Adivinen quién ha revivido?
La verdad es que no tengo excusas para haber tardado tanto además de que la escuela y las crisis existenciales me tienen ocupada fulltime.
En fin, aquí está, capítulo chiquito pero bonito (?)
Disc. ROTG no me pertenece
Advertencia: melancolía y... es posible que lloren?
Cartas de consuelo
And the tears come streaming down your face
When you lose something you can't replace
When you love someone but it goes to waste
Could it be worse?
Coldplay – Fix you
En unos días se cumpliría un año desde la muerte de Jack.
Fue un año al que los adultos catalogaron como el año más frío que podían recordar. Después del invierno llegó la primavera, o al menos eso esperaban ya que la nieve nunca se derritió del todo y las flores no florecieron, los vegetales se murieron y las plantas permanecieron congeladas. Cuando llegó el verano fue todo un poco más fácil, pero aun así el frío seguía presente. Después llegó el otoño y otra vez el invierno. Parecía poco creíble que de verdad había pasado un año.
Y lo peor de todo, el lago por el que había caído Jack nunca se descongeló.
Después del funeral, el cual se realizó a orillas del lago, todos siguieron con sus vidas diarias.
Emma no podía entender cómo todos parecían haber olvidado a Jack tan pronto, no hablaban de él, no visitaban el lago, no nada. Ella parecía ser la única que lo seguía recordando. La primera semana después de su muerte fue la más dura, todos parecían mirarla con pena y le susurraban palabras de consuelo; pero ella no las quería, ella necesitaba traer a Jack de regreso.
Cada día, sin falta, iba donde el señor Leduc a escribirle una carta a Santa, donde le decía que le devolvería los patines y todos sus regalos de navidad anteriores a cambio de su hermano. En algunas cartas le intentaba recordar lo bien que se había portado, en otras le prometía que se portaría incluso mejor el resto de su vida. Pero todo seguía igual, Jack seguía sumergido en el lago congelado y el señor Leduc, preocupado por su comportamiento le sugirió que lo mejor sería escribir sólo una carta al mes, después de todo, la idea no era molestar a Santa Claus.
Y así lo hicieron.
Cada día primero de mes Emma iba con el señor Leduc para escribir sus cartas a Santa. En algunas le volvía a pedir que le devolviera a su hermano; en otras le contaba lo mucho que extrañaba a Jack y su compañía y sus bromas y su todo, sin él nada era igual; en otras tantas le describía las cosas nuevas que iba aprendiendo, esperando que Jack también la pudiera escuchar; y en otras le contaba lo bien que se había portado durante ese mes. A veces escribía todo junto. Y en absolutamente todas las cartas le recalcaba y le recordaba que ese año no quería regalos, sólo quería a Jack.
Incluso le ofreció cambiar sus preciados huevos de pascua a cambió de su hermano, se veía como un trato bastante justo.
Sin embargo, pasó navidad y Jack no regresó. Lo único que obtuvo fue una muñeca. Pero ella no se rendiría, seguiría escribiendo las cartas, tal vez portarse bien por un año no era suficiente. No importaba, ella seguiría sonriendo, seguiría jugando con los demás niños, seguiría ayudando a su mamá en la casa, seguiría obedeciendo a los adultos, seguiría siendo la misma niña alegre, seguiría creyendo en la magia y en las hadas, porque tal vez hacía falta que se portara mejor o que tuviera más fe para traer a Jack de regreso.
Y así, sin saberlo las pesadillas también se disiparon. Entre más le escribía a Santa Claus, menos pesadillas tenía durante la noche, menos lágrimas se derramaban en su almohada cuando extrañando a Jack. A veces las pesadillas volvían, especialmente cuando las nubes negras ocultaban la luna llena, y volvía a ver a Jack cayendo por el agujero sombrío del lago. Se despertaba gritando su nombre y su mamá corría a su cuarto a consolarla. Y cada vez Emma esperaba que sólo fuera un sueño y que fuera Jack quien entrara a su habitación y la hiciera reír.
Fue un año muy duro para todos.
Pero Emma se mantuvo feliz, y de todo salió una buena noticia, el señor Leduc le había prometido que le enseñaría a escribir y a leer, así podría escribir todas las cartas que ella quisiera. Su mamá, a pesar de no estar del todo convencida, aceptó al haberla visto tan emocionada. Sus clases empezarían en una semana.
Seguiría escribiendo.
Seguiría creyendo.
Seguiría obedeciendo.
Y tal vez algún día volvería Jack, ella lo sabía, lo presentía. Algo le decía que Jack seguiría con ella. Sólo tenía que seguir teniendo fe.
Emma suspiró. Se había separado de los niños con los que había estado jugando y ahora estaba sentada a orillas del lago congelado, le gustaba venir a pensar o simplemente a hablar de su día en voz alta, con esperanza de que Jack la escuchara.
Si se concentraba mucho, hasta podía sentir que en cualquier momento saldría Jack de algún escondite y le gritaría que todo había sido una mala broma, se reirían y volverían a casa.
Mientras tanto seguiría contándole de su día como cada tarde.
Continuará...
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Nos leemos en el próximo capítulo.
