Disclaimer: Los personajes de Naruto y el universo donde se desarrolla la historia original no me pertenecen, son obras de Masashi Kishimoto.

Advertencias: Leve OoC/ Universo alterno.

Summary: —No me mires de esa forma— Exigió, una mueca de suplicio opacó su rostro. Las suaves manos de Sakura acariciaban su piel con disimulado desaire. Estaba claro; nunca lo perdonaría.

— ¿De qué forma?— Replicó, alzando la mirilla solo para lanzarle otra atiborrada de rencor.

—Como si quisieras matarme. —El trágico silencio impero en la habitación. No eran meras suposiciones, ella realmente deseaba asesinarlo. No obstante, precisaban del uno para el otro para cumplir la encomienda y evitar ser prisioneros del enemigo.

¡Espero que sea de su agrado!

Yūgen

Capítulo I:

Uchiha Sasuke; Mitad mito, mitad hombre

Las desdichas hostigaban, una tras otra, a la familia Haruno. A la vida no le había bastado terminar con su fortuna; una mala administración y una traición, forzaron a Kizashi a interrumpir las labores del banco para conservar no solo el poco dinero que les restaba, sino también su dignidad.

La distancia Haruno albergaba un sinfín de personajes, la mayoría banqueros por obligación. Durante varios años dominaron la vida pública de Konohagakure. Iniciaron como simples comerciantes y prestamistas en los puertos de la nación del fuego, gracias a sus numerosos negocios y operaciones comerciales, los Haruno, tomaron notoriedad entre la sociedad y tan pronto como la fortuna les llego, el reconocimiento arribó.

Según sus conocimientos, el negocio familiar comenzó con su tatarabuelo; Maeda Haruno, el cual fue seguido por Sanada Haruno, su hijo, Arai Haruno y finalmente Kizashi Haruno, con el cual acabaría de un plomazo la banca de la ralea.

No obstante, un conjunto de diferentes factores coincidieron para llevar al prestigioso linaje a una decadencia segura. La caída comenzó ocho años atrás, la falta del reembolso del dinero prestado a Hiruzen Sarutobi, antiguo rey, fue retribuida a una parte muy inferior de la cantidad original, eran tiempos de beligerancia y la corona precisaba ayuda de las familias más influyentes de Konoha. A esto se le sumaron acontecimientos personales, la temprana muerte del anhelado heredero, Haruno Murai, la nula diligencia de su padre y problemas políticos terminaron por firmar el destino de los integrantes restantes.

Para su buena suerte, el sabio, Sanada Haruno, invirtió su dinero en adquirir tierras en puntos estratégicos a lo largo y ancho del país; si bien no se comparaban con las ganancias del banco, el manejo de los terrenos, los fuertes y los castillos fueron de vital importancia que lo inculcaron de generación en generación. Gracias a esto, Kizashi aun contaba con capital suficiente para mantener el acomodado estilo de vida de la alta sociedad y no perturbar las comodidades de su linda esposa.

Caminaba bajo los solemnes rayos del sol, la caliginosa luz rozaba su piel sin un ápice de finura, trazando marcas rojizas en el lienzo porcelana. A pesar de los ruegos de sus doncellas, Sakura se hacía de oídos sordos ante las desgarradoras suplicas, permitiéndose disfrutar uno de los pocos placeres al cual todavía tenía derecho; recorría las galerías abiertas, admirando el conjunto de plantas y flores que tornaban cómodas las visitas al jardín cerrado. Todo constituía un oasis de paz. Al sentirse agotada, tomó asiento a la orilla del estanque, donde el las quietas aguas se reflejaba la efigie de los dos leones de mármol, enmarcando la entrada al pabellón.

Lanzó un suspiro de resignación al mirarse en el cristalino líquido del almarjal; no odiaba las rutinas, entendía que no era monotonía, estaba cómoda con su vida, aun cuando las desventajas se encontraban a la vuelta de la esquina. Sin embargo, la sonrisa había desaparecido de su rostro años atrás; con la muerte de su hermano, recaía sobre sus hombros la encomienda de poner en alto el nombre de la familia Haruno, pero, al ser mujer, los hombres de los grandes negocios la despreciaban, delegándola a cumplir su deber con otro estilo de tratados.

Desconocía como catalogar las dotes que la mera existencia le había conferido, dotada de honda belleza y tras esto, una tentativa fortuna, Sakura suponía el mayor tesoro resguardado en la banca Haruno. Su madre se empeñó en educarla más allá de lo permitido por la ley, moldeando a una mujer culta, conocedora y desafiante, si iba a hacerse cargo del oro de la familia, más le valía pensar como un hombre, pero actuar con la discreción de una dama. Kizashi se rehusó rotundamente a la idea, se decía a si mismo que los dioses no la habían glorificado con divinidad sin ninguna razón. Conforme la hermosa flor fue abriendo sus pétalos, su padre, determino que tenía la edad suficiente para conseguirle un marido a su altura, así fue que, el patriarca Haruno acepto distintas propuestas de matrimonio de hombres locales y extranjeros, pero no lo suficientemente buenos para poseerla.

Cambio de parecer cuando el heredero de la Familia Hyuga, Neji, regresó del combate para establecerse y tomar las riendas de la organización de fomento de su clan. Con el arribó del prodigio, su tío, Hiashi, lo instigó a buscar una buena esposa y continuar con el estirpe; habían pocas familias nobles en Konoha y las damas de alta cuna extranjera no parecían interesarle al castaño, lo que limitaba las opciones del gallardo muchacho. Luego de que los patriarcas de ambas familias coincidieran en una de las audiencias, Kizashi propuso a Sakura como esposa, encantado, Hiashi accedió, pactando otra cita para llevar a cabo los acuerdos necesarios, donde ambas partes salieran beneficiadas.

—Mi señora, debería estar rechoncha de felicidad, el joven Neji arribó hace una hora con su tío, ambos se encuentran hablando con su padre en el despacho. — Convino una de las doncellas, tomando asiento a lado de la pensativa pelirosa.

—No hay motivos para festejar. — Mascullo desanimada—. Siempre odie la idea de concretar un matrimonio como si de ganado se tratase. — Confeso, ceñuda, apreciando su faz inerte en el agua.

—No está viendo el lado maravilloso del trato.

—Y según tu ¿Cuál es ese lado?

—El joven Neji es muy bien parecido, nunca sufrirá por dinero, lucirá vestidos más lujosos y encantadores del que lleva en este momento y podrá disfrutar del prestigio de la familia Hyuga.— Enlisto, intentando convencer a Sakura de ponerle buena cara a su destino.

No iba a contradecir a su entusiasmada acompañante con la primera observación, Neji no distaba de belleza, sus rasgos finos, los ojos color perla y la melena castaña eran el referente más cercano que Sakura podía asociar con las descripciones de los guerreros en las historias épicas. Pero solo lo conocía de vista, habían coincidido en dos eventos cuatro meses antes que se concretara la sugerencia de su himeneo, después de eso, sabia unas cuantas cosas de su vida gracias a sus doncellas.

—Mi señora— Habló otra doncella, ingresando a paso lento por una de las galerías abiertas—. Su madre solicita su presencia en la sala principal.

Desganada, indicó a su moza, con un sencillo gesto, que continuarían con la charla en otro momento. Atenta, siguió los pasos de la doncella de su madre sin recitar un solo sonido o palabra, con la mirada fija en la delicada espalda de la mujer, divagó sobre los posibles motivos por los cuales era solicitada, según entendía, su reunión con Neji estaba pactada para llevarse a cabo dentro de dos noches, la presencia de su prometido en ese instante solo iba destinada a firmar el contrato.

Al arribar a la habitación, Sakura notó el peculiar decorado de la sala; una ancha mesa de madera estaba predispuesta con un arreglo de flores al centro y tres copas de vino; las ventanas estaban abiertas, lo que rara vez sucedía, aquel pabellón de la casa solo se utilizaba en ocasiones especiales, reuniones primordialmente.

—Ven querida, déjame verte.

Temerosa, aproximó su cuerpo a Mebuki, quedando frente a frente. Mordió su labio inferior al notar esa mirada de desaprobación; utilizaba un vestido muy sencillo, color lavanda, las mangas eran transparentes, un bordado de encaje y brilles en color blanco apenas y decoraba la parte del torso, y su cintura era enmarcada por un listón lila. Llevaba el cabello suelto, había optado por no atarlo en un meticuloso peinado y permitirle que cayera de forma natural hasta la zona sacra.

— ¿Sucede algo malo?— Preguntó, insegura.

—No te encorves, Sakura, ya tienes curvas, eres una mujer y debes mostrarlas. — Indicó su madre, finalizando la no tan fructífera conversación con una sonrisa.

El aire se le solidifico en los pulmones a la pobre pelirosa, las voces se tornaban más claras a medida que se aproximaban a la sala. Obtusa de hacer reaccionar a su cuerpo, permaneció de pie a centímetros de su madre. Sopesó si debía quedarse ahí o inventarse una excusa para huir; conocería a su prometido, y si bien, ninguno de los dos tendría permitido andar solo por la habitación, Sakura se vería obligada a ser su acompañante, no exclusivamente en esa ocasión, sino durante toda su vida.

—Sakura — Habló su padre, mostrándole una anómala sonrisa. Deposito dos besos en su mejilla, a lo que solo pudo responder con un gesto amable—. Hija mía, te presento a Hyuga Neji, Neji, te presento a Haruno Sakura. — Medio el lozano Kizashi.

En un acto casi reflejo, rehuyó la densa mirada del caballero, consumando la presentación con una reverencia bien ensaya, propiamente de las jóvenes de alta cuna. Segundos después, Hizashi Hyuga le expresó lo ansiosos que estaban por recibirla en la familia, considerándola ya, una hija más.

—Dejemos a los jóvenes hablar mientras nosotros brindamos.

Agobiada, lanzó una súplica muda a su madre. Neji Hyuga hacia honor a los relatos de su belleza; al examinarlo detenida, pero discretamente bajo la tenue luz del cuarto, su piel clara resaltaba el color lileazo de sus ojos, tenía la nariz recta y labios delgados, su cabello era largo y castaño, llegaba hasta su espalda y permanecía atado en un compacto peinado; portaba un atuendo elegante, se había despojado de la armadura dorada para lucir algo más sencillo en contraste. No iba a negarlo, sonaría orgullosa si se atrevía a poner en duda la belleza del Hyuga, pero todo lo físico se veía opacado por la pérfida seriedad trazada en sus facciones.

Llevaban unos cuantos minutos caminando alrededor de la mesa, totalmente en mutismo. Mordió su labio inferior al no poder formular un tema conversación que despertara el interés de su pretendiente, y no porque fuera tonta, gracias a la basta educación en casa y la nutrida biblioteca armada por sus ancestros, Sakura era considerada una mujer bastante inteligente, hacia algunos años había ayudado a su padre a crear otro tipo de condiciones a la hora de los prestamos así como administrar pequeñas cantidades de dinero, tenía la misma pericia de un sabio, aun así, atisbar ese rostro de piedra bloqueaba sus sentidos, haciéndola parecer una dama sumisa.

— ¿Qué le ha parecido regresar a Konohagakure después de tanto tiempo, mi señor?— Indagó, rompiendo con el trágico e incómodo silencio plantado entre los dos. Tan rápido como el cuestionamiento broto de sus labios, Sakura se arrepintió, no era adecuado entrometerse en la vida de otras personas, pero no había nada malo ¿cierto? , pronto seria su esposa y prefería saber algo de él si iba a dormir en la misma cama y vivir bajo el mismo techo.

La mirada argéntea de Neji fue a parar al rostro de Sakura. Apacible, como siempre, tomó una ligera bocanada de aire.

—Placentero—Asintió el hombre, girando por tercera ocasión en la limitada geografía del lugar. Sin dar anuncio previo, desvió el andar hacia uno de los pasillos próximos a la habitación, dentro de todas las cosas de un matrimonio arreglado, quería darse el lujo de obtener un poco de privacidad—.Solo llámame Neji, si vamos a casarnos quiero que me hables por mi nombre. — Espetó con un deje de autoridad.

—Gracias, Neji. — Espetó ofendida. Podía notar la incomodidad en cada movimiento del castaño. Al caminar por una de las galeras que daba al patio trasero, Sakura imploró a los dioses que esas coyunturas no fueran constantes en su matrimonio...

—Sé que no has elegido esta unión, Sakura. — Contestó él, sorprendiendo a Sakura tan segura de otorgarle una respuesta distinta.

—No es así, simplemente no me parece apropiado que me emparejen como al ganado— Sakura gruñó; con lo dicho por el castaño, comenzó a poner en duda si él estaba conforme con su próximo maridaje. La furia de la pelirosa se avivó al otear una sonrisa irónica dibujada en los labios del antes imperturbable hombre.

—Un punto de vista sincero. Eres tan directa como dicen.

No solo las condiciones de su padre habían ahuyentado a una serie de pretendientes dispuestos a bajar el sol, la luna y todo el firmamento para Sakura; contaba con una reputación que difería de ser alentadora. Su lengua afilada le había valido ganarse el desprecio de algunas damas en la corte, también humillo a unos cuantos políticos al intervenir por su padre, haciéndolos ver como unos idiotas, lo cual no era muy aceptado entre la sociedad.

—Lo hago para salvar a mi familia, eso es todo. — Confirmó. Su andar se vio aquietado por el

Trinque de Neji alrededor de su muñeca. Nerviosa, procuró disipar el rubor en sus mejillas al tener esa mirada bruñida sobre ella.

—Pronto te convertirás en una Hyuga, sé qué haces un gran sacrificio, pero en el instante que recites tus votos frente al capellán, me debes absoluta e indivisible lealtad, ¿está claro?

Indignada, Sakura solo respondió con un miramiento desafiante. La indolencia de sus palabras destruyó por completo la efigie del príncipe encantador. Neji tenía un concepto distinto, iba a necesitar más que una simple amenaza para doblegarla.

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Sakura ignoró las lágrimas que rodaban por sus mejillas mientras contemplaba el cielo desde su habitación. Con su próxima unión, se vio en la obligación de desterrar todos esos sueños infantiles para convertirse en carnada para los lobos, Recordar la advertencia del castaño avivó el escalofrió y los nudos prietos en su estómago, haciéndole sentir enferma.

Recordaba haber prometido a su hermano cumplir esos enormes deseos de recorrer el mundo. Murai ansiaba ungirse como caballero, un sueño que su padre le permitió resguardar antes de romperlo al entregarle la vigilia del banco familiar; lo mismo había sucedido con ella, todas esas historias fantásticas y las descripciones del paisaje solo se reproducirían en su mente una y otra vez, hasta que la memoria se encargara de arrancarlas.

— ¿Puedo pasar?

Indagó su padre desde el otro lado de la puerta. Neurasténica, astringió el rastro del llanto con las mangas del vestido. Una vez que torno la tristeza en una sonrisa fingida, le permitió a Kizashi ingresar.

El mundano caballero tomó asiento al borde de la cama. Disfrutó vislumbrar la interacción entre Sakura y el castaño, pero la duda lo carcomía por dentro, precisaba de detalles para saber lo que pensaba su hija al respecto.

—Supongo que no has vendió aquí para que nos miremos el uno al otro, ¿verdad, padre?— Farfulló molesta. Cruzó los brazos y frunció el ceño. El único sentimiento que podía resguardar era enfado, de todos los pretendientes amables, sus padres habían elegido al álgido y petulante Hyuga.

—En lo absoluto, mi adorada hija— Replicó con voz melindrosa—. ¿Qué te pareció el joven Hyuga?

—Tu bien sabes cuál es mi opinión respecto al matrimonio y mi futuro esposo, mi juicio no cambio con esta ligera interacción. — Respondió ceñuda.

—No seas tan dura con el muchacho, Sakura, al igual que tú, está cumpliendo con sus responsabilidades. Esto es para salvarnos de la ruina, tú bien lo sabes. — Con una pantomima paternal, situó ambas manos en el rostro de su bella hija, brindándole una confortante sonrisa.

—Tienes razón, fue ingenuo de mi parte pensar que un día iba casarme con alguien a quien yo amaba. — Protestó, cansada. Discutir no la ayudaría a cambiar la voluntad de su progenitor. Las imágenes de la nostalgia adquirieron la forma y el nombre de un hombre en concreto.

—Mi dulce niña, aquel joven no te merecía, solo te hubiese arrastrado a la desdicha; su familia estaba condenada, tú no podías hacer nada al respecto. Lo único que te esperaba a su lado era una vida llena de sufrimiento.

Eludió el tacto de Kizashi para concentrarse nuevamente en el paisaje enmarcado por la ventana. Las lágrimas rodaron por sus mejillas al evocarlo, porque a pesar del tiempo transcurrido, la traición aun dolía.

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Abandonaron la ciudad tras las severas acusaciones de traición. La milenaria familia Uchiha, ingresaba por las enormes puertas principales de Konohagakure bajo los canticos y vítores de la prole. Cuatro años habían transcurrido desde que Fugaku Uchiha fue imputado de planear una revuelta civil en contra de Hiruzen Sarutobi, y como condena ante sus protervas intenciones, el respetado anciano los expió al exilio.

Durante todo ese tiempo, Fugaku procuró enmendar las heridas con la nación que los había albergado, y bajo una serie de condiciones poco ventajosas, organizó a su ejército y libró una cruda batalla en el país de la lluvia, sin más enemigos que pusieran en peligro la seguridad de la hoja, el rey en mando, Ataque Kakashi, les confería el perdón leal.

Tras permanecer varios meses viajando y unas cuantas semanas instalados en una residencia a las afueras de Konoha, el ejército Uchiha, acompañado de sus respectivas familias, desfilaba por las principales callejuelas de ciudad.

En la vanguardia, el solemne Fugaku, se abría paso entre la gente a lomos de su corcel albo. Los ahí presentes contemplaban las mirificas armaduras oscuras, que si bien, estaban forjadas de un extraño material, era agradable vislumbrarlas por la serie de decorados, la coraza del patriarca, por ejemplo, tenía detallado un león, la del primogénito, su yelmo simulaba las fauces de la temible bestia; la del primogénito, Itachi, simulaba el plumaje de un cuervo, mientras que la del menor, Sasuke, mostraba los trazos de un dragón.

Montado en el alazán argento, el párvulo Uchiha regresaba a la ciudad con la frente en alto. Su apariencia dejaba mucho que desear a su parecer puesto que los rasgos infantiles habían desaparecido para albergar a la madurez. El sudor recorría su frente y algunas manchas de hollín decoraban su piel de porcelana. A su paso, escuchó el cacheo de un grupo de damas, quienes le lanzaban miradas sugestivas, al darse cuenta que eran correspondidas en una ínfima parte, un sonrojo las sentencio al silencio, sin embargo, Sasuke no tenía interés en ellas.

Con un mohín apático, continuo su trayecto hasta la entrada del palacio. Antes de cruzar el umbral, Itachi logro darle alcance, situándose a su costado derecho, con una sonrisa burlona trazada en la curvatura de sus labios.

—Llevamos meses viajando, estoy seguro que Kakashi lo comprendería. — Dijo cansado, añadiendo un deje de fastidio. Lo último que esperaba era una reunión con el peliblanco, se sentía agotado, magullado y derrotado, clamaba a gritos un descanso apropiado.

—Ya sabes cómo es nuestro padre, Sasuke, prefiere terminar con esto ahora. — Convino Itachi, contemplando de reojo a su hermano menor.

Cansado, optó por no iniciar una discusión, Itachi siempre obedecería las órdenes de su padre sin ponerla en duda, tenía lealtad ciega hacia Fugaku.

Aferró sus dedos a las riendas del corcel, una vez que su mirada intento buscar a cierta persona entre la muchedumbre, decidió no proseguir. Había dejado muchas cosas inconclusas desde su partida, el tiempo no había remendado nada, al contrario solo lo empeoro.

Dispuesto a proseguir con sus desalentadores pensamientos, frenó el andar del equino. Su padre, daba anuncio de su llegada con voz gutural, solicitando congregar la reunión pendiente con el monarca en turno. Las enormes puertas de madera con fuertes defensas se abrieron, consintiendo le paso del ejercito Uchiha.

Sasuke recordaba el castillo tal cual; las quince torres cuadradas aun fungían como barreras, conectadas entre sí por una pared de piedra de huamanga, los ventanales eran el atractivo visual, sus coloridos cristales le daban un toque alegre a la decadencia del fuerte.

Bajó de su caballo al estar frente a la enorme puerta de la sala del trono, la cual, permanecía abierta de par en par. Escuchó a su padre dar unas cuantas órdenes, y con un gesto adusto, indicó el camino a sus hijos hacia el interior. Con cada paso que daba la armadura de los tres Uchiha tintineaba; Los enormes braceros colgaban de las diez columnas de granito, bañando el vestíbulo con un resplandor naranja. Sintió un escalofrió al sentir las miradas de los monumentos de mármol clavados en él, n obstante, continuo con su paso por la alfombra de trullo verde.

Al elevar la mirada, oteó al rey enmascarado postrado en un trono de mármol, situado bajo un baldaquín impresionantemente decorado. Las patas de la silla real estaban adornadas con zafiro, y había dos sitios más dispuestos a los costados, disponibles para los consejeros más cercanos del peliblanco.

—Bienvenidos sean, mis señores. — Saludó Kakashi desde la comodidad del trono. Los aludidos correspondieron al gesto realizando una cordial y sencilla reverencia.

—Hemos traído lo que ordeno— Habló Fugaku, subiendo los peldaños para posar a los pies del peliblanco las armas de sus enemigos, corroborando la noticia de su muerte—. Encontramos este pergamino en uno de los santuarios, cualquiera que sea su contenido, estoy seguro que es importante. — Indicó, extendiendo el viejo folio, aun sellado, al rey.

Sasuke e Itachi se mantuvieron en silencio. Ambos fruncieron el ceño al contemplar la visible expresión trazada en los ojos de Ataque, al igual que ellos, sabían que el contenido del pergamino era vital, no por nada algunos de los soldados habían entregado su vida para resguardarlo.

— ¿Sabe lo que está escrito aquí?— Indagó Kakashi, extendiéndole el quebradizo trozo de papel al patriarca Uchiha.

—Habla sobre los cinco artefactos forjados por la diosa Magulla. Las historias relatan que estos objetos le otorgan a su poseedor un poder absoluto sobre todo, desde el control de la voluntad hasta el del firmamento— Fugaku suspiro, cansado —. Nuestro ancestro, Madara, dedico gran parte de su vida en localizarlos, no obstante, lo único que pudo localizar fueron diversos pergaminos y nada más.

—Y si las historias son ciertas, este es el pergamino faltante ¿no es así?— Masculló Itachi, analizando los rostros casi descompuestos de su padre y el rey.

—No es un secreto que otros reinos han intentado conseguir los pergaminos, no obstante, Hashirama y Madara recolectaron algunos y los resguardaron en las mazmorras, si Itachi tiene razón, este pergamino nos ayudaría a resolver el enigma.

El rey se puso de pie, indicándoles seguirle el paso hasta los pasadizos subterráneos de la antigua construcción. En silencio, la triada Uchiha escoltó al renombrado guerrero hasta las penumbras y la humedad. Bajó la capa, Kakashi extrajo un juego de llaves, desbloqueando el paso de la reja vieja. Iluminados con la luz que emanaba la flama de una antorcha, arribaron a lo que parecía ser un santuario privado; tres estatuas de granito, cubiertas por la naturaleza y la humedad, rodeaban un altar, donde yacían seis pergaminos, formando un escrito, entre los brazos de la escultura media, yacía un antiguo y pesado libro.

Kakashi unió el pergamino faltante con los demás, aun así, frunció el ceño.

— ¿Sucede algo?— Cuestionó Fugaku, su voz adquirió un eco terrorífico.

—No puedo leerlo— Confesó el rey, mostrando una mueca de disgusto ante su limitante—. Estoy seguro que alguno de tus hijos puede hacer uso de su poder ocular para ver qué es lo que se oculta.

Sin más remedio, Itachi se apresuró. Tan rápido como sus ojos cambiaron al dotjutsu prohibido de la familia Uchiha, el primogénito de Fugaku y Mikoto, sonrió airoso.

—Esto es un mapa, tiene las ubicaciones exactas de los cinco objetos de la diosa Kaguya, inclusive indica cómo llegar hasta ellos.

Entre emocionados e incrédulos, los tres hombres intercambiaron miradas.

Ahora que habían corroborado la existencia de los artefactos, le bastaba a Kakashi mantener ese tópico como un secreto de estado. Nadie debía saberlo, sus enemigos podían utilizar la información en su contra, y si querían ser rápidos, tenían que conseguirlos antes que nadie.

—Fugaku— Kakashi colocó una mano sobre el hombre al que respetaba infinitamente. El patriarca de los Uchiha era un guerrero de elite, al igual que la mayoría de los hombres de la milenaria estirpe—. Sé que han sido años agotadores, pero me veo en la necesidad de solicitar tu ayuda para buscar y conseguir estos artilugios antes de que el enemigo lo haga. Puedo ordenarte que permanezcas aquí, sin embargo, tus hijos tienen una reputación que los precede.

Con más indolencia que estoicismo, Fugaku exhalo agotado.

—Soy viejo, Kakashi, y como lo has dicho estoy cansado. Me conservo el derecho de negarle partir a mi hijo mayor, Itachi a la encomienda, debe empezar a tomar su lugar como líder de la familia, sin embargo, Sasuke es el más apropiado para la misión.— Explicó el Uchiha, dejando atrás los formalismos y hablándole con sinceridad al peliblanco.

—Lo hare. — Firme, el pelinegro acató las órdenes. Necesitaba salir de la aldea lo antes posible, precisaba abandonar Konohagakure antes de que cierta persona tuviera anuncio de su retorno.

—Dispondré lo que tú comandes y partirás en cuanto antes.

—Formare un grupo de búsqueda y otro de inteligencia. Llame a Nara Shikamaru, yo me encargare de cubrir el otro puesto, se quién es la persona indicada para esto.

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Sin la pesada armadura impidiéndole caminar o tan solo moverse, el azabache abandonó su hogar para adentrarse en las calles de Konoha. La ciudad estaba tal como la recordaba, no había muchos cambios, con la paz instaurada, los campesinos ahora se dedicaban a mantener sus tierras y conseguir insumos para pasar los tiempos de invierno.

Suponía que su padre se encargaría de emular tales acciones, con ellos de regreso, el trabajo más arduo de Fugaku era conseguirle una esposa apropiada a su hermano, así como amaestrarlo en el liderato de la familia y el manejo de la misma. Desde el preciso instante que notó el lugar que le correspondía supo que nunca sería el jefe del clan. Era el segundo hijo, por lo tanto, le correspondían otras responsabilidades de mayor riesgo y quizás menor importancia.

Sonrió ladinamente al llegar a la villa de los Uzumaki. Sin la necesidad de anunciar su arribó, uno de los sirvientes lo reconoció, saludándolo con habitualidad, revelándole la ubicación del rubio.

No era amante de las sorpresas, aun así, precisaba de Naruto. Era un gesto descortés aparecer sin avisar, no obstante, su permanencia en la ciudad no sería permanente, deseaba evitar contacto con cualquier otra persona que no fuese de su interés particular.

Detuvo sus pasos cerca de la arcada, bajo el soportal de la escotilla. Divertido, aprecio los imprecisos movimientos de su amigo con la espada, había perdido práctica, por algo evitaba a toda costa los campos de batalla o los torneos organizados por los nobles. Era un blanco fácil y sin duda, terminaría hecho polvo en menos de lo que canta un pájaro.

Valiéndose de la desatención, tomó una de las espadas de combate; el Uzumaki estaba enajenado en su propio entrenamiento que ni siquiera dio acuse de la sombra del azabache. Al virar sobre sus tobillos, Sasuke esperaba, atento. El estruendo del acerco contra el acero advirtió al heredero Uzumaki de su presencia.

Lejos de saludarse como amigos habituales y haciendo honor a su eterna rivalidad, los dos iniciaron un combate. El pelinegro bloqueaba con habilidad cada uno de sus ataques, notando como la frustración incrementaba en su acompañante; presa de la desesperación, Naruto hizo uso de su última alternativa, terminando sin espada y con la hoja de otra a escasos centímetros de su rostro. Frunció el ceño al revistar a su amigo, quien lo recibía con una sonrisa engreída.

—Un cabrón como tú no podía mantenerse como espectador, ¿cierto?

Los dos estrecharon sus manos en una afable salva. Sin embargo, Naruto aprovecho el gesto para abrazarlo, dándole la apropiada bienvenida a su casa.

—Quería corroborar si tus habilidades en combate eran tan toscas como decían, he visto que sí.

—Bien, debes enseñarme como hacer ese último movimiento. — Naruto se estribo sobre su espada antes de ingresar a la casa. A paso lento, consiguió instalarse bajo una sombra; sumergió ambas manos en el cuenco para apartarse la suciedad de la piel, y humedeció su rostro y cuello para disipar el calor.

—Eso es un secreto. — Gesticulo Sasuke, clavando la punta del florete en la gentil tierra.

—Y bien, ¿has regresado a Konoha para restablecerte?

Sasuke guardo silencio. Con el paso de los años y el exilio, había optado por no enfrascarse en el pasado. Los recuerdos solo abrían la herida que traía consigo mero remordimiento. Sentía nostalgia de aquella época, y por lo tanto, la mantenía delegada al olvido.

—No, en realidad solo estoy de paso— Le aseguró el cuándo logro gesticular algo coherente—. ¿Estás en disposición de realizar un largo viaje?— Pregunto.

Naruto frunció el ceño. Hacía tres años sufrió un accidente en el campo de batalla. El enemigo, si bien no le arrebato la vida, logró causarle heridas severas en todo el cuerpo. Cuando llegó a los brazos de las curanderas, ellas se limitaron a proporcionarle cierto brebaje para adormecerlo y disipar el dolor, ninguna de ellas auguraba que fuese a salvarse. Sin embargo, un hombre tan obstinado como él no podía permitirse morir por la infección de las heridas. Pero todavía restaban secuelas, Sasuke podía notarlo, aun cuando su enemigo se empeñaba en ocultarlo.

—Seguro, ¿puedo saber de qué se trata?

Antes de abrir la boca, se aseguró que nadie estuviese a la redonda. La encomienda era secreta, la más peligrosa y arriesgada en su rango, solo guerreros de elite eran confiados a cumplirla. Gracias a sus habilidades, Sasuke era el apropiado para llevarla cabo, pero precisaba de una mano derecha, alguien de confianza.

—Kakashi me ha enviado a buscar una serie de enseres divinos, al parecer otras naciones los están buscando y debemos encontrarlos antes que ellos.

El rostro del rubio se desapegó del reflejo del agua, luciendo abrumado.

—Por supuesto, cuenta conmigo. — Aseguró, llevándose la toalla al hombro. No precisaba de mayores detalles, su amigo era reservado por naturaleza y con el pasar del tiempo, había aprendido que ni la más despiadada tortura podía arrancarle palabra. Eventualmente le daría mayores detalles, por el momento, necesitaba ponerlo al tanto de la situación, no como guerreros, sino como los viejos amigos que eran.

Mientras ingresaban a la frescura y comodidad del fuerte, Naruto decretó a una de las sirvientas preparar una lozana jarra de vino especiado, la dama asintió con un gesto, desapareciendo en el laberinto de pasillos que conectaba con la cocina.

—Y bien, ¿has acudido a ver a Sakura?— La voz del rubio sonó relajada mientras tomaba asiento en uno de los sitiales de madera.

Una vez que el nombre resonó en los odios y recovecos más profundos y pérfidos de la mente del Uchiha, Sasuke se paralizó. No se necesitaba ser un erudito para entrever que terminaría por romperle el corazón. Con su partida, lo hizo.

—No. — Repuso tajante.

—Estoy seguro que estará feliz de verte, ¿Qué tan malo puede ser?

El pelinegro volvió a persistir en mutis. La llegada de la moza con la jarra y dos copas de plata preparada para los caballeros lo distrajo de sus pensamientos. Sin decir nada, bebió de golpe el amargo vino, disponiéndose a digerir con el licor, la serie de emociones que el simple nombre de la pelirosa había evocado.

Por lo que Naruto mencionaba, Sakura no había mencionado nada del desaire de aquella noche, lo que en cierta parte, le tranquilizaba. Conocía bastante bien a la pelirosa, si no lo hizo fue por mero orgullo, para evitarse ser la comidilla de la sociedad y de las damas de la corte o simplemente para no recordarlo. Era doloroso, inclusive para él, y nada le atormentaba más que saber que cargaría con ese error por el resto de su existencia.

—Mi presencia puede generarle de todo, menos alegría.

—Tonterías, Sakura ha estado enamorada de ti desde que tengo memoria, ella aguarda pacientemente, puedo apostarlo. — Contestó Naruto.

—Mi madre ha organizado un banquete, es seguro que quiere verte ahí, así que has tu mejor esfuerzo para lucir presentable. — Sin siquiera inmutarse a mirar al rubio, sorbió otro trago. Las penas, no se solucionaban con alcohol, pero si eran menores.

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Ataviada con el bello vestido enlucido, Sakura suspiró agobiada, y no porque el atuendo no hiciera justicia a su hermosa, todo lo contrario, lucía como una diosa; los delgados tirantes exponían la nívea dermis de sus delicados omoplatos, unos pliegues de tela resbalaban por sus brazos hasta la altura de su pecho, el listón decorado con diamantes enmarcaba su cintura y la caída de la falda era perfecta.

Lo que atareaba a la pelirosa era la noticia de su arribo junto con la invitación al banquete. Acudir a casa de los Uchiha era traspié garrafal, tantos años sin tener noticias de él y de repente aparece por arte de magia, precisamente el día de su compromiso con Neji.

—No vamos a ir, Mebuki.

— ¡Tonterías!— Exclamó la matriarca, cubriendo la desnudez de sus brazos con una ligera capa para afrontar las templadas noches primaverales—. Hay que alternar un poco. Distraerá a Sakura de sus problemas y sus pesares.

—No quiero ir, en realidad no deseo ver a nadie— Habló con nerviosismo. Su excusa era en parte verdad y otra parte mentira. No le desagradaban los banquetes, amaba la música y los bailes, no obstante, le disgustaba el hecho de que fuese en la residencia de los Uchiha, donde, por supuesto, cruzaría caminos con Sasuke—. Déjame quedarme aquí y hacerles compañía a mis damas.

— ¿Pero de que estás hablando, jovencita? Por supuesto que debes asistir, tus amigas se morirán de envidia al saber de tu compromiso con Neji.

—Tampoco creo que sea apropiado anunciarlo.

Su madre frenó todas sus negativas con un gesto desafiante. Sometida a una serie de condiciones nada beneficiosas para ella, subió al palanquín cargado por dos soldados al servicio de su padre. Al arribar, notó el flujo de personas que iban y venían por los jardines principales de la preciosa fachada; los Uchiha poseían una limitada área de la ciudad, donde establecieron su propio barrio, irguiendo espectaculares fuertes.

Al descender, la joven se mantuvo de pie durante algunos minutos frente a la puerta, calculando si lo prudente era continuar con su camino o simplemente dar media vuelta y retornar a casa. La verdad, era que no deseaba toparse con Sasuke, tenía motivos de sobra para huir de él. Habían transcurrido alrededor de tres años desde su partida, no podía recordar cuanto tiempo pasó desde que ella y el moreno estuvieron en la misma habitación.

Nerviosa, se infló de valor para dirigir su grácil andar al salón principal del almodóvar, sintiéndose como una niña asustada al verse rodeada de las opulencias del banquete. El vino corría rojo y la música sonaba fuerte. Un grupo de nobles reía a carcajadas ante la aguda interpretación del juglar, quien entonaba con su instrumento y una melódica voz la historia de las hazañas de guerra de los Uchiha.

El salón estaba atiborrado de gente, la mitad de los invitados pertenecían a la estirpe Uchiha y la otra mitad la conformaban los miembros de otras familias nobles, incluyendo los Hyuga. En la mesa principal se encontraba Fugaku charlando con el rey, Kakashi, mientras que, a su costado izquierdo, Mikoto observaba el espectáculo maravillada.

—Por fin apareces. — Murmuro Ino, colocando ambas manos sobre su cadera, haciendo una jarra. Lucía impaciente.

—Meditaba sobre las repercusiones que tendría mi aparición en este evento. — Masculló, dejándose dirigir por su amiga entre el mar de personas, abriéndose paso con sonrisas y miradas coquetas dirigidas a distintos caballeros.

— ¿Y bien?— Inquirió, proporcionándole un cáliz con vino fresco para aclare la garganta y los pensamientos.

Sakura sabía muy bien lo que esa mirada significaba. Mientras resistía postrada en la gradilla de madera, se arrepintió profundamente de haber desvelado la noticia del matrimonio a su mejor amiga. No iba a ser un secreto para toda la vida, a esa hora, la mitad de Konohagakure debía estar al tanto de las buenas nuevas; no todos los días se casaba un noble, mucho menos con una joven que de prestigio solo tenía el nombre.

—Hablamos un momento, eso es todo. —Alegó Sakura, esquivando la mirada fisgona de la Yamanaka. Sorbió un poco de vino con elegancia, respondiendo al sabor con una mueca nada discreta. La rubia contuvo una carcajada, y prestar atención a lo antes dicho, acorto la distancia entre las dos para gozar de mayor privacidad.

—Pasa, que no me trago el cuento de la simple charla, te conozco bien Sakura, así que suéltalo.

La joven suspiro derrotada.

—Es bastante silencioso, altivo y antipático, no sé cómo podré vivir bajo el mismo techo con él, me aterra pensar en nuestros momentos de soledad.

No era un secreto para la pelirosa lo que normalmente sucedía en la noche de bodas; las tradiciones ordenaban obtener una muestra de la consumación, por lo tanto, estaba obligada a no solo entregarle su alma a Hyuga Neji, sino también su cuerpo. Un escalofrió le recorrió la espina dorsal, su vientre albergaría a los herederos del castaño y ella se sometería a las órdenes del guerrero. Solo pensarlo le generaba nauseas.

—Supongo que esa no fue una primera buena impresión. —Un gesto insufrible se trazó en el rostro de su amiga.

La joven se removió nerviosa en su lugar, dirigiendo sus hermosos ojos color esmeralda hacia el estoico y grandioso Hyuga Neji.

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El corazón le dio un vuelco cuando el protagonista de sus más pérfidas pesadillas apareció ante sus narices como una representación divina. Si bien, las historias decían que los Uchiha provenían de la progenie de los dioses, Sakura no pudo luchar contra su orgullo para reconocer la sublime efigie del moreno.

Al examinarlo detenidamente desde una de las esquinas del salón, corroboró que su aspecto no era el mismo, había cambiado drásticamente para derivar en un ser tan complejo de entender. Llevaba el cabello más largo, pero mantenía la misma forma; portaba un jubón oscuro y una capa color escarlata colgaba desde sus hombros hasta desembocar al suelo, parecía más maduro, inclusive, con un aura más oscura.

Una vez que su pertinaz oteada atrajo sobre ella aquel par de orbes ónix, se sintió como una presa acorralada. Nerviosa y sonrojada, pegó la mirilla en el suelo, bebiendo de un largo trago la tercera copa de vino especiado de la noche. Cuando se decidió a elevar su rostro, el porfiado azabache continuaba revistándola desde la lejanía; la charla de Naruto y Nara Shikamaru parecía no ser de su importancia.

—Necesito aire fresco. — Gesticuló ruborizada, abandonando su sitio sin darle a Ino explicación alguna.

Culpó al alcohol y sus efectos engañosos por trastornarle la visión y nublarle el juicio. Lanzó un improperio a los dioses, preguntándose cual había sido su falla para ser merecedora de tantas desdichas. Con pasos tambaleantes, se aprisionó en una habitación. Se aproximó a la ventana para degustar el aire fresco, cuando su tambaleante corazón recupero el ritmo habitual, emitió una gran bocanada de aire con atisbos de pesadez.

Debía dejar atrás las tragedias del pasado y encarar de una vez por todas las adversidades del futuro. Su historia con el azabache solo quedaba en los recuerdos, ni las emociones, ni los sentimientos, revivirían de las cenizas como ave fénix. Él se había marchado, ella había esperado, no obstante, la vida le ponía un montón de retos en el camino, obligándola a sacrificarse para salvar a sus padres.

Luego de analizar las ventajas que tenía casarse con Neji, la joven viro sobre sus tobillos, conduciendo su andar hacia la puerta. Con las ideas aclaradas y el corazón apaciguado, se decantó por regresar a la fiesta. Caminó; sin ánimos, pero determinada a zanjar todo ese asunto de una buena vez.

Antes de cruzar el umbral, el firme agarre de un sujeto, hasta el momento, desconocido, la arrastró consigo hacia otra de las habitaciones disponibles en la planta alta del fuerte. Sakura dio un respingo, llevando una mano hacia sus labios como una respuesta autómata. Era incapaz de vislumbrar el rostro de su captor, estaban rodeados por la oscuridad, a duras penas la llamarada de una vela iluminaba decadentemente la geografía de la alcoba. Al cabo de un par de segundos, la temerosa sombra se aproximó hacia ella, emulando el transitar peligroso del león; el moreno se presentó ante ella luciendo un aspecto sobrio. Sus agraciadas facciones resplandecían débilmente bajo la luz del candor, desvelándole a la perturbada Haruno su identidad.

De carácter impertinente, la pelirosa frunció el ceño al avistarse participe de una situación nada complaciente. Con paso determinado, pasó a un costado del Uchiha, ignorando olímpicamente su presencia. Un gemido desesperado broto de sus labios cuando notó que la puerta estaba cerrada.

Sasuke la divisó con curiosidad y antes de que el funesto mutis se instalara, sus miradas se cruzaron; Adivinó de antemano el recelo y aversión guarecidos en su encaro.

Sakura se sintió indignada con las acciones del azabache, volvió a resoplar al forcejar con la puerta una vez más, conteniendo en lo más hondo de su pecho una serie de ludibrios labrados con los años y el fulgor de la amargura.

—Debo marcharme, esto no es correcto. — murmuró, pero sus intenciones fueron frenadas cuando el pelinegro la tomó del brazo, impidiéndole escapar de una condena mortal segura.

—Aguarda. — Era un golpe bajo solicitarle unos segundos cuando ella lo había esperado por años.

Con lágrimas en los ojos, advirtió como las fuerzas se escapaban y su cuerpo le fallaba. Hacia tanto tiempo que Sasuke no la tocaba o estaba tan cerca de ella. Sus piernas temblaron, los sentidos se le adormecieron al reconocer el peculiar olor a lavanda que emanaba de su cuerpo.

— ¡Suéltame!— chilló, haciendo un esfuerzo sobrehumano para ocultar el temblor de su voz y ocultarle las lágrimas que rodaban por sus mejillas. Se retorció bajo las manos del azabache, lanzándole manotazos para liberarse del agarre.

Sin embargo, gracias a la manía autoritaria del azabache, ignoró la súplica, pero no lo hacía por imponerse sobre ella, sino para salvarla de un golpe seguro al notar su debilidad e incapacidad para mantenerse de pie.

—Debemos hablar— los oscuros ojos de Sasuke se clavaron en los verdes de ella. Como dos amantes en eterna dispuesta, el tiempo no cerraba las heridas.

—No tengo nada de qué hablar contigo, Sasuke.

—Se lo de tu compromiso con Neji— espetó. Así como la pelirosa se esforzaba para no desmoronarse, Sasuke hacia lo posible para no dejar al descubierto su fragmentación. Su voz había sonado calmada, carente de emoción, no obstante, tras esas palabras se reguardaba un trasfondo diferente.

Sakura percibió un brillo inusual en su mirada, pero lo ignoró, no podía tragarse su orgullo, no podía dejarlo correr. Sasuke nunca había sentido nada por ella, lo había demostrado al marcharse, al dejarla destrozada en la entrada de la ciudad. Le había entregado todo lo humanamente posible y eso era lo que recibía a cambio: desprecio.

—Continúe con mi vida, Sasuke, tal como lo pediste—rugió, molesta.

—Nunca vas a perdonarme, ¿verdad?— indagó, cansado.

Tenerla cerca era doloroso. Mientras seguía divisándola minuciosamente, se dio cuenta de lo mucho que había cambiado, de lo poco que restaba de aquella Sakura que lo ambo con locura; frente a sus ojos se erguía una mujer sumida en el resentimiento, una bella dama irreconocible, arrastrada por la tristeza. El amor era complicado y él un cobarde.

—No…no puedo hacerlo.

Como si se tratara de un hechizó, Sasuke la soltó.

Existían razones de sobra para que ella lo odiara, no iba a culparla, sin embargo, el hecho de que se comportara a la altura de las circunstancias no quería decir que no le doliera verla actuar así, al contrario, le partía el alma en mil pedazos.

—No podía llevarte conmigo, no había nada para ti. Te pude haber perjudicado, Sakura.

—Yo crecí también, Sasuke. Me canse de esperar, me harte del sufrimiento y decidí continuar—discretamente, disipó el rastro del lagrimas con el dorso de su mano. —. Todo está claro para nosotros, ahora déjame marchar.

Necio a proseguir escuchando más, desbloqueo la puerta. Verla cruzar el umbral tenía un simbolismo para él; contemplarla marcharse suponía rendirse y permitirle continuar con su vida sin su interferencia.

A punto del colapso, siguió el camino de regreso al salón. Podía sentir los pasos de Sasuke muy cerca de ella, aun así, lo ignoró. Descendió los peldaños con gracia, necesitaba salir de ahí, puesto que no tenía la voluntad para ver a Sasuke un segundo más.

La vorágine de pensamientos desapareció cuando chocó contra otro cuerpo. Su rostro palideció al verse atrapada en los brazos de su prometido, quien la contemplaba fijamente, haciendo uso de su perspicacia Hyuga:

—Estuve buscándote, ¿sucede algo malo?

—No.

Lejos de creerle, enmarcó una ceja cuando el tenso azabache hizo acto de presencia. Sasuke no se detuvo al reparar en el Hyuga, así que prosiguió.

Un escalofrió le recorrió la espalda cuando notó el juego entre el castaño y Sasuke; su vida estaba sujeta a las conveniencias y acciones de dos hombres.

Continuara

N/A: Como siempre, cruzó los dedos para que esta historia sea de su agrado y tenga un cálido recibimiento. De nueva cuenta vengo a ofrecerles un fic de fantasía, me inspiró la portada en honor a LOTR y mi fascinación por el género.

Les prometo que toda ira cobrando sentido conforme se desvelen pistas en los capítulos, aún queda saber la relación entre Sasuke y Sakura, así como la importancia de tales objetos divinos, que le fueron encomendados al pelinegro. Si bien, no puedo prometerles un fic de misterio, la aventura, el romance y el drama, harán de las suyas para tejer la trama.

Pasando a otras ideas, el nombre del fic surge de la palabra "Yūgen" que significa profundo o misterioso y se refiere a un conocimiento del universo que evoca sentimientos emocionales que son inexplicablemente profundos, y que es demasiado misterioso para las palabras. Como por ejemplo la triste belleza de sufrimiento humano.

Ojala sea merecedor de su atención y del mismo modo, que sea honrado por su opinión, saben que estoy abierta a leer todo lo que tengan que decir. Sin más, me dedicare a darle continuación a esta y otras historias más.

Nos leemos hasta la próxima

¡Cuídense!

Shekb ma Shieraki Anni