir los ojos- le dijo Minos.

Aria obedeció, y abrió los ojos. Casi abrió la boca también de asombro. El cielo nocturno estaba completamente coloreado por las hermosas auroras boreales, mucho más bellas que nunca, le parecían a Minos. Aria nunca las había visto en su vida, y se quedó sorprendida y emocionada al verlas.

-Mi… Minos, ¿qué es esto?- dijo ella.

-Son las luces del norte- dijo Minos, estrechándola contra sí mismo y pasándole una taza con chocolate caliente- auroras boreales. Son algo tan lindo… que quería compartir contigo-

Aria sonrió, y apoyó su cabeza en el hombro del espectro.

-Son hermosas, Minos- dijo Aria- gracias-

Minos la besó en la mejilla con cariño, haciéndola ampliar su sonrisa, y se dejó caer hacia atrás, para quedar tumbado sobre la manta que había colocado sobre la nieve. Aria dejó su taza de chocolate y se tumbó junto a él. El espectro sonrió ampliamente. Todo estaba perfecto.

x-x-x

FIN

¡Hola a todos! FELIZ AÑO NUEVO! Espero que les haya gustado esta historia tanto como a mí me gustó escribirla. Muchas gracias por seguir leyendo, y por sus reviews. El próximo fic es de Camus x OC, y aún no está terminado, estoy en los capítulos finales, así que espérenlo próximamente. Les mando un gran abrazo a todos. Nos leemos pronto.

Abby L.