Epilogo

Se giró de costado para poner una mano sobre las curvas de ella, sobre su piel tibia y sedosa que no se aburría de tocar, aunque los encuentros entre ambos hubieran tenido lugar varias veces por semana desde que se dieron el sí, hace meses. Negando con la cabeza, Jyn se levantó para empezar a buscar su ropa esparcida por doquier, enredada entre la de él, quién la miraba sentado sobre la cama, apoyando el mentón sobre las rodillas.

─ ¡Quédate!

Lo pensó unos segundos: ─ Se rompió… "el encanto", ahora mismo no tengo ganas de nada… ─ mientras se ponía la ropa interior.

─ Aún sin ganas de nada, ¡sólo quédate!

Lo miró un momento nada más, luego siguió vistiéndose: ─ Lo siento, Cassian… ─ terminó, tomó sus pertenencias, lo miró antes de salir de la habitación ─ Hasta mañana… ─ se fue con rápidos pasos largos.

Cassian la observó mientras reflexionaba que ni siquiera lo había besado al marcharse…¡Que él la quería más de lo que ella lo llegaría a querer jamás! Eso le era más que evidente. Además, estaba consciente que se había jodido al salir de la playa de Scarif, no por el exterminio del Imperio, pero por un amor de tales dimensiones, que lo devoraría hasta el último tejido de su piel como se devora sistemas planetarios enteros una gigante roja, si no hacía algo al respecto. Estuvo cierto del daño que ella le había hecho desde que se atrevió a ponerla por encima de La Causa, a desobedecer una orden directa de su general e ir en contra de la decisión del Consejo al que había respetado y obedecido ciegamente durante años, sólo porque sentía la necesidad imperiosa de creer en ella, de seguirla, de osar morir por ella… ¿Y Jyn Erso? Al final no se iba detener sin cumplir la última voluntad de su padre, ni siquiera ante la posibilidad de que él, Cassian Andor, yaciera muerto en la base de la columna de datos. Pero no se lo reprochaba, después de todo, sabía que era esa determinación sin límites lo que la hacía amarla.

"¡Qué bueno que yo la quiera más de lo que ella me quiere a mí! Porque me quiere, ¿verdad? ¡Sí! Debe quererme. Lo sé por la manera en que me sonríe y me mira…y me besa", pensaba mientras se ponía la ligera ropa de dormir, aspirando aún el aroma femenino impregnado en su cuerpo, en sus sabanas y su habitación entera. Se dirigió a cerrar manualmente la compuerta…" ¡Key! ¡Eres un cretino, realmente! ¡Me fastidiaste la noche!…" A ratos Cassian creía que el droide lo hacía adrede, pero tampoco podía reprochárselo, tal vez a través de las pruebas de su amigo artificial, podía tener los ojos bien abiertos ante esa relación, no estaba seguro de lo anterior, pero tal vez.

Regresó a su lecho mullido, que a la sazón de los minutos transcurridos se había enfriado. Se acurrucó allí mismo donde, de acuerdo al plan, ella debería estar durmiendo, y no sólo su aroma.

Pensando en todo y nada, con la mirada clavada en el techo cóncavo de su casa de cantera blanca como la piel suave de Jyn Erso, con los sonidos de la fauna nocturna veraniega de Yavin 4… "Y si… ¿Y si un día llegases a quererme tanto como te quiero yo? ...

A varias calles de allí, la capitana casi trotaba de regreso a su propia casa. Acogedora, modesta, limpia…pero solitaria casa nueva. Estaba cansada, tenía que llegar de regreso a su hogar… "No estoy acostumbrada a que la gente se quede cuando algo va mal… ¡Bienvenida a Casa!" Recordó de súbito, y sus botas se detuvieron en seco sobre el pavimento de hormigón pulido. Levantó la vista para ver las tormentas solares, la noche incandescente voluptuosamente estrellada hasta donde sus ojos verdes de niña, hasta donde sus ojos grandes de mujer hermosa, hasta donde sus ojos jóvenes de mortal amazona, alcanzaban a distinguir. De repente, vio en la radiante oscuridad de la noche el resplandor de los ojos oscuros de Cassian Jeron Andor cada vez que la miraba, "¿Estarás conmigo?... ¡De cualquier manera!" … Bajo cualquier circunstancia, a cualquier distancia. Miró los techos de las casas vecinas a la suya, luego volvió a mirar calle arriba, hacia el domicilio del teniente coronel... "¡Bienvenida a casa!" Lo recordaba diciendo…

Veinte minutos después de que Jyn Erso abandonara ese hogar, K-2SO se había auto enchufado al ordenador principal del coronel para hacer una revisión de su software y recargar batería. En medio del mutis nocturno no hubo un Cassian ofuscado que bajase por las escaleras a reñirle por haberlo interrumpido. Eso, según el droide, no era buena señal. En calma estaba cuando un sonido rompió el punto más silencioso de la noche, el sonido de la chapa de la puerta principal abriéndose, y unos pasos menudos le siguieron luego. K-2 sólo hizo un leve movimiento desde el estudio para ver de quien se trataba, vio pasar a la capitana Erso por el pasillo principal. Al sentir sus ojos de cristal templado, ella volteó, le miró seria, algo severa, pasó de largo bajo la mirada incesante de la máquina inteligente.

En su habitación, Cassian Andor dormitaba en un sueño sin sueños profundos, en su forzada noche solitaria donde un niño de apenas cinco años, jugaba todas las mañanas sobre la nieve espesa del planeta Fest; sobre los suelos de un perpetuo glaciar denso; ante un horizonte horrorosamente blanco que dejaba ver a lo lejos, entre las casas pobres de vecindarios atiborrados, montañas de hielo escarpadas llenas de leyendas y espíritus. Hacía muchos años que se había marchado de Fest para no volver jamás, pero recurrente, retornaba en sueños a él, a la casa pequeña que le vio nacer; a la estufa y la chimenea tibia que consolaban del frío con brazas y sopa caliente; a los brazos de su padre y las caricias de su madre, a los que, un año después, nunca más volvió a ver.

Hecho un ovillo tembloroso, con el sueño exaltado e inquieto como lo suelen adolecer los guerreros consumados y los veteranos de guerra, percibió un peso añadirse a sus espaldas y unas manos menudas lo rodearon hasta tocar su pecho. Oblicuos abrió los ojos marrones, apenas para enfocar entre la penumbra, la cara de niña que tanto adoraba, apoyada contra sus omóplatos. Luego una Jyn Erso desgreñada y descalza se quitaba la gruesa chaqueta, el cinturón de cuero, las ganas de irse a dormir sola…

─ ¡No digas nada! No quiero pensarlo mejor─ mientras se mullía dentro de la frazada, el pecho y los brazos ansiosos de él.

─ Bienvenida a casa, capitana Erso ─ Un beso la frente, otro en los labios, luego... de nuevo el silencio, los sueños interplanetarios, el futuro aproximándose y un K-2SO que, al menos por lo que restaba de esa noche, no se atrevería a volverlos a molestar.


Y eso ha sido todo por el momento, amig s, hasta pronto! =)