Disclaimer: Bleach pertenece a Tite Kubo.


Kuroi no chikai


Capítulo 1: El primer encuentro


Ichigo posó con delicadeza su mano sobre la mejilla de la pelirroja deteniendo el recorrido de sus lágrimas. Los ojos de la mujer comenzaban a notarse hinchados. A Ichigo no le gustaba verla llorar, pero sabía que no podía hacer nada para cambiar la situación en la que se encontraba. Quizás debió habérselo dicho con más tacto, pero cometió el error de suponer que se lo habían dicho, el tiempo era limitado. Había visto el color de la muerte en ella intensificarse después de que el trasplante terminara, era muy probable que no sobreviviera la noche.

—¿Hay algo que pueda hacer por ti? —le preguntó Ichigo mientras sostenía la mano de la pelirroja con fuerza.

—Cuando entré al hospital iba de camino a la tienda para comprar un peluche de Chappy para mi hija, el próximo miércoles es su cumpleaños y se lo prometí ¿Podrías hacerlo por mí?

—Lo haré.

—Gracias.

Ichigo notó como el agarre que la pelirroja ejercía sobre su mano desaparecía hasta ser inexistente. Revisó su pulso por rutina solo para comprobar que este era inexiste. Había visto una nube plateada brotar de su interior, su alma se había abandonado su cuerpo. Llevó sus manos hasta sus ojos para cerrarlos como acto de cortesía antes de salir de la habitación 101.

No le avisó a su padre, sabía que él no tardaría en darse cuenta y no quería decirle, no se sentía con los ánimos para hacerlo y tener que lidiar con sus reclamos. Se dirigió a la tienda para poder cumplir con la promesa que había hecho a la habitante de la habitación 101. Encontrar la dirección de la mujer no fue difícil solo tuvo que revisar el archivo del hospital.

Cuando visitó a la hija de la pelirroja fue el día de su cumpleaños. Fue recibido por el esposo de la habitación 101. Al principio le sorprendió el que hubiera decido hacer la fiesta a pesar de lo ocurrido, pero luego recordó a la mujer por la que estuvo en ese lugar y supo que eso era lo que ella hubiera querido. No la conocía y su habilidad no le permitía leer sus emociones o pensamientos, pero esos pocos minutos que compartieron le bastaron para saber lo mucho que amaba a su familia.

—Trabajo en el hospital, Junko me pidió que le entregara esto a su hija.

Eso era mentira, pero no podía decirle la verdad pues en el mejor de los casos solo creería que estaba loco y en el peor de los casos lo denunciaría con la policía. Visitar a los enfermos del hospital no era ilegal ni siquiera cuando no se conocía a los pacientes, pero nadie creería sobre su habilidad.

Notó al hombre dedicarle una mirada desconfiada, Ichigo frunció el ceño aún más, pocas veces cumplir las promesas que hacía resultaba sencillo. Sabía que no era lo más apropiado, pero estaba cansado. En esa semana había tenido que cumplir con los últimos deseos de varios pacientes a pesar de no haber visitado el hospital con frecuencia y que en la clínica de su padre no hubo muchos casos.

—Iré por Naoko —le dijo después de una larga pausa. Ichigo notó que estaba molesto, pero no era algo que le importara.

Naoko no tardó en llegar. Ella era pelirroja como su madre. Lo primero que Ichigo notó era la expresión triste en su rostro, eso le bastó para entender la molestia de su padre. Él había hecho esa fiesta para motivar a su hija y temía que él hubiera ido para arruinar todos sus esfuerzos de superar la muerte de Junko.

—Tu madre me pidió que te diera esto. Feliz cumpleaños.

—Gracias —la niña tomó el regalo y lo desenvolvió sin mucho interés. Cuando descubrió el peluche de Chappy una sonrisa se dibujó en su rostro. En cuanto Ichigo vio a la niña abrazar el peluche de Chappy se retiró, su trabajo había terminado.

De camino a su casa se encontró con el fantasma de Junko. No fue difícil localizarla, estaba escondida detrás de un poste, cualquiera que pudiera ver a los espíritus la hubiera encontrado con igual facilidad.

—Deberías cruzar, seguir la luz o lo que sea que tengas que hacer —Ichigo pateó una botella con aburrimiento —. No hay nada que te ate a este mundo.

—No he visto ninguna luz —Junko salió de su escondite —. Y quería ver a mi hija y a mi esposo antes de partir. Gracias por todo.

—Suerte cruzando al otro mundo.

En cuanto Junko se despidió de Ichigo continuó con su camino a casa. Esperaba no encontrarse ningún fantasma durante el camino o alguien que tuviera el color de la muerte, no tenía deseos de cargar con alguna promesa o con otra alma en pena. Solo quería acostarse en su cama y dormir preferiblemente más de veinte horas.

—¡Llegas tarde! —Isshin lo pateó a modo de recibimiento —. ¿Qué hora crees que es, pequeño delincuente? Ya sabes que cenamos a las siete todos los días.

—¿Así es cómo saludas a tu hijo después de haber cumplido con la última voluntad de una mujer en sus últimos momentos? —le gritó Ichigo.

—¡Silencio! ¡No importa la razón, aquel que perturba la paz de esta casa merece un castigo de sangre! ¿O acaso estás alardeando de que solo tú puedes hablar con fantasmas?

Al principio Karin y Yuzu se limitaron a observar como su padre y hermano discutían. No era algo extraño que sucediera. Ichigo solía llegar tarde todos los días, a veces porque pasaba al hospital y conversaba con las personas próximas a morir o por los fantasmas que lo interrumpían pidiéndole un favor.

Al principio Ichigo se negaba a ayudarlos, incluso pretendía que no los escuchaba, pero con el tiempo supo que esa no era la mejor estrategia. Cuando los espíritus se enteraban de su habilidad no lo dejaban tranquilo hasta que pudieran concluir sus asuntos pendientes o encontrar la paz. Cuando le habían ofrecido una beca en el hospital no creyó que tuviera que lidiar con tantos problemas y es que fue en ese lugar donde su habilidad despertó.

—La comida se está enfriando —les regañó Yuzu, aquellas palabras bastaron para que la pelea terminara.

—Deberías darles un mejor ejemplo a tus hermanas —le reclamó Isshin a Ichigo.

—¡Pero tú fuiste el que empezó!

—¡En la mesa no se discute!

Ichigo no agregó nada más. Tomó su plato de comida y se retiró a su habitación. Se encontraba agotado, sin deseos de discutir con su padre, algo que sabía sería imposible mientras estuvieran en la misma habitación.

Los siguientes días para Ichigo fueron especialmente complicados. En el hospital no ocurrió nada fuera de lo normal, continuó con sus visitas y trató de ayudar a varios de sus pacientes. Como vivía en un barrio pequeño no tuvo que tratar con muchos casos. Ichigo solía decir que a él no le importaba lo que ocurriera, pero en el fondo sabía que no era así, cada vez que se encontraba en un caso su cuerpo le gritaba que debía hacer algo. Lo extraño ocurría fuera del hospital, en las calles de Karakura, los fantasmas estaban asustados, parecían huir de algo.

No fue hasta una semana después que encontró la respuesta. Ichigo se dirigía a su casa después que sus clases terminaran cuando vio a una mujer con un kimono negro enfrentarse a lo que parecía ser un monstruo con un enorme agujero en el pecho. No sabía cuál de los dos era el enemigo, aunque la mujer era de pequeña estatura la forma en que peleaba demostraba que no era frágil en lo absoluto y ciertamente le estaba dando batalla a la criatura que la superaba en tamaño.

Se acercó buscando respuestas, pero antes de que pudiera hacer algo la mujer con el kimono negro había partido en dos al monstruo del hueco y desaparecido. Para Ichigo no era desconocido ver lo que otros no podían, pero era la primera vez que veía algo así de extraño. Decidió ignorarlo y continuar con su vida. Karin solía decir que si ignoraba a los fantasmas era como si estos no existieran, él esperaba que ese método le funcionara.

En cuanto llegó a la casa supo que no había nadie. Yuzu y Karin estaban en la escuela y su padre le había dejado una nota en la que decía que había salido por asuntos de trabajo. Lo primero que hizo fue dirigirse a la cocina en busca de algo para comer. Como no había nada cocinado ni tenía deseos de cocinar decidió prepararse un ramen instantáneo y hacer sus tareas.

Esa noche no pudo dormir por lo que salió a dar una caminata por los alrededores de su casa o al menos ese fue su plan inicial. Sin darse cuenta terminó alejándose varias calles hasta llegar a un parque. A pesar de que se había propuesto no pensar en lo que ocurría le era difícil no hacerlo, cada vez que ocurría un incidente le era imposible no asociarlo con algo que desconocía y esos incidentes ocurrían con mucha frecuencia, estuviera o no cerca.

Al estar tan enfocado en sus pensamientos no notó a quien caminaba cerca de él hasta que chocaron y ambos terminaron en el suelo. Lo primero en que pensó fue en reprocharle por no haberse fijado por donde caminaba, pero cuando levantó la mirada cambió de opinión, frente a él se encontraba una mujer, herida y triste. Le era difícil aceptar que una mujer con apariencia tan frágil tuviera la cabeza tan dura. Su cabello era de un naranja oscuro, pero eso no fue lo que más su atención fueron sus ojos, estos reflejaban una tristeza profunda.

Olvidándose del dolor de su nariz le extendió su brazo. Ella lo tomó con inseguridad y cuando sus ojos se posaron sobre los suyos no pudo apartar la mirada, había algo especial en la misma. Sin ser consciente sus labios se curvaron en una sonrisa y ella no tardó en imitarlo. La tristeza en sus ojos desapreció.

—No deberías estar tan tarde fuera de casa —le dijo. Karakura podía ser un lugar pequeño, pero no por ello dejaba de ser peligroso.

La vio negar con la cabeza varias veces, parecía divertida ante su pregunta. Su sonrisa aún permanecía en su rostro y sus manos aún estaban conectadas, pero ninguno hizo un intento por acabar con ese roce.

—¿Te llevo a mi casa? —agregó mientras señalaba sus heridas —, mi padre tiene una clínica y podría atenderte.

La vio asentir. Quiso cargarla. Sus heridas no parecían profundas, pero al verla ponerse en pie pudo confirmar que tenía problemas para caminar. Ella negó con la cabeza, su rostro adquirió un intenso color rojo. Se apoyó sobre su hombro y se dejó llevar. Ichigo talló sus ojos, no estaba seguro si era su imaginación o algo más, pero le pareció ver un par de blancas alas brotar de su espalda, manchadas de barro y sangre, pero duró tan poco que no podía estar seguro de ello.

En cuanto llegó a su casa aplicó algo de alcohol en las zonas heridas. No volvió a ver las alas por lo que no aplicó ninguna medicina en las mismas. Tomó unas vendas del botiquín de su padre y las cubrió. Si bien era cierto que eran sus hermanas las que ayudaban a su padre en la clínica también lo era el hecho de que él tenía ciertos conocimientos básicos de la medicina.

Al día siguiente Ichigo despertó con una sensación de vacío en su pecho. No estaba seguro de lo que había ocurrido ni siquiera si la mujer de cabellos naranja que conoció era real. Llevó sus manos hasta su nariz buscando una señal de que lo ocurrido fue real pero no encontró ninguno. Recordaba que se había roto la nariz cuando chocó con esa mujer, pero su cuerpo no tenía ninguna herida.

Escuchó a Yuzu llamarlo y decidió bajar a desayunar. No quería seguir pensando en lo ocurrido. Aunque tenía una habilidad para ver el color de la muerte era algo escéptico. A falta de pruebas prefería pensar que todo se trataba de un sueño y que nada había ocurrido realmente.