Little Pet Shop

Capítulo 1: Idolomantis diabolica

Suspiré sonoramente una vez que terminé de organizar las tallas de los disfraces para cachorros. Aquel estante quedó como zona de guerra después de las fiestas navideñas y apenas ahora, cuando regresaba de mis vacaciones de dos días, tuve oportunidad para arreglar el caos dejado por los desconsiderados compradores. Generalmente, durante esas fechas eran mis padres quienes se encargaban de hacer los inventarios y la limpieza mientras que yo me dedicaba a realizar los pedidos y a atender a los clientes. No obstante, ese año mis padres optaron por irse de vacaciones mientras yo me quedaba a atender todas las responsabilidades de la pequeña tienda de mascotas de la familia.

Ni siquiera estaba seguro de por qué tenía que estar ahí en esos momentos. Ahora que la gente había gastado todo su dinero en los regalos de Navidad, poco quedaba por hacer en los escasos días que quedaban para año nuevo. De ser por mí, habría cerrado la tienda por al menos una semana, pero papá no parecía compartir mi sentido de practicidad.

—O más bien yo no tengo a un Milo a quién dejarle todo el trabajo —murmuré para mí.

Comencé a contemplar la alternativa de cerrar temprano el negocio, cuando el tintineo de la puerta me desconcentró. De tan mal humor estaba que saludé al cliente sin siquiera alzar la mirada de la caja con disfraces de Santa Claus.

—Bienvenido —gruñí—. ¿En qué puedo ayudarlo?

—Busco una mascota.

Puse los ojos en blanco mientras cerraba la caja con cinta adhesiva. ¿Quién entraba a una tienda de mascotas diciendo que buscaba una mascota? Era como entrar a una dulcería pidiendo caramelos.

—¿Qué clase de mascota… —las palabras se quedaron en mi boca al momento en el que alcé la mirada y me encontré con un par de destellantes ojos verdes—. Disculpa… eh… yo…

Afortunadamente para mi amor propio, el recién llegado no pareció percatarse del corto circuito que causó en mi cerebro. Estaba demasiado concentrado en buscar a su alrededor alguna mascota que cumpliera con sus expectativas. Comenzó a describir lo que necesitaba, y yo apenas y alcancé escuchar algo por encima de los gritos de mis hormonas.

El visitante era alto y de cuerpo escultural; su cabello era largo y alborotado y una hermosa y ladina sonrisa decoraba su rostro con aún más encanto que sus chispeantes ojos claros. La pequeña parte de mi cerebro que aún poseía algo de sensatez me pidió a gritos que prestara atención a lo que decía, sin embargo, el resto de mi cabeza tenía otras cosas más interesantes en las qué pensar. Por ejemplo, en el contrariado modo en el que sus cejas se alzaron al no recibir respuesta de mi parte por más de medio minuto. ¿Quién diría que ese gesto podía ser tan sexy? Un momento… ¿hacía cuánto que se había callado? ¿Qué debía de decir en esos momentos? Cerré los ojos y froté mi sien derecha con mi dedo índice en espera de que el sencillo gesto me inspirara a reaccionar del modo adecuado.

—No tengo la más mínima idea de lo que me acabas de decir.

Bien. De acuerdo. El estúpido gesto no sirvió para nada. ¿Por qué tuve que haber cerrado la caja con disfraces? Esa era una buena oportunidad para encerrarme dentro de ella para siempre.

Extrañamente, en lugar de que mis palabras molestaran al recién llegado, éste rio gravemente y negó varias veces con la cabeza.

—Dije que no quería un perro ni un gato. Buscaba algo más exótico.

¡Ah, por supuesto! Un hombre tan encantador e interesante como ése no podía elegir algo tan vano y poco original como un perro o un gato. No, señor. Un hombre así debía estar interesado en algo tan fascinante como él. Algo así como una Idolomantis diabolica. Era una pena que no tuviésemos mantis en ese momento.

—De cualquier forma, nosotros no vendemos perros ni gatos —comenté mientras le guiaba hacia un costado de la tienda—. No somos una tienda lo suficientemente grande como para sobreponernos a la campaña de 'adopta, no compres'. Ahora nos especializamos en fauna silvestre.

—Es lo que leí en su página, por eso vine.

Excelente, Milo: trata de impresionar a tu cliente con algo que él ya sabe. ¡Perfecto! Seguro que así caerá en tus redes en un santiamén.

—¿Tienes algo en mente? ¿Roedores, reptiles, arácnidos?

—No estoy seguro —murmuró mientras miraba los terrarios que ocupaban todo el muro izquierdo de la tienda.

—¿De cuánto tiempo dispones para cuidarlo?

—El tiempo no es problema. Si acaso, me gustaría poder dejarlo fuera de su tanque aunque fuese un par de horas al día.

Arqueé la ceja ante la peculiar petición. Eso descartaba todos los arácnidos y la mayoría de los reptiles.

—Estos animales son más para ver que para tocar —comenté mientras abría uno de los terrarios—. No esperes que interactúen mucho contigo.

—No es eso. Es sólo que me parece triste que estén encerrados tanto tiempo.

Sonreí ante el comentario. Además de guapo, era considerado. La mascota que se fuese a casa con él sería muy afortunada.

—¿Tienes jardín?

—Vivo en un departamento, pero tengo un balcón muy grande.

¿Departamento con balcón? ¡Al diablo con la mascota! ¿No querría llevarse a un Milo consigo? Soy de bajo mantenimiento.

—Puedes probar con una iguana —señalé el terrario que elegí y le mostré una iguana común—. De pequeña tendrás que dejarla casi todo el tiempo en su terrario y sólo sacarla unas horas al día para que tome el sol. Ya que crezca podrás dejarla a ratos por la casa, pero siempre bajo supervisión.

El hombre miró a la cría con algo de desconfianza.

—Eso es una lagartija.

Me fue difícil contener una carcajada.

—Es una iguana verde, de las más comunes que hay. Aunque ahora es pequeña, bien cuidada puede llegar a medir más de un metro y medio de largo y pesar hasta quince kilogramos.

—¿Esa cosita?

—Esta cosita.

—¿Y muerde?

—Muerde y rasguña.

—¡Me la llevo!

Esa no era la respuesta que esperaba. Generalmente tenía que pasar al menos diez minutos explicándole a la gente que, a pesar de que los reptiles eran territoriales y agresivos, la paciencia y dedicación podían lograr que se hicieran más sociables. Sin embargo, no me atreví a cuestionar a tan buen cliente. Decidí sólo darle la advertencia usual.

—Son mascotas tan o más caras que un perro. Además del alimento en pellets, lo mejor es darle flores y verdura fresca. También deberás llevarla cada seis meses a revisión con un veterinario especialista y generalmente cobran más caro que los convencionales. También están los gastos del terrario: placas de calentamiento, humidificadores, lámparas UVA, termohigrómetros…

—¿Estás tratando de disuadirme de gastar una fortuna en tu tienda?

—Sólo estoy informándote de las implicaciones de tener un reptil. Lo que menos quiero es que la tires a la basura al darte cuenta de que no es tan fácil como tener un pez beta.

Él emitió un ruido semejante a un ronroneo y se inclinó hacia mí.

—Descuida, soy un hombre muy responsable. No le tengo miedo al compromiso.

Yo no estaba acostumbrado a los coqueteos. Generalmente era yo quien me inclinaba amenazadoramente sobre mis víctimas y, al no haberla esperado, la actitud del hombre me descolocó. Di un par de pasos hacia atrás y emití una vergonzosa risilla nerviosa.

—Si es así, entonces no hay más que decir —dicté—. Ven. Te ayudaré a elegir lo que necesitas.

Pasé el resto de la mañana seleccionando los aditamentos más adecuados para el nuevo hogar de la iguana. Además de explicarle la razón y uso de cada uno de esos objetos, aproveché para darle los mejores consejos para cuidar a su nueva mascota. Si bien el hombre no dejaba de mirarme, algo me decía que no estaba prestándome mucha atención, así que, por halagado que me sintiera, terminé por escribirle una detallada carta con las indicaciones pertinentes.

Una vez que todo quedó listo y que preparaba su cuenta, comencé a preguntarme cuál sería el mejor modo de dejarle mi número telefónico. No obstante, ni siquiera se acabó de imprimir la nota cuando el hombre se me adelantó.

—¿Abrirás toda la semana?

—¿Cómo dices?

—Que si estarás aquí hasta enero…

—Si —balbuceé—. Quiero decir, sólo cerraremos el treinta y uno y el primero.

—Bien, entonces podré verte si es que necesito algo.

—Por supuesto.

El hombre arrancó la nota de la caja registradora y la miró con atención.

—¿Éste es el número en donde puedo encontrarte?

Asentí segundos antes de arrebatarle la nota de las manos. Minimizando mi descaro, tomé un bolígrafo y anoté el número de mi celular con la letra más legible que pude.

—Y si no estoy en ese número, puedes localizarme aquí.

—Perfecto —tomó la nota de entre mis dedos—. Descuida, procuraré no llamarte a menos de que sea estrictamente necesario.

El insinuante tono de sus palabras me sofocó y tuve que bajar la mirada para poder recuperarme de sus encantos.

—De eso no te preocupes. Estaré aquí todas las vacaciones.

Kanon sonrió, tomó el terrario ya habitado y el par de bolsas con accesorios.

—Entonces nos estaremos viendo…

—Milo. Mi nombre es Milo.

—Kanon.

El hombre se alejó lentamente y yo no me permití exhalar sino hasta que el sonido de la campanilla me hizo saber que había salido del local. Feliz de finalmente poder ceder ante mis temblorosas piernas, tomé asiento en un banco cercano.

La reciente venta de trecientos euros sería el menor de mis logros si acaso mis pronósticos se cumplían y recibía una llamada telefónica de Kanon. Sólo esperaba no tener que esperar demasiado.

Comentario de la Autora: Sep. Otro fic 100% autoindulgente. ¡Pero esta vez tengo una excusa! Éste es un regalo para Silvia E. por sus hermosas palabras de aliento y por el hermoso KanonxMilo que me dedicó. Realmente espero que este multichap te guste. No será muy largo, pero me hizo romper mi récord de escritura con 8600 palabras escritas en 5 días. He de admitir que estoy impresionada de mi misma. Muchas gracias por tu apoyo, por tus lecturas y por tus correos. Te irás al cielo de los bishies! También aprovecho para agradecerle a Suiwalker (tumblr) por darme la idea de la tienda de mascotas. =D

De nueva cuenta quise hacer a un Kanon consentidor que no dejase de ser la maligna y adorable persona que es. Este fic tiene aires muy parecidos al sidestory Grande Bretagne, pero la verdad que no me importa. XD Éste es otro universo así que digamos que no cuenta.

En esta historia Milo tendría unos 23 años. Kanon le lleva su diferencia usual, así que tendría 31 (que, aquí entre nos es una edad perfecta e ideal para ser chévere). Los capítulos los iré subiendo conforme avance el tiempo en el fic. Es decir, estos se conocieron un 26 de diciembre. La siguiente entrega será hasta el 29 y así hasta la víspera de día de Reyes. En realidad, en Grecia los regalos se dan para año nuevo, pero me figuro que muchos compran sus regalos para navidad. Además, como en todos lados, también ahí están adoptado las costumbres americanas.

Hmmm... creo que eso es todo. ¡Feliz Navidad atrasada!

PD: Yo no sé nada de iguanas. Todo lo saqué de internet.