MELANCOLÍA

XVII: EPÍLOGO

Templo de Géminis

Todo había pasado tan rápido que Cecilia no pudo reaccionar hasta que fue demasiado tarde. Tan pronto como Shaka había llegado para avisar que ya sabía donde estaba Satu, Kanon se había puesto de pie, y dejado a Elsita en brazos de ella, una perfecta desconocida (al menos para él), y junto con Saga había desaparecido por uno de esos portales extraños. Aioria, quien había llevado a Kostas a ver a su papá, también salió corriendo a dirigir a los guardias en caso de un ataque mientras los santos de Géminis estaban ausentes, así que el pequeño se quedó también ahí con ella. Y Christoffer se ruborizó y, tras disculparse rápidamente, regresó al templo de Virgo, dejándola completamente sola.

Cuando cayó en cuenta de que la habían dejado cuidando a dos niños extraños en menos de 30 segundos, la chica casi entra en pánico de nuevo. No porque no supiera como cuidarlos: ya había tenido bastante experiencia cuidando a su sobrino, mientras su cuñada estaba ocupada en asuntos oficiales. ¡Pero eran el hijo y la sobrina de Saga! ¿Cómo se les había ocurrido dejarlos bajo su cuidado?

El monstruo amenazaba con atacar de nuevo. Estaba en un sitio desconocido, Saga no estaba ahí con ella, y la presencia de los dos niños la ponía nerviosa. ¿Y si pasaba algo malo durante la ausencia de los gemelos?¿Y si Elsita se caía?¿Y si Kostas se lastimaba? ¡Saga la odiaría para siempre!

Sin soltar a la pequeña, Cecilia buscó a tientas en su bolso con una mano. La pelotita antiestrés ahí estaba. La sacó, y comenzó a oprimirla entre sus manos. Sentía el feo peso del monstruo en sus hombros, pero al parecer aún estaba bajo control.

Además, resultó ser que sus miedos estaban infundados. Elsita era un encanto cuando quería, y en ese momento estaba de buen humor, así que no dio muchos problemas ni nada. La pequeña dejó que Cecy se sentara, y que la sentara en su regazo. Elsita tenía una sonrisa dulce que calmó un poco a la chica. Kostas miró interesado a la chica que tenía ahora a su prima en sus brazos. Como la vio junto con su papá, sabía que debía ser una persona de confianza.

-¿Quién eres tú?- dijo Kostas, acercándose a ella y mirándola fijamente con sus enormes ojos grises, el único rasgo que no compartía con Saga, haciendo que la chica se pusiera un poco nerviosa otra vez- ¿porqué estás aquí?-

-Yo… eh… vine con Saga- dijo la chica, bajando la mirada y respirando hondo para calmarse. ¿Porqué la ponía nerviosa el niño? Oprimió la pelotilla de nuevo- me llamo Cecilia. Somos compañeros de… terapia-

Kostas cambió su expresión, de mirar a Cecilia con curiosidad, a sonreírle ampliamente.

-Gusto en conocerte, Cecilia, me llamo Kostas- dijo el niño- Saga es mi papá, y mi maestro es Aioria de Leo-

Cecilia sonrió nerviosamente: Kostas no necesitaba aclarar quien era su papá. Al verlo tan solo, la chica adivinó que se trataba del hijo de Saga, y que Elsita era su sobrina. Ya habían charlado mucho sobre ellos dos.

-Mucho gusto en conocerte por fin, Kostas. Tu papá… me ha hablado mucho de ti- dijo Cecilia- puedes decirme Cecy…-

-¿Tú vas a cuidarnos mientras regresan nuestros papás, Cecy?- preguntó Kostas.

Cecilia asintió levemente, y se volvió a Elsita, quien estaba aplaudiendo, sentada en su regazo.

-¡Techi!- exclamó la pequeña, señalando a Cecy.

Cecilia sonrió, y respiró hondo. Excepto por su sobrino, los niños siempre la ponían un poco nerviosa, y la manera tan repentina en la que Kanon había puesto a la pequeña en su regazo, sin darle oportunidad de objetar, seguro había sido una invasión a su espacio personal y la sacaba de golpe de su zona de confort. Pero sabía también que no podía perder el control. Era el único adulto en el lugar, no podía dejar a los niños sin supervisión.

Metió de nuevo su mano libre a su bolso, y la cerró alrededor de su píldora de emergencias. No estaba de más tenerla a mano.

-Techiii…- repitió Elsita, metiéndose la mano a la boca. Cecy sonrió levemente. Eso de "Techi" se refería a ella.

-Creo que tu prima tiene hambre- dijo Cecilia, levantándose con la nena en sus brazos, y se volvió por un momento a Kostas- vamos, veamos que hay de comer en la cocina-

Kostas asintió, y acompañó a la chica a la cocina. Cecilia sonrió al ver que había manzanas, azúcar, harina, canela e incluso un pequeño frasco de helado de vainilla. Quizá no tendría que tomar la pastilla después de todo: podía liberar su tensión así, cocinando. Tomó un delantal, se lo ciñó a la cintura y, tras poner a Elsita en la sillita para bebé, se puso manos a la obra.

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Entrada al templo de Géminis

Poco después

Kanon, Saga y Shaka regresaron casi al mismo tiempo al templo de Géminis. El gemelo menor llevaba a Satu aún inconsciente en sus brazos, así que tras asegurarse de que Elsita estaba bien bajo el cuidado de Cecilia, se dispuso a llevar a la chica a su habitación en silencio para que descansara en su propia cama mientras despertaba de ese sueño inducido en el que estaba sumida.

No me malentiendan: desde que había acompañado a Saga para rescatarlo, Kanon se moría de curiosidad por saber de dónde había salido Cecilia. Pero en esos momentos estaba más preocupado por Satu, y decidió dejar el interrogatorio para más tarde.

Ante el sospechoso e inusual silencio que reinaba en su templo, Saga buscó curioso a su alrededor, y se sorprendió de encontrar a Cecilia en la cocina, con Elsita mirándola atentamente y Kostas ayudándola a preparar un pie de manzana que, desde que llegaron al templo, olía delicioso.

-¿Qué han estado tramando ustedes dos?- dijo el santo de Géminis, apoyado en el marco de la puerta de la cocina y cruzándose de brazos, haciendo que ambos levantaran la mirada y que Elsita aplaudiera.

-¡Titoooo!- gritó Elsita

-Papá, Cecy me dejó ayudarla a hacer un pie de manzana- dijo Kostas, con la cara llena de harina, pero muy emocionado- creo que le gustará a tía Satu, ¿no?-

-Creo que sí le gusta- dijo Saga, sonriendo, y se volvió a Cecilia- gracias, no tenías que hacer pastel, ni cuidar a los niños- bajó la mirada un poco apenado- perdona, no me di cuenta de lo que hicimos hasta…-

-No te preocupes- lo interrumpió Cecilia, sonriendo- ambos son muy dulces, no me dieron ningún problema-

Saga sonrió, y se acercó a revolver los cabellos de su hijo. No sabía si era prudente que Kostas conociera a Cecilia, o explicarle que había llegado a ser ella para él. Aunque pensándolo bien, ¿porqué no? Finalmente Cecy era solamente su amiga, ¿no es así? Solo una amiga con la que gustaba pasar el tiempo, ¿o no? No tenía nada de malo que Saga y ella pasaran tiempo juntos, y finalmente parecía que a Kostas le había caído bien.

No, Saga sabía muy bien que no era solo su amiga. Tenía otra cosa. Un "algo" que hacía que se le removieran las tripas. Le gustaba mucho pasar tiempo con ella, más que con cualquier otra persona. Le gustaba como sonreía. Como podía pasar en su compañía en silencio. Como cocinaba…

Sacudió la cabeza al ver que Kostas sonreía ampliamente cuando Cecilia sacó el pastel de horno. ¡Olía delicioso! Cecilia no dijo nada, solo partió el pequeño pie en ocho trozos, y sirvió cinco de ellos en un plato, con una pequeña bola de nieve encima.

-Eso se ve delicioso- dijo Saga.

-Y huele delicioso- añadió Kostas en voz alta.

-Gracias, chicos- dijo Cecilia, un poco apenada- estos son para ustedes y para tu hermano y cuñada, cuando despierte. Creo que Elsita no debería comer una ración completa…-

-No, solo una probadita, tal vez- dijo Saga.

Tan pronto como Cecilia terminó de servir los platos, Saga escuchó voces en la habitación de su gemelo, y dedujo que Satu ya se había levantado. Se volvió a la chica.

-¿Estás bien?- dijo Saga en voz baja. Cecilia asintió. Ignorando un poco a Kostas, el gemelo mayor se acercó aún más a ella y le susurró en el oído- ¿estás segura? Si te sientes incomoda, podemos quedarnos aquí-

-Estoy bien- dijo Cecilia- si se pone muy incómodo…-

-Te advierto que Kanon va a querer hacer muchas preguntas…- dijo Saga.

Cecilia le lanzó una mirada mortificada, pero Saga le guiñó un ojo. Con una mirada ambos se entendieron. Saga no iba a dejar que Kanon la molestara. Saga tomó a Elsita en sus brazos, y entre Kostas y Cecilia llevaron los platos con pie a la habitación.

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Habitación de Kanon

Poco antes

Satu se frotó los ojos, y los abrió de golpe, mirando a su alrededor asustada. Kanon le puso una mano sobre el hombro para evitar que se levantara, y le sonrió con cariño.

-Tranquila, linda, aquí estoy- le dijo Kanon- estás a salvo…-

La chica volvió su mirada a Kanon, y una mezcla de preocupación y alivio se empezó a formar en su corazón. Su chico, su gemelo, le estaba sonriendo tranquilamente, y eso hizo que ella bajara unas cuantas revoluciones. Eso sí, quitó la mano de Kanon para poderse levantar, y le echó los brazos al cuello.

-Kanon, ¡menos mal que estás bien!- dijo Satu, sintiendo que en cualquier momento las lágrimas se le iban a escapar de los ojos- ¡estás bien, mi amor! Creí que…-

-Shhh, no digas nada- le dijo Kanon con ternura- yo también tuve mucho miedo de perderte. Pero ya estamos aquí, y todos estamos bien. No llores-

Satu y Kanon permanecieron así por uno o dos minutos, hasta que por fin se separaron. Satu miró alarmada la herida en la mano de su chico, pero no dijo nada.

-¿Dónde…?-comenzó a preguntar ella.

-En Cabo Sunion- dijo Kanon, reprimiendo un escalofrío- Saga y un par de generales marinos me ayudaron, antes de que fuera demasiado tarde. Pero no pienses más en ello-

Satu lo miró alarmada, pero Kanon le sonrió, y comenzó a acariciar sus cabellos rubios. Ambos se volvieron a la puerta cuando escucharon que alguien llamaba.

-Somos nosotros- escucharon decir a Saga- lamentamos mucho interrumpirlos, pero creanme que les conviene abrir-

Kanon asintió levemente y, tras besar a Satu en la frente, se levantó para abrir la puerta. Tan pronto como lo hizo, sonrió y sus ojos brillaron. Traían con ellos a Elsita, quien tras gritar "Mamá" se dejó caer en los brazos de Satu, además de que Kostas y la chica amiga de Saga llevaban un par de platos con un postre que olía muy bien.

Satu abrazó a Elsita como si llevaban una eternidad separadas. Había sufrido mucho, pensando que moriría, y que no volvería a ver a la pequeña. La cubrió de besos, cosa que la pequeña apreció y devolvió uno por uno.

-Hicimos pie de manzana, tía Satu- dijo Kostas sonriendo ampliamente, poniendo un plato sobre la cama, junto a Satu, y otro en manos de Kanon.

-Gracias, enano- dijo Kanon, revolviendo el cabello de su sobrino.

-Los dejaremos solos- dijo Saga- supongo que tienen mucho que charlar-

Kanon asintió y se volvió a Satu, quien aún abrazaba a Elsita, y al verla sonreír, asintió. Ambos habían pasado por mucho, y necesitaban descansar y pasar tiempo con la pequeña.

Saga rodeó la espalda de Cecilia en un gesto cariñoso, y ambos salieron de la habitación de Kanon, seguidos de Kostas. Sabía que, además de que su hermano y cuñada necesitaban descansar después de todo lo que había pasado en esos últimos días, tampoco quería causarle más presión de la necesaria a Cecilia.

Tan pronto como se quedaron solos, Satu se volvió a Kanon con una expresión interrogante.

-Sé tanto como tú, cariño- le dijo Kanon, encogiéndose de hombros y señalando la rebanada de pastel- vamos, come un poco, y descansemos. Ya mañana interrogaremos a Saga-

-¡Techiiii!- dijo Elsita, aplaudiendo, para después acurrucarse junto a su mamá.

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Más tarde

Tras comer el delicioso pastel de manzana, Saga dejó a Kostas con Aioria, y acompañó a Cecilia a su apartamento. Al llegar, Canuto estaba hecho una furia, reclamando a ladrido suelto que lo hubieran dejado solo y no lo hubieran llevado con ellos a todas partes. También, algo del olor de Mister Darcy había llegado a las ropas de Cecilia cuando estuvo cuidando a Elsita, así que estaba doblemente furioso.

-Ya, no te enojes- dijo Cecilia, tomándolo en sus brazos y acariciándolo- no podíamos llevarte, era peligroso, y lo sabes…-

Cuando Saga y Cecilia se despidieron, el chico tuvo la imperiosa necesidad de darle un abrazo. Extendió sus brazos con algo de torpeza y la rodeó, y ella hizo lo mismo, haciendo que los brazos de ambos chocaran en el aire de manera incómoda.

-¡Lo siento!- habían dicho los dos de manera apenada, antes de despedirse y que Saga regresara al Santuario

Más tarde, cuando Saga ya se había ido a dormir, el chico estaba meditando con vergüenza lo que acababa de suceder. ¿Cómo podía ser tan torpe? Además, ¿qué estaba pensando, queriendo abrazar a Cecilia de esa manera? ¡Eran amigos! Cierto, le había dicho que la quería, pero… eran amigos, ¿no?

Sacudió la cabeza, lleno de vergüenza. Ojalá que su torpeza no llegara a oídos de Kanon, o de Milo, porque esos dos no lo dejarían vivir. Cerró los ojos y suspiró. ¡Vaya que estaba cansado! No pasó mucho tiempo cuando se quedó profundamente dormido.

En sus sueños, Saga se vio transportado a un lugar hermoso, que no conocía, pero que ya le había sido descrito por Kostas, y por los santos de bronce también. Podía ver tres enormes y hermosos palacios alrededor de un bello campo. Ahí, una sombra blanca se fue materializando poco a poco, hasta volverse sólida y tangible. Sonrió al ver de quien se trataba.

-¡Casandra!- dijo Saga, impulsándose a correr hacia ella, pero la chica lo detuvo con un gesto de su mano.

-Hola, Saga- dijo Casandra, con una expresión tranquila- ¿cómo está Kostas?-

-Te extraña mucho- dijo Saga, esforzándose por sonreírle- pero es feliz, y se esfuerza mucho. Deberías estar orgullosa de él-

-Lo estoy- dijo Casandra, sonriendo levemente- muy orgullosa. Y de ti también-

Saga bajó la mirada tristemente.

-Sé que me extrañas- dijo Casandra- lamento haberte hecho sufrir así, Saga-

-No te preocupes- dijo Saga- yo… ya he aceptado el hecho de que ya no estás con nosotros. Kostas y yo te extrañamos, y creo que nunca dejaremos de hacerlo, pero…-

Casandra no esperó a que Saga terminara su frase, y le puso una mano en la mejilla, haciéndolo ruborizarse.

-Y tú, ¿qué esperas para besarla?- dijo Casandra, sonriendo con travesura.

Saga se ruborizó.

-No sé de qué estás hablando…- dijo el santo dorado.

-Fah la la, a ver quien te cree eso- dijo Casandra, echándose a reír- es una chica linda, te tiene un genuino cariño y te entiende mucho mejor que yo o que cualquier otra persona que hayas conocido, y lo sabes, Saga. Es tu destino, son almas gemelas-

-Casy, yo…- dijo Saga.

-Te dije que no los dejaría solos- dijo Casandra, guiñándole un ojo- dile a Kostas por mí que lo amo-

Saga no supo que responder. Casandra le dio un empujón.

-¡Vete, y bésala de una buena vez!- sonrió ella antes de desaparecer.

Saga abrió los ojos de golpe. Tragó saliva y parpadeó, encontrándose a sí mismo tumbado en su propia cama, con los ojos clavados en el techo. ¿Qué rayos había pasado? ¿Había sido algo que había comido? Quizá el pastel que Cecilia había preparado tenía algo raro. O el helado, quien sabe de dónde lo habría sacado Kanon, quizá ya estaba estropeado…aunque había estado muy bueno. Suspiró.

¿Casandra le había dicho que besara a Cecilia?

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A la mañana siguiente

Saga se levantó al día siguiente un poco pesimista. Kanon había visto a Cecilia, y conociendo lo curioso que era, seguramente iba a interrogarlo tan pronto como se levantara. Saga esperaba que fuera tarde, pues él no estaba de humor para ello. Suspiró y se levantó, dirigiéndose al baño para lavarse la cara. Se miró al espejo y sonrió levemente. Lo que pasó la noche anterior parecía increíble. Kostas y Cecy se habían conocido, y aparentemente ambos habían congeniado bien.

Saga salió del cuarto de baño y hacia su cuarto de nuevo para vestirse, cuando accidentalmente tumbó algunos papeles que estaban en un trinchador junto a la puerta del baño. El santo suspiró y se inclinó para levantarlos. Los miró, y por un momento se arrepintió de haberlos visto. Eran los papeles del hospital, de cuando estuvo ahí malherido y casi muere. Se mordió el labio y cerró los ojos por un momento. Respiró hondo, intentando tranquilizarse. Sí, había sido horrible, pero ya estaba mejor. No podía seguir sufriendo por ello. Y fue entonces cuando lo vio.

Uno de los papeles era una lista. La lista de las personas cuya sangre él había recibido cuando estaba muy malherido. Había cinco nombres en la lista, todos de hombre, excepto uno. Todos nombres griegos, excepto uno. Era el de ella.

-Cecilia Hernández…- dijo Saga para sí mismo, parpadeando incrédulo- no puede ser…-

¡Por todos los dioses! Ella había estado ahí cuando él había estado a punto de morir. Si eso no era el destino, entonces no sabía que era. Se apresuró a vestirse, y dobló con cuidado el folio de papel, guardándoselo en el bolsillo de su camisa, y salió del Santuario hacia la ciudad, en dirección al apartamento de Cecilia. ¡Tenía que verla! Tenía que ir a ella, y abrazarla, y…

Una vez que subió todos los pisos, se encontró a Cecy con Canuto en un brazo y una enorme maleta en la otra mano, cerrando la puerta del apartamento. Pareció asustada cuando lo vio.

-Buenos días, Saga- dijo ella, enrojeciéndose de vergüenza, dejando caer la maleta al suelo.

-Buenos días- dijo Saga, sin poder dejar de ver la maleta- ¿vas a algún lado?-

Saga se inclinó para recoger la maleta, mientras muchas cosas pasaban por su mente. ¿Se iba? ¿Qué quería decir eso?¿Porqué no le había dicho antes? Bueno, no era como que tenía que decirle nada, pero eran amigos, ¿no? ¿O porqué había preferido no compartir esa información con él?

Cecilia, por su parte, estaba muy apenada. Ese día en la mañana, Cecy había decidido que dormiría hasta tarde, pero su cuñada la había despertado muy temprano con una grave noticia: le habían llamado de Chile, y le habían comunicado que la madre de Cecilia y Diego estaba en el hospital, en una recaída de su enfermedad. Diego no podía viajar, pero Beatriz estaba buscando algún vuelo disponible para que su cuñada pudiera ir a verla. Con toda la conmoción, había olvidado decirle a Saga, aunque planeaba hacerlo cuando llegara al aeropuerto y supiera a que hora se iría. Aunque había querido verlo antes de irse, sabía que era urgente que fuera a su casa.

-Voy a casa. A Chile- dijo Cecilia, aclarando a donde se dirigía- mi cuñada me avisó que mi madre está en el hospital, y quiero ir a verla. No puedo quedarme…- miró a Canuto- luego recordé que tengo que dejar a Canuto donde mi cuñada, aunque preferiría llevarlo conmigo, y…-

-Espera, espera…- dijo Saga, intentando entender lo que estaba pasando- ¿dices que necesitas regresar a Chile?

-Ajá…-

-¿Y si te dijera que te puedo llevar en un segundo?-

La boca de la chica se puso en forma de O, y permaneció mirándolo en silencio por un buen rato. Se dio cuenta de que no había pensado en eso. Miró a Saga, y sus ojos se iluminaron.

-¿Me llevarías?- dijo ella.

-Por supuesto que sí- dijo Saga, sonriendo aliviado- tú preparaste un pie de manzana para mi familia, y ayudaste a mi gemelo, ¿porqué no habría de ayudarte?- le ofreció la mano- ¿vamos?-

Cecilia lo evaluó con la mirada. Observó alternadamente la mano de Saga, luego su sonrisa, y luego sus ojos, para regresar de nuevo a sus manos. Sonrió levemente y tomó la mano del chico.

-Vamos- dijo ella.

Saga sonrió como tenía meses sin haber sonreído. Y con un gesto de su mano, abrió un portal a otra dimensión, y ambos entraron a él.

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Entrada al Recinto de las Amazonas

Shaina se colocó su máscara para salir a hacer su ronda. Desde que había defendido a Emma, Edith se había vuelto la aprendiz favorita de todas en el recinto, e incluso Ava comenzaba a sentirse a gusto cerca de ella, lo que significaba que Shaina podía ocasionalmente dejar que la niña en el recinto y hacer sus rondas en el Santuario.

Parecía cosa hecha adrede: tan pronto como salió del recinto hacia la cabaña donde ella y Ava vivían desde hacía unos días, se encontró con el rostro sonriente de François.

-Bonsoir, Shaina- dijo el general marino con esa sonrisa encantadora.

-François- dijo Shaina sin ningún desdén, sonriendo incluso bajo su máscara. El chico francés estaba contento: poco a poco, la actitud de Shaina con respecto a él se iba suavizando poco a poco- ¿qué haces acá? Si todo ya terminó-

-Lo sé- dijo el chico sin dejar de sonreír- vine a verte a ti, mademoiselle Shaina-

Shaina se sorprendió cuando vio al chico tomar su mano y besarla. La chica alzó las cejas. ¿Qué decía François? Una vez que el chico besó su mano, luego se dispuso a tocar con suavidad la orilla de la máscara de plata con su mano derecha, y deslizar sus dedos hacia los cabellos de la amazona, y con la otra mano rodeaba la cintura de la amazona.

-¿Qué haces?- dijo la amazona en un susurro.

-Me gustas mucho, Shaina- le respondió François en un susurro- me gusta cada detalle de tu persona-

-¿Cómo sabes eso?- le susurró la amazona de vuelta- ni siquiera conoces mi rostro-

-Si te parece bien, podríamos arreglar eso en un minuto- dijo el chico.

Shaina dudó. ¿Mostrarle su rostro? Pero ella no lo amaba. ¿O sí? La verdad es que, cada vez que lo veía, su corazón brincaba un par de latidos, y comenzaba también a sudar. Había algo encantador en su acento, por no decir en su sonrisa. Era un chico bueno y valiente, y su interés en ella era genuino. Pero, ¿lo amaba lo suficiente para mostrarle su rostro y no tener que matarlo?

François interpretó su silencio como una negativa, y bajó la cabeza tristemente.

-Si no sientes lo mismo que yo, Shaina, lo respeto- dijo François, y se dispuso a dar un paso atrás y a soltar a la chica. Una vez que sintió que el chico la comenzaba a soltar, Shaina lo tomó de los brazos y le impidió alejarse de ella.

-No- dijo Shaina.

-¿No qué?- preguntó el chico.

Como respuesta, Shaina se llevó la mano a su máscara de plata y se la quitó de golpe. Levantó sus ojos miró los ojos color chocolate de François, quien se había quedado sin habla al verla sin su máscara, sonriéndole. Incluso se sonrojó. Shaina acentuó su sonrisa traviesa.

-Shaina, yo…- comenzó a decir él.

-¿Sí?- dijo la amazona.

-Eh… eres… mucho más hermosa de lo que imaginé- dijo François, parpadeando e intentando reaccionar- vous êtes trés belle, mademoiselle Shaina. ¿Me permites besarte?-

Como respuesta, Shaina lo tomó con ambas manos de la solapa de su camisa y tiró de ella, atrayendo al general marino hacia ella, y lo besó. François se sonrojó, y parecía estar tocando el mismo cielo. Cuando ambos se separaron, se sonrieron sin ninguna vergüenza. Shaina le puso una mano sobre el pecho, y lo empujó suavemente al interior de la cabaña, entrando tras él y cerrando la puerta tras de sí.

A unos metros de ahí, en la entrada del recinto, Marín y Lena estaban observando la escena.

-¡Ja! Te lo dije- dijo Marín a Lena, quien se mordió el labio- paga-

Lena no tuvo más remedio que pasar un billete a las manos de la amazona pelirroja.

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Hospital General, Santiago, Chile

Saga esperaba pacientemente a Cecilia en la sala de espera del hospital, mientras que la chica estaba dentro del cuarto con sus padres. La madre de Cecilia había tenido una recaída de su enfermedad, pero ya estaba estable y recibiendo tratamiento. Aún así, Saga se sentó respetuosamente en la sala de espera.

El santo dorado suspiró. ¿Qué había hecho? Quizá el gesto de Cecilia de irse apresuradamente de Atenas era porque no quería estar con él. ¿O no? Si fuera así, no hubiera aceptado irse con él. Sacudió la cabeza. No sabía que pensar. ¿Qué estaría pensando Casandra en ese momento? Saga sonrió levemente al imaginársela, mirando lo que estaba haciendo desde Elysion. Ella seguramente se estaría burlando de su total y completa torpeza. "¿Qué esperas para besarla?", le había preguntado cuando la vio en ese último sueño. Tragó saliva.

Una parte de él le decía que era un estúpido, que él estaba destinado a estar con Cecy. ¿Porque, si no, había sido precisamente ella quien le donó sangre cuando estuvo a punto de morir? ¿Porqué la encontró tantas veces en la oficina de su psiquiatra, en la calle?¿Porqué resultó que trabaja con Evelyn? No eran coincidencias. Su corazón le gritaba una cosa. ¡Ella era su destino! Casandra también se lo había dicho.

Pasada una hora, Cecilia salió del cuarto de su madre, sonriendo aliviada. Al verla caminar hacia él, Saga se puso de pie y extendió los brazos. La chica hizo lo mismo, y ambos se abrazaron. Ella estaba muy aliviada de que todo hubiera resultado bien.

-Mami está mejor- dijo la chica, una vez que se separaron- el médico dice que será mejor dejarla descansar por esta noche-

Saga sonrió y asintió.

-Me da gusto que tu mamá se encuentre mejor. ¿Quieres quedarte aquí en Santiago esta noche?- dijo el santo dorado- ¿o prefieres que te lleve de regreso a Atenas?-

Como respuesta, la chica lo tomó de la mano.

-Vamos a cenar, yo invito- dijo Cecilia. Mientras hablaba, metía su mano a su bolso, y Saga adivinó que estaría usando su pelotita antiestrés, de la que echaba mano cada vez que iba a hacer algo más atrevido, que ella denominaba "clases avanzadas".

-Me encantaría cenar contigo, Cecy- dijo Saga, sonriendo- pero, ¿estás segura?-

-Claro- dijo Cecilia- quiero llevarte a un sitio donde me gusta cenar. No es muy concurrido, lo que lo hace perfecto- acentuó su sonrisa, y sacó la mano de su bolso- si prometes no decirle a nadie, claro está-

-Lo prometo- dijo él.

-Si rompes tu promesa, te mataré- dijo Cecilia, entrecerrando los ojos y fingiendo una expresión amenazante, que al santo le causó ternura.

-No lo dudo- dijo él, sin dejar de sonreír- le tengo pavor a lo que puedas llegar a sacar de tu bolso, o a que me golpees con él-

-Tienes suerte- dijo la chica- antes solía cargar con un martillo. Larga historia- añadió antes de que Saga preguntara, al ver su expresión interrogante.

Cecilia se echó a reír, y tomó el brazo de Saga sin que éste se lo hubiera ofrecido, cosa que no le molestó en lo más mínimo al santo dorado. "¿Qué esperas para besarla?", la pregunta resonaba en su cabeza persistentemente mientras ambos bajaban las escaleras del hospital rumbo a la salida.

Ambos cruzaron la calle hacia un pequeño parque, cerca del sitio donde Cecilia planeaba invitarlo. Se sentía tan bien la pequeña mano de la chica tomando su brazo. Saga sonrió para sus adentros. Le gustaba estar con ella, tanto que había cruzado al otro lado del mundo para acompañarla. ¿Eso significaba que la amaba? ¿Qué le había dicho Casandra en su sueño? ¿Que era su alma gemela?

Saga sacudió la cabeza levemente. Él no creía en eso. Pero la sensación que tenía cuando estaba con Cecy, era como si una fuerza invisible lo empujara a estar con ella. La miró de reojo.

"No puedo seguir negando lo que es evidente", dijo Saga.

Con un movimiento un poco torpe, Saga se detuvo y se volvió hacia Cecilia. Ambos se miraron nerviosos, pero el chico intentó sacudirse esa sensación de encima. Se inclinó levemente para estar a su altura, tomó la barbilla de la chica con solo el pulgar y el índice, y acercó sus labios a los de ella.

El beso fue apenas por unos cuantos segundos, y un poco tímido por parte de ambos, pero los dos sintieron como si acabara de ocurrir lo que ambos esperaban que sucediera hacía mucho tiempo. ¡Oh, que dulce sensación! La manita de Cecilia se aferró a la camisa del chico, y él la rodeó por la cintura con sus brazos, acercándola cada vez más a él. Mientras la besaba, Saga sintió la necesidad de abrazar a esa chica, de protegerla, de hacerla sonreír…

Se separaron, ambos aún ruborizados, y Saga le sonrió. Cecilia también sonrió, y se llevó las manos a los labios, sorprendida.

-Yo… debí hacer eso antes- le dijo Saga en voz baja, tomándola de las manos. Se odió a sí mismo por sonrojarse. ¿Qué, no se podía controlar?- lo que te dije esa vez era cierto. Te amo, ματάκια μου-

El chico esperó pacientemente, sonriendo al ver que las mejillas de Cecilia se enrojecían aún más. ¡Le encantaba que se sonrojara! Una sensación en su tripa le decía que quería ser el único que la hiciera sonrojar.

Mil cosas pasaban por la mente de Cecilia cuando Saga la besó, pero eso hizo que se olvidara por completo de todo lo que le preocupaba. Había sido el cielo haber sentido los labios del santo. ¡Y encima le decía que la amaba! Mejor que nadie, Cecy sabía lo difícil que era para una persona como ella o Saga admitir y expresar sus sentimientos. ¡Le había dicho que la amaba! El monstruo de su ansiedad, que atacaba a cada rato cuando se sentía nerviosa, se acababa de convertir en esos momentos en un gatito recién nacido incapaz de hacerla sentir ansiosa. Como respuesta, Cecilia lo abrazó, y el corazón de Saga estuvo a punto de desbocarse de alegría. Al sentir que ella apoyó su cabeza en su pecho, el santo la rodeó con sus brazos.

-Te amo, Saga- dijo Cecilia, sonriendo. Saga se inclinó para besarla en la frente, sin romper el abrazo, percibiendo el delicioso aroma de los cabellos oscuros de la chica.

Tras unos minutos, ambos se separaron. Saga tomó la mano de Cecilia, y ambos reanudaron su camino.

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Templo del Patriarca

Al mismo tiempo

Shion se dejó caer frente a su escritorio al final del día. Si no se cuidaba, un día iba a tener un terrible infarto si seguía preocupándose así por los santos dorados. Una parte de él se había preocupado terriblemente por lo sucedido con Kanon. menos mal que Saga había logrado llegar a tiempo y salvarlo.

Athena le entregó un libro. Acababa de terminar de leerlo, y estaba satisfecha. El sello que le había puesto a Saga había funcionado, y Ares no volvería a molestarlo. La diosa le iba a decir algo al Patriarca, cuando los interrumpió una voz.

-Disculpe que los moleste, maestro, señorita Athena- dijo el guardia recién llegado, y entregando al Patriarca un pequeño papel doblado- me ordenaron traerle un telegrama proveniente de Sudamerica-

-¿Sudamerica?- preguntaron tanto Shion como la diosa al mismo tiempo.

Shion abrió el papelito, y mientras lo leía sonreía levemente.

-Es de parte de Saga- dijo el Patriarca- dice que, por motivos personales se quedará unos cuantos días en Santiago-

La diosa sonrió ampliamente.

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FIN

ματάκια μου: (griego). Literalmente "mis ojos". Es una manera cariñosa de llamar a la persona que amas.

Bonsoir: (francés) buenas tardes

Vous êtes trés belle: (francés) usted es muy bella.

¡Hola a todos! El día de hoy es feriado en México e inicia la primavera, por lo que estoy doblemente feliz y esa fue la razón para actualizar el día de hoy. Quedó un poco largo y me dio bastante trabajo, pero espero que les haya gustado. El próximo fic ya está en proceso, llevo el 2/3 aproximadamente, así que espérenlo los próximos días. Va a ser Shura x OC con algunos cameos de Radamanthys y Victoria. Muchas gracias a todos por sus reviews. Les mando un abrazo enorme. Nos leemos muy pronto.

Abby L.