Renuncia: Todo a Thomas Astruc.

Parejas: Adrien/Marinette.


Rubatosis

[palabra que describe la sensación inquietante del latido del propio corazón]


A Marinette se le parte el corazón cuando lo ve.

Adrien, quien sin saberlo se encuentra enredado en sus venas, tiene una tristeza mística en los ojos. Ella lo sabe, pues lo ha visto en un día de lluvia amable y callada. Piensa que los días de diluvio siempre le recordarán a Adrien, quien la ha enamorado con su sonrisa nostálgica y sus pómulos rojos, mientras le extendía el paraguas tímidamente.

(«él es lluvia que me riega los poros, ¿sabes?»).

Y sin embargo, ella esconde esa poesía barata que se encuentra esparcida sobre el cariño infinito que siente por él. Tartamudea inevitablemente y le tiembla el alma cuando lo ve, bajo la sonrisa burlona de Alya, pero lo cierto es que Marinette desea urgente curarle la angustia que él tiene.

(«incluso si tú no me ves, cariño, incluso si no me quieres, yo quiero dejar de ser lluvia ante tus ojos»).

Pero no pasa nada, mientras él sonría incluso en las habitaciones solitarias, pues aún ella puede verle belleza alegre asomarse por sus ojos verdes (mojados de lluvia grisácea).

(«no importa, no importa…si tú no me quieres, realmente no importa»).

Pero:

En una noche veraniega, con el cielo sorprendentemente frío, Marinette camina entre la multitud de la fiesta de Alya. Tiene los pómulos rojos y el vestidito rojo impecable (estrellas entre sus uñas blancas); le sorprende la mirada gris de Adrien clavada sobre su espalda, con los ojos empañados de nocturno oscuro.

Con los dedos temblorosos le atacan los mismos pensamientos de siempre, de su amor triste y sincero, y se oculta entre la multitud. Tiene el corazón de cáscara de manzana enredado entre sus entrañas, como si el amor se le tornara agridulce en el paladar. El pecho le late y se aleja se aleja se aleja se aleja se aleja se aleja se aleja.

Adrien la detiene, con sus cabellos revueltos y la corbata mal arreglada, en el balcón vacío. Y:

Oh, mira, no está lloviendo hoy.

Ambos tienen la respiración exageradamente agitada, y hay muchísimas estrellas opacas en la oscuridad amable. Marinette siente que el corazón le explota cuando él afloja el agarre de su muñeca, y entrelaza sus dedos con los suyos, amablemente.

Cuando ella se voltea, tiene algo así como un deja vú de cuando se enamoró infantilmente, y cree que lo verá con su sonrisa alegre y la lluvia cayendo sobre él. Y sin embargo Adrien se encuentra completamente sonrojado y con los labios entreabiertos, como si acaso tuviera las palabras trabadas en la garganta. Ella se relame los labios, nerviosa, cuando se encuentra devolviéndole el roce de manos.

Piensa, entre la ansiedad venenosa: «No importa, no importa…si tú no me quieres…realmente no importa».

Y sin embargo antes de llegar a la amarga conclusión, la misma de siempre, de su pequeño amor no correspondido, está Adrien tocando su rostro con sus manos de mimbre. Susurra algo que ella no logra entender, y Marinette está acariciándole las mejillas con sus labios temblorosos. Lo quiere terriblemente (duele).

Entonces la noche está muy seca (como ellos) y hace frío de todas formas.

(pero está muy bien porque él tiene sus labios sobre los suyos

y piensa: «oh, eres terriblemente hermosa

con tus ojos de noche agitada

y los lunares en la piel que se asoma entre tu vestido»).

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