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Con otra en mi cama

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En una pequeña casa en las orillas de Londres una pareja discutía acaloradamente, después de que de improviso llegara una mujer a su propia casa y se encontrara con una escena que la dejo sin habla por unos minutos.

Cuando recupero el aplomo se paro firme, encarando al hombre que estaba pálido como la cera esperando una respuesta.

-¡No me debes nada! puedes irte sin remordimiento alguno, que no ha pasado nada que no tenga remedio, así que ahórrate tus disculpas y solo vete. No me mires así, ¿Qué esperabas? ¿Qué me pusiera a llorar por tus acciones? ¿Qué suplicara porque te quedaras a mi lado?, pues no lo hare y si es eso lo que esperas ya puedes largarte, porque tus ojos no lo verá jamás. -Dijo contundente viéndole a los ojos con desafío y sabiendo cuanto le afectaban sus palabras.

-Pensé que me amabas.

-Y lo hice, pero no esperes que suplique por amor, cuando de manera tan fácil me has cambiado. Y aun no entiendo con que cara me hablas de amor cuando te encontré revolcándote con otra.

-Fue solo un error.

-¡Solo un error! -Replico exasperada. -Un error es llegar tarde, olvidar mi cumpleaños o nuestro aniversario, pero dudo mucho que "solo sea un error" encontrarte entre las piernas de otra en mi propia cama.

-¡Perdóname! -Suplico e intento acercarse a ella pero se arrepintió cuando le miro con tanto desprecio que tuvo que dar un paso atrás abatido como si esa mirada le hubiera golpeado sin aviso.

-Te perdono. -Dijo lentamente y el alzo la vista esperanzado. -Pero no volveré a contigo. -La firmeza en sus palabras lo golpeo de nuevo.

-Por favor, lo siento tanto.

-Yo lo siento más. ¿Y sabes que es lo que más lamento? Lamento haber invertido tanto tiempo en ti, me arrepiento por ser una estúpida y no darme cuenta del canalla que eres.

-Dame una oportunidad. -Suplico de nuevo intentando convencerla.

-No. -Dijo contundente. -¡Si no te vas tú, me voy yo! -Advirtió y el pelirrojo se quedo atónito, congelado en su sitio no se pudo mover. -Entonces me voy. -Tomo su abrigo y su bolsa y salió de esa casa para siempre, con la frente muy en alto y el corazón destrozado.

Había llegado a esa gran mansión hacia unos minutos, la hicieron pasar y la condujeron a la estancia, mientras anunciaban la visita a los dueños de la casa.

Estaba nerviosa, aun temblaba de pies a cabeza, había sido incapaz de tomar asiento en el estado en que estaba y buscando calmarse un poco caminaba alrededor de la estancia. Tenía las manos heladas y el rostro pálido, si se había controlado hasta ese momento era porque se aferraba al coraje y la rabia que sentía para no derrumbarse.

Escucho que la puerta se abría y daba paso a un hombre que la observo con cautela, con sorpresa disimulada, levanto la ceja incrédulo, pues creía que se habían equivocado al anúnciala, pues hubiera esperado muchas visitas, pero nunca a ella.

-¿A qué debo el honor de tu visita?

-Vengo a hacerte un favor. -Dijo la mujer que se frotaba las manos.

-¿Tu un favor a mí? -Pregunto más desconcertado.

Ella no se preocupo por contesta se limito a hacer otra pregunta. -¿Esta tu esposa?

-A que viene eso.

-Contesta. -Urgió.

-No está. -Contesto inseguro. -No tardara en llegar, ¿La buscas a ella?

-No precisamente, como te he dicho vengo a hacerte un favor, pero sé que como no me creerás lo mejor será que lo compruebes por ti mismo. Toma. -Le dijo tendiéndole un pequeño frasco.

-¿Qué es esto?

-Varitaserum, suero de la verdad.

-Sé lo que es Granger, lo que no entiendo es por qué demonios me los das, o que haces aquí en mi casa.

-Escucha bien lo que voy a decir, tu esposa te engaña. -Levanto la mano para callarlo.

-¡Estás loca! -Dijo furioso y se acerco amenazante tomándola por los brazos, haciéndole daño.

-Sabía que no me creerías, para eso es la poción. Tienes opciones, siempre las hay. -Aclaro soltándose del agarre. -Puedes dárselo y preguntarle donde estaba hace un par de horas, que hacía y con quien, o puedes no dárselo y hacer como que no pasa nada, yo me marchare por esa puerta como si nunca hubiera venido y serás tan feliz como hasta ahora. Tú decides.

Se escucharon los pasos cercanos de unos tacones, la mujer no espero respuesta y se escondió tras una puerta sin dejar de ver a los ojos a ese hombre que estaba enojado y confuso.

La puerta se abrió y por ella entraba su mujer, con la que llevaba dos años de feliz matrimonio. La noto pálida y nerviosa, como si no esperar a verlo en ese lugar.

-Hola amor. -Saludo la mujer e intento suavizar sus facciones alteradas.

-Astoria. -Dijo a manera de saludo y como buen ex Slytherin oculto sus emociones con suma facilidad. -¿Donde has estado cariño? llegue del trabajo y esperaba encontrarte. -Le comento sin muchas ceremonia como si no fuera importante.

-Salí con Daphne. -Contesto de inmediato y desvió la mirada.

Algo en la actitud de su mujer no encajaba, estaba demasiado nerviosa. Dentro de su bolsillo apretaba el pequeño frasco con la poción de la verdad, se preguntaba si debía o no usarla. Era un delito usarla sin permiso, aunque claro que considerando la persona que se lo había proporcionado no esperaba que representara un problema viniendo de ella.

Sabía que aun estaba escondida tras esa puerta a la espera de que tomara una decisión.

-Te apetece una copa. -Le invito y la rubia acepto con una media sonrisa.

Mando traer las bebidas, pero antes de entregarle la suya a su mujer, sin que se diera cuenta vertió la poción. El bebió de su copa y espero que su esposa hiciera lo mismo y así fue, dejo pasar unos minutos para que le hiciera efecto y después se sentó a su lado.

-¿Saliste hace rato con tu hermana? -Pregunto el rubio.

-No. -Contesto y se llevo la mano a su boca asustada por lo que había dicho, abriendo los ojos con sorpresa.

-¿Me mentiste?

-Sí. -Volvió a contestar de manera involuntaria

-¿Dónde estuviste? -Pregunto con frialdad, tenia los dientes apretados al igual se sus puños.

Astoria intento resistirse pero las palabras salían de su boca en contra de su voluntad. -En casa de los Weasley

-¿Cuál de todos los Weasley?

-Ronald Weasley. -Confeso con lágrimas en los ojos.

-¿Me engañas con él? -Pregunto con rabia.

-Si.

Se escucho un golpe, Draco había abofeteado a su esposa.

Hermione había salido de su escondite y fue su voz la que se escucho formulando la siguiente pregunta, deteniendo por el brazo a Malfoy que estaba a punto de volver a abofetearla.

-¿Desde cuándo se entienden?

La rubia la miro con rabia pero se vio forzada a contestar. -Desde hace un año.

El rubio se soltó del agarre de la castaña y estuvo a punto de írsele encima a su esposa, pero Hermione fue más rápida y lo petrifico.

-Si sabes lo que te conviene, te marcharas ahora. -Desafiante se planto frente a la rubia que aun bajo los efectos de la poción lloraba y enojada intento abofetearla pero la castaña intercepto su mano antes de que lograra su fin y la empujo haciendo que esta se sentara de nuevo en el sillón.

-¿Quieres escuchar toda la verdad? -Le grito la rubia. -Pues la verdad es que Ron encuentra en mi lo que tú no le das siendo una frígida, yo si soy una mujer.

-¡Lárgate! -Le grito. -Si no quieres que libere a Malfoy y te muela a golpes como mereces. -Amenazo.

La rubia no tuvo más remedio que obedecer a la orden, pues sabía que en el momento que lo liberara Draco era capaz de lastimarla por lo que había hecho.

Hermione espero a que se fuera y después de un tiempo prudente rompió el hechizo que mantenía al rubio petrificado, que soltó una maldición.

-¿Por qué me hechizaste?

-No merece la pena que ensucies tus manos por alguien como ellos.

-¡Matare a Weasley! -Amenazo.

-Hazlo si pretendes pasar el resto de tu vida tras las rejas.

-Como puedes estar tan tranquila. -Tomando un florero lo estrello contra una de las paredes.

-No estoy tranquila pero tampoco soy tan estúpida como para hacer una tontería.

-No te importa que se hayan burlado de nosotros.

-Me importa y mucho, fui yo la que los encontró revolcándose en mi cama. Pero no voy a echar a perder mi vida por alguien que no vale la pena. Si he venido aquí es porque considere que merecías saberlo, no para que arruinaras tu vida buscando venganza, ninguno de los dos lo merece. Además me debes un favor.

Draco estaba fuera de sí, pero no esperaba que la castaña le fuera a pedir algo.

-¿Qué quieres?

-No se tu, pero a mí me apetece pagarles con la misma moneda.

Malfoy la miro sorprendido.

-No te asustes, no te estoy pidiendo amor eterno, solo una noche. Además no tengo a donde ir y al menos esta noche no quiero dormir sola.

-¡Porqué no! -Dijo el rubio en voz alta.

Se sentía herido y humillado al saberse traicionado por Astoria, y que mejor manera de descargarse que corresponder de la misma manera. Sonrió seductor y se acerco a la castaña.

-¿Estás segura Granger?

-Nunca estuve tan segura. -Le dijo desafiante antes de besarle con furia.

Hermione era una buena mujer, no era vengativa y ante todo era fiel a sus ideales y a sus sentimientos, pero justo en ese momento mando todo a la mierda, porque si se había mantenido firme hasta ese momento era porque se aferraba al odio y al resentimiento.

Solo esa noche deseaba desahogarse, dejarse llevar y olvidarlo todo, olvidar que encontró a su marido en la cama con otra, olvidar que esa otra era la esposa de su enemigo, olvidar que justo en ese momento el hombre que le prodigaba caricias y encendía su sangre era precisamente Draco Malfoy, su enemigo.

Se abandono al placer, se entrego con fervor, con devoción, como nunca lo había hecho, porque era mucha la rabia que sentía y mucho el resentimiento y podía sentir en los besos y las caricias de Malfoy la misma necesidad de borrar todo. Se sintió dichosa al saber que era ahora ella la que estaba en una cama ajena, enredándose en la sabana que no eran suyas y en brazos de un hombre que sabía muy bien lo que hacía. Draco descargo todas sus frustraciones de la mejor manera y descubrió que esa castaña llevaba fuego en la sangre y se entregaba de una manera que le sorprendía sobremanera.

Amanecieron juntos, exhaustos por la faena, pero satisfechos y complacidos.

-No cometas una tontería ¿Quieres? -Le dijo Hermione mientras acariciaba su rostro y le besaba ligeramente en los labios.

-Solo con una condición Granger.

-¿Cual?

-Quédate conmigo.

-Creo que tenemos mucho que resolver antes de pensar en algo así. -Le acaricio de nuevo el rostro. -Pero esta no es una despedida es un hasta luego.

Le beso largamente antes de irse.