A los que creyeron que abandoné este fic por serle fiel a mi religión… pues no. No pensé en abandonar el fic, pero mi problema recae en que soy una universitaria sometida que decidió cambiar de carrera y que todos estos meses de ausencia se debe a que ahora sí que no tengo vida que no sea dedicada a trabajos y exámenes.

Perdón por dejarlos esperando por tanto tiempo, voy hacer todo lo posible por actualizar más seguido.


Mimi salió de la sala de visitas con el corazón latiendo tan fuerte que podía escucharlo como si tuviera un amplificador.

Si cerraba los ojos fácilmente podía visualizar la sucia y oscura mirada de aquel hombre, y también recordar perfectamente su risa carente de gracia.

Sin embargo, aquello que más causaba el temblor que se extendía por sus extremidades era el recuerdo de los labios de Yamato Ishida sobre los suyos.

Cuando encontró a Takuya cerca de la puerta de salida él estaba hablando con la chica con la que se encontraron al llegar. Notó de inmediato que el castaño se quejaba de algo que hacía a su acompañante poner los ojos en blanco.

Takuya había actuado como si no la conociera. ¿Por qué parecía todo lo contrario?

Suspiró y bajo su mirada a sus manos temblorosas. No quería preocuparlo sin razón, por lo que tuvo que encontrar voluntad de donde no la tenía y apretar los puños para detener el movimiento involuntario.

Lo llamó en voz baja, pero ellos pudieron escucharla ya que la antesala a excepción de ellos tres se encontraba vacía.

— ¿Todo en orden? — Le preguntó él casi de inmediato — ¿Por qué estás tan pálida?

— Bueno, supongo que al final sí lograste asustarme de venir. Yamato… él…— Carraspeo para quitar ese molesto nudo que se formó en su garganta — Quiere hablar contigo. Yo esperaré aquí.

— ¿Segura? Sé bien que no le hará gracia que no vaya de inmediato, pero puedo llevarte a casa y luego regresar – Takuya con toda su discreción miró de reojo a la chica de verde atrás de él — No quiero que pases un mal rato.

Bueno, creo que ya es un poco tarde para eso…

— No te preocupes. Él me quiere fuera de aquí lo más pronto posible — Admitió haciendo una mueca — Así que será rápido con lo que sea que quiera decirte.

Se sintió realmente expuesta ante la escrutadora y seria mirada de Takuya. Él parecía estar teniendo un debate mental sobre cada una de sus palabras que incluso ella sabía que no concordaban con su voz apagada.

— ¿No piensas ir de una vez? — Mimi esta vez vio de frente a la otra chica y esta la ignoro mientras sonreía. Era evidente que le causaba cierta satisfacción ser el centro de atención incluso solo estando ellos tres — Ya la niña te dijo que va a estar bien, Kambara.

Los reflejos de Takuya fueron increíblemente veloces. Fue cuestión de un segundo y ya estaba sujetándola del brazo — Hazme un favor y lárgate de una puta vez, Yuri. Yo no tengo por qué aguantarte.

La tal Yuri hizo una mueca de dolor y se soltó — Siempre eres tan grosero. No sé cómo Yamato puede confiar en ti.

— Sigues con vida — Le recordó con acidez — Y en parte es gracias a mí. Ahora vete. Ya le jodiste el día a Yamato, no lo hagas también con el mío.

— ¿En serio? — Dijo ella sonriendo de lado — Yo diría que todo lo contrario — Y los ojos oscuros de ella estuvieron fijos en los de Mimi al momento de decir.

Mimi arqueo una ceja y quiso reírse. ¿A qué clase de tontería jugaba esa mujer?

— Hablo en serio — Takuya miró por última vez a Mimi y caminó hacia la puerta que daba a la sala de visitas.

— ¿Y tú quién eres? ¿La mula de alguien? — Yuri caminó alrededor de la oji miel observándola como si fuera una especia en exhibición.

— ¿Disculpa? — Respondió extrañada, y un tanto ofendida por la insinuación de que transportaba droga — Según escuché no te quieren aquí, ¿Por qué no haces caso y te vas?

Aquella sonrisa de suficiencia desapareció — No te conviene hablarme así, niña. Pensándolo bien… No es necesario que me digas quién eres, puedo averiguarlo por mis propios medios.

— Haz lo que quieras.

— Pobre… esa mirada me recuerda tanto a un pequeño venado a punto de ser asesinado por un cazador. Tú eres la que no debería estar aquí.

— Supongo que debes pensar eso de cualquiera que no venga a acostarse con un prisionero, ¿O me equivoco?

Las bonitas facciones de Yuri se tensaron, ella se acercó y la sujetó del cabello con fuerza — Escúchame muy bien. ¿Sabes quién es Ryo Akiyama, cierto?

¿Cómo podría no saber quién es? Tal vez nunca lo ha visto en persona, pero ha oído lo suficiente como para no quererlo ver jamás, ese hombre ese el personaje sin rostro de aquellas pesadillas que no son protagonizadas por un perverso y ensangrentado Yamato.

— Lo sabes — Respondió Yuri por ella — Al menos sabes lo que ha hecho y de qué es capaz. Pues… él es mi hermano mayor. No creo que quieras hacerlo enojar. Así que pórtate bien y mantente fuera de mi camino.

Debido a la impresión no fue capaz de responder ante aquello. Yuri le dio una palmada en su mejilla derecha y le sonrió, seguidamente se dio la vuelta y abandonó la antesala.

Mimi se llevó una mano a sus labios y se permitió tomar una gran bocanada de aire. Retrocedió hasta apoyar su espalda contra la pared.

¿Esa mujer es hermana de Ryo Akiyama? ¿Por qué Takuya la conocía? Si Akiyama quería asesinar a Yamato y a todo aquel que estuviera de su lado, incluyendo a Takuya… ¿Por qué rayos ella estaba aquí?

Siendo la hermana de un enemigo peligroso…

Dios santo. ¿En qué clase de pesadilla me he metido…?


— ¿A dónde carajos pensabas ir tú sola?

Mimi escuchó la puerta principal siendo cerrada con mucha fuerza y rodó los ojos ante la paranoia de Takuya. En ese momento ella no estaba de humor para recibir quejas respecto a su desconsideración hacia su niñero. ¿No le había quedado claro cuando durante el viaje de regreso de la prisión ella no dijo ni una sola palabra?

— No quiero hablar, Takuya. Déjame en paz. ¿No tienes algo que hacer que no sea estar en mi casa? — Respondió quitándose su suéter negro y dejándolo sobre el respaldar de una silla.

Él la miró con la boca abierta y luego rio — Ok. Yo… definitivamente no te entiendo — Declaró alzando sus brazos y luego dejándolos caer a sus costados — Fuiste a la jodida prisión, ¿No? deberías estar satisfecha porque conseguiste que te llevara y seguramente aclaraste la duda relacionada con tus pesadillas y Yamato, y toda esa mierda.

— Sí, claro. Resolví mis dudas, Takuya. Gracias. ¿Ya puedo irme a mi habitación o también me vas a acompañar? — Preguntó con las manos apoyadas en su cintura.

Si seguía hablando con el moreno terminaría por explotar. Lo que quería era estar sola para pensar mejor las cosas y reflexionar sobre lo mierda que se ha vuelto su vida.

— Bien. Enciérrate si eso es lo que quieres. No debería ni preocuparme por ti. Esa no es mi obligación, mientras sigas con vida yo cumplo mi parte.

Mimi no lo soportó más. Se encogió en el suelo y aferró las manos a su cabello a la vez que lo desordenaba con desesperación. Se quedó ahí, incomoda, frustrada y asustada.

— ¿Por qué conoces a esa mujer? — Preguntó en voz baja.

Takuya apenas pudo oírla debido a que el rostro de ella estaba oculto por su cabello. Él parpadeo y supo que el enojo de Mimi era verdadero y no solo una rabieta.

— ¿De qué estás hablando?

— Hablo de Yuri Akiyama — Contestó levantando la cabeza para verlo a los ojos – Ella es la hermana menor del hombre que quiere asesinar a Yamato y a todos aquellos que se relacionen con él, incluyéndote. Así que no me explico qué hace ella visitando a Yamato, porque sí, Takuya, no soy estúpida y sé que estuvo revolcándose con él aun estando en esa sala, pude deducirlo perfectamente.

Lo vio maldecir varias veces, tiró de su cabello e incluso pateo una silla cercana. Luego respiro hondo y volvió a revolverse el cabello — ¿Qué te dijo ella?

— No mucho. Solo me amenazó porque dije algo que no le gustó. Pero eso no me importa ahora. Respóndeme, Takuya. ¿Cómo es posible que esa mujer visite a Yamato? ¿Nadie considera que pueda estarle dando información a su hermano?

— Ella no haría eso jamás — Dijo casi automáticamente — No si sabe lo que le conviene.

— Muy bien — Mimi se levantó del todo y fue a sentarse en el sofá – Explícame de qué forma le conviene no traficar información que pueda perjudicarlos a todos ustedes.

— Mimi…

— Merezco saber la verdad si ya estoy involucrada.

— Tú no estás…

— Lo estoy, y lo sé muy bien. Por favor, dime la verdad. Siento que me voy volver loca si al menos no comprendo en qué estoy metida.

Maldita sea la hora en la que la cagaste tan en grande, Yamato…

— No puedo contarte con lujo de detalles porque no los conozco — Accedió con resignación — Puede que conozca a Yamato desde hace unos años, pero no precisamente hemos tenido tiempo para compartir todas nuestras experiencias de vida.

— Está bien.

— En realidad Yuri se apellida Matsuki. Yamato la conoció a ella y a su otro hermano en el último reformatorio en el que estuvo cuando era adolescente. Ambos tuvieron una especie de aventura. Ella se enamoró estúpidamente de él, pero él no. Su relación fue más que todo coger en todas partes y todo lo demás que puedas imaginarte. Cuando cumplieron la mayoría de edad desaparecieron de la vida del otro y luego Yuri quedó encantada cuando supo que el amor de su miserable vida trabajaba para su hermano. La cosa es que esa mujer está desquiciada por Yamato y no le importa nada más que él, incluso no le importa que él no la ame. Hace todo lo que le pida, aunque signifique arriesgarse para traerle información sobre Ryo. Es por eso por lo que la vimos hoy en la prisión, ya sea que hayan cogido o solo se hubieran besado, eso es pura calentura de Yamato y falsas ilusiones de Yuri.

— ¿Quién es el otro hermano?

— No conozco mucho sobre él. Solo sé que tiene problemas con Yamato, pero que eran cercanos cuando eran adolescentes. Ahora mismo no recuerdo su nombre, Yamato nunca lo menciona, y Yuri tampoco. Algo bastante turbio pasó entre esos tres, de esto estoy seguro.

Esa mujer estaba loca de amor por Yamato. Literalmente. Ponía en riesgo su seguridad solo por él.

— Y a Yamato no le importa lo que pueda pasar con ella — Susurró más para sí misma que para Takuya.

— También pide que la vigilemos a ella, pero no al grado que te vigilamos a ti. Ya te dije, lo que hay entre Yamato, Yuri y su hermano es bastante complicado. Él pide que vigilen a Yuri como un favor a su hermano.

¿Qué clase de deuda tendría Yamato con ese otro hombre como para proteger a una persona que solo usaba como informante y compañera sexual?


Yamato salió de la sala de visitas y fue directo a su celda privada.

Cuando giró en la siguiente esquina pudo divisar la celda y se detuvo.

La puerta estaba entreabierta. ¿Quién demonios había entrado y para qué? Nadie aparte de él podía entrar ahí. Ni siquiera los guardias. Ellos tenían un trato. Él se encargaba de reducir los asesinatos internos y ellos lo dejaban de joder con sus malditas inspecciones semanales.

Caminó los pocos metros que le quedaban para llegar y abrió esperando que alguien lo atacara tal y como ya había sucedido en varias ocasiones, pero solo encontró a un hombre de cabello castaño claro y ojos rojizos recostado cómodamente en su cama mientras jugaba con su cabello.

La expresión de Yamato no cambio cuando habló — Levántate y lárgate. No deberías estar fuera de su ratonera.

— Me privas de cualquier contacto humano y ahora me llamas rata — Se quejó frunciendo el ceño.

— ¿Qué diablos quieres, Takato?

— Yuri vino a verte, ¿Cierto?

— ¿Vas a reclamarme que tu hermana viniera a verme a mí y no a ti? — Preguntó arqueando las cejas — Eres tú quien no quiere verla.

La mirada tranquila del castaño se oscureció. Takato se levantó de la cama para estar a la misma altura que el rubio — No quiero verla jodiéndose la vida por un bastardo como tú.

Yamato puso los ojos en blanco — Deberías superar eso ya, Matsuki.

— Es fácil para ti decirlo. Tú eres quien le arrebata la vida a personas importantes para quienes están a tu alrededor.

— Joder, sino viniste para algo importante entonces lárgate. Ya soporté a tu hermana como para tener que soportarte a ti también.

— Claro, yo entiendo — Contestó levantando las manos mientras sonreía de nuevo — Ver a mi hermana, a Takuya y a esa señorita que antes no habíamos visto por aquí debe ser agotador.

Él se dio la vuelta, nada en su expresión había cambiado. Tomó asiento sobre su cama y apoyó sus manos sobre la superficie para darte soporte — ¿Cómo diablos sabes eso? — Preguntó sin mostrar un atisbo de sorpresa al enterarse que alguien ahí adentro ya sabía sobre la existencia de Mimi Tachikawa.

— Uno de los reos lo comentó en el almuerzo — Dijo casualmente — Te vio revolcándote con ella luego de que mi hermana se fuera. ¿Tan necesitado estás? ¿En qué momento pudiste conocerla? Ah no, espera, no me digas. Seguro la conociste mientras jugabas al universitario. ¿Cómo le hiciste para pasar desapercibido tanto tiempo, Ishida?

Las venas en el cuello de Yamato comenzaron a resaltarse sobre su pálida piel. Miles de veces se había cuestionado por qué hasta el momento no se había desecho de la molestia que suponía Takato Matsuki, pero ese hombre era un elemento clave en su venganza con Ryo Akiyama.

Y nada tenía que ver con que fueran medios hermanos. A Akiyama no le importaba nadie a además de él y su dinero, eso lo supo muy bien cuando se enteró que por mucho tiempo abusó de Yuri tanto antes como durante su estadía en el reformatorio. Y Takato no era una excepción. Llegó a ser vendido a mujeres adineradas que gustaban de involucrarse con menores, incluso podría jurar que la virginidad de esos dos terminó a manos de un desconocido, o hasta del mismo Akiyama.

Sacudió la cabeza cuando miles de recuerdos llegaron a su mente de los infernales días en el reformatorio — Sé que sueles hacerte el idiota la mayoría del tiempo, pero dudo mucho que solo hayas venido a preguntar por tu hermana. ¿Qué quieres?

— Hablé con mi abogado. Al parecer están considerando reducir mi condena y concederme la libertad — A pesar de que aquella noticia pareciera ser buena, no lo era para ninguno pues los colores abandonaron sus rostros. Takato por el miedo, y Yamato por el desconcierto.


Después de varias semanas durmiendo tranquilamente con excepción de la reciente pesadilla con Yamato, era poco más de media noche y Mimi no podía conciliar el sueño.

Los sucesos del día anterior se reproducían continuamente en su cabeza. Cada uno de ellos con tal claridad que sentía que los vivía de nuevo.

Cuando por fin aceptó con resignación el insomnio, se sentó sobre el colchón y acomodó las almohadas para recostarse. La habitación estaba en penumbras pues la única iluminación provenía del alumbrado público de afuera. Esa noche no había luz de luna, tan solo una interminable tormenta que inició desde hace varias horas atrás y que no había perdido fuerza. La lluvia golpeaba la ventana gracias al viento que justamente azotaba en su dirección.

Mimi suspiró mientras veía las gotas deslizarse sobre el vidrio y en un movimiento involuntario llevó la mano a sus labios.

Yamato la había besado. Y ella al final terminó correspondiéndole.

Siempre tuvo presente que él era atractivo. Desde el momento en que lo vio cuando fueron presentados aquellos fríos ojos azules le llamaron mucho la atención pues su color asemejaba al cielo nocturno. Sin embargo, nunca consideró fijarse en él de forma sentimental, solo era un chico de buen ver y ya está. Ni siquiera pensó en cómo sería besarlo.

Y ahora, aquellas dudas que jamás tuvo fueron aclaradas. Sí, se besaron, pero detrás de aquel acto no existía una justificación que hiciera alusión a un "arrebato pasional", sino a un intento por despistar de la extraña relación que la unía a Yamato a aquel otro prisionero que los estuvo observando. Él la beso para hacerle creer a ese hombre que ella era una mujer cualquier con la que se acostaba y no alguien cuyos subordinados protegían. Las palabras que le fueron susurradas:

"Responde o te matarán"

La explicación fue dicha con un tono ronco y acelerado que en otra situación le habría parecido provocador, pero simplemente era para tapar su tensa conversación bajo una cortina de pasión falsa.

Dios. Ella en serio necesitaba hablar con alguien sobre eso.

Sora estaba completamente descartada. No podía ir y decirle: "Hey, ¿Qué crees? Yamato y yo nos besamos mientras lo visitaba en la prisión. Esa es la razón de porque no lo has vuelto a ver"

Incluso si omitía la parte de la prisión y de que a quien besó fue a Yamato, tendría que inventar toda una historia para librarse de las miradas suspicaces de su amiga y las preguntas que intentaban hacerla decir la verdad.

Taichi. Más que descartado. Por muchísimas razones en las que no quería pensar demasiado. Además, últimamente él también había faltado a sus clases.

Takuya. Ni pensarlo. Sería muy incómodo.

Pensándolo bien. ¿Por qué diablos quería hablar al respecto? Se trataba de Yamato.

Narcotraficante, asesino, y prisionero.

− En serio estás perdiendo la cabeza, Mimi – Se dijo sorprendida ante la conclusión de por qué Yamato jamás podría interesarle. Antes había dicho cosas que ahora le parecían tontas para justificar el no querer fijarse en alguien.


Sé que fue un capítulo algo corto, pero prometo que el próximo será más extenso. Lo juro.