Hola a todos otra vez :D
Si, dos fic nuevo en un solo día xDD
Esta vez es un fic SoyoxOkitaxKagura con Gintokixmutsu en la época medieval. Solo diré eso ya que lo demás sera una sorpresa xD
Espero que le guste y agradezco como siempre a Rasen-senpai por ser mi beta y por motivarme a poner en escrito esta loca idea *3*
[Universo alternativo con algo de Ooc]
Carmesí: 1
(...)
¿No se puede detener el tiempo?
¿O volver a aquellos días sin preocupaciones?
Dios, ¿por qué permites que esas personas hagan esto?
Como deseo ayudarlo a que sean realmente feliz.
Pero, solo podré ser un observador de cómo el destino jugará con sus corazones...
(...)
Un carruaje con guardias a su alrededor recorría el camino hacia el castillo de Rakuyou. Dentro del vehículo había una chica con un hermoso pelo azabache largos y unos ojos castaños que transmitían creciente ilusión. Iba vestida con un hermoso vestido verde con bordados blancos que dejaban apreciar el status social que poseía.
Miraba con entusiasmo por la ventana los hermosos paisajes que le ofertaba el reino que visitaba y que nunca se cansaría de ver.
—¿Cuánto falta para llegar hermano? —preguntó intentando ocultar su entusiasmo a su acompañante de viaje.
—No falta mucho para llegar. Todavía tienes tiempo para calmarte y no hacer algún ridículo Soyo — bromeaba el mayor al verla tan nerviosa y emocionada—. No es la primera vez que vas a ese castillo, tal vez sea… ¿Por el compromiso con el príncipe Okita? —había dado en el clavo al ver a su pequeña hermanita sonrojarse y él no podía evitar sentir melancolía a ver su hermanita así.
—N-no te burles de mí —reclamaba con un puchero a quien se reía divertido por sus berrinches—. Sabes muy bien que hoy especial para mí —una sonrisa llena de ilusión se formó al recordar cuando le dieron la noticia de que se iba a comprometer con el príncipe del reino de Rakuyou.
—Sí, lo sé —era la respuesta de Shigeshige a su dichosa hermanita. Solo podía rezar para que el compromiso saliera bien; después de todo, la felicidad de Soyo estaba en juego.
Él estaba perdido entre todos los árboles que había en el castillo. Miraba con sus ojos rojizas el horizonte mientras el viento hacia menear su castaño cabello. Sabía que dentro del castillo lo estarían buscando, pero eso no le importaba; solamente quería estar tranquilo y vaguear lo máximo que pudiera. No quería escuchar a nadie que le dijera que es lo que tenía que hacer en unas horas o escuchar algún comentario sobre el compromiso.
—¡Oi! ¡Príncipe sádico, bájate de ahí! —escuchó gritar una irritable y aguda voz que él conocía bastante bien; por lo que no pudo evitar reírse. De todas las personas ella junto con su difunta hermana mayor eran las únicas capaces de encontrarlo en ese castillo.
—Es príncipe Sougo, estúpida —respondió, mirando a la sirvienta de pelo bermellón y ojos azulados desde arriba del árbol.
Bastaron esas palabras para que la muchacha se acercara el árbol y empezara a patearlo para hacer caer a ese ingrato príncipe. Incluso olvidó que estaba usando el uniforme de sirvienta.
Maldecía el hecho que la había hecho ir a buscarlo mientras tenía su pequeña siesta después de haber regado el jardín de flores del castillo. Ella únicamente quería volver a su descanso.
—Esa no es la forma de actuar de una sirvienta y menos la de una dama. De hecho, ¿seguro que eres mujer? —expresó burlonamente para aquella sirvienta que intentaba hacer bajarle del árbol.
—¡Cállate! —pateaba más fuerte el árbol para que ese idiota cayera—. ¿Por qué no te caes maldita sea? — decía bastante molesta mostrando.
Estaba tan metida en su misión que no se dio cuenta cuando el muchacho bajó de este y ahora estaba a su lado mirando divertido lo que hacía. Como quería preservar para la eternidad la escena que su sirvienta idiota le estaba dando.
—El árbol no tiene la culpa de tus estupideces —comentó en el momento en que ella cesó la paliza que le estaba dando a esa pobre víctima que era incapaz de defenderse.
Y solo bastó que él abriera la boca para que la chica pelirroja lo mirara toda enfurecida.
—Estúpido sádico, si ya estás abajo, ¿por qué no me avisas? Recuerda que hoy tienes visita —reclamaba con toda razón al irresponsable príncipe que estaba a su lado—. Ahora anda que el gori...Diga, Kondo-san está preocupado por ti —se había cruzado de brazos para mostrarle al chico que el asunto era serio.
—De seguro será para decirme cómo tratar a la princesa Tokugawa —se quejaba con molestia de que lo trataran como un niño al que le tenían que decir a cada rato lo que tenía que hacer.
—¡Ja! Eso te pasa por no saber comportarte, maldito sádico —alguien había olvidado su lugar para tratar con burla y altanería a su amo—. Es mejor que vayas ahora. Después es a mí a quien reta por hacer un trabajo que no es mío —la chica ya lo estaba empujando para que empezara a caminar.
—Maldita bestia, recuerda que soy el príncipe —es que ya se había librado de su agarre para darle unos golpes en la cabeza por su altanería—. Además, si es tu trabajo como MI sirvienta per-so-nal —recalcaba con malicia a la vez que le jalaba de forma brusca las mejillas. Quien como venganza no dudó en hacerle probar el sabor de su saliva en el momento en que escupió directo a su cara.
—Haré que te toque limpiar el cuarto de Kondo-san —expresó con una sonrisa sádica al ver la cara de pánico en Kagura. Satisfecho se fue para arreglarse y recibir a las visitas.
¿Desde hace cuánto tiempo había estado en aquel lugar? Se sentía como si no se hubiera movido desde siglos. Incluso juraba que ya le estaba saliendo raíces en la tierra por ello.
Miraba el horizonte mientras vigilaba la entrada del castillo junto con su silencioso compañero de estatura pequeña con cabello corto desordenado café y ojos del mismo color. La misma persona que estaba más quieta que una estatua que dudaba si continuaba vivo o había muerto del aburrimiento como a él le estaba pasando. Aunque no le importaba. Él solamente quería terminar su turno e ir a tomar en el bar de su adorada mejor amiga.
—¡Oi! Kouki —lo llamó para obtener la atención de su compañero que estaba al otro lado de la puerta. No obstante, no obtuvo respuesta alguna. Pero eso no evitó que lo siguiera llamando de distinta forma por el aburrimiento.
—Kou-kun~ —dijo de forma melosa soltando su última carta que tenía. Aunque el precio a pagar por haberlo hecho fue que una piedra le llegara justo en sus joyas familiares haciendo que torciera de dolor.
—¿Necesita algo de mí, Gintoki-san? —preguntaba inocentemente el culpable de que ahora el permamentado estuviera revolcándose como un animal en la tierra.
—Maldito —soltó con desprecio al joven de ojos café desde el suelo mientras intentaba recuperarse—. ¿Ahora cómo dejaré descendencia? —le reclamaba.
—Hice un gran servicio a la humanidad al no permitir que se reproduzca —expresaba sin arrepentimiento alguno —. Además, debemos estar atentos ya que llegarán el rey y la princesa del Reino de Edo —solo bastó decir aquello para que el permamentado aun en el piso volviera su mirada al frente.
—Todavía no puedo creer que ese mocoso se comprometa antes que yo —soltaba con veneno el de los ojos de pez muerto, dando a notar la desaprobación a aquel compromiso.
—Es por el bien del reino, Gintoki-san —contestó el de pelo castaño. Obteniendo un chasqueo de lengua por el permamentado.
Cuando el carruaje llegó a las puertas del castillo el cielo se había adornado con un hermoso color anaranjado que devoraba todo con su color.
Soyo al bajar del carruaje con ayuda de su hermano no podía evitar estar de los más risueña mirando el castillo. Junto con su hermano se aventuró dentro del castillo donde cada sirvienta, soldado y caballero le daban la bienvenida con una reverencia. Cuando llegaron al salón principal vieron la espalda del príncipe, quien se encontraba hablando con sus dos consejeros.
Soyo no pudo evitar sonrojarse cuando el príncipe dio la media vuelta y ver lo guapo que estaba con aquel traje militar blanco con bordados amarillo que le quedaba. Y su mirada rojiza era tal como recordaba desde su última reunión hace tres años.
—Bienvenido al reino Rakuyou, rey Shigeshige y princesa Soyo. Espero que no hayan tenido problemas durante el viaje —versaba con cortesía a sus invitados.
—Es un gusto volver a verte príncipe Sougo —le respondía de igual manera mientras se daban un apretón de mano, mostrando aquella amistad que existía entre los dos reinos—. Aunque tuve que soportar a una ansiosa Soyo por llegar pronto —confesaba descaradamente sin importarle que su hermanita se sonrojara, convirtiéndose en tomate. Después de todo, era su deber como hermano mayor molestar a su pequeña hermana.
—N-no digas esas cosas —reclamaba la única afectada por aquel comentario.
El de pelo castaño puso su mirada en la princesa, quien no pudo evitar estremecerse.
—Es un honor que me quiera ver princesa Soyo —exponía con una sonrisa que hacía a la azabache estar más encantada con él.
—E-es que llevamos t-tiempo sin vernos y… pues… —se excusaba bastante nerviosa, jugando con sus dedos. Mientras tanto, todos miraban aquel espectáculo que ella inconscientemente protagonizaba.
—Bueno, bueno. De seguro estarán cansados por el duro viaje —había intervenido con una gran sonrisa uno de los consejeros que tenía más parentesco a un gorila que a un ser humano—. Después podemos hablar sobre el viaje y el compromiso.
—No se preocupe por ello, nosotros no queremos ser una molestia —respondió el rey de Edo mostrando la humildad que tanto le caracterizaba.
—No, Kondo-san tiene razón —agregaba Sougo a sus invitados—. ¿Qué les parece si hablamos mientras comemos? La cena está lista —propuso haciendo que todos los del salón aceptaran de inmediato y fueran al comedor sin demora alguna.
Se sentía tan solitario en aquel lugar.
¿Desde cuándo había empezado a ir a aquella tumba rodeada de flores? ¿Por qué era el único lugar donde encontraba paz y la determinación de seguir con su decisión de ser caballero?, Eran las preguntas que Kouki se hacía cada vez que sus pies se movían solos hacia ese punto específico. Solo cuando llegaba y veía aquella tumba, encontraba la respuesta.
Aquel sitio era de él.
—Veo que él volvió aquí —dijo al darse cuenta de que había unas flores puestas cuidadosamente, como si fueran sagradas. De seguro era obra de su compañero de cabello plateado quien debió haber venido antes de ir a algún bar. Y no pudo evitar sonreír con amargura—. Él... realmente te amaba —soltó con aflicción a la persona a la que le pertenecía aquella tumba—. Él sigue siendo un idiota, pero no te preocupes, yo lo cuidaré por ti —comentaba, sentándose entre las plantas sin miramiento alguno, como si la persona de esa tumba lo estuviera escuchando—. También lo haré con el príncipe. Quien, por cierto, decidió casarse con la princesa de Edo por el bien del reino —mofaba con cierta amargura, mostrando que era uno de los que estaban en contra del compromiso—. Y a pesar de que no lo muestre, ella debe estar sufriendo, ¿no lo crees? —en su mente aparecía una sirvienta rebelde de cabellos bermellón. También recordó el instante en el que se fue a refugiar en su establecimiento después de que se enteró del anuncio.
Solo dire que... las dudas serán respondida en los siguientes capítulos :'v