Los personajes le pertenecen a Stephenie Meyer, salvo los que yo cree para esta historia. La historia es mía.


Capítulo beteado por Yanina Barboza, beta de Élite Fanfiction (www facebook com/ groups/ elite .fanfiction)


Epílogo

Dos meses después…

—Te das cuenta, ¿no? Todo el tiempo que pasarás aquí. Bella, ¿por qué hiciste esto? Hubiera traído a Noa, hubieras aceptado, estaríamos…

—No la menciones —lo cortó.

—Es mi hija. Y no la veo desde que los oficiales la buscaron en mi casa. ¿Pretendes que haga como si nada? ¡Yo también estoy perdiendo en esto, Bella!

Isabella miró a Edward a los ojos, los cuales estaban cargados de bronca por su culpa. Comenzó a pellizcarse las manos, un hábito que había adquirido en su encierro.

—Lo sé —respondió finalmente—. Si te digo que quiero ir contigo, ¿podrías hacerlo ahora?

Edward la miró con algo de sorpresa, ¿Bella estaba aceptando su propuesta?

—¿Cómo dices?

—Quiero irme… contigo —susurró, temiendo que alguien la escuchara.

—Tal vez sea más complicado que antes, pero lo intentaré. —Ella asintió en respuesta—. Bella, aunque salgas ahora…

—Lo sé, ya no estará con nosotros. —Volvió a asentir—. Mejor date prisa.

—Ahora quieres que me apure —bufó torciendo una sonrisa. Antes de que se levantara, Bella tomó una de sus manos y la sostuvo fuertemente. Edward la miró en ese instante, memorizando su tacto ya que la extrañaba mucho. Bella hizo lo mismo en su mente, ansiando que su próximo encuentro sea fuera de ese lugar.

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Emmett y Rosalie caminaban con su hija de la mano en medio de ellos. Ian iba de la mano libre de su padre caminando al mismo ritmo que ellos. Pasos lentos que los llevaban a la escuela, a la cual su hermana iría por primera vez.

Eran tantos los momentos que se habían perdido con Kay, lo que hacía que ambos padres quisieran demorar en cada nuevo avance de su hija más de la cuenta.

—Mamá, se hace tarde —protestó Ian a pocos pasos de la entrada.

Rosalie sostenía ambas manos de su pequeña, quien llevaba dos coletas y cargaba su mochila en su espalda. Emmett no dejaba de sonreír y sacar fotos a su hija, cual padre orgulloso.

—¿Estás segura que no quieres que te acompañemos adentro, cielo? —le preguntó Rose por milésima vez.

—No, mami, estaré bien. Ian me acompañará a mi salón —sonrió. Rosalie asintió aceptando la derrota, Kay se acercó a ella dándole un cálido abrazo y un sonoro beso en la mejilla—. Los veré a la salida —saludó a Emmett con la mano y caminó junto a su hermano, quien la esperaba para ingresar a la escuela.

—¿Crees que estará bien?

—Van a estar bien, Rose. Ni se acordarán de nosotros —rio Emmett abrazándola por los hombros.

—Me alegra que al fin pueda empezar —comentó mientras se secaba una lágrima con la mano.

—A mí también. Creí que nunca estaría lista, pero ha mejorado bastante.

—Mi bebé.

—Mamá, papá… seguimos aquí —interrumpió Ian. Rosalie contuvo la risa.

—¿Y qué esperan para entrar? Vayan, ¡vayan! —Ambos niños rieron y corrieron para ingresar al edificio.

—Somos patéticos —susurró Rosalie.

—Totalmente —coincidió Emmett mientras se daban la vuelta para regresar a su casa.

Kayla había mejorado mucho, saber que tenía el apoyo de sus padres y el resto de la familia le fue de gran ayuda. Conforme los días pasaban se mostraba más comunicativa y extrovertida. Sus padres reconocían que volvía a ser la de antes, solo que un poco más madura. Ya no hacía las cosas de una niña de cuatro años, era más atenta, curiosa e independiente. Eso sí, las tardes donde podía acostarse entre medio de sus padres luego de la siesta eran su momento favorito del día, hasta que se sumaba Ian y ya casi no entraban en la cama.

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Emmett tardó tres meses en hacerle frente a su hermana. Se tomó un tiempo al salir del trabajo y fue a verla, temiendo que ella rechazara su visita.

—Vaya sorpresa —soltó Bella al verlo sentarse. Su cabello había crecido unos centímetros, su piel que ya de por sí era pálida, ahora parecía mucho más blanca a falta de sol.

—Dímelo tú. ¿No te dejan salir de vez en cuando? —preguntó sin dejar de mirarla.

—¿Hmm?

—Te ves muy pálida.

—Sí, bueno, no me gusta salir. Me quedo en una esquina leyendo.

—Entonces no la pasas tan mal… —Bella enarcó una ceja.

—Alice me trajo los libros.

—Tu mejor amiga.

—Ya. ¿Por qué a todos les molesta mi decisión? Ni tú ni Rosalie se hubieran hecho cargo, sé cómo tus hijos ignoran a la mía, no quiero ni saber cómo son ustedes con ella. Si es que la ven, claro —bufó.

—Bella, nunca critiqué tu decisión. Y no, Ian y Kay no se han molestado con Noa, ella fue quien les dio la espalda primero.

—No voy a creerte.

—Noa empujaba a Kay en los recreos y la hacía tropezar. Ian siempre llegaba para intervenir, pero ¿sabes qué? Ella los culpa a ambos de que estés aquí.

—Alice decidió cambiarla de escuela por su culpa.

—¡Bah! Di lo que quieras. —Se cruzó de brazos ya bastante molesto con la situación, ¿es que nunca podían hablar bien?

—¿A qué viniste? —Trató de cambiar la dirección de la conversación, no iba a admitirlo pero le alegraba un poco que su hermano viniera a verla.

—Quería ver que estuvieras bien. —Bella rio—. Hablo en serio, Bella.

—Sí, lo sé. Qué irónico.

—Estás bien, ¿no?

—No lo sé, tú dime. Estoy encerrada sin poder ver a mi hija. ¿Cómo esperas que esté?

—No tiene sentido hablar contigo.

—No te preocupes, hermano, desapareceré de tu vida y no tendrás que volver a verme. —Emmett entrecerró los ojos, pero pensándolo mejor, mejor no quería saber a lo que su hermana se refería. Ya había tenido suficientes problemas con ella, ¿qué sentido tenía cargar con problemas ahora?

—Te veré otro día. —Se puso de pie, Bella lo imitó ya que pensaba volver a su celda en cuanto él se fuera, pero para su sorpresa Emmett la atrajo y le dio un abrazo—. Cuídate, Bells. —Dejó que la abrazara, conteniendo cualquier emoción que ese gesto le producía. Emmett se separó de ella y se marchó. Esa fue la última vez que se vieron.

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Un año y cinco meses después...

El jardín estaba ocupado por una gran cantidad de niños correteando de aquí para allá, había una cama elástica de la cual muchos no querían bajar ni aunque sus padres les llamaran la atención. Una mesa rectangular se ubicaba a un lado cerca de un árbol, el mantel que en un principio era blanco, ahora estaba cubierto por muchas migas, bebidas volcadas y servilletas usadas, el pastel seguía intacto.

—Realmente creo que no fue una buena idea —susurró Rosalie mientras comía un muffin.

—Bueno, lo cierto es que no se me ocurrieron muchas ideas, no quiso decirme lo que quería. Me vi obligada a improvisar, no se cumplen once años todos los días.

—¿Podemos comprar una cama elástica para nosotros? —interrumpió Jasper. Emmett lo seguía con las gemelas en brazos.

—Jasper, ¿cuántos años tienes?

—Le daríamos buen uso.

—Nosotros podríamos, Rose… ¿no? —preguntó Emmett dudando ya que su esposa le lanzó una mirada de advertencia—. ¡A los niños les va a encantar!

—Ya ni recuerdo para quién era el cumpleaños —suspiró Alice recogiendo algunos trastes del piso.

El pastel de chocolate era su favorito, por eso no podía quitarle la vista de encima. Eso y que nunca había visto un pastel tan grande. Sabía que existían más grandes por los que veía en televisión pero nunca tuvo uno así para su cumpleaños.

Recordó su último cumpleaños, tan distinto a lo que era antes y ahora. Pasó un dedo por la cobertura y le dio una probada, definitivamente era lo mejor que le había pasado.

—¡Te atrapé! —Unos brazos la atraparon de espaldas y ella profirió un grito de sorpresa—. Feliz cumpleaños, preciosa.

—Gracias, papá —rio quitando un poco más de cobertura para ponérselo en la nariz. Edward rio y se apartó de ella para limpiarse—. ¿Qué estás haciendo aquí?

—No iba a perderme tu cumpleaños, nena. —Noa se lanzó a sus brazos y él la sostuvo fuerte, sintiendo la calidez de su hija. Eran pocos los momentos que pasaban juntos, había llegado a un acuerdo con Alice y Jasper, ellos no iban a privarle ver a su hija y Noa debía saber la verdad. Al principio no fue fácil, incluso ahora en su cumpleaños las cosas no estaban del todo bien. La vida era dura para ellos, no podían estar juntos como familia, ella iba a esperar a que su madre fuera puesta en libertad y él debía encargarse de que Bella saliera pronto de allí. Esto último sin hacérselo saber a nadie de la familia.

—Te traje un regalo. —Se separó de ella y le dio una pequeña caja color lila con un moño violeta. Noa la tomó con cuidado para abrirla, encontrando un relicario en su interior—. ¿Te gusta?

—Es muy lindo —sonrió abriéndolo—. ¿No tiene foto? —preguntó notando que el interior del relicario estaba vacío.

—Aún no, tal vez… más adelante quieras ponerle tú la foto. —Acarició su largo cabello ondulado.

—Tengo que volver a la fiesta, llevo mucho tiempo escondida —se excusó Noa.

—Está bien, ve. —Ella volvió a abrazarlo y luego corrió de regreso a donde todos estaban. Edward la vio irse y volvió a su coche antes de que alguien lo viera, no quería que Emmett y Rosalie se enfadaran porque él estaba ahí. Bella lo mataría.

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Edward había aceptado que las cosas no serían como él quería que fueran, algunas podrían cambiar, otras era mejor que se mantuvieran así.

Le entregó las llaves de su casa al dueño de la inmobiliaria ya que iba a mudarse y necesitaba el dinero.

Regresó a su casa a paso lento, todavía tenía tiempo de sobra para llegar, debían hacer una parada antes de marcharse. Ese sería el último día que pasarían en Forks. No querían llamar la atención de nadie, él de por sí ya tenía muchos ojos en su espalda y le molestaba.

Renée había fallecido hacía unos meses, se puso en contacto con él los últimos días que estuvo en el hospital y le entregó una carta para su hija y unos documentos, entre los cuales se hallaba su testamento donde dejaba gran parte de sus bienes a Bella, entre ellos su casa. Edward sabía que Bella no aceptaría nada de su madre después de todo lo ocurrido. Que Renée sintiera culpa y eligiera ese medio para disculparse era otra historia. Decidió actuar a escondidas, consiguiendo que Bella firmara el testamento sin saberlo, lo cual le costó mucho que lo hiciera sin leer nada, y así usar todo el dinero conseguido para pagar su fianza.

Encontró las maletas fuera de la casa esperando ser cargadas en el auto, las luces estaban apagadas y parecía que nadie se encontraba en su interior.

—¿Bella? —llamó sin obtener respuesta alguna—. Mierda.

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El sonido del timbre la puso alerta, en solo segundos miles de niños salieron por la puerta principal, los más pequeños corriendo hacia sus padres, muchos se dirigían hacia el autobús escolar que los llevaría a su casa, otros simplemente caminaban por la acera ya que se iban caminando.

Esperó paciente, temiendo no reconocer a su hija de entre todos ellos. ¿Qué tan alta estaría? ¿La vería? ¿Recordará quién era ella?

Vestía un tapado negro con lentes de sol que cubrían sus ojos, solo para que la gente no la reconociera, no es que fuera tan reconocida, pero Forks no era un pueblo tan grande como para que la gente se olvidara de su rostro o de lo que había hecho.

Sintió un escalofrío en su espalda cuando finalmente la vio salir y bajar las escaleras. Noa no la miraba, tenía la mirada en el suelo y llevaba las manos en sus bolsillos. Sí, estaba mucho más alta de lo que recordaba y se parecía mucho más a ella en su infancia. Sonrió al notar el relicario colgar de su cuello.

Se quedó estática observándola, solo necesitaba verla una vez más.

Noa levantó la mirada y se encontró con ella, podría no reconocerla, hacer de cuenta que no la había visto, ignorarla y seguir de largo. Pero ahí estaba, a escasos pasos de distancia que ninguna se animaba a cortar.

Bella no pretendía que la viera, o sí esperaba que eso pasara. Le dolía pensar que las últimas veces que vio a su hija fue para despedirse, incluso esta.

El aparcamiento, como la calle, poco a poco se fue vaciando, quedando solo ellas dos frente a frente. El sonido del viento era lo único que llegaba a interrumpir su silencio.

—Noa… —susurró intentando que la voz no se le quebrara al hablar, quitándose los lentes para verla mejor.

La niña caminó lentamente los pasos que las separaban y Bella esperó paciente, Noa casi le llegaba a los hombros de lo alta que estaba, ya no era su pequeña niña a la que cargaba en brazos todos los días, incluso su rostro también había cambiado. Cuando solo las separaban unos centímetros, Bella la atrajo a sus brazos y Noa correspondió a su abrazo. Ambas rompieron en llanto en ese momento, el cual era todo lo que necesitaban.

Edward llegó corriendo, casi sin aire y se sostuvo de las rodillas al ver que no había llegado a tiempo. Negó con la cabeza recuperando el aire y se acercó a ellas, rodeándolas con sus brazos. Finalmente, estaban los tres juntos, sin nada que decir, solo unidos por un abrazo que deseaban que no se terminara nunca.

Fin.


Muchas gracias Yanina por el beteo del capítulo y de la historia en sí.
Bueno, eso es todo. Dejo a deducción de cada quién el final de Edward Bella y Noa. Tal vez la secuestren o tal vez la lleven de regreso con Alice y Jasper, ustedes dirán. Muchas gracias por haber leído la historia, por cada review que dejaron. Espero que les haya gustado ❤ Hasta la próxima!