Buenas a todos, aquí tengo un pequeño experimento al Cleon, gracias a mi amiga lectora Gaby991 que se quedó sin muchas cosas que leer y pues, TA-DA. Aquí tenemos algo de lo que le prometí.

Resident Evil no me pertenece, por desgracia, solo el argumento.

Gracias a mi gente bonita del foro Behind The Horror, a las hermanas, a Pily y a mi querida beta Light of Moon.


Infiel

Por GeishaPax

I: La noticia

Vio su rostro reflejado en el espejo que había sobre la chimenea de mármol. Estaba pálida y tenía un rictus de tensión en los labios, pero, por lo demás, su aspecto era el normal. Ni sangre ni cicatrices. La misma Claire Kennedy de siempre. Madre y esposa, por ese orden. Sonrió amargamente. Aquella era una verdad a la que nunca se había atrevido a enfrentarse. "Lo querías", se dijo, "y lo conseguiste, en el corto espacio de seis meses. No está mal para una ingenua mujer". Pero Leon le ganaba por dos años, pensó con cinismo, y la suficiente experiencia como para dejarse atrapar por el truco más viejo del mundo.

Pero, entonces, el cinismo la abandonó. No había sido ningún truco, no tenía derecho a denigrarse a sí misma llamando truco a algo que en absoluto lo fue. Tenía diecinueve años cuando conoció a Leon, y era muy inocente, tal vez hasta confiada. Después de los incidentes de Raccoon y de la Antártida, trató esporádicamente al ex policía. Claire por primera vez iba a una discoteca, acompañada de un grupo de amigas que se rieron de su miedo a que les preguntaran la edad y no les dejaran pasar.

—¡Oh, vamos! — le dijeron— Si te preguntan cuántos años tienes, mienteles, como hacemos nosotras.

Lo que no esperaba era encontrarse esa noche a Leon. Fue consciente de la presencia del agente desde el momento que entraron. Era fuerte, delgado y rubio, muy atractivo, tanto como una estrella de cine. Sus amigas también advirtieron su presencia, y se rieron tontamente al comprobar que no ocultaba su interés por ellas. Pero, en realidad, era a Claire a quien estaba mirando.

Ella, con su pelo largo, rojo y ondulado, que le caía hasta los hombros y enmarcaba su preciosa cara. Su amiga Johanna, antigua compañera de la universidad la había maquillado y le había prestado una de sus minifaldas ajustadas de cuero en negro, unas botas muy altas y un pequeño top rosado que dejaba al descubierto su ombligo cada vez que giraba al ritmo de la música. Si hermano la hubiera visto vestida así, se habría muerto del susto. Pero estaba pasando el fin de semana en casa de Johanna, mientras Chris arreglaba algunos asuntos para el juicio en contra de la corporación Umbrella, así que no podía ver cómo su única hermana pasaba el tiempo mientras él estaba fuera concertando su situación legal.

Y fue a Claire quien Leon se acercó cuando pusieron una canción lenta. Le dio un toquecito en el hombro para que se volviera y sonrió, con gracia y confianza en sí mismo. Consciente de la envidia de las otras chicas, dejó que la tomara entre sus brazos sin una palabra de protesta. La pelirroja todavía podía recordar aquel hormigueo al sentir su tacto, su proximidad, su suave pero firme masculinidad. Era oficial, el antiguo miembro de la policía de Raccoon City y su compañero de supervivencia en dos ocasiones, le había robado totalmente el corazón.
Bailaron durante mucho rato antes de que él hablara.

—¿Cómo te dejaron pasar?

—Mintiendo y siendo guapa. —le respondió ella con timidez —. No creas que siempre visto así.

—¿No es un poco arriesgado cuando recién te escapaste de una instalación francesa? — preguntó Leon con un murmullo — Yo vengo de protección. — el hombre señaló a un joven a lo lejos. —Daniel Graham, el hijo mayor del presidente.

Cuando estaba absorbiendo todavía las dulces resonancias de su voz suavemente modulada, Leon le puso la mano bajo el top y ella se estremeció al sentir su tacto sobre la piel desnuda de la espalda, el agente la atrajo hacia sí, pero no hizo ningún Intento de besarla, tampoco le dijo que saliera del local con ella y dejara a sus amigas. Tan sólo le pidió el nuevo número de teléfono y prometió llamarla muy pronto. Claire pasó la semana siguiente pegada al teléfono, esperando con impaciencia su llamada.

Se hablaron ocasionalmente pero entre el trabajo de Leon con la Casa Blanca, Claire entrando a la organización TerraSave, el incidente en Harvardville, la custodia de Sherry; salir a solas o por simple placer nunca se terminó de concretar.

Cada uno siguió con su vida, Leon con una creciente depresión que le hizo pensar hasta en el suicidio, ella sobreviviendo literal a su subjefe hasta que casi fue asesinada después del secuestro que sufrió. Leon finalmente se hartó de su situación como agente del gobierno y al acabarse el ataque biológico en Nueva York, la invitó a salir.

En su primera cita, la llevó en coche —un Mustang rojo que aún recordaba— a cenar.

—Es el coche de la empresa. —le dijo con una sonrisa que no llegó a comprender bien.

Amablemente, pero con una intensidad que le hacía contener el aliento, Leon le dio confianza para que le hablara de sí misma. De su familia, de sus amigos, de sus gustos actualmente. De su ambición de estudiar arte y como todo eso se fue al demonio cuando apareció el virus T. Leon frunció el ceño todavía más y ella se mordió el labio. La llevó de vuelta a casa y se despidió con un escueto "Buenas noches". Leon la llamó una semana más tarde.

La invitó al cine y ella se sentó a su lado en la oscuridad, no dejó de mirar la pantalla, pero no vio nada, sólo podía concentrar su atención en la proximidad de Leon, en el sutil aroma de su colonia, en su rodilla a unos centímetros de la suya, en el tacto de sus hombros, que se rozaban. Con la boca reseca, tensa y con nerviosismo, no pudo evitar un gritito cuando él le agarró la mano. Con expresión seria entrelazó sus dedos.

—Tranquila.—murmuró — No voy a morderte.

El problema era que ella estaba deseando que la mordiera. Leon murmuró algo y apretó su mano entre la suya mientras volvía a concentrarse en la película, no pasaron ni cinco minutos cuando la pantalla del cine pasó a segundo plazo. Aquella noche la besó con tal deseo que Claire sintió cierto temor antes de que la dejara marchar. Cuando la llevó a casa, la activista estaba en peligro de explotar por la tensión sexual acumulada. Sin embargo, se limitaron a darse un beso. Lo mismo sucedió otra seis veces, hasta que un día, inevitablemente, en vez de llevarla al cine la llevó a su apartamento. Después de aquel día, apenas iban a otros lugares. Estar solos y hacer el amor se convirtió en lo más importante de sus vidas. Leon se convirtió en algo más importante de lo que era, conoció sus miedos, sus sueños, las frustraciones; incluso ignoró la importancia de Chris en su vida, quien pasó en un segundo plazo y se ganó la desaprobación inicial del capitán de la B.S.A.A.

Cuatro meses más tarde, y después de que Leon estuviera fuera dos semanas, ella le estaba esperando afuera del apartamento.

—¿Qué haces aquí? —le preguntó.

Sólo en el momento de recordarlo, dos años más tarde, se daba cuenta de que no le había gustado encontrarla allí.

Tenía el rostro serio y cansado, igual que en los últimos meses.

—Tenía que verte. —le dijo, agarrándolo de la mano y arrastrándolo al interior del apartamento. Inevitablemente, hicieron el amor, luego ella hizo café y lo bebieron en silencio. Leon, que sólo llevaba un albornoz, se sentó en su viejo sillón de orejas y ella se hizo un ovillo a sus pies, y se abrazó a sus rodillas.

Entonces, le dijo que estaba embarazada. Leon no se movió, ni dijo nada y ella no lo miró. Sintió como la mano de su amado le acarició el pelo y ella apoyó la cabeza en la pierna.

Al cabo de unos momentos, Leon dio un largo y profundo suspiro. Agarró a la pelirroja y la sentó en su regazo.

Ella encogió las piernas, como una niña, como su pequeña hija Alex cuando se sentaba en brazos de su padre para buscar consuelo.

—¿Estás segura?

—Completamente.— dijo Claire —Me retrasé en el período y compré una prueba que venden en la farmacia. Ha dado positiva. ¿Crees que puede ser incorrecta? ¿Voy al médico antes de que decidamos algo?

—No. —dijo Leon —. Así que estás embarazada. Me pregunto cómo ha ocurrido. —añadió pensativamente.

Ella se rió nerviosamente.

—Es culpa tuya. — le dijo.

—Tomé precauciones. — replicó él — Bueno, al menos tenemos tiempo de casamos antes de que toda la ciudad se entere de por qué lo hacemos.

Y aquello fue todo. La decisión estaba tomada. Una vez más, fue dos años más tarde, cuando se dio cuenta del verdadero significado de sus palabras: "Al menos tenemos tiempo de casarnos antes de que toda la ciudad se entere de por qué lo hacemos". Y, por primera vez, pensó que, tal vez, en otras circunstancias, él no se habría casado y ella no habría dejado su empleo como directora de la ONG.

Recordó las palabras de Hunnigan momentos antes.

Perdóname, Claire... —dijo Ingrid con voz grave, tratando de hablar con
suavidad. —No creas que me gusta esto, no creas que te digo esto sin estar segura —añadió—. Los han visto en varios lugares. En algún restaurante, ya sabes, demasiado intimidad para que se tratara de una reunión de trabajo. Pero lo peor es que los he visto con mis propios ojos, los he visto salir y entrar muchas veces de una zona de departamentos.

Sólo habían pasado unas noches desde que hicieran el amor con tanta ternura que Leon se había estremecido entre sus brazos al despertar. Lo imaginaba con otra mujer, teniendo una aventura, haciendo el amor, ahogándose en suspiros…

Le dieron náuseas y se cubrió la boca con una mano, apretando el puño contra sus fríos y temblorosos labios.

El teléfono sonó otra vez.

Lo ignoró completamente. Fue a revisar a Alex y Michael en la cuna, dormían tranquilamente. De sus mellizos, Michael era el que más se parecía a su padre, rubio y con una barbilla prominente, señal de su carácter decidido, como el de su padre. Luego, fue a ver a su hija. Alex era muy diferente a su hermano mellizo. Al entrar por la mañana en su habitación, se la encontraba siempre en la misma posición en que se había dormido. La pequeña tenía el pelo sedoso y rojo, esparcido sobre la almohada. Leon no ocultaba su adoración por su princesa de ojos azules. Y la pequeña lo sabía y explotaba la situación al máximo.

Claire no pudo más, eso ya no se trataba de amor. Caminó hasta su habitación y se recostó en la cama, abrazada por las penumbras y oscuridad. Sentía una extraña calma, un extraño alivio.

Miró al reloj de pared. Eran las ocho y media. Leon no iba a volver a casa hasta varias horas después, seguramente era otra absurda excusa más para salir y llegar con un extraño olor a loción desconocida. Cerró los ojos con la esperanza de caer en el sueño, pero no pasó nada, su cerebro tenía una lucha entre dejar de pensar y darle vueltas al asunto, el tiempo se hizo eterno.

El sonido de una llave en la puerta principal la devolvió al presente. Se dio la vuelta. Su esposo le daba la espalda; Claire se dio cuenta de la tensión de los músculos del cuello y de la rigidez de su espalda bajo la tela de su camisa negra. Se dio la vuelta lentamente y sonrió; observó su rostro cansado, pálido. Leon miró al teléfono descolgado. Se acercó, dejó su bandolera en un rincón del armario, después llegó hasta la mesita de noche y levantó el auricular. La mano le temblaba ligeramente al dejarlo en su lugar.

Seguramente Hunnigan le llamó cuando Claire dejó el teléfono abandonado. Irónicamente quiso reír, imaginaba la preocupación de Hunnigan al llamarle a Leon, el que la línea estuviera siempre ocupada, y tal vez, solo por eso Leon Scott Kennedy, ahora asesor de la D.S.O. llegó temprano a casa.

Claire dejó que la mirada azul de su marido la analizara, por breves instantes, sin decir una sola palabra. Leon notó el silencio sepulcral de esa habitación y salió del aposento.

La ex activista reconoció el ruido del estudio. Era culpable, lo llevaba escrito en la frente.

Continuará.

Espero los golpes, amenazas de muerte, los jitomates dos, que me cuelguen de las piernas.

Les mando un beso enorme.