Disclaimer: Nada de aquí me pertenece, salvo una imaginación desesperada que se muere por salir.


En medio de la noche

Franco Reyes había perdido las cuentas de cuantas vueltas había dado sobre su cama con la finalidad de poder dormir.

No entendía por qué de su insomnio si por fin las cosas estaban bien, sus hermanos estaban en casa con sus esposas durmiendo tranquilos y Sara posiblemente también estaría en su habitación relajada.

Sabía que el sacrificio de casarse con Eduvina Trueba al final había tenido su recompensa, pues gracias a eso ahora podría formar una familia con Sarita Elizondo, agradecía que está hubiera aceptado el quedarse a vivir en la Hacienda aun cuando no estaban casados, pero no faltaba mucho para que ya compartieran habitación.

Desesperado de no poder dormir, se levantó de su cama y se talló los ojos. Un poco de agua no le caería mal en esos momentos.

No quiso prender la luz para no importunar a nadie en la casa y así, descalzo y sin camiseta, bajó a la cocina por un poco de agua. Cuál fue su sorpresa al llegar ahí, que al parecer alguien tampoco podía dormir.

En cuanto abrió la puerta, ella volteó para ver de quién se trataba. Ambos sonrieron cuando sus miradas se cruzaron

— Pensé que era el único con insomnio—se adelantó a decir el menor de los Reyes.

Sarita sonrió y le hizo una seña para que se sentará a su lado

—Pensarás que estoy loca al no poder dormir después de que todos los problemas se solucionaron—agregó Sara.

Franco se sentó a su lado y le dedicó una mirada tierna mientras le ponía el cabello detrás de la oreja.

—No, creo que se acerca nuestra boda—respondió Franco tranquilo—y que eso nos impide dormir, aunque si durmiéramos juntos creo que esto no estaría pasando

Sara soltó una risita, quitándole la mano a su novio.

—Fue muy difícil convencer a mamá de que me dejará vivir en tu casa y sólo fue con la condición de que nos casemos pronto.

El rubio de ojos azules tomó la mano izquierda de acompañante, besando el anillo que días anteriores le había entregado en medio de una fiesta.

—Sabes que pronto eso se hará realidad.

Sarita sonrió de nuevo y se acercó rápidamente a los labios de Franco, besándolos con ternura.

—Te amo, Franco—murmuro la Elizondo en medio del beso.

Franco la apartó suavemente y por unos segundos se quedó mirándola detalladamente, miró su cabello castaño, sus ojos cafés, su nariz respingada y sus labios delineados. Era la mujer más maravillosa que alguna vez había visto.

—¿Cómo pude vivir sin usted tanto tiempo Sara Elizondo? —preguntó colocando su mano en la mejilla de su novia.

Sara le quitó la mano.

—Estaba muy ocupado con cantantes de cabaret y ancianas millonarias—respondió mirando a la mesa—¿Por qué se iba a fijar usted en mí, si vivía con la tal Rosario Montes?

Después de suspirar, Franco se llevó las manos a la cara.

—¿Sigues reprochándome eso? —preguntó sin mirarla.

Dándole un beso en la mejilla, Sara se levantó de su asiento.

—No, sólo respondí a tu pregunta.

La pequeña Sara despeinó su cabello para después seguir el camino hacia su habitación, pero antes de que pudiera estar en la puerta su futuro esposo le sujetó el brazo haciéndola voltear.

—Mire señorita Elizondo—le dijo Franco mirándola a los ojos—usted no hace otra cosa que reprocharme que yo no me fije en usted mientras que usted se moría por estos ojos azules.

Sara volteó el rostro.

—Pero le quiero hacer una pregunta—continuó Franco sujetándole la barbilla para que lo mirara a los ojos—si yo me hubiera metido a su casa, a su habitación exactamente ¿Usted hubiera corrido a mis brazos?

Sara lo miró y recordó el día que lo conoció, verlo ahí con sudor y tierra sobre su cuerpo, a lado de sus hermanos, coincidiendo en secreto con su hermana que nunca había visto hombre más guapo, pero odiándolo, por ser un aprovechado, un infeliz muerto de hambre, un mentiroso.

—No—confesó—por supuesto que no. Lo hubiera echado con la escopeta.

Franco sonrió ante la confesión de su novia

—Y lo hubiera tachado de abusador—continuó la mujer bajando la mirada.

Sin decir una palabra más, el dueño de la hacienda Reyes colocó sus labios sobre los de ella.

—¿Y ahora? —quiso saber

Sara no respondió con palabras, se abrazó de su cuello y separó los labios para poder tener una buena coordinación con los de él. Amaba sus besos, la desmoronaban y perdía el piso cada que sus bocas se encontraban. Sintió como la mano de Franco comenzó a bajar por su espalda, colocándose en su pierna. Tanta intensidad era imposible contenerla.

Sin embargo el resplandor de una luz recién encendida hizo que ambos se separaran.

—¡Ay, perdón! —gritó una mujer.

—¿Qué hace aquí Quintina? —preguntó Franco abrazando a Sarita que se mordía el labio.

—Perdón Don Franquito—se disculpó la mucama—perdón señorita Sara, don Oscarito iba a venir por agua pero como yo estaba levantada me ofrecí—continuó avergonzada.

—No se preocupe—argumentó Sarita—nosotros ya nos íbamos.

Sin decir más, Sara salió de la cocina jalando a su novio de la mano, el cual mostraba una cara de desesperación que no podía con ella. Ninguno de los dos dijo nada hasta que estuvieron en la puerta de la habitación de él.

—¿Quieres pasar? —la invitó lanzándole una mirada seductora.

Antes de decir algo Sara se puso de puntillas para besarlo y justo cuando sus bocas se unieron…

—¡Quintina! ¿Qué pasó con el agua? —una voz femenina los interrumpió.

Inmediatamente Franco y Sara se separaron, girando su cabeza para encontrarse con una morena muy sonrojada.

—Ay Sarita que pena—Jimena se encogió de hombros—no sabía que estaban aquí.

Franco se recargó sobre su puerta dando un golpe con la cabeza.

El llanto de un niño interrumpió la poca tranquilidad que aún había en la hacienda. El rechinido de otra puerta se hizo escuchar.

—¿Qué es este escándalo? —preguntó un hombre molesto que se anudaba la bata de dormir—ya despertaron a mi hijo.

Sara se mordió el labio y Franco seguía dándose golpes contra la pared.

—Juan, no es nada—respondió su hermano mirando al techo—ya todos pueden volver a dormir.

—¡Juan! —una mujer rubia salió de la habitación—volvamos a dormir.

Norma miró a todos los que en el pasillo se encontraban

—¿Pasa algo? —agregó.

—Nada—se adelantó Jimena a responder—pero es mejor que vayamos a dormir, mañana tenemos que ir a buscar el vestido de Sarita.

—Tienes razón, además tenemos que pasar por mamá—agregó una Sara desesperada.

Lanzando una mirada de desaprobación a todos, Juan regresó a la habitación de la mano de Norma.

—Yo iré por el agua—sonrió Jimena tímidamente—ustedes pueden seguir.

Una vez solos, Franco abrió la puerta de su habitación dándole el paso a su novia pero esta negó con la cabeza.

—Una semana más, Franco—le recordó—una semana más y no habrá noche que no pasemos juntos. Y Jimena tiene razón, mañana tenemos que ir por mi vestido.

Le dio un beso en la mejilla y corrió hacia su habitación.

Esa mujer sin duda lo iba a volver loco, primero le reclamaba por no haberse fijado en ella y después se negaba a pasar una noche con él.

Se recostó en su cama mirando al techo y maldijo a Quintina, a su cuñada y a sus hermanos, menos mal que la construcción de las otras casas estaría pronto, pues él necesitaba su casa para él y para esa mujer que lo hacía perder la cabeza.

Sólo una semana.


No sé si alguién este leyendo esto, pero si sí les agradezco mucho su apoyo. Estoy viendo la telenovela de nuevo y me muero con esta historia y esta parejita es mi perdición.

Este proyecto es una serie de viñetas relacionadas con los preparativos de boda de Franco y Sarita, agradecería mucho sus comentarios para saber si esto tiene éxito o mejor me dedico a continuar con mis otros fics jaja.

Un beso

¿Review?

~Luriana~