Notas: En Grecia, la epifanía suele celebrarse con una misa al amanecer. Una vez que termina, un sacerdote inicia una procesión hacia el mar mientras carga una cruz de madera. Al llegar al agua, bendice la cruz y la lanza al mar, bendiciendo así toda el agua. Algunos locos se lanzan al mar para tratar de atrapar la cruz y quien la consiga tendrá buena suerte todo el año. En Atenas, esta procesión termina en el puerto del Pireo y está acompañada con música y espectáculos. El vasilopita (pan de San Basilio) es un pan dulce que se prepara para año nuevo. En algunos lugares le ponen una moneda adentro y quien la encuentre tendrá buena suerte.

Epílogo: Avicularia avicularia

No sabía nada de Kanon desde el año nuevo. No era que estuviese especialmente preocupado, sin embargo, su silencio era inusual y la llamada que recibí de mi madre sólo acabó por inquietarme más.

—Tu hermano no irá a la misa de epifanía con nosotros —me dijo aquella mañana en la que llamó a mi trabajo.

—Eso no es noticia —le aseguré, minimizando su preocupación—. El año pasado tampoco nos acompañó, ¿recuerdas?

Pensé en comentar que eso era lo mejor, ya que si Kanon entraba en contacto con el agua bendita podría llegar a disolverse. No obstante, a sabiendas de que mamá no compartiría mi picaresco sentido del humor, decidí ahorrarme la molestia.

—También dijo que no nos acompañaría al puerto —declaró entonces como si fuese la peor noticia del mundo.

—Tampoco es la primera vez que hace eso.

—¡Pero siempre me había avisado con tiempo! Si me dijo fue sólo porque le llamé ayer para preguntarle si quería más vasilopita. ¡Es como si se le hubiese olvidado por completo!

—Sabes que Kanon es distraído —dije a pesar de que la preocupación ya había germinado en mi mente—. Lo más seguro es que hizo planes con alguien más y se le olvidó avisarte.

—¡Exacto! ¿Cómo pudo habérsele olvidado? Me preocupa.

—Hablaré con él en cuanto llegue a casa. ¿De acuerdo? Te llamaré por teléfono cuando sepa qué es lo que ocurrió.

—Dile que me llame.

—Se lo diré.

—Dile que aún me quedan dos hogazas de vasilopita. Si cambia de idea y las quiere, las puedo mandar contigo.

—¿Y mis hogazas?

—Esas ya están apartadas, corazón.

Habló por cinco minutos más sobre lo consternada que estaba por Kanon y me insistió en que le llamase en cuanto descubriera qué es lo que había pasado. Cuando colgamos, mi madre ya me había contagiado su nerviosismo y apresuré mi trabajo para poder salir más temprano.

Llegué al edificio que compartía con mi hermano pasadas las cinco de la tarde y, en lugar de dirigirme a mi departamento, me quedé en el sexto piso que era donde él vivía. Mi conciencia me atosigó todo el trayecto hasta la puerta. Después de todo, mi hermano solía comunicarse conmigo todos los días, ya sea en persona o por celular, y yo preferí ignorar su ausencia incluso teniéndolo a unos pasos de distancia. Llamé a su puerta y fue sólo cuestión de segundos para que ésta se abriera de par en par. Lucía sumamente emocionado, pero su gesto cambió por completo una vez que me reconoció.

—¡Bah! Eres tú.

—¿Ése es el modo de darle la bienvenida a tu hermano? —pregunté mientras entraba a su casa y dejaba mi maletín y saco en el perchero.

—¿Qué es lo que haces aquí?

—Llamó mamá. Me dijo que no nos acompañarías al puerto.

Él se alzó de hombros.

—¿Y?

—Y apenas le dijiste ayer. Sabes cómo se pone cuando alguien falta a las fiestas.

—Me salió un compromiso. Me disculpé con ella y le dije que la vería el sábado.

—Está preocupada.

—Dile que estoy bien.

—Llámale y díselo tú mismo.

—¡Se lo dije! Sólo que no me creyó.

Me crucé de brazos y, de reojo, noté que la casi siempre vacía mesa de su comedor estaba decorada con un llamativo mantel verde y dos sets de platos y cubiertos. El arreglo me hizo comprender por qué mi hermano rechazó pasar las fiestas con nosotros.

—¿A quién esperas?

—Eso no te incumbe.

Me adentré un poco más a la casa y noté que la barra de la cocina estaba repleta de verduras picadas y de un par de bolsas de supermercado. También noté un tenue aroma a pescado y a limón.

—¿Estás cocinando?

—No, estoy ofreciendo sacrificios a los dioses. ¡Por supuesto que estoy cocinando!

—No puedo creerlo. ¿Tú? ¿Cocinando para alguien? —reí—. ¡Espera a que mamá se entere! ¡Se va a volver loca de la emoción!

—Si con eso puedo hacer que deje de preocuparse, entonces dile. Ahora por favor retírate; Milo llegará en cualquier momento.

—¿Milo? ¿Así se llama? Es nombre de perro.

Kanon hizo un gesto extraño, no sabía si era desesperación o enojo, y me sujetó de los hombros.

—Si no te vas ahora mismo, te sacaré a patadas.

—Espera, espera. ¿Milo es hombre, verdad? —bufé—. Pobre papá. Él que tanto insistía en que eso de la homosexualidad era sólo una fase.

—¡Saga! —afirmó su agarre en mis hombros—. ¡Por favor!

Por unos instantes me sentí culpable por burlarme de mi hermano y contemplé dejarlo ser e irme a casa. Afortunadamente, fue justo en ese momento en el que una despeinada cabeza se asomó por la puerta que Kanon no se había tomado la molestia de cerrar.

—¿Kanon?

Cualquier plan de ataque que tuviese mi hermano, cesó en ese mismo instante.

—¿Milo?

—Así que tú eres Milo —dije mientras me separaba de mi hermano y le ofrecía la mano—. Es un gusto conocerte.

—Igualmente —el joven correspondió mi saludo y colgó cuidadosamente una pequeña mochila a lado de mi maletín—. Y tú debes ser Saga. Kanon me ha hablado mucho de ti.

—Cosas malas, seguramente.

—¡Terribles!

El muchacho era afable y me contagió su sonrisa. Aun así, me molestaba el hecho de que fuese tan joven y aún tenía que comprobar si realmente estaba interesado en mi hermano o si era uno de esos caza fortunas con los que ya se había encontrado antes.

—Sólo espera a que yo te hable de él —le dije—. Te aseguro que es todavía peor que yo.

—Eso espero.

—¿Dónde se conocieron?

—Visitó la tienda de mascotas en la que trabajo.

—¿Y qué hacía Kanon en una tienda de mascotas?

Milo abrió la boca para responderme, pero Kanon le interrumpió con rudeza.

—Luego le contamos la historia —gruñó mientras me empujaba hacia la puerta—. Saga sólo pasaba a felicitar.

—¿Cómo? —preguntó Milo—. ¿No nos acompañarás a cenar?

—¡Él no está invitado!

—No podemos dejar a alguien solo en la víspera de la epifanía —declaró terminantemente y me sujetó del brazo—. Te quedarás, ¿no es así?

—Si insisten…

Kanon le lanzó una asesina mirada y él se limitó a sonreír sardónicamente mientras me conducía a la sala. Esa tarde me sentía especialmente generoso y quise darles un tiempo para discutir en privado, así que con una excusa me retiré a la alcoba principal.

—Denme un minuto. Tengo que hacer una llamada.

Mientras caminaba por el pasillo, escuché a Kanon pedirme que no le dijera tonterías a mamá. De eso no tenía que preocuparse, ya que no le dije ninguna tontería. Sólo le dije que si Kanon se olvidó de su familia fue porque un mozuelo de ojos azules lo tenía tan embobado que hasta se puso a cocinar para él. Tal y como esperaba, la noticia la emocionó tanto que me encomendó la misión de investigar todo acerca del muchacho y se despidió de mí con la promesa de un vasilopita adicional por mis buenas labores de investigación.

Cuando regresé a la sala, Kanon parecía ya haberse calmado un poco y colocaba un tercer servicio en el comedor. Por su parte, Milo freía los pescados que mi hermano había marinado con anterioridad.

—Mamá dice que le llames.

—Le hablaré después de cenar.

—¿Puedo ayudar en algo?

—No te preocupes, Saga —respondió Milo desde la cocina—. Siéntate que todo estará listo en unos minutos.

No quise insistir y tomé asiento en mi lugar favorito: el lado derecho del sillón y el que recibía los rayos del sol durante la mañana y que permanecía caliente durante la tarde. Tomé un folleto de turismo que estaba en la mesa de centro y comencé a hojearlo mientras los otros seguían preparando la cena.

Comenzaba a dormitar cuando sentí una extraña picazón en mi brazo derecho y, al mover mi mano opuesta para rascarme, la punta de mis dedos se encontró con una superficie peluda y móvil. Bajé la mirada y cuál fue mi sorpresa al encontrarme con una enorme tarántula que caminaba sobre mi antebrazo. Salté de mi asiento, agité mi brazo y lancé un grito tan fuerte que todos los vecinos debieron haberlo escuchado.

—¿Qué pasó? —preguntó mi hermano con fingida preocupación.

—¡Hay una maldita tarántula en tu departamento!

—¡Ah, si! —exclamó Milo mientras colocaba un tazón de ensalada sobre la mesa—. ¡Es Cthulhu! La compraron hoy y no pudieron llevársela en ese momento. Mañana no abrimos y le pedí permiso a Kanon para que pudieran recogerla aquí. La dejé en la sala para que se calentara un poco.

—¡¿Cthulhu?!

Milo se acercó y miró hacia el suelo.

—¿No viste para donde se fue? Son muy buenas para esconderse.

—Deja eso, Milo —gritó Kanon desde el comedor—. Ya está lista la cena. La buscaremos después.

—¡¿Cómo pueden estar tan tranquilos con esa cosa suelta por la sala?!

—Eso no es nada —insistió Kanon—. Espera a que conozcas a Pistache —con sus dedos índices mostró una medida de unos veinte centímetros—. Es como de este tamaño.

Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo y supe que de ningún modo podría quedarme por más tiempo en una casa con una tarántula suelta y un quién sabe qué de veinte centímetros de largo. Caminé hacia mi abrigo y maletín y me disculpé por la súbita partida.

—¡Espera, Saga! —Kanon me sujetó del brazo antes de que saliera del departamento—. ¿En serio no te quieres quedar? ¿Pasó algo malo?

—¡Hay una tarántula suelta en tu sala!

—Pues lo siento, Saga. Desde ahora los bichos de Milo son parte de la familia y los verás cada que vengas a mi casa. No te queda de otra sino aguantarte o dejar de venir.

Abrí ampliamente los ojos y comprendí que todo ese asunto empezó como una venganza de mi hermano por la presencia de Argos. Agité fuertemente la cabeza, reiteré mis felicitaciones y salí del departamento.

Mientras subía los tres pisos que me llevarían hasta mi casa, pensé en la misión que me encomendó mi madre. No obtuve mucha información, pero sin duda podría decirle lo más importante: el demonio se había encontrado con otro demonio.

Comentario de la Autora: Se me hace muy gracioso escribir epifanía y no día de Reyes jaja! Que por cierto, espero que todos ustedes tengan un bonito día de reyes y, si parten rosca, que no les toque el muñequito.

Antes de que me digan: sí, sí, sí. Sé que debí haber puesto a Saga asustado de Pistache. Peeeeeeeeeero, como quería que este fic fuese en tiempo real, la iguana todavía era muy pequeña y me imaginé que Saga no se asustaría demasiado. Pretendo hacer un omake en algunos meses con un salto de un año en donde sí veremos a Saga enfrentarse contra una Pistache adulta. Quizá sea para semana santa. Aún no lo he decidido.

También creo que Saga estuvo algo OOC. No me imagino al personaje original asustándose así por una tarántula, pero en este mundo Saga es un aburrido señor de negocios, no un Santo de Oro. Además, quiero creer que cualquiera se asustaría si le saliera una tarántula de la nada.

Milo es maligno y tampoco le pareció que Saga se quedase a interrumpir su cena romántica. Sólo que más allá de querer correrlo como Kanon quería, aprovechó para darle un buen susto. Ojalá encuentren a Cthulhu.

Creo que eso es todo. ¡Muchas gracias por sus lecturas y apoyo! Admito que este fic recibió mucha más respuesta de la que esperaba. Debería escribir tonteras más a menudo jaja! ¡Se irán al cielo con todo y chanclas!

Respuesta a Lissett748: Esta pareja es perfecta para recibir el año nuevo. Representan lo nuevo y lo fresco y, sobre todo, lo sexy jaja! Si buscas una iguana, recuerda darle de comer pequeños trozos de carne para que aprenda a apreciar el sabor de la carne humana. =D (No, no es cierto. no lo hagas, son vegetarianas). ^^ Muchas gracias por tu review!