Epílogo

Harry se estaba mirando al espejo cuando uno de sus amigos entró

— Te ves muy bien con esa túnica —dijo Viktor con su marcado acento.

— Bueno, hubiera podido ser —murmuró por lo bajo— Aparte el rojo es mi color —se giró acariciando la piel gris y sonriendo de lado— Gryffindor: rojo, fuerza, lealtad... —enumeró sonriendo.

Su amigo sacudió la cabeza, nunca entendía los chistes de Hogwarts, y eso que se había casado con Pansy, pero no había quien lograra que pensara en las casas como algo más simples cursos.

— ¡Harry apurate! —gritó Ron entrando en su carpa. Su amigo silbó impresionado parándose frente a él— Bueno, ahora quien le va a decir al maldito Hurón que fue una idiotez pedirte que te pongas esta ropa —murmuró enojado chasqueando la lengua— Si hasta te ves bien —soltó un suspiro dramático y se sentó molesto a esperar que él se terminara de arreglar.

— Es el color —dijo Viktor palmeando su espalda.

Ron le sonrió de lado coincidiendo en que claro era la vestimenta, no que Harry hubiera pasado casi un año entrenandose a conciencia para ese día. Cuando los dos empezaron a reír a su costa, específicamente sobre su altura, fue su turno de negar con la cabeza y volver a verse en el espejo. De reojo vio como Viktor se limpiaba una lágrima y Ron seguía haciendo gestos con las manos provocando más y más risas en el morocho.

Cualquiera que los viera no creería que Ron supo odiarlo, y menos le creerían que Viktor lo envidió. Pero así fué. Hasta la guerra. Cuando tuvieron que abandonar el casamiento de Bill tan abruptamente Viktor lo tomó como una ofensa personal. Él mismo tenía parientes que murieron a manos de Grindelwald y no pensaba dejar que Voldemort avanzara sin plantarse a pelear. Se mudó desde Bulgaria y se unió a la orden. En la batalla de Hogwarts había peleado como uno más y como Harry sospechaba, allí encontró el amor.

— Señoritas, por favor, el novio espera ansioso. —dijo Pavel entrando vestido con su elegante traje. Cuando Krum se vino para Londres, él no lo dudó y siguió a su mejor amigo. Harry no había podido cumplir su promesa de volver con ellos y buscar a Ron y a Hermione, pero sí pudo hacerlo a la inversa. Ni bien los tuvo al alcance, los agarró y no dejó que se separaran— Ahora veo que es lo que espera ansioso —murmuró ladinamente mirándolo.

— Si a mi —remarcó Harry y con un suspiro final sentenció— Estoy listo.
— Esperenme —jadeó Neville entrando de sopetón cargando a Teddy en los hombros— Merlín Harry, este niño sabe correr.

Harry sonrió ampliamente y alzó en brazos a su ahijado. Teddy le sonrió ampliamente y empezó a parlotear sobre su traje. Alzó la vista cuando el pequeño frenó para respirar y sonrió con el corazón en un puño. Ahora sí que su comitiva estaba completa.

— Bien Teddy, ¿te acuerdas no? Le tienes que dar los anillos a Draco cuando Nev te diga.—el pequeño que le llegaba a las rodillas con sus cuatro años y sus miles de balbuceos asintió orgulloso. Harry no pudo evitar pensar que todos tenían razón, los trajes de gala de Durmstrang eran soberbios, si hasta el pequeño Teddy lucía mucho más fiero de lo que era con todo ese pelo azul suyo alborotado.

Harry lo soltó para que fuera primero y Neville gimió yendo en su búsqueda. Hanna atravesaba su quinto mes de embarazo y él quería entrenarse todo lo posible.

— Listo Potter —preguntó Krum golpeando su espalda.

Harry buscó a Ron con la mirada y su mejor amigo le sonrió confiado.

— Listo.

Pavel le propinó una nalgada al salir de la tienda y Viktor hizo una mueca de asco en su dirección mientras avanzaba negando consternado por el atrevimiento de su amigo. Ron se rezago unos instantes moviéndose incómodo.

— ¿Algo que quieras decirme? —preguntó divertido.

Ron carraspeo y lo miro a los ojos convencido.

— Estoy contento por ti —dijo poniéndose colorado— Y me alegro mucho de que tu y el Hu... Malfoy se casen. —Harry se acercó un paso y poniendo una mano en su hombro lo miró con afecto
— Significa mucho para mi, gracias.
— Yo... hay más —corrió la vista e inspiró hondo— Se que... Merlín —jadeo casi descompuesto— Le dije no podía hacerlo y que tu lo sabes, ¿pero cuándo me escucha? —Harry mantuvo la boca cerrada al darse cuenta que era un pregunta retórica— Nunca, pero bueno amigo, tengo que hacerlo. Ella jura que no puedo —rodó los ojos saltando un relincho más que un suspiro— Cree que no me entero que intenta manipularme.

Harry le sonrió ampliamente. Desde que sus amigos salían Ron parecía muy distinto, más controlado, mucho mas maduro pero en momentos como aquel todavía veía al chico que le pidió medio avergonzado y medio valiente ver su cicatriz.

— Sabes que podemos decirle que hablamos y ya.
— ¿Y dejar que gane? No, lo voy a decir una vez y no lo volvemos a repetir. No sacaras otra vez esta charla a colación y como intentes contarle al Hurón, mentiré vilmente y diré que inventaste todo ¿bien?

Harry asintió intrigado.

— Mira, ella insiste en que quizás te sientas solo. —Harry fue a negar aquello pero Ron lo taladro con la mirada, no iba a admitir interrupciones— Yo le dije que eran puras idioteces, tu sabes que estamos todos aquí. Pero ella me echó en cara que tu igual podías extrañar a los que no estaban. Y sabes Harry, tuve que darle la razón. —Harry cerró la boca impresionado nunca hubiera esperado aquello— me lo puse a pensar y entendí su maldito punto. Sé que echas de menos a Sirius, todos lo hacemos. Se que quisieras a que tus padres estuvieran aquí, o Remus y puede que hasta Dumbledore. —Harry se tragó el nudo que se formó en su garganta repentinamente afectado— Pensé que puede que hasta hubieras aceptado a Narcissa y la escoria de Malfoy si eso hacia feliz al Hurón. Pero, y hay un gran pero aquí, quiero que sepas que tu familia si está aquí. Y no, no hablo solo de Hermione y yo. Me refiero a todos los Weasley. —Harry sintió su garganta cerrarse dolorosamente— Tu no eres mi mejor amigo —Ron clavo sus ojos azules en él con intensidad— Eres mi hermano. Mi mamá dice que eres un hijo más y después de lo que Draco hizo por Hermione... también lo es.

Harry no pudo evitarlo y una lágrima escapó de su control. Todo su pecho dolía placenteramente. Escuchar aquello era mucho más de lo que había esperado y nunca se dio cuenta de cuánto lo necesitaba.

— No tenia porque hacerlo y no soy idiota, sé que tuvo que ser él. Ella no recuerda como Bellatrix la torturó. Piensa que símplemente le lanzó un maleficio y esa desagradable palabra apareció en su brazo. No recuerda sus gritos, no recuerda el dolor. ¿Y sabes? él no tenía que hacerlo. Pero lo hizo y no fue por ti. Él también es uno mas de nuestra familia. De mi familia —puntualizó— Así que, nunca creas que estás solo. No lo estas, nos tienes aquí. ¿Bien? —preguntó alzando la mano— Hermano —agregó con una sonrisa.
— Bien, hermano. —respondió sujetando el antebrazo de su amigo y lo empujó hasta abrazarlo.
— Ahora vamos antes de que ese maldito haga un berrinche. —le guiño un ojo y salió rápido de allí.

Harry se sacó las gafas y se restregó los ojos. Estaba bien llorar en los casamientos pero no le apetecía cruzar la alfombra llorando. Se miró al espejo y puso con cuidado su mano derecha en su corazón. Recordó las palabras de sus padres, las de Sirius. Todos ellos estaban con él. Había tirado la piedra de la resurrección, pero podía escucharlos claramente. Veía la sonrisa de su madre. El orgullo de su padre. La felicidad de su padrino y el apoyo de Remus. Incluso podía ver la aceptación de Dumbledore.

— Gracias por todo —susurró despacio— Los extraño, pero sé que nunca me abandonarán.

Cuadro los hombros y salió de su carpa. El parque de la nueva madriguera era un sueño hecho realidad. Puntualmente el de Draco. Sabía que una vez que lo viera iba a volverse loco.

Molly le había dejado el pasto crecer hasta que le rozara las rodillas y Harry se había pasando horas interminable reduciendo frascos y colocandoles pequeñas llamas en el medio. Todos flotaban suspendido a escasos centímetros del pasto y algunas hebras más largas los escondían ligeramente. Viktor había dado con el hechizo para lograrlo el efecto y solo basto encantar una para que todas las demás la copiaran. Un altar de troncos y ramas entrelazadas era el punto focal. Todas sus amigas jadearon ensimismadas cuándo terminó de hacer crecer una preciosa enredadera con pequeñas y medianas flores doradas. Molly le sonrió complacida y tocando cada flor estas empezaron a brillar. Charlie lo había ayudado a atraer las pequeñas luciérnagas que jugueteaban entre las sillas blancas y Percy lo ayudó para tramitar los permisos para llevarse a su rubio de luna de miel directamente desde la chimenea. Iba a darle un tour por los mejores lugares turísticos muggle. Los dos coincidían en algo, después de tanta masacre y muerte, querían estar lejos todo por un tiempo.

Habían aplazado aquello hasta que lo dejaron de llamar, hasta que el último de los mortífagos estuviera preso, hasta que no hubiera una sola familia luchando por justicia a mano propia y también, hasta que el juicio de Draco terminó. Llevar la marca no les hacía especialmente felices, pero Draco se había negado a ser arrastrado a una casa de seguridad y después de su quinto año Harry aprendió a la dura que nadie podía encerrar a un mago capacitado en una casa y no esperar romper algo de él en el proceso.

Sacudió la cabeza, Draco lo mataría escuchara sus pensamientos. Le tenía prohibido reducir a un accidente desastroso de torpeza la honorabilidad con la que su padrino murió. Estabas en apuros, no sueñes que no te hubieran entregado en ese mismo momento a Voldemort. Si él no llegaba con todos los demás date por muerto tu y toda esa pandilla de idiotas que te siguen como un puto grupo de ovejas. No le gustaba a él que lo describiera así, pero Remus le dijo que murió como vivió, al límite y protegiedo algo de James.

— Harry, luces increíble —dijo Hagrid llegando a su encontró. Alzó la cabeza y vio a su amigo.
— A ti también te queda —comentó divertido pensando de que clase animal tenia que ser la piel para ser lo suficientemente grande.
— Pavadas —respondió ruborizándose— Draco ya esta listo.

Harry asintió y se encaminó a la pasarela. Todos los invitados se dieron vuelta para mirarlo y la música empezó a sonar. Harry no conocía la canción pero era una melodía perfecta. McGonagall estaba parada con una túnica azul aterciopelada que le llegaba hasta los pies. Se irguió cuando él y Hagrid se acercaron.

— Se ve muy guapo Señor Potter —comentó acercándose a enfatizar su piel.
— Usted también profesora. ¿Lista?

Su antigua profesora asintió y lo tomó del brazo que le ofreció. Harry estaba decidido a pedirle a Molly que fuera su madrina, pero cuando fue a abrir la boca se dio cuenta que había llegado tarde. Hagrid apoyó su mano sobre su hombro y Harry deslizó la mirada al cielo y conforme lo vio poblado de estrellas.

Tenia sentido, ellos estuvieron a su lado desde siempre. Después de muchos años se enteró que su antigua profesora había pasado horas cuidándolo cuando lo entregaron a los Dursley y Hagrid había tenido que cargar lo que creyó era su cadáver. Cuando llegó la hora de pensar quien, metafóricamente hablando, lo iba a entregar a Draco supo que quería que fueran ellos. Ellos que habían tenido que verlo caminar a los peores momentos de su vida, se merecían estar en primera fila para verlo caminar a lo mejor que le había pasado en toda su existencia.

Cientos de pequeñas velas flaqueaban sus pasos y cuando sus amigos emprendieron la marcha una sonrisa absurda se abrió camino en su cara.

Todos estaban allí, todos los que importaban. Todos los que los habían apoyado, todos los que los querían. Ron tenía mucha razón, su familia estaba allí. Vio el séquito de cabezas rojas todas agrupadas y les guiñó un ojo a los gemelos, había dejado en sus manos el final. Los dos le habían dado esas sonrisas demoníacas y le juraron que no se iba a arrepentir, casi daba por seguro eso, en especial después de que fingieran querer saber los patronus de todos los que estaban en el comedor un día que él y Draco fueron de visita. Sabía que todos esperaban del de Draco, otro ciervo pero Harry sonrió cuando abrieron sus bocas impresionados por el precioso león que era capaz de convocar. Hermione le puso palabras a su estupefacción,
— un León, puro y letal Gryffindor.
— parecido al que tengo en casa. —respondió con una sonrisa mirándolo con soberbia— y yo soy el Rey. ¿celoso Pobreton?

Sabía que planeaban algo y no podía esperar a ver que podían idear con sus fuegos artificiales.

Kingsley en persona iba a oficiar su matrimonio y este lo abrazó con fuerza cuando llegó a su lado.

La música dio un salto y Harry se giró con los nervios destrozados. Cuando sus ojos se posaron en Draco sintió un dejavu. Vestido con un pantalón, criminalmente ajustado, azul petróleo y un saco con tres benditos botones del mismo color Harry lo vio impresionado.

Había escuchando que cuando estas por morir toda tu vida pasa frente a tus ojos, cuando él fue a ese bosque lo único en que pudo pensar fue que ahora otros iban a tener que seguir a partir de allí, que por suerte, no era él el que tendría que ver a Draco morir. Pero en ese momento, parado mirando a su futuro esposo, lo vio todo con claridad.

Vio sus ojos grises estudiandolo en la tienda de túnicas, lo vio parado en el tren extendiendo su manito hacia él, parado frente a él preguntándole si tenía miedo. Su sonrisa arrogante y creída. Sus ojos asustados preguntándole si era para siempre. También lo vio clavando sus ojos en Dumbledore determinado por participar en la guerra. Recordó sus gritos cuando él había insinuando esconderlo como a Sirius, sonrió recordado como había amenazado con romperle la varita si intentaba llevarlo a la fuerza. También lo vio quebrado en el umbral de la casa de sus tíos, y ese recuerdo vino a él el con tanta claridad como si fuera la noche que Draco se apareció, como sin dar crédito a lo que sus ojos veían lo dejo pasar y como su novio lo arrincono contra la primer pared que pudo y antes de que pudiera ponerle palabras a la sorpresa, Draco lo arrastró hasta la cocina y lo desnudaba sin cruzar palabras, solo cuando Harry intentó lo mismo supo que estaba pasando, cuando se negó a sacarse la camisa Harry sin preguntar, sin volver a pedirle nada los cambió de posiciones y esa noche él se hizo cargo. Recordó su hermosa espalda arqueada contra el mármol, su hermosa boca ligeramente abierta jadeando, pero sobre todo recordaba sus lágrimas cuando al fin le logró sacar la camisa. Me equivoque había susurrando y por más que beso la marca y juró que no era nada, que no significaba nada Draco, que se había sentado y abrazando a él, negaba con la cabeza . No dejes que ella te defina, no eres una cicatriz, se lo había repetido hasta que Draco se corrió, pero aun así no dejo de llorar. Recordó las peleas, las amenazas de terminar su relación si no podía aceptar que ya no podían discutirlo todo, menos cuando ya no era solo su vida la que estaba en juego. Así mismo recordó que nada había estado perdido, y Draco volvió a encontrar su camino cuando el miedo lo dejó pensar. Recordó la guerra. Las frías noches de soledad, la angustia, la tristeza desgarrandolo y como todo se esfumó cuando lo beso en la mansión. Como sus ojos volvieron a la vida mientras Ron tiraba de él con fuerza para buscar a Hermione y Draco desaparecía guiñandole un ojo llevándose el cuerpo de Peter. Recordó sus brazos sujetándolo mientras volaban sobre las llamas. Recordó los maleficios que recibió en cuanto Voldemort cayó sin vida al piso. Como sus ojos histéricos juraban acabar lo que Voldemort empezó y como tiro con fuerza bruta de él hasta besarlo.

Viendo la sonrisa de su futuro esposo recordó como lo había mirado el dia que lo llevó a la mansión Black y le dijo que quería que él la decorara a gusto. Recordó su cara indignada cuando lo obligó a pintar a mano y sus quejas cuando lo baño de pintura. Recordó su perfil iluminado por un suave fuego mientras jugaba con Teddy y accedía a volver a pintar una y otra vez las paredes de su cuarto. Vio claramente el momento en que Draco soltó una carcajada y giró en su dirección con Teddy en brazos, recordó lo que pensó, lo habían logrado y ahí se lo pidió. Sin anillo, sin grandes cenas o lujos. Lo miro con una sonrisa y se lo propuso, le propuso ser justamente eso. Felices para siempre.

Parkinson iba caminando a un lado de Draco y Molly al otro. Hermione, Luna, Hanna y Zabini entraron antes que ellos tres y cuando Parkinson se paró frente a él con su mejor cara Slytherin y lo amenazó, sonrió.

— Tu solo atrevete a lastimarlo...
— Parkinson —respondió inclinándose como si fuera a besarla— Quítate de mi camino porque te juro que voy a partir tu cuello.

La morocha se alejó y lo miró conforme.

— Esa es la actitud Potter —respondió satisfecha.— Cuida de él.

Molly lo miró llorosa y después de un ligero titubeo lo abrazo.

— Te ves guapísimo —susurró en su oído.
— Gracias por todo Molly. —susurró abrazándola por su parte.
— Es un honor —dijo llorosa— Los dos se ven muy bien —agregó sujetando a Draco y arrastrándolo para abrazarlos a los dos con fuerza.
— Mamá —se quejó Ron a su lado— tienes que soltarlos —agregó rodando los ojos.

Molly los soltó con una sonrisa de disculpa y les arregló las ropas.

— Siempre igual —murmuró Ron que pasó por lo mismo en su casamiento.

Draco le lanzó una mirada mordaz a su amigo y se giró para mirarlo de frente. Harry se ruborizó un poco cuando sintió los ojos de Draco deborandolo.

— Es innegable Potter, en la dimensión que sea, tengo un impecable gusto.

Harry le sonrió con soberbia, cada hora de entrenamiento había valido la pena. Cuando Draco le advirtió que iba a tener que darle la mejor de las bodas para suplir tan insulsa propuesta Harry temió pero eso había sido retórica pura. Draco no lo dejó organizar nada. Básicamente le dijo que quería y Harry se las tenía que ingeniar para lograrlo.

Pero Harry había empujado su suerte y puso su impronta. Draco quería sillas blancas, Harry las puso pero había hecho crecer enredaderas en las patas. Draco quería que fuera al atardecer, no dejó que fuera una opción y por eso era de noche. Pero cuando Draco le dijo cual tenía que ser su vestimenta no puso ni un solo pero, lo único que hizo fue entrenar y entrenar. No tenía un mal estado físico pero ahora tenía un cuerpo de cuidado y Draco más feliz no podía estar. Cuando su rubio intentó hacer lo mismo lo desalentó, su suaves músculos eran la perfección personificada, y no quería que cambiara nada. Si a caso no puso peros cuando informó que iba a dejarse crecer el pelo como la tradición sangre pura acostumbraba, solo le dijo que jamás lo llevara como su padre a lo que Draco accedió rápidamente. Esa era la única diferencia que había entre este Draco y el que aún quedaba en su recuerdo. Su Draco tenía el pelo largo hasta los codos y caía sedoso de lado, liso y la mejor parte, siempre le hacia cosquillas por el cuerpo.

— Estas hermoso —le dijo sonriendo.
— Obviamente —masculló satisfecho.

Pasándose a su lado Harry sujetó su mano. Sonrió de cara al ministro de Magia y se pegó a Draco.

— Muy poco Gryffindor tu vestimenta —susurró por lo bajo Draco cuando Kingsley llamó al orden.
— Veras... me puse un boxer con mis colores —masculló divertido— ¿y tu Slytherin, que dices, boxer verde?

Harry le había confesado todo con el tiempo, había sentido miedo por hacerlo pero Hermione le dijo que Draco no lo iba a tomar por loco. Porque se tomó muy en serio sus palabras esa noche se encontraba así arreglados. Draco sostenía que el destino había hecho su trabajo, Harry tenía que enamorarse de él y en ese presente Harry nunca iba a ver al Draco de verdad, asique el destino lo había llevado a un Draco que se dejara conocer y el cual pudiera amar. Como tenía que ser, Harry volvió a él con todas las herramientas que iba a necesitar para buscarlo. Su nuevo valor, sus renovadas fuerzas y su esperanza de lo que podía tener.

— Ya que preguntas... —se acerco hasta que su boca toco su oído— No traigo nada Potter.

Harry gimió por lo bajo y apoyó su cabeza en su hombro que se movía al ritmo de sus risas.

— Eres un depravado, casi señor Potter
— Y te encanta —le dijo alzando su cabeza.

Cuando Kingsley estaba por reprenderlos por no esperar lo mínimamente aceptable para besarse, Draco le sujeto la barbilla.

— Te amo —dijo sobre sus labios— ¿Para siempre?
— Para siempre. —le confirmo besándolo a su vez.

Kingsley chasqueo la lengua y Harry lo soltó.

— ¿Listos?

Harry miró una vez más a Draco, pensó en todo lo que perdió y todo lo que estaba por ganar. Más listo no podía estar pensó mientras Draco ajeno a su mirada asentía resuelto.

— Ya lo creo, tenemos que hacer de este Slytherin un mago respetable.
— Sigue soñando Potter, te encanta mi costado Slytherin —dijo rodando los ojos.

Harry sonrió y pensó en la preciosa serpiente que se había tatuado Draco en la espalda en toda la espalda, Merlín sabía lo mucho que la amaba.

Fin.

Epilogo a pedido. ? ゚リヘ?