Capítulo 7: Segundo examen de cazador.

Aunque Killua fuera normalmente el inteligente y racional de su dúo, eso no evitaba que en determinados aspectos pudiera llegar a ser incluso más despreocupado que Gon.

Cuando Biscuit les dijo que ya estaban a vísperas de Año Nuevo, porque el tiempo en el juego corría al mismo ritmo que en la vida real, Gon recordó que el examen de cazador al que Killua debía presentarse estaba a la vuelta de la esquina y debía inscribirse antes de que fuera demasiado tarde.

Sin embargo, cuando se lo dijo a su amigo este no pareció muy preocupado al respecto, y si no le hubiera conocido mejor hasta habría pensado que en realidad ni siquiera estaba interesado. Fue Gon el que más insistió en que deberían apresurarse para que no se le pasara la fecha límite.

Si Killua obtenía una licencia de cazador sería genial, ya no tendrían limitados los lugares a los que podrían ir juntos, su amigo realmente podría seguirle a donde fuera que le llevaran sus aventuras, por no contar también de los ingresos económicos extra. Todo eran ventajas; y tenía claro que, si el año pasado su amigo ya había estado a punto de aprobar, ahora que era mucho más fuerte definitivamente lo haría sin problemas. Wing-san también lo había dicho.

Sin embargo…

A pesar de lo convencido que había estado Gon de la conveniencia de que Killua se presentara al examen de cazador, desde que se marchó los días se le estaban haciendo eternos, por mucho que estuviera ocupado con su entrenamiento y acompañado con Biscuit.

Era la primera vez que se separaban durante tanto tiempo desde que se conocían, o al menos desde que habían decidido viajar juntos, si contaba aquella vez en la que Killua estuvo retenido por su familia.

Se sorprendió deseando que su amigo nunca se hubiera ido, a pesar de que había sido él mismo el que más había insistido en que debía hacerlo. De alguna forma, sentía que todo era totalmente diferente sin Killua a su lado, desde luego no tan divertido y emocionante. Le echaba terriblemente de menos. Extrañaba sus bromas ingeniosas, sus sonrisas traviesas, sus sonrojos cuando conseguía ponerle nervioso, sus competencias durante los entrenamientos y hasta las discusiones que iniciaban por tonterías.

Biscuit les había llegado a decir que eran el dúo perfecto, que se complementaban perfectamente, y Gon no tenía ninguna duda de ello, de hecho ya lo había sabido casi desde que se conocieron. Killua y él eran dos partes de un todo, suplían el uno las debilidades del otro. Ahora que él no estaba… de alguna forma se sentía dolorosamente incompleto.

Después de haber pasado la mayor parte de su corta vida corriendo libremente a su aire por los bosques, sin apenas más compañía que los animales salvajes y su pequeña familia, jamás pensó que pudiera llegar a volverse tan dependiente de la presencia de otra persona en su vida.

Sin embargo se esforzó en concentrarse completamente en el entrenamiento para distraerse de la ausencia de su amigo, y por la forma de actuar de Biscuit creía que también había hecho un buen trabajo disimulando ante ella lo mucho que realmente extrañaba a su compañero de aventuras. El hecho de aprender todas las cosas nuevas posibles para luego sorprender a Killua era lo que le motivaba.

Cuando Killua finalmente regresó a Greed Island unos días después, obviamente tras haber aprobado el examen a velocidad record, Gon se sintió tan feliz de verle que tuvo unas tremendas ganas de abrazarle y negarse a volver a dejarle ir. Aunque finalmente pudo contenerse y actuar normal mientras le felicitaba sinceramente, limitándose a chocar los puños con él, y luego planear junto con Biscuit la mejor forma de comenzar a completar el juego reuniendo las cartas de ranuras restringidas, ya que ella consideraba que por ahora ya habían tenido suficiente entrenamiento.

Esa misma noche sería la primera en la que Gon podría dormir tranquilo después de muchas en duermevela teniendo que sostener en vilo esa dichosa piedra. Así que, a pesar de su entusiasmo por volver a estar con su mejor amigo y las ganas que tenía de pasar tiempo con él y escuchar hasta el último detalle de lo que había hecho durante su ausencia, terminó cayendo dormido antes de lo que le habría gustado. Tal vez la tranquilidad de volver a sentir a Killua cerca también había contribuido a que desapareciera la tensión de los últimos días sin él y ahora cediera al agotamiento.

Aún así, a pesar de lo cansado que estaba, Gon se despertó a mitad de la noche.

Al principio, mientras seguía con los ojos cerrados y más dormido que despierto, no sabía qué era lo que había perturbado su sueño. Pero enseguida tuvo su respuesta cuando sintió una familiar mano enterrarse en su pelo puntiagudo cuidadosamente, una sensación que nunca podría olvidar…

Killua…

A pesar de su certeza de que se trataba de su mejor amigo, porque podía percibir claramente su particular esencia cerca que nunca confundiría con ninguna otra, sintió la tentación de abrir los ojos para asegurarse. Pero no quería arriesgarse a romper el momento, a que esa agradable sensación terminara, así que simplemente siguió reposando tranquilo disfrutando del agradable tacto mientras durara.

Cuando sus finos dedos comenzaron a masajear su cuero cabelludo, Gon no pudo evitar emitir un leve ruidito de satisfacción con el fondo de su garganta. Se sentía tan bien…

Aunque tras eso las caricias se detuvieron en seco, el tacto de la mano desapareció rápida y abruptamente de su cabeza.

Gon frunció levemente el ceño contrariado en medio de su duermevela y esta vez emitió un leve quejido de inconformidad. Quería el reconfortante tacto de vuelta, lo quería tanto... Sin embargo, por mucho que deseara abrir los ojos sentía los parpados demasiado pesados para hacerlo, por mucho que quisiera extender su mano para buscarle sus miembros tampoco parecían responderle por el profundo estado de sopor que le invadía, por todo el cansancio y estrés acumulado. Aún así no quería rendirse, y se las arregló para al menos inclinar su cabeza hacia la dirección en la que percibía el familiar olor de su amigo, sabiendo que todavía estaba cerca, tan cerca que probablemente estaría a su alcance si consiguiera que su cuerpo aletargado le respondiera para moverse.

Se sentía tan deseoso de alcanzar a su amigo, de volver a sentir la calidez de su piel contra la suya, pero a la vez tan impotente por no poder lograrlo a pesar de poder sentirle tan cerca, sentía su cuerpo tan pesado…Todos esos sentimientos se trasmitieron en el tono de su voz cuando de forma inconsciente se las arregló para murmurar:

—Killua… no me dejes…

Un largo silencio siguió a sus palabras, tanto que Gon casi volvió a caer en la inconsciencia a pesar de sus esfuerzos por no hacerlo. Sin embargo finalmente su terquedad se vio recompensada cuando volvió a sentir los finos dedos de Killua, esta vez acariciando suavemente su entrecejo, el cual aún había mantenido levemente fruncido inconscientemente y ahora se relajó nuevamente ante su tacto.

Gon por un lado se sintió feliz y eufórico por el sentimiento de victoria, pero por otro tranquilo por la familiaridad tan anhelada del contacto con su amigo y también el cariño que indudablemente transmitía el suave y cuidadoso tacto, haciéndole sentirse seguro e instándole a dormir profundamente aún más si cabe cuando retomó las caricias en su cuero cabelludo.

La oscuridad de un sueño reparador ya se había apoderado casi por completo de Gon cuando llegaron a sus oídos unos casi imperceptibles susurros. Supo sin atisbo de dudas que se trataba de Killua que le estaba diciendo algo, algo que muy probablemente debería y le gustaría escuchar. Sin embargo Gon ya debía haber cruzado el punto de no retorno en el mundo de Morfeo, porque no pudo evitar seguir cayendo cada vez más profundo en su sueño, arrullado por el agradable tacto de su amigo y la familiar voz susurrándole palabras que de alguna forma le reconfortaron, a pesar de no llegara a registrar su significado conscientemente.

A la mañana siguiente Gon se despertó en cuanto el sol comenzó a salir por el horizonte y los aún tenues rayos del amanecer comenzaron a filtrarse por sus párpados cerrados sirviéndole de despertador, como se había vuelto su costumbre desde que comenzara su entrenamiento con Biscuit. Pero, después de haber tenido el sueño más profundo y reparador que recordaba en mucho tiempo, se resistía a la idea de levantarse para comenzar un nuevo día.

Gon se giró y se acurrucó de costado, buscando huir de la persistente luz. Fue en ese momento cuando su cuerpo entró en contacto con otro esbelto, cálido y definitivamente familiar.

Esta vez la curiosidad le ganó la batalla a la pereza y Gon entreabrió los ojos para comprobar sus sospechas. Efectivamente, Killua era el que estaba recostado a su lado y aparentemente aún tranquilamente dormido.

Gon se detuvo un instante a rememorar los borrosos recuerdos que tenía de la pasada noche, a la vez de que se percataba de que su cabeza estaba recostaba sobre el brazo extendido del albino que le estaba sirviendo de almohada.

Una parte de él fue consciente de que debía haber sido el mismo Killua el que se había arrimado tanto a él durante la noche y les había colocado en esa posición. Se podría haber detenido a pensar en las implicaciones de este hecho, ya que hasta ahora siempre había sido Gon el que había tomado la iniciativa en este tipo de contactos tan cercanos entre ellos y nunca al revés. Sin embargo simplemente se quedó con la certeza de que su amigo también le había echado mucho de menos durante su separación, y se limitó a acurrucarse feliz contra su costado mientras pudiera. En el proceso, Gon también acercó más su cabeza y sin detenerse a pensar pasó de tenerla apoyada en su brazo a casi enterrar su rostro en el hueco entre el hombro y el fino cuello pálido de su amigo. No fue hasta que el familiar y característico olor de su amigo penetró en sus sensitivas fosas nasales que Gon se percató de lo que estaba haciendo y por qué. También había extrañado terriblemente el característico olor de su mejor amigo.

Gon, como buen chico de campo que era, había sabido desde siempre la importancia que tenía para los animales los olores. Los utilizaban para marcar su territorio, para reconocer a los miembros de su manada, para señalar lazos afectivos e incluso para trasmitir mensajes. También sabía y nunca había tenido reparo en reconocer que la vida "salvaje" que él había llevado desde su más tierna infancia le habían hecho adquirir algunos rasgos animales que hasta ahora le habían beneficiado, como su habilidad natural para aprender Zetsu y acechar a sus presas y efectivamente su super-desarrollado olfato que rivalizaba con el de un perro entrenado. Sin embargo no había sido hasta ahora, hasta que instintivamente se había acercado a oler a Killua, que tuvo que reconocer que tal vez también había desarrollado el instinto de marcar lo que consideraba suyo con su olor.

Killua le había dicho que los Kiriko del puerto de Dolle habían sentido el olor de Gon en él y por eso habían creído rápidamente que era su amigo y habían accedido a guiarle al lugar del examen. Eso fue lo que hizo que Gon le prestara atención a ese detalle precisamente ahora, comprobando que, efectivamente, se podía percibir una deliberada traza del propio olor característico de Gon sobre la piel del albino.

En realidad, se había acostumbrado tanto a percibir sus olores mezclados, a que Killua portara la esencia de Gon y viceversa, que la costumbre había hecho que no se percatara hasta ahora de lo mucho que realmente había llegado a "marcar" a Killua con su olor, de lo mucho que le gustaba y reconfortaba que fuera así.

Aunque eso hizo también se diera cuenta de que la mezcla de sus olores era mucho más leve que de costumbre, seguramente fruto de los días que habían pasado separados, algo totalmente normal teniendo en cuenta las circunstancias, pero hasta él mismo se sorprendió de lo mucho que le molestó este hecho.

Le invadió la primitiva necesidad de volver a "marcar" a Killua, de que sus dos olores se mezclaran por completo para que a cualquiera que se acercara le quedara claro que él era suyo, que ambos se pertenecían el uno al otro.

Aunque una parte de él fuera consciente de que era algo estúpido, porque realmente muy pocas personas serían capaces de percibirlo y mucho menos reconocer su significado, no podía evitar tener esa apremiante necesidad. Ahora realmente se sentía como una bestia salvaje ansiando "marcar" su territorio, y de alguna manera eso se sentía un poco mal.

Killua era su mejor amigo, no algo que pudiera reclamar para sí mismo como si de un trozo de tierra se tratara. ¿Realmente estaba bien que cediera a sus irracionales impulsos? Ya lo había hecho antes sin ser consciente de ello y Killua no parecía haberse molestado, ni siquiera cuando los Koriko se lo habían señalado, pero a lo mejor era porque no era consciente de las implicaciones que podría conllevar portar el olor de Gon en su piel desde cierta perspectiva. Teniendo eso en cuenta, ¿estaba bien que le hiciera eso a su amigo?, ¿debería preguntarle? Pero él quería hacerlo…

Gon aún se seguía debatiendo con sus propios instintos cuando Killua se removió en su sueño y emitió un leve ronroneo de confort, interrumpiendo su precipitado tren de pensamientos y sacándole de su trance al tener la certeza de que su amigo estaba a punto de despertarse.

Aun así Gon no encontró fuerza de voluntad para moverse de la posición en la que se encontraba, tan acurrucado contra Killua como era humanamente posible, prácticamente encima de él, y su rostro medio enterrado en su cuello aún inhalando su olor, queriendo prolongar el momento lo más que pudiera.

—Gon… —escuchó murmurar a Killua, con la voz ligeramente más ronca y rasposa por el sueño.

Gon levantó la mirada, para encontrarse con los ojos celestes de su amigo que le miraban fijamente y brillaban hermosamente bajo la luz del alba. Gon le sonrió ampliamente, con la felicidad de volver a tener a Killua consigo revoloteando en su pecho con más fuerza que nunca, y se limitó a decir con voz cantarina y animosa:

—Buenos días, Killua.

También había extrañado poder decirle eso por las mañanas, que él fuera lo primero que viera al despertar.

El saludo entusiasta de Gon fue recompensado por un familiar sonrojo en las mejillas del albino, que ahora parecía abrumado y ligeramente nerviosismo, claramente porque debía haber tomado conciencia ya de lo extremadamente cerca que se encontraban.

Para gran decepción de Gon, Killua se apresuró en apartar la mirada ocultando su expresión al instante después, como quien no puede soportar mirar directamente una luz deslumbrante, para luego espetar en un tono que pretendía sonar enojado:

—Estás muy cerca, idiota. Quítate de encima.

Sin embargo, a pesar de su protesta y su actitud evasiva, no hizo ningún movimiento para apartarle realmente. Fue por eso que Gon, egoísta como era, no tuvo reparos en aprovecharse un poco más de la situación, apretándose tercamente contra su amigo y volviendo a enterrar su rostro en el hueco de su cuello.

—No quiero —declaró Gon tercamente, a pesar de que su determinación ya había quedado lo suficientemente clara con su actitud.

Escuchó a Killua soltar una exagerada exclamación de frustración, pero nuevamente no mostró ninguna intención de quitársele de encima a la fuerza. Con esto a Gon ya no le quedó ningún atisbo de dudas de que su amigo ansiaba su cercanía tanto como él y soltó una risita sintiéndose triunfante e inmensamente feliz.

—¿De qué te ríes ahora, idiota? —le echó en cara Killua, claramente nervioso aunque quería aparentar indiferencia.

Gon le ignoró limitándose a reírse nuevamente. Era tan lindo cuando actuaba terco por su obvia timidez.

Killua se tensó ligeramente y claramente estaba a punto de espetar alguna que otra pulla tratando de hacerse el duro, pero Gon le interrumpió diciendo:

—Te he echado de menos, Killua —admitió con el corazón en la mano, haciendo gala de su brutal sinceridad habitual.

Percibió como la temperatura de la piel del cuello de Killua aumentaba repentinamente contra su mejilla a la vez que se ponía tenso como una cuerda. Tuvo la certeza de que estaba totalmente sonrojado, y tuvo que esforzarse para contener una nueva carcajada, porque sabía que su amigo ya estaba peligrosamente cerca de su límite y no quería arriesgarse a que le mandara a volar de un puntapié. Estaba demasiado a gusto justo donde se encontraba ahora mismo.

Después de unos prolongados segundos de silencio escuchó a Killua balbucear un par de palabras que no llegó a terminar en medio de su nerviosismo, para finalmente gruñir frustrado y chasquear la lengua, como había descubierto Gon que hacía siempre cuando estaba a punto de decir una verdad a medias.

—Pues yo estaba muy tranquilo sin ti —declaró Killua tercamente con tono malhumorado, y Gon supo al instante de que cuando decía "muy tranquilo" se refería al mal sentido. Se había aburrido sin él, le había echado de menos.

La sonrisa de Gon se volvió tan amplia que no le habría extrañado si sus mejillas se hubieran partido en dos, para luego decir con voz cantarina:

—Aquí también todo ha estado todo muy tranquilo sin ti, Killua. Aunque estuve entrenando a muerte con Biscuit, no era para nada tan emocionante sin tener a nadie con quien competir e hiciera las penalizaciones de castigo —concluyó burlón.

—¡Tú has hecho muchísimos más penalizaciones de castigo que yo! —se defendió Killua, dañado en su orgullo.

—Lo he contado, tú has hecho tres penalizaciones de castigo más que yo —declaró convencido.

—Si eso fuera cierto, habría sido por tu endemoniada suerte con el piedra, papel o tijeras cada vez que empatábamos o porque esa vieja bruja me tiene ojeriza. Pero, ¿realmente quieres que me crea que has podido estar llevando la cuenta todo este tiempo sin que tu cerebro explotara cuando ni siquiera sabes sumar uno más uno con esa cabeza hueca que tienes?

—No soy tan inútil, y tú tampoco eres ningún genio de las matemáticas —le echó en cara Gon cabreado, haciendo un exagerado puchero infantil.

—Sigo siendo mejor que tú, idiota.

Siguieron intercambiando puyas entre ellos durante unos minutos, algo totalmente habitual entre ellos. Lo raro era que mientras discutían acaloradamente Gon no se separó ni un ápice de Killua, y él tampoco hizo nada por apartarle. Para cualquiera que les viera parecerían un raro dúo cómico, para ellos dos lo raro siempre era lo normal, así que ninguno de los dos se cuestionó su propio comportamiento.

No fue hasta que Biscuit intervino, reprendiéndoles por montar demasiado escándalo y apurándoles para que se prepararan para partir cuanto antes, que Killua se sintió lo suficientemente incómodo como para tratar de zafarse del fuerte agarre bajo el que le tenía su amigo.

Gon se resistió tercamente a dejarle ir en un primer momento instintivamente, colgándose a él como un koala a su rama aún cuando el albino a duras penas se las había arreglado para incorporarse mientras ahora forcejeaba para quitársele de encima. Pero al volver a olisquear y percatarse de que los olores de ambos volvían a estar mucho más mezclados, si bien aún no tanto como antes, se relajó lo suficiente como para soltarle y dejarle un poco de espacio a su amigo.

Al final lo estaba volviendo a hacer, mezclando la esencia de Killua con la suya propia. Sin embargo, ahora que se detenía en volver a pensarlo con la mente más clara se percató de que realmente era inevitable. Ellos eran mejores amigos y se pasaban casi todo el tiempo juntos, uno encima del otro, no se podía evitar que sus olores se mezclaran. Además, los olores no solo se utilizaban para marcar territorio, también los lazos afectivos, y no se podía negar que tenía uno muy fuerte con Killua, después de todo eran los mejores amigos del mundo. Así que en realidad estaba bien, ¿no?

Gon miró de reojo a su amigo, que había aprovechado la tregua que le había dado para alejarse varios metros de él. Era obvio que aún esta incómodo y nervioso porque Biscuit les hubiera sorprendido en esa situación que podría ser considerada comprometida, y siguió así durante un rato, junto con un adorable sonrojo en sus pálidas mejillas. Pero, como su maestra no llegó a hacer ningún comentario al respecto, no tardó demasiado en tranquilizarse y volver a actuar como de costumbre, bromeando y soltando comentarios ingeniosos que hacían enojar a Biscuit a la mínima ocasión como de costumbre.

Gon sonrió ampliamente, feliz porque también había extrañado ser testigo de estas divertidas escenas.

Sí, definitivamente todo estaba bien. Mejor que nunca.

El primer reto que se les presentó ese día fue un torneo que había en la ciudad más cercana por una carta de las ranuras restringidas. Gon y Killua, gracias al intensivo entrenamiento que habían atravesado, no tuvieron problemas en llegar ambos a la final, aunque para frustración de Gon fuera finalmente el albino el que se alzara con la victoria.

Pero la derrota no le molestó tanto cuando vio la sonrisa triunfante de Killua al recoger su premio. Gon no pudo contenerse y se acercó a abrazarle efusivamente los hombros con un brazo a la vez que le felicitaba. Esta vez su amigo no mostró ni rastro de nerviosismo o timidez por el contacto, simplemente le dirigió una sonrisa satisfecha y confiada y le dijo con tono retador:

—Ahora estamos empatados Gon. A partir de ahora llevaré la cuenta. Veamos quién consigue ganar más cartas de ranuras restringidas primero —le retó.

Gon se sintió emocionado y determinado, como cada vez que se le presentaba un gran desafío, y le devolvió a su amigo una sonrisa desafiante.

—No voy a perder, Killua.

—Esa es mi línea, idiota —contraatacó su amigo igualmente confiado.

A Gon le pareció oír a Biscuit de fondo diciendo algo parecido a "dos hermosas gemas puliéndose juntas", pero no le dio importancia porque ya estaba demasiado ocupado tratando de contener su creciente entusiasmo y las mariposas cada vez más numerosas que volvían a revolotear con toda su fuerza en su interior, ese sentimiento único que solo le provocaba Killua.

Realmente, había echado terriblemente de menos a su mejor amigo.