Terminó de lavar el último vaso de licuadora que se había usado ese día, y para entonces, sus manos se sentían tan congeladas por el agua fría del grifo que comenzó a pensar seriamente en meterlas dentro de su pantalón, sin ninguna connotación mas que darles algo de sano calor.

Podía decir que su rutina iba de viento en popa, por qué ya ni siquiera tener que caminar alrededor de 10 calles del autobús a su casa o viceversa podían ponerlo de mal humor. Sospechó, que tras eso, había una causa.

Y quizá, la había.

Para él, tener "amigos" era más como tener contactos en el celular guardados por si acaso, más sus conversaciones con ellos podrían limitarse a preguntarse por la tarea o cosas de la escuela; personas con las que podía pasar el rato mientras las actividades académicas transcurrían, pero cuando el timbre de salida sonaba, como gloria para él, no había más contacto en común.

Y estaba bien para él, pues no tenía mucho tiempo en el día, y no es que se quejase, le encantaba el saber que su abuelo no tenía un día más de preocupaciones por saber que comerían bien, que el dinero alcanzaría para pagar las cuentas, los servicios e incluso aquellos lujos con estampados de felino que su nieto antes veía con anhelo, y aunque este último no era tan necesario, sabia que bien le costaba a su niño traer ese dinero a casa, asi que se lo merecía.

Sus monótonos días comenzaron a pintarse de un color diferente en cuanto, su extra limitada paciencia le había ganado como conocido, y más tarde, amigo, a un hombre que jamás en su vida habría pensado encontrar.

Beka Altin era el tipo de persona que transpiraba amenaza, quizá por la pinta de "chico malo" o la cara impasible que se cargaba. Parecía solitario e incluso se atrevía a decir que parecía fácilmente alguien que colmaría rápidamente su paciencia.

Recordaba vívidamente el momento en que había decidido terminar la extraña conexión que se había formado entre ellos, lleno de miradas que iban desde el desdén hasta la curiosidad. Soltó únicamente su horario de salida hacia el chico, y aunque en un principio pensó que el chico podría simplemente no aceptar su "invitación", le sorprendió encontrarlo en el callejón (que más bien parecía pasarela debido a todas las lámparas en él) que se encontraba al salir desde salía la puerta de empleados de la cafeteria.

Se necesitó apenas 3 horas y media, para que Yuri Plisetsky se convenciera a si mismo de que jamás iba a encontrar a alguien tan capaz de llevarse con él.

Era atento, tenía tema de conversación y no le causaba disgusto o disturbio alguno; compartían cosas en común como gustos deportivos, gustaban de las mismas series y películas, e incluso compartían el amor por los gatos. Hablar y tratar con él, había cambiado totalmente su percepción sobre el chico.

Y es que Altin no solo no era un "chico malo" era la persona más sensata que había conocido en un su vida, (además de su abuelo, claro está) No lo hartaba como lo hacía la demás gente, pues su tranquilidad al hablar y su porte sereno no le causaba incomodidad alguna.

Y a diferencia de él y contra todo pronóstico, el moreno había resultado incluso más social que él. No lo esperaba, pero incluso resultaba tener amistad con el tonto novio de su jefe, quizá por el hecho de la gran diferencia de personalidades, o incluso por la brecha de edad entre ambos. Aunque algo le decía que su único interés en común eran los animales.

Lamento haberlo tratado mal en ciertas ocasiones, y también el hecho de no haber tratado con el antes, pues pudo haberse ahorrado malos ratos preguntándose qué clase de cosas pensaría el mayor de él, con la cara que se cargaba. Al final, y como su jefe había previsto, sólo era curiosidad por parte del mayor; sólo que su cara inexpresiva siempre creaba malos entendidos.

Plisetsky nunca pensó encontrar en él la amistad. Pero como las mejores cosas de la vida, había llegado sin esperarlo.

OoOoOoOoOo

Miró por décima vez en 5 minutos la pantalla inerte de su computador, lleno de pequeñas letras que martillaban en su cabeza cada vez que las leía. Amaba su trabajo, por supuesto. Era el legado que algún día, su padre le heredaría y no podía si no sentirse orgulloso por la manera en que dirigía la compañía. Pero había días en los que sentía que solo quería romper una ventana y lanzar su escritorio entero a través de ella.

Y para, su mala suerte, no pudo mas que observar a su divino asistente cruzar por las puerta de cristal de su oficina. Lucia fresco, como siempre, y recordaba como algún día tendría el valor para preguntarle su secreto. Ignoró eso en el momento en que captó entre sus manos, una caja negra con un vistoso listón celeste. Y su sonrisa de corazón, era algo que inmediatamente prendió de su rostro.

— Hola, jefe — Saludó burlón el suizo para postrar la caja misterio en frente del ruso — Un chico moreno muy apuesto vino a dejar esto conmigo. Ya lo revisé, y al parecer, no es una bomba o algo así, pero podría estar envenenado.

— Y tú me lo darías aún así, Chris — Resopló el mayor mientras alzaba sus brazos como niño pequeño para atrapar la caja con sus manos y atraerla rápidamente hacia él, conociendo perfectamente el origen de esta.

El suizo simplemente guiñó el ojo, y desapareció una vez más tras el cristal templado.

Apurado, el ruso deshizo el lazo, y después, quitó la tapa de la caja, solo para bendecir a todos los mares, cielos, montañas, dioses y cerditos haber sido tan bendecido con alguien como Yuri.

En la caja, sobre otro pañuelo sedoso del mismo color del moño, había casi todo lo que podía desear en ese precioso y famélico momento. Acomodados perfectamente se hallaban un panini que parecía ser de pollo, un muffin de chocolate con chispas de chocolate blanco, fresas bañadas en chocolate normal, y un lindo termo que al abrirlo, descubrió que contenia su latte favorito.

Pero lo que más destacaba entre toda ese deliciosa comida, era una hoja perfectamente doblaba al fondo de la caja. Imaginando perfectamente de lo que se trataba, la desdobló con cuidado y sonrió automáticamente al ver la hermosa caligrafía de su novio en la hoja.

"Mi Viktor

Discúlpame por haber actuado como un idiota después de la mañana de ayer, simplemente, no me siento preparado para conocer a tus padres, no supe cómo decírtelo, tú sabes como soy. Por cierto, no te enojes conmigo por responder tus mensajes cada 3 horas, la época invernal se acerca y con ello, mi trabajo incrementa. Esta es mi manera de pedir disculpas, espero lo aceptes, todo lo hice con mucho amor.

Te ama,

Tu enamorado novio."

No teniendo idea de si sonreír, o llorar, Viktor dejó caer su cabeza sobre el cristal de su escritorio. Pensó seriamente en que podría morir de amor en cualquier momento, pero recordó que eso jamás había pasado en la historia y se tranquilizó.

Escribió un mensaje corto para Yuuri, agradeciendo el detalle y recordándole que no debía sentirse apresurado a nada respecto a sus padres, pues lo que menos quería el ruso era hacer sentir incómodo a su pareja.

Dejó su celular de lado, y comenzó a comer todo lo que su novio le había enviado. Fue delicioso, como siempre; de verdad agradecia ínfimamente el gesto, pues no había comido nada desde el desayuno por atender las juntas con socios varios, y terminar todo el trabajo pendiente.

Viktor, estaba totalmente decidido a terminar todos sus pendientes para dejar libre un mes entero de su itinerario. Nunca lo había hecho antes en todo el tiempo que llevaba ayudando a su padre con la compañia.

Recordó con nostalgia cuando era un niño, en una pequeña mesa de plástico junto al escritorio de su padre, donde su único trabajo era darle ánimos solo sonriendo justo como sabía hacerlo; con esa boca de en forma de corazón.

Al paso de los años, descubrió que no podía obtener producciones y ganancias solo sonriendo. Decidió estudiar economía, y cuando terminó a los 22 años, entró formalmente a la empresa familiar mientras que estudiaba su maestría, y posteriormente su doctorado en dirección y finanzas, el cual había completado hacía menos de un año.

Y por eso, creía que era tiempo de un merecido descanso. O esa es la excusa que él mismo se daba para lo que llevaba planeando desde hacía una semana, cuando noviembre comenzó. El cumpleaños de el amor de su vida se acercaba, y ya tenía planeado casi todo para llevar a cabo de su plan para celebrar el aniversario del día en que su Yuuri había nacido.

Y sabía perfectamente lo que debía hacer.

Encendió nuevamente su laptop, abrió el buscador y tecleó rápidamente una página casi desconocida para él, pero que bien conocía su asistente. Y no, no se trataba de una pagina con tres x, si no de la página web de mejor aerolínea del país.

Sabía que no quería algo cercano, y más bien, algo totalmente contrario al clima de noviembre en Rusia. Pensó en una majestuosa playa, y se preguntó si a Yuuri le gustaría visitar una con él, o si simplemente prefería hacer turismo en una ciudad.

Como un empresario que claramente sabía tomar decisiones, decidió cerrar la página y comenzar a buscar en una agencia de viajes, pero no encontró nada que le gustara a simple vista.

No le parecía correcto simplemente "robar" a Yuuri para llevárselo a país lejano sin consultarle antes, pero aún así, deseaba infinitamente hacer un viaje con él por su cumpleaños. Nunca antes habían salido de San Petersburgo juntos, y no había nada más que quisiera que vivir una experiencia de ese tipo con él.

Pensó en que hacer al respecto por un largo rato. No podía simplemente ir sobre Yuuri y preguntarle si había un lugar en especial que quisiera visitar, se suponía, era su regalo de cumpleaños y por lo tanto, una sorpresa. Y tampoco podía elegir un destino y simplemente llevarlo sin preguntar por su disponibilidad, planes, horarios, o si por lo menos, le gustaba o quería viajar.

Al final, después de 40 largos minutos, en los que la pasó mirando al infinito sin hacer nada más que pensar en lo que debía hacer, lo decidió. Abrió Photoshop, y comenzó a crear un tipo de vale con la frase "Válido por un viaje a donde tu corazón desee", frase que le había hecho romperse la cabeza de tanto pensarla, juraba al menos haber pensado en 15 frases diferentes para el vale, ninguna sin dejarlo satisfecho realmente, sin embargo la había dejado bastante simple.

Lo imprimió en opalina, recortó y decoró. Tal como un niño haciendo una manualidad para un ser querido, se esforzó en que quedara lo más lindo posible, recordando cuando hacía lo mismo para su madre cuando era un niño, aunque claro que con cosas mucho más simples que un viaje internacional.

Finalmente lo guardó en un sobre y lo escondió dentro del cajón de su escritorio.

No podía esperar por la reacción de Yuuri.

OoOoOoOoOo

Finalmente, el 29 de noviembre había llegado. Con el cielo nublado por el habitual clima frío de Rusia, posiblemente abajo de los 0º centígrados.

—¡Feliz Cumpleaños Yuuri! — Mari le saltó por atrás, abranzandolo desde su espalda para rápidamente tapar sus ojos, cuando recién había salido de su habitación listo para comenzar su día laboral.

— Muchas gracias, Mari, ¿puedo recuperar mi vista? — Agradeció el menor, tomando suavemente las manos de su hermana mayor para poder ver su camino nuevamente.

— No por ahora, yo te guiaré, anda. — Mientras permanecía cubriendo sus ojos, la mayor lo guió por el pasillo y por la estancia hasta la cocina, donde como pudo, lo ayudó a sentarse en una silla.

Lentamente, descubrió la vista del menor, permitiéndole observar el panorama del comedor y la cocina, arreglada con lazos y globos celestes. En la mesa, un pequeño pastel con el número "24" con velas, una caja con un moño y otra más pequeña envuelta con papel de regalo. Pero aún más importante, sentados en las sillas frente a él, estaban sus padres.

Desde el sistema de sonido de la estancia comenzó a sonar una conocida canción de cumpleaños, y el japonés no pudo más que sonreír ampliamente.

Se sintió realmente emocionado, como cada año desde que tenía memoria, ver a su familia reunida, esperándo a que despertara para juntos, comer pastel y hacerle abrir sus regalos. Y era aún más emotivo considerando el hecho de no haber visto a sus padres en semanas, pues habían estado fuera del país, acomodando los detalles que una cadena de hoteles podía tener.

Abrazó a sus padres, quienes lo felicitaron efusivamente, y luego a Mari, quien hizo lo mismo mientras revolvía su cabello.

— Mari, la cafeteria...

— No te preocupes Yu, lo tengo cubierto — Su hermana le guiñó el ojo mientras lo instaba a sentarse en una silla, acercó hacia él su pastel de cumpleaños, y posteriormente prendió las velas, mientras, de fondo sus padres comenzaban a cantar una conocida canción.

Aún a pesar de tener 24 años recién cumplidos, nunca se cansaría de esa tradición. Saber que sus padres y hermana se tomaban el tiempo para preparar algo antes de que él despertara y posteriormente le dedicaran el día lo hacía muy feliz.

Así mismo, se hacía lo mismo para el cumpleaños de Mari, y cuando vivían juntos en Japón, ambos hermanos preparan algo para cuando uno de sus padres cumpliera años, usualmente el desayuno; que perfeccionaron con el tiempo. Era algo bastante arraigado en ellos, y se sentía agradecido de que cambiar de país no fuera impedimento para seguir celebrando de la misma manera.

Yuri sopló las velas después de pedir un deseo, algo que jamás podría decir en voz alta pues el solo hecho de haberlo pensado, lo había sonrojado de sobremanera.

Retiró las velas, y cortó 4 rebanadas de pastel mientas Hiroko servia té en las tazas favoritas de su hijo.

Mientras comían, hablaron sobre todo tipo de cosas, desde Japón, el hotel de los Katsuki, el color de las paredes, sobre el clima de San Petersburgo, hasta incluso el nuevo corte de cabello de Hiroko. Todo relativamente normal, hasta que a Mari, se le ocurrió soltar como tema el hecho de lo enamorado que estaba su hermano.

Yuri enrojeció enseguida, tosiendo fuertemente por casi ahogarse con el pedazo de pastel que comía en ese momento. Sus padres soltaron un repentino "oh" mientras que los ojos de su madre brillaban con notable entusiasmo.

— ¡Yuri! ¿Quien es la afortunda? Debe ser una joven muy linda, ¿la conociste en la cafetería? ¡Cuéntamelo todo! — Comenzó su madre, mostrando total interés en su hijo menor, quien aún intentaba hacer pasar el trozo de pan por su garganta, y Mari reía sonoramente.

— Mari — reprochó el menor con pesadez, aún sabiéndose no sorprendido por la osadía de su hermana para soltar tal cosa sin reparos. — Mamá...

Miró a su madre quien emocionada, esperaba una respuesta de su hijo más joven; y Yuri, sin ninguna intención real de ocultar a Viktor, se sintió acorralado. Sabía que en algún momento tendría que presentarlo con sus padres, pues sentía realmente que el ruso era el hombre para él, con quien quería pasar su el resto de sus días. Pero simplemente no preveía la reacción de sus padres al respecto, las pocas parejas que tuvo, más mujeres que hombres, nunca las presentó a sus padres, así que estos jamás se enteraron de la dualidad del moreno respecto a sus preferencias amorosas.

Y definitivamente, no se sentía como un buen momento.

Para su suerte, Mari, quien había sido responsable de la situación, se apiadó de él salvándolo con la excusa de que abriera su regalo, la caja envuelta con el papel de regalo.

No tardo más de un segundo en secundar a su hermana, mientras recibía en sus manos la caja y profesaba un "Gracias" doble.

Rasgó el papel para encontrar una caja de zapatos, precisamente de tenis, un par de color negro con líneas blancas, y con aspecto deportivo. Agradeció de nuevo a su hermana, emocionado por el regalo, pues había querido unos similares desde hacía un tiempo, pero nunca se había dado el tiempo para buscarlos.

Prosiguió con la caja más grande, de color blanco y líneas negras, con un moño azul. En ella había un abrigo negro, largo y muy elegante que fue de su total agrado, y supuso, el regalo sería de su madre. También notó que había dentro otra caja, con las mismas características pero de un tamaño mucho más pequeño, en ella, había un reloj del mismo color del abrigo. Igualmente, agradeció felizmente a sus padres que se mostraron satisfechos al ver que les había gustado sus regalos.

Yuri, embelesado en lo que había recibido recientemente, no notó que su celular, arriba de la encimera de la cocina, había comenzado a sonar con insistencia, hasta que su hermana se lo pasó, immediatamenre en Phichit, con quien no había hablado durante el día y que seguramente a esa hora estaría solo con Leo y Guang atendiendo la cafetería, sin embargo, su rostro se sonrojó ligeramente al leer el nombre.

Viktor, lo habia llamado justo a la medianoche, cuando el nuevo día había comenzado. La puntualidad del ruso para felicitarlo lo había hecho suspirar con amor, los ojos cerrándosele por el cansado día de trabajo, pero aún con la suficiente energía para escuchar a su amado decir cuanto agradecía el día en que el japonés había nacido, el día en que lo había conocido, y cuan feliz le haría poder estar estar al menos un momento con él para celebrar.

Hablaron por lo menos media hora más, hasta que Yuri sintió que no poder seguir respondiendo a la efusividad de Víctor, contestando lentamente a lo que este le decía. No recordaba si había logrado despedirse de él apropiadamente, o si se había dormido sin más.

Se alejó de la cocina, cerciorándose de que sus padres no le prestaban atención por estar conversando con Mari, contestó a la llamada sin pensar mas, teniendo que separarse un poco del altavoz cuando el ruso gritó su nombre, emocionado.

— ¡Yuri, feliz cumpleaños!

— Ya me habías felicitado antes, pero muchas gracias, Viktor... —Respondió el japonés cariñosamente ante la efusividad del mayor

— Te quedaste dormido, qué tal y pensabas que era un sueño... En fin, ¿estás en la cafetería?

— Estoy en casa, mis padres vinieron y supongo que no dejarán que trabaje hoy; es una costumbre familiar. Me encantaría contarte más sobre ella cuando estemos juntos. Pero por ahora, debes de saber que probablemente ellos y Mari quieran sacarme de casa todo el día.

— Oh, ya veo ¿Entonces cuando te veré? Tengo algo que darte... — Respondió el ruso, y Yuri claramente podía imaginar el puchero en su rostro aún así no pudiera verlo en persona.

— En la tarde o noche estará bien, yo creo que como a las ¿6?

—¿Es una cita?

— ¿Que más podría ser? — mencionó el menor, sintiéndose de pronto mucho más enamorado — ¿te pasó a buscar?

— ¡No! Es tu cumpleaños, yo me encargaré de todo. Te veo a las 6 en la entrada de la cafeteria. Ponte guapo, aunque no creo que necesites mucho más que nada para eso — dijo, con su común coquetería mientras podía escuchar perfectamente la dulce risa de su novio.

— Entonces aquí te espero, Vik.

OoOoOoOoOo

El día había sido particularmente exhaustivo. Después de hablar con Viktor, se aseguró de que todo iba bien con la cafetería, y al recibir una positiva respuesta, dejó todo en manos de Phichit. Posteriormente, pasó toda la mañana en casa con su familia, hacía tiempo que no tenían un día para solo estar juntos conviviendo sin las presiones del trabajo, hasta que dio la hora de la comida. Cuando dio la hora de la comida, Yuri elegió visitar un restaurante italiano nuevo en el centro comercial, después, visitar sus tiendas favoritas, así como otras zonas turísticas, como museos.

Por la tarde, sus padres se despidieron de él, mencionando las mismas cosas de siempre, que se esforzara en el trabajo, se protegiera del frío, comiera bien, mientras el moreno respondía un "si" a todo en japonés. Sin embargo, incapaz de salvarse se su destino, Yuri escuchó a su madre mandar a su padre para ir encendiendo la camioneta mientras ella le daba un abrazo más a su hijo.

— Hijo, ¿me presentaras a la mujer de la cual estás enamorado verdad? — Preguntó la mujer, con toda la inocencia del mundo mientras con todo su amor de madre, miraba a su hijo esperando por una respuesta.

— Él es maravilloso mamá, lo conocerás pronto, te lo prometo. — Respondio, esperando la peor respuesta de su progenitora.

Hiroko, simplemente sonrió, sin dejar de mirar a su hijo con el mismo cariño de siempre.

— Estaré esperando por ello, cuídate mucho Yuri — Dijo por último, mientras camina fuera de la cálida cafetería ondulando su mano en despedida.

Yuri miró de vuelta, suspirando con genuino alivio. Sabía que su madre deseaba su felicidad más que nada en el mundo, pero la inseguridad era algo más bien propio de él, y no sabía realmente cómo reaccionario su madre al respecto, y agradeció que su progenitora se lo haya tomado tan bien, pues el no tenía ninguna duda respecto a Viktor.

Se alegró de que todo marchara bien por el día, y miró en su nuevo reloj, marcaba apenas las 4:50, tiempo suficiente para arreglarse para su cita, aunque su novio dijera que él con todo se veía bien.

Finalmente, luego de una rápida ducha se puso un suéter gris y unos jeans negros, nada seguro sobre si debía vestirse formal o no pues Viktor no lo había mencionado. Pero confío en si mismo al haber elegido esa ropa, de todas formas, siempre podía cubrir su informalidad con su abrigo nuevo, un regalo bastante acertado. Peinó su cabello hacia atrás, roció colonia en cuello y se sintió listo para ver al amor de su vida, ligeramente emocionado pues no se habían visto en una semana por el atrajeo del trabajo del ruso.

Bajó a la cafetería, aún con 20 minutos disponibles para revisar que todo marchara bien, checó la lista de cosas que se necesitan comprar, las ventas del día, y salio de nuevo hacías las mesas para notar que había una buena cantidad de clientes, pero el personal parecía estar haciéndolo de maravilla, quitándole una preocupación más.

Sus ojos se enfocaron entonces, en la imponente presencia del hombre de cabellos color plata que entraba por la puerta. Tan elegante y galán como siempre, que parecia llevar un aura de brillos a su alrededor. Captando incluso la atención de algunos comensales, pero sobre todo la suya.

Camino a paso apresurado hacia él, hasta que su cuerpo se vio envuelto entre sus brazos, calor y aroma, importándole poco las miradas de envidia que recibía de algunas féminas. Tampoco le importó el abrupto gesto de Viktor, al tomarlo del mentón para besar rápidamente sus labios. Necesitaba sentirlo cerca y nada de eso era suficiente.

— ¿Nos vamos, amor? —Preguntó el ruso, tomándolo por la cintura y guiándolo hacia la puerta ante la positiva respuesta del japonés.

Subieron al auto del ruso, y emprendieron un camino bastante conocido para el menor, y para cuando Yuri recordó, ya subiendo por un elevador hasta el último piso, hacia el departamento de Viktor.

— Viktor, de haber sabido que íbamos a pasarla pude haber venido yo mismo — Mencionó el menor mientras entraba, la sala oscura solo recibía la luz natural de la luna, y la artificial del paisaje de Rusia.

— Eso no tiene sentido, moya lyubov, hoy es tu día — Respondió el mayor, guiándolo por la oscuridad hasta el comedor, sus mano entrelazadas desde que bajaron del auto. — Sorpresa

Frente a ellos, el comedor recibía la luz de lámparas lo suficientemente tenue para crear un ambiente romántico, además de algunas velas en el comedor, el cual estaba perfectamente decorado con un manteles cubiertos, flores, pero sobretodo un elemento predominante; Katsudon.

Había más cosas, como otros tipos de comidas japonés, un pastel, otros tipos postres, y vino, pero el katsudon era lo más importante. Viktor realmente se había esmerado en ello.

El ruso lo invitó a sentarse, acercando la silla para él. Sirvió vino en las copas y se sentó frente al menor, sin dejar de mirarlo.

— ¿Tú... hiciste todo esto? — Preguntó el japonés, la emoción latente en sus palabras, solo para ver a su novio reírse por la pregunta.

— Nunca se me dió el don la cocina, y aunque hubiera deseado cocinar esto con todo mi amor para ti, no me hubiera gustado tener que haber corrido a un hospital por intoxicación. Contraté a un chef para que lo hiciera, así que puedes estar seguro de que todo sabrá bien, y estará bien cocido— Respondió con simpleza, mientras le guiñaba el ojo.

— Aún así, gracias, siempre logras sorprenderme — Dijo, alzando su mano para llegar a tocar la de Víctor, quien le dedicó una de sus famosas sonrisas de corazón.

Comenzaron a cenar sin prisas, Yuri deleitándose con el sabor su platillo favorito, que aunque nunca, ninguno, sería tan bueno como el que preparaba su madre. Sin embargo el sabor era bastante decente, y el saber que la persona de la cual estaba enamorado lo había conseguido especialmente para él, mejoraba su sabor.

La cena pasó entre anécdotas, en su mayoría, de cumpleaños, que cada uno intercambió ademas de otras cosas del presente como el trabajo, la cafeteria, el clima, e incluso sobre lo que estaban cenando en ese momento.

Al final, Yuri sopló las velas de su segundo pastel, mientras el mayor cantaba en su idioma natal, y el moreno se derretía por lo sexy que se oía la canción de cumpleaños debido a la voz de su amor. Pidió el mismo deseo, sus mejillas tornándose del mismo color rosáceo por lo que pensaba al momento.

El pastel de chocolate y fresas quedó intacto, pues el cumpleañero ocupó su boca para otra cosa más deliciosa que comer el pastel. Besó dulcemente los labios de su novio, pero no hubo suficiente dulzor que evitara al beso tornarse mucho más fogoso, sus manos recorriendo la espalda del más alto, mientras su cintura era sujetada con la fuerza suficiente.

— Viktor — Yuri soltó el nombre aún contra los labios de su novio, quien supo reconocer la necesidad en su pedido.

— Espera amor, tú regalo primero — Se separaron lentamente, no queriendo dejarse ir. Sin embargo, Viktor rompió el contacto para tomarlo de la mano y guiarlo hacia la sala.

— ¿Mi regalo eres tú? Eso me encantaría — Preguntó el menor, soltando una risita que hacía al ruso quererselo comer ahí mismo.

— Se que lo haría, y sé que tomaste mas vino del necesario, amor — Vociferó, aún seguro de que quería entregarle su regalo antes que cualquier otra cosa.

Al llegar, lo recostó sobre el sofá, y tuvo que detenerlo pues el moreno ya había empezado a quitarse el suéter, pidiéndole que se detuviera un momento.

Tomó un sobre posado sobre el mueble de la televisión, un simple sobre blanco, con la inscripción "De Viktor, para mi Yuri", y se lo entregó.

El japonés lo tomó, curioso por el contenido de este, al abrirlo, encontró un papel celeste, perfectamente cortado y decorado con la frase "Válido por un viaje hacia donde tu corazón desee" una sonrisa amplia adorno su rostro, dirigiendo su mirada hasta el dueño de su corazón.

— Mi corazón desea que tú y yo viajemos hasta tu habitación, donde podamos estar juntos en la cama, y me hagas ver estrellas en ella — Respondio con simpleza, mientras palmeaba el espacio vacío en la cama.

— Vaya, no sabía que eras poeta, voy a anotar esa frase...

— Seré todo lo que quieras.

— Quiero que me digas un lugar en el mundo, el que sea, yo te llevaré... Incluso puede ser más de uno, tú solo pídelo... — Se sentó junto a él, cumpliendo a su petición, mientras se abrazaba a él.

La curiosidad invadía al mayor, preguntándose a qué lugar desearía ir su novio. ¿Sería a una playa, una isla, un lugar perdido en el tiempo, una ciudad grande, algo mucho más tranquilo? No lo sabía, pero tenía la certeza de cualquier lugar al que viajaran, sería propicio para crear una gran cantidad de recuerdos que los acompañarían por el resto de sus vidas. Mientras estuviera junto a Yuri, tenía la corazonada de que nada más importaba.

Sin embargo, el japonés no contestó de inmediato, en su lugar, lo abrazó de vuelta, acomodándose hasta quedar sentado arriba de Viktor, con las piernas sobre el ancho del sillón, besando su frente, después las mejillas, el mentón y finalmente sus labios con tanta dedicación como pudo. Fingió pensar algo durante un momento, mientras llevaba su dedo índice hasta su mentón, un gesto claramente copiado de su pareja.

— Ya lo sé. — Dijo, besando una vez más al ruso, con la pasión contenida desde la última vez que habían estado juntos, dirigiendo sus manos por la nuca, hasta pasarlas bajo las finas hebras platinadas, tentándolo, y haciendo con cada segundo una tortura el no poder tocarse como deseaban debido a la necesidad de Viktor por saber. — Conozco un lugar, y creo que es el mejor en el mundo, no hay otro lugar donde quiera estar. Me encanta.

— Dimelo, tus deseos son ordenes para mi. — Casi gimió Viktor contra la boca del menor, sujetando con una mano el trasero de su novio, y la parte posterior de sus piernas con la otra, alzándolas, mientras la distancia entre sus rostros disminuía a cada segundo que pasaba.

— El único lugar donde quiero estar es junto a ti, Viktor. — Yuri susurró, apenas dejando pasar las palabras a través de sus labios. Y finalmente, besó al hombre de sus sueños, con tanto amor, que no podía contenerlo un momento más.

OoOoOoOoOo

No tengo perdón. Un año entero sin actualizar, un millón de cosas en mi mente, la transición de la preparatoria a la universidad. Sin embargo, nunca deje de pensar en esta historia, durante meses, intenté escribir este capitulo, pero o no tenía tiempo, o no tenía inspiración, o ganas o mil motivos más. Amo, adoro escribirla, sin embargo, odie reescribir este capítulo al menos 10 veces por que nunca me gusto el resultado final, pero aquí está, uno que finalmente me dejó satisfecha. Si aún hay alguien que aún la lea, o lo hace por primera vez en el lapso del anterior capítulo a este, ¡muchas gracias por leer!