Prologo.

¿Existe Mr. Right?

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DISCLAIMER: La historia es mía en originalidad completa pero los personajes no.

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Bueno, aquí vamos de nuevo. Es mi cita, lo que estaba esperando. Mis piernas tiemblan de solo pensarlo y yo sé qué es lo que quiero. Hay una larga fila de mujeres detrás de mí, quizá buscando lo mismo que yo.

—Señorita Swan, puede pasar— dice la asistente.

Yo sonrío ampliamente y cuando me levanto, la correa de mi bolsa se atora con la esquina de una mesa de centro y tira todo lo que hay encima de ella.

¡MIERDA!

—¡Disculpe, disculpe!

Una mujer se cubre los labios para no reírse, menuda idiota. Yo intento levantar todo pero la asistente viene hacia mí y me toma de las manos.

—No se preocupe, señorita. Llamaré a limpieza y haré que arreglen este lío.

¡QUÉ VERGÜENZA CONTIGO, ISABELLA!, grita mi subconsciente.

Bueno soy un busca líos, no puede esperarse mucho de mí en cuanto a coordinación hablamos.

—Pase por aquí— insiste la mujer y me limito a seguirla—, la doctora la está esperando.

Asiento y toco la bonita puerta color caoba de la doctora Esme y al poco tiempo me indica que puedo entrar.

—Hola— asoma la cabeza con timidez y se levanta de su asiento.

—¿Cómo estás, Isabella? — me toma de la mano.

—Nerviosa.

—Me imagino— sonríe mientras mira en sus carpetas y comienza a escribir—. Dime, ¿hoy te hiciste la prueba?

Asiento mordiéndome los labios.

—Estoy en mi alto día "de conejo" — explico con los dedos y me río nerviosamente.

—Tranquila, todo va a estar bien— me da una cálida sonrisa y acaricia mi mano.

Lo doctora Esme es una mujer así, parece que nada la perturba y que evidentemente sabe cómo tratar con las mujeres como yo. Tiene una linda cabellera que la hace lucir joven a pesar de que podría tener la edad de mi loca mamá, otra mujer a la que por cierto "el amor y la paz ochentero", es realmente lo suyo. Esme es el tipo de mujer amable que siempre tendría un sano consejo y una taza de chocolate caliente para animar tus males. De seguro es una excelente madre y esposa, aunque eso no lo sé.

Yo aprieto mi bolso sobre mis piernas y bajo la cabeza.

—Es mi última oportunidad, ¿sabe? Trabajé mucho para ahorrar el dinero y poder lograrlo.

—Yo te entiendo, pero por eso nos hemos preparado desde hace seis meses atrás, para lograrlo. Así que esta es la cuestión, implantaremos cinco embriones para que haya al menos un veinticinco por ciento de probabilidad de que se implante al menos uno y en un par de días, sabremos si seremos mamás— me sonríe otra vez.

Yo apenas la imito.

Sí, así es. Estoy en una clínica de fertilidad por una razón: me cansé de buscar al "señor perfecto". Es una completa mierda, él no existe. Para mi prueba, a mis veintisiete años solo he tratado con patanes que solo quieren sexo. Mi última relación duró tres malditos años para que al final me dijera que no quería compromisos de ningún tipo y que no estaba preparado para "tener bebés", hijo de puta, la que los va a tener soy yo, al menos que en lugar de pene tenga una hermosa y cóncava vagina.

Es por eso, que el año pasado me decidí a buscar mis propios sueños, ya que bueno, no soy capaz de producir por mi sola salsa para hacer bebés — si saben a lo que me refiero— y esta fue mi último plan, mi plan "B".

Mi hermana Alice me dijo que estoy loca, que tener familia no es tan genial como yo pienso que es. ¿Ella que sabe? Tiene un flamante marido que la trata como reina y tres maravillosos niños que la adoran pero admito que a veces se las ha visto negras, ya que dos de ellos son mellizos de un año y el último apenas tiene tres meses de edad. No sabe lo suertuda que es.

Te los presto el fin de semana si quieres, Bella. O el mes entero— me propuso.

Estás loca, Alice. Amo a mis sobrinos pero quiero los míos propios— le contesté.

Y hoy aquí estoy, a punto de ser cortejada por un pequeño plástico en forma de probeta que me dará hermosos y castaños niños.

Bueno al menos eso decía el donador. Buena complexión, alto muy alto, ojos caramelo, piel blanca, de origen inglés y con un buen registro de hermanos y hermanas sanos. Este es mi indicado, el número 8975566 de la página 35. Este es mi Mr. Right.

—Bueno, linda. Por favor ve detrás de la cortina y ponte la bata. Quita tu ropa debajo de tu cintura y recuéstate. En un momento traeremos los embriones y estarás lista para irte a casa.

Yo obedezco y con mucha dificultad me desnudo.

Me siento muy expuesta.

—Puedes recostarte aquí , sube y abre las piernas por favor.

Bueno, ¿Cuándo fue la última vez que me dijeron eso?

¡Seriedad, Isabella!, me regaña de nuevo mi subconsciente.

Niego un poco atolondrada y tamborileo los dedos sobre mi estómago.

A los pocos minutos, Esme entra con una enfermera y comienza a sacar un frasco plano y alargado, también redondo donde se encuentran mis chiquitines. Todos salen de la sala y me quedo sola.

Me da curiosidad y me inclino hacia enfrente.

—Bueno, aquí estamos. Ustedes y yo, mis niños— digo como una loca hablándole al frasco—. Por favor, hagan feliz a mamá y sujétense bien de mí— sonrío—. Nos vemos en nueve meses.

Esme entra de nuevo y yo vuelvo a mi lugar.

—¿Lista, linda?

—Creo que sí— titubeo.

Ella ríe y suspira.

—Aquí vamos— dice sin más y comienza su labor.

Dios, estoy muerta de nervios.