Advertencias: Erotismo.


Parte 1. Muñeco Roto.

Desde hace mucho tiempo, uno al cual no era capaz de darle un lapso definido, había tenido ese sueño donde ellos dos yacían sentados ante una mesa sencilla, ocupada por un juego de té para dos y múltiples postres de diferentes sabores, texturas o volumen. Un hermoso atardecer tapizaba el cielo más allá del balcón donde solían acomodarse a la hora adecuada para apreciar mejor el silvestre paisaje que regalaba la casa ducal del linaje Rainsworth, el viento remolineaba a sus alrededores con una frescura y paz inimitable, meciendo sus cabellos de manera graciosa con cada soplo. La tranquilidad dominaba el ambiente, de aquella que regocijaba a sus corazones normalmente perturbados por las situaciones y problemas recurrentes; él más que nadie disfrutaba de ese momento. Reían y conversaban con absoluta devoción como si el reloj no existiera para ellos, como si las horas hubieran parado y los minutos con los segundos colapsado en el silencio. Ver a su señora sonreír, sólo eso llenaba su pecho de felicidad. Pero la hermosura terminaba en ese mismo lugar cuando repentinamente ambos estaban de pie frente al otro y sus miradas reflejaban emociones indescifrables. Así parecen quedarse mientras el viento captura sus figuras con violencia y los llena de una quietud que no parece mutada por los últimos rayos del atardecer.

"Te amo"

Escuchaba decir de sus labios, sus movimientos provocando que sus sentidos vibren, que su corazón lata desbocado ante la mera idea de que aquello fuera real, y él se paralizaba sin saber de qué manera responder. Ciertamente no lo sabría jamas. Sin embargo, se observa a sí mismo acercándose a la joven dama para depositar en su boca un beso de aceptación, al cual ella se entrega como si la vida dependiera de ello.

No percibe cuándo pero ambos ya se encuentran en una habitación, las bellas decoraciones de alrededor le ayudan a comprender que se trata de la recamara de Sharon. Ella está bajo él, tiene los ojos cerrados, su boca se cierra y se abre con insistencia, se remueve inquieta continuamente presumiendo el tono rosado adornando sus mejillas. Sabe lo que están haciendo porque puede ver la piel de su clavícula al descubierto pero, aunque el pánico lo aborda al darse cuenta no puede detener la fantasía, no puede esquivar la excitación que le provoca el escucharla gemir suavemente mientras suspira cada cierto tiempo su nombre. No puede apartar la mirada de aquellos irises contaminados por el deseo y se siente fatal al reconocer esos fragmentos de lujuria como un sueño. Se reprocha una y otra vez para sorprenderse disfrutando de nuevo aquella indecorosa visión de su protegida siguiendo el ritmo de todas sus apresuradas embestidas. Destruyendo su autocontrol en el trayecto.

"Deseas esto, Kevin... sabes bien cuánto lo deseas"

Y esa voz, que no proviene de la verdadera Sharon, vuelve a usar sus labios mientras en estos se extiende una sonrisa pecaminosa que lo llena de miedo y frustración. Por mucho que le cueste admitirlo sabe que no es mentira, por eso es que le aterra. Entonces despierta sobre su cama percibiendo la oscuridad instalada por toda la habitación, sabe que su cuerpo le ha traicionado y que en su mente continúa nítida la erótica imagen de su protegida. Se esfuerza en ignorar los mecanismos naturales de su anatomía pero sabe que es inútil cuando no logra conciliar el sueño antes de rendirse ante el llamado de su entrepierna. Gime una vez en el momento que el rostro sonrojado de Sharon se cuela en sus pensamientos, gime por segunda vez al escuchar contra sus oídos la exquisitez de sus jadeos idealizados, gime cuando la figura de su cuerpo desnudo invade la oscuridad que generan sus parpados cerrados, viciando cada movimiento que ejerce obsesivamente bajo las cobijas. ¿Por qué no puede parar si se siente tan culpable de seguir sus instintos carnales? ¿Por que mientras más intenta borrar esa fantasía le es más complicado deshacerse de ella? Incluso ha notado otros pensamientos deslizarse como gotas de agua por las memorias de su sueño, integrándose para amplificar el placer que experimenta. Y una vez que termina vuelve a sentir deseos asesinos contra su propia existencia, recriminándose con mortal violencia la vulgaridad que ha realizado. Ahora mismo no tiene el derecho de atreverse a siquiera pronunciar su nombre, mucho menos mirarla de frente mas sabe que actuar de otra manera estando a su lado hará que se preocupe innecesariamente y no pretende causar turbulencias en los pensamientos inocentes de su preciada ama. Sin embargo, tampoco consigue perdonarse por todas las acciones y sueños dirigidos a ella, no puede olvidar el sin número de ideas que la ha involucrado en sus indecentes apetitos sexuales.

—Sharon...— susurra contra la almohada en donde descansa su cabeza, embriagado por el recuerdo de su sonrisa y demás gestos cual sinceridad causa nuevos latidos que sofocan su pecho en secreto, arrancando un pesado suspiro de su garganta.

La ama demasiado, tanto que todo en ella le inspira calidez bajo su piel, cosquilleos nerviosos en su vientre, anhelos nada gratos en su cambiante personalidad risueña. Amaba sus arranques de ira, sus tendencias sadistas, su porte firme y elegante, su fachada de niña llorona, su valentía y sus miedos. Pero porque la amaba se obligaba a mantener su distancia de ella por temor a profanarla en el mínimo instante de debilidad que lo aborde pues él era demasiado infierno, ella un cielo cálido al cual respetar -y admirar- por cuan sagrado y puro es, así como debe permanecer. A su lado no podía ser otra cosa que un sirviente leal pero, aún sabiéndolo, un rincón suyo anhelaba romper este hastiante limite, odiando su comportamiento de hermano mayor y la forma en que Sharon lo aceptaba. Odiaba ser lo que era pero odiaba más que ella no notara sus bromas como una muestra de celos, que no se percatara de su sobreprotección como prueba innata de su especial cariño por ella. Odiaba su ingenuidad como mujer pero lo agradecía más que a nada en el universo porque ella merecía más que a un muñeco roto y sucio como él.

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Con el amanecer la servidumbre del recinto, incluido él, se movilizaron en acatar la jornada rutinaria. Como en cada ocasión tuvo la obligación de levantarse temprano para chantajear a Reim de que se hiciera cargo del papeleo que había dejado pendiente en Pandora mientras se tomaba un poco de tiempo para dar asistencia a sus oficinas, algo que nunca sería difícil ya que su amigo -pese a sus regaños- siempre terminaba haciendo lo que él quería. Con el asunto de Oz Vessalius y la infinidad de misterios que aún rodeaban su entorno era casi obligatorio darle fin al misterio, no era suficiente con que supieran de la presencia de Jack Vessalius y su eterna lucha contra los Baskervilles, en especial cuando ese mocoso iba de ahí para allá actuando por su cuenta; si algo tenía en claro era que no podía dejar de vigilarle por lo que fuera, después de todo el día anterior se le había metido la idea de viajar a Sabrie para investigar como punto de partida. De pronto un espontaneo recuerdo de la noche anterior le hicieron darse cuenta que inconscientemente estuvo caminando en dirección a la habitación de Sharon y al comprenderlo fue abordado instantáneamente por la culpa pero aún así decidió llamar a su puerta, quería asegurarse de ver su rostro, quizás tomar un poco de té juntos antes de que partiera al trabajo. Quería verla. Al no recibir respuesta supuso que ella debía continuar durmiendo, un asunto inaceptable del cual era su deber cambiar, no era que a él le molestara especialmente pero la primer dama Sheryl así se lo había solicitado personalmente con la excusa de que Sharon debía ser una mujer responsable como lo señalaba su edad, especialmente siendo una Contratista. Abrió la puerta con nerviosismo pues temía la simple idea de entrar sin una invitación a sus aposentos; eran como familia y estaba acostumbrado a molestarla pero ahora mismo su travesura nocturna le hacía sentirse indigno de violar su privacidad.

—Señorita— la llamó en tono neutral sólo para ver las cortinas de los ventanales cubriendo los rayos solares y descubrirla a ella recostada plácidamente bajo las cobijas. Liberando un suspiro se adentró al espacio para correr de una vez aquellos pliegos de costosa tela color rosa mientras su voz un tanto severa le pedía despertara pero, cuando volvió la mirada, observó mejor ese delgado cuerpo cuya bata se descubría fuera del esponjado cobertor adornado por dibujos de rosas. Se aproximó a ella un poco más para poder admirar su rostro relajado, sorprendiéndose de lo hermosa que era a pesar de su rasgos juveniles y se reprendió por tener el simple deseo de apartar aquellos caireles de largo cabello cubriendo sus ojos. Estiró el brazo notando cuánto le temblaban las manos al imaginar la suavidad de su piel. ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué el más mínimo suceso en el anonimato le envenenaba tanto la moral? Ella estaba cerca pero la sentía tan lejana y ajena a él.

—¿Break?—. Para sorpresa del albino, la joven dama se removió de forma perezosa sobre la acolchonada superficie, dedicándole una mirada débil a quien pudo gestar una mueca apenas aceptable como sonrisa. —¿Qué... ?

—Buenos días, señorita~ hoy hace un gran día, no debería desperdiciar el tiempo metida bajo las cobijas. El sol se reirá de usted ahora que he abierto las cortinas.

—No se reirá de mi— renegó Sharon devolviendo la mirada al elegante pabellón que cubría su cama por completo. —¿Por qué lo haría de todas maneras y precisamente de mi?

—Porque, de todos nosotros, es la única que está acurrucada como un bebé.

Afectada por semejante afirmación, Sharon se levantó de la cama apresurada en dar inicio al día, no le importó mostrarse en esa apariencia ante Break ya que llevaban tiempo conviviendo y sabía lo que usaba para dormir, por ello no sospechó que la mirada de Break la siguió precisamente por la regular transparencia de su bata blanca cuyos holanes mostraban una parte considerable de sus tobillos. Apartó la mirada al ser consciente de la inspección que realizaba en su ama así que no se limitó en anunciar su marcha antes de que pusiera en su cabeza pensamientos fuera de su falta de interés por el cuerpo humano.

—Le esperaré en el balcón para desayunar, no se tarde demasiado, ¿de acuerdo?— decía con una remarcada sonrisa en el rostro sin darle tiempo a su compañía para asentir siquiera, apresurado por salir de ahí. Y, cuando lo hizo, se recargó de forma pesada contra la puerta. Podía aparentar sin dar paso a la más mínima sospecha pero cada vez era más difícil para él estar a solas con su ama y eso lo enojaba. —Maldición...— susurró entre dientes.

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Una vez preparada la mesa en el balcón con vista a los extensos jardines, Sharon y Xerxes tomaron asiento en cada extremo de la mesa, degustaban el delicioso té de la mañana con panques como acompañamiento. Extrañamente ninguno de los dos había hecho esfuerzo alguno por conversar, Sharon mantenía los ojos cerrados conforme bebía mientras que su fiel sirviente tomaba postres de diversos platos con la ayuda de un tenedor pero -a pesar de que no decían nada- yacían relajados entre la sinfonía de cubiertos chocando con barro y bocas sorbiendo de su infusión, no necesitaban decir nada. Sin Oz y su grupo alrededor la mansión estaba más callada de lo habitual pero sin duda era preocupante la excesiva seriedad ocupando las facciones del hombre albino, siendo Sharon tan observadora con sus seres queridos no podía esperar nada bueno de un gesto tan irritado en alguien como Xerxes Break, especialmente conociendo las barreras de su coraza impenetrable.

—¿Está todo en orden, Break?— preguntó apartando de sus labios sólo unos centímetros el borde de la taza. Break reaccionó apenas escuchar la voz de la joven por lo que no tardó en formar una sonrisa traviesa en sus labios.

—¿Hum? ¿Qué es esto, señorita? ¿Vuelve a preocuparse por mi? Me pregunto si esto se transformó en un habito incorregible de su parte.

Sharon enrojeció debido a la impresión, el albino siempre buscaba sacarla de sus casillas con una frase suya, la cual resultaba alarmante por la facilidad con la que conseguía su objetivo.

—Cualquiera se sentiría sofocado de presenciar tu inesperada actitud serena— se excusó tratando de contrarrestar los efectos provocados por la vergüenza, no le fue difícil hacerlo pues esta reacción era similar a la que le causaba cuando hablaba sobre su preferencia en hombres jóvenes, una broma de mal gusto en su opinión profesional.

—Oh~ me etiqueta erradamente, señorita. Todos en Pandora me señalan como un hombre impredecible así que no hay forma de que esta actitud salga fuera de los esquemas previamente establecidos.

—Hablamos de personas que sólo te conocen dentro del trabajo, considero que alguien con quien convives diariamente dentro y fuera de la organización puede poseer más conocimiento sobre tu semblante normal.

—¿Lo cree así? En lo personal, esa constante "observación" que usted menciona se le conoce popularmente por "acoso", ¿sabe? ¿Eso no la convierte en una potencial acosadora? Me honra que la señorita vea en mi a un objeto de acoso interesante.

—¡Deja de repetir esa palabra!— exclamó Sharon avergonzada en su totalidad.

—Aunque le sugiero cuide esa tendencia porque puede evolucionar en acoso sexual.— agregó ignorando lo dicho por su protegida, palabras que hicieron estallar un nuevo tono de rojo en las acaloradas mejillas de la desafortunada receptora. —Algo muy peligroso ya que el acoso de una dama de su categoría pondría en riesgo todo su linaje.

Sería divertido ver a la señorita Sharon como una acosadora incontrolable— le segundó la muñeca sobre su hombro crujiendo con cada movimiento mientras en los labios del albino se alargaba una sonrisa burlona en demasía. —Acoso, acoso, acoso.

—¡Sólo quieres decir "acoso", ¿verdad?!—. En un intento por controlar su temperamento Sharon carraspeó su garganta con dureza, reponiendo su porte gallardo casi enseguida de esa explosión de emociones. —Por lo que veo no me corresponderás una vez más, no comprendo por qué te es tan difícil sincerarte al menos conmigo. Mi abuela está preocupada también, ambas tememos que esa actitud te lleve a la ruina algún día.

—Mi existencia misma es un pecado sin futuro así que no me preocupa demasiado lo que mi falta de modales llegue a causar.

—Ya veo, entonces tampoco te interesa lo que tus irresponsables acciones provoquen en el entorno que te rodea, ¿no es cierto?—. Ante estas palabras Break se vio obligado a congelarse para dejar por olvidado los finos cortes que había estado realizando sobre un trozo de pastel bañado de chocolate. Alzó la mirada. —Aún si estás conmigo.

Quizás, desde un principio, no fueron las intenciones de la joven Rainsworth sonar solitaria pero la tristeza que cargaba su comentario final había creado un nicho de sombras entre los dos para transformarlos en participes de un silencio sofocante e incomodo. En ese momento Break comprendió que cometió un error irreparable por externarle una parte de lo que pensaba mientras la sensación fantasmal de un beso inexistente volvió a impactar contra su consciencia, reprendiéndose de su amargo deseo el cual no pretendía alcanzar. Puso dentro de su boca el último bocado del delicioso postre que ingería y se levantó para acercarse hasta su ama, tomando su pelo y luego depositando en este sus labios con una sonrisa, hacer eso era algo que siempre les tranquilizaba porque todavía les quedaba esa conexión que se había formado entre ellos por la confianza fraternal. Un hermano no le cuenta muchas cosas a su hermana menor pero su cariño es real, sin duda alguna.

—Le pido por favor que no piense demasiado en el futuro, tenemos un presente, sólo en ello debemos enfocarnos. El pasado quedó en pasado y el futuro es incierto, mientras estemos aquí no existe nada por lo cual temer, ¿cierto?

No estaba convencida del todo en esos precisos momentos pero Sharon debía aceptar que su fiel sirviente tenía mucha razón porque mientras lo tuviera a él de frente -y sin importar cuántos secretos continúe ocultándole- estaban juntos ahora mismo y nada podía cambiar este hecho sólido, ni siquiera los deseos de Sharon por ayudar a su hermano de sobrenombre ni mucho menos los anhelos oscuros de Xerxes por romper la amistad que les unía más allá de su relación como ama y sirviente. Al fin, el albino dejó de abrazar con sus dedos los largos cabellos y se apartó con la esperanza de trazar un pronto sendero lejos de la tentación que actualmente representaba su ama mas nunca anticipó el toque de unos dedos sobre sus brazos ni el peso de un cuerpo sosteniéndose en su espalda. Break estaba anonadado por el repentino impulso de Sharon por frenar su trayecto y aferrarse a su cuerpo como si de una cruel broma se tratara. Incluso consideró que podría estar soñando pues aquello no era algo que ocurriría tan fácilmente en el mundo real, Sharon no podía sólo levantarse de un movimiento para impedir que se marchara. Pero Break no era el único que estaba sorprendido, Sharon sentía la piel de su rostro quemarse, confundida por su reacción. Tal vez sólo no quería que Xerxes se despidiera de ella de esta manera, con su sonrisa agradable de siempre mientras en su vientre se generaba una revolución de ácidos.

—E-Es verdad que e-el pasado y el futuro s-son confusos pero y-yo...

La tercer dama se quedó callada al no saber qué decir ante tan inquietante situación, ya que no comprendía sus propios mecanismos estaba alarmada por ser incapaz de reaccionar, ya fuese apartarse de su sirviente o dar una explicación real al receptor del impacto. Estaba hecha de piedra literalmente, no podía pensar o razonar, la vergüenza del momento la tenía perturbada en su totalidad. Sin embargo, lo que vino después complicó de sobremanera la capacidad de comprensión de la joven Rainsworth pues al intentar separarse y dar una razón concreta a su abrazo sin dejar de tartamudear, Break la tomó del mentón, obligandola a mirar hacia arriba sin sospechar que éste inclinaría a su altura el rostro para colocar boca contra boca en medio de una salida forzada de emociones en su expresión indescifrable. Un contacto que hizo que Sharon abriera sus rosados ojos de par en par mientras la calidez de los labios contrarios se relajaba sobre los suyos, deteniendo por un eterno instante la actividad de su organismo entero. Kevin Regnard le había arrebatado su primer beso.