Honor al Amor.

Capítulo uno: Guerra.

El reino de la Sociedad de Almas era un enorme complejo de varios pueblos grandes y otros pequeños que se alzaron en medio de un terreno bordeado por muchos ríos extensos que conectaban entre sí. La mayoría de estos ríos eran poco profundos y estaban llenos de filosas y enormes rocas que hacían imposible a un barco muy grande cruzar cualquiera de ellos, solo pequeños botes con poco peso y rutas trazadas tenían más posibilidad a la hora de intentar vencer a estos ríos. Otros de estos ríos bordeaban la capital de este reino llamada Seireitei casi aislándola de los otros pueblos, pero estos ríos eran tan bajos y extensos que dejaban un gran abismo fantasmal imposible de cruzar.

La Sociedad de Almas tenía un poderoso ejército comúnmente denominado Gotei 13 que vigilaba todos los límites tanto del reino como de la capital, controlaba el paso de extranjeros ya sea visitantes o comerciantes. Cada año sus cifras y rigurosa disciplina aumentaban con una lealtad ilimitada a su emperador, y esto era bien sabido por todos los reinos vecinos.

Con todo, era un hecho que la Sociedad de Almas no era un reino fácil de invadir, mucho menos de conquistar. Pero esto generó desconfianza en los reinos vecinos, que temían una invasión del Gotei 13 para ampliar sus territorios y demostrar su obvia superioridad avasallándolos para demostrar su poder.

Para apaciguar las desconfianzas de sus aliados y reforzar sus amistades, aparte de la economía y recursos del reino, el emperador Ukitake Juushiro decidió alzar cuatro gigantescos puentes surcando los ríos bajos y peligrosos que rodeaban todo el reino y dos puentes sobre los ríos-acantilados que bordeaban la capital, como señal de bienvenida y amistad a sus vecinos, visitantes y socios. Eran tiempos de paz y muy probablemente perderían sus no muy abundantes alianzas si no daban una demostración de camaradería.

Los puentes tardaron años en construirse pero gracias a ellos formaron más alianzas y mejoraron sus relaciones con las ya hechas. Claro que estos puentes eran rigurosamente vigilados las veinticuatro horas por soldados especializados del ejército y seguían controlando la entrada y salida de todo aquel que cruzara los ríos ya sea a bote o por los cuatro puentes. La Sociedad de Almas continuaba siendo un reino muy seguro y difícil de invadir, menos de conquistar. O eso se quería pensar…

Un soldado del ejército del Gotei 13 se apoyó perezosamente en uno de los pilares al extremo del puente que surcaba el rió más grande de toda la región, que por su extensión llegaba a hacer un círculo casi perfecto alrededor de todo el reino y aparte era muy ancho, por lo cual también le construyeron el puente más fuerte y espacioso. Normalmente era el que tenía más vigilancia, pero después de meses sin que pasara nada las ansias se calmaron un poco y en vez de vigilar al menos una decena de hombres el puente hoy solo estaban vigilando dos… aunque su compañero estaba dormido sobre el otro pilar del puente. El soldado no lo culpaba, por orden de su superior estaban allí desde las ocho de la noche y ya estaba amaneciendo.

El soldado bostezó y recostó su cabeza contra el pilar del puente, preguntándose cuándo su superior enviaría a otros soldados para tomar el próximo turno que debió de haber comenzado hace más de una hora. Sus ojos empezaron a cerrarse lentamente mientras contemplaba la niebla que se levantaba desde el río hasta cubrir casi por completo la visión del final del puente. Era bastante divertido… ver la niebla danzar… las sombras moverse en ella… A un pelo estuvo de quedarse dormido en medio de su guardia cuando de repente su compañero se incorporó de golpe, sentándose recto y observándolo horrorizado.

-Amigo…- exclamó con algo que parecía ser miedo. -¿Escuchaste eso?- se puso en pie lentamente.

-¿Qué demonios quieres que escuche con tus ronquidos?- bromeó con una sonrisa sarcástica en medio de un bostezo. -¿Pero qué fue lo que oíste? ¿No estarás ebrio otra vez, verdad?- lo miró con los ojos entrecerrados y una pizca de reproche en su tono.

-¡Amigo, estoy hablando en serio!- su compañero definitivamente estaba asustado. -¡Escuche un caballo! ¡No, muchos caballos!- asustado y alarmado, debía admitir que estaba empezando a contagiarle su estado de ánimo.

-Amigo…- sus propios ojos se abrieron horrorizados al escuchar lo que claramente eran sonidos de relinchos y el trotar de caballos. Entornó los ojos hacia la niebla, notando que las sombras que había visto antes no eran otra cosa que figuras de caballos y humanos, la figura de un ejército acercándose. -¡AMIGO, CORRE!- corrió hacia su compañero y lo jaló del brazo al notar que se había congelado al vislumbrar el ejército. Pudo escucharlo sollozar mientras se dirigían hacia el bosque, sabía que no podrían escapar de todo un ejército, iban a morir. Pero morirían con honor. -¡Concéntrate, amigo! ¡Hay que dar aviso!- solo eso podían hacer.

Su mejor amigo asintió con lágrimas corriendo por su rostro mientras ambos apuntaban sus brazos al cielo recordando su entrenamiento y lo que había que hacer en caso de una invasión.

-¡BAKUDO NÚMERO QUINCE!- gritaron deteniéndose valientemente con todo un ejército detrás. -¡Senkō hanabi!- haces de luz salieron disparados de sus manos hasta estallar cinco kilómetros en el aire cual fuegos artificiales formando un gigantesco mensaje que se podría ver por la base de su escuadrón hasta los pueblos más cercanos.

"Estamos siendo invadidos."

La Sociedad de Almas ya había sido avisada, sabrían qué hacer y ellos probablemente acabaran de salvar quién sabe cuántas vidas dándole el mensaje a los pueblos cercanos para que evacuaran, y pronto el mensaje llegaría a la capital.

Ambos soldados sonrieron, justo antes de morir bajo una lluvia de flechas.

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Las puertas del palacio imperial se abrieron de par en par dejando el camino libre a tres personas vestidas con shihakushos negros y Haoris blancos para adentrarse en la sala del trono y caer de rodillas frente al emperador vestido de una manera muy similar.

-Majestad.- habló con voz fuerte y extrañamente seria el usualmente alegre capitán Ichimaru Gin. –Recibimos información de una invasión a nuestras tierras a través del puente que surcaba el río norte. Ya hemos confirmado que se trata del ejército Arrancar liderado por Aizen Sosuke del que un día fui espía como bien sabe, Ukitake-sama.- Gin miró por las rendijas de sus ojos el rostro de Ukitake Juushiro llenarse de preocupación.

-¡Le advertí que era mala idea construir esos condenados puentes, tío!- regañó Soi Fong, la malhumorada sobrina del emperador. –Ahora estamos en guerra y no es culpa de nadie más que su irresponsabilidad.- Ukitake la silenció con el simple acto de levantar una mano, por lo que la mujer de inmediato se cruzó de brazos, enfurruñada.

-Lo mejor será colocar tropas alrededor de la capital, su alteza. Es claro que ese es el objetivo principal de Aizen, también debemos poner bajo mejor custodia los puentes y…- Ichimaru fue frenando por la máxima autoridad.

-¡De ninguna manera!- exclamó el emperador levantándose de su trono casi con indignación pero tranquilidad a la vez. –Quiero que las tropas protejan a los pueblos, no podemos dejar a nuestra gente a merced de ese ejército de sádicos.- sacudió la cabeza. –Soi Fong.- volteó a su sobrina, que se puso recta en su lugar de inmediato. –Encárgale a tu asesor enviar avisos de reclutamiento a los pueblos. Tenemos que convocar a los otros escuadrones y reclutar a toda la gente posible.-

-Por supuesto, tío.- Soi Fong sonrió complacida de participar.

-Sin ofender, Ukitake, pero en este momento no contamos con todos nuestros escuadrones como para poder llamarlos y que acudan inmediatamente.- informó perezosamente uno de los capitanes, Kyoraku Shunsui. –Varios de los escuadrones cumplen obligaciones en el extranjero, tomara un tiempo antes de que puedan movilizarse de nuevo hasta aquí.-

-Todos los escuadrones disponibles ya se unificaron para formar un solo gran ejército que tiene planeado contener el avance Arrancar.- prosiguió Gin. –Y he de recordarle que el escuadrón diez hace años que se encuentra desintegrado y sin capitán.-

-Te encargó el nombramiento del nuevo capitán del escuadrón diez, capitán Ichimaru.- suspiró Ukitake. –Que entrene a los nuevos reclutas y forme un nuevo escuadrón diez para incorporarlo al ejército y participar en la guerra.-

-Ya tengo a la persona ideal en mente.- la sonrisa típica del capitán retornó a su rostro como si nunca se hubiera ido.

-Me alegra escuchar eso.-

-Sin embargo, con todo respeto, majestad, creo que con la fusión de los escuadrones disponibles y mi conocimiento sobre las estrategias de Aizen Sosuke será más que suficiente para contenerlo hasta que lleguen los otros escuadrones ya experimentados en Kido y Zanjutsu, o incluso detener esta guerra absurda que inició de una vez sin necesidad de sacrificar vidas civiles.- frunció el ceño levemente, demostrando que hablaba en serio.

-Confió en ti, capitán Ichimaru, pero no correré ningún riesgo. La vida de mi pueblo está en juego, y un solo hombre podría ser la diferencia entre la victoria y la derrota.- volvió a sentarse en su trono mientras Gin se inclinaba respetuosamente sin poder discutir sus órdenes por más que le hubiera gustado.

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Kurosaki Karin suspiró desganada mirando a su reflejo en el espejo de su habitación. A su lado, su hermana mayor por un minuto Yuzu daba brincos emocionada mientras terminaba de peinar su largo cabello rubio atándolo en dos moños y llenándolos de adornos adorables mientras su cuñada Rukia reía detrás de ellas, sosteniendo a sus dos hijas de tres y dos años.

La gemela menor volvió a suspirar, con más desgano aún, sin apartar los ojos de su reflejo. La habían maquillado, poniéndole labial, ruborizando sus mejillas y enmarcando sus pestañas, aparte de un montón de otras cosas que ni sabía qué rayos eran. Su largo cabello negro lo habían acomodado en un solo moño repleto de adornos asquerosamente femeninos que hacían pesar su cabeza. Y ni la hagan hablar del pesado kimono color rosa lleno de flores que la habían obligado a usar.

El día apenas comenzaba y tanto su hermana como ella tenían una cita pendiente para la hora del desayuno con dos muchachos de familias nobles cuyos padres habían hablado con su padre para arreglar compromisos en caso de que las cosas en ese desayuno resultaran bien.

Por supuesto, Karin no estaba ni en lo más mínimo entusiasmada con la idea, no quería ir y no quería casarse con un perfecto extraño, pero no tenía opción. No desde que su hermano mayor había muerto y su padre se obsesionó con conseguirle a sus dos hijas maridos que cuidaran de ellas cuando él ya no estuviera.

La familia Kurosaki era una familia de granjeros, su padre solía ser un capitán del ejército Gotei 13, pero abandonó todo eso cuando se enamoró de su madre, casándose con ella y ocupándose de la granja de sus abuelos tomando el apellido de ellos. Por desgracia, su hermano había estado más interesado en la vida del soldado que en la del granjero, y hace dos años murió en servicio por un atentado, dejando viuda a su mujer y huérfanas a sus dos hijas, por lo que Rukia y sus hijas se mudaron a vivir con los Kurosaki debido a que su hermano mayor Kuchiki Byakuya se mudó a otro reino lejano y ella prefirió estar con ellos.

Karin se hubiera negado por todos los medios posibles a contraer matrimonio con un desconocido de no ser porque aparte de necesitar yernos que cuidaran de sus hijas, su padre también necesitaba a alguien a quien heredarle la granja cuando él muriera. Ellas no podían trabajar solas allí porque sería considerado deshonroso y ningún comprador o comerciante querría tener nada que ver, necesitaban a un hombre en la familia, por más que odiara aquello, así eran cómo funcionaban las cosas.

-Yuzu-chan, estás hermosa.- su cuñada sonrió a su gemela cuando esta terminó de arreglarse para la cita. –Karin-chan, tú también estás muy bella, pero una sonrisa no te vendría mal.- aconsejó, a lo que la menor solo bufó.

-¡Vamos, Karin-chan, no pongas esa cara!- Yuzu seguía brincando. -¡Hoy conoceremos a nuestros futuros esposos!- aplaudió llena de ilusión. -¡Seguro serán muy guapos y amables!- los corazones prácticamente volaban de sus ojos.

-Solo es un desayuno para decidir un compromiso, Yuzu. No te emociones tanto.- no era la primera vez que se reunirían con chicos por posibles compromisos, y en todas las otras reuniones terminaban siendo rechazadas al final, por culpa de la pelinegra, por supuesto, si Yuzu pudiera ir sola la aceptarían de inmediato, ella era la esposa perfecta, pero ella y su padre idiota insistían en arreglar citas dobles.

-¡No tienes por qué ser tan pesimista, Karin-chan! Sé que en citas anteriores no nos ha ido muy bien, pero seguramente hoy si funciona y pronto nos casaremos. ¡Seremos unas esposas! ¡Tendremos maridos!- no cabía en sí de emoción.

La de ojos oscuros no pudo evitar reír enternecida. Por más que odiara los matrimonios arreglados, no tenía el corazón para bajar a su hermana de su nube, ella soñaba con casarse desde que su madre murió, y deseaba que su sueño se cumpliera, con toda el alma, haría lo que sea de ser necesario.

-Muy bien, chicas, ya es hora.- anunció Rukia. –Llegó el carruaje para llevarlas al centro de la ciudad. No olviden sonreírles a sus prometidos, sentarse rectas y portarse como buenas señoritas obedientes.- repitió las normas básicas que ya todas sabían obviamente para recordárselas a Karin, que era la única que siempre tendía a olvidarlas. –Es por el honor de su familia.- recordó luego con una mirada más seria dirigida expresamente a la pelinegra menor.

-Lo sabemos, Rukia-chan.- dijeron ambas al mismo tiempo, una alegre y la otra sombría.

Se encaminaron al carruaje esperándolas fuera de su hogar justo a tiempo para ver a su padre terminar de hablar con el conductor.

-¡Ah, mis niñas!- quiso saltarles encima pero la morena lo frenó con su puño. -¡Ya se han convertido en todas unas mujercitas!- murmuró con el puño aún incrustado en el rostro, para luego separarse y sonreírles con calidez. –Su madre estaría muy orgullosa de ustedes.- les acarició las mejillas.

La rubia se conmovió y lo abrazó entre lágrimas, la pelinegra solo sonrió antes de morderse el labio, repitiéndose mentalmente no arruinar las cosas para Yuzu y su familia esta vez. No le gustaba, pero tendría que hacerlo, comprometerse con un extraño. Todo por el honor, ¿verdad?

Subieron al carruaje, otra cosa que no le gustaba, prefería mil veces montar sus caballos en el establo, en especial a su yegua Mei, que aburrirse todo el lento camino hasta llegar a su destino. Pero viajaba con su hermana y un pesado kimono que apenas la dejaba moverse, así que no podía hacer mucho.

Llegaron al centro del pueblo y de inmediato el conductor las guió hacia una mesa en medio del parque resguardada por una especie de tienda, donde se encontraban sentados un joven pelirrojo fornido y un castaño que parecía un poco mayor con cara de estúpido.

Se sentaron frente a ellos y se saludaron formalmente.

-Soy Hanakari Jinta.- dijo el pelirrojo, sus ojos fijos en Yuzu. –Es un placer conocerlas.- tomó la mano de la rubia y la besó suavemente.

-Soy Asano Keigo.- dijo el cara-de-estúpido. -¿Cómo te llamas tú, preciosa?- tomó su mano y la beso, pero sin apartar sus pervertidos ojos de sus pechos.

-Kurosaki Karin.- contestó tratando de ser lo menos apática posible, sin mucho éxito.

-Y-yo soy Kurosaki Yuzu.- se presentó la rubia con las mejillas rojas mirando al de cabello colorado. –Mi padre me contó de ustedes, espero que nos llevemos muy bien.- dijo, pero sus ojos estaban fijos en Hanakari.

-Yo lo esperó.- murmuró Asano aun fijándose en las curvas de la morena.

Karin hizo una mueca de desagrado pero trató de disimularlo llevándose el vaso cargado con té a los labios.

Empezó una conversación bastante amena entre los tres mientras la pelinegra trataba de mantenerse al margen, pero resultaba evidente que la rubia había cruzado miradas con el pelirrojo, por lo que ella no tenía más opción que conformarse con ese castaño idiota pervertido.

-¡Oh, Jinta-kun! ¡Eres tan gracioso!- rió cantarinamente su hermana. –Karin-chan, ¿no te parece muy gracioso?- volteó hacia ella tratando de hacerla participar más.

-Sí, graciosísimo.- sonrió forzadamente.

-Karin-chan, ¿cuáles son tus gustos?- Asano Keigo se inclinó sobre la mesa para tomar su mano delicadamente.

-Yo… umm… me gustan… los animales.- los caballos, montarlos y cabalgar. –Y… los juegos de mesa.- sobre todo de estrategia.

-Que gustos tan encantadores, para una mujer encantadora.- besó su mano.

-¿Cuáles son tus gustos, Asano-san?- preguntó con los dientes apretados conteniéndose de patearlo cuando siguió besando su mano subiendo por su muñeca y volviendo a bajar una y otra vez sin detenerse haciendo grotescos sonidos de gusto.

Yuzu y Jinta estaban concentrados el uno en el otro, ya sin prestarles ni la más mínima atención.

-Me gustan las chicas como tú, preciosa Karin-chan.- sonrió "galantemente" antes de volver a besar su brazo. –Dime una cosa…- se acercó mucho a su rostro volviendo a poner esa imbécil sonrisa pervertida. -¿Cuáles son tus medidas, eh?-

La vena que había estado palpitando en la frente de Karin finalmente estalló y sin siquiera pensarlo dos veces estrelló su puño directo en la nariz de Asano Keigo borrándole su estúpida sonrisa depravada, pero también haciendo que su cabeza se impulsara hacia atrás golpeando la cabeza de Hanakari Jinta que justo ese momento eligió para tomar té, por lo que aparte de golpear dolorosamente su boca con el vaso terminó con todo el líquido caliente en la barbilla derramándose hacia su caro atuendo.

Yuzu chilló horrorizada y de inmediato quiso limpiar a Jinta con una servilleta, pero él había saltado de su asiento gritando maldiciones tirando su silla y la del castaño por sus brincos descontrolados hasta finalmente terminar arrojándose a la fuente con agua fría en busca de aliviar el ardor del té hervido.

La chica de ojos mieles pareció no saber dónde meter la cabeza ante la mirada de reproche de alguna de las personas que pasaban por allí y las risas de otros, sus mejillas se ruborizaron visiblemente aún a pesar del maquillaje.

Keigo continuó gimiendo de dolor sujetándose la nariz en lo que su amigo Hanakari salía de la fuente lo más digno-torpe posible y se dirigía a la Kurosaki más dulce con una mano frotándose la nuca nerviosamente.

-Yuzu, yo…- dijo él, pero en toda respuesta la eludida solo se inclinó profundamente.

-¡Por favor perdóname!- se disculpó con lágrimas en la comisura de los ojos, para después incorporarse y tomar a la menor de la muñeca jalándola mientras corría de nuevo al carruaje que las había estado esperando.

Apenas la puerta del carruaje se cerró, la mayor enterró el rostro en las manos y empezó a soltar pequeños sollozos que sacudían levemente su cuerpo. Karin sintió la vergüenza embargarla.

-Yo…- quiso disculparse pero no encontraba las palabras. No podía creer que había vuelto a arruinar las cosas para su querida hermana. –Lo lamento tanto.- bajó la cabeza dándose golpes mentales. ¿Qué importaba terminar casada con un pervertido mientras ella fuera feliz? ¡Era tan estúpida!

-No, Karin-chan, está bien.- Yuzu se limpió las lágrimas y sonrió. –No te sientas culpable, escuche las cosas horribles que ese sujeto te dijo, nunca querría que te casaras con alguien así.- suspiró temblorosamente. –Aun somos jóvenes, encontraremos o-otros partidos… m-mejores…- se frotó los ojos.

Karin suspiró, sabía que esta vez realmente le había gustado su cita, en verdad se ilusionó con ese pelirrojo, y ella lo arruinó todo aparte de que había vuelto a deshonrar el nombre de su familia y a perder otra oportunidad de conseguirle yernos a su padre.

El peso de la vergüenza se hundió aún más en su pecho al llegar a su casa y ver las sonrisas de su padre y su cuñada deshacerse al ver sus caras miserables. Yuzu corrió a encerrarse a su habitación y Rukia fue tras ella, su padre hizo amago de ir pero entonces se volteó a la pelinegra y comenzó a acercársele.

-Hija…- dijo suavemente.

Abrió la boca para decir algo, pero las palabras se le atoraron en la garganta y no pudo hacer nada más que salir corriendo hacia los establos, ignorando los llamados de su progenitor. Se derrumbó sobre el heno frente al abrevadero. Normalmente el suave relinchar de los caballos la calmaba al estar de malhumor, pero ahora ni eso lograba mejorar su humor sombrío.

Miró su reflejo en el agua, sin reconocer en absoluto a la triste mujer llena de maquillaje con un peinado elegante, los labios rojos y los ojos llenos de pesar. ¿Quién era ella? ¿Dónde estaba Kurosaki Karin? ¿Dónde estaba la niña feliz que crió su madre? ¿La joven despreocupada que gustaba de imitar a su increíble hermano mayor? ¿La chica decidida que lo daba todo con tal de no ver llorar a su hermana? ¿Dónde estaba?

Cuando su madre murió, ella se prometió que iba a hacer lo posible para no ser un estorbo en su familia, cuando su hermano la siguió tan joven… prometió que ayudaría en lo que pudiera a su padre y protegería a su hermana. ¿Entonces por qué hacía todo mal? ¿Por qué no podía cumplir una simple promesa? ¿Qué fue lo que le pasó?

Suspiró mirando nuevamente a la mujer hermosa que le devolvía la mirada desde el otro lado del agua. Esa no era ella, no la ella que le gustaba pensar que era. No era una buena hermana ni una buena hija… Joder, ni siquiera era una buena cuñada. No podía reconocer a esa mujer, no quería ser ella… pero parecía que por más que lo intentara no podía ser lo que realmente quería ser. Nunca podría ser más que una deshonra para su familia.

En el mundo en el que vivía quien realmente era solo podía ser un estorbo inservible que no sabía causar más que desgracias, trataba de reprimir ese lado de ella, ser una buena chica, pero no podía, no sabía cómo. Y no dejaba de causarle dolor a su pobre familia.

Frustrada, estrelló su puño contra el agua, antes de juntar un poco con las manos y frotar furiosamente su rostro, una y otra vez, pasando luego duramente las mangas innecesariamente largas del kimono por toda su cara.

Volvió a mirar su reflejo. Ya no tenía tanto maquillaje, pero seguía sin reconocerse en absoluto.

De nueva cuenta se roció agua y se limpió con las mangas. Desató su peinado y arrojo los adornos de cabello despectivamente, atando su largo pelo en una coleta y dejando un mechón en medio de su frente. Miró al agua, pero no vio nada más que la misma desconocida desolada.

¿Qué era lo que quería ver, en todo caso? ¿Quién era ella en verdad? Ni siquiera lo sabía.

Frunció el ceño y decidió mejor dejar de pensar en eso, no tenía sentido. No iba a responder sus preguntas existenciales mirando al lugar donde los animales bebían.

Jugueteó con la punta de su coleta mientras pasaba por los jardines hasta dejarse caer sentada en las escaleras del templo donde rezaban por sus familiares. Bufó mientras pensaba, ¿qué opinaría su amada madre, o su hermano, de saber lo descuidada, estúpida y deshonrosa que se había vuelto para esta familia? Seguro estarían muy decepcionados.

Escuchó pasos acercarse pero no levantó la vista. Sea quien fuera de su familia, no creía poder mirarlo a los ojos, en especial si era Yuzu. Descubrió que se trataba de su padre cuando se sentó a su lado cubriéndola con su gran sombra.

-Veté, papá.- evitó mirarlo aun cuando le puso una mano en el hombro en señal de apoyo. –Todos estaban esperando que esta vez funcione, todos me pidieron que me comportara. Pero… no lo hice, y Yuzu siempre paga mis errores. No me vengas ahora con tus payasadas o tus palabras de ánimo. Sabes que lo arruine.- sus hombros se desplomaron.

Se estremeció al sentirlo abrazarla por los hombros, no acostumbrada a permitir sus muestras de afectos, pero ahora no tenía ganas de golpearlo, por sus impulsos y problemas de ira fue que terminó en esa situación en primer lugar.

-Hija, escucha… no soy exactamente el mejor aconsejando ni dando palabras de aliento. Los cielos saben que lo intento, pero dudo que ahora necesites escuchar algunos de mis chistes malos.- rió entre dientes. –Dime… ¿recuerdas la semilla que encontraste entre la comida de las gallinas cuando tenías cuatro años?-

-Sí…- no pudo evitar una pequeña sonrisa ante los recuerdos de cuando su madre vivía. –Era delgada y parecía que pinchaba al tacto, tenía miedo de que lastimara a las gallinas. Se la mostré a mamá y ella se sorprendió al no reconocer de qué era, ya que ella conocía cada planta en la granja.- era una mujer tan maravillosa.

-Decidieron plantarla para ver qué crecía.- continuó su padre. –Estuvieron atentas a la semilla por meses, pero nunca nada creció. Entonces…-

-Entonces mamá murió.- murmuró sombríamente. –Y yo me olvide de la semilla.-

-Tal vez tú la olvidaste, pero la naturaleza no. La ayudó a crecer aun cuando estaba fuera de nuestros planes.- señaló alegremente. –La semilla resultó ser de bambú. Cinco años atrás, cuando tenían once años, tú y tu hermana planearon plantar otra planta en el mismo lugar, pero no la dejaste porque recordaste que allí estaba la semilla que plantaste con tu madre hace tantos años.-

-Creía que la tierra de ese lugar estaba muerta.- suspiró casi burlándose de sí misma. –Estaba tan equivocada…-

-Volviste al lugar poco tiempo después, conmigo, y nunca olvidaré tu rostro cuando viste la planta de un metro de largo.- rió a carcajadas. –Pero el punto es… que ahora esa semilla creció en un bambú de treinta metros que desde aquí puede verse.- como para asegurarse, ambos voltearon a donde se podía vislumbrar la planta susodicha a lo lejos. –Tomó tiempo… mucho tiempo, pero con trabajo, paciencia y un toque sorpresivo, esa semillita que creías que iba a pinchar a nuestras gallinas se convirtió en una gran planta, bella y fuerte.- apretó su hombro cariñosamente. -¿Y sabes por qué?- finalmente Karin se animó a verlo a los ojos, encontrándose con su mirada risueña. –Porque nunca se rindió.-

La joven se quedó pensativa, y justo cuando abrió la boca para decir algo, escuchó el sonido de un golpeteo fuerte y constante de las campanas Bonshō del gran templo del pueblo, instándolos a hacer silencio mientras se hacía clara las voces de hombres llamando a todos las familias al centro.

Intercambió miradas con su padre antes de ambos levantarse de las escaleras y correr fuera de la casa. Yuzu y Rukia con las niñas se les unieron a medio camino, y juntos salieron fuera a tiempo para escuchar el mensaje que estaban divulgando los que claramente eran mensajeros del emperador.

-¡Atención todos los hombres de familia, atención todos los hombres de familia!- dijo un gordinflón montado en un pobre caballo de piernas temblorosas que apenas parecía aguantar su peso. -¡Se ha confirmado que estamos siendo invadidos por los Arrancar! ¡El reino entró en guerra! ¡El reino entró en guerra!- Karin sintió un hundimiento pesado y oscuro en su corazón. -¡Un hombre de cada familia tendrá el honor de formar parte del ejército imperial! ¡Es obligatorio!- gritó como una sentencia de muerte antes de volver a repetir todas y cada una de sus palabras con la misma intensidad.

-No…- sus ojos se ampliaron horrorizados.

¿Un hombre de cada familia? Pero… su padre era el único hombre en su familia desde que su hermano murió. Y él ya no era un jovencito, aparte de que en sus épocas militares sufrió una lección en la muñeca que prácticamente le prohibía volver a sostener una espada… ir a la guerra para él sería una muerte segura. Y como si eso no fuera ya lo suficientemente malo… las dejaría desamparadas a ella, su hermana, su cuñada y sus pequeñas sobrinitas. ¡Era una locura completamente!

Pero… su padre era un militar retirado… ¿tal vez no lo llamarían en agradecimiento a sus pasados años de servicio?

-¡Todas las familias que nombre a continuación deberán presentarse ante mí para que les entregue sus órdenes de reclutamiento!- exclamó el mensajero gordinflón. Entonces empezó a llamar a los hombres por el apellido, importándole poco los llantos de las mujeres, mirando con severidad a todos los que recibían el pergamino de sus manos, como retándolos a poner la mínima queja. –…La familia Kira.- llamó luego de muchos nombres, entregándole el pergamino a un hombre rubio que se ofreció para ir a la guerra en lugar de su anciano padre. –La familia Kurosaki.- prosiguió duramente.

Karin pudo sentir su mundo derrumbarse a sus pies.

No… No. ¡No! ¡NO!

Su padre hinchó el pecho con orgullo y les dedicó una última mirada de tristeza antes de encaminarse al gordinflón y tomar el pergamino de sus manos con la mirada de alguien que estaba aceptando su sentencia de muerte.

Y ella no pudo quedarse callada.

-¡Espere, espere por favor!- corrió hacia el mensajero imperial. -¡Esto es ridículo! ¡Mi padre ya ha servido al emperador! ¡Fue un capitán del Gotei 13 por muchos años! ¡Él está retirado! ¡No pueden obligarlo a esto!- se plantó frente a su padre casi como defendiéndolo. –No pueden hacerlo volver a la guerra, él tiene una lesión que…-

-¡¿Pero tú quién te crees que eres, mocosa?!- el gordinflón la miró despectivo mientras hurgaba en su nariz indecorosamente. –Debería controlar más a su irrespetuosa hija, Kurosaki.- su mirada de desprecio se volteó a su padre. –Difícilmente podrá desposar a una joven como esta con algo más que un campesino.- se rió de su propia broma de mal gusto.

-¡Escucha, tú, cara de cerdo asqueroso…!...- empezó a escupir con ira, pero entonces sintió una mano fuerte apretar su hombro.

-¡KARIN!- se estremeció ante el sonido de la voz de su padre reprendiéndola. Nunca antes le había gritado de ese modo. –No trates de defenderme como si yo fuera un hombre débil. No estás haciendo nada más que deshonrarme frente a todos.- él mantenía los ojos cerrados pero se notaba que claramente estaba disgustado. Ella retrocedió como si la hubiera golpeado, y sentir las manos de su hermana y su cuñada en sus hombros en señal de apoyo no ayudó en nada.

-Hmm.- el gordinflón asintió complacido después de casi haber echado espuma por la boca ante la irreverencia de una chica. –Presentese al campamento de Junrinan mañana a primera hora.- informó a su padre antes de volver a dictar apellidos.

Su padre se enfiló de vuelta a su casa con las tres siguiéndole el paso, sumamente cabizbajas y deprimidas. Él se fue directo a sus aposentos y apenas estuvo fuera de la vista Yuzu estalló en lágrimas y corrió a su habitación. Rukia abrazó fuertemente a sus hijas y le dedicó una sonrisa cansada antes de retirarse también.

Karin respiró hondo, antes de discretamente seguir la misma dirección por la que su progenitor se había marchado.

Él no podía irse, no podía dejarlas solas. Yuzu, Rukia y sus nietas lo necesitaban, ¿qué sería de ellas sin él? Algo tenía que decirle, las cosas no se podían quedar así… simplemente no. ¡No, no!

Se asomó discretamente en lo que solía ser la sala de entrenamiento de su padre para luego pasar a ser de su hermano, viendo a su padre sacar una katana de un baúl y desenfundarla suavemente.

Su corazón empezó a latir nerviosamente al verlo maniobrar con habilidad la katana, preguntándose si lo lograría, preguntándose si tal vez tenía una posibilidad, preguntándose…

Sus preguntas fueron respondidas con un gemido de dolor y el sórdido sonido del metal chocando contra el suelo de madera. Su padre siseó y se sujetó con cuidado la muñeca, posando sus ojos en la orden de reclutamiento casi al mismo tiempo que ella pero viéndola del mismo modo, como una sentencia de muerte.

Más tarde ese día, ya en la noche, Yuzu sirvió la cena y todos se sentaron a comer en silencio.

La pelinegra menor tomó un bocadillo de su deliciosa cena con sus palillos e hizo amago de llevárselo a la boca, pero entonces sus ojos se desviaron hacia la rubia, que aún tenía los ojos rojos e hinchados de tanto llorar pero aun así comía como si nada. Entonces miró a Rukia, ella alimentaba a sus hijas con su gesto estoico de siempre. Incluso las niñas estaban en silencio. Y su padre por una vez no hacía ninguna de sus payasadas.

¿Por qué? ¿Por qué estaban actuando al igual que siempre y a la vez tan diferentes? ¿Qué? ¿Acaso solo iban a aceptar la situación así como así? ¿Por qué estaban tan resignadas? ¿No había nada que hacer para cambiar sus destinos?

Los palillos comenzaron a temblar en su mano y finalmente el bocado que había tomado de su plato cayó sin gracia hasta estrellarse sobre la mesa. Todos la miraron como si hubiera rotó la "paz" en la que estaban sumidos. Eso fue el colmo.

-¡Sabes que si vas morirás!- estalló golpeando los puños contra la mesa.

-¡Karin-chan!- chillaron ambas mujeres y las niñas empezaron a llorar.

-¡No tienes por qué hacerlo! ¡No notaran tu falta si no vas, y no pueden obligarte!- se puso de pie con una mirada feroz. -¡Muchos jóvenes lucharan por el reino! ¿Para qué rayos te quieren a ti?- ¿acaso solo por el placer de destruir una familia?

-Karin, es un honor luchar para proteger al reino y a mi familia. Siéntate y termina tu cena.- contestó antes de ordenarle con suavidad.

-¿Te importa más tu honor que tu familia? ¡¿Qué haremos las cinco sin ti?! ¡Vas a morir en la guerra y nosotras por el hambre cuando nadie acepte negociar con granjeras mujeres y yo termine de espantar los pocos pretendientes que le quedan a Yuzu!- su hermana se estremeció ante aquello, pero se mantuvo callada.

-Ustedes son mujeres inteligentes y yo confió en que estarán bien aún sin mí. Tengo que hacer esto por dignidad, porque es mi deber como hombre y como padre.- también se paró, pareciendo comenzar a perder la paciencia con ella.

-¡Pero tú no…!...-

-¡He aceptado mi lugar en esta vida, Karin! ¡Es tiempo de que aceptes el tuyo de una vez por todas!- gritó.

Se quedó en shock ante sus palabras. ¿Qué quería que acepte…?...

¿El que era una mujer que solo servía para darle hijos a los hombres? ¿El verlo morir? ¿El que no podía hacer nada?

Sintió sus ojos llenarse de lágrimas y salió corriendo antes de que cualquiera pudiera darse cuenta y sin escuchar nada, azotando la puerta de la entrada y derrumbándose al pie de las escaleras raspando sus rodillas en la dura madera.

El viento sopló fuerte y cortante augurando una tormenta en lo que agitaba sus cabellos con fuerza, casi forzando a las lágrimas a escapar de sus ojos, pero no, ella no iba a llorar. Se lo prometió hace muchos años, demasiados como para fallar ahora cuando más que nunca necesitaba ser fuerte.

Caminó casi inconscientemente hasta sentarse al borde de las escaleras del templo familiar, dejando que las pequeñas gotas de lluvia comenzaran a empaparla de pies a cabeza sin importarle realmente. Su cabello se aplanó en su cabeza debido a la humedad y su coleta alta bajo hasta colgar como peso muerto, su Yukata se pegó a su piel haciendo que el agua helada le calara hasta los huesos, pero no le importaba.

Su vista se desvió hacia su hogar, preguntándose si a partir de mañana podría seguir llamándose así. Su padre se iría y más que seguro moriría en la guerra, y su pequeña familia se rompería un poquito más aún después de tantas grandes pérdidas.

Y ella no podía hacer nada…

Bajó la cabeza, posando sus ojos ahora en los charcos comenzando a formarse en el suelo, su reflejo le devolvió la mirada viéndose aún más miserable que en esta mañana, y ella seguía sin tener idea de quién demonios era y qué había hecho con Kurosaki Karin, la chica que sin importar nada daba todo por su familia, la que no se rendía.

Pero en esta ocasión era inútil torturar su mente, no había nada que pudiera hacer…

Mirando a su reflejo y examinando aquel triste rostro, de repente una alocada idea cruzó por su mente.

¿Realmente no había nada que ella pudiera hacer?

Alzó la vista al cielo nublado, cuestionando su cordura por un momento, pero bastó solo una última mirada al hogar que quería seguir manteniendo vivo y unido para fruncir el ceño con determinación y mandar todo a la mierda.

Toda su vida le habían dicho que actuaba más como un chico que como una chica. Bien, pues… ahora les demostraría que tan hombre podía ser.

Sin pensarlo ni una sola vez más, se levantó del borde de las escaleras del templo y corrió por ellas hasta llegar al susodicho. Realizó una pequeña oración a su madre y a su hermano, prometiendo honrar sus memorias y mantener a su familia unida, y rápidamente volvió a correr, solo que esta vez hacia su casa, haciendo el menor ruido posible.

Entró a la habitación de su padre y suspiró con alivio al ver la orden de reclutamiento a la vista en el suelo junto a su Futon donde él dormía plácidamente. Tomó el pergamino y le dedicó una larga mirada, sabiendo que podría ser la última, antes de salir silenciosamente del cuarto.

Volvió a la sala de entrenamiento y buscó el baúl que había visto antes, sacando la katana y desenfundándola sin vacilación alguna.

Desató su cabello que fluyó en todo su largo hasta la cintura, entonces tomó en su puño la mayor cantidad posible y utilizó la katana para cortar la gran porción de cabello de un tajo, repitiendo luego el proceso hasta que ni uno solo de sus cabellos llegó a pasar de su barbilla. Peinó su flequillo con los dedos para que no quedara ni un solo cabello en su frente y sin perder ni un solo segundo más buscó por la sala el uniforme del ejército, un shihakusho.

Llegó a su cuarto y allí se desnudó y ajustó con vendas su pecho prominente, tomando también un Obi y haciendo que rodee varias veces su cintura y también su pecho para disimular un poco más las curvas hasta el punto de que en verdad logro que casi no se notaran. Al ponerse el shihakusho y comprobar su reflejo en la katana, no vio nada más que un perfecto desconocido, pero uno masculino, y eso era exactamente lo que quería. Enfundó la katana y la ató a su cintura.

Los truenos retumbaron furiosos en el cielo mientras se escabullía al establo. Allí su yegua Mei se asustó y relinchó espantada ante su presencia, pero solo bastó el suave arrullo de su voz para calmarla y que la reconociera, dejando que la ensillara y siguiéndola voluntariamente fuera a la lluvia lejos de la seguridad del establo.

Karin lanzó un suspiro tembloroso. El sol ya estaba comenzando a iluminar el día con su luz a pesar de las nubes y la tenue llovizna, por lo que claramente logró vislumbrar su silencioso hogar, ajeno a sus intenciones, que tal vez nunca volvería a ver.

Por un momento, se le cruzó por la mente la promesa que había hecho sobre no preocupar a su familia. Sabía que morirían de la preocupación al estar haciendo esto, pero no tenía otra opción. No era el honor quien le dictaba cuál era su deber, era su corazón, su amor incondicional a su familia.

Yuzu, Rukia y las niñas estarían mejor con su padre que con ella, lo necesitaban más de lo que la necesitaban. Y no podía dejar morir a su padre, no soportaría perder a nadie más. Tal vez estaba siendo egoísta… pero era lo que consideraba correcto.

Mientras cabalgaba lejos de su casa en dirección al campamento Junrinan, mentalmente hizo una promesa a su familia. Intentaría regresar, intentaría con todas sus fuerzas volver a ellos, pero no sin antes honrar sus nombres.

Continuara...

Holaaa! :D

WUUUUJUUUUUU! Finalmente subi esta cosa! :'D Este es el fic q gano en una votacion hecha hace mucho tiempo (XP) para hacer de celebracion de mis 150 OS HK TwT Sip, sera un multi-chapter pero lo contare como OS 150 porque quiero :v

Les sere sincera, cuando propuse esto por primera vez realmente no tenia mucha idea de como hacerlo xD Solo tenia un par de cosas q queria poner, pero por lo demas ni puta idea :'v Pero justo la semana pasada me agarro un aire de inspiración repentina y... salieron las más de 6.000 palabras de este capitulo :P

Espero no haber decepcionado a nadie con esto, pero como ya habia aclarado esto sera una ADAPTACION no un copia y pega de la pelicula, y sera muy a mi estilo HitsuKarin y con muchos toques de Bleach uwu Esto obvio es AU, pero estara el Gotei 13 solo q como un ejercito y los shinigamis seran soldados. Tambien, la pelicula de Mulan tiene su toque sobrenatural con Mushu, los ancestros y eso... asi q el toque sobrenatural aquí sera q existe el Kido y es algo normal q le enseñen a los soldados, pero eso es todo, no habran shikais ni nada de eso XD

La pelicula de Mulan tambien, aparte del romance, habla más que nada sobre una guerra, y es algo que me trababa a la hora de pensar en como adaptarla, no quería q fuera igual, así q tuve q cambiar los motivos, la situacion, el lugar, y claro... el modo en el que conseguiran la victoria... todo para que no sea tan predecible nwn

Toshiro aparecera en el segundo cap, no se impacienten, y no se preocupen, si lo voy a poner descamisado 7w7

Espero esto les haya gustado, ni Bleach ni Mulan me pertenecen. Tengo un problema pequeño pero doloroso y desconcentrante en un ojo así q me temo que Extraterrestrial se retrasara un poco, tenganme paciencia por fa n_n Como ya les dije, sera un capitulo de Extraterrestrial, luego un cap de esto, así q ya saben.

COMENTEN! *o*

CELESTE kaomy fueraaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!