Disclaimer: Los personajes, algunas locaciones y demás de Saint Seiya Lost Canvas no me pertenecen, pertenecen a Masami Kurumada y Shiori Teshirogi.


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Sasha despertó completamente entusiasmada, ya era 25 y había llegado ese momento que por tantos días había esperado.

Como era invierno, el clima era frío pero lo suficientemente soportable como para estar afuera ya que había mucho sol.

Se escapó de sus aposentos y fue donde las doncellas estaban preparando la mesa para el almuerzo; allí, en la terraza que estaba detrás del templo del pontífice.

Subiendo unas cuantas escalinatas, uno podía encontrarse con dicho lugar y con la estatua de la diosa Athena, a quien representaba.

A pesar de su posición, ella quería ayudar. Luego de que muchas de las mujeres le insistieran en que no era necesaria su colaboración, bufó para sus adentros, hastiada de que no la dejasen hacer nada. Entre todas aquellas mujeres, pudo divisar a una chica de cabello castaño que entrelazaba flores y decoraba con ellas las columnas de los alrededores. La joven diosa esbozó una sonrisa y fue hacia ella.

— Hola, Agasha —saludó alegremente— ¿Necesitas ayuda?

— Oh no, no es necesario, señorita Athe… ¡Sasha! —se corrigió. La deidad le había confesado que le incomodaba ese título, y que, si estaban entre ellas, sin Sage ni caballeros dorados, la llamara "Sasha".

— Por favor, déjame ayudar en algo. Me estoy volviendo loca sin hacer nada —murmuró con timidez.

Por un momento la florista pensó en insistir, pero luego lo meditó bien, poniéndose en el lugar de la deidad, y entendió que no debía. Por lo tanto, asintió y comenzó a explicarle cómo hacer ciertos arreglos florales. Sonrió al darse cuenta que Sasha tenía buena mano para todo eso.

—Oh, lo olvidaba…—enunció, terminando de entrelazar unas margaritas— gracias por la invitación.

— Gracias a ti por la muñeca, te quedó muy bonita —rebatió con una sonrisa.

Agasha se quedó petrificada ¿Cómo Sasha se había dado cuenta de que ella la había hecho?

— Descuida —sonrió, reprimiendo la risa— digamos que, Albafika no es muy bueno para disimular.

La florista se puso roja, pero aun así se contagió de la risa de la muchacha de cabellera lila.

— Hablando del rey de Roma, creo que alguien te busca —indicó, señalando con el mentón.

Agasha volteó y pudo ver las puntas de una larga caballera celeste escondiéndose detrás de una columna. Soltó una risita ante la evidente timidez del caballero de piscis.

Sasha la codeó.

— ¡Ve! Yo colgaré esto, que es lo último que falta.

Estuvo a punto de decirle que no, que lo haría ella. ¿Pero a quien quería engañar? Sus deseos de ir donde él estaba eran mayores.

— Gracias —murmuró ruborizada y se dirigió hacia el pisciano.

— ¿Acaso me tienes miedo que te escondes? —preguntó burlona cuando al fin dio con él.

— No —bufó frunciendo el ceño— Las doncellas me hacen sentir incómodo. Están todo el tiempo halagándome y tratando de acercarse a mí —resopló ladeando la mirada— Además, no quería interrumpir tu charla con la señorita Athena— mintió.

La verdad era que había sentido la presencia de Agasha y; queriendo verificar que no estaba alucinando, ya que ella no debía estar en el santuario por todo el algarabío navideño; decidió seguir su intuición y esta misma, para su sorpresa, lo había llevado hasta el lugar.

— ¿Qué haces aquí? —consultó con seriedad.

— La señorita Athena nos invitó a mí y a mi padre. En la carta decía algo así como que iba a necesitar flores, según entendí. —contestó encogiéndose de hombros.

— Parece que has avanzado en tus clases con Degel —comentó el pisciano esbozando una leve sonrisa. Y aunque no lo dijera, se sentía completamente orgulloso por el logro de su querida florista.

— Un poco… —murmuró ruborizada— ¡Pero eso es gracias a que ahora Pakia nos ayuda en la florería! Me da más tiempo para concentrarme y estudiar.

— Claro, Pakia.

Por más que su voz sonaba indescifrable, a piscis no le agradaba demasiado la idea de que un muchacho estuviera alojándose en la misma casa que ella, aunque se tratara de un ex alumno de El Cid.

Entrecerró los ojos momentáneamente, tratando de que no se le escapara ningún comentario que develara sus celos. Después de todo, la decisión la había tomado el padre de Agasha y a él no le correspondía opinar sobre el tema. Hacerlo, significaba quedar en ridículo, herir el orgullo que tanto lo caracterizaba. Por supuesto que eso no le impedía mantener un ojo sobre el muchacho y estar al tanto de cada interacción con su florista.

— Cambiando de tema —agregó— Hay algo que quisiera darte.

Ella lo contempló, expectante. Estaba moviendo los labios para preguntarle qué era eso, pero él la interrumpió.

— Cierra los ojos.

Acató, nerviosa. Percibió que Albafika se puso detrás de ella y se respingó cuando sintió que le acomodó su coleta, luego, un extraño peso en su pecho…

— Ya puedes abrirlos. —sentenció con voz amable.

Agasha abrió los ojos y se encontró con un humilde collar. Era simple, pero bonito. Lo más importante para ella era el detalle. Pero, aun así, sentía que no podía aceptarlo.

— Albafika, yo no… esto es… —balbuceó.

— Si no lo aceptas vas a ofenderme —la acalló, serio— Sé que ayudaste a Shion con la tarta y… —murmuró, desviando la mirada— sólo quería agradecerte.

— Gracias, lo conservaré con mucho cariño —replicó ella con una enorme sonrisa que contagió a Albafika.

— ¡Vivan los novios! —bramó una voz que apareció de sorpresa, haciéndole soltar un gritito de susto a Agasha y logrando que a Albafika se le pusieran los pelos de punta— Eh, Albita… ¿Puedo ser el padrino? —continuó burlándose el protector de la cuarta casa.

— ¡Manigoldo! —gritó el pisciano, notoriamente enojado— ¡Deja de decir cosas como esas o te cerraré la boca con…! —Manigoldo interrumpió.

— Bla, bla, bla… —dijo con tono burlón— siempre dices eso y nunca…— sus labios se paralizaron cuando sintió el roce de una rosa piraña en su cuello.

Agasha cerró los ojos, horrorizada, pensando que Albafika había acertado en su objetivo.

— Quiero que recordarte que tengo muy buena puntería con las rosas —bufó, pasando al lado del cangrejo— Fallé a propósito, espero que comprendas lo que acabo de decirte y que dejes de comportarte como un idiota.

— ¡Tsk! Pescado rabioso… —murmuró el otro cuando divisó que piscis ya estaba cerca de la mesa en la que servirían el banquete navideño.

A Agasha se le escapó una risita. Le parecía de lo más hilarante la relación entre ambos caballeros. Aunque a veces se llevaran pésimo, se apreciaban y eran buenos amigos.

— ¿De qué te ríes, pimpollo? — bufó frunciendo el ceño— ¡No sé cómo te aguantas a ese amargado…!

— De la misma manera que tú —rebatió.

— Meh, bueno… mejor vayamos a comer—contestó desviando la conversación. Detestaba que la gente leyera sus verdaderos sentimientos— Ah, estoy seguro que ese pescado no te lo dijo; pero ese collar era de su familia biológica. Cuando murió Lugonis, dejó de usarlo y lo colgó en su tumba —la miró— Así que, si ahora te lo regaló a ti, es porque eres alguien muy importante para él… —Agregó serio. Pero a los segundos cambió su postura — ¡Más te vale cuidarlo! —añadió guiñándole un ojo y se fue tras los pasos de piscis.

La florista se puso roja de pies a cabeza. No sabía exactamente si lo que el italiano decía era verdad o mentira, pero prefería creer que esta vez no se trataba de una broma. Había dado demasiados detalles para eso, detalles que tenían sentido.

— ¡¿Otra vez soñando despierta?! —comentó una risueña voz que la sacó de su ensoñación y le revolvía su castaña cabellera.

— Vamos, hija. Ya terminé de traer y acomodar las sillas —informó Tiseo. Deteniendo su vista en el peculiar y nuevo objeto que adornaba el cuello de su pequeña— ¿Y eso?

— Regalo de Albafika. —soltó junto con una sonrisa.

Tiseo entrecerró los ojos.

— Claro, el señor Albafika. —murmuró, casi inaudible— En fin, el banquete ya está por servirse, vamos.

Y juntos siguieron los pasos que los dos caballeros dorados ya habían dejado atrás.

X—

— ¡Kardia, despiértate! —requirió el acuariano por décima vez, meciendo a su amigo para que se despierte— ¡Llegaremos tarde al banquete!

El escorpiano masculló entre dientes algo inentendible y se volteó hacia el otro lado.

Degel resopló, hastiado.

— El problema es que eres muy amable…—susurró una voz que entraba a la habitación— Déjamelo a mí.

— ¡Calv…! —exclamó, pero se calló cuando la muchacha hispano-americana le hizo un gesto, llevando el dedo índice a sus labios y guiñando un ojo.

— ¡Ah! Hay alguien esperándote afuera. Ayer llegó de viaje y la albergué en mi taberna por pedido de Sasha, tuve que mantener a raya a unos cuantos borrachos porque es una chica muy hermosa…— dijo con una gran sonrisa — Así que, sé amable con ella.

El francés arrugó el entrecejo. No, no podía ser ella… ¿O sí?

Ocultando su nerviosismo, salió de la habitación y dejó solos a Kardia y Calvera.

La tabernera miró al santo de escorpio dormir, por un momento le dio ternura el verlo descansando de manera tan plácida, pero luego recordó por qué estaba allí…

Se acercó lentamente hacia su oído, tomó aire y…

— ¡Despiértate holgazán! —le gritó, sacudiéndolo hasta hacerlo caer de la cama.

Para su "desagradable" sorpresa, Kardia no estaba tan dormido cómo parecía y la arrastró consigo, haciendo que ella quedara arriba de él en la caída.

— Esta no es manera de despertar a nadie, no es para nada amable… —bufó él, fingiendo molestia y aferrándola más hacia él sólo para molestarla.

La piel de la tabernera se tiñó del color de su vestido, estaba completamente avergonzada.

— ¡Suéltame, degenerado! —gritaba golpeando el pecho del peliazul, mientras él se descostillaba de la risa.

Siendo una mujer de mucha fuerza, pudo zafarse con facilidad. De todas maneras, sabía que Kardia sólo estaba bromeando con ella

— ¡Cámbiate y déjate de estupideces! Sasha nos espera.

—¡Bien! —gruñó— Pero primero sal de mi habitación ¡pervertida!

Claramente a Kardia le gustaba jugar con fuego, ya que con esa última frase se había ganado un buen coscorrón de parte de la tabernera.

X—

Una muchacha de platinada cabellera esperaba fuera del templo escorpiano, a los pies de las escalinatas de este. Entre sus pálidas y suaves manos llevaba un libro y una carta. Objetos que aferró fuertemente a su pecho al oír unos pasos avecinarse.

¿Sería él?

Luego de unos cortos minutos confirmó sus sospechas.

Degel detuvo sus pasos, quedándose en lo alto de la escalera. Un escalofrío le recorrió la espalda, dejándolo inmóvil

¡Habían pasado casi tres años sin volver a verla!

La correspondencia le permitía mantenerse distante, ocultándose entre palabras inteligentes que evitaran toda mención sobre el pequeño arrebato que había ocurrido en Francia, luego de que ella le curara las heridas de la batalla que había tenido con su, ahora, difunto maestro; Krest.

Negó con la cabeza unas cuantas veces, consciente de que no iba a poder eludir el tema, pero jurando que no iba a hablar de ello a menos que ella lo hiciese.

La soberana de Blue Graad, levantó con delicadeza su vestido y su miriñaque con la mano que le quedaba libre, y empezó a subir las escaleras. El acuariano, en un gesto digno de modales de caballero, le extendió su mano derecha –llevando la izquierda hacia su espalda- para ayudarle a subir los últimos escalones.

— Señorita Seraphina —saludó elegantemente junto con una reverencia.

— Degel —sonrió ella, devolviéndole el gesto.

— Me sorprende verla en el santuario... —soltó, evitando que sonara como un interrogatorio.

— Bueno, supongo que eso se explica en esta carta —contestó extendiéndole dicho objeto que llevaba entre sus manos— ¡Vamos, léela! —alentó con una sonrisa.

El acuariano acomodó sus lentes y tomó la carta.

— Oh ¡espera! ¡Tienes los lentes empañados! —dijo, dejando el libro que traía en el piso por unos instantes para llevar sus manos hasta el rostro del acuariano y retirarle los anteojos con delicadeza, regalándole una sonrisa maternal en el acto.

Al sentir el roce de su piel, Degel juró que había dejado de respirar.

Tragó sonoramente su saliva e inspiró, solemnemente decidido a continuar con su actuación formal. Luego, parpadeó innumerables veces para intentar distinguir la silueta de esa bellísima mujer entre la mezcla borrosa de colores que le daba su dañada visión.

Podía escuchar su aliento contra el cristal. Así fue como entendió que ella estaba limpiando sus lentes.

— ¿Mejor? —consultó ella volviéndolos a poner en su sitio.

— Mucho mejor, gracias.

Sin más preámbulos, abrió el sobre. En él, había notado el distinguible sello del Santuario.

"Sé que extrañas mucho Blue Graad, así que, me tomé el atrevimiento de traerte un poco de esa tierra ¡¿Y qué mejor que la señorita Seraphina para representarla?!

Pistas: tengo el cabello lila y suelo ser el motivo de que regañes a Kardia. "

A Degel no le costó mucho atar cabos: El sello del santuario, el cabello lila, Kardia…

— ¡Qué amabilidad la de la señorita Athena!

— Así es —asintió ella. A mí me envió otra carta, pidiéndome que venga y que pasara la navidad aquí —contó— Además, hay alguien más que me dio algo para ti en mi último viaje a Francia. Pensaba enviártelo por correspondencia, pero gracias a la señorita Athena, puedo dártelo ahora y en persona.

El francés arrugo el entrecejo, intentando comprender las palabras de la hermana de su amigo Unity y notó que ella le extendía un libro. Él lo tomó, lo abrió y en las primeras páginas leyó:

"Dedicado al mago y a la princesa del hielo."

— Fluorite terminó el libro de su padre —comentó— Hemos estado escribiéndonos estos últimos años. La señora Flaille y yo la hemos ayudado con algunos contactos para que lo pudiera publicar —sonrió— Pero no fue muy difícil que le aceptaran el manuscrito, ¡Ella es una gran escritora!

— No lo dudo —fue lo único que atinó a responder.

Y sí, Fluorite sabía escoger a la perfección las palabras. Eso lo notó al leer la precisa descripción para definir a Seraphina: "la princesa del hielo".

— Estás muy callado... —dejó escapar junto con una delicada risita— En otra ocasión me hubieses hecho múltiples preguntas sobre Fluorite, mis viajes y me recomendarías libros que has leído en este último tiempo.

Con cada palabra su sonrisa se iba borrando, tornando en su rostro la tristeza.

Degel lo vio venir, incluso antes de que Seraphina volviera a abrir la boca.

— ¿Acaso mi presencia te incomoda por lo que pasó en Francia?

— "Incomodidad" no es precisamente la palabra que utilizaría para describir el encuentro posterior a un beso.

La diplomática abrió ampliamente sus orbes azules. Ahora, su vestido rosa claro contrastaba completamente con el rojo de sus mejillas.

Al notar su sorpresa, Degel sonrió.

— El pudor le sienta de maravilla, señorita Seraphina —comentó, como si estuviera ajeno a esa sensación— Hablaremos del tema sólo si usted lo quiere.

Seraphina asintió y le devolvió la sonrisa.

— ¡Hey, tortolitos! —irrumpió la voz del protector del lugar— ¡Vámonos que Sashita nos espera!

Degel inspiró y exhaló, pidiendo tener la fuerza necesaria para no estrangular a su inoportuno compañero.

X—

— Si yo voy, tú vas.

— ¿Y alguien te está obligando a que vayas?

Deuteros miró a su compañero con la peor cara que podía poner para amedrentarlo, pero olvidaba un detalle: su interlocutor no podía ver.

— No es necesario que estés redimiendo constantemente a tu hermano —agregó el rubio.

— ¡Cállate! ¡No empieces con uno de tus estúpidos sermones!

Asmita suspiró ante la presencia de tanta violencia.

— Entiendo que tú tengas un cierto motivo, pero yo no lo tengo. Por lo tanto, mi presencia no es requerida.

— ¡¿Cómo que no vas a ir?! —inquirió otra voz que ingresaba al templo de virgo— ¡Oh, vamos Asmita! ¡Será divertido!

— ¡Tú no te metas, mocoso! —le bramó el geminiano.

— ¡Ya no soy un mocoso! —se defendió Regulus agitando el puño— ¡Ya tengo mi armadura dorada!

— ¡Oh! ¿Con que no eres un mocoso? —mostró sus colmillos, completamente divertido— ¡Pues, te ves exactamente como uno!

— ¡Y tú te comportas peor que uno! —rebatió el leonino.

— ¡¿Qué dijiste?!

— ¡Suficiente! —gritó Asmita, harto de la situación— Iré sólo si paran esta absurda pelea.

— Por mi está bien— contestó el castaño encogiéndose de hombros.

Deuteros sólo volteó los ojos.

Segundos después, empezaron a caminar en dirección al salón del patriarca.

En medio del camino, el demonio de la Isla Kanon le dirigía distintas miradas asesinas al pequeño león, quien le contestaba sacando la lengua.

El caballero de virgo internamente le imploraba a Buda por paciencia, para no quitarle los cinco sentidos a esos dos.

X—

— ¡Hey! ¡El Cid!

El capricorniano volteó y vio cómo el sobrino de su amigo corría hacia él, separándose de las dos personas con quienes venía. No dejaba de agitar su mano, evidentemente queriendo llamar su atención.

— ¿Por qué tanto alboroto? —contestó adustamente cuando Regulus finalmente llegó con él.

El leonino sonrió y extendió hacia su compañero una especie de cuadro de madera fina, tan fina, que parecía papel.

— Sé que tú fuiste mi amigo invisible. Así que, como gratitud, decidí regalarte esto ¡Uyiko-e!

— Ukiyo-e —corrigió.

— Bueno, eso.

El santo de capricornio tomó el cuadro para ver el grabado. Sus ojos se ampliaron al ver el retrato de una esbelta mujer de cabello negro y kimono rojo que entre sus manos tenía una katana.

¿Cómo podía Regulus saber de la existencia de Mine? O mejor aún... ¿Cómo podía él saber sobre su apariencia?

Sin poder salir de su estupor, abrió la boca. Intentando formular la pregunta exacta que no lo develara, pero que le brindara la información que necesitaba.

— El ukiyo-e es un arte estrictamente japonés ¿Cómo pudiste conseguir esto?

— Es una historia muy graciosa. Verás… —inició con un tono jocoso— Le pregunté a mi tío qué podía regalarte y me dijo que lo mejor sería que conversara con tus alumnos. Así que fui al coliseo en donde Tsubaki y Rusk me dijeron que el que te conocía mejor era Lacaille, que había salido del santuario para visitar a Pakia que ahora trabaja en la florería del padre de Agasha. Así que, tuve que ir allí…

El Cid desmenuzaba lentamente cada palabra que el leonino decía.

No sabía qué había sido de la vida de su ex-alumno, pero le alegraba que estuviera bien y que encontrara su camino. Dentro de sí, esperaba que el chico no lo odiara ni le temiera por haber estado a punto de matarlo por desertar. Sólo estaba siguiendo las leyes del santuario.

Pero no era Pakia el nombre clave que le estaba llevando a entender el regalo de Regulus, sino Lacaille; él era el único que había visto a Mine, en realidad, a un espejismo de ella.

El capricorniano asintió para que leo continuara con el relato.

— Bueno, fui allí y cuando les comenté del asunto, Lacaille le preguntó a Pakia si seguía viendo a "esa chica de rasgos orientales" —detuvo su discurso por unos momentos— Jeh, parece que la chica le gusta porque ni bien Lacaille la mencionó, Pakia se puso todo rojo.

El Cid le clavó la mirada, pidiéndole que fuera al grano.

— En fin; los tres fuimos a la casa de esta chica, Kyoko, que también es amiga de Agasha. Resulta que su padre escapó del Bakufu de Japón y llegó aquí a Grecia en un barco holandés, que parece ser lo único que puede entrar y salir de ese país. Luego se casó con una chica griega y continúa siendo un artesano, como en su tierra natal, pero según él, le va mejor aquí.

Historia conocida para el capricorniano, exactamente así había sido cómo el padre de Mine había terminado en Grecia, siendo un forjador de espadas hasta el día de su muerte y pasándole la tradición a su bella hija.

— ¡Así fue como conseguí un ukiyo-e! Ah, y Lacaille hizo la descripción para la chica del dibujo… ¡Es realmente bonita! —agregó para terminar su relato— ¿Fue una novia tuya o algo así? —soltó con curiosidad.

El protector del décimo templo le clavó la mirada de tal manera que Regulus podría haber jurado que sentía a Excalibur a punto de cortarle la cabeza. La sola idea había hecho que se le escapara una gotita de sudor.

— ¡E- es sólo una broma! —tartamudeó, nervioso.

X—

— Mitad y mitad, ahora estamos a mano —comentó mientras le daba una pequeña bolsa repleta de piedras de mar a su compañero.

Hasgard la tomó, serio, y paseó su vista por el lugar.

Ya estaban casi todos reunidos, sólo faltaban Degel, Kardia y Sasha. El resto se paseaba alrededor de la mesa con los platos ya puestos, esperando por la reunión y charlando con sus respectivos "amigos invisibles".

Regulus charlaba con El Cid, en realidad, parecía cómo si Regulus hubiese dicho algo fuera de lugar. Al menos eso era lo que podía leer en la gesticulación de las manos del león y en el ceño fruncido del capricorniano.

Manigoldo no paraba de carcajear junto a Dohko y Shion. Albafika se había acercado a ellos -aunque a una exagerada distancia- para agradecerle al ariano por su regalo y este, de manera muy modesta, le contestó que el mérito era más de Agasha que suyo.

Pero los ojos de Hasgard no buscaba a ninguno de ellos, sino a Deuteros, quien estaba apoyado contra una columna solo y alejado del resto. Curiosamente, Asmita estaba meditando no muy lejos de él.

— Aún no, Sisifo —habló finalmente, volviendo la vista a su interlocutor— Quizás deberíamos darle algunas a Deuteros ¿no lo crees?

— Deuteros no es Aspros, Hasgard. Podría incluso ofenderse… —contestó el sagitariano, recordando la reacción del demonio de la isla Kanon la primera vez que lo conoció.

— Ya sé que no es como Aspros —bufó cruzándose de brazos— De hecho, es mejor persona que él. Deberías tratar de conocerlo mejor…

Sisifo enarcó sus cejas, dejando en evidencia su sorpresa ante lo dicho por su compañero. Pero pronto volvió a la normalidad, recordando que su experiencia con el geminiano no había sido la misma.

— Tengo la impresión de que me detesta, por todo el asunto de la elección del patriarca —suspiró mientras le vino a la mente todo el dilema pasado con Aspros y su ambición de poder— Aunque tomaré tu consejo e intentaré conversar con él en algún momento… —dijo mientras desviaba su mirada hacia el lugar donde se encontraba el gemelo de quien había sido uno de sus mejores amigos, pintando una sonrisa.

Luego, barrió el lugar con su vista, notando la ausencia de una importante persona.

— ¿Has visto a la señorita Athena? —preguntó, torciendo sus labios como signo de preocupación.

— Cuando yo llegué estaba charlando con Agasha, pero luego no la vi más —informó tauro.

— Será que mejor que vaya a buscarla, creo saber dónde está —afirmó y emprendió su búsqueda.

Aldebaran se encogió de hombros y negó con la cabeza. Sisifo podía ser muy sobreprotector cuando de Athena o su sobrino se trataba.

X—

Hacha un ovillo, secó la lágrima que se le escapó. Agradecía estar semi-oculta detrás de la enorme estatua de la diosa que representaba, lejos de la vista de todos. Necesitaba un momento para estar sola, mirar su pulsera de flores y recordar a los suyos.

Otro año más, sin Tenma y sin Alone.

Se había acostumbrado bastante a la idea y asumía su responsabilidades como diosa. Pero aún así, cada tanto se daba un momento para liberar su corazón y sincerarse consigo misma, porque todavía los extrañaba y, lamentablemente, con cada hora que pasaba iba perdiendo la esperanza de volverlos a ver.

— Sabía que estaría aquí.

Sasha hipó, ahogando un grito por la sorpresa.

— ¡Casi me matas del susto, Sisifo! —Rápidamente, frotó sus ojos borrando todo rastro de su tristeza, poniendo en su lugar una sonrisa.

— Estabas llorando —contestó Sisifo sentándose a su lado y no dejándose engañar— ¿Te encuentras bien?

La pelilila se vio acorralada. Entendía a la perfección que cuando el sagitariano cambiaba su usual tono protocolar por uno informal era porque quería inspirarle confianza. — Estaré bien. Sé que no es correcto que siga llorando por aquellos a los que extraño —explicó— ¿Sabes? Ayer fue el cumpleaños de mi hermano Alone —murmuró— Todo esta tradición del "amigo invisible" fue idea de él.

El santo dorado poco recordaba de aquel jovencito rubio de ojos nobles, que no paraba de llorar por ser separado de su hermana.

— Yo, yo sólo quería... —continuó Sasha, pero no pudo terminar la frase. Estaba a punto de volver a llorar.

Sisifo agachó la cabeza, con un claro dolor punzante en su pecho y sintiendo que en su frente se tatuaba la palabra "culpable".

Pero si algo no iba a permitir, era que ella volviera a derrumbarse. Extendió sus brazos y la atrajo hacia su pecho, fundiéndola en un abrazo.

Ella podía jurar que Sisifo tenía alas, que era un ángel, su ángel. Siempre estaba ahí, confortandola; y era evidente que lo hacía más allá de su deber como caballero de su orden.

Entre sus alas, se permitió llorar un poco más y él la dejó. Mientras le acariciaba su cabello, indicándole que todo mejoraría de algún modo u otro.

— Tu hermano estaría orgulloso de ti —dijo separándose un poco de ella y así mirar esos cándidos ojos verdes, algo opacados por las lágrimas que luego secó para devolverles su brillo.

La joven diosa expresó su confusión ante lo que el castaño le comentaba.

— ¡Mira! —exclamó poniéndose de pie e instando a que ella hiciera lo mismo con un ademan de su cabeza.

Sasha lo siguió y vio que Sisifo le indicaba el lugar donde estaban los otros.

Saliendo un poco de su escondite, podía ver cómo todos interactuaban, reían y parecían contentos.

— ¿Te das cuenta de lo que has logrado? —siguió el sagitariano, poniendo su mano en el hombro de la diosa, simbolizando su eterno apoyo hacia ella — Cada santo dorado es un mundo, algunos ni siquiera creen en la navidad o no son muy sociables. Sin embargo, has logrado reunir a todos con esta linda actividad. —remarcó con una orgullosa sonrisa.

A ella se le acumularon algunas lágrimas, pero estas no eran de tristeza, sino de felicidad.

Volteó y le sonrió a su fiel santo.

— Gracias, Sisifo.

— Por cierto... —comentó él, cambiando de tema— Estaba buscándote porque quería darte algo —agregó buscando en un recoveco de su armadura, hasta que encontró el objeto — Se que no es mucho pero, espero que le guste.

Ante los ojos de Sasha apareció un bello collar artesanal que sagitario había hecho con la piedra de mar más bonita de su colección.

Ella sonrió, tomó el collar y efusivamente, abrazó a un sorprendido y sonrojado Sisifo, quien no se esperaba tal muestra de afecto.

X—

En la mesa ya estaban servidos deliciosos manjares de todos los gustos y colores: carne, pollo, pescado, ensaladas varias y distintas bebidas.

Todos los santos a quienes les habían regalado bebidas –Kardia, Manigoldo, Hasgard y, también el patriarca- decidieron compartir lo que quedaba de ellas.

Ya estaban todos sentados a la mesa, a excepción de Sasha y Sisifo.

Cuando estos llegaron, la deidad tomó su lugar en la cabecera de la mesa. Sisifo se sentó a su izquierda y a la derecha de ella, yacía el patriarca.

En la otra cabecera –y por seguridad, según él- se encontraba Albafika. Quien estaba sentado entre Agasha y Manigoldo, que no paraba de hacerle bromas al pisciano por su evidente incomodidad, bromas a las que piscis decidió ignorar para no arruinar el momento.

El pequeño león había decidido sentarse entre Asmita y El Cid. El pobre chico intentaba sacar conversación, sin mucho éxito, pero se divertía viendo discutir a Calvera y a Kardia –que estaban sentados frente a él- mientras Degel trataba de mantenerlos a raya. Seraphina, al lado del acuariano, observaba la escena igual de divertida que el leonino.

— Muy bien —enunció el patriarca, llamando la atención de todos los comensales— Voy a intentar ignorar el hecho de que la gran mayoría estuvo regalándose alcohol… —frunció el ceño— Debo admitir que no estaba muy seguro de esto, pero al verlos a todos aquí reunidos, me doy cuenta de que no ha sido una mala decisión.

Pausó sus palabras y se tomó un instante para recordar a sus compañeros fallecidos en batalla y en las veces que habían compartido momentos similares. Sin tener más que decir, su mirada buscó a Sasha.

— Señorita Athena ¿Quiere decir unas palabras?

La aludida asintió y se puso de pie.

— Quiero agradecerles a todos por estar aquí hoy… hayan participado del juego o no —dijo observando a Asmita— Sé que muchos tenían sus dudas y, aun así, han formado parte de este anhelo mío. No me queda más que agradecerles —Su emoción era tal que se sentía al borde de llorar, en vez de eso sonrió ampliamente.

— ¡Brindemos! —gritó Kardia desde su lugar para sacarla de ese embrollo de ser el foco de atención momentáneo.

Entre risas, levantaron sus copas, brindaron y luego almorzaron. Y hasta aquellos que parecían los más rezagados se habían contagiado del agradable y entusiasta ambiente.

Quizás muchos no creyeran en la navidad; ya que esta iba en contra de todo lo que el santuario religiosamente profesaba; pero le habían hallado otro tipo de valor…

Porque en la navidad no importa si eres creyente o no, ni todas las atribuciones materialistas que se le pueda dar.

Lo importante es ese momento, en el que estás rodeado de la gente que aprecias, ya sean familiares o amigos. Porque esta y otras festividades son una buena excusa para reunirse y celebrar.

Y cualquier excusa es buena para romper con la vacuidad de la rutina.

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Notas de la autora:

*Suena la canción del "aleluya"* (?)

¡AL FIN TERMINÉ CON ESTE FIC! :'D

Estoy emocionada, este es mi primer fanfic terminado ;_; ¡AYSH!

Bueno, sí, lo sé. Tardé bastante, un poco más de un mes para ser exacta. Lejos estamos de la navidad ya. Pero, cómo diría Homero Simpson mientras perseguía a un cerdo volador "Todavía sirve, todavía sirve" (?

Quiero a agradecerles a todos y a cada uno por su apoyo en esta locura de fic. Como ya dije anteriormente, lo más difícil para mi fue manejar a tantos personajes. Pero, separandolo por escenas pude hacer que cada uno tuviera su momento de brillar.

Me hubiese gustado adherir a Hakurei, Yuzuriha y Atora (y agregar una escenita ShionxYuzuriha) PEERO, luego decidí que sería demasiado lío ya.

Tengo algunas cosas que explicar... Este fic está situado en el mismo "universo" (por decirlo así) que mi fic "In spite of all the danger" de hecho, hasta hice un pequeño, pero insignificante, spoiler de lo que vendrá (?

Todo lo relacionado a Albafika y Agasha, se explica ahí.

Tiseo es el nombre que yo le puse al padre de Agasha.

Lo del collar de Alba está mencionado en el gaiden de Manigoldo y en mi fic "Two of us" (que también formaría parte de mi pequeño universo de fics, pero que, sería muuuucho antes de todo esto xD)

En mi "universo" la taberna de Calvera está en Grecia. No muy cerca del Santuario, pero en Grecia. Y sí, sé que originalmente está en lo que hoy es México. Pero TRANQUILOS. Hace mucho dije que tengo en planes un fic CalveraxKardia. Ahí voy a acomodar todo el lío que armé y explicaré que Calvera se termina mudando a Grecia porque extraña mucho a Sasha (y aunque no lo quiera admitir) a Kardia :3

También tengo ya armado un DegelxSeraphina planteando que algo pasó luego de la misión en Francia, obviamente que la idea va a estar mejor plasmada, esto sólo fue un pantallazo.

No sé si recuerdan a Pakia... ¡Es el pobre chico a quien El Cid casi mata por querer abandonar el Santuario! (sólo aparece en el animé) Por suerte, Sisi apareció al rescate, diciéndole que mientras viviera su vida siendo feliz y contribuyendo de manera pacífica, seguiría siendo leal a Athena... o algo así (?

En fin, me pareció curioso que luego se lo viera trabajando en una florería... y bueno: Florería = Agasha (?

Así que lo agregué para ponerle las cosas un poco interesantes a Alba, que no se da cuenta que al chico en realidad le gusta la amiga de Agasha, Kyoko.

En cuanto a Kyoko, ella siempre fue un personaje que no había definido mucho más que sólo como la amiga de Agasha. Ni siquiera presté atención al hecho de que le había puesto un nombre japonés a un personaje que suponía ser griego.

En un momento, se me había ocurrido sólo cambiar el nombre y avisar. Pero luego, y gracias a mi nueva obsesión con Rurouni Kenshin, decidí que podía ponerla como una chica mestiza como lo es Mine, la amiga "especial" (? de El Cid. Siempre me había preguntado cómo es que ella habla de Japón como "la tierra de mi padre" y que haya terminado en Grecia. Así que me inventé una explicación con todo esto del Bakufu (gobierno del Shogun, que era bastante totalitario). Toda esa parte de los barcos holandeses y eso, está basado en hechos históricos de Japón.

Ciertamente, esa fue mi parte favorita. Un Regulus verborrágico y un El Cid más que sorprendido xD

Para el Ukiyo-e (que fue la antesala de los preciosos y famosos Nishiki-e) me basé en la imagen extra del gaiden de El Cid, donde Shiori nos dibuja a una hermosa Mine. El Cid recibe exactamente esa imagen *inserte corazón aquí*

En fiiiin. Toda esta historia de Kyoko y Pakia la desarrollaré más en "In spite of all the danger".

Oficialmente, el cumpleaños de Alone es el 24 de diciembre, por eso decidí agregarlo como parte de la tristeza de Sasha y como disparante principal de todo.

Creo que no me queda nada más por aclarar, pero cualquier cosa, pueden consultarme. No tengo problema en responderles n.n

Muchísimas gracias por llegar hasta aquí conmigo.

Ahora, llega ese satisfactorio y hermoso momento de apretar la opción "complete" *se hace un bollito y se tira a llorar* ;_;