Disclaimer: Los personajes, algunas locaciones y demás de Saint Seiya Lost Canvas no me pertenecen, pertenecen a Masami Kurumada y Shiori Teshirogi.


Santa secreto

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Dedicado, con mucho cariño a InatZiggy-Stardust, LCrosslux91, mcr77, Ezarel, MissLouder y LiaraPinceton. Estas talentosas fanfickers me han ayudado en un momento muy duro y no podía pasarlo por alto. También a todos ustedes, mis lectores, por hacerme sonreír con cada review ¡Feliz navidad!

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Subía las escaleras hacia el templo papal con mucho entusiasmo; la señorita Athena y el patriarca habían mandado llamar a sus doce guerreros de oro, seguramente tenían algo importante que anunciar.

El pequeño león apuró el paso, esbozando una sonrisa. En el camino se había distraído persiguiendo a una mariposa que se había posado en su nariz, invitándolo a jugar. Ya podía escuchar en su mente la voz de su tío regañándolo por su demora.

Empujó la puerta y entró al recinto. Rápidamente, once miradas doradas —más otras dos— fijaron su atención en él; algunas acusadoras por su tardanza; otras contentas, dándole la bienvenida.

— Disculpen mi demora —dijo como saludo, caminó rápidamente sobre la larga alfombra roja y se acomodó en su sitio correspondiente entre Deuteros y Dohko.

— Bien, ahora que finalmente están todos aquí —inició el patriarca—. la señorita Athena tiene algo que quisiera… pedirles —pronunció un poco dudoso, frunciendo el ceño; como si no estuviese del todo de acuerdo con lo que seguía.

Sasha lo miró sonriendo, suplicante, pidiéndole continuar ella con el anuncio. Sage se tomó unos segundos y luego asintió, consintiendo.

— Como muchos de ustedes sabrán, yo provengo de un humilde orfanato italiano —comentó la pequeña diosa con timidez—. Por estas fechas con mi hermano y mis amigos solíamos cantar villancicos en la Iglesia y seguir ciertas tradiciones que…

— Perdón Sashita —interrumpió el santo de escorpio levantando la mano—. pero ¿Qué rayos es un villancico?

— Canciones que celebran el natalicio de Jesucristo, son común en la fe católica —contestó Degel frunciendo el ceño—. Deberías cuidar tu vocabulario frente la diosa, Kardia —ante esto último el santo fanático de las manzanas contestó chasqueando la lengua, molesto.

— Gracias Degel —retomó la deidad, tratando de reprimir una risita—. Bueno, el punto es que… añoro todo eso —murmuró acariciando con ternura la pulsera de flores que llevaba en su muñeca derecha. Sisifo se respingó con un poco de culpa al oír esto último—. Quería pedirles si, por esta vez, podrían seguir conmigo una de esas tradiciones.

— ¿Seguir con tradiciones de otra fe no sería hacer algo pagano? —la cortó Asmita.

— Pff… ¡Miren quien habla! —rió irónico el santo de cáncer que estaba a su lado—. ¡Vamos, chico hindú! Athena quiere hacer algo divertido ¿Por qué habría de estar mal?

El caballero de virgo no se inmutó, pero por dentro se sentía molesto. El guardián del cuarto templo ya le había caído mal desde el principio, con esto ya tenía todos los números para ganarse el tesoro del cielo.

Respetando su política de no contestar violencia con violencia, repitió en su mente —una y otra vez— un mantra que tenía para estas ocasiones: "No debes matar al discípulo del patriarca".

Hasgard, desde su lugar, miraba la escena con mucho recelo.

— No creo que sea una mala idea, sería bueno hacer algo para pasar tiempo juntos como compañeros —agregó Sisifo, con una sonrisa, para cortar con el ambiente agrio que había quedado—. Díganos qué tiene en mente, señorita.

Sasha sonrió y continuó hablando.

— Por estas fechas en mi pueblo la gente suele intercambiar regalos y hacer festines para celebrar el nacimiento de Jesús. Mis amigos del orfanato y yo jugábamos a algo a lo que le llamábamos "el amigo invisible". Trabajábamos todo el año para poder hacerlo por estas fechas, tener un poco de alegría y olvidarnos por unos días del duro pasar económico que llevábamos.

— ¿Cómo se juega? —Preguntó Regulus con mucho entusiasmo. Su atención había aparecido, llenándole el rostro de alegría, desde la mención de la palabra "juego".

— ¡Fácil! —respondió ella contagiándose de la alegría del león. Se levantó de su trono por unos instantes y le pidió a una doncella que estaba allí presente, una pequeña canasta de mimbre que esta ya tenía consigo desde antes que todos los santos se hicieran presentes—. Aquí están los nombres de todos anotados en trocitos de papel. A cada quien le tocará uno. A esa persona le darán un regalo y alguien más le regalará algo a ustedes. Es más divertido si con el regalo dejas una nota con pistas, pero sin dar tu nombre.

— O sea que la persona a quien le regalas algo debe descubrir tu identidad y así tú también con alguien más. Parece interesante —Sonrió Hasgard, rascándose la cabeza.

— Exactamente. Claro que si alguien no quiere jugar no está obligado a hacerlo; pero creo que es una linda actividad para…

— Es algo muy materialista —irrumpió Asmita nuevamente—. Le pido disculpas si la ofendo, pero no puedo participar de algo así. —Sasha sonrió amargamente y asintió.

— Está bien Asmita. Puedes retirarte a tu templo si quieres.

El muchacho hindú hizo una reverencia y giró sobre sus talones para emprender el camino a su templo. En su recorrido hasta la salida, sintió el peso de muchas miradas cargadas de desconfianza.

— Bien ¿Alguien más no quiere? —consultó la diosa a su séquito luego de escuchar la puerta de la sala cerrándose, señal de que Asmita ya se había marchado.

El resto de la orden dorada no emitió palabra. A algunos la idea no les parecía tan mala; otros no estaban tan convencidos, pero, a fin y al cabo, era un deseo de su diosa y no se sentían capaces de contrariarla. Menos ante un deseo que parecía un tanto inocente.

Al notar el silencio, ella continuó hablando.

— Entonces, todos vengan y tomen un trozo papel —requirió sonriendo y metiendo una mano en la canasta para revolver bien el contenido.

Uno por uno, los santos fueron tomando un bollito de papel y regresando a sus lugares. Todos leyeron para sus adentros a la persona que el azar les había otorgado.

— Ahora lo que queda es pensar qué regalar y adivinar quién es su "amigo invisible" según las pistas que reciban con el regalo. El 25 nos reuniremos aquí de nuevo, almorzaremos algo rico y daremos a conocer nuestras conclusiones de las pistas. También se puede devolver con otro regalo a la persona misteriosa, si se quiere claro. —terminó esbozando una sonrisa. Luego de unos segundos, le hizo una seña a Sage.

— Bien, muchachos —dijo interpretándola—. pueden retirarse.

Luego de esto se dio el majestuoso desfile de las armaduras doradas ante sus ojos.

Pero alguien no se había ido y continuaba mirando su papelito con atención. Cuando se dio cuenta de que en el Salón del patriarca no quedaba nadie más que él, Sasha y el sumo sacerdote, habló.

— Señorita Athena, creo que tengo un problema —levantó su azul y felina mirada para luego extenderle el papel a ella. La deidad lo leyó y entendió cuál era el asunto.

— Oh ¡Lo lamento Regulus! No me di cuenta antes. Si quieres puedo darte el nombre que a mí me tocó —Sugirió amablemente.

— Oh no, gracias —sonrió—. Pero creo que voy a tener que esforzarme en pensar un buen regalo para esta persona… Después de todo ¡Todos merecen uno!

La chica de cabellos violáceos sonrió, conmovida.

— Así es —asintió.

X—

— No sé qué sería apropiado regalarle.

— Bueno —contestó la chica de castaño cabello, dejando su labor con las flores un poco de lado para prestarle completa atención a la persona con la que conversaba. Él le había contado todo sobre el intercambio de regalos del Santuario—. Creo que yo podría ayudarte con eso.

Albafika se quedó observándola, más que agradecido por el ofrecimiento de la florista.

— ¿De verdad? Agasha, eso sería… —por un momento dudó y detuvo sus palabras—. No, está bien. Ya pensaré en algo. No quiero molestarte.

Agasha sonrió y rodó los ojos.

— ¡No me molestas! De verdad, incluso ya se me ocurrió algo… —dijo con un aire misterioso.

— ¿Qué? —murmuró el pisciano siguiéndole el juego.

— Mmm, necesito botones, tela… —unas risitas conocidas interrumpieron su enumeración.

— ¡Muérdago! —gritó Dafne, la rubia amiga de Agasha que justo pasaba por el lugar con Kyoko. Siguieron riendo mientras continuaban con su camino.

Agasha levantó su vista y recordó que en el techo había colgado unas ramitas de muérdago para decorar. Inmediatamente, su rostro se tornó más carmesí que las rosas de Albafika.

El protector del último templo frunció el ceño, mostrándose completamente confundido con la situación.

— ¿Qué fue eso?

— Es por una tradición. —explicó ella—. si dos personas están bajo una rama de muérdago deben besarse para atraer la buena suerte. —rápidamente volvió sobre sus palabras, extremadamente ruborizada—. ¡Pero es algo más para parejas!

Albafika se quedó pensativo unos segundos; luego cortó, cuidadosamente, una de las ramitas y se acercó a ella.

Se acercó más y más, hasta estar a unos casi nulos centímetros de su rostro. La florista se quedó petrificada y amplió sus verdes ojos ante la sorpresa, con el corazón en la garganta por los nervios ¿Acaso Albafika iba a besarla?

Al ver su reacción: el pisciano cerró los ojos y negó con la cabeza, intentando reprimir su risa. Segundos después, posó la ramita de muérdago sobre sus labios, la besó y la extendió hacia los labios de ella.

— Te deseo mucha suerte para el próximo año —le susurró, contemplándola con ternura.

Por un momento Agasha creyó que era imposible que existiese un rojo más intenso que el de sus mejillas.

Para cortar un poco la tensión y hacerla reaccionar, el pisciano le hizo cosquillas en la mejilla con dicha ramita. Ella rió y luego la besó.

— Igualmente —esbozó con timidez.

— Bien, debo seguir cuidando que todo esté bien por aquí. —anunció escondiendo la mirada y su rubor bajo su largo flequillo celeste—. Luego te traeré los materiales que necesitas.

— Está bien. ¡Me esforzaré para que tu regalo sea el mejor de todos!

— Gracias —murmuró y giró sobre sus talones para retomar con su actividad. No sin antes volver a llevar la ramita a sus labios.

La florista continuó con su labor, repasando en su mente lo acontecido. Estaba tan sumida en sí misma que no escuchó que alguien la llamaba hacía ya unos cuantos minutos.

— ¡Agasha! —gritó el rubio muchacho, agitando su mano frente al rostro de ella para sacarla de su ensoñación—. Oye… ¿Estás bien? —consultó algo preocupado al notar que ella ya le había puesto atención.

— ¡Oh, discúlpeme! Sólo estaba recordando algo —se ruborizó por su torpeza—. ¿Se le ofrece algo en particular? —preguntó amablemente. No era normal que un santo de oro, además de Albafika, visitara su puesto de flores.

— En realidad, sí —sonrió—. Debo regalarle algo a Albafika y no estoy muy seguro de qué. ¿Tú sabes de algo que le guste mucho?

Ella sonrió. Por supuesto que conocía la respuesta a esa pregunta.

— Las fresas —dijo finalmente y se le vino a la mente una idea. Si era un regalo para Albafika, claramente ella quería colaborar—. Creo que una tarta de fresas sería un regalo perfecto ¿Puedo ayudarle a hacerla? —agregó suplicante.

— ¡Por supuesto que sí! De hecho, estoy seguro que él apreciará mucho cualquier cosa que tú hagas —contestó guiñando un ojo con complicidad. Ante esto, la florista volvió a ponerse roja.

Horas más tarde, cuando el pisciano volvió a su templo y se dispuso a ir a dejar el regalo a la persona que le había tocado; se encontró con una apetitosa tarta de fresas. A su lado, una nota que decía:

« Me contó un pajarito de cabello castaño, que te gustan las fresas…

Por cierto, ella me ayudó a hacerla ¡Disfrútala!

Pistas: mi cabello es del color del trigo, provengo de tierras muy lejanas y tengo una habilidad especial con las armaduras »

Albafika entrecerró los ojos, pensativo.

— Parece que mi amigo invisible es Shion —dijo para sí, comenzando a comer la tarta. Estaba tan deliciosa, que se prometió que luego tendría que hacer otra para devolverle el regalo y, en pensar en algo especial para Agasha.

X—

— Creo que debería obsequiarle algo que le recuerde a su hogar ¿Tú que piensas, Sage? —preguntó la joven diosa, escondiendo con su mano algunos mechones de pelo detrás de su oreja.

— Pienso que es buena observadora. Él añora mucho el lugar donde entrenó, al que considera su hogar—apoyó el Patriarca.

— Sí, pero… ¿Qué?

El sumo sacerdote meditó su respuesta por unos segundos, posando su vista en la roja y larga alfombra de su recámara.

— Supe que ella está en Grecia por unos días, pero no en Atenas —comentó, haciendo especial énfasis en "ella"—. De hecho, fue él quien me comentó esto. Recuerdo que se sentía apenado porque ella no pudiera pasar la navidad con su familia en su tierra natal.

Sasha esbozó una sonrisa, había entendido la indirecta.

— Sería muy lindo que ella también pase la navidad con nosotros, es una chica muy agradable. Bien, le enviaré una nota y un carruaje con unos guardias. Estoy segura que estará encantada de ayudarme.

Sage asintió.

— ¿Y tú ya pensaste qué vas a regalar?

— Ya lo he enviado con un guardia. Es algo simple, pero muy útil. No sólo para él, sino para todo el Santuario —contestó con voz apacible.

— ¡No me extraña de ti, Sage! —exclamó la joven diosa—. Cada día entiendo más por qué mi antigua reencarnación te eligió como patriarca. Aún con algo sencillo te las arreglas por hacer algo importante para el Santuario. Todavía tengo mucho que aprender de ti —comentó apenada, reclinándose hacia atrás y apoyando su cabeza en el respaldar del trono. A veces se sentía frustrada e incompetente en su posición como diosa. Agradecía al cielo por tener a alguien como Sage a su lado.

— Eso es sólo por el peso de la experiencia, señorita —rebatió humildemente—. Por cierto, me han entregado esto para usted. —proclamó, sacando de la manga de su gran túnica papal una pequeña cajita que tenía una nota pegada sobre ella:

« No estoy acostumbrado a dar obsequios ni a tratar con gente, así que tuve que pedir ayuda, una excelente ayuda, es necesario destacar.

Espero que esto sea de su agrado.

Pistas: Hablaría sobre alguna característica de mi apariencia, pero de eso ya se habla demasiado y no tengo ningún interés en ello. Tengo el orgullo como lema y, en lo personal, prefiero no tener contacto con muchas personas. »

Sasha sonrió y abrió la cajita.

— ¡Awww! Albafika me regaló una muñeca de trapo de mi misma y, al parecer, —agregó observándola—. Agasha le ayudó a hacerla.

— ¿Cómo está tan segura? —consultó Sage, tratando de mantener el misticismo.

— Porque, de todos los que están jugando, él es al que le molesta mención alguna de su apariencia —explicó soltando una pequeña carcajada—. Bueno, creo que sería un buen regalo para él si la invitara también a ella y a su padre. Después de todo, vamos a necesitar flores para decorar.

X—

— Te aseguro que con algo de alcohol lo harás feliz, no es tan pretencioso.

— Lo sé, Shion —sonrió el caballero de libra—. pero quería ser un poco más original.

— No te compliques tanto, a veces la simpleza es la mejor opción —replicó cruzándose de brazos.

— Tal vez tengas razón —murmuró, recostando su espalda en una de las tantas columnas de su templo.

Continuó pensando, hasta que un recuerdo le vino a la mente.

— Oye… ¿Recuerdas ese licor que mencionó cuando fuimos a la taberna de Calvera? Ese, que era de su país natal.

El caballero de aries buscó en su memoria.

— Limon… lemon… ¡Demonios, lo tenía en la punta de la lengua!

— ¡Tranquilo, ya lo recordaras! Siempre tienes mejor memoria para los nombres que yo, yo sólo soy bueno con los rostros —lo calmó palmeándole el hombro, hablando con su característico tono amable y bromista.

— Señor Dohko, señor Shion —saludó una voz que subía las escaleras. Una vez que dio con ellos, el guardia les hizo una reverencia. Ambos santos se miraron entre sí, sin entender por qué uno de los guardias del patriarca los llamaba.

— ¿Ocurre algo con el Patriarca? —inquirió Dohko.

El pobre muchacho sabía que tenía prohibido explicarse, por lo que buscó una manera fácil de salir de la situación y reveló el saco que traía consigo.

— Sólo debo entregarle esto a Shion —balbuceó entregándole el saco a su destinatario y huyó sin dejar lugar a réplicas.

Ambos amigos no tenían ya lugar en el rostro para el desconcierto que la escena les había dejado.

— Bien, veamos qué es… —habló Shion finalmente, hurgando en la bolsa de tela.

En ella había un martillo, muchas vendas y una nota que decía:

« Lo sé. No es de lo más original, pero sé que te hacía falta para que continúes con tu labor de reparar armaduras.

Pistas: Creo que soy demasiado mayor para todo esto. »

— El Sumo sacerdote es poco sutil. —rió Dohko.

El lemuriano reprimió su risa.

— No, Dohko. Él no intentó ser sutil, sino desde el inicio no hubiese mandado a uno de sus guardias para darme esto.

El muchacho chino frunció el ceño, meditó lo que su amigo le decía y se dio cuenta de que tenía razón.

— Ya recordé el nombre de la bebida que necesitas —lo codeó, sacando al caballero de libra de su reflexión—. Vamos al pueblo, te acompañaré para que puedas comprarla. Pero antes, debo dejar esto en mi templo.

Ambos rieron y emprendieron su rumbo.

X—

— ¿Qué quieres, Manigoldo?

— ¿Desearte una feliz navidad? —rebatió, pintando su característica y sardónica sonrisa.

— Aún faltan unos días para eso —lo corrigió su maestro—. Además, yo no creo en eso. Sólo acepté porque es un deseo de Athena y porque no me parece mala la idea de que ustedes se diviertan —aseveró.

— ¿Y tú, te diviertes? —señaló el italiano.

Sage se respingó, pero no contestó nada.

El caballero de cáncer resopló, detestaba cuando su maestro lo ignoraba y no le daba ninguna respuesta. Harto del incómodo silencio que reinaba en el salón del patriarca, decidió romperlo con sus palabras.

— ¡Vamos viejo, tú también puedes divertirte como nosotros! —se detuvo y se puso de pie, ya se sentía incómodo estando acuclillado—. Athena me dijo que tu nombre fue el único que quedó en la canasta; que era el que le correspondía al tarado de Asmita y que tú, de todas formas, cumpliste con tu parte del trato.

— Así es Manigoldo —lo interrumpió, dejando caer su mano en la cabeza de su discípulo y revolviendo su azul cabellera— Pero no entiendo por qué estás tan molesto.

— ¡Porque no es justo! —dijo, perdiendo la paciencia.

El antiguo santo de cáncer frunció el ceño ante tal falta de respeto.

— ¡Yo no debo darte explicaciones sobre lo que decido, mocoso!

El peliazul no pudo evitar reír. Sacar a su maestro de las casillas le parecía bastante hilarante, ya que nadie más que él lograba eso. Por lo general el anciano transpiraba sabiduría y serenidad.

— ¡No te enojes! —bufó poniendo las manos al frente como señal de tregua—. Sólo vengo a darte un aviso: Te guste o no, recibirás regalo.

Dicho esto, giró sobre sus talones y se fue. Dejando a su maestro con la palabra en la boca.

El patriarca no supo cómo debía reaccionar a esto. Por una parte, las acciones de su discípulo lo conmovían, por otra, lo sacaban de quicio.

Completamente confundido, se dispuso a volver a su sitio; pero una seguidilla —extremadamente molesta— de golpes en la puerta de su recinto, volvieron a perturbar su paz.

Se dirigió a terminar con tal molesto estruendo y abrió las grandes puertas de muy mala gana.

Al echar un vistazo, vio que su discípulo había huido, ya lo podía ver llegando a piscis. Estaba por volver a entrar, hasta que notó que en la puerta había una botella de vidrio con una nota…

La levantó e inspeccionó el color, su consistencia… era hidromiel.

Más confundido aún, se dispuso a leer la nota para ver si le aclaraba un poco el asunto:

« Me parecía injusto que no recibieras regalo, así que lo consulté con el otro viejo y me dijo que te regalara esto. A fin de cuentas, a mí no me tocó alguien muy difícil; de hecho, creo que es la persona más fácil para hacerle un regalo en todo Grecia.

¡No seas tan puritano y acábatelo todo!

Dado a que no me correspondía a mí, no me voy a poner a perder el tiempo pensando en pistas; pero estoy seguro de que ya te diste cuenta.

¡Empina el codo por una vez en tu vida! »

Sage esbozó una sonrisa, no recordaba ya cuándo había sido la última vez que había ingerido alcohol. Se sirvió un poco en su copa y negó con la cabeza, aun sonriendo. Su hermano y su alumno eran una dupla explosiva que sabía cómo hacerlo sentir jovial.

Una vez que Manigoldo llegó a su templo, se topó con una pintoresca botella de vidrio. El color de su contenido era amarillento.

Rápidamente lo destapó y olió la deliciosa combinación de limón y alcohol.

— ¡Limoncello! —exclamó y le dio un trago.

Instintivamente miró hacia el suelo, aunque no supo por qué y allí, a unos pasos de él, yacía una nota. La recogió y comenzó a leerla:

«Me costó mucho trabajo recordar el nombre de esto, así que apreciaría que me convidaras un poco ¡Tiene buena pinta!

Ponte ebrio, pero no tanto como para hacer el ridículo (otra vez)

Pistas: Soy el más pequeño de la orden y aún me cuesta pronunciar las "R" »

El italiano le dio otro trago a su regalo y sacó cuentas con lo que tenía:

Alguien que lo haya visto ebrio: eso le dejaba seis de trece.

Alguien pequeño: eso estaba entre Regulus y Dohko.

Alguien que le cueste pronunciar las "R"...

Volvió a la segunda pista y casi escupe lo que estaba bebiendo. Le era imposible no echarse a reír.

— ¡Dohko se llamó a sí mismo pequeño, cuando es un enano!

Siguió riéndose por un largo rato.

CONTINUARÁ

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Notas de la autora:

Primero que nada, espero que estén pasando una feliz navidad. Segundo… sí lo sé, hay algunas cosas que son un poco del Siglo XX; pero estuve leyendo y, si no me equivoco, en esa época en Italia se celebraba la saturnalia (y según vi en Grecia también). Traté de hacerlo lo más sobrio posible, haciendo de cuenta que ese juego sólo era una tradición de Sasha, Tenma, Alone y los chicos del orfanato. Igual, a veces ni Shiori respeta la época xD

En fin, vamo' a ambientarno' porque puse mucho de "In spite of all the danger". No es que Albafika esté OoC, sino que ya había formado un vínculo con Agasha. Podríamos decir que esto pasa luego de la traición de Aspros. Sasha aún no se encontró con Tenma en el Santuario. Por eso, no voy a incluirlo (aunque me hubiese encantado).

Con respecto a la flexibilidad del patriarca ¿Quién puede decirle que no a Sashita? xD JAJA Nah, mi punto es que él, al igual que muchos santos, no le ve malicia al deseo… ¡Y los caballeros no se pasan los 365 días del año de guerra jaja!

¡No odien a Asmita! En cierto punto, tiene razón… luego van a quererlo.

Originalmente esto era un one-shot, pero tuve que dividirlo por la cantidad de palabras ¡Mañana subo el otro!

Sin más que decir ¡Feliz navidad!

Gracias por tanto cariño, Eri :)